1º Parte: Fuego en la noche

[M_C]

Un alarido resonó en la noche, despertando a Kal de un sueño turbulento. Desorientado, el enorme bárbaro del norte se incorporó en el catre, mirando a un lado y otro en la oscuridad, sin saber muy bien dónde se encontraba. Al acostumbrarse sus ojos a la negrura, no tardó en reconocer el cuartucho de la posada de Toew, el antro donde había dormido desde que llegó a la ciudad hace una semana.
Aún sumido en el sopor y los efectos del vino de la noche, dudó si el grito que había oído era real o tan sólo un producto de su imaginación. Con un gruñido, se pasó una mano por los revueltos cabellos, largos y rubios, lamentándose por el dolor de cabeza. Fue entonces cuando otro grito rasgó el silencio nocturno; se trataba del chillido aterrado de una mujer. Kal se levantó como un resorte, empuñando la espada que ocultaba bajo la almohada. En tensión, escrutó a su alrededor en busca del peligro, aunque sabía que el grito provenía del exterior de la posada. Al momento, el chillido fue secundado por muchos más, de modo que la noche se llenó de una miríada de lamentos, un griterío aterrador, como si la ciudad hubiese despertado en medio de la peor de las pesadillas.
Sin pensarlo dos veces, el bárbaro se dirigió a la puerta del cuarto y salió al pasillo del piso superior de la posada. Nadie se movía en el corredor, bañado por la mortecina luz de una antorcha. Vestido con su taparrabos, que dejaba desnudo su cuerpo musculoso y curtido por los rigores de la montaña, el hombre bajó por la escalera hasta el salón, mientras los gritos de afuera se repetían sin cesar. La sala estaba vacía, el fuego del hogar apagado, sin que se viese ni a Toew ni a ninguna de las camareras. Con la espada en la mano, Kal abrió la puerta de la posada y salió a la calle, donde se encontró con una visión surgida del mismísimo infierno.
La ciudad de Teshaner ardía. Por doquier se veían llamas que consumían los tejados de los edificios, con lenguas de fuego que surgían encolerizadas por las ventanas iluminando la fría noche con un resplandor dorado. Los ciudadanos corrían sin orden por las calles, entre gritos de puro terror, llevándose las manos a los oídos como si así pudiesen escapar del horror. Kal, de pie en medio de aquella pesadilla, escuchó un rugido sobre su cabeza y alzó la mirada al cielo sin estrellas. Entre la negrura, una sombra gigantesca se desplazó sobre los humeantes edificios, batiendo unas alas membranosas que parecían eclipsarlo todo. El bárbaro se quedó paralizado por el terror; era un dragón negro, criatura de una raza extinta hace siglos, de cuerpo cubierto por escamas grandes como escudos de obsidiana y fauces de colmillos afilados como estacas. La gente corrió en desbandada ante la aparición de la bestia, que emitió un nuevo rugido y se precipitó en picado hacia la calle. Los ciudadanos, enloquecidos por el miedo, se pisoteaban para escapar, seguidos por el dragón que, planeando entre los edificios, abrió sus fauces y descargó una catarata de fuego sobre ellos. Muchos murieron carbonizados al instante, mientras otros se retorcían envueltos en llamas, chillando por el dolor antes de caer al suelo. Al momento, la calle quedó en silencio, plagada de cadáveres humeantes y con el olor de la carne quemada flotando en el ambiente.
Kal reaccionó finalmente, al ver cómo el dragón se alzaba por encima de la posada. Fue en ese momento que el bárbaro descubrió que muchas otras de esas terribles criaturas aladas atacaban la ciudad, sembrando de fuego y muerte las calles de la urbe. Como mínimo había una decena de dragones, que barrían con sus alientos ígneos los tejados y avenidas, masacrando sin piedad a la población y matando con facilidad a los pocos soldados de la milicia que tenían el suficiente coraje para hacerles frente en lo alto de la muralla.
Armado únicamente con su espada, el bárbaro emprendió la carrera, sin saber muy bien hacia donde, pero sabiendo que no tardaría en morir si permanecía en medio de la calle.

[ArmaGGon]

- ...¡Que me aspen! ¡Un Dragon Negro! ... ¡Montones de Dragones Negros!

Fue lo primero que pensé al salir de la posada. Por un momento no pude hacer caso de ninguna otra cosa, ni de la destruccion que me rodeaba ni de las personas que huian, de las que agonizaban, ni de los cascotes que caian sobre las calles al pasar los dragones cerca de los tejados y derribarlos con sus colas o sus garras. Eran inmensos, como si las leyendas cobrasen realidad.

De repente, un dragón pasó sobrevolando la calzada donde me encontraba, soltando un chorro de su aliento, calcinando a la la gente que salia corriendo en estampida en ese momento, dejando una reguera de cadaveres humeantes. Sin pensar demasiado, eché a correr, ya que si me quedaba quieto era probable que me mataran a mi tambien. Además de que algo en mi interior me impulsaba a hacer algo. Salí corriendo calle abajo, situandome lo mas pegado a los edificios u otros parapetos similares que me diera algo de tiempo si tenia que hacer frente al ataque de alguno de los reptiles. Mi intencion es encontrar algun sitio donde estén organizando una defensa "organizada", en los barracones o alrededor de algun edificio de defensa o militar semiimportante, y si no hay ningun sitio de esas caracteristicas, pues intentaré salir de la ciudad como pueda.

Mientras corro, me fijo si hay algun cadaver de algún guardia, o algun escudo/lanza que pueda servirme. ¿Los dragones estan tripulados?

[M_C]

El cuartel de la milicia se encontraba en el centro de la ciudad, junto a la plaza del Pecado, donde se encontraba el cadalso en que se ajusticiaba a los criminales. Kal corrió por la avenida, saltando por encima de los cuerpos caídos de numerosos
ciudadanos, cuando sintió pasar por encima de su cabeza la aterradora forma de otro dragón. La bestia alada lanzó un chorro de fuego sobre un tejado, abrasando por completo la paja y las vigas de madera. Ante el edificio en llamas, una mujer chilló aterrorizada, sin atreverse a pasar de la entrada de la casa.
- ¡Mi hijo! ¡Mi hijo está ahí dentro! -gritó, observando impotente cómo las llamas consumían la casa y la llenaban de humo negro.

[ArmaGGon]

Rapidamente, agarro un trapo que aun estaba secandose al sol cuando empezo todo aquello y que colgaba de un tendedero apunto de quemarse con las llamas. Miemtras me lo lio alrededor de la cabeza y entro en la casa por la puerta apartando a la mujer delicadamente. Con cuidado y vigilando que no se me caigan encima ninguna viga ni otro trozo de casa ardiendo, entro en ella.

- ¡¡¿¿Hola??!!, ¡¡muchacho!!, ¡¡¿¿puedes oirme??!! - grito mientras reviso habitacion por habitacion en busca del hijo de la mujer.

[M_C]

Despues de revisar la habitacion de abajo, escucha fuera a la mujer gritando arriba, aguantando la respiración, corrió escaleras arriba, mientras el crepitar del fuego resonaba por todas partes.
La casa es un infierno de calor y humo, con el fuego propagándose por el techo, carcomiendo con rapidez las vigas de madera. El bárbaro alcanzó el piso superior y avanzó por el pasillo, hasta llegar a una puerta cerrada. Dentro, escuchó el llanto de un niño.

[ArmaGGon]

¡¡¡Aguanta chico, ya voy. Apartate de detras de la puerta!!!

Abro la puerta. Si esta atascada, le pego un empujon con el hombro para sacarla del marco y poder entrar.

[M_C]

Agobiado por el calor, Kal no pudo aguantar más y respiró el ardiente humo, sintiendo al instante un doloroso fogonazo en los pulmones (resta 4 PR). Tosiendo con violencia, se vio obligado a retroceder y escapar escaleras abajo, saliendo de la casa a duras penas. En la calle, entre la gente que huía a la carrera, la mujer esperaba anhelante.
- ¿Y mi hijo? -preguntó, justo en el momento en que la casa crujió terriblemente y se vino abajo con un estruendo. Al verlo, la mujer se derrumbó de rodillas, sumida en el más profundo pesar.

[ArmaGGon]

Un profundo dolor recorre mi ser al no poder hacer lo suficiente para salvar al pequeño. Mientras el humo llena mis pulmones, el calor quema mi piel, y el hollín ciega mi vision, consigo salir del edificio antes de que saliera. Mis pensamientos no pueden evitar volver al dia en que mi clan fue destruida.

- ¡¡¡Mierda!!! No fui lo suficientemente fuerte entonces y ahora tampoco lo soy. Ni siquiera puedo salvar a un niño.

Pero quizas podría evitar más muertes de las necesarias, asi que me volví hacia la mujer que estaba llorando en el suelo y la inste a levantarse y a seguirme para ponernos a cubierto en algun lado.

- ¡¡¡Vamos señora levántese, tenemos que ponernos a cubierto de estos ataques!!!

[M_C]

La mujer paralizada por el dolor no se movia, Kal sabia que nada mas podia hacer alli, por lo que siguio su camino.
Kal avanzó a la carrera por la avenida, sintiendo a su alrededor el pánico de una ciudad entera que se avocaba a su destrucción. Al atravesar una plaza, en cuyo centro varios hombres clamaban fuera de si pidiendo la ayuda de los dioses, nuevos gritos advirtieron al guerrero de que otro dragón se acercaba. Con un salto, se refugió en un portal, justo antes de que la bestia arrasara con sus garras, afiladas como sables, a varios de los lunáticos, despedazando sus cuerpos y arrojando los restos a la calle en una lluvia de miembros ensangrentados. Sin detener su carrera, el bárbaro se internó por una callejuela, evitando las aglomeraciones de las avenidas, y continuó hacia los barracones. Fue en esta calle donde se topó con una pareja de soldados que conducían a una prisionera atada de manos. Los hombres dudaban qué hacer, paralizados por el miedo ante el ataque de los dragones, mientras la chica tiraba de la cuerda con que la tenían prisionera y trataba de refugiarse en el arco de entrada de un edificio.
- Debemos llevarla a los barracones -dijo uno de los soldados con voz temblorosa.
- ¡Olvídate de la prisionera! -le gritó el otro-. ¡Debemos huir! La ciudad está siendo invadida.

Como respondiendo a los temores del soldado, un alarido resonó en el cielo. Los hombres se volvieron hacia el cielo para encontrarse con un dragón negro, que se abalanzó sobre ellos con un rugido, sesgando sus vidas de un simple zarpazo, para seguir el vuelo hacia el centro de la ciudad.
Aprovechando la oportunidad, la chica dejó su escondite y trató de librarse de la cuerda que la mantenía atada a los los cadáveres, pero la soga apretaba sus muñecas restringiendo sus movimientos. Se trataba de una muchacha esbelta, de piel terrosa y ojos felinos de color grisáceo que brillaban con intensidad bajo una larga cabellera de pelo blanco y sedoso, en la cual sobresalían una orejas puntiagudas. La elfa, vestida con unos pantalones negros de cuero y una capa azulada, se volvió hacia Kal, alzando las manos atadas por la cuerda.
- Libérame -pidió con una voz que era apenas un murmullo-. No dejes que muera aquí como un animal apresado.

[ArmaGGon]

Tras observar otra matanza de los dragones negros, me encuentro con dos soldados llevando entre ellos a una prisionera. Pense que era muy absurdo preocuparse por una prisionera cuando la ciudad tenia cosas mas urgentes de las que preocuparse en aquellos momentos. La absurdidad de lo cual quedó demostrada cuando los dos guardas murieron a manos de otra de aquellas abominaciones negras. Cuando la prisionera (¡Caray una elfa!), me pidió ayuda no lo pensé. Rebusqué entre los cadaveres una daga con la cual corté cuidadosamente las ligaduras de la elfa.

- Vamos, sigueme, tenemos que encontrar una manera de salir de aqui o por lo menos algún lugar mas seguro que las calles de esta trampa mortal.

[M_C]

Con rapidez, el bárbaro y la elfa corrieron por el callejón, mientras el dragón elevaba el vuelo y se precipitaba sobre ellos, abriendo sus fauces en un rugido rabioso.
Kal quedó atrás, sin poder seguir el rápido paso de la chica. El dragón le pasó por encima, desplegando sus garras para decapitar al bárbaro. Izana echó una mirada atrás mientras corría, al ver al dragón a punto de ejecutar al hombre, gritó para advertirle, justo a tiempo, ya que Kal se echó a un lado, de modo que la garra del reptil alado sólo le alcanzó en el hombro.
Izana corrió hasta la protección de un arco de piedra que cruzaba el callejón, uniendo los edificios de ambos lados. Kal la siguió, mientras el dragón bramaba a su espalda. Con un salto, se arrojó al interior del túnel, evitando por poco ser alcanzado por las fauces de la bestia, la cual se vio forzada a levantar el vuelo y se perdió entre las columnas de humo que cubrían el cielo nocturno.
- No pienso ir a los barracones -dijo la elfa-. Por si no lo sabes, soy una fugitiva de la justicia y lo primero que hará el capitán Borka al verme será colgarme en la Plaza del Pecado.
Nuestra única oportunidad es escapar de aquí cuanto antes. -la mujer hizo una pausa, mirando a un lado y otro del callejón-. Las alcantarillas de la ciudad son un laberíntico entramado de túneles y galerías, una de las cuales lleva las aguas hasta las afueras. Las entradas fueron selladas hace tiempo y los túneles abandonados. Sin embargo, conozco un pozo por el que podemos acceder a los subterráneos, y por ahí podremos escapar de esta locura.
Un dragón sobrevoló el arco, dirigiéndose al centro de la ciudad. Kal, la espada aferrada en la mano, meditó sobre qué camino tomar.

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Kal 36/45 de vida

[askiva]

Izana

Tras escapar de ese dragon, el mejor sitio donde podia esconderme era en las alcantarillas ya que hay no me buscarian, incluso podrian declararme muerta.

El unico problema era ese chico...., Venga a que esperas vamos a las alcantarillas o pretendes que te maten estos dragones.

[M_C]

Kal aceptó la evidencia. Con un gesto, le indicó a la elfa que le guiara hasta la entrada de las alcantarillas. En ese momento, una voz surgió desde un portal bañado en sombras.
- Debo ir con vosotros.
Los dos compañeros se volvieron con las armas preparadas y se encararon con un desconocido que salió de la negrura para acercarse a ellos. Se trataba de un hombre de aspecto frágil, barba blanca y cabeza calva, en la que destacaban unas espesas cejas sobre unos ojos azules de mirada intensa. Vestido con una túnica de colores oscuros, el hombre se apoyaba sobre una larga vara de roble, adornada con una filigrana en su punta con la forma de una garra cerrada sobre una joya carmesí.

En ese instante, corroborando las palabras del mago, el tañido de muchos tambores resonó en la noche. Kal se volvió para mirar las murallas. Tras un nuevo redoble de tambor, una lluvia de proyectiles ardientes surcó los cielos y cayó contra las almenas, acabando con los pocos defensores que aún mantenían las posiciones. Un instante después, una infinidad de orkos trepó hasta los muros mediante escalas de madera. Desde la distancia, los tres personajes vieron impotentes cómo los orkos acuchillaban a los caídos, prorrumpiendo en agudos chillidos de gozo que resonaron en la noche. Después, un enjambre de esas criaturas se dispersó por las calles, saqueando y matando sin piedad a cuantos encontraban. Los milicianos de la ciudad, debilitados por el ataque de los dragones, lucharon a la desesperada contra un enemigo que les superaba ampliamente en número.

Un rugido resonó sobre sus cabezas. Alertados, los tres compañeros miraron arriba para encontrarse con un dragón negro volando a baja altura, de cuyas patas colgaban como ratas una decena de orkos, los cuales saltaban sobre las calles entre alaridos de júbilo. Cuatro de ellos aterrizaron en el callejón, cerrándoles el paso. Se trataba de seres achaparrados, de brazos alargados y rostros chatos, vestidos con rudimentarias ropas de cuero negro y armados con cimitarras oxidadas. Al ver al trío, los orkos alzaron sus cimitarras y se dispusieron a atacar, sedientos de sangre humana y elfa.

[ArmaGGon]

Con un gesto de asentimiento sigo a la chica hacia las alcantarillas que ahora se tornan la unica salida posible de aquel infierno que se estaba convirtiendo la ciudad. Además ahora debiamos cargar con un viejo decrépito para ir mas lentos...

- Bueno, vamos antes de que se nos echen encima.

Pero ya era demasiado tarde, con un rugido un dragon que deberia habernos visto muy ociosos nos sobrevuela y nos deja unos cuantos orkos de regalo. De acuerdo... Alzando mi espada le digo a la elfa:

- Échame una mano.

Y con un rugido ensordecedor para intentar intimidar a mis enemigos y con la espada cogida a dos manos me lanzo sobre ellos y le pego un tajo al orko que tenga mas cerca.

[askiva]

IZANA

Cada vez las alcantarillas estaban mas cerca, y asi podiamos escapar.

Pero de repente un fuerte dragon deja a nuestras espaldas varios orkos. Mejor correr chico, no vale la pena pelear. Demasiado tarde, el hombre ya habia sacado su espada y se disponia a atacar a un orko, Maldita sea... pense en seguir dejando a el solo, pero no pude contenerme saque mi espada y me prepare para la batalla.