Capítulo 4: El Maestre y el Aprendiz

Una vieja maldición acecha a un grupo de viajeros sin relación aparente entre sí. Y empieza una frenética búsqueda por Poniente de la verdad...
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Capítulo 4: El Maestre y el Aprendiz

Mensaje por Rittmann »

Freda, Kyron y Janusz

El suave crujir de la madera sonaba como una enigmática melodía. Más allá de la consciencia, aquel sonido errático y grave parecía traer una paz quebrada por algún motivo incomprensible. El sol del sur ardía sobre las pieles de los tres jóvenes, y el olor de la sangre lo impregnaba todo con un aroma de muerte imposible de ignorar.

En su pesadilla, los tres habían oído gritos de muerte acompañados de un cuerno de estremecedor aullido. En su sueño incómodo, habían permanecido en una duermevela de estremecimiento que aún sacudía su piel. Y cuando sus ojos al fin se entreabrieron aturdidos, lo que les aguardaba era un infierno peor que sus pesadillas.

Allí, sobre la cubierta de un barco embarrancado en alguna costa desconocida cercada de acantilados, los cuerpos de varios marinos yacían muertos. Algunos tenían las entrañas abiertas por espadas. A dos les había caído un mástil del barco sobre las cabezas. Frideswide buscó con desesperación a Leon entre los muertos, y sus ojos se hincharon de miedo cuando vio su enorme figura en el suelo sobre un charco de sangre seca. No muy lejos, Kyron se estremecía al comprobar que Sir Olivar también yacía muerto, su cabeza partida en dos.

Las gaviotas gritaban ante aquel festín de carne muerta sobre la cubierta. Janusz se levantó y miró hacia el cielo, y lanzó un improperio contra los cielos que se detuvo a mitad de grito. Porque fue un grito limpio y cristalino, sin atisbo alguno de afonía, lo que surgió de su marchita garganta. Con sorpresa, se llevó la mano al cuello buscando la herida jamás cicatrizada que lo cruzaba, pero suave piel aterciopelada fue lo único que encontraron sus dedos.

Aignes : Están muertos... Todos muertos, Frideswide...

Aún en estado de shock viendo a su amado Leon en el suelo, Freda no pudo sino quedarse aún más sorprendida por aquella voz. Sus ojos llenos de lágrimas se giraron para ver a la figura de su madre, de pie en aquel campo de muerte, y que no sólo hablaba. En ella veía un vigor y una belleza como jamás había visto aún en sus días de cordura. Y sólo el sonido de las gaviotas rompió el silencio que se posó sobre la cubierta del quebradoEstrella de Lys .
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Morag el Miercoles, 29 de Agosto del 2006 a las 12:45

Mensaje por Rittmann »

Freda:

Los párpados le pesaban y en la nariz sentía el cosquilleo del olor metálico de la sangre. Sentía el sol arderle en el rostro, cegándola, y alzó un brazo para cubrirse. La sombra fue sosiego y le permitió abrir los ojos, pero todo daba vueltas. Tambaleándose se incorporó, con la impresión de ir a caer de espaldas de nuevo si no conseguía centrar la vista. Entornó los ojos porque la claridad le resultaba terriblemente molesta, y le parecía que manchas rojas bailoteaban ante sus ojos.
Pero no eran manchas.
Fue consciente poco a poco, del dantesco espectáculo que se representaba ante sus ojos. Primero vio la sangre, luego las vísceras, las moscas revoloteando sobre la carne muerta.

"Es un sueño" se dijo mientras se ponía en pie, pero aquella precaria esperanza se vino abajo al reconocer el Flor de Lys, al mirarse y reconocer sus ropas y no el extraño camisón de la muchacha que había sido la noche de la pesadilla, al reconocer el rostro de los marinos... Temblando de pies a cabeza, se puso en pie, con los ojos tan abiertos que de un momento a otro caerían rodando de sus cuencas hasta topar con alguno de los cadáveres.

"Es real, todo es real" , un gemido brotó de sus labios como si fuera un animal lastimado, y en el momento en que fue consciente de aquella terrible verdad, su corazón desfalleció al comprender que León debería estar allí, a su lado, y ya no estaba.

Freda: No...

Trató de avanzar, pero las rodillas le fallaron y tuvo que apoyarse en el mástil partido, intentando sin éxito no mirar los cadáveres que yacían debajo... Todo daba vueltas, una y otra vez, todo era sangre, sol y chillidos de gaviotas, como en el delirio más absurdo... Y entonces lo vio, grande como era, tirado en el suelo. No se atrevió a llorar, sino que con paso tembloroso hasta él.

Freda: ¿León?- preguntó con voz débil, con un murmullo asustado- León...

Tendió la mano hacia él, lo tocó, era real. Trató de empujarlo, pero el cuerpo era grande y no cedió.

Freda: León, despierta...

Yacía boca abajo, con los rizo castaños desparramados por el suelo, cuajados de sangre seca. Y estaba el corte, el terrible corte que asomaba bajo sus orejas, aquella tétrica sonrisa que no podía ignorar, que significaba la muerte...
Como si el tiempo quedara suspendido en aquel momento, Freda cayó de rodillas al lado del cadáver para quedar como una muñeca desmadejada, con los ojos secos y rojos, la boca entreabierta.

Cuanto tiempo pasó así, imposible saberlo. Podían ser segundos, podían ser años...Y entonces, un grito rompió el aire, un grito claro, límpido en aquel insidioso silencio, un grito que eclipsó los gritos de las gaviotas. Se volvió repentinamente, porque aquel grito había hecho que se sacudieran hasta los cimientos de su alma, y sus ojos se encontraron con el joven Janusz.
Tardó unos segundos en reaccionar, pero de pronto abrió los ojos como comprendiendo, se puso en pie como si no hubiera escuchado bien el grito y se acercó a él como si fuera la primera vez que lo veía en su vida. Tendió las manos hacia su garganta y el joven alzó los brazos para protegerse de aquellas manos que ansiaban su carne. Pero no fue suficiente: con una fuerza insospechada sujetó las muñecas de Janusz y los apartó, dejando al descubierto su garganta intacta.

Los ojos de Freda se iluminaron, y una grotesca carcajada brotó de su garganta quebrando el silencio. Luego soltó a Janusz y se volvió hacia Kyron, triunfante.

Freda: ¡Es un sueño!- exclamó, como si acabara de descubrir una obvia respuesta para un terrible enigma- Es un sueño...

Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la borda con un brillo desquiciado en los ojos, parloteando.

Freda: Es un sueño, es un sueño, es un sueño, es un sueño, es un sueño, es un sueño...

Llegó junto a la balaustrada y se sentó en el suelo. Luego, sin previo aviso, golpeó con fuerza su cabeza contra la madera.

Freda: Despierta.

Golpe.

Freda: Despierta.

Golpe.

Freda: Despierta.

Golpe.
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Mensaje por Rittmann »

Janusz:


El escenario no había cambiado, pero la escena que se desarrollaba cuando abrió los ojos era muy distinta a la que contemplaba antes de cerrarlos. El barco había encallado en alguna costa recortada por escarpados acantilados. Parte de los mástiles yacía sobre cubierta, rodeados por los cadáveres de muchos de los marineros junto a los que había trabajado los últimos días. Algunos habían muerto por heridas de espada, otros víctimas de la destrucción de la nave.

La sorprendente escena no resultaba, sin embargo, nueva para Janusz. Ya no era un niño entonces. Acababa de contraer matrimonio, y viajaba a bordo del Caballo de Mar, junto con su suegro y las mercancías que iban a vender en las Ciudades Libres. Sin embargo, en ese momento, rodeado por los cadáveres de la tripulación y por los hombres semidesnudos cubiertos de sangre y sudor, que gritaban en un lenguaje incomprensible, se sentía tan desprotegido y solo como no lo había hecho desde que era un chiquillo travieso que se perdía cada dos por tres en las callejuelas de Desembarco del Rey.

Quizá era la curiosidad lo que había impedido que el pánico le condenara, como había hecho a la mayoría de los otros. Intrigado por el cadáver del maduro comerciante, se había arrodillado a su lado. El olor le que desprendía le recordaba al del lechón que había degollado su padre en una celebración, antes de sacarle las entrañas y despellejarlo para cocinarlo. De hecho, el hedor de la sangre y la muerte de toda esa gente no era muy distinto del que desprendía el matadero que había a dos calles de su hogar. El tajo que le había matado nacía en el cuello, justo debajo de la barbilla, seccionando en dos la nuez, y discurría en línea recta hasta desembocar en la axila, bajo la que se iba formando un charco de sangre.

Sin saber realmente qué le impulsaba a hacerlo, Janusz se puso en pie de un salto y lanzó una maldición al cielo. El principio de una maldición, en realidad, pues el joven detuvo su lengua al notar cómo su voz sonaba vibrante, rica y potente, como lo había hecho antes de que estuvieran a punto de rebanarle la cabeza.

¿Otro sueño? Sin duda debía ser eso, pensaba mientras se acariciaba la suave piel del cuello. No se sorprendió cuando al mirar a su alrededor, vio en pie solamente a la joven llamada Freda y al escudero Kyron, compañeros oníricos de nuevo. Más inquietante era este sueño, si cabía, que el de la posada. En esa ocasión había sido trasladado a un lugar extraño, mientras que en esta ocasión se hallaba exactamente en le mismo lugar en el que había caído inconsciente.

Janusz dio un respingo cuando diez dedos delgados y bastos se cerraron en una fría presa alrededor de sus brazos y los alejaron de su cuello. Freda se había abalanzado sobre él mientras estaba distraído. Tan rápidamente como había aparecido, la joven lo soltó y se puso a andar hacia la borda, canturreando entre carcajadas:

Freda: Es un sueño, es un sueño, es un sueño, es un sueño, es un sueño, es un sueño...

La mirada de Janusz vagó por la cubierta. El esposo de la chica yacía, como imaginaba Janusz, muerto en un charco de sangre. Una mujer a la que no reconocía lo observaba todo desde la puerta que conducía a las bodegas, mientras susurraba que todos estaban muertos.

La muchacha se dejó caer junto a la borda. El hueso hizo un ruido seco al percutir la borda.

Freda: Despierta.

Kyron estaba arrodillado junto a un cadáver con la cabeza destrozada. ¿Cómo se llamaba el caballero?

Freda volvió a golpear las tablas con la frente. ?Despierta?. Era sólo un sueño, pero si el cuerno les había destrozado los oídos de verdad, igualmente la chica podía despertar con la cabeza rota.

Freda estampó la cabeza contra la madera por tercera vez ?Despierta?. Janusz lanzó una maldición entre dientes, cubrió la distancia que los separaba de tres zancadas y agarró a la chica por la blusa antes de que pudiera golpearse por cuarta vez.

Janusz: ?Kyron?, gritó al joven que aún seguía junto al caballero. ?Es sólo otro sueño. Deja eso y échame una mano aquí.?


Imagen Si Freda continúa empecinada en torturar a la pobre borda que nada le ha hecho o se resiste (que por lo que me dijo Morag por el Chat hace semana y media, será que sí), Janusz tratará de inmovilizarla contra el suelo, para evitar que cuando despierten, el pobre León tenga que cuidar de una novia vegetal y su madre que no está mucho mejor.
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Imagen
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Mensaje por Rittmann »

Kyron

El rostro dividido de Sir Olivar atraía toda la atención del escudero. Su cabeza dividida en dos asimétricas partes le repugnaba y al mismo tiempo no le dejaba apartar la mirada. Los ojos se le llenaron de lágrimas y la vista se le nubló como si la niebla hubiera bajado sobre aquella playa abandonada de la mano de los Siete.

Por su cabeza pasaron los recuerdos de su vida pasada junto a su señor. Desde aquel infortunado día en que se encontraran, pasando por el día en que lo nombraran su escudero y llegando finalmente a los acontecimientos sucedidos en Lannisport de hacía pocos días.

No podía creer que estaba muerto. El mundo a su alrededor no existía. Todo lo que podía ver era la cabeza muerta del Sir igual que había visto morir a Baarbo. Entonces Sir Olivar lo había obligado a ello y ahora parecía seguir obligándolo a contemplar la muerte de frente, aunque el muerto fuera él mismo.

Oyó como lo llamaban, pero no reconoció la voz. Se restregó la manga por los ojos para limpiar las lágrimas y pudo distinguir que el que le había llamado era Janusz. Un sueño, decía. Todo era un sueño. Otra vez un sueño.

? No, amigo, esto no es un sueño. Este cuerpo está bien frío, como lo están los de todos esos desgraciados esparcidos por ahí. Ya he visto esto antes y sé? ?Kyron calló, fijando la vista en una parte concreta de la anatomía de Janusz?. ¿Dónde demonios está la cicatriz de tu cuello?

Kyron se levantó de golpe y a punto estuvo de caer cuando notó que se le había dormido una pierna debido a su postura arrodillada. Miró a un lado y otro contemplando la dantesca escena. ¿Qué clase de broma era aquella? Una cicatriz no puede desaparecer de la noche a la mañana, luego las palabras de aquel hombre podían ser ciertas.

? No sé qué demonios habéis hecho a los dioses para merecer esto; pero, si esto es un sueño, soñar ha dejado de ser divertido. ¡Maldita sea! No entiendo nada.

Kyron, confundido, se encaminó hacia Janusz. No comprendía lo que estaba pasando, pero esperaba que él sí.
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Rittmann el Martes, 16 de Octubre del 2006 a las 20:19

Mensaje por Rittmann »

Freda, Kyron y Janusz

Janusz y Kyron agarraron a Freda. La muchacha, apenas una pluma al lado del enorme Kyron, se debatió contra los cuatro brazos que la separaron del cadáver de Leon. Pero su fuerza era insuficiente contra la de los dos hombres.

Entonces, la mujer que había surgido de las bodegas se acercó a la muchacha y tomó su rostro entre sus manos.

Aignes : Frideswide... ¡Freda! - le dijo mirándola directamente a los ojos -. ¡Cálmate, Freda!

Pero Freda estaba en estado de shock, sus ojos puestos en la terrible herida que había acabado con la vida de su Leon. Se agitó, se movió como una fiera para liberarse de su presa, y aún se agitó una vez más. Sus brazos deberían agotarse con aquella fuerza que hacía, pero la necesidad hacía que ignorara el dolor o el cansacio. Kyron y Janusz se miraron sorprendidos por la terrible fuerza que demostraba tener la joven.

Aignes : ¡Freda! - le gritó, y le dio una bofetada en la cara -. ¡Compórtate!

Como si se tratara de un cubo de agua helada, la bofetada de su madre y su grito clavaron a Freda en seco. Su mirada, perdida en el charco de sangre de Leon, era lo único que indicaba que la chica seguía ausente. Pero al menos ya no se debatía contra sus compañeros. Poco a poco, Freda levantó la mirada y sus ojos llenos de lágrimas descubrieron a una madre a quien daba por perdida desde hacía demasiado tiempo. Lo que otrora habría sido la mayor de las alegrías, en aquellos momentos era la mayor de las incertidumbres. ¿Qué estaba pasando? ¿Era todo aquello un sueño?

Janusz : ¿Quién es usted? - preguntó con voz recelosa Janusz.

Aignes : Soy Aignes Wotton, la madre de Frideswide - respondió la mujer con voz profunda -. ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué es este lugar? Y sobretodo, ¿qué le ha pasado a mi hija?

Janusz se fijó por segunda vez en Aignes. La había visto subir a bordo, acompañando a Freda y a Leon, pero entonces apenas era un pajarillo de cabellos quebradizos incapaz de balbucear algo más que meras incoherencias. La mujer que tenía delante tenía una cabellera rubia como la hidromiel, completamente opuesto al oscuro cabello de Freda. Ni un atisbo de arrugas o flaqueza asomaba en aquella mujer de treinta y tantos años, y desde luego podía hablar y razonar. Era imposible que fuera la misma mujer que subió a bordo con Freda.

Claro que también era imposible que su garganta estuviese curada, pero lo estaba.

Kyron no estaba mucho mejor que Freda. Aquel que era su vida, su caballero y señor, yacía muerto de forma ignominiosa a pocos metros de sus pies. Quería gritar como lo había hecho Freda, pero él era un escudero. Algún día sería caballero si la fatalidad no lo impedía, pero aquel día jamás lo podría olvidar. ¿Quién había matado a su señor? ¿Por qué había muerto? Las palabras del viejo polizón resonaban en su mente como una campana de bronce resonaba al mediodía desde el sept:Malditos...

Aignes : Estaba abajo, en un camarote, cuando entró un marinero con un cuchillo clavado en la espalda, tambaleándose. Se agarró a mi, me miró con cara de furia, y salté a un lado de puro pánico para que no me agarrara. Le di un golpe, y luego no se movió más... Había gritos por todas partes, ruido de lucha, de muertes. Salí a cubierta a ver qué pasaba, pero sólo vi a los hombres masacrándose como animales salvajes enloquecidos. ¡Era un infierno! Y me escondí. Me escondí, hasta que no se oyó nada más. He estado horas en la oscuridad, hasta que con el alba me he decidido a salir, y os he encontrado...

¿Con el alba? Janusz y Kyron se giraron para mirar el sol. Hacía poco que había surgido del horizonte, del este, por encima del acantilado que bordeaba la costa en la que había embarrancado el barco. Janusz buscó con la vista las barcas de salvamento, y se sorprendió al ver que una todavía seguía en su lugar. La otra, sin embargo, parecía haber caído durante la refriega. ¿Realmente había pasado una noche entera? Parecía imposible, aunque a juzgar por las manchas de sangre, así se le antojó a Janusz.

Claro que si todo aquello era un sueño, era un detalle que tampoco importaba mucho. ¿O quizás sí?

Aignes : Y ahora... ¿Qué vamos a hacer? - preguntó la mujer con un nudo en la garganta.
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Morag el Martes, 23 de Octubre del 2006 a las 13:08

Mensaje por Rittmann »

Freda:

Rojo.
Rojo como las rosas, rojo como como las fresas y las cerezas, rojo como los pañuelos de los marinos en Bastión de Tormentas, rojo como la levita de los Lannister, rojo como la sangre...
Como la sangre...

No oía ni veía, ensordecida por el estruendo de lo que debía ser su corazón al resquebrajarse como una piel seca y mal curtida, como una piedra que recibía un golpe demasiado fuerte. Y como si al romperse creara un agujero negro que todo lo absorbía, sintió como su alma, sus recuerdos, su alegría y sus sueños se deslizaban en una espiral interminable que desaparecía en las profundidades de su negrura. Y como si aquella fuerza destructora clamara por ella también, Freda se dispuso saltar desde su piel a las profundidades de la nada con la esperanza de que así cesara el dolor y aquella asfixiante sensación que le atenazaba el pecho.

Y entonces el golpe como el chasquido del látigo y una sensación ardiente en la mejilla, tambaleándola en el precario equilibro que mantenía en la fina repisa de su alma. El rojo desapareció y el remolino disminuyó: sigue llevándoselo todo, pero ahora su rugido no era tan ensordecedor. Sintiendo los párpados pesados como plomo, Freda abrió los ojos y fijó la mirada en el rostro que se mantenía frente a ella.

Una sonrisa extraña e inquietante asomó a sus labios, absolutamente convencida de que aquello no era más que un sueño, pues allí estaba su madre como jamás la había visto pero como le habían jurado que era: hermosa como siempre, aquello jamás habla cambiado, con aquellos cabellos dorados y los brillantes ojos azules, con las mejillas sonrosadas y el generoso cuerpo... Y cuerda...
Freda alzó una mano temblorosa y acarició el rostro de la mujer a la que había estado cuidando durante toda su vida, incluso cuando era demasiado pequeña para cuidarse a ella misma. Quiso decir algo, pero las lágrimas no le permtían hablar y se dio cuenta de que escuchaba las voces a su alrededor amortiguadas y confusas.

Aignes: Y ahora... ¿Qué vamos a hacer?- le entendió al fin, y su voz ya no era balbuceante y sin sentido, ni su mirada parecía ausente.

Freda: Esto es un sueño, nada más...- murmuró al fin Freda con el rostro empapado en lágrimas- Solo tenemos que despertar. Tú no tienes tu corte- señaló a Janusz y luego se volvió a su madre- y ella... Ella volverá a su mundo cuando volvamos a casa...

A casa.

Freda: Hay que dar sepultura a los muertos- gimió ya mas tranquila, desasiendose de la presa que le habían hecho sus compañeros.- Tengo que llevar a Leon a tierra firme. Y luego encontrar a ese viejo infernal para que nos haga volver a todos. Todo esto es culpa suya...
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Arioch el Lunes, 29 de Octubre del 2006 a las 19:14

Mensaje por Rittmann »

Kyron

Consiguieron detener a Freda, al menos que dejara de golpearse la cabeza. Durante unos instantes pataleó y se resistió, pero nada podía hacer aquella chica escuálida con la fuerza de aquellos cuatro brazos y finalmente se paró; pero no por ellos, fue el bofetón de su madre la que consiguió calmarla en parte.

Aquella era otra pieza que no encajaba. Kyron recordaba cómo era la madre antes del accidente. La había visto aquella noche en la taberna y también antes de embarcar. Aquella mujer y ésta que tenía frente a sus ojos eran como comparar el día y la noche. Todo aquello no tenía sentido, no tenía sentido alguno y el escudero sentía como poco a poco el no entender nada se le iba a acumulando en algún lugar de su cabeza y se iba expandiendo a todas partes. A Kyron no se le daba demasiado bien pensar, al menos no esta forma de pensar; pero hubo algo que captó al vuelo de lo que dijo Aignes. Algo había ocurrido en el barco antes de que encallara y todo fuera caos, sangre y muerte. Un hombre había entrado armado en el camarote. Eso podía significar varias cosas, algunas de ellas un ataque o una rebelión. Si algo humano había acabado con la vida de su señor él tenía un deber para con él. Debía vengarlo. Fuera esto sueño o no, era su deber como escudero.

Aignes: Y ahora... ¿Qué vamos a hacer?

Freda: Esto es un sueño, nada más... Solo tenemos que despertar. Tú no tienes tu corte- señaló a Janusz y luego se volvió a su madre- y ella... Ella volverá a su mundo cuando volvamos a casa...
» Hay que dar sepultura a los muertos. Tengo que llevar a Leon a tierra firme. Y luego encontrar a ese viejo infernal para que nos haga volver a todos. Todo esto es culpa suya...

Kyron: Sí, hay que honrar los cuerpos de los fallecidos. También puede que nos den pistas sobre lo que ha pasado. No es agradable andar mirando muertos, pero creo que poco a poco, mal que me pese, me estoy acostumbrando.
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Rittmann el Domingo, 25 de Noviembre del 2006 a las 17:47

Mensaje por Rittmann »

Kyron, Janusz, Freda

Los navegantes se dispusieron a bajar a tierra, y pronto se dieron cuenta de dos hechos notables: faltaba uno de los botes salvavidas, y el cuerpo del viejo polizón no estaba entre los cadáveres de la tripulación. Le habían buscado con ahínco, removiendo incluso las bodegas del barco, pero fue en vano.

Incluso en la bodega encontraron cuerpos, aunque definitivamente no tantos. Apenas media docena de marinos, algunos muertos en circunstancias verdaderamente inverosímiles. Uno parecía haberse caído de espaldas en la escalerilla que llevaba a cubierta, rompiéndose el cuello. Otros dos se habían dado muerte mutua estrangulándose con las manos el uno al otro hasta caer sin aliento. De los últimos tres, uno había muerto empalado por uno de los mástiles caídos en la cubierta, que había atravesado la madera del suelo y se había hundido en la bodega chafándole la cabeza mientras dormía en su hamaca. El segundo se había arrancado los ojos, y parecía haber muerto desangrado. El último a primera vista parecía no tener signos de violencia en su cuerpo, y sin embargo parecía haberse marchitado veinte años de golpe. Este era sin duda el cadáver más siniestro de cuantos hubiesen en el barco, pues era el único que no parecía haber muerto por nada conocido.

Al final, se decidieron a llenar uno de los botes salvavidas con provisiones y todo lo que pudieran reunir. Los marinos tenían el dinero hecho en los negocios en Lannisport, pero los navegantes dudaban si cogerlo o no. A fin de cuentas, ese barco estaba maldito, y también podía estarlo el oro que transportaba.

Imagen Si cogéis dinero del barco, comentadlo. En un barco como este seguramente debería haber bastante más, pero debe haber el equivalente a 10.000 monedas de plata (para que os hagáis una idea, una coraza completa debe irse sobre las 2.000 monedas; el resto del dinero debió ser reinvertido en mercancías en Lannisport). Incluso puede montarse una pequeña escena sobre la conveniencia de coger dinero de un barco maldito.

Había una playa cercana al lugar donde elEstrella de Lys estaba embarrancado. No era muy grande, pero en medio de los acantilados escarpados, destacaba como una luz en medio de la oscuridad. Como lo hizo la barca de salvamento que había varada en medio de la arena. Totalmente vacía, sin embargo, la barca esperaba silenciosa la llegada de los cuatro supervivientes, así como de los cuerpos de Sir Olivar y de Leon...

Alguien más...

El maestre Adostas podía ser muchas cosas, pero desde luego, el apelativo "viejo cascarrabias" le quedaba muy bien. Para empezar, ¿por qué necesitaba todas aquelas flores y raíces? Así se lo preguntaba su aprendiz mientras llenaba el saco con flor de eneldo y raíz de amoramargo. De su cinto colgaba la pequeña azada con la que excavaba y cortaba las raíces, y sus finas manos demasiado habituadas a pasar con suavidad las páginas de los libros de la biblioteca se estaban llenando de pequeñas heridas por culpa de la necesidad de remover la tierra para alcanzar esas malditas raíces.

Y eso le hacía estar de mal humor. El tintineo de su pequeña cadena aún con eslabones sin forjar resonaba burlona cada vez que se agachaba para recoger otra flor u otra raíz. Y sus piernas, demasiado acomodadas a la vida de la Ciudadela, empezaban a estar verdaderamente agotadas.

Joven . ¡Eh! ¡Eh! - oyó de pronto gritar no muy lejos -. ¡Usted! ¿Puede ayudarme?

El joven aprendiz de maestre alzó la mirada y vio cómo se le acercaba un joven desgarbado y mal vestido, con aspecto de no haberse lavado en meses. Un ligero acento extranjero adornaba su voz, y aunque el joven aprendiz de maestre no lograba discernir la procedencia del acento, lo vio acercarse. Insintivamente su mano se acercó a la azada, y giró levemente el cuerpo para ocultarla de la vista de aquel extraño individuo que se le acercaba.

Joven : Me he perdido - dijo al fin, al acercarse lo suficiente -. ¿Podría decirme por dónde se llega siguiendo la linea de la costa?

¿Qué clase de persona se perdería en la costa de Antigua? Por supuesto, sólo había el río siguiendo la linea de la costa. A casi tres horas de caminata, pero ese era también el motivo por el que las articulaciones le dolían de aquel modo.

Aprendiz de maestre : El río está a unas tres horas, y luego, al ciudad al otro lado - dijo seco, señalando con la mano izquierda y el pulgar la dirección.

El joven debió darse cuenta de lo que sucedía, de la patente falta de confianza del aprendiz de maestre, y para evitar problemas se alejó un par de pasos, agradeció el gesto, y continuó su camino. Mientras se alejaba, el aprendiz de maestre no pudo sino quedarse sorprendido del extraño encuentro que había tenido, pero recordando que si al anochecer no llevaba el saco de raíces y flores llenos a la Ciudadela su maestre volvería a utilizar la fusta, volvió a lo suyo.

No pasó ni una hora más de recolección cuando lo vio. Un barco, mercante y seguramente de alguna de las ciudades libres, embarrancado en los arrecifes junto a uno de los acantilados de la primera linea de costa. Aunque se veía gente sobre la cubierta, ninguno parecía moverse... O más bien, ningún ser humano, porque los cuervos y las gaviotas se agolpaban sobre la cubierta como rapaces aves de rapiña.

Bajando la mirada, vio un bote llegando a la playa de la pequeña Cala Baja, con cuatro personas a bordo: dos hombres y dos mujeres. Y junto a ellos, dos cuerpos de hombre...
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Ultima edición por Rittmann el Mar Dic 26, 2006 12:48 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Rittmann »

Soren

La tierra, borracha del agua de la reciente tormenta, se quiebra con facilidad bajo la presión de mis dedos. Junto a mi hoz, un escarabajo de oro hembra deambula con pereza, escarba cuidadosamente, olisquea cada brizna de hierba que encuentra a su paso; de repente, frente a un terruño que debe doblarle en tamaño, empieza a contorsionarse con estertores y espasmos y un ligero olor a almizcle impregna la brisa marina. Quizás hoy, después de todo, haya algo que arregle esta mañana de perros: huevos de escarabajo de oro acabados de poner, libres de manipulaciones, ideales para confeccionar gran variedad de narcóticos, venenos y antídotos. Y, sobre todo, escasos, raros y sumamente valiosos.

Mientras los minutos se van alargando, me doy cuenta de que la mayor parte de los especimenes más raros no los alcanzaré a recoger. No habrá ovarios sin polinizar de rododendro bastardo, ni tampoco veneno de kelpa parda, pero el sacrificio sin duda habrá valido la pena. Las secreciones que ayudarán a su conservación ya impregnan la arena donde se asentará el nido, y pequeñas hebras de seda van tejiendo poco a poco la cuna. El Gran Maestre Robert fue quien, hace más de trescientos años, describió por vez primera las propiedades de los huevos de escarabajo de oro, y sus discípulos desarrollaron el método para su recolección y óptima conservación. Y, finalmente, el nido ya está acabado, y empieza la puesta, y, oh tragedia, un mocoso zarrapastroso se acerca gritando, saltando y agitando las manos cual niño de los bosques fuera de contexto. Evidentemente, el pobre escarabajo se me asusta y sale volando con la puesta a medio hacer.

Y hete tú que ya se me ha plantado el mozo, resollando, frente a mí, con cara de bobalicón y aspecto de tener menos luces que un lechón decapitado. Cómo no, no tiene la más remota idea de dónde se encuentra, y aunque su aliento no huela a alcohol le traicionan las pupilas dilatadas y la mirada perdida. Escondo la hoz y la azada, no sea que le dé un ataque homicida al amigo. Sí, creo que le daré el beneficio de la duda y lo supondré un pueblerino adicto a estupefacientes y amanitas del bosque, en lugar de un simple imbécil. Suerte que con dos indicaciones al chico le ha bastado. Míralo, ya se va, medio tambaleándose y dando los mismos saltos por el pedregal que llega a la playa.

Se ha alejado un buen trecho, y ya puedo volver a dedicarme a recoger raíces, hongos y otras plantas; con las huevas a salvo en un frasco de cristal, sólo tengo que preocuparme del dolor de una lesión mal curada en la rodilla, y de la humedad que siempre agrava estos dolores. Humildad. Eso es lo que no deja de decir una y otra vez el maestre Adostas. Humildad y voluntad de sacrificio. Siempre el mismo cuento de viejo resentido con la vida y con todos los que no han ido descalzos desde el nacimiento hasta los quince.

La mañana va tocando a su fin. Hay una extraña profusión de jirones de nubes, seguramente los restos de la tormenta de verano de esta madrugada, que apenas deja pasar los rayos oblicuos del sol. La suave brisa y la quietud invitan a descansar, y la rodilla insiste a hacerlo, como antaño a orillas del Mander, junto a las mimosas en flor; antaño como cuando Ron me la destrozó. Pero eran otros tiempos; más sencillos, más felices, más alegres incluso.

Casi mediodía, y se acerca el momento de bajamar. Camino poco a poco, dejando que el aire de mar me llene mientras mis pies caminan descalzos sobre la arena. Junto al rompiente de las olas se acumulan los pequeños tesoros de nácar con los que haremos la cena, ocultos entre las algas y los restos que marea y marejada han dejado tras de sí. La mar, batiéndose en retirada, vuelve a calmarse, como la amante ansiosa entre una y otra acometida. A lo lejos, rompe el horizonte la arboladura medio partida de un navío embarrancado en los bajíos arenosos, a menos de dos millas de la línea de la costa. Dos hombres conducen un bote a la costa, hacia la Cala Baja; y junto a ellos, dos mujeres y dos cuerpos; o más bien una mujer, una niña, y dos fiambres.

Por fin, un poco de trabajo de campo


_________________________________________

Con Kyron y Janusz remando, Fredeswide mirando atrás hacia la tumba de marinos que la nave, y Aignes cubriéndole los hombros, el bote fue acercándose a la costa, avanzando contra la marea cambiante. Los cuerpos de Leon y Olyvar descansaban en cubierta, junto cuantos enseres tuvieron tiempo de recoger de las bodegas.

Aignes: Freda, ¿lo ves? Allí, en los arenales.

Efectivamente, por los arenales que descendían a la playa bajaba un joven, con las ropas de un maestre. A lo lejos, parecía alto, delgado, y bien formado, pese a que cojeaba del pie izquierdo. Cargaba consigo con unas bolsas de trapo, y se dirigía a la cala adónde iban remando.

Imagen Soren esterará a que llegue el bote, a ver si puede practicar algo de anatomía
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Morag el Domingo, 23 de Diciembre del 2006 a las 20:44

Mensaje por Rittmann »

Freda:

No sabía que se pudiera vomitar tanto en sueños, aunque tal vez precisamente por estar en el mundo onírico, su estómago no tuviera fin y por tanto pudiera seguir arrojando durante lo que se le antojó una eternidad . Aunque cerrara los ojos, seguía viendo los cadáveres mutilados de los marineros en la bodega, la sangre en el suelo...
Subió tambaleándose hasta la cubierta, donde miró de nuevo el cadáver de León en aquella aura de irrealidad que los envolvía. ¿Por qué no querían sencillamente despertar? Ambos comprendían que no era un sueño, la cicatriz de Janusz había desaparecido y su madre... Bien, era aterradoramente evidente que estaba soñando pero ¿Por qué no despertaban?

Cuando al fin resolvieron bajar el bote que quedaba, Freda pidió a aquella extraña Aignes que la ayudara a envolver los cadáveres con los restos de las velas que había desparramadas por la cubierta. La mujer también parecía conmovida ante el cadáver del muchacho que en tantas ocasiones había cuidado de ella en el mundo real, y ayudó a su hija a envolver el cadáver en su mortaja. Luego hicieron lo mismo con Sir Olivar. Fueron los dos hombres quienes los cargaron y arriaron el bote con ambas mujeres dentro para embarcar después. No era un bote grande pero eran pocos y pudieron sentarse ampliamente. Por alguna razón Freda se sentía inquieta junto a su madre, de modo que tomó asieto en la parte mas alejada, junto al cadáver de León. Aignes la miraba entristecida como si no pudiera comprender por qué su hija, que la amaba tanto, se mostraba tan crispada, pero no hizo ningún intento por perturbarla una vez vio que la calma del mar parecía sosegarla. Sin embargo no pudo evitar señalar a la costa al ver una silueta que se acercaba por la costa..

Aignes: ¡Freda! ¿Lo ves?-exclamó- ¡Allí, en los arenales!

La muchacha se sobresaltó y miró en la dirección que la mujer le señalaba. Efectivamente una silueta se acercaba por la playa, claramente hacia el lugar en el que el bote tomaría tierra, y Freda se preguntó si él también estaría soñando o si sería un habitante de aquel extraño país de los sueños. Miró el rostro de León y se preguntó, con una sensación de vértigo y pánico que superaban todo límite, si igual que ella había despertado oliendo el hedor de las cloacas, la muerte del compañero de toda su vida sería real también cuando despertara. Decidió apartar aquello de su mente porque la sola perspectiva de que fuera cierta le paraba el corazón. Esperó inquieta hasta que empezó a sentir el susurro de la arena contra el casco del bote, momento en el cual saltó al agua, que apenas le cubria hasta la cintura, y avanzó pesadamente hacia la orilla, donde se encontró con el muchacho, al que cogió por los hombros y sacudió casi con fanatismo, haciéndole soltar los sacos que llevaba.

Freda: ¿Qué lugar es este? ¿Que día es hoy?
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Arioch el Lunes, 24 de Diciembre del 2006 a las 18:19

Mensaje por Rittmann »

Kyron

Uno de los botes salvavidas faltaba y el viejo polizón no se hallaba entre los cadáveres. Bien pudiera ser que hubiera caído al mar por la borda, pero algo le decía a Kyron que no era así y que de alguna manera había conseguido huir en aquel bote. También otros extraños pensamientos surcaban la mente del escudero, ahora sin amo. Todo aquello era muy extraño, demasiado y ahora que no podía depender de Sir Olivar para que velara por él, Kyron estaba obligado a madurar rápidamente, a valerse por sí mismo, a pensar por sí mismo. Y aunque no era muy dado a discurrir sino a actuar, reflexionó sobre todo lo que les había pasado últimamente.

Kyron era supersticioso, aunque Sir Olivar había querido quitarle aquel mal hábito adquirido en su niñez por los cuentos que le escuchaba contar a su madre por las noches y también a los borrachos en las calles, a los iluminados en las plazas y a los marinos en el puerto y las tabernas. Había oído extrañas historias y no pudo más que recordar el ataque de los mercenarios, su extraño acento oriental y el sueño que tuvieran aquella noche. Todo aquello concurría en un lugar lejano en el este, un lugar misterioso del que poco sabían en Poniente y de lo que sabían poco se podía o no se quería dar crédito.

Una extraña magia o sortilegio los envolvía. Por alguna razón que se le escapaba los había unido a ellos tres. O quizás Freda tuviera razón y todo fuera un sueño. Pero sueño o no, no iba a arriesgarse y darse de golpes para tratar de despertar. Ya había podido comprobar en carne propia que los sueños si son muy reales pueden tener consecuencias en la realidad. Se llevó una mano instintivamente a uno de sus oídos.

Kyron: Sea o no un sueño, tendremos que actuar como si no lo fuera. Aún recuerdo el despertar en aquella posada de Lannisport y creo que no soy el único. Si es un sueño despertaremos cuando nuestro cuerpo así lo crea conveniente. Si no lo es, más vale que nos preparemos para lo peor, pues todo esto es muy raro.

A Kyron no le hacía ninguna gracia tener que rebuscar entre los cadáveres, pero había que hacerlo. Tan sólo tomaría el dinero que llevaba Sir Olivar, no quería expoliar a los muertos, quería tomar lo que era suyo, su herencia.

Su herencia. Miró el cuerpo frío y muerto del caballero. Sí, ahora se daba cuenta. Sir Olivar había sido, si en verdad estaba muerto y no era sólo un sueño, como un padre para él. Jamás había conocido a su propio padre y cuando el Sir se hizo cargo de él poco a poco se fue convirtiendo en una figura paternal para él. Se mordió el labio inferior. Ahora no era momento de llorar, debía ser fuerte. Mirar a la muerte a los ojos, como él le había enseñado.

Janusz y él cargaron los cuerpos de Sir Olivar y Leon en la barca que les llevaría a la orilla. Allí podrían enterrarlos apropiadamente o llevarlos a un Sept donde las Hermanas Silenciosas lo velaran y le dieran correcta sepultura. Sí, Sir Olivar se lo merecía. Esperaba que el dinero que llevaba en la bolsa fuera suficiente. Comprobó que llevaba todo su equipo y cuando todo estuvo preparado subió a la barca con los demás. Era el más fuerte por lo que le tocaría remar a él.

A medio camino de la orilla, la sorprendentemente recuperada Aignes, les advirtió de una figura que se recortaba en la playa. Cuando llegaron, Freda fue la primera en hablar y en preguntar. Kyron escuchó atentamente, mientras aseguraba la barca para que no se la llevara la marea y empezaba a descargar todo lo que allí había.
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Rittmann el Miercoles, 26 de Diciembre del 2006 a las 13:16

Mensaje por Rittmann »

Un mediodía en la playa

Freda Tormenta saltó del bote a toda prisa, y con un movimiento que parecía imposible para alguien tan delgada, apresó por los hombros al joven de la playa.

Freda : ¿Qué lugar es este? ¿Que día es hoy?

El joven vestido con maestre retrocedió tres pasos ante el empuje, y el suave tintineo de su cadena hecha de varios eslabones de metal - pero aún no de todos - repiqueteó como respuesta a la lanzada pregunta de Freda. Sus ojos examinaron a aquella muchacha al borde de un ataque de nervios, y con un doble movimiento de hombros, se desprendió de su presa.

Soren : Id con cuidado. ¿No sabéis que no es muy apropiado arrojarse así a los brazos de un desconocido?

Pero Freda continuaba en sus trece, y volvió a preguntar casi llorando. Temblaba, expectante. Cuando de los labios de aquel joven surgió la fecha, apenas dos días después de que encontraran al polizón en cubierta, las rodillas de Freda se doblegaron y la arrastraron al suelo arenoso de aquella pequeña cala. Si aquello era un sueño, sin duda estaba situado en el mismo tiempo que su propio tiempo.

En la barca, Aignes también estaba compungida. Pero en su caso, era por otro buen motivo. Sus sentidos se habían ido largo tiempo atrás, y sólo en ese momento empezó a darse cuenta del tiempo que había vivido sumergida en una extraña pesadilla de luces y sombras. Se llevó la mano a la sien, como presa de un dolor de cabeza, y cerró los ojos unos instantes. Luego, miró sus manos, buscando arrugas en ellas, pero sus manos aún eran tersas y suaves, vibrando con la fuerza de una juventud duradera.

Janusz restaba en silencio. Desde que su voz brotara limpia en el barco, el chico se había mantenido muy callado, como temeroso a que una palabra suya rompiese el extraño hechizo que le había devuelto el habla. A su lado, Kyron dejó los remos a un lado, y se quedó muy quieto unos momentos mirando las maderas que había asido. En el lugar donde los agarrase, había incrustadas las marcas de sus dedos en la madera, como si el joven de Lannisport hubiese ejercido una fuerza inhumana sobre ellos. Absorto como estaba, oyó un crujido en el borde de la barca, justo donde su mano se posaba para mantener el equilibrio, y al girarse para ver qué sucedía, vio cómo sus dedos se hundían en la sólida madera como si fuera mantequilla. Janusz también vio aquello, y sus ojos cautos buscaron el semblante de Kyron llenos de interrogantes. Pero Kyron tenía tantos o más interrogantes que el propio Janusz.

Soren : ¿Venís de ese barco embarrancado? - preguntó el joven, señalando la embarcación -. Soy Soren, aprendiz de maestre en la Ciudadela de Antigua. Si estáis heridos, puedo echar un vistazo a vuestras heridas, o si no, podrán hacerlo en la ciudadela. A pie, estamos a menos de tres horas de Antigua. ¿Qué os ha pasado?

Imagen Eileen está fuera hasta el día 8, así que hasta que vuelva llevaré yo a Soren.

Imagen Sé que el turno no da para mucho, pero hay muchas cosas que pueden pasar a raíz de lo descubierto. Así que os dejo esa decisión.

Imagen Como comenté en comentarios, el personaje de Janusz lo asume Mavros a partir de este turno.

Imagen Salvo Freda, que sigue en estado de shock - más probablemente ahora, que parece confirmarse con lo de la fecha que esto no es un sueño - el resto podéis haber visto también lo de Kyron con la barca.

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Arioch el Miercoles, 2 de Enero del 2007 a las 12:56

Mensaje por Rittmann »

Kyron

Kyron estaba atento a las palabras del asustado joven que había acudido a recibirlos en la playa y al que Freda había zarandeado tan sólo unos instantes antes en busca de una respuesta. La cual obtuvo en cuanto dejó que hablara y al fin pudieron saber dónde y en qué día estaban. Habían pasado dos días desde que descubrieran al polizón en cubierta. No demasiado tiempo y desde luego si esto es un sueño no estaban en el sueño aquel que tuvieran en Lannisport. Además, Kyron esta vez era Kyron. ¿O no?

El escudero quedó sorprendido al contemplar como en los remos que había manejado para acercar la barca hasta la orilla habían quedado impresas las huellas de sus dedos, como si hubiera aplicado una fuerza descomunal sobre ellos, fuerza que no era consciente haber ejercido sobre la madera. Pero, cuando escuchó un leve crujido y se dio cuenta que el trozo de la barca donde se había apoyado se hundía como si de mantequilla se tratase su cara era un mar de interrogantes. Miró a Janusz y éste lo miraba a él sin entender nada.

Desde que despertaran todos parecían haber cambiado de alguna forma, todos los que habían sobrevivido, claro. Janusz ya no tenía la cicatriz de su cuello y había recuperado por tanto la voz. Aignes ya no estaba senil y hasta parecía como si hubiera reconocido. Freda parecía más ágil, al menos más de lo que Kyron hubiera creído. Y bueno, el cambio en el propio Kyron estaba tallado en la madera del bote de remos.

Entonces el joven, Soren, se presentó y les preguntó si estaban heridos y que estaban a tres horas de la ciudadela de Antigua. Aquella mención a la ciudad despertó algo en la mente de Kyron. Era como un recuerdo amodorrado y perezoso, parecían haber pasado años desde la vez que lo guardó en un rincón de su mente; pero, la verdad, no había transcurrido tanto. Ahora recordaba. Habían tomado el barco precisamente para llegar a ver a los maestres y que les dieran una explicación acerca del extraño sueño que habían tenido. No sabía si además ahora deberían añadir sus nuevas habilidades adquiridas; pero, por el momento, no le pareció una buena idea comentárselo al aprendiz. Kyron se ponía en su situación y pensaba que si alguien le contara tal cosa lo tomaría por un loco, un trastornado o un borracho.

Kyron: Nos gustaría poder enterrar a nuestros muertos primero. Después? ?miró a sus compañeros? quizás necesitemos hablar con algún maestre.
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Mavros el Lunes, 7 de Enero del 2007 a las 13:36

Mensaje por Rittmann »

Janusz

Los ojos se aceraron y Janusz volvió a tocarse la garganta, como hacía desde que la cicatriz le quebró la voz para ¿siempre? No sabía qué pensar. Parecía real, parecía real.

Dejó pasar un momento en blanco. La madera crujía como crujió su cuello aquel día fatídico, donde alguno de los siete, quizá la Madre, quizá el Desconocido, decidieron en el último momento que la cosa podía quedar en un simple surco tatuado a metal y dolor, rubricado con sangre en cantidad, tibia, borboteante, como un buen recordatorio de lo cerca que pasan al olvido los que esperan una verdad justa en las cosas, en la vida.

Aunque ya no estaba allí, Janusz sentía la lección marcada en su piel como si lo estuviera. Apretó la presa de la garganta, buscando el estigma en su interior, y quizá era porque deseaba que estuviera allí, porque la cicatriz era una firma de realidad, porque cuando no tenía voz para hablar y tardaba horas a veces en comer un plato caliente por el dolor...en esos momentos, al menos, no estaba maldito. En esos momentos sabía, el tajo se lo había enseñado bien, las reglas que movían Westeros y, por ende, el resto del mundo que había visitado en su constante búsqueda de nada.

Ahora, sin embargo, su nueva voz les traía un mundo donde la gente moría en guerras que no recordaba, en lugares ocultos, ¿pasados? y ¿presentes? Donde antiguas mujeres seniles recuperasen el seso y la juventud, donde dedos de acero astillaban tablas y remos como si fueran su misma cordura.

Janusz no podía dejar que aquello fuera verdad, no al menos hasta que pudiera sacar provecho de ello.

Siguió en silencio hasta salir del barco, incluso después de haber visto lo que el joven Kyron hizo con los remos. Asintió ante las palabras de Kyron entonces y de Freda antes de bajar. No tendrían que seguir cargando con aquellos fardos muertos y, quizá al enterrarlos, sus dos compañeros pudieran calmarse un poco, sobre todo ella, y pudieran empezar a decidir qué era verdad y qué era invención.

Ella hablaba del viejo...mmmm...el viejo que los llamó malditos a todos.

Janusz: Así que te agradeceríamos el nombre de un buen septon que oficie sus funerales, o un buen lugar donde merezcan reposar.

Las palabras salieron limpias, cristalinas como de una voz virgen que nunca antes hubiera pronunciado nada. Janusz sintió el estremecimiento de la indecisión. Sus ojos se empañaron al escuchar su antigua voz, tan perdida ya que casi había olvidado su tono, su cadencia, su timbre, pero también su cuerpo tembló al recordarle que en un mundo verdadero él no podría estar así. Hablar le demostraba que estaba dormido, maldito o loco...o quizá todas las cosas a la vez.

Janusz: Sobre lo que nos ha sucedido, es lo que habíamos venido a averiguar. Sin embargo...cada paso nos trae más interrogantes que respuestas. ¿Y bien, joven? ¿Vas a ayudarnos?

Janusz: Antigua , pensó en un susurro que le recordó su propia voz marchita. Hace mucho desde la última vez que estuve aquí.

Luego observó a un lado y a otro. Como en un sueño, no parecía importarle lo que otros pudieran escucharle, o lo que él pudiera decir.

Janusz: O quizá no he estado nunca. Terminó.

Imagen turno de transición hacia la normalidad. De momento estoy tanteando el estilo para acomodarlo suficientemente al antiguo y que, si hay algún cambio, sea más gradual que repentino.
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Rittmann el Sabado, 26 de Enero del 2007 a las 22:38

Mensaje por Rittmann »

El joven Soren escuchó las peticiones de Kyron y de Janusz, y asintió lentamente.

Soren : Puedo acompañaros hasta el convento de las Hermanas Silenciosas. Pero yo de vosotros, escondería los cuerpos. Con los que somos, no veo muy buena idea cargarlos hasta la ciudad sin un asno o una mula para ayudarnos.

Soren se fijaba sobretodo en el cuerpo de Leon, grande como era, degollado.

Soren : Además... Habrá que avisar a las autoridades de la ciudad, ¿no? Parece que habéis pasado por un ataque pirata, por lo menos.

Freda parecía estar con la cabeza ausente, acuclillada junto al cuerpo de Leon. Pero ahora miraba fijamente, casi con odio, al joven aprendiz de maestre. ¿Abandonar a Leon? ¿Dejarlo a merced de cuervos y otras rapaces? Simple y llanamente: ¿Cómo se atrevía siquiera a pensar aquella miserable idea?

Aignes vio lo que sucedía, e intervino antes que Freda pudiese perder los estribos. Y por primera vez en años, la madre de Freda volvió a ser una madre, y con delicadeza abrazó a Freda desde detrás, desde la espalda. La joven, fuera de sí, por un momento, trató de zafarse, de romper aquel abrazo no deseado desde su espalda, pero con fuerza Aignes la sujetó al tiempo que con suaves susurros la calmaba. Los tres hombres vieron en aquella imagen el recuerdo de una madre calmando a su bebé, y quizás para Aignes en su mundo mental, Freda aún fuese una niña pequeña. Era difícil saberlo.

Y en cualquier caso, poco a poco Freda fue dejando de luchar contra el abrazo de su madre, y la tensión en su cuerpo se fue disipando. Fue lentamente, muy lentamente, pero las caricias al cabello suave y oscuro de la muchacha que le daba su madre, peinándola con los dedos, piel contra piel, la fueron tranquilizando. Y finalmente, Freda empezó a llorar. A llorar como la niña que aún era, por mucho que se tratase de comportar como una mujer. Una niña que se acurrucó en el regazo de su madre, y ya no dijo nada. Aignes levantó la mirada con los ojos vidriosos, buscando a Janusz y a Kyorn, y con la cabeza hizo un gesto para que apartasen de Freda el cuerpo de Leon.

Ayudados por Soren, así lo hicieron, llevándolo entre los tres hasta un rincón de la cala y cubriéndolo con arena de playa para ocultarlo de pájaros y carroñeros, entre las rocas del acantilado. Tras eso, repitieron la maniobra con el cuerpo de sir Olivar, y Kyron se quedó en pie un momento ante la improvisada tumba temporal de su maestro y señor. Regresó junto a los demás junto al bote, y se acercó a éste.

Soren : Vámonos. Si nos ponemos en marcha ahora, aún tendremos una hora de luz cuando lleguemos a la ciudad.

Kyron : Empezad a subir, os atrapo enseguida - dijo el grandullón rubio, cogiendo uno de los remos y acercándose al lugar donde estaban cubiertos de arena sir Olivar y Leon. Aignes ayudó a levantarse a Freda, que parecía una muñeca de trapo capaz de caminar en brazos de su madre, y Soren abrió el camino hacia la cima del acantilado.

Kyron nunca había sido muy listo, pero sabía que no podía dejar ahí a sir Olivar en una tumba anónima. Rezó una breve oración al Desconocido, y sacando su cuchillo empezó a tallar un burdo "Sir Olivar" en la pala del remo. Sus manos seguían imbuidas de aquella fuerza sobrehumana, y la talla de la madera fue como si tallara mantequilla blanda, las astillas saltando con una facilidad fuera de lo común. Así, deposió el remo cobre el montón de tierra.

Kyron : Volveré pronto, lo prometo. Y te daré mejor sepultura, así que no te enfades conmigo, ¿de acuerdo? - dijo con voz ahogada.

Regresando a la playa, vio que los demás aún estaban a medio camino de la parte alta del acantilado. Iban despacio pues Freda apenas tenía voluntad para andar. Tan joven aquella muchacha, y pasando por aquello... Kyron la compadecía, aunque él mismo se notaba tocado. Mirando la barca, vio el otro remo y lo tomó. No le costaba nada, y tenía tiempo para atraparlos. Talló el nombre de Leon en él, y lo puso sobre el grandullón que era casi tan grande como él mismo y que ahora yacía en la arena. En cierto modo, sentía que el azar era el que había determinado que fuera Leon y no él quien yaciese junto a sir Olivar. Pero si de veras estaban malditos, quizás eso habría sido lo mejor: morir y yacer junto a su maestro.

Pero no. Kyron se sacudió aquella idea con desdén. Seguía vivo, y tenía que seguir vivo por sir Olivar. Y tenía un acantilado que subir. Dejándolos atrás, al fin se puso en camino, comprobando en sus piernas que la subida era dura de veras. Pero Kyron era recio, y pronto alcanzó la parte más alta del acantilado, girándose para ver una última vez alEstrella de Lys embarrancado frente a la costa. Sobre el acantilado, campos, árboles y algún rebaño moteaban un paisaje rural que parecía hacerse eterno. A algunas millas hacia el interior, había viñas y frutales. El sur de Poniente, con toda su riqueza, le saludaba al fin tras aquel camino tan macabro desde Lannisport.

Kyron no tardó en dar alcance a los demás, y a medida que avanzaban, Freda cada vez menos necesitaba de su madre para caminar, aunque su estado de ánimo más calmado la mantenía silenciosa y con la mirada baja. Poco a poco, el camino de la costa se fue dibujando ante ellos, y pasada una hora al fin pudieron ver a lo lejos en enorme faro de Antigua, bastión de los Hightower. Sólo lo escarpado de la zona norte de la ciudad había evitado que la viesen antes, con sus casi doscientos cincuenta metros de altura. Era una verdadera maravilla, hecha en días antiguos y que había sido el símbolo de los reyes de la ciudad cuando aún no eran vasallos de Altojardín. La ciudad había abierto las puertas de par en par a los Targaryen, y por ello había sido respetada por el fuego de los dragones.

Y a sus pies, la ciudad se fue dibujando poco a poco al otro lado del estuario del río, con sus islas escudo frente a la costa y con campos por todas partes. La tierra se suavizó, y junto a Soren pasaron el puente que cruzaba el río hora y media antes de la caída del sol. Las sombras se dibujaban ya bajo la enorme mole que era el gran faro, cubriendo la ciudad con el sol cayendo por el extremo del mar del Atardecer.

Y en su camino, muy cerca, estaba la Ciudadela, donde los maestres entretejían los saberes de Poniente para formarse y ser los guardianes del conocimiento y las ciencias, depositarios de los misterios no sacros. Sus muros de piedra clara eran recios, altos e intimidantes, y al igual que la gran torre de los Higthower, parecía sacada de otra época largamente olvidada. Vieron todo un barrio independiente de la ciudad rodeando a la ciudadela, seguramente hogar de aquellos sirvientes que trabajaban para los enclaustrados maestres, con posadas y servicios, con un sept no precisamente modesto coronando el camino hacia la ciudad.

Soren : Allí, al lado del sept está el convento de las hermanas silenciosas - señaló Soren -. En el barrio de la Ciudadela, son los maestres quienes tienen la autoridad, mientras que más allá del sept son los nobles. Yo avisaría a estos segundos para denunciar lo sucedido. Los hombres de los Hightower sin duda querrán saber más de este incidente tan cerca de su costa.

Imagen Bien, descripción general de la ciudad. Comentad qué queréis hacer, y en qué orden. Os queda más o menos una hora de luz, y pensad que por ahora no tenéis alojamiento, aunque hay tanto en los alrededores de la Ciudadela como en el puerto fluvial de Antigua.

Imagen Dudas, a Comentarios Generales o por privado.

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