Capítulo 3: Malditos

Una vieja maldición acecha a un grupo de viajeros sin relación aparente entre sí. Y empieza una frenética búsqueda por Poniente de la verdad...
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Capítulo 3: Malditos

Mensaje por Rittmann »

Harald

El hijo del hierro se despertó con un grito, envuelto en penumbra, con una mujer a su lado. Se levantó aún desnudo, buscando con sus brazos agarrar a su adversario, y sólo cuando sus brazos se deslizaron por el aire, se dio cuenta que ya no estaba en Valyria, sino en el burdel donde se había quedado dormido.

En su agitación, respiraba de forma entrecortada. ¿Por qué seguía notando aquellas heridas de aquel modo? ¿Por qué el dolor? Y en la penumbra de la escasa luz de una tea, miró hacia su torso y vio las cicatrices de viejas heridas que antes no habían estado allí, pero que apenas unos momentos atrás había sentido...

Imagen Bien, de momento eres el primero en "despertar". Los demás ya irán llegando. Tú mismo, el burdel ya lo conoces, y está todo como lo dejaste. No he descrito más aquí, porque no sé cómo se tomará esto Harald, ni cuál será su reacción.
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Hati el Miercoles, 21 de Marzo del 2006 a las 12:15

Mensaje por Rittmann »

Harald Goodbrother

Se despertó empapado en sudor. Sudor que había generado durante su combate vivido en el mundo onírico del sueño. Pero para el hijo del hierro había sido demasiado intenso. Sentía como le faltaba el resuello al respirar allí donde el acero había traspasado los pulmones y la sangre le ahogaba. Se palpó con horror las heridas cicatrizadas que había surgido de la noche al día en su cuerpo.Esto ha de ser brujería , pensó Harald. No conocía de ninguna otra explicación que apuntase a que a través del sueño se producieran heridas que parecían llevar años cicatrizadas. Aquel asunto le estaba desconcertando.

Una vez que se concienció de que su vida no corría peligro, exploró con la vista el lugar en el que estaba. El burdel, sitio tan frecuentado por Harald que casi lo relacionaba con un segundo hogar. Allí nada había cambiado desde que dijo que se iría a dormir. Incluso notó el calor de una mujer que compartía el lecho con él. Ni siquiera quiso mirar de quien se trataba. Afinó el oído, no escuchó a nadie en las cercanías, tan solo unos gemidos ahogados por la lejanía indicaban que alguien aun estaba despierto a altas horas de la nocturnidad.

Se levantó de la cama y se dispuso a vestirse, sin dejar de toquetear con los dedos su acero, esperando que en cualquier momento sus sueños dejaran de serlo para que le atacaran en la realidad. Se acurrucó en un rincón, agachado y esperando a que los primeros rayos del alba anunciaran un nuevo día.

Allí en el burdel nadíe sabría explicarle ni entender las manifestaciones de su sueño, ni seguramente conocerían las tierras de Valyria ni a Allisair Estrella de la Noche. Debería de contactar con alguien más sabio y erudito, pero en su circulo desconocía a gente de confianza. A excepción tal vez de Enyo Lannister. Quizás él si que estuviera más versado en esa parte de Historia de Poniente.
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Rittmann el Viernes, 30 de Marzo del 2006 a las 12:26

Mensaje por Rittmann »

Harald

El hijo de la tormenta alzó la mirada para ver las primeras luces del alba despuntando en el horizonte. Aún era muy de mañana, y el frío y la humedad dejadas por la tormenta esa mañana estaban siendo especialmente insidiosas. En las islas del hierro se había acostumbrado a aquel clima, pero con el sentimiento de aquellas espadas clavadas en su torso aún fresco, las heridas oníricas que marcaban su piel y sus entrañas dolían de un modo extraño.

Los guardias de la torre de Enyo, al ver llegar a Harald, le cerraron el paso de inmediato.

Harald : Vengo a ver a Enyo Lannister. Dejadme pasar.

Harald se dio cuenta que estaba temblando de frío y humedad. Y se dio cuenta al ver las caras con las que le miraban los dos guardias. En sus rostros vio el desprecio que se da al borracho, al que está tan mal que no es capaz de sostenerse en pie por sí mismo. Sólo entonces se dio cuenta que en su debilidad, su aspecto debía ser lamentable.

Guardia : Será mejor que te largues, si no quieres tener problemas. La noche ya ha sido jodida con este frío, y no me importaría entrar en calor pateando tu culo de borracho...

Freda, Kyron y Janusz

La tranquilidad de la noche de la posada se vio interrumpida cuando, de manera simultanea, en dos habitaciones diferentes dos hombres gritaron al unísono.

Envueltos en su propio sudor, tanto Janusz como Kyron despertaron. Janusz, en su soledad oscura, podía notar algo caliente y húmedo salir de sus orejas. Se lo tocó con la mano, y al llevárselo a la lengua pudo sentir el sabor cobrizo de su propia sangre.

Ser Olivar, por su parte, encendió una tea de grasa y se acercó a la cama donde Kyron estaba tumbado.

Olivar : ¡Kyron! ¿Estás bien?

Pero Kyron apenas lograba oir a su señor, y se dio cuenta con horror que sus oidos estaban doloridos por el retumbar del terrible cuerno negro. Con gesto torpe, se empezó a levantar sólo para sentirse terriblemente mareado. Sus huesos estaban doloridos, y pequeñas descargas de sus músculos tensos le obligaban a moverse con torpeza. Ser Olivar le decía algo, pero Kyron no era capaz de oirle bien. ¿Quizás le preguntaba si estaba bien?

Los guardias de la puerta de la posada no tardaron en subir a investigar lo que pasaba. Tanto Kyron como Janusz se encontraron pronto sorprendidos al verse con las orejas llenas de sangre seca por el rato transcurrido, y rodeados de gente sorprendida que poco a poco se fueron a dormir al ver que nada sucedía. Leon, el enorme acompañante de la chica, también regresó a su habitación, sólo para salir al momento pidiendo ayuda. Freda yacía en su cama, con una extraña pesadilla que la inquietaba y de la que parecía no poder despertar pese a los esfuerzos de Leon por levantarla.

Y entonces, cuando llevaban un buen rato tratando de despertarla, ella se combó en un brusco ataque de tos, una sensación de terrible asfixia en su garganta que buscaba aire fresco. Freda abrió mucho los ojos con los primeros rayos de sol que entraban por la ventana de la habitación, y mientras seguía tosiendo con el recuerdo de un aire nauseabundo e infecto aún fresco en su memoria, se dio cuenta que Leon la abrazaba con nerviosismo.

Leon : Freda... Al fin te despiertas... ¡Menudo susto que me habías dado!

A su alrededor, dos guardias, Janusz, Kyron y ser Olivar miraban la escena...
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Morag el Domingo, 1 de Abril del 2006 a las 22:14

Mensaje por Rittmann »

Freda:

Boqueó en busca de aire como hacían los peces cuando los arrojaban a la sequedad del cubo. Casi podía sentir el líquido inmundo de las cloacas entrar en su nariz y en su boca, asfixiándola. Sintió una presa que le impedía moverse y trató de sacudirse y patalear, pero cuanto más se movía, más sentía la presa ceñirse contra ella. De pronto sintió una débil corriente de aire fresco y trató de respirar a través de ella pero el pecho le dolió como si le clavaran cientos de alfileres y comenzó a toser violentamente, sintiendo que el corazón y los pulmones pujaban por salirsele por la boca. Inconscientmente abrió los ojos en aquella terrible sensación de asfixia, y percibió una claridad que no había existido en las cloacas... La presa se hizo más fuerte, amenazando con ahogarla, y oyó una voz de hombre que la hizo patalear más fuerte, dispuesta a vender cara su vida si aquellos soldados habían bajado a buscarlahasta allí .
Sintió que trataban de sujetarla por las manos y gritó, y sintió la carne ceder bajo sus uñas, acompañada de una maldición gutural, y al fin con una fuerte patada, la presa la liberó y pudo al fin respirar. Se tendió en el suelo, que parecía seco y mullido, con los brazos abiertos y las piernas separadas como si pudiera respirar aquel aire limpido por cada por de su piel, y poco a poco su respiración se volvió más profunda y normalizada, y entonces, solo entonces, se dio cuenta de que había despertado.

Estaba tendida en la cama, boca arriba, y los ojos le lloraban abundantemente. Reconocía el lugar, era su habitación en la posada,y la luz provenía de lo que parecían antorchas y de la claridad que se filtraba por la ventana. León estaba junto a la cama, tenía un feo arañazo en la cara y la miraba preocupado. Había más gente en la habitación, pero no le importaba, el alivio de poder respirar, de saber que todo había sido un sueño y de haber despertado al fin era absoluto. Su cuerpo respondió al alivio encogiéndose sobre sí mismo, convirtiéndose en un ovillo. León se inclinó sobre ella y tomó su mano.

León: Solo era un sueño, Freda. Ya estás bien...

Freda apretó la mano que le ofrecía, sin poder dejar de llorar, de alivio, de agradecimiento... Poco a poco se calmó y pudo incorporarse en la cama y mirar a su alrededor. Había guardias en el dormitorio, y también dos de los hombres que habían sido atacados por la noche. Tenían sangre seca en los oídos y los costados de la cara, y había ansiedad en su rostro.
Un grito rompió entonces el silencio y todos en la habitación se sobresaltaron. Aignes Wotton se había incorporado en la cama y sostenía la sábana apretada en las manos mientras gritaba. Freda se soltó de León y saltó a la cama de su madre y la abrazó y le mesó los cabellos y le habló dulcemente al oído hasta que la mujer enmudeción, aunque parecía inquieta por la presencia de los guardias y los extraños. Les miró con reprobación.

Freda: Estais asustando a mi madre.- dijo- ¿Qué haceis todos aquí? Solo ha sido un mal sueño...
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Arioch el Martes, 3 de Abril del 2006 a las 13:07

Mensaje por Rittmann »

Kyron

No oía nada. ¿Se había quedado sordo? El temor a pasar el resto de su vida como un tullido sólo era comparable al miedo que había sentido en aquel extraño sueño. ¿Había sido real? ¿Podía un sueño ser real?

Su cuerpo dolorido y lleno de magulladuras le decía que sí. Su cabeza, aún retumbando por el sonido de aquel cuerno negro le decía que no. Se sentía mareado, abrumado por el dolor físico y mental. No era capaz de razonar.

Trató de incorporarse, pero casi cae al piso al intentarlo. Sir Olivar evitó que se derrumbara allí mismo. Intentó escuchar las palabras de su maestro, pero no podía. El mundo era un intenso zumbido en los oídos, como si un enjambre de avispas hubiera anidado allí. Creía que Sir Olivar le estaba preguntando si estaba bien. Se palpó en los oídos. Había sangre en ellos. No se atrevió a decir que se encontraba bien; pero, tampoco quería preocupar a su señor.

Kyron: Un sueño?

Kyron paró. Por la cara que había puesto el Sir, adivinó que había hablado demasiado fuerte. Esperaría un poco antes de hablar. Sin escucharse a sí mismo no podía controlar el tono de voz y ya se encontraba lo suficientemente avergonzado por su comportamiento en el sueño como para añadir más vergüenza a su persona.

Lo real de aquel sueño lo tenía asombrado. ¿Cómo podía ser aquello? No lo entendía, no entendía nada. Y lo peor era que, si había sido real? Si lo había sido, su comportamiento habías sido totalmente deshonroso.

Pero, él no era un valyriano. Trató de justificarse. Él tan sólo trataba de salir de allí, volver a reunirse con su señor. No era por la invasión. Hubiera escapado de allí de todas formas. Sus excusas no lo convencían y sintió que pronto tendría que hacer algo para enmendar el roto que se había producido en su amor propio.

Fue entonces cuando llegaron los guardias. Aún no podía oír lo que decían; pero, tan sólo parecían preocuparse por el motivo de sus gritos. Nada más. Leon, el tipo de los brazos como toneles que había visto en la barra la noche anterior, también vino a preguntar.

Sin ni siquiera darse cuenta, al poco tiempo todos estaban en la habitación que compartía con la chica de cabello oscuro y la que aparentaba ser su madre. Parecía muerta cuando llegaron, pero pasados unos segundos despertó con un ataque de tos silencioso. O no tan silencioso. Kyron empezaba a escuchar, pero sólo los sonidos más fuertes.

Freda: Estais asustando (...) madre. ¿Qué (?) aquí? Solo (?) mal sueño...

No había escuchado bien todo lo que había dicho; pero, creyó entender que ella también había tenido un mal sueño.

Kyron: No has sido la única con un mal sueño esta noche.
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Hati el Martes, 3 de Abril del 2006 a las 21:00

Mensaje por Rittmann »

Harald Goodbrother

El hijo del hierro cerró los dedos de su mano formando un puño. El parloteo del guardia le había irritado de mala manera que sentía su furia arder en el cuerpo. Estaba ansioso por estampar su mano, dura y férrea como una maza en su cargante rostro y enseñarle que no debía de jugar a hacerse el valiente con Harald de Viejo Wyk.

Dio un paso encarándose a los guardias, cuando le subió una regurgitación .Sintió el sabor del licor llenándole la boca y desenroscó sus dedos para taponar el posible vomito.

Guardia : Lárgate de una vez, borracho. Hasta aquí me llega tu asqueroso tufo. ? amenazó nuevamente agitando la mano delante de su nariz desviando el aire nauseabundo que le llegaba.

El isleño no tuvo más remedio que dar media vuelta y desandar sus pasos internándose por la primera callejuela estrecha y poco transitada que encontró mientras oía de fondo las risas del retén. Se apoyó en la pared y dejo escapar los jugos gástricos de su interior. En cuanto acabó se restregó el dorso de la mano limpiando el resto de bilis de sus labios. Se quedó pensativo en lo que le había sucedido hasta que llegó a la única conclusión de que en el sueño tenía que haber bebido hasta haberse emborrachado en la cama junto con aquella mujer. Incluso cuando se la había follado seguía bajo el influjo del alcohol y la reyerta contra los asesinos, cuando le asestaron las puñaladas en el estomago, habían hecho reacción y se había reflejado en ese momento, ante la puerta de Enyo Lannister.

Su estomago rugió al encontrarse vació y hambriento. Harald sabía que no era bueno comer ahora, después de haber vomitado, así que cortó una pequeña tira de cuero de su chaleco y comenzó a mordisquearla, engañando así al hambre y al estomago. Más tarde pasaría por alguna taberna para alimentarse a base de arroz hervido, pero ahora decidiría dar una vuelta para volver a visualizar la casa del Lannister, para asegurarse de que estaba en su hogar o seguirlo si salía de ella. El comportamiento de los guardias que otras veces le habían permitido el paso le extrañó demasiado como para pasarlo por alto.
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El amor como la luna, cuando no crece, mengua.
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Maska el Martes, 17 de Abril del 2006 a las 15:23

Mensaje por Rittmann »

Janusz:

Exactamente lo que no le gustaba de las pesadillas. Los gritos. Siempre acababan con un grito. ¿Y quién es capaz de dormir cuando le están gritando a unos centímetros de los oídos? Además, la garganta lesionada de Janusz no le permití lanzar verdaderos gritos, sino desagradables gorgoteos y aullidos roncos que parecían más propios de un animal que de una persona.

Alguien asomó la cabeza por la puerta, alertado por el ruido. Janusz se desperezó y lo
despidió con un gesto y unas débiles palabras conciliadoras.

Como ocurría en cada ocasión que tenía sueños agitados, se había caído de la cama y había pasado un buen rato expuesto a la humedad y el frío de la habitación. Soltando un resoplido, agarró la manta y se arropó con ella. La cabeza le dolía bastante. La resaca era leve, pero el cuerno del sueño aún seguía resonando en el interior de su cráneo.

Lo peor de todo, sin embargo, era lo que tanto se había esforzado por ignorar desde que se había despertado. Sendos hilillos de sangre que nacían en el interior de sus oídos surcaban los costados de su rostro.

Afortunadamente, reconoció con un suspiro, podía oír perfectamente el bullicio en el exterior de la habitación, así que no se había quedado sordo.

Janusz se incorporó de un salto y salió al pasillo. Un par de guardias, el caballero y su pupilo se arracimaban en la puerta de la habitación que ocupaban la joven delgaducha, su voluminoso compañero y, como comprobó en cuanto asomó la cabeza, una mujer de avanzada edad.

La abuela no tardó en despertarse y ponerse a gritar desesperadamente, y la chica instó a los reunidos a largarse de allí.

Janusz estuvo a punto de hacerlo, pero el pupilo del caballero contestó a la chica.

Kyron: "No has sido la única con un mal sueño esta noche".

Janusz miró al joven a la cara. Dos regueros de sangre que partían de sus oídos se secaban en su cara. Y hablaba de un mal sueño, al igual que había hecho la chica.

Janusz: ?Parece que todos hemos tenido un ajetreado descanso esta noche?, dijo Janusz, ?¿y quizá un horrísono despertador?? concluyó, señalando la sangre en su cara.
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"La única canción de amor que me emociona es la que los muelles de nuestra cama entonan."

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Rittmann el Miercoles, 25 de Abril del 2006 a las 23:46

Mensaje por Rittmann »

Freda, Janusz y Kyron

Ser Olivar, el delgaducho caballero que acombañaba al enorme chico rubio del que salían sendos hilillos de sangre seca de las orejas, miraba aquella escena con seria preocupación. Sus ojos cansados iban de las lesiones de su pupilo a las del hombre de la garganta sajada, pero también a la chica. Freda Tormenta se había levantado rauda de la cama para atender a su madre, que acababa de despertarse con el ajetreo y preguntaba por su orinal, pero en el mismo momento en que dio el primer paso hacia ella, sus pies la traicionaron y se dio de bruces contra el suelo en un aparente desmayo.

Por fortuna, Kyron era lo bastante grande como para abultar en la habitación, y estando cerca pudo detener la caida de la chica al suelo.

Leon : ¡Freda! ¿Te encuentras mal?

Pero Freda no pudo sino dejarse resbalar por entre los brazos de Kyron y agarrando el orinal que había debajo de la cama de su madre, devolvió la cena o sus restos. Jadeante, miró a su alrededor desorientada, y su aspecto distaba de ser bueno.

Tampoco los dos medio sordos tenían un aspecto mucho mejor. Se encontraban ciertamente mal, con el estómago revuelto, aunque eran regios de constitución y aguantaban mejor que la chica. Janusz se notaba casi tan mareado como el día en que le sajaron el cuello. Esa noche había perdido tanta sangre que no podía dar un solo paso sin que sus escasas fuerzas de entonces se desvanecieran por completo. Kyron no lograba recordar cuándo se había encontrado tan mal.

Sir Olivar : Por los Siete... ¿Se puede saber qué demonios sucede aquí?

El viejo caballero parecía no sólo preocupado, sino incluso asustado. Kyron sintió vértigo al ver aquella expresión en su mentor, pues nunca había visto ni una sombra de temor en la mirada de su señor, ni tan siquiera aquella vez que se batió con aquel caballero tan enfadado de Altojardín de cuyo nombre nunca se acordaba.

Imagen Creo que lo mejor es seguir la conversación un poco más, pues apenas la ha habido. Estáis los tres en condiciones de hablar. Olivar puede ser usado por Kyron. Leon por Freda.

Harald

Harald Goodbrother se acercó al sept que se alzaba junto a la casa de Enyo. Desde la torre de las campanas, si era discreto, podría tener una buena visión del patio de la casa. No era la primera vez que empleaba aquel puesto de vigía para espiar lugares lejanos de la ciudad, pero sí era la primera vez que lo hacía para tratar de espiar a Enyo. Abierto para la plegaria, no le costó entrar en el sept, y vacío como estaba no le costó acercarse a la torre de las campanas para subir a lo más alto de la misma y aposentarse entre sus sombras para observar.

El patio de la casa no estaba vacío. Dos guardias estaban en él, y no muy lejos vio a un grupo de hombres. Sus ojos se abrieron por completo al darse cuenta que ya les había visto antes. Faltaba el maldito viejo, pero estaba el desgraciado que le había herido en el hombro, y también dos de los otros. No vio al que mató al chico de la casa Swyft. Callado y quieto, Harald se quedó observando para tratar de saber qué estaba sucediendo en ese lugar. Estaba un poco lejos para oir lo que se comentaba en la casa o en el patio, pero daba igual pues nadie parecía decir nada en voz alta. Sólo vio a los guardias susurrar nerviosos entre ellos.

Pasado un largo rato, quizás media hora, la puerta de la casa que daba al patio se abrió. Por ella salió Enyo Lannister, y conversaba con gesto serio con el anciano líder de aquel grupo de mercenarios, o lo que los demonios del mar fuesen. Acompañó al viejo hasta la puerta del patio, y se les unieron los demás hombres del patio. El anciano y los suyos se despidieron de Enyo Lannister y se fueron a pie en dirección al puerto.

Cuando Enyo se disponía a entrar en casa, uno de los guardias que se había reido de Harald le dijo algo a su señor. Y el hijo de la tormenta casi pudo asegurar que había mencionado su nombre. Enyo Lannister dio alguna clase de orden, y tras eso regresó al interior de la casa, quedando los cuatro guardias en la puerta del patio principal.

Por la altura del sol, Harald estimó que eran las nueve de la mañana. Una mañana fría tras la tormenta de la noche anterior. Pero en silencio se preguntó si la tormenta aún seguía desatada sobre él...
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Morag el Jueves, 26 de Abril del 2006 a las 21:46

Mensaje por Rittmann »

Freda:

Se dejó caer en los brazos de León.
No, no era León, pero era tan grande que casi podía serlo. El sabor del vómito le provocó más arcadas y la dobló por la mitad, pero no quedaba en su estómago nada más que bilis. Respiró hondo. Casi podía oler el hedor de las cloacas y sentir la sal del mar en sus labios.
Volvió a respirar. Tenía la impresión de que si conseguía inspirar profundamente un par de veces más, dejaría de sentir náuseas. Cerró los ojos y aún vio el resplandor del fuego que había asolado aquella ciudad, y con un estremecimiento, recordó las grandiosas criaturas que sobrevolaron las naves, vomitando fuego.

Apoyó la espalda pesadamente contra el amplio pecho de Kyron, el hombre que le había sujetado, y apretó su mano debilmente, en agradecimiento. Luego suspiró y una lágrima rodó por su mejilla.

Freda: El fuego era terrible y tenía miedo. Pero eran tan hermosos...

Pudo imagina la expresión de Leon sin mirarle la cara.

Leon: ¿Hermosos? Freda ¿De qué demonios hablas? ¿Qué está pasando? -su voz sonaba alarmada y hacía grandes aspavientos con las manos mientras la mirada fijamente- ¡Te despiertas asfixiada, no te tienes en pie y devuelves hasta tu primer pecho y di...

Su parloteo nervioso se contagió a los guardias y a los presentes, que comenzaron a murmurar, inquietos. Poco a poco el revuelo fue en aumento hasta convertirse en algo parecido a un gallinero. Y la voz de Freda, aunque era débil, sonó clara y cristalina.

Freda: ... los dragones.

Se hizo el silencio. Leon frunció el ceño y la tomó por los hombros.

Leon: Freda ¿Que...?

Freda: Invadieron la ciudad. En mi sueño...- explicó- invadieron la ciudad, había cientos y cientos de naves, nunca había visto tantas juntas. Y se habían escondido en cajones en el puerto. Y entonces llegaron los dragones, creo que los llamaron. Eran tres. Y eran hermosos...

León la miraba sin comprender y Freda pensó que no entendía como podía hablar de hermosura si acababa de vomitar. Negó con la cabeza para sí.

Freda: Me... me escondí en el agua, y cuando llegaron los dragones fui a las cloacas. Tengo la impresión de que todavía puedo olerlas, por eso... por eso vomité. Me metí en las cloacas y desperté ¿Crees que morí en mi sueño?
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Arioch el Lunes, 30 de Abril del 2006 a las 18:17

Mensaje por Rittmann »

Kyron

Kyron escuchó con atención las palabras de la chica. Poco a poco había ido recuperando el sentido del oído, aunque aún sentía un poco taponado el oído derecho, aquel que había sangrado con mayor profusión. Notaba también un cierto malestar que le hacía querer sentarse en alguna parte, pero no vio más lugar libre que las camas y rehusó a sentarse en alguna de ellas. Pensó en apoyarse en la pared, pero no quiso mostrarse débil y aguantó cuanto pudo.

Freda, así era como él la llamaba, hablaba de dragones. Kyron no estaba seguro de si lo que había visto en las últimas imágenes de su sueño era un dragón.

Kyron: En mi sueño no recuerdo si había dragones, pero sí recuerdo otras cosas. El acero valyriano. Había una armería en el que había de él en tanta cantidad como jamás haya habido en los Siete Reinos, incluso puede que más. Aquella ciudad estaba siendo atacada. No sé por quién, me pareció que los invasores venían del mar. El pánico cundió en las calles y todos corrían de aquí para allá. Entonces se escuchó un ruido que me hizo doblar las rodillas. El sonido de un cuerno que hacía que dolieran los oídos. Y desperté.

Ser Olivar le miraba fijamente. Con el paso de los años había aprendido a detectar cuando su escudero estaba diciendo la verdad y cuando no. Y ahora estaba diciendo la verdad.

Ser Olivar: Pero, Kyron, me estás contando lo que te sucedió en el sueño. ¿Cómo explicas que despertaras con los oídos sangrando? Un sueño, por muy real que parezca no lo es. Un sueño es un sueño. Y no sólo tú, ellos también parecen agotados por lo vivido en el sueño.

Kyron: Lo único que sé es lo que te estoy contando. No sé cómo han ocurrido estas cosas. Pero, empiezo a pensar que no era tan descabellado lo que decía acerca de la brujería. Aquellos tipos que nos atacaron hoy podrían habernos hechizado. O si no fueron ellos, pudieron ser otros.

Kyron miró a unos y a otros tratando de ver caras que confirmaran sus sospechas. Eran descabelladas, pero después de haber sido atacados por unos desconocidos y estar a punto de morir en un sueño, ¿qué no lo era?
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Morag el Martes, 1 de Mayo del 2006 a las 21:20

Mensaje por Rittmann »

Freda:

Escuchó a Kyron y su compañero. Lo que decían no hubiera tenido sentido en otro momento, hubiera sido como una de aquellas historias que Leon le contaba para divertirse. Pero no ahora. Freda se había quedado mirando sus manos fijamente, y cuando las extendió bien abiertas frente a Leon y el resto, todos pudieron ver que la piel de sus dedos estaba arrugada, como una pasa.
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Mensaje por Rittmann »

Janusz:

El olor de los vómitos de la chica se abrió paso hacia el interior de la nariz de Janusz como una espada se abre paso hacia las tripas. No era tan terrible como el hedor del matadero del Lecho de Pulgas en verano, pero de algún modo, era peor. No se había parado a pensarlo antes, pero había sangrado profusamente, y se encontraba bastante débil. Y ahora, además, con cada parpadeo, la habitación cambiaba de posición, se enfocaba y desenfocaba.

La chica hablaba de seres hermosos. Dragones. Dragones sobrevolando una ciudad y prendiéndole fuego.

Una gota de sangre resbaló desde el interior de su nariz hasta su boca. Janusz se reclinó contra la pared y aspiró profundamente. Un maestre renegado le había contado en una ocasión que los mareos se producían por un recalentamiento del cerebro, y a falta de hielo o agua fría, inspirando aire profundamente, éste se refrescaba y la desagradable sensación se disipaba. Desgraciadamente, el hedor persistía, reduciendo considerablemente la eficacia del remedio.

La chica se había escondido en las cloacas. Quizá incluso había tragado algo del agua putrefacta.

O quizá Janusz simplemente estaba demasiado débil como para controlar sus sentidos. Por fortuna, sus esfínteres sí seguían bajo su control, o se habría orinado encima.

El joven que viajaba con el caballero hablaba de acero Valyriano. Invasores del mar. Un cuerno cuyo aullido le había hecho sangrar los oídos. Brujería.

Eso bastaba, sin duda, para confirmar lo que ya sospechaba.

La chica mostró sus manos arrugadas por la humedad. Janusz se llevó una de las suyas a las orejas y mojó la yema del dedo índice en la sangre que aún no se había secado en la concavidad bajo el oído. Se incorporó ligeramente y sacudió la cabeza.

Janusz: ?Yo también he visto la ciudad, y a sus invasores, y he oído ese cuerno? , dijo con un hilo de voz, extendiendo el dedo. ?Aunque no he visto a los dragones. Una lástima. Por cierto, ¿soy el único aquí que se va a desmayar si no desayuna apropiadamente??
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Morag el Miercoles, 16 de Mayo del 2006 a las 21:56

Mensaje por Rittmann »

Freda:

Tardó un instante en darse cuenta de que estaba desnuda. Tiró con urgencia de la sábana de la cama de su madre y se envolvió en ella, demasiado débil incluso para sonrojarse. Ante la mención del desayuno, Freda sintió arcadas de nuevo y trató de contener el vómito sin éxito. Tenía los ojos llorosos de rabia y humillación por que la vieran en semejante tesitura, pero no podía evitarlo. De pronto, abrió mucho los ojos como si acabara de recordar algo y se volvió bruscamente hacia León.

Freda: ¡Tienes que ir a la herrería!- exclamó, y el corpulento joven la miró sin entender- ¡Tu trabajo! ¡Tienes que ir a la herrería y pedir trabajo!

León frunció el ceño ante aquella inconexa asociación de ideas. La conversación de Freda podía ser en ocasiones tan errática como escurridiza era ella misma.

León: Debes estar de broma, Frideswide Tormenta. No entiendo aún qué está pasando aquí, pero no tengo intención de dejarte sola ni un minuto. Mirate: jamás te había visto tan descompuesta, jamás. De hecho... ¿Habías vomitado alguna vez? Nunca, Freda, jamás has tenido este aspecto. Asúmelo, me quedo.

Esta vez fue ella quien frunció el ceño y caminando a gatas, se acercó a él y tiró con fuerza de su brazo, sin conseguir moverle siquiera un ápice.

Freda: No seas tonto, León, estoy bien. Solo ha sido un sueño. Solo necesito un baño y estaré como nueva, de verdad, León. Tienes que conseguir ese trabajo. No dejaste Bastión de Tormentas para quedarte encerrado en una habitación de posada... Y yo tengo que ir a hablar con Elia Lannister...

Se llevó la mano al estómago como si una nueva arcada amenazara con sacudirla, y por un momento todo su cuerpo se mantuvo en tensión. Al cabo de un instante y con gesto de alivio, se relajó. Falsa alarma.

Freda: De veras que estoy bien, León, de verdad... Mira, ahora limpiaremos esto y me daré un baño, y me quedaŕe con ellos- señaló a Sir Olivar, puesto que el caballero tenía un aspecto más fiable que el resto- y luego iré a ver a Elia Lannister. Cuando vuelvas de la herrería, estaré aquí, te lo prometo.

León negó con la cabeza y el gesto de desolación en el rostro de Freda fue tal que por un momento pareció, débil como estaba, a punto de echarse a llorar. De nuevo recordaba el sacrificio que él había hecho por acompañarla hasta Lannisport, dejando a su familia y su trabajo por estar con ella y Aignes. No soportaba la idea de que de nuevo por ella se quedara en la posada y perdiera la oportunidad de aquel trabajo... Se obligó a ponerse en pie, tambaleante, y se secó la boca con la esquina de la sábana con que se envolvía.

Freda: ¿Ves? Estoy bien.

Leon la miraba como quien mira a un niño pequeño con una rabieta, esperando a que se le pase. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada escéptica, y ambas cejas alzadas, señal de que ninguna de sus intentonas iba a dar resultado. De pronto pareció reparar en la precaria vestimenta de Freda y miró a los que los rodeaban.

León: Gracias a todos por haber acudido tan rápido pero ahora...

Los hombres entendieron y carraspearon incómodos, pero todos salieron de la habitación y León cerró la puerta trás ellos. Freda se desenvolvió de la sábana y trató de limpiar el vómito con ella, con gesto decidido aunque aún débil, pero León se arrodilló junto a ella y le sujetó las muñecas para detenerla.

León: Freda, dejalo estar. Descansa.

Freda le miró con ojos acusadores y él entendió enseguida.

León: No puedo dejarte así ¿No lo entiendes? Puede que solo fuera un sueño, independientemente de lo que ocurriera, tú estás enferma. Por segunda vez en tu vida, si no recuerdo mal. Además, si me marcho ¿Quién se hará cargo de tu madre si tu tienes que ir a ver a Elia Lannister?

Freda: La llevaré conmigo. Ya la vieron anoche, entenderán que no pude dejarla en ningún otro lugar.

León chasqueó la lengua con intención de responder, pero con un gesto, Freda le pidió silencio.

Freda: Entiendo que estés preocupado, León, pero tenemos cosas más importantes que pensar, que en mis vómitos o mis sueños. Yo tengo que reunirme con Elia Lannister para hablar del trabajo que me ofreció, y tú tienes que conseguir el trabajo en la herrería. Tenemos responsabilidades, León, y yo jamás he faltado a un día de trabajo por un mareo o un mal sueño. Y si realmente quieres esto salga bien...

Leon: Ah no, Freda, no me enredes...

Freda: No te enredo, sabes que tengo razón. Esta es una oportunidad que dudo que volvamos a tener y no voy a permitir que la dejes pasar por unos vómitos ¡Ya no soy una niña!¡Yo...!

Unos golpes sonaron en la puerta y cuando se abrió, la recién llegada encontró a la pareja como congelada en el aire, ella con dedo acusador, increpandole a él, y él con los brazos alzados en gesto indignado, pero ambos con el rostro vuelto hacia la puerta.

Posadera: Abajo dijeron que hacía falta una fregona... ¡Santo cielo!

La cabeza de la posadera desapareció de nuevo trás la puerta. Freda se dio cuenta tarde de que no podía envolverse de nuevo en la sábana manchada de vómito y se ocultó trás el enorme corpachón de León. Hubieran cabido tres como ella allí detrás, y se aferró a la camisa de León mientras él avanzaba para abrir la puerta, avanzando a pasitos diminutos para no descubrirse.

León: Por favor, pase - dijo amablemente León- Realmente necesitamos una fregona aquí dentro...

La posadera le miró recelosa pero al fin entró y tan pronto como vio el estropicio, lanzó una exclamación y se afanó en limpiar la mancha pegajosa del suelo, mientras León iba girando para ocultar a Freda y Freda daba pasitos diminutos para permanecer detarás de León. Luego vio la sábana empapada y suspirando, hizo una bola con ella y la arrastró hacia la puerta con el palo de la fregona. Antes de salir, se volvió hacia la pareja de nuevo.

Posadera: Ahora enviaré agua para que te laves, jovencita.

Y cerró la puerta trás de sí. Y en ese preciso instante, casi como si hubiera sido una señal, el amplio pecho de León y el esbelto cuerpo de Freda comenzaron a sacudirse levemente para acabar desenbocando en ruidosas carcajadas dado lo ridículo de la situación. León se volvió hacia ella y la rodeó con los brazos estrechandola contra sí, y la meció y alzó en el aire mientras reían.

León: Ay, Freda... Cuantos dolores de cabeza me darás...

Freda: Y los que te voy a dar como no vayas a la herrería y consigas ese puesto...

León suspiró y puso los ojos en blanco, pero sonreía.

León: Bien, tu mandas, ya no eres una niña.- dijo- Pero yo me quedo a ver como te lavas.
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Mensaje por Rittmann »

Freda, Janusz y Kyron

La taberna de la posada estaba empezando a llenarse de parroquianos, ajenos al jaleo de la noche anterior. Janusz y Kyron se habían lavado las heridas de los oidos, y pese a la extraña sensación de debilidad, parecían estar recuperando las fuerzas rápidamente a medida que subía el sol al cielo. Quizás parte de la culpa la tuvo la panceta de cerdo frita y el puré de calabacín que la acompañaba, así como las salchichas acompañadas de mostaza y col del potente desayuno que la posadera les había preparado como reconstituyente.

Leon no se quedó al desayuno. Ante la insistencia de Freda, salió de la posada para encontrarse con el herrero y pedirle trabajo cuanto antes mejor, pero no sin antes lograr que Freda se quedase a cargo de sir Olivar hasta su regreso. El viejo caballero no objetó, y cuando Freda estuvo lavada y vestida, bajó hasta la taberna de la posada. Allí apenas probó nada, pero no dudó en coger algo del puré de calabacín y de la col hervida con mostaza para subírsela a su madre a la habitación y así darle algo para el desayuno.

Sir Olivar, entre tanto, estaba sentado a la mesa con aire dubitativo. Parecía estar dándole vueltas a todo el tema del sueño extraño y sus aún más extrañas consecuencias, y preguntaba a Janusz y a Kyron por los detalles y pormenores que fuesen capaces de recordar. La neblina que envuelve los sueños empezaba a hacer mella en ellos, y a medida que avanzaba la mañana parecía ser más y más complicado para los dos hombres recordar los pequeños detalles, pero para cuando Freda volvió a bajar para desayunar ella, ser Olivar ya había llegado a una conclusión.

Olivar : Sentáos, señorita. Ciertamente, todo este asunto del sueño es... Intrigante. Y nunca oí de dos individuos soñando casi idénticos sueños una misma noche, y despertando heridos por la mañana. Decidme, ¿recordáis la forma de las torres de la ciudad? ¿Si había una montaña junto a ella? ¿Las maneras de vestir de los atacantes?

Y Frideswide en efecto los recordaba, y a medida que los describía, las miradas que intercambiaron Janusz y Kyorn fueron de preocupación. Cada vez tenían menos dudas que los tres habían vivido, de alguna manera, un mismo sueño en el que o habían muerto, o habían sufrido algún terrible mal que por la mañana aún resonaba en sus cuerpos. Freda, más recuperada de su estómago, recobró el apetito y comió ávida de recuperar fuerzas.

Olivar : En verdad os digo que jamás vi nada semejante a esto que me explicáis, y que estoy... Desconcertado. Si mi sugerencia os sirve de algo, creo que este relato vuestro debería llegar a oidos de los maestres de Antigua. ¿Quién sabe si esos sueños se repetirán?

Kyron miró a su señor con ojos inquisitivos. Antigua estaba en el trayecto delEstrella de Lys , y sin duda sería un buen modo de salir de Lannisport. Con suerte, elEstrella partiría en un día hacia el sur tras los funerales de su capitán.

Olivar : Conozco desde hace años al maestre Daeron. Es pariente mío por parte de padre, y uno de los maestros que enseñan a forjar a los novicios sus eslabones en la ciudad del saber. Mañana por la mañana partirá un barco lyseno hacia el Rejo, y de ahí hacia Antigua y más al sur. No sabemos qué puede pasar...

Sir Olivar se interrumpió a sí mismo cuando vio entrar a toda prisa a un Leon con cara de preocupación. Leon se acercó a la mesa donde estaban los cuatro sentados, y se acercó a Freda con gesto serio.

Leon : Les he visto. Esos que nos atacaron anoche.

Con aquellas palabras, Leon recibió toda la atención de los demás.

Olivar : ¿Dónde?

Leon : Fui a casa de Elia Lannister para pedirle las referencias para el herrero. Esos mercenarios estaban en su patio de armas. Creo que no me han seguido - dijo nervioso, y se giró hacia Freda -. Esto no me gusta nada, Freda. Nada de nada.
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Arioch el Viernes, 6 de Julio del 2006 a las 17:11

Mensaje por Rittmann »

Kyron

La sensación de limpieza le trajo recuerdos de su niñez. En los días en que tocaba bañarse y Kyron correteaba por toda la casa evitando por todos los medios ser tocados por el líquido elemento que además a su madre le gustaba calentar hasta el punto en que se podría cocinar. Cuando inevitablemente caía bajo las garras del agua y el jabón, Kyron se sentía como un cangrejo cociéndose poco a poco. Afortunadamente para el niño Kyron, lo de bañarse no sucedía muy a menudo, tan sólo cuando tenían que ir a algún sitioespecial . Las orejas estaban limpias después de unos cuantos duros restregones, tal como lo estaban ahora tras lavarse las heridas.

Kyron husmeó un poco bajo sus axilas y pensó que ya iba tocando bañarse de nuevo. No era como cuando niño que nada en el mundo podía convencerlo para que se mojara siquiera un dedo del pie. Los años le habían enseñado que llevar una cuidada higiene personal le prevendría de contraer ciertas enfermedades. Entre el viaje a Lannisport y los últimos acontecimientos no habían tenido ocasión de agenciarse una bañera, ni tan siquiera de madera. Y si seguían su viaje en barco hacia el sur la perspectiva de encontrar una no sucedería en varios días más.

Kyron se sorprendió al verse pensando en este tipo de asuntos y se preguntó si el extraño sueño de aquella noche tendría algo que ver. Poco a poco se habían ido borrando algunos detalles, nublando otros e intuía que otros empezaban a ser alterados por su propia imaginación.

La sensación de debilidad, por fortuna, fue mermando progresivamente a medida que se metía entre pecho y espalda cuanto comestible se ponía a su disposición frente a él. Le dio tiempo a reconocer la panceta que mojó profusamente en un puré que juraría que era de calabacín. No preguntó. Y tampoco por lo que era que invadía el plato de la salchicha, sólo supo que olía a gato muerto; pero se camuflaba bastante bien con otro sabor y que en conjunción hacían del plato algo exquisito. Por supuesto, Kyron no era ningún gourmet ni nada por el estilo y en la mayor parte de los casos se limitaba a deglutir los alimentos.

Sir Olivar, entre bocado y bocado, les hizo muchas preguntas tanto a Janusz (así se llamaba el hombre de la cicatriz en el cuello) y a él. Y no ocultó su asombro ante la semejanza en muchos puntos entre los sueños A Kyron también lo tenía perplejo, aunque dejó de un lado su pasmo para después del desayuno.

Era como si al dormirse, se hubieran visto transportados a otro mundo. Otro mundo en el que eran otras personas diferentes. Kyron no estaba seguro de dónde era ese lugar, aunque tenía sus sospechas. Y Freda (la muchacha que iba con el hombretón) completó algunas de las piezas del rompecabezas que eran sus ideas.

Su maestro y señor propuso viajar a Antigua. Kyron era partidario de esta idea. En realidad, se mostraba afín a cualquiera que trajera consigo el hecho de abandonar Lannisport y si era cuanto antes pues mucho mejor. Además, el hecho de dirigirse a Antigua no alteraba los planes hechos antes de aquel extraño sueño. Al menos no en lo que a él concernía, aunque puede que sí valiera para convencer a alguno de sus compañeros de sueños y ataques mercenarios. A base de extrañas coincidencias empezaba a entretejerse un invisible lazo entre ellos. O quizás ya existía antes de que se conocieran.

Divagaba. Su mente aún recuperando sus fuerzas flotaba por encima de los olores de los alimentos que inundaban la sala. Iba a tratar de decirles algo sobre el viaje a Antigua cuando las puertas se abrieron de golpe dejando paso a Leon. ¡Los mercenarios de la otra noche estaban en el patio de armas de Elia Lannister!

Kyron: ¿Pero qué demonios hicisteis en aquella casa? Y a un Lannister nada menos. En fin, supongo que eso facilita un poco las cosas. No creo que piense en daros trabajo si ha contratado a esos asesinos para acabar con vuestra vida. ¿Nos acompañaréis a Antigua, pues?
>> Aunque, no me opondré a cualquier plan que involucre devolverles la moneda a esos tipos. Siempre y cuando tenga para defenderme algo mejor que un muslo de pollo.
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