Capítulo 2: ...en un lugar extraño

Una vieja maldición acecha a un grupo de viajeros sin relación aparente entre sí. Y empieza una frenética búsqueda por Poniente de la verdad...
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Arioch el Viernes, 23 de Marzo del 2006 a las 19:29

Mensaje por Rittmann »

Kyron

¡Acero Valyriano! Y no una espada, montones de ellas. Una armería repleta de espadas forjadas en el metal de la desaparecida Valyria, la ciudad de las leyendas. Kyron no sabía mucho sobre su historia, pero sí sabía bien una cosa y era que aquella ciudad hacía años, muchos años que había dejado de existir. Entonces?,

?entonces Kyron se maldijo por no haberse dado cuenta antes de lo que estaba sucediendo. Estaba claro, aquello era un sueño. Estaba soñando. Había creído despertar del sueño, pero no había sido así. Nunca antes le había ocurrido nada parecido. Sus sueños podían ser raros e incoherentes, pero nunca tan sumamente complicados. Y eso cuando se acordaba de lo que sucedía en ellos que no era la mayor parte de las veces. Por lo general, tan sólo unos retazos inconexos y borrosos sobrevivían al desayuno y el resto morían en el almuerzo. De todos los sueños que había tenido en su vida tan sólo recordaba tres: el primero en el que se convertía en rey de los Siete Reinos y volaba a lomos de un dragón, el segundo uno en el que su madre moría de forma atroz y el tercero el extraño sueño de aquella misma noche, del que creía haber despertado y que ya empezaba a empañarse con la niebla del olvido.

Idiota, idiota, idiota. Se lo repetía una y otra vez. Ensayó un par de mandobles con la espada y sintió un extraño escalofrío al percibir lo real de este sueño, mucho más real que cualquiera que hubiera tenido antes. Iba a ser una pena tener que dejar aquella espada cuando despertara y aquel pensamiento le hizo reaccionar.

?Está bien. Si esta hoja y yo sólo vamos a estar unidos durante este extraño sueño habrá que aprovechar mientras dure.?

Salió a la calle y se sintió abrumado por la cantidad de detalles con los que su imaginación había dotado las calles de la ciudad perdida, aún a pesar de no saber mucho de ella. Es increíble, casi diría que es cosa de magia o brujería. Los dioses?, no, los dioses no.

Trató de parar a un par de personas, pero no le fue posible. Todos huían, aterrorizados y enmascarados por el espanto. Algo les estaba asustando, un miedo como el que nace cuando está en peligro la propia muerte. Había visto esa cara antes, pero siempre le impactaba. Algún día quizás yo estaré en su misma situación y entonces?

?entonces Kyron se contagió de aquel espanto. Aquí y allá, centenares de antorchas se acercaban al lugar en que él se encontraba y junto a las antorchas, una numerosa soldadesca pertrechada para la guerra.

Pero, no luchaban contra un ejército. Aquella gente entraba en las casas, robaba, saqueaba, mataba, quemaba, violaba,? No era una batalla, era una masacre, una invasión, una pesadilla.

Y en las pesadillas uno no se siente tan fuerte. Aún sabiendo que todo aquello no era real, el instinto de supervivencia pudo más que las ganas por probar el acero valyriano en este reino soñado y Kyron giró sobre sus talones corriendo en dirección contraria a la que hasta ahora seguía. Con suerte, encontraría algún lugar por el que escapar de aquel infierno.
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Maska el Jueves, 29 de Marzo del 2006 a las 17:21

Mensaje por Rittmann »

Janusz:

Asomando medio cuerpo por el balcón, Janusz observó lo que se le venía encima. Cientos, quizá miles, de soldados avanzaban como un río ardiente que se desbordara por las calles de la ciudad. Las puertas se hacían astillas a su paso, y el río se colaba en el interior de las casas, arrancando gritos a la noche y dotándola de la lustrosa iluminación de las llamas.

La guardia de la ciudad se batía en retirada ante el incontenible avance de las fuerzas invasoras. Desde donde se encontraba, podía contemplarlo y oírlo todo, como el espectador de una obra de títeres, conociendo todos los puntos los puntos de vista y escuchando al narrador desentrañar los secretos que impulsan a los personajes. Sin embargo, las marionetas que corrían en su dirección amenazaban su vida, si es que realmente no estaba delirando o alucinando.

Correr con la guardia parecía lo más inteligente en esos momentos. Pero, pensándolo mejor, la guardia no se batía en retirada, por supuesto. Se replegaba a zonas más fácilmente defendibles. Esto no se trataba de un campo de batalla, donde unos de los bandos podía dar la orden y permitir a sus hombres correr por sus vidas, fuera de forma ordenada o en desbandada, sino que se trataba de una ciudad, y el retroceso se realizaba radialmente, hacia el centro de la urbe.

Aún así, tenía que tomar una decisión, y lo hizo rápidamente, pues si se demoraba, el devenir de los acontecimientos hubiera dejado de considerarle como una pieza independiente y hubiera tomado la decisión por él.

Saltó la baranda y se dejó caer sobre al suelo sobre las puntas de los pies, rodando sobre la mugre y levantándose a continuación castañeteando los dientes por la vibración del impacto con el suelo.

Los soldados pasaban junto al edificio al que se había encaramado cuando por fin consiguió calmar el temblor de sus huesos, y Janusz se unió a su frenética procesión calle abajo, mirando a ora sus rostros contorsionados por el miedo, la fatiga y la desesperanza, ora el salvaje avance de los invasores.

?De peores has salido, Janusz, y recuerda que esto no puede ser real?, se dijo. Y la seguridad de que no se estaba engañando le insufló algo de valor.

Y así, Janusz corrió junto a los desconocidos defensores de una ciudad cuyo nombre no sabía, huyendo de unos enemigos cuya procedencia no podía discernir. Y no pudo evitar soltar una carcajada mientras lo hizo.
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Rittmann el Viernes, 30 de Marzo del 2006 a las 12:08

Mensaje por Rittmann »

Freda

Las fuerzas de Freda eran ya escasas, pero no lo suficientemente escasas como para que, azorada por la urgencia de huir de la muerte alada que surcaba los cielos por encima de las aguas del puerto arrasando con la flota invasora, sus piernas no respondiesen al impulso por sobrevivir. Obligándose a bajar a aquel lugar inmundo, Freda se sumió en la profunda oscuridad de las cloacas.

Avanzando a tientas para separarse lo máximo posible del puerto, Freda pronto perdió en la oscuridad todo sentido de dónde estaba. Se dio cuenta que si seguía avanzando en aquella oscuridad, lo tendría difícil para saber por dónde había entrado. Y entonces, la pared mugrienta por la que se guiaba empezó a girar a su izquierda, y el suelo a inclinarse hacia abajo. Si seguía avanzando en la oscuridad, corría el riesgo de perderse en aquellas alcantarillas oscuras.

De modo que Freda se detuvo, y se acurrucó esperando a que terminara todo. Pero el eco de las explosiones, de la terrible batalla de los dragones, de los edificios en llamas derrumbándose, el hedor del lugar, el cansancio... Todo aquello se arremolinó para que Freda acabase sumida en el oscuro abrazo de la inconsciencia...

Kyron

Las tropas invasoras avanzaban hacia la parte alta de la ciudad con una implacabilidad terrorífica. Mientras Kyron corría huyendo de ellas, se dio cuenta del cerco que habían formado desde el puerto, envolviendo los barrios de la ciudad. Aquella ciudad no contaba con murallas hacia el mar, y tierra adentro subía en pendiente hacia la ladera de una montaña que dominaba el paisaje contrario al mar, y en la que con las luces de los incendios pudo ver una muralla sencilla. Quizás podría aspirar a huir por allí hacia la montaña, lejos de los invasores.

De modo que con aquella idea en mente, Kyron corrió y corrió sin mirar atrás. Pero no era el único que corría, pues de todas partes parecía surgir gente que huía de la marabunta que subía por las calles hacia la colina. Así fue como Kyron se convirtió en uno más de ellos, y con ellos tuvo que desviarse de las entradas del barrio noble que estaba situado en la parte alta de la ciudad. En sus entradas, había numerosos cuerpos de la guardia preparando barricadas y defensas contra los invasores, y no sólo no dejaban pasar a nadie, sino que además disparaban sus arcos a cualquiera que buscaba refugio tratando de huir de la masacre.

Mientras Kyron avanzaba colina arriba, se fue dando cuenta que aquel barrio fortificado dentro de la propia ciudad ocupaba toda la extensión de la parte superior de la misma, y que sólo a través de él era posible escapar... Pues por los otros lados de la ciudad, los invasores que avanzaban ya habían tomado las demás salidas de la misma. Viendo con la perspectiva de la altura la ciudad en llamas, Kyron se dio cuenta que su única opción de supervivencia pasaría por lograr entrar en el barrio fortificado, como bien habían entendido ya muchos de los que trataban de entrar por la fuerza en él.

El muro, sin embargo, era más de vigilancia que militar, y las puertas del mismo no estaban preparadas para un asalto militar en toda regla o un asedio. Servían más para mantener a los plebeyos lejos de sus señores que otra cosa. Quizás los soldados que los defendían acabarían por huir... Pero Kyron no tenía otra opción si quería huir. Debía unirse a la gente de la ciudad y forzar su camino a través de una de las puertas. Y así lo hizo.

En la siguiente barricada que encontró, Kyron vio a medio centenar de personas presionando a apenas una decena de guardias para entrar en el barrio noble. Los guardias habían abatido ya a una docena de personas, que con furia golpeaban con piedras y cualquier cosa a mano a los guardias. Kyron, al ver que cedían terreno, no lo dudó y empujó como el que más. Recibió golpes y magulladuras, pero nada serio gracias a las protecciones que su vestimenta de guardia de la ciudad le proporcionaban. Con alivio, notó cómo la barricada de guardias cedía, y al fin eran libres para entrar en el interior del barrio noble.

Janusz

Janusz se quedó sorprendido al comprobar que los defensores de la ciudad no se retiraban con tanto orden como le había sugerido su posición elevada. Sí, habían recibido una orden de retirada, pero era una retirada un tanto caótica en que costaba discernir quién daba las órdenes y quién las obedecía. Dos oficiales jóvenes y con una evidente falta de experiencia en el campo de batalla real discutían sobre hacia dónde ir, y a Janusz se le hizo muy pronto evidente que de seguir las cosas de aquel modo, la marabunta invasora les atraparía antes de llegar a donde fuera que les hubiesen ordenado replegarse.

No muy lejos, a dos calles, Janusz vio a otro grupo de guardias corriendo, y se le antojó que aquellos eran mucho más decididos que los que él seguía. Las primeras flechas que cayeron sobre su grupo le hizo decidirse por completo, y como una alimaña se escurrió por la calle que discurría entre su posición y la que había visto de los guardias que corrían. Al girarse tras recorrer media calle, vio que el pánico se había adueñado de los soldados con los que había ido, y que los dos oficiales ya no discutían. Sendas flechas los habían mandado al suelo.

Entonces, vio el motivo por el que habían escapado los guardias. Porque no habían corrido, sino que huían de otro de los frentes enemigos que apareció de pronto ante Janusz. Dos de ellos vieron al menudo hombre en la calle, y soltaron sendas flechas hacia él. Con un movimiento rápido, Janusz se refugió en la calle intermedia de las dos llenas de enemigos, y sólo una de las flechas lo rozó levemente sin consecuencias.

Subiendo por aquella callejuela, dejó atrás el peligro que tan de cerca había visto. Como no tenía el aspecto amenazador de un guardia de la ciudad, no se habían molestado en seguirle calle arriba, y de ese modo Janusz logró abrirse paso hasta las partes más altas de aquella ciudad. Entonces vio a un grupo de gente abriéndose paso por la fuerza a través de una barricada montada por la guardia de la ciudad. Eran los propios ciudadanos de a pie de la ciudad que, como Janusz, huían de la masacre y del fuego. Y los guardias, en lugar de protegerlos y dejarlos pasar, trataban de contenerlos y mantenerlos alejados en vano. Y entonces, alzando la mirada, vio que lo que los guardias cubrían eran las entradas al barrio rico de la ciudad.

Janusz se quedó un momento quieto, esperando ver si la barricada cedía. Vio cómo incluso había entre la gente un guardia alto empujando con fuerza, cosa que sólo le indicó cuán desesperados estaban todos por huir, y sonrió cuando vio que la presión había logrado su fruto al ver ceder la barricada. Una vez más, se escurrió como una lagartija a través de la barricada destruida en busca de un lugar seguro monte arriba.

Janusz y Kyron

Corriendo cuesta arriba en busca de una de las salidas no controladas, tanto Kyron como Janusz se sorprendieron por el esplendor de las edificaciones de aquel lugar. Jamás habían visto torres tan ornamentadas ni esbeltas, ni decoraciones tan reales en sus múltiples mosaicos.

Y entonces, al pasar junto a la torre más alta de todo el complejo de mansiones nobles, un sonido atronador los mandó al suelo a ambos, tapándose los oidos. Levantando la vista, vieron un enorme cuerno negro enroscándose en la torre, despidiendo un sonido abrumadoramente inhumano que por un momento les dio la sensación que les haría estallar la cabeza. El sonido se prolongó un buen rato, y ni Kyron ni Janusz ni nadie pudieron hacer nada en aquellas calles salvo caer al suelo y rodar presa del dolor del cuerno...

Continúa en el Capítulo 3: Malditos
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