Prólogo (Janusz) - Duelo

Una vieja maldición acecha a un grupo de viajeros sin relación aparente entre sí. Y empieza una frenética búsqueda por Poniente de la verdad...
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Prólogo (Janusz) - Duelo

Mensaje por Rittmann »

La tormenta estaba calando hasta los huesos a Janusz, y éste habría preferido mil veces estar en cualquier lugar a cubierto antes que ahí, mojándose de aquel modo. Arrecerado como estaba bajo un roble, de poco servía la cobertura para la que estaba cayendo. Las ráfagas de viento hacían que el agua cayese de todas direcciones, y sólo la capota que tenía encima evitaba que pudiese temer coger una pulmonía.

Viryon : Ese cobarde no va a venir.

Viryon estaba de pie junto a él, y al contrario que Janusz, no parecía preocuparse por acabar calado hasta los huesos. En lugar de eso, miraba desafiante al camino sin cubrirse con la capota. Y se aseguraba que se viese bien su espada al cinto. El gesto de tensión que se le marcaba en el cuello le dijo a Janusz que Vyrion sólo se repetía aquello para darse ánimos. No, no las tenía todas.

Janusz : Cuando venga, espero que no tengas que lamentarlo.

Viryon : ¿Qué has dicho?

Y es que con la lluvia, la voz de Janusz, ya un susurro de por sí, se tornaba prácticamente inaudible. Y Janusz se limitó a agitar la cabeza negando un "no importa" para finiquitar su comentario. Se arropó un poco más con la capota, y se dio cuenta que estaba empezando a temblar de frío.

Pero la espera acabó en cuanto dos caballos al trote aparecieron por la curva del camino, de detrás de unas higueras al margen de un trigal. Y Harmond Swyft, envuelto en su capa amarilla y con una cota de malla bajo las finas vestimentas. Su acompañante era mucho menos pomposo, pero la cota de malla se veía clara, sin nada encima que la tapase.

"Menudo panorama. Nosotros aquí, bajo un árbol con esta tempestad... Esperando que nos parta un rayo. Y ese par envueltos en cotas de malla. Aunque la verdad..."

Janusz interrumpió aquel pensamiento cuando los dos hombres descabalgaron y el escudero, que no tendría más de quince años, cogió las riendas del caballo de su señor.

Harmond : Tienes agallas, Viryon - espetó el noble con altanería -.

Viryon : Déjate de palabrerías, cobarde - dijo, desenvainando la espada.

"Espada prestada" - pensó Janusz, recordando lo difícil que había sido convencer al herrero para que se la vendiese. Entre los problemas de dinero y que el rumor ya lo conocían en media ciudad, no había sido nada fácil la cosa. Pero al final las buenas palabras de Janusz sirvieron.

Y es que el hablar siempre había sido un buen recurso para él. Siempre había usado el habla para salir de las situaciones más delicadas, y no como Viryon, con su gallardía y su porte que le obligaban a comportarse como un caballero sólo porque su padre lo había sido. Janusz se preguntó cómo había acabado con semejante tipo.

Y es que el camino puede ser un lugar curioso de encuentro, y cuando conoció a Viryon cerca de Aguasdulces, no le pareció mal acompañar al joven camino de Lannisport a su propia boda. Y un compañero de camino, para variar, era algo grato de veras.

Claro que todo cambió bastante cuando al llegar a casa de Anya se encontraron al noble Swyft en plena faena con la muchacha, y de ahí al desafío sólo hubo un paso. ¡Desafiar a un noble! Y mantenerlo, por supuesto. ¿Dónde tenía la cabeza Viryon? Si la zorra se dejaba follar por el ricitos, que se dejase. Había más mujeres en Lannisport y en el mundo.

Pero ahí estaban los dos gallos de pelea. Viryon, temblando. No se le veía, pero Janusz sabía que estaba muerto de miedo. Se habían pasado la mañana practicando con la maldita espada, y no tenía el chaval ni idea de cómo sujetarla. Con suerte, eso le permitiría salir sólo humillado, pero vivo, de la contienda.

Harmond al fin desenvainó su espada. De lejos parecía buen acero, afilado, y el filo era casi medio metro más largo que el de la espada de Viryon. Por un momento, pareció que el forastero se amedrentaría, pero de repente arrancó a toda velocidad cargando contra el noble.

"Lo va a destrozar" - pensó Janusz, viendo aquella carga alocada.

Pero para su sorpresa, Harmond resultó ser algo más torpe de lo que era de esperar, y blocó el golpe en lugar de tratar de aprovechar la carga para asestar un golpe letal. Una parada poco impresionante, que le hizo resbalar, caer al suelo y llenarse de barro. Viryon cayó con él, y los dos hombres se revolvieron por el barro hasta que la capa amarilla del Swyft perdió su color bajo la suciedad.

Viryon estaba fuera de sí, y propinó un puñetazo tremendo en la mandíbula del Swyft con el pomo de la espada. Un movimiento tosco pero tremendamente eficaz, tanto que hizo saltar un diente a Harmond.

Harmond : ¿Maldito pueblerino? - clamó contrariado -. ¡Te voy a sacar los intestinos!

Viryon saltó a un lado, pero la estocada del Swyft le sesgó de refilón en el costado y lo que debió ser una esquiva limpia acabó en un grito de dolor y con Viryon revolviéndose por el suelo. Pero el Swyft, que probablemente habría acabado ahí el duelo, estaba fuera de sí por el golpe que había recibido, y se giró para rematar a Viryon. Levantó su espada con las dos manos, y la dejó caer...

Un relámpago cayó cerca, y cegó a todos en la oscuridad de aquella lluvia.

Cuando Janusz recobró la vista, vio que justo en el momento en que Harmond había bajado su espada, Viryon se había revuelto y atravesado el vientre del Swyft. Pero eso no había impedido a Harmond partir el craneo de Viryon en dos, y la sangre de ambos empezó a manar sobre el agua. Unidos por sus espadas, rígidos por la tensión del momento, los dos cadáveres quedaron de pie bajo la lluvia.

Y Janusz miró de reojo al escudero, que acababa de mearse encima al ver morir a su señor.
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Maska el Lunes, 2 de Octubre del 2005 a las 13:37

Mensaje por Rittmann »

Janusz Varetzky:

Las espadas entrechocaron por primera vez. El acero de Viryon salió despedido de su mano y trazó tirabuzones en el aire hasta clavarse en la blanda tierra, varios metros más allá.

Janusz: ?Si no eres capaz de mantener la espada en la mano durante una parada, más te vale que vendas todas tus posesiones, compres un caballo y no bajes de su grupa hasta que los calzones se te hayan pegado a la piel.?

Viryon gruñó, pero no dijo nada. Con gesto sombrío, se acercó a la espada y la tomó de nuevo en la mano derecha, apretándola entre sus dedos índice, anular y meñique.

Janusz: ?No imites mi agarre. Esa espada no es un arakh ni un sable braavosi. Limítate a sujetarla firmemente.?

Las espadas volvieron a entrechocar. Esa vez, Viryon aguantó tres lances antes de acabar en el suelo, desarmado.

Al final de la mañana, Janusz tenía la muñeca dolorida y las piernas cargadas. Y Viryon, como cabía de esperar, seguía siendo un inepto. El joven pueblerino no tenía experiencia ni siquiera en grescas callejeras, no tenía un ápice de picardía, cargaba contra Janusz como un toro de un solo cuerno. Era lo bastante patético, confiaba, como para que el tal Harmond se apiadara del pobre y no lo trinchara como a un pavo.

Claro que no contaba con la ineptitud del propio Harmond. Al parecer, habían bastado quince años de paz para que los blandos papagayos petimetres surgieran de nobles vientres como seta en una ciénaga.

Viryion y Harmond se habían matado mutuamente, y ambos permanecían en la misma posición en la que habían muerto, mirándose a los ojos, con los rasgos en eterna transición de la furia a la sorpresa.

Janusz suspiró y se rascó la cicatriz del cuello. Un ligero sarpullido rojizo le aparecía allí cuando el vello facial comenzaba a asomar las puntas y rompía la sensible piel. Se había acostumbrado al escozor, pero cuando se ponía muy nervioso, parecía como si la sangre le burbujeara furiosa bajo la piel, el sarpullido brillaba granate y el picor era sumamente molesto.

Sin embargo, algo escocía con más fuerza. Había conocido a Viryon en Aguasdulces, a medio camino entre le tridente y Lannisport. Algo más joven que Viryon, henchido de gallardía y valiente, se dirigía a su boda. En ningún momento su carácter había llamado la atención de Janusz, pero era agradable tener un compañero de camino que no tratara de apuñalarle por la espalda.

Claro que caminar con él hizo que el viaje fuera más lento. No podía robar caballos para agilizar el trayecto, ni colarse en una caravana de mercancías. Pero Janusz tenía tiempo de sobra. Y Viryon también, auqnue se empeñaba en lo contrario. Al final había tenido razón.

Janusz se calmó y dejó la cicatriz en paz. El agua que le resbalaba por el cuello calmaría el escozor. Viryon no iba a levantarse, y lo menos que podía hacer era librarse del escudero de Harmond y aprovechar la situación.

El escudero no era más que un chaval. Aún no debía haber cumplido su día del nombre, aunque probablemtne estaba cerca, y su rostro era fino como el de un niño. En estos momentos parecía aún más crío, desprendiendo un fuerte olor a meados, abrazándose a sí mismo, en silencio, tembloroso y claramente conmocionado. Ahora que lo veía de cerca se daba cuenta de que la cota de mallas le colgaba fláccida alrededor del cuerpo. Varias hebillas estaban sueltas o mal atadas. A saber qué clase de vida había vivido con el inútil de su amo.

Janusz se acercó al chaval fingiendo una pronunciada cojera y le posó la mano en el hombro para que se volviera y dejara de mirar la escena.

Janusz: ?Siento lo ocurrido? , susurró, esforzándose por ocultar la ironía en su tono. ?Vuestro señor parecía un hombre valiente y capaz.?

El escudero lo miró en silencio. Sus ojos estaban vidriosos y húmedos. Probablemente lloraba. Estaba asustado, lo bastante como para no molestarse en ocultarlo. Lo bastante como para hacerle caso sin cuestionarse sus motivos.

Janusz: ?Lo hecho, hecho está. Ya no hay vuelta atrás. Los padres de tu señor querrán conocer el resultado.? Janusz hizo una pausa y carraspeó levemente. ?Sin embargo, no podemos dejar a esos dos desatendidos. Hay todo tipo de carroñeros pululando por aquí, tanto de cuatro como de dos patas. Coge el caballo y vé a informar a su familia.? Janusz hizo una nueva pausa, inclinó la cabeza y susurró al oído del escudero con tono confidente, ?pero sé discreto. Sin duda agradecerán que esto no se convierta en un escándalo gracias a ti.?

El escudero, aún en silencio, se acercó a su caballo y Janusz lo ayudó a montar. Momentos después, ambos se habían perdido de vista, y Janusz quedó solo, bajo el aguacero.

Los dos combatientes seguían unidos en la muerte por sus espadas. Y conforme la rigidez de la muerte les fuera agarrotando las articulaciones, más difícil sería que un espasmo muscular repentino rompiera la macabra imagen.

Pero los movimientos de Janusz no eran espasmódicos ni repentinos. Haciendo palanca con la espalda y las piernas separó los dos cuerpos. La espada de Harmond quedó enterrada en el cráneo de Viryon, mientras que su cadáver rodaba hacia atrás. El pueblerino, sin embargo, seguía aún aferrado a su espada.

La espada que había conseguido comprar al herrero por unas pocas tras una ardua negociación y la promesa de abastecer allí sus futuras necesidades de herramientas de combate. Basta y ligera, no sería capaz de sobrevivir a muchas batallas, pero al menos había cumplido su papel.

Janusz rompió los dedos de Viryon y le arrebató la espada.

Imagen Janusz rebuscará en las ropas de los dos muertos y se guardará lo que tengan de valor, incluyendo las espadas. No es que les vaya a servir de nada una vez muertos.


Gruñendo por el esfuerzo, cargó el cadáver de Viryon en el caballo de Harmond y se alejó de allí, guiando al animal por las riendas, en dirección a las tierras de cultivo que circundaban Lannisport.

Imagen Janusz llevará el cadáver a un convento de las Hermanas Silenciosas (si es que hay alguno en las afueras). Si no, lo dejará para los gusanos y los depredadores. Después, tratará de vender el caballo en alguna posada o granja en la que puedan pagar por él.


La tarde estaba bien avanzada cuando Janusz cruzó por fin las puertas de Lannisport, empapado, cansado, con las espadas envueltas en la capa de Viryon al hombro y, oh sorpresa, con algo de plata que gastar.

La intensidad de la lluvia había decrecido hasta el punto de no dificultar la visión. Apenas había pasado una tarde en la ciudad, y en estos momentos no le apetecía ?reconocer el terreno?. Si las circunstancias hubieran sido diferentes, se hubiera acercado a casa de Anya para ?ofrecerle consuelo? tras la muerte de su prometido y su amante, pero eso implicaría involucrarse más profundamente en un asunto que podía granjearle la ira de la familia del tal Harmond. Además, estaba demasiado cansado como para dedicarse a eso. Con suerte hasta podría permitirse que le subieran una bañera con agua caliente a la habitación, si es que encontraba una posada que ofreciera tales servicios.


Imagen Y de momento lo dejo aquí, con Janusz listo para que lo incluyas en la trama. En la posada dejará las armas (para venderlas posteriormente) y sus cosas, y después bajará a comer algo, y así lo tienes listo para el capítulo 1.
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Rittmann el Jueves, 12 de Octubre del 2005 a las 23:16

Mensaje por Rittmann »

Subido a su caballo, el escudero miró una última vez a su muerto señor antes de obedecer los interesados consejos de Janusz. Un gritito surgió de su garganta, y aterrorizado dio rienda al caballo para salir de ese maldito lugar.

Janusz se lo miró mientras se iba. Patético. Se había cagado de veras al ver el cadáver de su amo. Encongiéndose de hombros mentalmente, centró su atención en los cadáveres. Primero, tomó la espada de Vyrion. Luego, la de Harmond. Apartando el cuerpo de Vyrion, pudo ver el horror en sus ojos muertos, y por un momento un escalofrío le recorrió el cuerpo. Qué muerte tan patética y miserable. ¿Acabaría él de manera parecida? Con los precedentes, no sería extraño.

Vyrion no tenía nada que le interesase. Eso lo sabía bien. Ya había registrado sus pertenencias durante el viaje sin que el pobre idiota se diera cuenta, y se limitó a coger las pocas monedas de plata que llevaba siempre escondidas en su bota izquierda.

En cambio, el noble era otro cantar. Un cadáver de un noble intacto... Qué delicia sintieron los dedos de Janusz al quitarle el anillo de verde esmeralda engarzada, o la espada de rica empuñadura con ribetes de oro. Siguió examinando el cuerpo, y halló un paño de seda con un bordado que llevaba las iniciales de Harmond. Las botas eran buenas botas de montar, y finalmente un colgante dedicado al Guerrero apareció colgado de su garganta.

Algunas joyas, nada de dinero. Qué desánimo. Janusz se giró para mirar el caballo, que al menos sería de cierta calidad. Examinándolo de cerca, vio que era una mansa yegua, un caballo perfecto para un inútil temperamental como Harmond. Ni se molestó cuando Janusz puso en su lomo el cadáver de Vyrion.

Tapó el cuerpo con su propia capa, y no tardó mucho en llegar al convento de las hermanas silenciosas. Ellas, sin preguntar, lo descabalgaron y se llevaron el cuerpo. Janusz se limitó a dar una de las monedas de plata de Vyrion para que le dieran un entierro adecuado. Le quedaba más plata por gastar.

Se hacía tarde, y estaba cansado. Deambuló por las calles de Lannisport con el recuerdo de los ojos del idiota de Janusz, vacíos y sin vida, mirándole mientras le rompía los dedos para quitarle la espada. Al menos había dejado de llover, pero nadie caminaba por las cada vez más oscuras calles de la ciudad.

El olor de la comida caliente hizo que Janusz se detuviese. Una posada, cerca del puerto, y con establos.

"¿Y por qué no? Quizás encuentre alguna ganga para largarme en barco de este lugar. No creo que sea prudente venderme por aquí esas joyas ni esa espada..."

Continúa en el Capítulo 1 - Extraños
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