Capítulo 8-B: El Capitán de Góndor

Es el amanecer de la Cuarta Edad. Y en la Tierra Media reina la paz... Pero aún quedan muchas cuentas pendientes. Incluyendo una de los Días Antiguos...
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Capítulo 8-B: El Capitán de Góndor

Mensaje por Rittmann »

Año 25 de la Cuarta Edad, finales de primavera
Pelargir, Góndor


Jugador de esta trama: Kazhi (Ermon)


La tarde había sido mala. A Ermon le dolía la cabeza, y sus piernas se movían cansadas por el ejercicio. Desde que habían llegado los umbareanos a Pelargir, raro era el día que Ermon no terminaba agotado la jornada de trabajo.

Ermon se detuvo al llegar al portal de su casa. Alzó la vista para mirar, como siempre hacía, el noble blasón de su familia. Él era Ermon, hijo de Aramon, del linaje de Arvedain. Siete estrellas rodeando una espada con nombre propio, traida de Oësternesse si la historia de la familia era cierta: Târik, el pilar, la espada pasada de mano en mano generación tras generación y que ahora pertenecía al señor de la casa Arvedain. Y Ermon, como siempre sucedía en los últimos tiempos, bajó la mirada avergonzado de sí mismo.

Con gesto cansino, sacó la pesada llave de hierro de su cinto para abrir la puerta de madera de olivo de la casa, y al pasar el umbral de la puerta sintió de inmediato el agradable olor de un estofado inundando el aire desde la cocina.

Barla : ¡Llega tarde otra vez, señor Ermon! - dijo la familiar voz de su sirvienta desde la cocina.

Ermon quiso sonreir para sí mismo, pero sencillamente no pudo. Con paso cansado fue hacia allí tras desprenderse de la capa que portaba, y la anciana mujer le recibió con gesto entre maternal y de reprobación cuando entró para ver de cerca la cena.

Barla : Si va a llegar tarde, debería decírmelo por la mañana, o dejarme una nota. Ahora tendré que volver a calentar la olla.

Ermon : Muy bien, Barla... Sí, por favor, necesito algo caliente para cenar - le respondió el capitán de Góndor, sentándose a la mesa ya preparada y tomando entre sus manos una hogaza de pan.

Barla se encogió de hombros y cogió un poco de leña para ponerla bajo la olla en el hogar de la cocina, y empezó a avivar el fuego mientras Ermon se servía un poco de vino tinto de la jarra que la sirvienta le había dejado junto al pan.

El fuego tardó sus buenos quince minutos en encenderse bien y recalentar la olla, y ese tiempo Ermon lo pasó sorbiendo vino poco a poco y tomando algo de pan mientras Barla le ponía al día de las últimas habladurías de la ciudad.

Barla : Pues sí, señor, ese príncipe Erudil ciertamente es apuesto. Cómo se nota que es primo de nuestro Elessar...

Ermon : Primo segundo, Barla - le interrumpió. Quizás a la mujer no le importaba el detalle, pero entre la nobleza gondoriana estaba siendo un verdadero quebradero de cabeza.

Bueno, todo había sido un quebradero de cabeza durante los últimos cuatro meses. Primero, la desaparición del rey Elessar sin dejar rastro había conmocionado a toda Góndor. Nadie sabía qué le había sucedido, y la reina Arwen se decía estaba destrozada por la desaparición de su esposo justo diez años después de la desaparición de su único hijo varón. Las dos hijas de los reyes restaurados del reino eran ahora el único consuelo de la dama élfica.

Luego, empezaron los rumores llegados del norte, cuando refugiados del este cruzaron la linea defensiva de la Alianza con noticias de un inmenso ejército liderado por alguien llamado el Emperador Eterno avanzando inexorable hacia el oeste. El enemigo anticipado en la guerra de Lorien al fin parecía que daba la cara, y las tensiones en el seno de la Alianza volvían a flote, sobretodo entre los enanos de Moria y los de Erebor, que no se podían ni ver. Sólo Rohan parecía inmune a los problemas, siendo como era la nación que menos había perdido en aquella última guerra.

Y en medio de todo aquello, había aparecido Erudil. El príncipe Erudil, el pariente más cercano de Elessar después de sus hijas. Y no había llegado solo. Dado por perdido durante una misión secreta en Úmbar diez años atrás, Erudil había escapado de sus captores y había organizado una resistencia secreta en el país de los corsarios al descubrir una trama de engaños y traiciones de los príncipes corsarios contra su propia gente. Al parecer, ese mismo Emperador Eterno que ahora les amenazaba por el noroeste había llegado a un trato con los señores de Úmbar, entregándoles dragones. Ermon ya conocía los rumores de ciudades opositoras a Úmbar arrasadas por dragones marinos, pero nada de aquello había llegado a suceder en Góndor... Aún. Pero sí en Úmbar, cuando los señores del mar trataron de usar los enormes monstruos para acabar en un acto represor con sus rivales políticos en la propia ciudad, en un intento de apresar en el miedo el corazón de todos sus vasallos demostrando su fuerza. Les salió mal.

Erudil se alzó entre los ocultos de aquella ciudad liderando una hueste rebelde, alentando a la población contra aquel acto, y liderando una revuelta que acabó con los señores de la ciudad muertos. En ello había usado el mismísimo anillo de Barahir, arrebatado según él del hombre que decía haber dado muerte a Eldarion, primogénito de Elessar y heredero del trono de Góndor. Una muerte que sin duda habría sido un mazazo terrible para la reina. Se decía que el anillo contenía el miedo a la muerte que había sentido Glaurung, el primer dragón, al morir. Y en efecto, el anillo había repelido lo suficiente a algunos dragones como para que las fuerzas de la ciudad acabaran con ellos. La victoria fue total.

Erudil entonces clamó unidad contra el Emperador Eterno, aquel que quería acabar con la sangre de la vieja Númenor, tanto en Úmbar como en Góndor... Y por primera vez desde el Hundimiento, clamó por la unidad. Aclamado nuevo príncipe de Úmbar, Erudil tomó quince mil espadas y corrió raudo a ayudar a Góndor en cuanto se enteró del avance del Emperador Eterno. No fue él quién lo propuso, pero no pasó mucho tiempo hasta que alguien propuso nombrarlo rey de Góndor. Quince mil espadas y la unidad de la sangre de Númenor le avalaban.

Ahí habían empezado los dolores de cabeza para todos: nobles que apoyaban a Erudil, nobles que desconfiaban de Úmbar, nobles tratando de sacar tajada y lograr poder, desconfianza hacia las fuerzas del sur... El campamento de los hombres de Erudil estaba al oeste de la ciudad, un inmenso campamento militar abastecido por mar desde Úmbar y detenido durante dos meses. Dos meses desde que se formalizara la reclamación al trono del príncipe, y dos meses en Pelargir a la espera que los restos del consejo del rey aceptaran la petición. Dos meses con Erudil en palacio, y dos meses en que los hombres de Ermon se habían estado preparando para la guerra.

Había tensión en el aire, y las intrigas de palacio cansaban a Ermon. Pero él era de alta cuna, y era su obligación asistir a las reuniones del consejo de señores de Pelargir. Pero, ¿cómo centrarse en todo aquello, cuando él mismo tenía problemas?

Barla sirvió al fin el plato de estofado a su señor, y se despidió.

Barla : Bueno, señor Ermon, me voy a casa. Mañana ya limpiaré esto, que mi marido me espera para que le haga la cena. Si es que Eomonn es un inútil, pero si no fuera porque llevo casada con él más de cuarenta años y le quiero... En fin, cosas de viejas. Que aproveche, señor.

Ermon asintió, y miró la carne del estofado. Sintió una punzada de culpabilidad al pensar lo que habría costado la carne, y su miedo se intensificó al imaginar cuánto tiempo tardaría en saltar todo por los aires. El clima de pre-guerra lo había encarecido todo, y a Ermon aquello le estaba costando muy caro. Siempre rodeado en el lujo, siempre en contacto con la corte, las apariencias habían sido importantes... Y sus deudas habían crecido a medida que perdía más y más en el juego y en ostentar. Hasta se había endeudado con prestamistas para tirar adelante, con dos prestamistas orientales que daban dinero sin hacer muchas preguntas mientras los pagos llegasen. Pero, ¿de dónde iba a sacar dinero? Su sueldo no daba para más, y para colmo...

Para colmo, la noche anterior había vuelto a jugar. Y a perder. ¿Para cuánto tiempo le quedaba, con el último préstamo? ¿Una semana? ¿Dos?

¿Qué sería de la muy nombre casa de los Arvedain si se descubría que Ermon Arvedain estaba arruinado? Sólo el consuelo de saber que Ronna no estaba viva para ver aquello le permitía no hundirse. Su esposa había muerto demasiado joven para darle un hijo, pero la tristeza que le había dejado había sido demasiado grande. De ahí a la bebida, y al juego, y a... Su ruina.

Ojalá estallara pronto la guerra. Quizás en ella encontraría una salida.

images/old/icon_arrow.gif Turno inicial. He dibujado la situación y el entorno del personaje: un capitán de Góndor en Pelargir, de alta cuna, competente y veterano... Y con problemas. A partir de aquí, en el turno puedes añadir las cosas a tu gusto para darle sabor, y empezar a jugar de veras a partir del próximo turno.

images/old/icon_arrow.gif ¡Bienvenido de vuelta a Hijos del Dragón!

PD. El nombre es cambiable, así como el de la espada y el de la casa. Si no te gusta alguno de ellos, dímelo y edito rápido. Eran por poner algo.

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Ultima edición por Rittmann el Vie Nov 17, 2006 11:36 am, editado 1 vez
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kazhi el Jueves, 8 de Noviembre del 2006 a las 15:29

Mensaje por Rittmann »

El significado de la palabra ruina se marcaba en el cuerpo enjuto de Ermon. Casi no comía, castigaba su cuerpo con noches enteras en vela. Se pasaba los ocasos y amaneceres mirando el culo del vaso a trabes de un liquido ambarino, del cual, sus dulces vapores le hacían olvidar el presente y rememorar el gratificante pasado.

Imaginaba las tardes soleadas y frescas de otoño paseando junto a su mujer por un prado verde repleto de florcillas amarillas que crecían en la rivera del río.

En los últimos tiempos todo le había ido mal, muy mal. La mierda, como la nieve, cuando empieza a rodar sobre si misma se acumula y crea al final una bola enorme que arrasa con todo.

Cada mañana mientras se lavaba se frotaba hasta que la piel le quedase roja e incluso llegaba a sangrar con el esparto. Se sentía sucio, ruin, apestado. Ir mendigando dinero que sabía que seguramente no iba a poder devolver. Con esa convicción pensaba que apostado el dinero en dados o cartas iba a ser la solución. Tenia que salir de ese torbellino, pero no sabia como y pensaba que tampoco eso le iba a remediar nada.

Cuanto hacia que no le pagaba a la mujer que iba a su casa a limpiar y a cocinar... desde cuando... mucho. Pero ella no quiere mi dinero lo hace por cariño, se decía. Pero una voz le contestaba al unísono que no era cariño, sino lastima.

Una guerra, si quizás eso le ayudase. Una muerte digna sin un heredero al nombre de la casa. ¿Que más da? La casa estaba arruinada, no serviría para nada. Si mi padre me viese... Dios mió que vergüenza.

Ahora el primo segundo de Elessar viene y con el mazo dando, creo recordar que no era así el refrán. Que más, estas borracho, da gracias que no te caiga la baba... no des gracias ya te cayo en la pechera.

Malandrín, botarate, límpiate las babas de la camisa y ves a buscar un trabajo para sacar adelante tu miserable vida. ¿Yo? Trabajar de leñador, limpia suelos o camarero en una puta taberna, soy un noble imbecil. Entonces haz lo que hiciste el año pasado para ganar un puta bolsa con chatarra, haz de cortesana, de puta. Acuéstate otra vez con la vieja esa que se enamoro de tu culo, que parece un saco de cebollas relleno de huesos.
¡Cállate hijo de puta! Que ironía, acabas de ensuciar el impoluto nombre de tu madre, lávate la boca con esparto, guarro.

Ermon se balanceo sobre la silla, cayó de costado al suelo y consiguió ponerse a cuatro patas después dio rienda suelta a su estomago y comenzó a vomitar.
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En un libro de Michael Crichton leí algo que no recuerdo muy bien, pero que creo que decía así:

"Ala es grande. Nos da la muerte al final de nuestra vida envez de dárnosla al principio."

Da que pensar y decir: "Joder... que puto cínico..." xDDDD
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Rittmann el Sabado, 17 de Noviembre del 2006 a las 22:28

Mensaje por Rittmann »

El gallo cantó con fuerza y sacó de su sueño a un Ermon que dormía no en la cama, sino en el suelo. Había vuelto a beber hasta caer inconsciente. Poco a poco, con pesadez en sus miembros aletargados, se levantó y se acercó hasta el barril con agua que guardaba en la despensa. Se echó un poco por encima, y luego otro mucho con una palangana, frotándose para quitarse el olor a alcohol y a vómito. El respingo que le sacudió el contacto con el agua helada le despejó por completo, pero no mitigó el dolor de cabeza. En absoluto.

Sacó del armario un viejo traje desgastado. Se lo puso y trató de parecer lo más noble posible. Aún arruinado, las apariencias lo eran todo. Tomó una vieja navaja de afeitar, la pulió como solía hacer en sus viejos tiempos en la milicia de Pelargir, y se afeitó.

"La milicia..." - pensó. Hacía ya tres años que la había abandonado. Él, todo un capitán de la guardia del puerto de Pelargir. Hasta que el incidente lo mandó todo a la mierda.

La mañana había sido despejada, y los vientos favorables para cualquier barco que quisiese entrar en el puerto. El pequeño barco mercante estaba atracado ya, y Ermon dirigía a sus hombres en su inspección. El capitán, un hombre de Dor-lomin, le había indicado que transportaban telas y lanas hechas en aquella pequeña región del sur de Eriador, y sus hombres ya habían comprobado la mercancía.

Quizás por eso, Ermon se permitió bajar la guardia. Quizás por eso, no sospechó nada y se permitió flirtear con la hermana del capitán, su contramaestre. Quizás por eso ni él ni sus hombres vieron los compartimentos de contrabando en la parte baja del barco. Estaba mirando dos tetas, y no vio lo que debería haber visto.

Y entonces, sucedió lo impensable. Esa noche hubo un robo en la tesorería del puerto, y en la noche aparecieron media docena de guardias muertos. Cuando se dio la alarma, aquel pequeño barco de Dor-lomin ya se había ido bien lejos, y todos los dedos señalaron al responsable de la seguridad: Ermon.

Casi veinticinco mil monedas de oro robadas. De la fortuna familiar, empeñando sus bienes, Ermon pudo devolver quince mil. Arruinado, con tremendas deudas hacia el estado, y licenciado con deshonor, un año después estaba sin nada. Empeñó poco a poco las cosas que le habían permitido conservar, y sus amigos le fueron dando la espalda a medida que las oportunidades se le cerraban. Él era militar, las armas eran su vida. Y sin hombres a los que dirigir o armas con las que pelear, él no era nada.

Con las primeras luces del día, Ermon salió de casa y se acercó hasta el palacio del gobernador de Pelargir. Lemar le había citado dos días atrás para hablar con él. El administrador del señor de la ciudad le esperaba, y Ermon se imaginó que le tocaría oir otra reprimenda sobre el dinero que adeudaba al reino, y presiones para que lograse esas malditas diez mil monedas de oro. Sólo que en vez de un funcionario judicial, esta vez la reprimenda vendría directamente de un hombre de arriba.

Ermon entró en el palacio con todo el porte de dignidad del que era capaz. Su cabeza estaba erguida, pero su orgullo no. A su espalda, los guardias de la puerta cuchichearon algo que a Ermon le sonó como una burla, pero tragó y no dijo nada ni cejó en su avance. En el pasado, los habría desafiado a un duelo de honor, o los habría reprimido. Pero no podía hacer nada. No en ese estado.

Lemar esperaba tras una mesa. El viejo administrador tenía ya bastantes canas en sus cabellos y su barba rala y cuidada, pero seguía siendo uno de los hombres más importantes de la ciudad. Había servido al padre del gobernador Galeth, y ahora servía al propio Galeth.

Lemar : Buenos días, señor Ermon. Tome asiento, por favor - dijo, señalándole la silla frente a su mesa.

Cosa que Ermon hizo tras devolverle el saludo con escuetas palabras.

Lemar : Hace tres años, tras un incidente en el puerto, usted fue licenciado con deshonor del puesto de capitán de Góndor. ¿No es así?

"Ya volvemos con la mierda de siempre..." - pensó Ermon. Y asintió con la cabeza, esperando oir malas noticias. Como siempre.

Lemar : Y además, los jueces del reino dictaminaron que usted debía pagar con su fortuna personal las pérdidas causadas tanto en vidas como en dinero del robo de los fondos de la tesorería del puerto - comentó Lemar mirando unos documentos sobre su mesa -. Cuyo débito asciende, aún a día de hoy, a once mil setecientas doce monedas de oro, en concepto de deudas, indemnizaciones por las vidas perdidas de seis soldados de la ciudad, e intereses.

"Genial, casi mil monedas más de deudas."

Lemar : Durante el juicio - siguió - se le imputaron cargos de grave irresponsabilidad en el cometido de su deber, agravados por sus problemas de bebida.

"Eso no era cierto - pensó amargamente Ermon -.Sí, bebía por la muerte de Ronna, más a menudo y menos discretamente de lo deseable. Pero no ese día. Si esos malditos jueces me hubieran escuchado... Pero no lo hicieron. Mierda."

Ermon : Sí, señor - fue todo lo que dijo.

Lemar dejó los papeles sobre la mesa, y se recostó contra el respaldo de su asiento. Miró al noble arruinado, y suspiró.

Lemar : Dígame. ¿Cómo alguien como usted, condecorado en la guerra de Lorien por su valor en la batalla, todo un capitán de Góndor, llegó a esto?

"Porque un hijo de puta me acusó de borracho en lugar de apoyar a su capitán. Y ahora es capitán del puerto." El nombre de Aduril cruzó el recuerdo de Ermon grabado en odio.

Ermon : Yo... No tengo excusa, señor - fue todo lo que dijo.

Lemar : Escúcheme... Se acercan tiempos difíciles, y antaño usted fue un buen líder para sus tropas. Tiene experiencia en la guerra, y se huele en el aire que puede estallar una.

La mirada de Ermon cambió al oir aquellas palabras. Y alzó los ojos lentamente para encontrarse con los de Lemar.

Lemar : Hay compañeros suyos, gente que sirvió bajo su mando en la guerra de Lorien, que han comentado lo triste de su situación. Y que Góndor perdió a un buen capitán. Es por eso que se me ha concedido permiso para restablecerle en su rango, si lo desea.

"¡¿Qué?!"

Lemar : Sin embargo, dado que hay quien no aprueba esto, deberá volver a comportarse como quien es y dejar atrás la vida que lleva. Tiene un mes para lograrlo, Ermon. Y volverá a ser capitán. Demuéstrenos que es capaz de salir de ese agujero, que tiene la voluntad, y haremos borrón y cuenta nueva.

Las manos de Lemar apretujaron el papel que había estado leyendo con sus datos, y lo tiró a una esquina de la sala.

Lemar : Góndor está a punto de pasar días terribles. Góndor no puede permitirse el lujo de no poder contar con sus mejores hombres. Ermon, demuéstreme que no estoy equivocado con usted.

Imagen Bien, turno de nuevo interpretativo. Sólo una premisa: Ermon, necesitado de dinero para poder dignificarse, pedirá un préstamo caro - hay que renovar el vestuario, y a fin de cuentas, si esto sale bien, se cancela la deuda -. Tras pasar por dos prestamistas que mandan a la mierda a Ermon, el único prestamista que le ofrece dinero es un extranjero, del norte, llamado Aurem.
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kazhi el Miercoles, 6 de Febrero del 2007 a las 21:53

Mensaje por Rittmann »

Querida Ronna.

Se que hace mucho que no te escribo, pero hoy paso algo que nunca pensé que sucedería. La verdad es que todavía no acabo de creerlo, quizás algún demonio malandrín me este jugando una mala pasada, o todavía me encuentre tirado en algún callejón durmiendo la borrachera y no sea más que un sueño causado por los soporíferos vapores del aguardiente.

Me han concedido una segunda oportunidad. Si, una nueva guerra esta apunto de estallar. Se que esto no debería ser motivo de alegría y gozo, pero para un hombre de armas como yo, la guerra lo es todo. La guerra es vida, oportunidades y felicidad. Que contrariado me siento en estos instantes, pero ¿Qué puedo hacer yo? Un alto señor venido ha menos debido a sus deudas de juego y sus constantes ataques contra su hígado a cañonazo de bebidas de ratas.

Pero entiéndeme, mi amor, que vuelva a ver la luz al final del callejón. Desde que marchaste a un lugar mejor me encuentro muy solo. No, no… no quiero que te sientas culpable, de veras, tan solo espero que comprendas el porque de mis actos. Con esto no quiero que pienses tampoco que por ti me di a la bebida y al despilfarre del azar… si… bueno fue así pero, joder… sabes que en realidad soy un cobarde que debe echar las culpas de sus actos a los demás, en vez de admitirlas y luchar contra ellas.

Necesitaba liquidez para renovar mi ralo y carcomido vestuario, un verdadero capitán debe mostrarse impoluto delante de sus tropas, la imagen lo es todo. Y ha significado todo para mí durante mucho tiempo, demasiado.

Fui a hablar con dos prestamistas, pero mi desventura es conocida por doquier por estas tierras y negándose a concederme el préstamo. Sin embargo, un extranjero de las tierras norteñas, llamado Aurem, no puso objeción. Por lo visto, alguien de allí arriba todavía no se olvido de mí.

Esta es la oportunidad que tengo para cancelar las deudas que nunca debí tener y que asumí por otros. Sin embargo aquí no quedara mi epopeya si todo va bien, conseguiré romperle los huevos al maldito cabrón que perjuro mi nombre… perdona se que no aguantas que hable con improperios y juramentes, pero me hierve la sangre como un caldo pasado.

Mañana mismo comenzare a practicar por mi querida espada, debo tonificar mis escuálidos músculos. ¡Dios! Hoy me desnude y al mirarme los pies no pude apartar la vista de mis enjutas piernas, parecían dos alambres retorcidos y entre ellos una oscura y corta sanguijuela jaja, mis masculinidad reducida a una sátira de una vida.

No me queda más que despedirme y pedirte que seas feliz, la verdad estoy entusiasmado, hacia mucho que deje de creer y por eso deje de escribirte. Te quiero.

Siempre tuyo, el capitán de Gondor.


Ermon se dispuso a enviar la carta a su mujer. Sellando el sobre con el escudo de su familia en cera se acerco a la chimenea y la lanzo directamente al fuego.
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En un libro de Michael Crichton leí algo que no recuerdo muy bien, pero que creo que decía así:

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Re: Capítulo 8-B: El Capitán de Góndor

Mensaje por Rittmann »

Los barracones estaban atestados de gente que se preparaba para el inminente conflicto. Lo que hasta hacía pocas semanas habían sido meros rumores, empezaban a cobrar forma a marchas forzadas: una hueste había avanzado hasta el mar de Rhûn procedente del lejano este. Y si las palabras del príncipe Erudil eran ciertas, se trataba ni más ni menos que de la vanguardia del Emperador Eterno, el mismo que ordenase pocos meses atrás un ataque empleando dragones sobre la ciudad de Úmbar. Lemar lo había sabido pocos días antes que el resto de la población, y no sólo había rescatado a Ermon del ostracismo: también a algunos veteranos de su quinta, procedentes de la guerra de Lórien.

Así, esa mañana en los barracones de la ciudad, las levas se agolpaban atentas a escuchar las instrucciones de sus nuevos capitanes. Lemar había necesitado menos de una semana para asignarle una escuadra, pero Ermon aún no podía llamarlos soldados. Toda la mañana llevaba tratando de hacerlos formar con un mínimo de decencia, y aunque alguno mostraba maneras, eran todos o demasiado jóvenes o demasiado inquietos para mantener la disciplina.

Ermon: Vargas, mantén la distancia - le soltó a uno de los reclutas -. Si no avanzáis manteniendo la distancia que os dije antes, vuestro compañero de al lado no tendrá sitio para manejar bien su lanza.

Táctica básica. Formación de combate. Sí, estaban verdes, pero para él aquella era su oportunidad para volver a ser un hombre, para regresar a la batalla, para volver a sentirse vivo. Poco le importaba el pago de sus deudas. Lo que le importaba realmente era recuperar su alma, su orgullo, su espíritu de soldado de Góndor. Tenía una cincuentena de reclutas para llevar aquello a cabo, y una guerra de incierto pronóstico ante él. Hasta el momento, lo único que circulaba de boca en oido por Pelargir eran rumores, pero Lemar había pasado a primera hora por el barracón norte de la ciudad para convocar a los capitanes a una reunión de mandos en el palacio del gobernador. Ermon no faltaría a ella, pero aún quedaban un par de horas antes de irse.

Ermon: Bueno, chicos - dijo, rascándose la barbilla -. Esto no marcha demasiado bien. Parecéis una panda de damiselas enjutadas en acero, y ahí hay algo que falla, porque o sóis chicas de vida alegre, o sóis soldados, pero hoy no sóis ni lo uno ni lo otro.

La ironía del capitán pareció dejar más perplejos a sus muchachos que otra cosa, y Ermon se rascó la nuca esta vez. En algunas de las filas escuchó risitas, ocultas entre los rostros. Se reían de él, de su autoridad. "Bueno, intenté hacerlo por las buenas. Mejor pasar a las malas maneras."

Ermon: Ya habéis oído los rumores. Si las cosas van mal, dentro de dos semanas nos tocará partir con las tropas de Pelargir hacia el norte, y no tenemos ni idea de lo que podemos encontrarnos. Habéis oído esos rumores sobre dragones tanto como yo, pero hasta esta tarde que hay reunión de mandos, realmente no sabré cómo está la cosa. Eso sí, hay una cosa que sé...

Ermon pausó su voz, y miró a aquellos jóvenes inexpertos que algún día podrían ser verdaderos soldados de los que estar orgulloso. Si vivían para ver ese día, claro. La guerra era de todo, menos bonita. Y Ermon sabía que la vida tampoco era un paraíso de flores élficas.

Ermon: ¡Parecéis un atajo de capullos desfilando! ¡Como haya un enemigo de verdad, se os van a comer con patatas, me cago en todo!

El grito de cabreo de Ermon centró a toda la tropa.

Ermon: A ver, tú, recluta. ¡Ven! - llamó señalando a uno de los chulillos que se creía que se comería el mundo sólo por estar en el ejército -. Toma, coge mi espada.

Ermon desenvainó su espada, un excelente y afilado acero forjado en tiempos de la Guerra del Anillo para su padre.

Ermon: Bonito acero, ¿verdad? Era de mi padre. Mató a unos cuantos orcos en el asedio de Osgiliath. ¿Os parece un arma mejor que las que os han dado? Pues sí, lo es.

Lo lanzó de un modo tan descuidado hacia el muchacho que fue de poco que no lo pincha.

Ermon: Me véis viejo, y acabado, ¿eh? Mirad lo que un viejo acabado puede hacer. ¡Atácame!

El muchacho cogió la espada, y tras dudar un momento, Ermon mismo se abalanzó sobre él sin dejarle tiempo siquiera a dudar. El chico apenas sí reaccionó.

Tiradas:

Iniciativas: Ermon (13), Muchacho (19)

Muchacho (Espada ancha) (vs Ermon): 98 (10AK) Crit: 03 (+1pv)
Ermon (Boxeo/Subyugar)(vs Muchacho): 148 (15B) Crit: 95 (+10pv, 2at/sp, -30)


Pero si algo tenía, era madera, y Ermon a duras penas logró esquivar su mano poniendo la afilada espada entre él y su pecho. Rebotado, dio una vuelta sobre sí mismo al ser golpeado por el lado plano de la espada, y notó sus maltrechas costillas quejarse. Pero ya daba igual. Su puño cerrado cayó sobre la sien del chico, y lo lanzó al suelo completamente inconsciente por el terrible golpe. Tardaría unas horas en recobrar la consciencia.

Los muchachos lo miraron con horror.

Ermon: Escuchadme, panda de novatos. La guerra no es bonita. La guerra no da gloria. La guerra es sangre, es muerte. Puede que muramos todos, o al menos muchos de nosotros. Creedme, ahí fuera váis a tener miedo, mucho miedo. ¿Me tenéis miedo a mi? Eso es bueno - dijo jadeando.

Y sí, lo miraban con miedo.

Ermon: ¿Un dragón? ¡Y qué! ¿De qué le ha servido la espada al chico? De nada. No importa el coraje, ni las agallas, ni la boquita que se tenga. Lo que importa es tumbar al enemigo. Si no tenéis intención de matar en los entrenamientos, en el campo de batalla seréis los que caigan. Ahora, escuchad bien mis palabras: podemos llevarnos bien, o podemos hacerlo a las malas. Mi trabajo es que volváis con vida, y que venzamos en la batalla. ¡Así que cuando diga "A formar", nada de risitas, coño!

Los miembros de la escuadra se cuadraron casi instintivamente.

Ermon: Mejor... Mi culo es vuestro culo. Vuestro culo es mi culo. Si me joden el culo, os lo joden a vosotros. Si os lo joden a vosotros, me lo joden a mi. Odiadme si queréis, pero odiad más a esa panda de hijos de puta que van a comerse con patatas a vuestras mujeres y hermanas como perdamos esta guerra. ¿Queréis que vuestros sobrinos tengan cara de orientales? ¡Pues a entrenar! ¡Fuera murallas, por el camino que rodea a la ciudad! ¡Cinco vueltas a la de ya!

Nadie lo cuestionó. Nadio osó dudar de su capitán. Un par de soldados llegaron al grito de Ermon y se llevaron al pobre diablo inconsciente mientras su capitán recogía la espada de su padre.

Ermon: Perdona, chaval. A veces es necesario hacer un sacrificio para que el grupo prevalezca.

Y lamentándose de su decisión, se enjutó la espada y se maldijo por haber dado aquella orden de dar cinco vueltas a la ciudad a la carrera. Iba a sacar el hígado como poco.

---

Lemar miró a Ermon con cara de sorpresa.

Lemar: Parecéis agotado, capitán.

Ermon: Dar cinco vueltas a Pelargir a la carrera es para acabar agotado, señor - se lamentó Ermon aún sin resuello.

Definitivamente, estaba en una baja forma alarmante. Necesitaba urgentemente recuperarla, o se agotaría sólo con el camino en busca del enemigo. Así que, sin importarle las formas militares, buscó una silla y se instaló en ella. Algunos de los capitanes ya presentes en la sala le miraron sorprendidos por aquella aparente falta de decoro, pero a Ermon ya poco le importaba lo que unos cuantos advenedizos de familias nobles pudieran pensar de él. Los verdaderos capitanes de la ciudad aún no habían llegado, pues estaban aún regresando de los barracones tras un duro día de entrenamiento. Auqnue a las fuerzas regulares no les había cogido por sorpresa todo aquel asunto, a las levas nunca se las podía convocar antes de una guerra o el país podía colapsarse: hacían falta artesanos, agricultores y vinateros para que Góndor funcionase. Por eso, con sólo unas semanas para convertir levas en algo similar a soldados, los verdaderos capitanes apuraban su tiempo al máximo para crear soldados. Mirando a los demás, Ermon vio rápidamente en sus pulcras capas y sus jóvenes caras que no eran más que los hijos de los aristócratas, educados para la guerra desde su más tierna infancia, y aún así tan alejados de sus hombres como una gaviota de la mierda cagada en vuelo.

Cuando los demás llegaron al fin, Ermon ya se había recuperado lo bastante como para levantarse. Pero no lo hizo. En cierto modo, aquella pose irreverente le diferenciaba de los advenedizos que aún tenían todo que demostrar en batalla, y ya que no le quedaba ni dinero ni honor, al menos conservaría su orgullo intacto.

Lemar: Bien, ya estamos todos - empezó el senescal del gobernador de Pelargir -. Anoche hubo una reunión de emergencia entre los mandos de la ciudad, a petición del senescal Faramir. En dos semanas, la fuerza de Pelargir destinada al norte partirá hacia Minas Tirith. Vuestra misión hasta allí es la de escoltar a las fuerzas de Úmbar del príncipe Erudil y aseguraros que ni hagan nada a nadie, ni que nadie las ataque.

Hamal: ¿Llevaremos a quince mil espadas enemigas hasta el corazón del reino? - preguntó alarmado uno de los capitanes aristócratas jóvenes, un muchacho de apenas veinte años llamado Hamal.

Lemar lo fulminó con la mirada. Le había interrumpido. Hamal se dio cuenta de su error y se cuadró. No era una conversación, sino un mando dando órdenes, y a aquel soldado no se le había dado permiso para interrumpir a su superior.

Lemar: Una vez en Minas Tirith, la fuerza de Pelargir se pondrá bajo el mando directo del Senescal Faramir, quien en ausencia del rey Elessar ha asumido la capitanía general del reino con la bendición de la reina Arwen. En Minas Tirith tendrán la información más reciente del estado de las cosas y de la naturaleza exacta de la fuerza hostil detectada en Rhûn hace unas semanas. Si se trata de las fuerzas del llamado Emperador Eterno, y vienen con el própósito de conquista anunciado por el príncipe Erudil, habrá guerra. Y al rumor de si tienen dragones... No lo sabemos. Si los tienen, aún no los han mostrado. Ahora mismo, la Alianza en el norte trata de calibrar las intenciones y fuerzas del enemigo. ¿Alguna pregunta?

:>>>: Bien, turno para relanzar la trama. Se trata de plasmar el entrenamiento intensivo que tienes dos semanas para dar a tus muchachos para convertirlos en soldados. Te he dejado intencionadamente libertad para crear a tu tropa, sus carácteres, y todo lo demás, y me he tomado un par de licencias en el turno para darle un poco de personalidad a Ermon (creo que te gustarán, pero si algo no te encaja con el personaje, lo cambiamos sin problemas). Por supuesto, si tienes preguntas a Lemar, puedes formularlas ahora.
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...
Cerrado

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