[Nota del editor] Vuelve a Nación Rolera un viejo amigo nuestro, Capdemut, un antiguo (y moderno) rolero que ya entrevistamos hace dos años por la publicación de su segundo libro (ya lleva tres ahora) «La onomatopeya del ladrido (y otros relatos pulp)». En esta ocasión recuperamos una serie entradas que publicó en su blog “El Blog Mediocre (Juegos de rol, estrategia y demás memeces)” a principios de la década que ya terminamos este año, donde explica los inicios del rol en los videojuegos, desde las máquinas recreativas hasta los MMORPG. Así que hoy tiramos de nostalgia con esta primera parte de «Héroes y píxels», pero Capdemut promete que habrá más. ¡Te leeremos con interés!
Videojuegos: El inicio
Hace ya muchos, muuuchos años, allá por el principio de los tiempos, me encontré -en una visita habitual de fin de semana a la heladería de la esquina- con un extraño artefacto. Se trataba de una especie de televisión incrustada en una cabina de madera de la que sobresalía un extraño panel con botones.
Mi padre, curioso como él solo, echó una moneda y nos pusimos a jugar a eso que después se llamaría videojuego. Era muy simple: Con el mando se controlaba una pequeña y mal definida nave espacial que debía abatir a unos extraterrestres que, en lugar de atacar directamente a la Tierra, descendían lentamente disparando muy ocasionalmente. Mi padre se encargaba de pilotar mientras yo aporreaba los botones de disparo y no nos iba mal. O eso creo, porque lo cierto es que no podíamos comparar con nadie.
El Space Invaders no era el mejor juego del mundo ni tenía que ver con los juegos “roleros” de los que quiero hablar de ahora en adelante, pero abrió la puerta a un mundo enorme que no dudaría en aplastarlo y relegarlo al olvido.
Bendito juego.
La llegada de la fantasía medieval
Los jueguecitos del principio, primarios y simples estaban bien, pero eran una mierda, así que la “industria” comenzó a evolucionar y las pelotitas rebotadoras y bichitos sin nombre comenzaron a desaparecer para dejar paso a los primeros personajes con nombre y personalidades propias.
Mario y su hermano Luigi fueron los primeros en liarse a tortazos con el mono Donkey Kong y de ahí en adelante. Son muchos para nombrarlos, pero yo quiero quedarme con el primero que me fascinó de verdad: Rastan
Y es que el bueno de Rastan no solo se parecía a Conan en el nombre, sino que era una copia descarada. Bárbaro cachas que, a pecho descubierto, se lía a mandobles con todo dios que se le cruza, sin preguntar ni nada.
El juego en si era bastante sencillo: Scroll horizontal, saltar, pegar y algo de plataformas hasta llegar al monstruo final del castillo. Por el camino aparecían ciertos elementos “roleros” (eso en videojuegos se traduce como objetos varios que añadir al personaje) como mazas, pociones, amuletos y la mítica espada de fuego (ver la imagen), que mataba a distancia, costaba un montón de conseguir y te la quitaban en seguida.
El señor Rastan fue el primero en acercarme a lo que después se convirtió en toda una afición para mí; pero después de él vendrían unos cuantos más de los que os hablaré a continuación.
Los primeros clásicos
Aunque hasta el momento había buenos videojuegos, jugables y divertidos incluso, llegó un momento en el que comenzaron a aparecer algunos que marcarían para siempre a sus jugadores, siendo -además de eso- rejugables hasta la muerte.
En esa lista tenemos a los grandiosos Street Fighter 2, Final Fight, Blood Bros y un larguísimo etcétera. Esos son los juegos que uno no solo vuelve a jugar por curiosidad, sino que lo hace porque realmente gustan por muchos años que pasen. Y relacionados con el rol y la fantasía tengo tres entre mis favoritos:
The King of dragons
Juego épico donde los haya. Cinco personajes a elegir, mejora de armas y equipo, subida de nivel, monstruos enormes y diversión asegurada. Me volví realmente loco con este juego en su día y sigo jugándolo de vez en cuando.
Knights on the round
Divertido, algo dificilillo y el toque realista e histórico del Rey Arturo y dos de sus colegas. Mejora de niveles, posibilidad de cabalgar, ataques especiales y detenciones. Uno de los mejores recuerdos de mi vida son las tardes-noches siendo ya mayorcitos, jugando a dobles en el Mame.
Además, se aprende historia. ¿Como? ¿Que el rey Arturo nunca luchó contra un samurái? Anda ya.
Y para terminar…
Golden Axe
El clásico de los clásicos. Este es más viejo pero su rejugabilidad infinita. Tres personajes, escenarios únicos: vuelas sobre un águila gigante, cruzas el mar sobre un pedazo de tortuga y puedes tirar a los enemigos por agujeros. Además, su sistema de magia es, ha sido y será, insuperable.
En fin, hay más y puede que mejores, pero estos son los que quería destacar.
A partir de aquí llegaron las videoconsolas y la cosa comenzó a cambiar.
A jugar en casita
En algún momento de los años noventa aparecieron las primeras videoconsolas con juegos decentes. Por decentes entiendo que son aquellos juegos que recordaban o estaban a la altura de las máquinas recreativas del momento. Ya llevaban muchos años de andadura los juegos con cinta de casete de los ordenadores primigenios y los juegos de una pantalla de videoconsolas rudimentarias. Pero con la llegada de las consolas de 8 bits, y posteriormente las de 16, más la guerra entre SEGA y Nintendo, comenzaron a aparecer juegos decentes, entre ellos algunos muy interesantes.
El objetivo era vender juegos a los chavales y para ello había que emular los juegos de las recreativas. La Megadrive (Genesis en otros lares) consiguió el Golden Axe y el Streets of Rage, los cuales exprimió a más no poder con secuelas de los mismos y la Supernintendo (Super Famicom al Japón) en la otra punta del mundo hizo lo propio con el Final Fight y el todopoderoso Street Fighter 2 (yo me la compré solo por ese juego, como casi todo el mundo).
Pero quien me iba a decir a mí que encontraría por casualidad una de las grandes joyas del rol universal: «Legend of Zelda: A Link To The Past» (o el Zelda de la Super para los amigos).
Este juego lo tenía todo: Desarrollo del personaje (mejorando armas, equipo y vida), una búsqueda épica por varios mundos, puzzles y una música bonita.
Este juego abrió la puerta a cientos que vinieron después, y aunque no fue el primer Zelda ni el primer juego de rol para consolas, si fue el primero al que jugué yo. A partir del Zelda muchas cosas cambiarían en la forma de ver los videojuegos.
Pero esto será otra historia, que trataremos en la próxima entrada: «Héroes y píxels (segunda parte)»
Nacido a finales de la década de los 70, desde entonces Josep no ha hecho más que echarse a perder. Jugador de rol en decadencia, escritor a tiempo parcial y aprendiz de samurái, compagina sus aficiones con la vida familiar y laboral en un vano intento de glorificarse. Cuentan que a veces se le puede ver promocionando libros o contando historias poco veraces sobre escenarios, aunque para muchos su existencia sigue siendo solo un rumor.
2 Comentarios
Sandman
Anda ¡el Rastan! Pensaba que ese juego solo lo conocíamos mi grupo y poco más. Gran entrada las dos partes😉
Nación Rolera en el 2019, una retrospectiva - Nación Rolera
[…] cerrando intenso año que hemos vivido en nuestro blog, publicamos un artículo en dos partes sobre «Héroes y píxels» en el que Capdemut donde explicó los inicios del rol en los videojuegos, desde las máquinas […]