Capítulo 1 - Extraños...

Una vieja maldición acecha a un grupo de viajeros sin relación aparente entre sí. Y empieza una frenética búsqueda por Poniente de la verdad...
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Arioch el Viernes, 12 de Enero del 2006 a las 02:03

Mensaje por Rittmann »

Kyron

Como un caballo desbocado. Así se encontraba su corazón en el momento en que se dio cuenta que los gritos de Bertha, la cocinera, no se debían más que a un mendigo que se había colado en la despensa y que le había dado un susto de mil demonios.

Para susto el que me he llevado yo, vieja bruja ; pensó Kyron.

Notaba como todos los músculos de su cuerpo se habían puesto en tensión ante el grito procedente de la parte de atrás de la posada. Los humores del guerrero fluían junto con la sangre en sus venas y ahora que su cuerpo se había preparado para entablar contienda, se sentía inquieto. No sabía que hacer con la energía reunida y no empleada. Tomó una jarra y empezó a darle vueltas por puro aburrimiento. Necesitaba tener las manos ocupadas en algo.

Pero, Garrison, el tabernero, se apresuró en quitarle la jarra. La sala estaría cerrada y Ser Olivar había propuesto que continuaran la conversación en sus habitaciones.

¿Hablar de qué? Ya había poco de lo que hablar, salvo seguir hilbanando absurdas conjeturas que no les llevaban a ninguna parte. En el caso que aquellos mercenarios fueran a atacarles de nuevo, estaba claro que no lo harían en la posada. Y también estaba más o menos claro que el resto de los que estaban reunidos bajo aquel techo sabían tan poco como el propio Kyron. Las coincidencias entre sus historias eran muy ligeras. Estaba claro que cada uno se había guardado algo de su propia historia. Pero, todo el mundo tiene secretos. Eso no era nuevo. De todas formas no creía que lo que se guardaran fuera sobre el ataque. No se lo pareció así a Kyron.

La mujer de pelo negro parecía ser de su misma opinión. Se despidió y deseo buen viaje a los que hubieran de partir al día siguiente. No recordaba que se hubiera presentado, o al menos no recordaba su nombre. Si aprehendió el del hombre que lo acompañaba. León, fácil de recordar. El blasón de los Lannister ondeó ante los ojos de su mente. Y si... No, no creo.

Le tocó entonces el turno a Kyron a responder a la propuesta de Ser Olyvar, aunque en relidad no tenía mucha elección en aquella decisión.

Kyron: Os seguiré donde vayáis, Ser. Mas, si de mi depende quisiera abandonar esta ciudad cuanto antes. No, por temor a esos mercenarios, pues no tengo miedo de ellos en ningún caso. Mis asuntos en esta ciudad han terminado y si los vuestros también lo han hecho, no veo motivo alguno para permanecer más tiempo aquí.

Kyron acarició inconscientemente la bufanda que tenía acomodada alrededor del cuello y esperó a ver si alguno tenía algo más que decir.


Una vez se hubieron ido todos, Kyron se dio cuenta que no tenía sueño. Estaba demasiado inquieto por el incidente del mendigo, en el que no había podido aprovecharse de las fuerzas reunidas ante la sensación de peligro. Se quitó la parte superior de sus vestiduras y trató de desofogarse haciendo algo de ejercicio.

No es lo mismo que pelear, pero servirá.

Mientras hacía sus ejercicios, Ser Olivar lo ponía al día de sus planes para el día siguiente. Deberían levantarse temprano, antes incluso del amanecer. Así que cuanto antes se acostara mejor. Cuando Kyron creyó que ya había sido suficiente, Ser Olivar llevaba un tiempo acostado. Había tenido la gentileza de dejar la tea encendida para que pudiera continuar. Antes de acostarse tomó su arma y la guardó bajo la almohada. Esta vez no lo pillarían desarmado si había algún incidente inesperado. Apagó la luz y se fue a dormir.


El viento soplaba fuerte sobre la cubierta del barco. Kyron esta vez ni siquiera había tenido ocasión de echar el desayuno por la borda. Su único pensamiento era mantenerse de pié y para ello lo único que podía hacer era agarrarse a cuanto asidero encontraba en su camino. No recordaba porqué había subido y dejado la comodidad del castillo de popa ahora que todo un temporal se abatía sobre ellos.

Miró a un lado y otro tratando de encontrar a Ser Olivar entre la tormenta. Pero, la lluvia se le metía en los ojos y no le permitía ver con claridad mucho más allá de su posición. Tampoco reconocía a ninguno de los marinos que estaban cerca de él. No estaba seguro, pero tenía el presentimiento que ni siquiera hablaban su propia lengua. Aún así, alzó la voz y preguntó al más cercano si sabía dónde estaba Ser Olivar. Nada. No contestó. Gritó más fuerte, tratando de superar en volumen al aullido del viento y a los truenos que se acercaban cada vez más desde poniente.

Nada. Volvió a intentarlo con todas sus fuerzas. Notó como si lo empujaran con unas manos grandes y fuertes como un uro. Antes de darse cuenta de lo que estaba pasando había dado una vuelta sobre sí mismo. Sintió que caía. Y al instante sintió que chocaba contra el suelo. Pero, el suelo estaba hecho de agua. Se hundió, pero poco después emergió de nuevo. Vio como el barco pasaba a su lado. Nadie hacía nada, no se habían dado cuenta que había caído. Gritó al tiempo que trataba de permanecer a flote. ¿Sabía nadar? No lo recordaba. Se hundió y volvió a salir. Gritó de nuevo, pero nadie le oyó o pareció oírle. Volvió a hundirse y esta vez no salió a flote.

Se hundía y hundía cada vez más. Al principio trató de contener la respiración. Mantener la boca cerrada. Pero, involuntariamente el líquido iba entrando por sus fosas nasales. Entonces trató de respirar por la boca y fue peor. Se ahogaba. Tragaba y tragaba más agua. Pero, no era agua. No era agua ni estaba salada. Pero, el sabor le era conocido. Un sabor largo tiempo olvidado. El sabor de la leche, pero no de la leche de cabra, de oveja o de vaca. No, no era como esas leches. Bebió y bebió de aquel mar de leche y ya no notó que se ahogaba. Al contrario, el mundo a su alrededor se tornó cálido y acogedor. Seguro. Protector. Sentía que nadie podía herirlo ni hacerle daño.

El mar de leche poco a poco fue bajando y dejando ver una figura humana. Kyron se encontraba apoyado en su regazo y chupaba de un enorme pezón de color rosado y la leche era cálida. Podía sentir el amor, sí era amor. Aquel ser lo amaba y no dejaría que nada malo le ocurriera. Alzó sus ojos. Los largos cabellos caían por los hombros. Sus ojos fueron subiendo. No podía ver bien su cara, pues el sol a su espalda hacía que estuviera oculto por sombras. Como adivinando lo que estaba pensando, la cara se apartó los cabellos y se giró hacia Kyron mostrando su rostro a la luz. El rostro del capitán Baarbo apareció ante él. Moribundo, la muerte rezumando por cada poro. Los ojos se derretían la cara se volvía putrefacta al tiempo que el pelo se caía en mechones desmadejados. Al final tan sólo quedaba una calavera sobre un cuerpo gigante de mujer. Las hileras de dientes se apartaron como tratando de articular palabras con aquella boca sin lengua. Y finalmente una voz lo inundó todo:

Valar Morghulis


Kyron despertó bruscamente con el cuerpo cubierto en sudor. Aún no había amanecido y Ser Olyvar no parecía haber notado nada. Al menos no había gritado en sueños. Tenía la extraña sensación de que olvidaba algo. Palpó bajo a su almohada y encontró su arma y la bufanda que le había regalado su madre el día anterior. ¡Eso era! La chica morena había dicho que trabajaba para Elia Lannister, igual que su madre. No sabía si tenía algo que ver; pero, bien valía le pena hacer algo. A lo mejor su madre corría peligro. El miedo por lo que pudiera ocurrirle a su madre se alojó en cada gota de sudor producido por la pesadilla. Y sintió frío.
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Maska el Jueves, 18 de Enero del 2006 a las 13:51

Mensaje por Rittmann »

Janusz Varetzky:

Cuando los gritos de la posadera inundaron el salón, los presentes parecieron a punto de saltar. Janusz se lo tomó con más calma. Ya había malgastado la bebida una vez, y no pensaba hacerlo de nuevo, así que se bebió lo que quedaba en la jarra de un largo trago. Pronto quedó patente que no habría más problemas. Un mendigo se había colado en la despensa, y la irascible mujer lo echaba de su establecimiento a patadas y aullidos.

El posadero les informó de su deseo de cerrar cuanto antes, por lo que Ser Olivar propuso que continuaran la conversación en su habitación. Los compañeros de Janusz parecían bastante escépticos al respecto de todo el asunto. No es que pudiera culparlos de ello, aunque no podía evitar preguntarse hasta qué punto era extraño el criterio de las personas con respecto a las circunstancias del azar.

El propio Janusz consideraba ridículas sus observaciones a primera vista, y estaba convencido de que no estaba en ellas la causa de sus problemas. Pero quizá sí eran parte de él. Si no era tenido todo en cuenta al analizar un problema, la solución raramente era satisfactoria. Y sin duda había que comenzar por algún sitio.

La conversación en la habitación del caballero fue, empero, breve e insatisfactoria. Ser Olivar nos ofreció pasaje en el barco en el que él mismo partiría al día siguiente. El pasaje era caro, pero quizá Janusz pudiera pagarlo con su trabajo. Ya lo había hecho en alguna ocasión.

La muchacha dejó claras sus intenciones de quedarse allí y obviar cualquier indicio sobre el motivo de los asesinos para proseguir con su vida normal. Si los hombres con los que se encontraba hubieran sido otros, quizá Janusz hubiera propuesto una apuesta sobre el tiempo de vida que le quedaba a la chica. Algunos consideraban tales asuntos de mal gusto, pero para Janusz, el humor negro era una forma más de enfrentarse a la inevitabilidad de la muerte.?Al final me llevarás, pero lo harás con el rostro ruborizado por la vergüenza?.

El otro hombretón, por supuesto, acompañaría a su señor.

Janusz: ?Sólo estaba en la ciudad de paso hacia el sur?, comenzó Janusz, mientras se toqueteaba distraídamente la cicatriz del cuello. ?No creo que peda reunir tanto dinero antes de mañana, pero he servido en varias ocasiones en otras embarcaciones como marinero. Siempre hacen falta manos expertas, sobre todo si su poseedor no pide más pago que una hamaca por las noches y tres comidas diarias.?


Imagen No he acabado el turno, pero por si no tengo tiempo de acabar, con esta parte debería ser suficiente para que continuaras.
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"La única canción de amor que me emociona es la que los muelles de nuestra cama entonan."

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Rittmann el Sabado, 20 de Enero del 2006 a las 23:08

Mensaje por Rittmann »

Janusz

Sir Olivar asintió a las palabras de Janusz.

Olivar : Sin su capitán, elEstrella de Lys va a ser un pequeño caos. Será difícil que cojan a nadie, pero puedo tratar de convencerles que sustituyas algunas funciones de aquellos que las varíen para poder tomar el mando y roten sus responsabilidades. No será muy difícil, espero.

Janusz asintió, y convino la hora con sir Olivar. Como no tenía más que tratar con él, se despidió y se fue a descansar un rato. Mientras avanzaba por el pasillo de la posada, Harald suspiró.

"Al final, me quedaré sin saber si este lugar vale o no la pena... Bueno, pronto veremos qué tal es Altojardín."

Continúa en el Capítulo 2: ...en un lugar extraño
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