Capítulo 7-J: Gundabad

Es el amanecer de la Cuarta Edad. Y en la Tierra Media reina la paz... Pero aún quedan muchas cuentas pendientes. Incluyendo una de los Días Antiguos...
Director: Rittmann
Jugadores: Alier-mim, Anarion el Kafir, Arty, Bardino, Darth Mandelbroth, Derkin, Elen-dûr, Firu, Iasbel, Jacob Curapies, JJDLTC, Kazhi, Mandrigal, Morag, Ron, Sonvlad y Thorontir

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Capítulo 7-J: Gundabad

Mensaje por Rittmann »

Año 21 de la Cuarta Edad, principios de otoño
En algún lugar no muy lejano del Monte Gundabad

Jugador de esta trama: Thorontir (Galdor)


Las huellas eran recientes. Galdor se agachó y tomó un poco de tierra suelta entre sus dedos."Tierra húmeda. No han pasado hace mucho." Descolgó su arco de su espalda, y tomó una flecha de su carcaj para seguir avanzando.

El bosque no era muy espeso, pero sí bastante frío. En pocas semanas llegarían las primeras nevadas, pero si seguía haciendo ese frío sin duda las heladas empezarían mucho antes. Sería duro si los orcos bajaban ese año. La sequía había dejado los pueblos de la zona con escasas cosechas, y el movimiento de los orcos del monte Gundabad no auguraba nada bueno. Pero lo que veía en el suelo auguraba mucho menos de bueno: dos rastros de orco... Y uno de un hombre.

Desde que algunos años atrás se decidiese a vigilar aquel lugar, los orcos habían tenido escasos movimientos. Sus ojos vigilantes habían logrado ser suficientes para que se evacuasen un par de pueblos cuando dos años atrás un escamote orco bajó valle abajo para saquear una villa junto al río. Ese invierno, había dado muerte a varios orcos rastreadores que presumiblemente buscaban objetivos, y eso le había puesto alerta. Los rastreadores habían aumentado en número durante la primavera, pero con la llegada del verano casi habían desaparecido. Más horas de sol significaban menos horas de movimiento para los orcos. Entonces, con la llegada del otoño, encontró aquel extraño rastro: dos orcos y un hombre.

Con gran sigilo, siguió las huellas tratando de pasar lo más inadvertido posible. Entonces, en un saliente entre las rocas, pudo al fin distinguirles. Estaban bajando la ladera del monte, y estarían a menos de trescientos metros de él directamente bajo él. Los dos orcos se movían con torpeza bajo la luz del sol, pero parecían seguir al hombre. Era alto, pero desde la lejanía no pudo distinguir mucho más. Eso sí, parecía estar bien preparado para defenderse, pues pudo distinguir el brillo de un escudo con refuerzos de metal colgado de su espalda.

"Los orcos no serán difíciles de quitar de enmedio, al menos de día. Ese hombre... Ya veremos."

Iban hacia el sur, hacia el valle y los caminos. Si Thorontir se daba prisa, podría adelantarles en un par de horas, a un día del camino...

images/old/icon_arrow.gif Piensa en que estás en una zona de montaña, algo escarpada, con matas de bosques alpinos i de rocas y campo abierto, similares quizás al pirineo aragonés (Monte perdido, algo así, por si lo conoces o quieres buscar fotos). No es mucha información, pero eso te deja margen a elaborar un poco lo que has hecho estos últimos 5 años (estás a mitad del interludio), así como qué puedes hacer con estos: interceptarlos, seguirlos, dejarlo estar... Si tienes dudas, ya sabes.
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Thorontir el Viernes, 9 de Febrero del 2006 a las 00:48

Mensaje por Rittmann »

?Bien, lo primero es lo primero: impedir que hagan lo que se proponen? lo que quiera que eso sea? ?

Decidió acercarse hasta una distancia aceptable, manteniéndose siempre a su espalda, para intentar abatir a los orcos con el arco. Con lo aturdidos que debían estar, serian un blanco fácil, y podría ocuparse entonces del hombre. Si podía manejarse con él, bien, entonces todo estaba hecho. Si no, bueno, nadie lo echaría de menos. Esa había sido una vez su meta, y esa era ahora su realidad. Su fuerza y su escudo, tal y como lo veía.

Teniendo en cuenta el perfil de la zona, no debería ser difícil escabullirse si algo salía mal. Estuvo tentado de intentar abatir primero al hombre, pero lo descartó. Mejor vérselas con él sin tener que estar pendiente de si los orcos eran capaces de hacer algo, o de huir. En todo este tiempo había basado su estrategia en no dejar que nadie pudiese delatarle, acabando con los orcos que encontraba. Si acababa con esos dos, debería ser capaz de encargarse del hombre, de frente o por la espalda, en combate o con el arco. Los árboles le ocultaban cuando lo deseaba, el viento escondía el sonido de sus pisadas. Si, había llegado a convertirse en un ente más del complicado sistema que representaba el bosque de la zona alta del monte Gundabad. Era tan propio de él como cada árbol, cada pequeña ardilla, cada pico y cada ladera. Y por eso mismo sabía que lograría acabar con los tres. El monte era más poderoso que ningún individuo, y todo él lo respaldaba.

Paró un instante, tomando aire. Se pasó la mano izquierda por el cuero cabelludo, rasurado desde su llegada al bosque, y después por el mentón, afeitado también desde entonces. Ciertamente ese cambio en su aspecto, sumado a las muchas arrugas que ahora surcaban su rostro, o las cicatrices que recorrían toda su anatomía, hacían que resultase muy distinto del hombre que antaño fuese capitán de Gondor. Y ese cambio no era sólo físico. Aquel hombre era débil, falto de resolución. Dependía del resto de gente que había a su alrededor. No era objetivo en su juicio. Todo eso había cambiado. Ahora, el resto del mundo no era más importante que los animales del bosque, o que los árboles. Eran cosas que estaban allí. Podía obtener cosas de ellos, la mayor parte de las veces a cambio de otras. Nada le ataba a ellos, y en verdad pocos sabían de él más que su nombre. Desde que llegase al monte Gundabad, había tratado lo justo con los hombres de los alrededores, salvo para evacuarlos si era preciso, o para tratar algunas heridas de importancia, obteniendo del bosque tanto como podía. Y en el bosque había desarrollado también su misión, auto impuesta, eliminar todo rastro del enemigo. ?Algún día cumpliré mi promesa. Algún día regresaré a Gondor, para triunfar sobre aquellos que pretendan destruirlo. Pero debo prepararme para ese día, y esta es la única preparación que necesito. ?.

Recuperado el aliento, siguió adelante. Metió los dedos en el pequeño
Paquete que colgaba de su cinturón, para extraer unos polvos rojizos. ?Que me teman, y será más fácil matarlos ?. Se untó toda la cara con los polvos, y después repitió la operación con los de otro paquete, aunque estos eran negros. Así formó en su rostro una máscara extraña, y sus facciones quedaron confundidas. Ya no era su rostro, ahora era el del Demonio del Bosque, el Espíritu del Bosque, el Cazador de Orcos, la Sombra... Muchos nombres le habían puesto los orcos, confundidos ante las muertes de sus congéneres. Todo aquello jugaba a su favor...

___________________

-¿Quieres saber de él? Bueno, poco puedo decirte. La primera vez que lo vi, parecía más un muerto que un vivo. Estaba en los huesos, pálido, y arrugado como un anciano. Tenía la piel reseca, y los labios agrietados. Cuando se aferró a mi pie, me asustó enormemente. Ni siquiera lo había visto. Estaba tirado en el suelo, tan sucio que se confundía con el suelo. Recuerdo que tuve que acercarme mucho a él para escucharlo. Su mano era como una garra, apenas cartílagos y hueso, pero tenia una fuerza enorme. Me sujetó la cabeza, asustándome aun más, pero sólo pretendía pegar mi oreja a sus labios. ?Quiero vivir ? me dijo. Sólo eso. Y yo, no se muy bien por qué, lo traje a mi hogar. Desde que murieron mi esposa y la niña, ha habido sitio de sobra en la casa. Lo tuve aquí, y gaste mucho en curarlo, sin saber aun por que. Sólo los dioses lo saben. El caso es que mejoró poco a poco, aunque seguía teniendo un aspecto deprimente. El pelo se le había caído en muchas partes, y su piel seguía teniendo un aspecto extraño. Apenas hablaba, y nunca contaba nada de si mismo. Lo poco que hablaba era para darme las gracias, o para pedirme algo. Debió estar casi medio año, porque lo recogí poco antes del invierno, que ese año llegó pronto, y se marchó antes del verano siguiente. Si, apenas estaba curado, cuando se me plantó en medio de la habitación en la que solíamos comer, y me dijo: ?Reforja mi espada, herrero. La necesito para pagarte cuanto te debo. ?. Yo le dije que no me debía nada, y que menos aun dinero logrado mediante la espada, pero él negó con la cabeza. ?No es dinero lo que te voy a dar en pago. ?. Cuando lo encontré había en él marcas de cimitarras orcas. Y señales de infecciones provocadas por su veneno. No necesité preguntarle por los dueños de esa sangre que parecía ofrecer . Así que reforjé su espada, como me pidió. Una buena espada, y debo decir que yo no la empeoré. Pero si le di el tono que pidió: negra y roja, como si estuviera manchada. Es extraño, pero es lo que pidió. No fue fácil, pero finalmente logré que tuviera vetas negras y rojas. Pareció muy satisfecho. ?Manchada, como yo. De sangre, y de oscuridad. De dolor y de miedo. Es perfecta. ?. La última vez que lo vi, alcancé a ver también su espada. No lo creereis, pero me dio la impresión que las vetas se habian movido. Como si la espada estuviese viva, o esas ?manchas? de su interior hubiesen cambiado. Cuando se la di, el metal se veia claro en algunas partes, pero para entonces ya sólo se veian manchas. .

Ah, necesito beber algo. Tengo la garganta seca. ¿Qué cuando fue eso? Ya te he dicho, el año del invierno tan prematuro... veamos... si, hace 3 años. Volví a verlo tiempo después, si, hará cosa de dos años. Vino a avisarnos de que se aproximaba un gran grupo de orcos, y gracias a él pudimos escapar, llevándonos lo poco que teníamos de valor. Pero él no vino con nosotros. Nunca viene al pueblo, salvo para avisar. O para dejar sus regalos. Nunca lo ha visto nadie, pero yo se que es él. ¿Quién si no iba a clavar las cabezas de esos orcos alrededor del pueblo?. Creo que es una advertencia. ?Manteneos alejados de este pueblo ?. Si, casi puedo oírle diciendo eso. Es curioso como, sin saber apenas nada de él, lo llegue a comprender. Y como a veces obramos bien sin saber por qué. Nunca supe por que lo recogí y lo cuidé, pero agradezco a los dioses el haberlo hecho. De todos modos, me temo que nada podré hacer por usted, amigo. Si pudiese hablar con él, no dudo que le escuchase, pero no creo que hable ya con nadie. Salvo cuando viene a avisarnos, y, si he de serle sincero, preferiría que no nos avisase más. Hace ya tiempo que no lo hace, realmente es bueno en esto. Aunque las cabezas siguen apareciendo, así que supongo que es simplemente que los orcos han aprendido a alejarse de aquí. Aunque me temo que viene una época mala. Se acerca el invierno, y eso marca el comienzo de la temporada más difícil. De todos modos, si tanto interés tiene en hablar con él... Hay un ermitaño en la parte alta del bosque. Vive de lo que cultiva, y se dedica a recoger plantas extrañas. Es un buen curandero, y baja algunas veces a sanar a los lugareños. A cambio le damos lo que podemos, aunque no sea suficiente para su calidad, pero a él no parece importarle. Una vez le pregunté por ese hombre, y me dijo que a veces lo visitaba. Le llevaba caza en abundancia, y a cambio el ermitaño le da hierbas, ungüentos y pociones. Quizá él si pueda ayudarlo...

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"Y lucharian, además, por cosas vacías. Por el poder sobre los demás, por un cetro, por un palmo más de tierra que después no será arado, por la posesión de una mujer que no les quiere... " - M. Moorcock, "El campeón eterno"
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Rittmann el Viernes, 2 de Marzo del 2006 a las 15:08

Mensaje por Rittmann »

Galdor inició la persecución en silencio, y moviéndose como una sombra entre la maleza, empezó a perseguir a los orcos y al hombre. Sus labios se movieron para susurrar una vieja plegaria que había oido en sus días de montaraz, en Ithilien, cuando aún era otra persona.

Tirada: Galdor (Matices): 83 (Éxito)

La magia obró su sutil efecto, y la pintura de Galdor parecía moverse a la vista para fundirse con el escarpado color de las rocas del entorno. Su peto de cuero gastado por el tiempo parecía una mancha más en el paisaje, y sus silenciosos pasos le acercaban más y más a su objetivo.

Tiradas:

Galdor (Acechar): 114

Hombre (Alerta): 167
Orco#1 (Alerta): 61
Orco#2 (Alerta): 50


Pero todo cambió cuando el hombre se detuvo para examinar el camino a tomar, y giró la cabeza para observar a su alrededor cómo estaban las cosas. Y por un momento, Galdor vio cómo los ojos del hombre se entrecruzaban con los suyos de manera puramente casual, pero irremisiblemente certera.

"Me ha visto..."

Galdor, en su fuero interno, se sonrió. Quizás había hallado a alguien digno de medirse con él. A él mismo le habían dado años atrás el nombre de Thorontir, pues su vista era aguda como la de un águila. La de aquel hombre parecía ser tan buena como la suya."Y está con los orcos."

Tiradas:

Galdor (Esconderse): 104
Orco#1 (Observación): 103
Orco#2 (Observación): 92


El hombre hizo sendos gestos a los orcos, que empezaron a subir la ladera hacia la posición más elevada de Galdor por lugares separados.

"Se dispersan para que tenga que estar pendiente de más de un lugar. Buena táctica."

Tiradas:

Hombre (Matices): 68 (Éxito)
Hombre (Esconderse): 109
Thorontir (Observación): 118


El hombre, entonces, adoptó un matiz similar al del terreno, y Galdor se dio cuenta que dominaba los mismos trucos de montaraz que él mismo había aprendido en su juventud. Aquello no le inquietó. Aunque trató de ocultarse entre las rocas para que el antiguo montaraz le perdiese de vista, pero Galdor conservaba su vista de águila y no tuvo problema alguno para seguir a su enemigo.

El hombre trató entonces de subir por la ladera por su lado izquierdo, mientras un orco avanzaba rápidamente hacia él y otro lo hacía por su derecha. Galdor se dio cuenta que los orcos no le habían visto. Incluso cuando el hombre les había señalado su posición, los orcos no habían sido capaces de verle.

"Pues en ese caso, debo sacar partido de esta posición elevada..." - pensó el antiguo montaraz, y tensando su arco se preparó para acabar con el orco que le venía de frente...

Tiradas:

Galdor (Emboscar): 108 (Puede usar 1/2 rangos de emboscada (+4 crítico)
Galdor (Arco largo)(vs Orco#1): 134 (22DP) Crit: 64 -> 66 (Emboscada) -> Muerte


Galdor relajó su brazo tras apuntar con su certero ojo, y la flecha abandonó el arco para encontrar la frente despejada del orco. No emitió ningún ruido, salvo el de su cuerpo al caer desplomado y empezar a rodar ladera abajo. El otro orco lanzó un grito de furia, y aceleró su avance, pero aún le quedaba margen a Galdor para acabar con él...

Tiradas:

Galdor (Esconderse, absurdo -70): 28
Orco (Observación): -35 -> El orco sigue sin saber la posición de Galdor, así que puede intentar emboscar

Galdor (Emboscar): 55 (Fallo)
Galdor (Arco largo)(vs Orco#2): 89 (5AP) Crit: 18 (+1pv, sp)


El orco que remontaba la ladera oyó la flecha lo justo como para poder apartarse, y ésta chocó con fuerza contra la bestia retrocediendo dos pasos, pero la saeta no melló la carne. Glador maldijo por lo bajo, y con la mirada buscó al hombre. Estaba subiendo por un lado difícil, tratando de dar un rodeo para trepar hasta una posición elevada. Debería acabar deprisa con aquel orco si quería evitarlo, de modo que recargó y se preparó para disparar de nuevo.

Tiradas:

Galdor (Esconderse, absurdo -70): 78
Orco (Observación): 52 -> El orco sigue sin saber la posición de Galdor, así que puede intentar emboscar

Galdor (Emboscar): 71 (Fallo)
Galdor (Arco largo)(vs Orco#2): 117 (15CP) Crit: 59 (+8pv, at/sp, -10)


La flecha de Galdor se clavó en el muslo del orco, y manó de él una sangre negra y espesa. Con el frío del lugar, un vaporcillo blanco salió también de la sangre caliente. Galdor volvió a mirar de reojo al hombre, que casi estaba a su altura y que sin duda trataría de superarle subiendo más por la ladera y ganar así una posición privilegiada. Con el orco mascullando de dolor, Galdor se giró para dejar claro a aquel hombre que eso era algo que no le iba a permitir.

Tiradas:

Galdor (Emboscar): 132 (Éxito, +7 Emboscada)
Galdor (Arco largo)(vs Hombre): 95 (8BP) Crit: 72 -> 66 (+3pv, 4at, 2sp, codo atravesado)

Hombre (Maniobrar aturdido): 77 (Éxito parcial)
Hombre (Trepar, Muy difícil): 65 (Fallo -> Se despeña)

Hombre (Caída): 111 (25DK) Crit: 67 (2at/sp, -20, frsctura leve en el hombro)


La flecha de Galdor fue más que certera, y se coló por el codo del hombre. Sorprendido y dolorido, con un brazo inutilizado, el hombre perdió el equilibrio y empezó a caer por la ladera, frenándose quince o veinte metros más abajo al chocar con su hombro contra unas rocas que le frenaron. Difícilmente, intentaría nada más. Galdor pudo ver cómo quedaba extendido en el suelo, revolviéndose de dolor por la flecha recibida.

Con el hombre fuera de combate, sólo le quedaba un orco. Preparó una saeta más, y tensó su arco...

Tiradas:

Galdor (Esconderse, absurdo -70): 56
Orco (Observación): 39 -> El orco sigue sin saber la posición de Galdor, así que puede intentar emboscar

Galdor (Emboscar): 70 (Fallo)
Galdor (Arco largo)(vs Orco#2): 1442 (5EP) Crit: 98 (Muerte)


La flecha de Galdor llegó al negro corazón del orco, que no la vio venir, como no había visto venir ninguno de los anteriores proyectiles. De la fuerza de la flecha, saltó hacia atrás, hacia el vacío, y cayó rodando por la montaña como su compañero hiciera momentos atrás.

Galdor guardó el arco, y sacó su espada de color negro y rojo. Se acercó con paso ligero a las rocas en las que yacía el hombre que acompañaba a los orcos. El dolor le había colapsado, y se agitaba nervioso en el suelo. Cuando vio acercarse a Galdor, se movió para poner la espalda contra una de las rocas con las que había chocado. Con la zurda, se sujetaba el hombro herido.

Galdor miró al joven, pues se dio cuenta que apenas había pasado la pubertad. Allí, de espaldas contra la roca y pese a estar a punto de morir, en la mirada del enemigo había una fiereza enorme. Galdor se acercó, y con el filo de la espada le apartó la que tenía al cinto. El joven no se inmutó.

Joven : Dame muerte. Estoy preparado.

La voz del joven sonó con un extraño acento, un acento similar al de la lengua de los orcos. Galdor miró al joven, y en su interior reconoció su valor. Su aspecto le recordaba al de Thorontir, el joven montaraz de Ithilien que una vez fue. Aquel enamorado joven que había disfrutado de días de paz y de pasión dos décadas atrás con su amada Adhanedel, que sólo soñaba con ser un montaraz de Góndor y desposar a la joven. En los ojos de aquel enemigo, Galdor se recordó a sí mismo, y envidió al joven por haber llegado a poseer una determinación como aquella, que él sólo había logrado tras las más amargas experiencias. Era la determinación de Tharenon, y también la de Galdor, pero era la determinación que Thorontir jamás había sentido.

Thorontir : Tomad, Adhanedel... - le dijo el joven montaraz a su amada -.

Adhanedel : ¿Qué es esto, Thorontir? - dijo ella al ver la gargantilla de plata.

Thorontir : Una promesa.

Adhanedel : ¿Promesa? ¿Promesa de qué?

Thorontir : Es mi promesa que algún día serás mi esposa, Adhanedel. Porque eres la mujer a la que amo...

Se habían alejado de todos para aquel momento de intimidad en los bosques de Ithilien. Adhanedel se había puesto la garantilla, y habían hecho el amor bajo los robles, sobre la hierba... Y el destino quiso jugar una mala pasada a Thorontir, cuando los orcos aparecieron y él no pudo hacer nada. Le faltó la determinación. La determinación de Tharenon para proteger lo que le importaba. Para morir por lo que le importaba.


Le había faltado la determinación que tenía en ese momento. Alzó la espada para dar a su enemigo lo que deseaba. Él debió comprender a Galdor bien, pues no sólo no se amilanó, sino que le miró a los ojos con la cabeza bien alta, mirando a la cara a su destino.

Y Galdor miró sus ojos, y algo le desvió la atención. Un poco más abajo, una gargantilla de plata ennegrecida rodeaba el cuello del joven. Un escalofrío sacudió el espinazo de Galdor, y su brazo se detuvo.

Joven : ¿Por qué te detienes? ¿Por qué no me das muerte? - preguntó con fiereza el joven.

Galdor : ¿De dónde has sacado eso? - dijo Galdor, y con la espada sacó a relucir la desgastada gargantilla de plata.

El joven se soltó el hombro, y con ojos encendidos cogió el filo de la espada. Con la mano desnuda, la sangre bajó por su brazo como un hilillo carmesí. Sus ojos oscuros miraron con odio a Galdor.

Joven : Mátame si quieres, pero no lo toques, maldito ladrón. Era de mi madre.
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Thorontir el Lunes, 5 de Marzo del 2006 a las 20:12

Mensaje por Rittmann »

Fue como si el mundo se congelase…


“Era de mi madre”

… No puede ser …

“Algún día serás mi esposa”

… No pude cumplir esa promesa …

“¿Qué es esto, Thorontir?”

… Yo no soy Thorontir. Thorontir murió …


Un grito en un prado. Orcos, muchos orcos. La arrogancia del joven que no ha sufrido una derrota a tiempo, para enseñarle cual es su lugar en el mundo. Flechas, con penachos negros. Saliendo de su pecho. Orcos persiguiéndola.

“Era de mi madre”

… Ella esta muerta …

“Era de mi madre”

… De algún modo debió llegar a manos de la madre de este chico …

“Era de mi madre”

… Sabes que no puede ser …


Sabia que deberia doler. En el alma. Pero no le dolia. Ya no. No era olvido, era una especie de estoicidad desconocida para él hasta entonces. Una parte de su alma se sintió orgullosa: Si esto no le afectaba, ya nada lo haria. Otra parte despreciaba a la primera. “Esto deberia doler ” parecia pensar. “Pero no duele. Eso significa que realmente ha muerto. Él habria llorado, o se habria lanzado a abrazar al chico. Y este probablemente lo hubiese matado. Pero yo no …”

"Juro por esta espada, reliquia de mis ancestros, que no cesaré en la caza de esos monstruos, ni me uniré a mujer alguna, hasta que no esté completamente seguro de que puedo defenderla de cualquier enemigo "

Vano juramento. Por la espada, y la espada se perdió. El precio se pagó. Fue justo. Puede que la pérdida fuese voluntaria, pero se pagó al fin y al cabo.

Es mi promesa que algún día serás mi esposa, Adanedhel. Porque eres la mujer a la que amo...

Vana promesa. Ella se perdió.

Ante los hombres y los Poderes de Arda hago este juramento: Cuando llegue la hora, volveré. Y que la oscuridad sempiterna me lleve, si falto a él. Por mi tierra, por mi espada, por mi Rey y por mi vida, escuchad todos mi juramento.

¿Será en vano también este juramento? El precio se paga siempre, y esta vez no es pequeño. La oscuridad sempiterna, que sirviera de castigo al vala oscuro Morgoth Bauglir.

No será en vano. Thorontir hubiese fallado. Pero Thorontir esta muerto. El hombre que la había amado esta muerto. Ese último juramento había de cumplirlo, pues esa promesa habia sido lo que habia hecho nacer al hombre que ahora ocupaba el cuerpo de Galdor. El pasado ya no podía hacerle daño. Y, sin embargo, sentia una curiosidad que no creia poseer. Le interesaba saber del chico. No le costaba demasiado atribuir ese sentimiento al pequeño rescoldo de su antigua personalidad que aun resistia en lo más profundo de su ser.

Era de mi madre

Pero sobretodo queria saber de ella…


Galdor : Te he vencido, de modo que puedo disponer de tu vida. Pero no te mataré. Te llevaré con alguien que puede tratar tus heridas. Así que empieza a hablar. ¿Qué hacías con esos orcos? ¿Dónde ibas? ¿Cuál era vuestro objetivo? – Dudó un instante – Y háblame de ella. De tu madre, la que llevaba esa joya. – Llevaba. Era. Estaba muerta, entonces. Mejor aun. Sabia que, de verla con vida, podria vacilar. El espíritu pusilanime de Thorontir podia interponerse. Pero con ella muerta, no habia marcha atrás. – Camina, chico. Irás delante de mí. Y no se te ocurra hacer tonterías. Tienes facilidad, parece, para las artes de montaraz. Pero dudo que hubieras nacido cuando, durante la Guerra del Anillo, yo ya eliminaba orcos sin que supieran de donde les venian los enemigos. Así que ojo con lo que haces. Y procura hablar, o puede que cambie de idea.

Era extraño. Tras tanto tiempo sin hablar apenas, ahora le soltaba el discursito al chico. ¿podía ser realmente hijo de ella? No parecía un semiorco… Pero tampoco podía ser. No, no podía ser. Necesitaba pensar. Si, mientras Osfrel atendía al chico, podría pensar. Osfrel era bueno en lo suyo, quizá pudiera ayudar. Algunos decían que, además de sanar, tenía otros poderes. Extraños poderes.

Galdor : Y lo primero, dime tu nombre, chico. Y el de tu linaje, sea cual sea, aunque seas un mestizo con sangre inmunda.

Si, definitivamente estaba seguro. Aquello no podía ser. Ella no podía ser Adanedhel. Y sin embargo… La gargantilla se la hicieron en Minas Tirith. Una parecida, podría ser. Pero una igual… Tembló, y agradeció estar a la espalda del chico, que ya caminaba a trompicones. “Mantente firme. Sin dudar. Sin sentir.

___________________________________

-¿Lo buscas a él? Pues eres el primero. ¿Un amigo, quizá? ¿No? Lo suponía. No parece de esos que puedan tener amigos. De hecho, se diría que salió de algún agujero, y que no tiene familia conocida. Poco he hablado con él, pero yo se ver esas cosas. Y muchas otras. Viene de vez en cuando. Antes venia más a menudo, por las muchas heridas que solía sufrir. Ahora viene cada vez menos. Hace ya tiempo que no tengo que arreglarle nada. Ahora sólo viene a por bayas, ungüentos, pociones y demás. Trae caza para dármela a cambio. No es que realmente lo necesite, en el pueblo podrían darme más si la pidiera, pero… supongo que lo hago por lástima. Dudo que pueda pagarme con otra cosa, salvo con algún servicio ocasional. Alguna vez le he mostrado hierbas extrañas, que creía inexistentes en estas tierras, y él ha acabado encontrando algunas. Si, parece que es un prodigio para eso. Y por lo que cuenta Amrael, también es bueno con la espada. Dice que luchan juntos a menudo.

-¿Amrael? Es otro ermitaño. Este monte tiene algo, porque acabamos juntándonos aquí tipos extraños, si señor. No se si me entiende. diría que Amrael tiene casi tantos demonios como fantasmas ese otro. No, su hombre no me dio ningún nombre. Dijo que era “el fantasma del bosque”. Ya ve usted. A Amrael le dijo ser “la espada manchada”. Pero claro, ambos son demasiado largos, así que tanto Amrael como yo optamos por buscarle un nombre. Amrael es un elfo, ¿No se lo había dicho? Es viejo, aun para su gente. Dijo que le recordaba a alguien. Mormegil dijo. Un hombre con un funesto destino, por lo visto. Se le conocía por su espada negra, aunque no solo por eso. Así que dijo que a este había que llamarlo, del mismo modo, por el color de su espada. Pero claro, está manchada, según dijo. Yo no la he visto desenfundada… Pero, como decía, Amrael dijo que estaba manchada. Manchada, como su alma. Así que lo llamó simplemente “Magla”, que debe ser algo similar en su lengua. A él no parece importarle como lo llamen. Ni la compañía. Va a ver a Amrael cuando quiere luchar con él, para mantenerse en forma, supongo. Amrael es un buen luchador, y además conserva sus avios élficos. Una armadura muy buena, que apenas pesa; una espada igual de ligera, aunque mortífera. Y así todo lo demás. Pues bien, cuando se enfrentan, ese hombre lo hace sin armadura, sólo con su espada. Y Amrael armado como cuando vaga por el bosque, en busca de siervos del mal. Amrael no huyó con su gente tras la Guerra del Anillo porque decía tener pecados que purgar aquí. Así que mata orcos, y demás escoria, cuando los encuentra. Creo que entre los dos van a acabar con todos ellos, je je je. Yo colaboro cuando puedo, pero lo mío es más curar que herir.

-Como decía, a veces se enfrentan. Ambos dicen lo mismo: así mantienen sus cuerpos en forma. Aunque, al menos con la caza, el tipo usa más el arco que la espada. Pero si es capaz de darle faena a Amrael, en verdad es bueno. Amrael era de los guerreros más valorados del Rey Thranduil… Si, a veces luchan. A veces vienen aquí, aunque casi nunca a la vez. Cenan algo conmigo, están junto al fuego un rato, y luego se marchan. Supongo que ambos tienen muchos pecados que pagar. Que son iguales, a la par que distintos. No, amigo, yo no soy como ellos. Yo nací en esta tierra, y en ella vivo. Pero la soledad la escogí porque me es natural, no porque me la impusiera como una especie de castigo. Pero en el fondo, ellos… creo que no son malas personas. Amrael sobretodo. El otro… quizá hizo algo que no debía, pero está arrepentido. Están haciendo mucho bien a la gente de la zona. Amrael no se mezcla con los hombres, pero él me consta que si los avisa cuando van a haber problemas.

-Creo que es todo cuanto puedo decirle, señor. Lamento no poder hablarle más sobre él. Quizá si vuelve por aquí a menudo, lo encuentre. Le ofrecería alojamiento, pero el poco espacio que tengo lo necesito para mí.

-¿Probar con Amrael? Salvo que sea capaz de usar la espada mejor de lo que parece, no se lo recomiendo. No habla con nadie que no le venza antes con la espada. Así que si, su hombre debió vencerle alguna vez. No, yo no le vencí con la espada. Pero le ayudé con algunas heridas, y me está agradecido. Ya le dije que yo curaba, rara vez hiero a nadie. Si, ellos se hieren al luchar. No de mucha gravedad, pero si lo suficiente para ver manar la sangre. Amrael dice que así es más real.

-Se que en realidad le he contado poco. Pero es que no merece más. Es un completo desconocido, y sus intenciones no las veo muy claras. ¿Cómo? Por supuesto que sus intenciones son cosa suya. Como son cosa mía decidir que palabras pronuncio, o que cosas cuento. Ahora márchese.

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Rittmann el Lunes, 2 de Abril del 2006 a las 00:11

Mensaje por Rittmann »

El chico miró con sorpresa y desprecio al hombre que le había capturado. Sólo había esperado la muerte a manos de Galdor, pero las prguntas del antiguo montaraz de Ithilien le dejaron ciertamente perplejo.

Joven : Sköld y Krag eran mis guardianes. A dónde íbamos y qué pretendíamos, no lo diré por mucho que me tortures.

Y escupió a la cara a Galdor, para luego con desprecio y arrogancia casi suicidas añadir:

Joven : Y menos aún te diré nada de ella. ¿Por qué debería hacerlo a quien es mi enemigo? Si quieres saber mi nombre, es Tharenon.

"Tharenon... Mi hermano..." El escalofrío que recorrió a Galdor de arriba abajo pasó inadvertido por el chico, pues ya se había girado para empezar a caminar.

Tharenon asumió su papel de prisionero con serenidad. Quizás tuviese momentos impulsivos, pero desde luego que a Galdor le sorprendió la actitud taimada del chico ante su captura... Pero no se dejaba engañar. Él sabía bien que estaba mermado físicamente. Apenas soltó algún gruñido de dolor por la flecha clavada en tan mal lugar, pero no se arrugó ni se tambaleó. Ciertamente era admirable cómo aguantaba el porte ante aquella herida.

Galdor no pudo evitar llevarse la mano al codo herido antaño. En los días húmedos de lluvia aún notaba el dolor reciente en sus huesos, y había costado mucho esfuerzo que el hueso se soldara correctamente tras la terrible herida sufrida la noche en que murió Thorontir. A veces, en sueños, podía ver los rostros de los caudillos orcos a los que abatió con su escudo en aquel ataque de furia. Era el único lugar en el que su memoria le permitía recordar aquella batalla, pues jamás había podido recordar de manera consciente lo sucedido tras la caida de Jazeira. Miró al chico, y comprobó que la flecha estaba clavada en el mismo codo que a él le habían destrozado años atrás.

Cuando esa noche hicieron un alto, ató la mano buena del chico bien alto con una cuerda, contra la rama de un árbol. Era una postura incómoda en la que de ningún modo podría soltarse, y eso le permitiría descansar un poco. Tharenon asumió con resignación su papel de prisionero una vez más y no se quejó. Pero su marmóreo rostro no le engañaba, pues lo conocía bien. Era el mismo que él llevaba, el mismo que había mostrado el terco de su hermano. Fingiría sumisión, fingiría aceptación de su destino, hasta que el menor resquicio de debilidad le mostrase una puerta por la que huir. Con aquella herida, sin embargo, Tharenon había visto que la puerta podría tardar mucho tiempo en abrirse, y con calmada paciencia esperaba mejores circunstancias...

De entre la maleza que rodeaba el lugar elegido para descansar se oyó un leve murmullo de ramas. Galdor y Tharenon alzaron sus miradas prestos a ver qué se acercaba. ¿Un animal? La liebre que había movido las zarzas salió disparada lejos de los dos hombres, y Galdor pudo ver a Tharenon descartar peligro alguno al bajar su mirada.

"Qué joven es aún..." - pensó el antiguo vasallo de Góndor, girándose hacia el lado contrario. Amrael ya estaba frente a ellos.

Galdor : El truco de la liebre es viejo, amigo mío.

Amrael : Pero todavía funciona bien para distraer la atención. ¿Qué tenemos aquí? ¿Un orco? - dijo mirando al chico -. Bueno, al menos huele como uno...

Imagen Bueno, turno breve para que puedas seguir interrogando al chico si te apetece. El curandero que mencionas en tu turno está a una jornada completa de viaje, y llegaréis al atardecer del siguiente día. El chico no escapará, de modo que puedes relatar lo que queda de camino y los primeros auxilios del curandero si quieres. O interrogatorio, o lo que te apetezca.
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Thorontir el Viernes, 6 de Abril del 2006 a las 21:11

Mensaje por Rittmann »

Galdor : El truco de la liebre es viejo, amigo mío.

Amrael : Pero todavía funciona bien para distraer la atención. ¿Qué tenemos aquí? ¿Un orco? - dijo mirando al chico -. Bueno, al menos huele como uno...

Galdor : Háblale con respeto, o podría atacarte. Es una fiera salvaje, parece. Al menos tiene más redaños que su padre, si he interpretado las evidencias correctamente. Pues creo que es el hijo de la bella Adanedhel, y del cobarde Capitán de Góndor Thorontir. Un traidor, hijo de un cobarde. Tiene su lógica, supongo. Aunque como digo, este es valiente. Se como duele eso que tiene en el codo. Pero él no se ha quejado aun.

Esperó, atento a cualquier gesto del chico. Su sobresalto fue más que evidente al mencionar a Adanedhel.Esto lo confirma, no hay duda. Pero el chico no abrió la boca. Era hosco, pero se mantenía entero. No pudo evitar sentir una punzada de orgullo.Si, tiene redaños… Notó como el chico lanzaba algún vistazo a su propio codo. Era curioso comprobar como se parecían, aun en detalles como esa herida.

Amrael : Es una lástima, entonces. Que un hombre valiente deje de lado a su gente, y cambie de bando. De todos modos… Magla, alguien te estaba buscando. Si he interpretado las evidencias correctamente.

Amrael sonrió con malicia, al repetir las palabras de Galdor. Parecía divertido.Quizá ese alguien que me busca cree conocerme. Si ha dado mi nombre, aquel que solía utilizar… Maldita sea. ¿Quién podría haberme encontrado?

Galdor : Lo veré más tarde. Quienquiera que sea, si de verdad me busca a mi, debe llevar tiempo haciéndolo. Algunos días más no importan. Voy a llevarlo a Osfrel. Todos tenemos un límite, y pasado este, hablamos cuanto sea necesario, y confesamos cualquier cosa para acabar con el dolor – Miraba al chico, y era obvio que hablaba para él. – pero preferiría otros métodos. Ahorraré tiempo, y él sufrirá menos. A los orcos que iban con él si los he matado. Parece mentira: tanto tiempo diezmándolos y aun se atreven a vagar por estos lares, y aun a plena luz del día.

Amrael : Yo puedo llevarlo a ver a Osfrel. Mi refugio te coge de camino, y allí ha de estar ese hombre. Dice ser un capitán de Góndor, llamado Borodan. Parece que, tal como le dije a Osfrel hace tiempo, sois bastante importante. O lo erais, al menos. El caso es que yo mismo puedo encargarme del chico. De un modo u otro, cuando lleguéis a la cabaña de Osfrel, lo tendremos listo para responder.

Galdor tardo en responder. Borodan. ¿Qué demonios hacia allí? Y había venido como capitán, luego habían confirmado el ascenso que el mismo le otorgó, años atrás, en el poblado hauti, o bien se lo había ganado a posteriori.Juré que cuando la hora fuese oscura, regresaría. Que lo haría con el brazo lo bastante largo como para derrotar a los enemigos de Góndor. ¿Habrá llegado ese momento? ¿Será la hora?

Galdor : Sea, entonces. Así todo será más rápido. Os veré en tres días. Voy a forzar el ritmo, para que así sea. De modo que dile a Osfrel que tiene un día para encargarse de él. Luego será dio de nuevo.

Salió disparado, dejando al chico con Amrael. Confiaba en el elfo, y en su habilidad. Sin duda llegaría con el chico, sano y salvo. Pero… ¿Borodan? Había intentado mantenerse al día sobre Góndor, y, si bien desde la campaña de Moria todo había ido de mal en peor, no se había producido un cambio significativo que pudiese hacer suponer que el fin estaba próximo.Déjalo. Cuando llegues, sabrás por que te busca. Es inútil pensar en ello ahora: tienes que aprovechar el tiempo para correr, raudo y seguro.

Al menos tardaría siete u ocho horas en llegar hasta el refugio de Amrael, y ese recorrido lo mantendría alejado del refugio de Osfrel. Pero no importaba. El curandero necesitaría tiempo, así que podía encargarse de esto ahora.

_________

Hizo el largo trecho en dos tramos, parando a descansar entre ambos. Aun así, cuando llegó comprobó que estaba más cansado y dolorido por la tensión que por el ejercicio en si. Realmente se había endurecido en este tiempo, y había ganado mucha capacidad física. Y eso que era algo que nunca le había faltado…

Sus cavilaciones acabaron al llegar al claro por el que se subía al refugio de Amrael. Aun anocheciendo, era fácilmente reconocible. Allí estaba Borodan, apenas nada había cambiado en el montaraz. No sabía como empezar aquella conversación. De hecho, no sabía si deseaba llevarla a cabo. Pero debía hacerlo.

Galdor : Salve, Capitán de Góndor. Estáis buscando al que partió, a aquel que estará muerto hasta que llegue su momento. Así pues, ¿Acaso la hora ha llegado?

Borodan se volvió sobresaltado, dejándole ver que no lo había visto llegar. Ciertamente ahora parecía haber una gran diferencia entre ellos, o eso pensaba Galdor. La vida en el monte Gundabad estaba dando sus frutos…

Borodan : La hora ha llegado, pero creo que no la que pensáis. Estoy aquí más como amigo que como hombre de Góndor. Pues pocos amigos os quedan allí, al menos reconocidos. Pero lo que he venido a deciros no puede ser contado por un cualquiera.

Galdor : Hablad ahora,amigo . Si es tan importante mejor no esperar. – Hubo un tono extraño en la palabra amigo. Pero ni el propio Galdor supo muy bien que sentía en ese instante.

Borodan : La hora ha llegado… para vuestro señor padre. Haldan de Minas Tirith nos ha dejado. Pensé que debía decíroslo, y por eso os he buscado largo tiempo.

Galdor : ¿Largo tiempo? Así pues, ¿murió hace mucho? – No dejó que Borodan lo viese, pero dentro de él sintió algo extraño. No dolor, que era lo que esperaba, sino asco. Asco hacia si mismo, por no dedicar a la muerte de su padre más tiempo que un fugaz pensamiento.No me estoy convirtiendo en un héroe, en un salvador. Me estoy convirtiendo en un arma, un objeto sin sentimientos que sólo sirve para cazar enemigos. .

Borodan : Hace ya casi año y medio. Pero mucho he tardado en encontraros. Ahora que lo he hecho, puedo regresar tranquilo. El que lo haga sólo, o acompañado, no depende de mi…

Galdor : Dije que regresaría, y pienso mantener esa palabra. Pero dije que regresaría en el momento adecuado. Y creo que aun no ha llegado.

Borodan : Los refugiados mueren a miles en Úmbar, otros tantos acaban en manos de mercaderes. Eso es producto de la guerra. Vos mismo lo visteis una vez. No había peligro de ataque a Góndor entonces. Pero ahora… Hay rumores. Rumores de que esas muertes sólo son el aperitivo. Rumores de que pronto habrá mejores mercancías, gentes de los linajes del oeste. Rumores de que los umbareanos se han aliado con señores de la guerra de oriente.

Galdor : Rumores, rumores, rumores. Contadme hechos, no rumores.

Borodan : ¿Hechos, no rumores? Bien, tendréis hechos: No tenemos gente que enviar aquí, al norte, para reconstruir Arnor, como era deseo de nuestro Rey. El hijo de nuestro señor Elessar sigue sin aparecer, y el dolor consume a sus padres. Ya apenas queda esperanza al respecto. La flota de Góndor se está reforzando, y aun así no servirá de nada. La Liga formada con enanos y elfos se resquebraja. Grandes héroes murieron en Lórien, nuestros y de ellos, y nadie ha podido reparar esas pérdidas. Todo esto son hechos. ¿Acaso no bastan?

Galdor : No lo se. Podrían bastar. Todo depende de la situación aquí. Mucho tiempo habéis empleado en buscarme, Borodan. Podéis perder tres días más, mientras pienso. No creo que sea pedir mucho. Sólo tendréis que seguirme, hasta un sanador cercano. Hay asuntos que me requieren. Tres días, y os daré a conocer mi decisión.

Borodan : Sea pues. Y ahora que hemos hablado, ¿No preguntareis, mi señor? ¿No os intriga como les va a vuestros seres queridos?

Galdor : Ya no me quedan tales, Borodan. Ya no me queda nada. Salvo Góndor. Eso deseé una vez, y eso tengo ahora. Hay que cuidarse de los sueños que tiene uno, pues a veces se cumplen. – Y por un instante, en el melancólico tono en que habló estas últimas palabras, Borodan reconoció a Thorontir. Sólo un atisbo, pero allí estaba, después de todo. Suspiró con alivio.

Borodan : No os importunaré, pues. Pero sabed que seguís teniendo algunos amigos. El mismísimo senescal Faramir en persona me confió la misión de encontraros, y yo la acepté de buen grado. “No importa el tiempo que te cueste, encuéntralo”, fue lo que me dijo. Y eso he hecho…

Galdor : ¿Qué hay de mi rango? ¿Se me permitirá volver con el resto de montaraces, o se me requiere tan sólo para ser juzgado?

Borodan : tendréis que esperar a llegar a casa para saberlo…

_________

Apenas descansaron unas horas, las suficientes para que el alba los encontrase listos para partir. Borodan estaba fresco, pero Galdor necesitaba ese respiro. En cuanto consideró que había descansado lo suficiente, marcharon en busca del refugio del sanador. Les llevó casi dos jornadas, en las que apenas hablaron. Galdor reflexionaba, y Borodan respetaba su silencio. Cazaban cuando lo necesitaban, dormían cuando llegaba el momento, respetando las guardias, y cuando era el momento de correr, se movían raudos como el viento. Al atardecer del segundo día, llegaban a los dominios de Osfrel.

Serénate antes de hablar, y hazlo bien. Y sobretodo, no digas nada. A ver si Borodan nota algo en él . Ojala Osfrel supiese como hacerlo más comunicativo. podría torturarlo, pero ni eso le gustaba, ni el chico parecía propenso a aligerar la lengua…

Imagen Las preguntas que quiero hacerle son sobretodo sobre la situación en la zona, y su posición entre los orcos. Galdor está sopesando la posibilidad de regresar, aunque considera que quizá sea demasiado pronto, pero partirá si parece que la situación en el monte es controlable. Al fin y al cabo, no es tan importante, y sin duda Amrael puede apañárselas bien.

Si el chico no va a contestar (lo pongo en duda por si Osfrel puede hacer algo, de por si imagino que no, y Galdor no va a torturarlo…) se marchará, pues ante la duda escoge el retorno. Al chico no se muy bien que hacer con él, porque por un lado en teoría será leal a los orcos, pero, por otro, ver la tierra de su gente… Así que se lo llevará, junto con Borodan, si al final parte.

Si el chico habla, y parece que se esta gestando algo gordo aquí, pospondrá su regreso, enviando a Borodan solo.

Tanto si marcha como si queda, desarrolla el turno tan hacia delante como quieras, la idea es narrar la partida (sea la suya o la de Borodan tan solo) a modo de flash back. Tampoco me he querido enrollar mucho hacia el final porque me parece que estaba quedando demasiado largo…)

Creo que ya está todo…

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Rittmann el Jueves, 10 de Mayo del 2006 a las 12:21

Mensaje por Rittmann »

Osfrel : ¿Torturarle? No serviría de nada. No en su caso.

Osfrel casi parecía ofendido por la insinuación de Galdor de torturar al chico para que hablara. Bajo su desgreñada melena, sacudió la cabeza con una clara negativa.

Osfrel : Mientras lo desnudábamos para lavarle el olor a orco, vi un tatuaje en su espalda. Sólo he visto ese tatuaje en los guerreros de élite del Rey Trasgo, sus siervos de confianza. Puede que tenga aspecto de hombre, pero tiene corazón de orco. Y voluntad de hombre. Sólo hay que mirarle a los ojos para saber que oculta algo que no dirá ni bajo tortura.

Borodan, en un segundo término, escuchaba intrigado las palabras del sanador. Amrael, sentado a la mesa, seguía pelando las verduras de la cena con su afilada daga de preciosa factura élfica.

Galdor : Entonces, ¿cómo podemos sacarle información?

Osfrel : No nací ayer, Galdor. La voluntad de un hombre puede ser quebrada de muchos más modos que la tortura. Y puedes dar gracias que conozco esos modos.

Osfrel se acercó al hogar encendido y descolgó una cesta de mimbre. En su interior, Galdor pudo ver algunas setas de forma extraña.

Osfrel : Lenguas de serpiente. Cómete una, y tendrás alucinaciones. Cómete dos, y delirarás. Cómete tres, y morirás. Será parte de su cena esta noche.

Y cogiendo dos de las setas, las apartó junto al puchero de agua hirviendo. Cuando un par de horas más tarde los cuatro hubieron cenado, Osfrel bajó al sótano para comprobar que el chico había comido su cena. Cuando subió arriba, llevaba a cuestas al chico, que estaba en un estado lamentable. No se tenía en pie, y su rostro estaba desencajado. Galdor pensó inmediatamente en la dosis de lenguas de serpiente, y temió que Osfrel se hubiese pasado con las setas. Pero al sentarlo en una silla, vio que el chico respiraba de manera profunda... Como si estuviese profundamente dormido, pero con los ojos extrañamente abiertos en un rictus fúnebre.

Osfrel : Chico... Chico... ¿Me oyes?

Joven : Mmmsssii... - musitó balbuceante.

Osfrel : ¿Cómo osas hablarme así? ¿Es este el modo de responder a tu señor?

Y entonces, Galdor vio la estrategia de Osfrel funcionar, y el chico balbuceó de nuevo con sumisión.

Joven : Dis... Disculpadme... Mi señor... Soy débil... No me... me encuentro... bien...

Osfrel : Débil humano... ¿Acaso has olvidado tu misión? - dijo con autoridad y crueldad.

Joven : No... No me... Me he... Olvidado...

La voluntad del chico parecía nublada por completo. Borodan observaba con sumo interés la escena, mientras el elfo lo hacía con cierto deje indiferente, aunque Galdor sabía que aquel rostro era sólo una máscara.

Osfrel : Mentiroso. No sabes mentir. Te has olvidado de tu misión. Debería arrancarte las entrañas.

La dureza de las palabras de Osfrel era casi hiriente a los oidos. El chico se convulsionó, y casi sollozando, replicó.

Joven : No es cierto... Yo os sirvo... Porto el tatuaje... Soy leal... Al Rey Trasgo...

Osfrel : Demuéstramelo. Dime tu misión, y sabré que no la has olvidado.

Y el joven, al fin, confesó.

Joven : Los elfos... Y los enanos... Y los hombres... Nuestros enemigos... Tienen un enemigo nuevo. Han... Han creado una defensa contra... Contra ese enemigo... Y nosotros debemos... Aliarnos con ese enemigo... Debo hallarlo. Convencerle... Convencerle que le interesa... Aliarse con el Monte Gundabad... Con su majestad... Mi señor, no he... Olvidado... Soy fiel...

Osfrel suspiró, y miró a los demás.

Osfrel : Sí, eres fiel, chico. Ahora te creo. Pronuncia tu nombre con orgullo, para que mis guerreros te honren cuando triunfes en tu tarea.

Joven : Yo soy... Soy... Tharenon... El orco con piel de hombre... Primer Puño del Rey Trasgo...

La voz de Tharenon sonó orgullosa en su balbuceo. Osfrel sacó de su bolsillo un polvillo que acercó a la nariz del joven, y tras presionarla, Tharenon perdió el sentido.

Osfrel : Dormirá. Estaba al límite. Alargar el interrogatorio habría sido contraproducente.

Amrael : Los trasgos han visto la línea de defensa del valle del Anduin. Ven que los pueblos de la cuenca del gran río se preparan para defenderse de una amenaza del este, y que ya no les vigilan. No son muchos, pero sí suficientes para darnos dolores de cabeza si se alían con la amenaza que tanto asusta a enanos y elfos como para aliarse.

Borodan : La Nueva Alianza formaza tras la guerra de Lorien espera enemigos del este. Si los orcos logran hacer tratos con ellos, la frontera norte de la linea de defensa tendrá serias dificultades para mantenerse entera. La amenaza se espera del este, pero el monte Gundabad está al noroeste, a espaldas de esa linea de defensa.

Osfrel : Señor... - dijo sentándose en una silla junto al fuego -. Soy demasiado viejo para estas cosas.

Amrael : Los orcos insistirán - resolvió Amrael -. Creo que el chico, siendo humano, era su mejor baza para buscar a ese enemigo y plantear la alianza. Pero estoy seguro de que insistirán.

Imagen Bueno, puedes manejar a los pnj's como prefieras. ¿Qué haréis vista esta información?
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Mensaje por Rittmann »

Galdor : Sin duda, insistirán. ¿Cómo podríamos evitar que tengan éxito? El chico no será su único mensajero aun cuando sea aquel en el que depositan más esperanzas.

Amrael : Acabar con todos ellos es una opción, claro. Pero… no tenemos la fuerza para hacerlo.

Osfrel : Es imposible acabar con todos, por mucha fuerza que se tenga. Se han criado en esta tierra, la conocen bien, y tienen muchos escondrijos.

Amrael : De todos modos podemos descartar esa opción.

Galdor : Podríamos interceptar a los mensajeros que saliesen del monte…

Amrael : Quizá, entre los dos, podríamos. Pero podrían escapar algunos. Eso nos haría fracasar. Quien sabe a que están dispuestos…

Galdor : ¿Y formar una pequeña milicia, con gente de los alrededores? En caso de movimiento, podríamos alertarlos y presentar batalla. Quizá eso los disuada.

Osfrel : No lo creo, cuando luchan… - Borodan interrumpió al curandero.

Borodan : Cuando uno es libre, está dispuesto a soportar algunos inconvenientes. Es más, en aras de lograr esa libertad no son pocos los que se sacrifican. O los que lo harían, en caso de que fuera necesario.

Galdor : Celebro verte filosofando, Borodan. Pero… ¿Nos ayuda eso?

Borodan : Apenas he estado en estas tierras. Apenas conozco a sus gentes. Pero los hombres son hombres, dondequiera que estén. Los orcos son orcos. La libertad es la libertad. Si los orcos del monte Gundabad se alían con el enemigo del este… serán esclavos, unos cuantos esclavos más en su ejército. Nosotros – y era evidente que ese nosotros incluía a Galdor- hemos visto eso muchas veces. El enemigo aceptará a los orcos en sus filas, donde serán unos cuantos más entre el puñado del que ya dispone.

Amrael : Creo que se por donde vas. Y es algo interesante, aunque difícil. Pero termina, no quiero estropearlo.

Borodan : ¿Qué ocurriría si les ofreciésemos un trato mejor? “Luchad en nuestro bando, o al menos manteneos neutrales, y sellaremos la paz. Vuestro territorio será respetado, y tendréis nuestra amistad, y nuestro apoyo.” Sin duda eso seria mejor que ser unos cuantos más entre la marea de siervos del Enemigo.

Galdor : Pero sólo si vencemos.

Osfrel : Razón de más para que colaboren. Si creen en una propuesta como esa, quizá estén dispuestos a luchar. Oh, señor, no puedo imaginarlo: paz después de tanto tiempo. Armonía, entre todas las razas.

Borodan : Ni siquiera tendrían por que mezclarse con el resto. Es más, incluso podríamos permitir lo que ahora pretenden, para que el enemigo confiase en este ataque a traición a las defensas. Pero cuando atacasen, no sólo encontrarían las defensas intactas, si no también a los orcos del monte Gundabad, dispuestos a luchar.

Amrael : Suena bonito, pero es casi tan inalcanzable como el eliminarlos a todos.

Galdor : Quizá no. Sin duda es un premio tentador… Si un emisario se presentase ante el rey Trasgo, llevando al chico con él, como gesto de buena voluntad… Y expusiese lo que pensamos. Quizá aceptarían.

Borodan : Pero hay un problema: no podemos hablar en nombre de ningún rey. No tenemos derecho a hacerlo.

Galdor : Gondor es más importante que cualquier hombre, siempre os lo he dicho. Más importante incluso que el propio rey. Si está en nuestra mano ayudar a Gondor, debemos hacerlo. No podemos permitir que nos frenen esas nimiedades. – Era evidente que la idea le había gustado. Parecía saborearla en su mente, disfrutarla. Entonces lo vio claro… - Yo seré el emisario. Un capitán de Gondor. El espíritu del bosque, la Sombra, el Demonio del Monte… me temen, y ese temor puede ser un arma. Yo, un solo hombre, los he atormentado durante este tiempo. Si ahora les ofrezco un trato, al menos lo consideraran en honor al respeto que les debe infundir ese miedo. Y supongo que también me consideraran suficiente como para hablar en nombre de mi gente. Ah, si funcionase… seria perfecto.

Osfrel : Todo eso es muy bonito, pero… ¿Cómo esperáis que lo cumplan? Desde tiempos inmemoriales, las traiciones han sido continuas, aun cuando nunca ha habido acuerdos. Pero aun la más mínima tregua se ha traicionado con tal de conseguir una ventaja, por pequeña que fuese.

Galdor : Pero el tiempo está cambiando, amigo. Llega la edad del hombre, y ellos no pueden esperar sobrevivir enfrentados a nosotros. Créeme, dudo que en el mundo algún hombre odie más a esa inmunda raza, pero aun así estoy dispuesto a intentarlo. Es más, incluso estoy dispuesto a contarles mi historia. Si con eso no confían en mi, entonces será el momento del acero. Porque si alguien a quien han hecho tanto daño está dispuesto a perdonarlos, no veo porqué ellos no podrian perdonarnos a nosotros... – Al hablar pensaba en el chico. Contarle la historia… Ahora él era el heredero deÊlruth . Si aceptaban…quizá la espada fuese una buena forma de sellar el trato.

Borodan : De todos modos, convencerles de que tú respetaras el trato no implica que ellos lo respeten, ¿no crees?

Galdor : Vaya vaya. Propones la idea y ahora te asustas. No, créeme, si los convencemos de que cumpliremos, ellos lo harán. El chico es el orco con piel de hombre, corazón orco con voluntad humana. El Primer Puño del Rey Trasgo.

Amrael : Y además, es hijo de un héroe gondoriano. No olvidéis eso…

Borodan : ¿De un héroe gondoriano? ¡Explicad eso!

Galdor : No ahora. Y no un héroe. Pero es cierto, la sangre del sur está en sus venas, por lo que sabemos. También podemos confiar en eso, espero. Pero, Borodan, hay algo en lo que estoy pensando… En la casa de mi padre había una espada, que fue de él, y antes de su padre, y aun antes del padre de su padre. Pasó a mi hermano, y luego a mi… - Borodan le interrumpió.

Borodan : Está en los fardos de mi caballo. Vuestro padre pidió que os la hiciésemos llegar.

Galdor : Decidido, entonces. Cuando el chico esté en condiciones, partiré. Gloria o muerte, no hay más opciones.

Y con un suspiro se echó a tierra.Ojala la espada signifique algo para él. No se muy bien por que debería, pero ojala sea así. Y ojala tenga éxito. Podría suponer mucho más que ganar cien batallas: una paz duradera con los orcos, y, quizá, el que otros clanes orcos siguiesen su ejemplo.

Hubiese dado cuanto poseía por poder creer lo que soñaba.
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Rittmann el Viernes, 8 de Junio del 2006 a las 22:30

Mensaje por Rittmann »

Tharenon : Me llevas al Monte Gundabad. ¿Por qué?

La mirada del joven hombre-orco estaba llena de gélida frialdad. Hacía tres días que habían dejado atrás la casa de Osfren, y aún les quedaban al menos otros tres días para llegar a la entrada de la montaña. Pero eso no era ningún problema. Mucho antes, los trasgos que patrullaban la zona lo encontrarían.

Galdor miró al joven, y se limitó a encogerse de hombros sin responder. Él entonces se quedó apoyado contra el tronco del árbol junto al que se había sentado. Galdor preparaba el campamento para pasar la noche, y ya había atado los tobillos del muchacho para evitar que pudiese salir corriendo de noche. Pero aunque fingía no prestar atención al muchacho, Galdor se complació en comprobar que éste no era ningún estúpido. Aún en la distancia, a pesar de lo imposible que para él podía parecer la ruta tomada por su captor, ya había entendido cuál era su destinación. No era la primera vez que preguntaba por aquello, pues poco después del parón para comer había inquirido lo mismo, y como respuesta halló el silencio de Galdor también.

Galdor : Será mejor que te cambies el vendaje como te dijo Osfrel, o se te infectará - dijo el antigui montaraz, lanzando unas cuantas vendas limpias sacadas de su mochila al muchacho.

Tharenon las miró, pero no movió un músculo para recogerlas.

Tharenon : Quédatelas. No las voy a necesitar.

Galdor se sorprendió por esa respuesta, pero nada en sus movimientos pareció mostrarlo. Él seguía a lo suyo, acabando de preparar la fogata para pasar la noche y asar algo de la carne embutida que llevaba en su macute. Tharenon se recostó por segunda vez contra el tronco, y se quedó en silencio.

La mañana siguiente el muchacho parecía agitado. Nervioso. El temple de Tharenon parecía ir disolviéndose a medida que avanzaban. No era algo evidente al ojo, pero a Galdor no se le escapaba que el andar seguro del chico ya no era tan seguro, y que se habían multiplicado las miradas de éste hacia su persona. Fue durante la comida cuando lo dejó ir.

Tharenon : Moriremos los dos.

Galdor alzó la mirada y encontró los ojos del muchacho.

Galdor : Puede ser.

Tharenon : No, no puede ser. Va a ser así. No he cumplido mi misión, y he sido capturado por el enemigo. Yo seré ejecutado. Y tú has dado muerte a demasiados de los nuestros. Morirás.

Galdor se encogió de hombros, aunque interiormente se dio cuenta que aquella era una posibilidad que no se había planteado. El muchacho no parecía recordar nada del interrogatorio, si no, su sorpresa por la ruta tomada habría sido menor o inexistente. No había temido a la muerte cuando la había mirado a los ojos. ¿Qué temía entonces? Galdor quedó mirándolo un largo rato, buscando en sus rasgos o gestos un indicativo, pero si lo había, él no lo vio.

Horas más tarde, Galdor caminaba tras los pasos del chico subiendo un camino que llevaba a un alto entre montañas, y allí lograron ver por vez primera la montaña maldita. A lo lejos, el Monte Gundabad se alzaba aterrador, sus valles inmediatos plagados de peligros innombrables, de trasgos... Con un muchacho herido y poco colaborativo, jamás llegaría hasta la montaña sin ser detectado, o abatido. El muchacho parecía pensar igual, y con su mano buena se acariciaba el pecho justo por encima del lugar donde tenía el tatuaje dado a los guerreros de élite del rey trasgo. Galdor vio la tensión en sus músculos, y entonces comprendió el temor de Tharenon.

No temía morir. Temía el deshonor de regresar derrotado. Por un momento, Galdor pensó en lo duro que sería para un orco crecer entre humanos y llegar a capitán de la guardia de Góndor, por poner un ejemplo. Más bien, se le antojó imposible. Tharenon había hecho real lo imposible, pero aquel regreso le iba a despojar de su honor de orco, y a darle la muerte de un traidor. Al menos, él estaba convencido de ello.

Imagen Turno de reflexión sobre las palabras del muchacho. Si decides acabar el avance hasta Gundabad, deberás describir cómo vas a hacer el acercamiento. Piensa bien en todo lo que he comentado en este turno.
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Thorontir el Lunes, 11 de Junio del 2006 a las 13:00

Mensaje por Rittmann »

No tengo derecho a condenarlo a muerte. Es la sangre de mi sangre. Lo único que queda de Adanedhel en este mundo. ¿Es más importante que viva el fruto de la semilla, aun siendo un traidor a mi gente?

De nuevo Galdor sentía como su antiguo yo salía a la superficie. Eso le atemorizó un instante. No podía permitirse debilidades. Pero… tampoco iba a condenarlo. Se acercó al chico y le ató las manos. Lo inmovilizó y le cambió los vendajes, pese a su negativa.

Galdor : Nunca sabes que ha de traer el nuevo día. Eres duro, chico, así que no te des por vencido ahora. En esta vida no todo es avanzar. A veces un paso atrás es igual de importante. Ahora voy a contarte una historia. Escúchame atentamente, te lo ruego.

Galdor se sentó frente a él, sin quitarle la mordaza. No quería que lo interrumpiera.

Galdor : Tu padre… Te hable de él cuando te capturé. Era un soldado de Gondor. Montaraz, como yo. Bastante bueno, he de decir. El mismísimo Faramir, hijo de Denethor, le puso el sobrenombre de Thorontir, el águila vigilante. Su hermano Tharenon era toda una realidad, pero la promesa que era Thorontir apuntaba a su mismo nivel. Un orgullo para su padre, desde luego. Pero Tharenon tomó parte en una misión suicida en la que debería haber partido Thorontir. Eso le condenó.Êlrûth , la espada heredada por el primogénito de la familia desde hace incontables generaciones, pasó a manos de Thorontir. Este luchó bien, y la victoria en la Guerra del Anillo le ayudó a forjarse un nombre entre los montaraces. El amor de Adanedhel, tu madre, le ayudó a soportar la pérdida de Tharenon. Pero también perdió eso, cuando los orcos lo dejaron malherido a él, y se la llevaron a ella. A partir de aquí, de la historia de ella no se nada, supongo que tu si. Pero de quien hablo es de Thorontir. Él quedó destrozado. Sólo le quedaba su padre, y su deber. Gondor lo era todo para él. Jamás renunció a encontrarla a ella, pero se volcó en su ocupación como montaraz. Aun así… supongo que sus desgracias provocaron en él esa debilidad de carácter que siempre lo marcó. Llegó incluso a renunciar a la espada de su familia, como si ella tuviese la culpa. Por su culpa, Erudil, primo del rey Elessar, se perdió en Úmbar. Pero no todo fueron sombras. En un pequeño poblado Hauti, tras haber sido recompensado con el rango de capitán, dirigió una épica resistencia contra el ataque orco, llegando a matar a varios de los más importantes guerreros armado con el escudo, pues su brazo derecho había sido quebrado. Como el tuyo, ya ves. Vuestra historia es ciertamente paralela, aunque en bandos contrarios. Sin duda tú eres mucho más poderoso que él, y llegaras a serlo aun más. Tu padre defendió Gondor, como un ideal, porque creía en Gondor como en aquello que debía proteger, que guardar. Quizás tú podrías proseguir con esa protección, no ya como idea, sino como lo que es: la tierra de tus gentes. Entiendo que has crecido aquí, y has alcanzado honores de un modo que no puedo imaginar, entre los orcos. Pero la sangre de tus ancestros fue derramada allí, y al menos eso les debes. Porque no vas a morir. Así que deja de preocuparte, chico, no voy a llevarte más allá. Pero yo, el guerrero que te ha vencido, te imploro que prosigas con la labor de tu padre. Pues el tiempo oscuro que predijo ha de llegar, y él no estará para proteger su tierra, tal como juró hacer. Pues juró por la oscuridad sempiterna. Y esta lo llevará, salvo que quizá tú lo redimas. En vida tu madre y él fueron separados, no permitas que también en la muerte lo estén. No olvides quien eres, chico. Eres un hombre que ha medrado entre orcos. Eres algo a lo que no podrán combatir. Eres un autentico campeón que podría detener la oscuridad. Porque estas estúpidas luchas nuestras no tienen sentido, y yo soy el más estúpido, ahora lo veo. Por que en paz podríamos haber conseguido mucho, pero luchando, sólo sangre hemos obtenido. Sangre de nuestra gente. De ambos bandos por igual. – Galdor estaba enfervorizado. De haber estado con sus chicos, a bien seguro habrían sido capaces de luchar contra todo el monte Gundabad. Pero estaba sólo. – Yo voy a ser el primero en intentar tal unión. Como dices, probablemente moriré. Pero quizá quede en los tuyos un germen con la idea de nuestros pueblos en paz. De ser así… Quien sabe si tu podrías lograr que ese germen creciera y se desarrollase…

Los orcos me arrebataron todo cuanto tuve. Y aun así estaría dispuesto a cooperar con ellos. Si yo estoy dispuesto a tanto, ¿No crees que podría llegar a ser realidad? Es un bonito sueño…


Galdor carraspeó, aclarándose la garganta. Extrajo aÊlrûth de su vaina, y se la mostró al chico.

Galdor : Esta esÊlrûth , laira de las estrellas , heredada de generación en generación en tu familia. En mi familia. Yo era Thorontir de Gondor. Yo soy tu padre, Tharenon.

Entonces, con ternura, con suma suavidad, le golpeó en la nuca, dejándolo inconsciente. No pensaba dejarlo seguirle. Se lo había contado, su historia, sus metas, incluso su juramento. Ahora era cuestión del chico decidir. Aunque… si pudiese ayudar…

Dejó aÊlrûth en el suelo, y la cruzó con su arco. Sobre ellos, dejó el escudo que Borodan le diese, con el emblema del árbol blanco, y, sobre este, la gargantilla de Adanedhel. Todo ello frente al chico, para, tras comprobar que realmente estaba inconsciente, soltarle todas las ataduras.

Lo siento, pero debes vivir, hijo mío. Yo no puedo permitirme otro tanto…

___________________________________

Tras el ritual, y tras implorar a los Valar que, en su ausencia, cuidasen de él, comenzó el camino final. Se sentía mucho más ligero, como si su determinación ya estuviese más allá del punto de retorno, y como si al contarle al chico la verdad ya nada lo atase a este mundo.

No tomó ninguna precaución, sin el arco, poco podía hacer salvo que se encontrase con enemigos de bruces. Y aun así, no pensaba atacarles. No era la lucha su idea.

Pensaba acercarse abiertamente, sin esconderse. No iba a desenvainar la espada, salvo que alguien le exigiese una prueba de que era quien decía ser. Pues pensaba proclamarlo a los cuatro vientos, así como el motivo de su viaje. Del chico, ni una palabra. Sólo lo necesario… “Soy Thorontir de Gondor, el Espíritu del Bosque, el Demonio de Bosque… El Cazador, la Sombra… Invoco vuestro honor de guerreros, para hablar con vuestro líder. No os pretendo ningún daño ahora, y me pongo en vuestras manos”.

Pensaba repetirlo una y otra vez, hasta que alguien le escuchase. Y no pensaba responder a ningún ataque. Si alguien le atacaba, seguiría andando mientras pudiese. Ya no temía a nada. Sólo deseaba poder darle alguna oportunidad al chico, si finalmente sentía la llamada de la sangre.

______________________________________

Imagen Ya se que es evidente que va a palmar, más aun tras el “turno de reflexión”. Pero, tal y como he tratado de dejar claro en el turno, aunque muera, Galdor cree que eso podría servir para que le chico tenga alguna posibilidad si por alguna de aquellas decide seguir los pasos de papi Imagen (Muchas cosas improbables, lo se… pero es lo que hay)

Si casco (y parece que si, por todas las advertencias...), pues será una putada porque este es verdaderamente el personaje al que más cariño he cogido, y el que más tiempo lleva conmigo, pues esta fue mi primera partida aquí. Pero como comenté con kazhi, mejor que muera haciendo lo que debe hacer, que vivir de otra manera. Será un puada perderse todo lo que ya habíamos hablado, pero… mala suerte.

Sobre el final del turno, si has visto “El último mohicano”, seria algo de ese estilo cuando van a intentar intercambiarse por la chica en el poblado mohawk Vaya, aguantar todo lo que le caiga e intentar llegar hasta alguien con el que negociar, para exponer lo que le ha llevado hasta allí.No responderá a ningún ataque. Creo que con eso está todo…

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Rittmann el Viernes, 13 de Julio del 2006 a las 23:18

Mensaje por Rittmann »

Tirada: Thorontir (Observación): 159 (Éxito)

Thorontir había despertado a la vida. Atrás quedaba Galdor, que había quedado sepultado tras la revelación que Thorontir había hecho a su hijo. Ahroa, avanzaba sereno con el monte Gundabad en el centro de su espacio visual, mientras mostraba los brazos abiertos en señal de no agresión y lanzaba su proclama al viento. Muy probablemente, sus ojos de montaraz habían visto a los orcos antes incluso que éstos le hubiesen visto a él, a pesar que la noche sólo ofrecía el resplandor de la luna para ver su entorno. Una patrulla o un puesto de guardia del perímetro defensivo exterior del monte Gundabad, muy probablemente.

Thorontir : Soy Thorontir de Gondor, el Espíritu del Bosque, el Demonio del Bosque? El Cazador, la Sombra? Invoco vuestro honor de guerreros, para hablar con vuestro líder. No os pretendo ningún daño ahora, y me pongo en vuestras manos.

Los orcos se movían con soltura entre los abetos que rodeaban aquel alto valle, rodeando a Thorontir y preparando sus arcos con flechas de negros penachos. En su pecho, el corazón hasta poco antes dormido de Thorontir bombeaba con fuerza, resonando en sus oidos como un tambor de guerra. Notaba el sudor frío de quien sabe que la muerte está cercana, e incluso en su templanza no pudo su cuerpo dejar de estar tenso.

Thorontir : Soy Thorontir de Gondor, el Espíritu del Bosque, el Demonio del Bosque? El Cazador, la Sombra? Invoco vuestro honor de guerreros, para hablar con vuestro líder. No os pretendo ningún daño ahora, y me pongo en vuestras manos.

El clamor hizo que los orcos se detuvieran un momento. Pudo ver a dos orcos escondidos entre las rocas que se amontonaban a los pies de un retorcido abeto, mientras un tercer orco se había apostado entre unos arbustos a su diestra. De los dos que se habían puesto a su espalda, Thorontir no sabía nada, pero imaginó que estaban también posicionados para acabar con él. Los intuyó nerviosos, probablemente desconcertados, sin duda esperando alguna trampa extraña de mítico Demonio del Bosque. Pero no hubo trampa. Thorontir se detuvo, y lanzó su proclama por tercera vez.

Thorontir : Soy Thorontir de Gondor, el Espíritu del Bosque, el Demonio del Bosque? El Cazador, la Sombra? Invoco vuestro honor de guerreros, para hablar con vuestro líder. No os pretendo ningún daño ahora, y me pongo en vuestras manos.

Tiradas:

Thorontir (Presencia x3): 38
Orcos (pseudo-TR vs Presencia x3): 09 (Fallo, siente curiosidad)


Y entonces, de entre las rocas de delante suyo, uno de los dos orcos que en ellas estaba salió con su arco apuntando directamente al pecho del gondoriano. Lo hizo con paso precavido y con ojos atentos a las reacciones de sus compañeros. Thorontir relajó su cuerpo todo lo que pudo, sabedor que cualquier gesto que hiciese supondría su muerte si alguno de los orcos lo creía una amenaza para el que se le acercaba, muy probablemente su líder. Con voz tranquila y pausada, se dirigió a éste por última vez.

Thorontir : Soy Thorontir de Gondor. Invoco vuestro honor de guerreros, para hablar con vuestro líder, el señor del monte Gundabad. No os pretendo ningún daño ahora, y me pongo en vuestras manos.

Y con el mismo aire tranquilo, alzó los puños a media altura para dejarse atar por el orco. Éste desconfió primero, pero en cuanto se dio cuenta que el hombre hablaba en serio, sacó una cuerda y con frenesí la ató con fuerza alrededor de las muñecas de Thorontir.

Orco : ¿Por qué? - preguntó entonces el orco, al tiempo que sus compañeros dejaban sus posiciones para rodear al gondoriano.

Thorontir : Debo hablar con él. Si tras ello desea darme muerte, sea, pero apelo a vuestro honor de guerreros para que me llevéis ante él. Registradme y desarmadme, si lo deseáis, no me opondré.

Orco : Como si tuvieras elección, humano...

Pero algo en el porte de Thorontir había tocado a aquellos orcos de manera especial. Quizás era su convicción, algo que entre los orcos era desconocido al ser criaturas de la oscuridad que pasaban su vida rodeados de terrores y miedos. Quizás era otra cosa. En cualquier caso, el registro fue mucho más suave de lo que Thorontir habría esperado nunca, y tras cruzar entre ellos algunas palabras en el lenguaje perverso de los orcos, sus captores se pusieron en marcha con él.

Así pasaron las lineas defensivas del monte Gundabad, y Thorontir se estremeció a cada capa de defensas que atravesaban. Los orcos allí atrincherados estaban mucho mejor armados y defendidos de lo que jamás había imaginado, y a cada paso que daban veía más y más claro que la fuerza del monte Gundabad era grande aún en aquellos tiempos de receso de la raza de los orcos.

De vez en cuando, sus captores se paraban a hablar en la lengua negra de los orcos con otros orcos que les salían al paso. Estaban ya cerca de la montaña cuando sus captores fueron relevados por otro grupo de orcos, y éstos realizaron un nuevo registro de Thorontir, esta vez más exaustivo que el primero, y por supuesto mucho más acorde a lo que esperaba de los orcos. Este nuevo grupo de orcos fue el que lo escoltó a partir de ese punto. Una gran entrada llena de dientes esculpidos al modo del rostro de una horrible bestia fue su anuncio de llegada a la oscuridad de las entrañas de la montaña maldita, y tras merodear largas horas por las galerías y túneles del monte, alcanzaron una gran sala en la que dos enormes braseros ofrecían una escasa pero rojiza luz que le daba el semblante de un infierno. Entre los dos braseros, sobre una especie de repisa de tosca elaboración, un trono de aspecto cruel albergaba un enorme orco que portaba una corona de hierro con joyas que brillaban sangrientas a la luz de los braseros. Los ojos del trasgo eran inhumanos por completo, amarillentos incluso en aquella luz, salvajes y llenos de odio.

Allí, ante Thorontir, se hallaba el orco más odiado: el Rey Trasgo del Monte Gundabad. Casi tan alto como un capitán de Góndor de sangre pura, el Rey Trasgo se irguió sobre sus fuertes piernas y desde la altura del pedestal de su trono miró con altiva presencia al hombre que hollaba su corte. Varios de los Puños del Rey Trasgo estaban también en la sala, pero sólo éste ya era suficientemente amenazador como para fijarse en el medio centenar de trasgos que rodeaban expectantes a Thorontir.

Rey Trasgo : Dicen que quieres hablar conmigo antes de morir - dijo con voz glacial y llena de odio contenido -. Veamos qué tiene que decirme el Demonio del Bosque que ha acabado con tantos de mis orcos.
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Thorontir el Miercoles, 18 de Julio del 2006 a las 06:07

Mensaje por Rittmann »

Sin terminar de creer lo que había ocurrido, el montaraz de Gondor se encontró cara a cara con el mismísimo Rey Trasgo. Era sin duda más de lo que había podido esperar, y, por tanto, no podía dejar de aprovechar la oportunidad de, o bien lograr su objetivo, o al menos abonar el terreno para que otro pudiese, más adelante.

Thorontir : Que hable ahora me pedís, y eso es lo que voy a hacer. Pero antes, quiero que entendáis quien soy: un hombre, un hombre que perdió cuanto amaba a manos de vuestra gente. Un hombre al que desde temprana edad enseñaron a odiaros, y al que más tarde se le dieron motivos para incrementar ese odio hasta niveles infinitos. Por tanto, espero que tengáis en cuenta este hecho, antes de sospesar mis palabras: si yo he podido venir en son de paz, pienso que deberíais considerar lo que vengo a deciros sin prejuicios raciales. No es tiempo de pensar en pequeñas metas, si no de lograr algo más simple aun: nuestra supervivencia. La de todos nosotros.

En el sur se mueven grandes ejércitos, sin duda lo sabéis bien. Grandes y poderosos señores, algunos tan poderosos como para despertar a los dragones que quedan en la Tierra Media, y utilizarlos en su favor. Tan poderosos como para devastar pueblos enteros, sólo por el placer de ver a sus juguetes en acción. Pues eso son para ellos sus ejércitos. Juguetes. Como lo son todos sus soldados. No lo dudéis ni un instante: aun los dragones son meros instrumentos para ellos, grandes y ambiciosos señores. Y vosotros pensabais uniros a ellos. Mala elección. Ni hombre ni orco conseguirán nada de ellos, salvo la muerte, aun aquellos que les apoyen. Escogéis voluntariamente servirlos, pensando en vuestra cobardía que así os salvareis. Y os equivocáis. Sólo conseguiréis morir un poco más tarde. En el fondo se que sabéis esto, pero a veces es bueno recordarlo. Ningún orco tenía garantizada su vida en tiempos de Sauron, ni tampoco en los de aquel a quien se llamó negro enemigo de la humanidad, Morgoth Bauglir. Estos señores, corruptos poderes de Arda, como lo eran aquellos, pretenden emularlos. Pero serian aun peores, creedme.

Sin duda podéis pensar que os trataran mejor que los hombres, y sin duda en otro tiempo os hubiese dado la razón, pero ahora no. Porque en estos montes he luchado con vosotros, y os he llegado a conocer, ciertamente. Y se que un orco puede ser tan honorable como un hombre, o viceversa. Se también que un orco no dejará a su compañero a merced del enemigo, del mismo modo que no acostumbran los hombres. Se, en definitiva, que no somos tan distintos, y que nuestra eterna guerra nació en un tiempo que ya nadie recuerda. ¿Qué sentido tiene continuar un conflicto cuya razón de ser, si la hubo, se perdió tanto tiempo atrás? ¿No ha sido derramada suficiente sangre, en ambos bandos? Todos hemos sufrido por la inconsciencia de los nuestros. Cada cual ha tenido que heredar el odio y el dolor de sus ancestros. Y en cada generación, tal como me sucedió a mí, ese odio y ese dolor se renuevan. ¿No ha llegado el momento de poder criar a nuestros hijos en paz? Juntos, si tal es vuestro deseo, o separados, si así lo preferís. Pero yo os digo que el único camino para poder criar a esos hijos es el que os muestro: orcos y hombres luchando codo con codo, oponiéndose a esos poderes que, alzándose desde el este, amenazan con anegar toda la tierra media, acabando con toda vida. Siempre hemos mirado las diferencias entre nuestros pueblos, que nos separaban. ¿No es acaso este el momento de ver lo que compartimos, y defenderlo juntos? Pensadlo: hombres, orcos, enanos, elfos… todos enfrentados a los poderes que ahora se alzan. Ganar o perder la guerra carecería de sentido, pues independientemente del resultado todos nosotros ganaríamos. En el fondo, no somos más que asustadizas criaturas abandonadas en este mundo, indefensos ante los males que nos sobrevienen. Si uniéndonos podemos defendernos mejor, ¿Por qué no habríamos de hacerlo?

Sabéis tan bien como yo que el fruto de la unión entre orcos y hombres es perfectamente viable… ¿No muestra eso lo cerca que estamos? ¿Por qué uniros a esos poderes? ¿Por qué no permanecer junto a vuestros primos, luchar codo con codo, logrando esa paz que estoy seguro anheláis tanto como nosotros?

Pero basta ya de historias. Habéis sido pacientes escuchándome, y os lo agradezco. Ahora viene mi proposición: Una alianza, entre todos los pueblos de la Tierra Media, ante los poderes que ahora se alzan en el este. No os pido que habléis por vuestra raza, pues entiendo que, como los hombres, estáis divididos en tribus, reinos y demás, pero sois los orcos del Monte Gundabad, y a tales pido que se unan a nosotros. Sólo soy un humilde hombre de Gondor, aunque tiempo atrás alcancé el rango de Capitán en mi tierra, pero os aseguro que si aceptáis esta alianza ningún hombre la rechazará. Y servirá para otros propósitos, no sólo bélicos: mostraremos a nuestras razas que es posible convivir en paz. Se os reconocerá como pueblo libre, se respetaran vuestras tierras, tendréis plenos derechos, como cualquier otro pueblo los tiene. Vuestros hijos quizás no puedan verlo, pero quien sabe si nuestros nietos no podrán, algún día, jugar juntos como primos. Este es el momento de decidirlo. Uniros a los poderes del este, y condenaros independientemente del resultado del conflicto, o alinearos del lado de los pueblos libres, y luchar por gobernaros a vosotros mismos. Una vez un hombre sabio habló del siguiente modo: “prefiero morir de pie, a vivir arrodillado”. ¿Qué me decís? ¿Qué preferiríais vosotros?

Quizá penséis que soy un estúpido, y me matéis en este momento: no me importa. He hecho lo que debía, y estoy contento de ver que no me equivocaba en cuanto a vuestro honor. Habéis reconocido mi honor de guerrero, y os lo agradezco. Ahora podéis disponer libremente de mi vida, pero antes añadiré una cosa. Estoy dispuesto a dejar de lado todo el dolor y el odio por defender la tierra en que nací. ¿Seriáis capaces de pensar en estos términos? No en si podéis luchar junto a un hombre, pues eso carece de importancia: aliarse no implica compartir campos de batalla, al menos no necesariamente. Lo que debéis pensar es: ¿Podéis observar como la tierra que os ha criado es devastada, y como no queda de ella más que vuestros recuerdos? ¿Ver como vuestros hijos deben luchar por sobrevivir a cada instante? Yo soy un guerrero, y me enorgullecería tener un hijo al que todos reconociera como temible guerrero sin par. Pero en el fondo de mi corazón me enorgullecería más tener un hijo que no se viese obligado a luchar jamás. Así he hablado, yo, aquel al que reconocéis como enemigo temible. Como cualquier otro, no soy más que un hombre, un simple individuo. Nada puedo hacer, pese a mi habilidad o a mi fuerza. Pero vosotros… vosotros podríais hacer tanto…

Y entonces calló Thorontir, sin bajar la cabeza miró desafiante al Rey Trasgo, intentando demostrarle la verdad de sus palabras. Él no hablaba por su rey, pero sin duda ningún hombre sensato rechazaría esa alianza, de lograrla. Bien, uniéndose a ellos, bien utilizando a los orcos como factor sorpresa, uniéndose al enemigo para traicionarlo en el momento decisivo. Había muchas formas en que podían colaborar, pero necesitaba que diesen ese paso. Necesitaba que aceptasen el hecho de que no podían sobrevivir de espaldas a los hombres. Pero ya nada tenia que hacer allí, y si había de vivir o de morir, ya no era cosa suya. Había implorado a los Valar para que protegiesen a Tharenon, y, por tanto, sólo le quedaba algo pendiente. Tenía que regresar en la hora más oscura para Gondor, y así salvarlos. Pero aun muerto podía regresar, ciertamente, si Tharenon o los orcos finalmente se ponían del lado de Gondor. Sólo el tiempo lo diría.


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Imagen Si puede usar algún hechizo o habilidad que le de bonus de comunicación, elocuencia o similar, a saco…

Imagen Si Thorontir sobrevive, me pido aumentar todo lo posible las habilidades de oratoria a las que tenga acceso, visto lo que le van los discursos últimamente Imagen

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Rittmann el Miercoles, 19 de Septiembre del 2006 a las 23:19

Mensaje por Rittmann »

Tiradas:

Por el discurso, el penalizador para convencer al rey trasgo queda anulado.

Thorontir (Diplomacia): 105 (Casi éxito, repite tirada con +10, 80% de la maniobra)
Thorontir (Diplomacia): 89 (Éxito parcial, +20% a la maniobra, maniobra completada)


Los ojos amarillentos del rey trasgo reflejaban la errática luz de los braseros del salón del trono. Envuelto en sombras, su efigie parecía mucho más imponente de lo que el sentido común decía debía ser en realidad, pero Thorontir había dado sus pasos en aquel reino de oscuridad para traer una nueva luz al mundo, y aquel juego de sombras no lo iba a acobardar. Sostuvo su discurso con temple, subyugando sus nervios, escondiéndolos donde no pudiesen ser vistos. Libró una batalla con un arma a la que jamás había dado importancia, la palabra, y la esgrimió con la misma entereza con que había empuñado su espada en días pasados.

Y sus palabras, al fin, cesaron. En la estancia del rey trasgo se hizo un silencio tan pesado como la losa de la propia tumba, y Thorontir sintió la oscuridad burlándose de sus palabras con su eco silencioso sólo cortado por las pesadas respiraciones de los orcos.

Rey Trasgo : Así que eres el portador de la paz entre humanos y orcos... - dijo con gravedad el rey de los orcos -. Te he escuchado, y hay cosas en lo que dices que son bien ciertas. Pero también hay muchas cosas que no me creo.

Thorontir se quedó muy quieto, sus cinco sentidos volcados en la figura envuelta en sombras.

Rey Trasgo : Y sin embargo... Es un ofrecimiento raro, que no puedo ignorar en estos días en que la fuerza de los reinos de los hombres no para de crecer. Desde la derrota del Ojo, sólo hemos perdido, y perdido. No te confundas, hombre, pues no confío en ti. Ningún orco lo haría jamás. Aún habrás de demostar mucho antes de que pueda hacerlo. Pero que no sea dicho por hombre u orco que el Rey Trasgo ignoró esta ocasión de lograr una alianza contra aquellos que sólo desean dominarlo todo.

La tensión que recorría el cuerpo y el alma de Thorontir se aligeró de una manera realmente notoria, pero aún así su tensión no desapareció por completo. El señor de Gundabad había sido receptivo a sus palabras, pero Thorontir entendió con sus palabras que habría condiciones.

Rey Trasgo : Te quedarás en el Monte Gundabad. Nos enseñarás lo que sabes, y nosotros enviaremos una delegación al reino de los hombres a negociar en secreto. De su éxito dependerá tu vida. De lo bien que nos enseñes tus secretos, dependerá la tuya. Pues sólo así podremos confiar en ese futuro que mencionas, en que nadie ose reclamar autoridad alguna sobre este reino. ¿Lo has entendido?

Imagen Turno breve, para que Thorontir pueda dar una respuesta al rey trasgo, y para que pueda ofrecer qué enseñar a los orcos.
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Thorontir el Jueves, 20 de Septiembre del 2006 a las 22:00

Mensaje por Rittmann »

Su primer pensamiento fue negarse. Si finalmente no se producía esa alianza, entrenar a los orcos redundaría en un grave perjuicio para los hombres. Y había decidido apostarlo todo a esa carta, de modo que no había lugar para vacilaciones.

Thorontir : Pides que os enseñe, y no veo problema en ello. Aprenderé de vosotros, también. Esa debería ser nuestra actitud, la de todos nosotros. Colaborando seriamos capaces de alcanzar metas impensables. Aun así, podría ser necesaria una cierta diplomacia, para que los rencores y prejuicios no estropeen esta alianza. Quiero decir con ello que seria conveniente que en esa delegación hubiese algún hombre. Se que no seria ético que os pidiese que me dejaseis formar parte de ella, pero quizá algún otro pueda ocupar ese lugar – Quizá así, en caso de que Tharennon volviese, podría ocupar su lugar. No creía que dejasen entrar a un grupo de orcos solitarios en Minas Tirith. Bien, de todos modos no tenían por que conversar allí… -. En cualquier caso, yo cumpliré mi parte. Os enseñaré lo que se: a desaparecer en el bosque, a caminar siguiendo a vuestro objetivo sin que sea capaz de notar vuestra presencia, a emboscaros de un modo mucho más eficiente, a convertir los arcos en armas mucho más mortales, a manejar la espada al modo de los hombres. Esto os haría mucho más poderoso aquí, en vuestra tierra, pero podéis aprovecharlo en muchos otros lugares. Puedo enseñaros los métodos de supervivencia de mi gente, y, combinándolos con los vuestros, lograr descubrir otros mejores. Después de eso, en caso de no llegar a un acuerdo, seriáis casi invencibles aquí. Espero que veáis las connotaciones de esto: estoy tan seguro de que esa alianza es apetecible, y necesaria, que no me importa convertiros en enemigos invencibles para mi gente – No lo dijo todo: aun haciéndolos mucho mejores, la simple fuerza del número de los hombres siempre podría acabar con ellos. En eso se habían basado las fuerzas orcas de antaño, y era una verdad demostrada. Pero también lo eran sus palabras-. Puedes ver, mi señor, que te ofrezco, en conjunto, mi vida entera. Cualquier cosa que pienses que también puedo enseñaros, tan sólo tenéis que proponerlo, y os la enseñaré en la medida que sea capaz. En definitiva, lo que ofrezco es un vehiculo para esa alianza propuesta en un principio: si todos colaboramos en la medida de nuestras posibilidades, no habrá modo alguno de hacernos fracasar.
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Rittmann
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Rittmann el Martes, 6 de Noviembre del 2006 a las 12:15

Mensaje por Rittmann »

El rey trasgo valoró las palabras de Thorontir. Sus ojillos miraron al hombre que con todo el valor del mundo se había atrevido a desafiar a viento y marea para llegar ante él. Lo que le proponía era, desde luego, tentador. Pero el rey trasgo era un ser acostumbrado a las traiciones, pues su raza era un raza engendrada en la oscuridad. Y probablemente, si portaba la corona que portaba, era porque había sido el más hábil apuñalando por la espalda a los demás pretendientes.

Y quizás por ello, el rey trasgo aceptó las palabras de Thorontir con una condición.

Rey Trasgo : Necesitaré tiempo para lograr un hombre dispuesto a esta tarea. Mientras tanto, te evaluaremos, Asesino de Trasgos...

Thorontir aceptó el latigazo que suponía oir aquel sobrenombre. Era, a fin de cuentas, aquello a lo que se había dedicado durante cinco largos años.

Rey Trasgo : Por ello, mientras busco al hombre que pueda encabezar esta expedición, empezarás a entrenar a mis guerreros de élite. Si lo que veo me satisface, antes de un año saldrá la expedición hacia el país de los hombres. Y si no... Nunca volverás a ver la luz del sol.

Thorontir no pudo decir nada. El rey trasgo bajó de su siniestro trono y se deslizó hacia las oscuras galerías que rodeaban la sala del trono. Su palabra era ley en aquel lugar, y nada de lo que él dijese podría cambiar esa palabra ya dicha. Dos de los guardianes del rey de los orcos del monte Gundabad se acercaron a Thorontir, y con un siseo, uno de ellos dijo:

Guardia real : Por aquí, humano. Te mostraremos tus estancias...

Thorontir bajó la cabeza, y permitió a aquellos dos orcos acompañarle. Tardaron un largo rato hasta llegar al lugar, y Thorontir imaginó que los orcos no deseaban que estuviese alojado demasiado cerca de la sala del trono o de su rey. Sin embargo, al llegar a la zona, Thorontir se soprendió al ver algo de luz y una estancia mucho más acogedora y cómoda de lo esperado. Olia a aire fresco, y vio que estaba excavada justo bajo una escarpada ladera de la montaña, con un ventanal que podía abrirse y permitir la entrada de aire. Barrotes gruesos como brazos impedían cualquier idea de salir por la ventana, aunque la propia caída ya era disuasoria.

Thorontir : Jamás imaginé que en el monte Gundabad pudiese haber una cama con colchón de plumas - comentó a los guardias orcos Thorontir.

Guardia real : Es la cama que usaba el embajador de Sauron cuando venía aquí. Era humano. Esta zona la usaban los ulairi cuando venían por aquí en el pasado, o sus agentes en tiempos más recientes. Llevan desocupadas veinte años.

Thorontir sintió un escalofrío. Los ulairi habían habitado aquel lugar. Los nazgûl. Quizás el propio Rey Brujo...

Y durante los meses siguientes, aquel fue el lugar al que el que fuera capitán montaraz de Góndor llamó hogar. La rutina que adoptó se formalizó rápidamente, con entrenamientos largos e intensos por la noche a los capitanes de los orcos. Los mismos que comandarían las tropas. Eran seres de brutal fuerza, pero de maligna inteligencia, y Thorontir pronto descubrió en sus propias carnes que no se retenían aún en un entrenamiento. Uno de ellos le alcanzó en un muslo, abriéndole una herida que podría haberse complicado mucho de no ser por las extrañas atenciones de los chamanes orcos de Gundabad. Una fea cicatriz le recordaría el cáriz real de aquellos "entrenamientos".

Sin embargo, a su regreso tras sanar las heridas, mostró que él no era nadie que pudiese ser insultado de aquel modo. Y tras un intercambio durísimo con el trasgo que lo hiriese, Thorontir lo dejó tendido en el suelo desarmado, y con tres leves tajos en lugares que su experiencia le había demostrado eran de extremo dolor en la fisiología orca. A partir de ese día, pocas veces más tuvo problemas de aquella índole Thorontir.

Imagen En el turno, puedes describir un poco las "clases", las enseñanzas, el ambiente, el hecho de dormir en las estancias que ocuparan los nazgûl...

Y tras un tiempo que se hizo eterno, llegó al fin un mensaje del rey trasgo: Tharenon había regresado a Gundabad. El mensaje del rey añadía que lo había dispuesto todo para la expedición diplomática. Acompañado de nuevo por dos guardias reales, Thorontir regresó a la estancia del trono donde se encontrase con el rey trasgo. Y allí estaba, sentado sobre su trono, y no muy lejos estaba Tharenon. Y a su lado, un hombre de aspecto oriental, flanqueado por dos orcos de la guardia real. Otros cuatro orientales estaban de pie en un borde de la estancia.

El oriental miraba con gesto sorprendido a Thorontir, y probablemente ese mismo gesto se reflejaba en los ojos del antiguo capitán de Góndor.

Oriental : ¿Quién es este hombre? - dijo el oriental con aire preocupado.

Rey Trasgo : Vuestro señor no es el primero que me ofrece una alianza, embajador Len.

Embajador Len : ¿Qué?

Rey Trasgo : No trataré con débiles - dijo el rey trasgo con voz gutural -. Sólo con aquellos que se muestren dignos y tengan la fuerza para doblegar a sus enemigos en cualquier lugar y circunstancia.

Thorontir entendió lo que pasaba. Era su última prueba, y también la del embajador Len. Una lucha a muerte, el uno contra el otro, con la alianza con Gundabad como premio. El embajador farfulló algo, pero sus cuatro acompañantes estaban prisioneros de peligrosas puntas de lanza orcas que les amenazaban los cuellos.

Rey Trasgo : Veamos la fuerza del Emperador Eterno. Veamos la fuerza de Góndor.

Uno de los guardias reales a los que entrenaba Thornontir le trajo sus armas. Las había tomado de la armería donde las habían custodiado desde su llegada a Gundabad. Thorontir vio el filo de su vieja espada, y el roble de su viejo escudo. Su chaleco de cuero seguía fiel sobre él, pues era su vestimenta habitual. El embajador, por su parte, sacó el látigo de cadenas que colgaba de su cinto, con afiladas cuchillas en su punta, y con gesto repugnado, empezó a batirlas sobre su cabeza amenazadoramente...

Imagen Actitud frente a la batalla. Es un duelo a muerte, y ante el rey trasgo hay una docena de guardias para evitar que nadie lo ataque directamente cuerpo a cuerpo. El resto, guardias orcos haciéndoos un círculo mortal con lanzas: el que vaya contra el círculo, recibirá una lanzada por la espalda.
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