Capítulo 7-J: Gundabad

Es el amanecer de la Cuarta Edad. Y en la Tierra Media reina la paz... Pero aún quedan muchas cuentas pendientes. Incluyendo una de los Días Antiguos...
Director: Rittmann
Jugadores: Alier-mim, Anarion el Kafir, Arty, Bardino, Darth Mandelbroth, Derkin, Elen-dûr, Firu, Iasbel, Jacob Curapies, JJDLTC, Kazhi, Mandrigal, Morag, Ron, Sonvlad y Thorontir

Moderador: Rittmann

Avatar de Usuario
Rittmann
Mensajes: 2427
Registrado: 15 Abr 2007, 17:40
Ubicación: Batallando por la galaxia
Contactar:

Thorontir el Miercoles, 7 de Noviembre del 2006 a las 17:24

Mensaje por Rittmann »

Día tras día, noche tras noche, su rutina era siempre igual. Durante la noche, entrenamiento con los orcos, durante el día, descanso y meditación. No dejaba de ser irónico que, en aquel lugar, en aquella compañía, fuese donde más calma había encontrado. Al principio no fue así, desde luego, pero poco a poco fue logrando ese estado, en el que no sólo aceptó toda su vida, aun aquellos apartados que más odiaba, si no que además logró controlar su cuerpo por completo. Muchos habían sido sus instantes de resolución, aunque sólo eso, instantes. Muchas veces había resuelto romper con el pasado. Muchas otras se había ensañado consigo mismo. Otras tantas creía haber llegado a un nuevo estado de sí mismo, superior a todo lo anterior. Ahora, tan sólo vivía. Y ese era el triunfo: esa especie de nihilismo lo había liberado, hasta el punto de que ya ni se planteaba cuestiones como la incerteza de su éxito, o las probabilidades de que Tharennon pudiera triunfar en el cometido que le aguardaba. Ahora simplemente adiestraba a aquellos orcos, le enseñaba cuanto sabia, y a la vez se empapaba de las artes y habilidades orcas. Si en un principio pensó en guardarse para sí sus mayores logros, no tardó en olvidarlo. Los orcos eran unos alumnos estupendos, y no sólo por que con su fuerza y agilidad hasta el más torpe de ellos fuese adversario digno para cualquier soldado humano; era esa convicción, o ese miedo, tanto daba, que los hacia pelear como si la vida les fuese en ello, en cada entrenamiento. A veces olvidaba incluso que eran los capitanes de los orcos los que entrenaban con él, y se regocijaba en la alegría del buen combate, como antes sólo había hecho con Amrael.

No eran pocas las ocasiones en que, tras un éxito particularmente favorecedor, tenia que cubrirse raudo como los vientos ante el contraataque del enemigo que parecía vencido. No eran pocas las que, tratando de encontrarlos, se daba cuenta que prácticamente ya le habían superado en el arte del ocultamiento. No le permitían salir al exterior, pero en el monte Gundabad sobraban las cavernas, y algunas eran terriblemente grandes. A veces se decía a si mismo que al aire libre, en igualdad de condiciones, seguía siendo mejor que ellos, pero lo cierto es que bajo tierra, sin apenas alguna antorcha aquí y allá, poco más le quedaba por enseñarles sobre como acechar a un enemigo precavido. Pero con las armas… Su estilo era muy distinto del que empleaban los hombres, al menos en Góndor, pero eso no era nuevo. Lo que nunca habría esperado es que, una vez aprendidos los rudimentos de la esgrima gondoriana, pudieran ponerle en problemas usando esta. Eran alumnos ciertamente temibles. Tanto con la espada, como con el arco. Sus arcos eran peores que los gondorianos, pero maña no les faltaba, de modo que cuando los instruyó sobre como mejorar sus arcos, pronto se encontró con que no le andaban a la zaga.

Y sin embargo, nada de esto fue lo más importante. Ni las aptitudes marciales de sus alumnos, ni las suyas propias. Ni ese estado de calma alcanzado. Lo más importante que encontró Thorontir, Galdor de Minas Tirith, fue que los orcos no eran meras bestias asesinas. A su manera, eran tan buenos compañeros como podían serlo los hombres. De hecho, mucho mejores que algunos de los soldados que Thorontir había conocido. Para aquellos orcos era impensable dejar un compañero atrás. Era imposible traicionar a los suyos para escapar con vida. Antes morían juntos. Aunque en la vida medraban mediante la traición y el engaño, los compañeros de batalla podían estar tranquilos: todo quedaba atrás cuando el acero llamaba, y así se mantenían las cosas mientras fuese necesario. Era impensable en un ser humano el actuar así: dejar tan de lado las diferencias por lograr la victoria. Cuantos reyes humanos deberían aprender esto…

Un escalofrío recorrió su espalda. Era tarde, hacia ya algunas horas que el sol había salido. La mayoría de los orcos estaban dormidos. Era hora de descansar. Thorontir se levantó del suelo, donde se había sentado para meditar, y se encaminó hacia sus estancias.

No mis estancias. Las del embajador de Mordor. Y las de los Ulairi antes que él.

Ulairi. Nazgûl. Nunca pensaba demasiado en ello, pero era como una sombra en la luminosa –para lo habitual allí- habitación. Pero esa sombra no le había impedido dormir en todo aquel tiempo, salvo quizá al principio, y ahora no le iba a molestar. Más bien al contrario. Cada vez que pensaba en ello, se consideraba más huésped y menos rehén o prisionero, pese a los barrotes. Y lo mismo le sucedía con los orcos. Una de las razones por las que había tardado tanto en ir a dormir hoy era por la molestia. Uno de los orcos, Gargdoht, le había dado una buena paliza, aunque no lo supiese. Una de esas peleas a espada que lo dejaban tan maltrecho. Thorontir no era un orco, por más que intentara que no se notase, y por ello sucedían cosas como esa: los golpes de hacha de Gargdoht, aunque parados con la espada, poco a poco le habían ido deshaciendo el codo y el hombro. Otro tanto en el otro brazo, en el del escudo, por lo que había alternado las paradas con escudo y con espada. Algunos de los orcos aplaudían divertidos, creyendo que se burlaba de Gargdoht al parar de ese modo, pero lo cierto es que no podía hacerlo de otra forma. También el propio Gargdoht debió pensar lo mismo, pues un par de veces Thorontir evitó golpear cuando tenía un hueco claro. Más tarde le explicó que era para comprobar si veía sus propios errores, aun cuando el adversario no los aprovechase, y el orco pareció quedar satisfecho, pero en realidad, sencillamente, no había tenido fuerzas para golpear. Y eso que, desde que estaba allí, su condición física había mejorado mucho. Los alimentos orcos no le agradaban, pero eran sin duda nutritivos. Lo mismo que sus medicinas; repulsivas pero eficaces. Y aquella combinación de alimentos, medicinas y ejercicio lo estaba convirtiendo en un auténtico toro. A este paso, si retornaba a Góndor, probablemente lo tomarían también como un orco. Sonrió al pensar en ello, y por fin se fue al catre. Pero no podía dormir. Le daba vueltas y vueltas al entrenamiento de ese día. Sin duda había sido productivo, pero el hecho de que su mentalidad no era como la de los orcos era evidente. No podía concederles días libres, no podía escoger como formar los grupos que le enviaban, no podía comprobar sus progresos en una lucha equilibrada. Continuamente tenia que enfrentarse a ellos en condiciones idóneas para los orcos: sin apenas luz, con ese aire viciado que se respiraba en las estancias de entrenamiento, con armas hechas para orcos –pesadas y poco sutiles…- en periodos muy prolongados… Probablemente los orcos también lo veían, y poco a poco lo habían ido aceptando. No era un igual, ni mucho menos, pero ya no era “el gusano humano”. Lo trataban con cierto respeto, principalmente por que se lo había ganado.

Algunas veces pensaba en Tharennon, pero siempre se abstuvo de hablar de él. Si alguien sabía algo, no lo demostró: nadie le habló nunca de él.
……….

Llegó el día en el que se dijo que Tharennon había regresado, y ese mismo día se condujo a Thorontir a las estancias del Rey Trasgo. No lo había visto desde su llegada, pero no importaba. Si le convocaba, debía ser importante. Y lo era.

Cuando llegó a las estancias del Rey Trasgo, vio con sorpresa a una delegación de orientales. La sorpresa era mutua, de modo que al menos no estaba en desventaja. Se preguntaba que se propondría el Rey Trasgo, pero no tardó en adivinarlo…

Oriental : ¿Quién es este hombre? - dijo el oriental con aire preocupado.

Rey Trasgo : Vuestro señor no es el primero que me ofrece una alianza, embajador Len.

Embajador Len : ¿Qué?

Rey Trasgo : No trataré con débiles - dijo el rey trasgo con voz gutural -. Sólo con aquellos que se muestren dignos y tengan la fuerza para doblegar a sus enemigos en cualquier lugar y circunstancia.

Thorontir sonrió. Era obvio lo que vendría a continuación, de modo que dedicó su más amplia sonrisa al oriental. Sabía que aspecto debía de tener, pues en todo este tiempo no se había afeitado, ni se había vuelto a rapar la cabeza, y además la higiene no era una de sus preocupaciones allí. De modo que, lavado de tanto en tanto, sin afeitar y con las greñas creciendo libremente, su aspecto debía de ser amenazador. Sobretodo para el embajador. Pero algo era más amenazador aun: en el pecho de Thorontir permanecía el árbol blanco. Nadie podría dudar de que representaba a Góndor.

Rey Trasgo : Veamos la fuerza del Emperador Eterno. Veamos la fuerza de Góndor.

Intentando intimidar al embajador, estiró los músculos, e hizo crujir sus propios huesos. Sonriendo aun cogió la espada y el escudo que le tendían, sorprendido de que fuesen los suyos propios. Aquel duelo seria rápido, o al menos eso esperaba. La mayoría de los guardias del Rey Trasgo habían estado con él, aprendiendo de él, y creían conocer como luchaba. Pero sólo ahora lo sabrían: allí había más luz, sin duda en honor de los invitados, y su oponente era un hombre. Su espada era suya, hecha para él, y su viejo escudo encajaba en su brazo como si fuera un apéndice más de su cuerpo.

Introducidos en aquel círculo de muerte, Thorontir de Góndor se dispuso a eliminar a aquel hombre del modo más humillante posible, tal como lo concebían los orcos. Lo empujaría, lo acosaría, le obligaría a retroceder hasta que las lanzas orcas le aguijoneasen la espalda. Le humillaría cuanto pudiese, pero con rapidez. No era sensato complicarse en exceso: en cuanto recibiese algunos lanzazos, acabaría con él.

Thorontir : Ved, mi señor, de lo que son capaces hombres y orcos si forman unidos. Nada mejor os puede ofrecer este hombre, porque nada mejor existe. Mirad su mano: es un látigo lo que os ofrece, la esclavitud a que someten a cuantos se dejan someter. Pero yo quitaré ese látigo de vuestra vista, y limpiaré la ofensa… con sangre.

___________
Imagen Thorontir intentará empujar, como he dicho, al embajador hacia las lanzas. Mientras dure esta parte, se pasará la mitad a parada. En cuanto le piquen un poco la espalda, por poco que le hagan, como si no le hacen nada: a full a por él. Lo de las lanzas es más bien puro teatro Imagen
_________________
"Y lucharian, además, por cosas vacías. Por el poder sobre los demás, por un cetro, por un palmo más de tierra que después no será arado, por la posesión de una mujer que no les quiere... " - M. Moorcock, "El campeón eterno"
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...
Avatar de Usuario
Rittmann
Mensajes: 2427
Registrado: 15 Abr 2007, 17:40
Ubicación: Batallando por la galaxia
Contactar:

Rittmann el Sabado, 17 de Noviembre del 2006 a las 01:31

Mensaje por Rittmann »

Tiradas:

Thorontir (Aura verdadera): 50 (Éxito, +15 BD)
Thorontir (Fin del sufrimiento II): 63 (Éxito, aguanta un 50% extra de pdv)
Thorontir (Difuminar): 112 (Éxito, +10BD)


El embajador Lem miró al desgreñado gondoriano que tenía delante. Vio cómo los orcos le traían sus armas, y comprobó muy pronto que aquello no era ningún juego. Thorontir hizo crujir sus huesos, serenó su mente e invocó las fuerzas que Amrael le había enseñado a convocar durante años. Y el gondoriano pareció crecer, y su mera presencia era imponente a los ojos de todos. Y habituado a una oscuridad a la que el embajador Lem no estaba, cobró conciencia de la gran ventaja que aquello suponía.

Pero el embajador Lem era claramente un buen combatiente. El látigo de cadenas cobró vida en sus manos, y pese a los gestos de Thorontir, difícilmente iba a ser intimidado por nada de lo que el que fuera capitán de Góndor hiciese. En el aire podía olerse la tensión, la anticipación que precedía a un combate a muerte. Sentado sobre su trono, el rey trasgo observaba con una enigmática sonrisa. Thorontir había aprendido a leer el gesto de la sonrisa en las difíciles caras orcas, y comprendió que para el señor del monte Gundabad, ver cómo dos humanos se peleaban por conseguir su favor le resultaba súmamente placentero.

Tiradas:

Thorontir (Velocidad adrenal): 143 (Éxito, dos ataques el primer turno de combate)
Thorontir (Ataque sagrado I): 63 (Éxito, +15 al próximo ataque)

Iniciativas: Thorontir (16 y 13), Lem (15)

Thorontir pasa 100 BO a la defensiva, de su segundo ataque
Lem pasa 20 BO a la defensiva
Thorontir hace un ataque de embestida con la espada en el primer ataque, -20 BO pero críticos de aplastamiento cambian por desequilibrio

Thorontir (Espada ancha)(vs Lem): 231 (12EK y 4pv) Crit: 70 (2at/sp, hombro levemente fracturado, -10)
Círculo mortal (Lanzas)(vs Lem): 139 (11CP) Crit: 02 (+1pv)
Lem (Superar aturdimiento): 109 (-1 asalto de aturdimiento)
Thorontir ataca con todo, sin pasar nada a la defensa (-10 pen. por cambio de acción)
Thorontir (Espada ancha) (vs Lem): 354 (12EK, 12EK, 1pv) Crit: 51 (+15pv, 2at, -15), 10 (+6pv)
Círculo mortal (Lanzas)(vs Lem): 155 (12EP) Crit: 58 (+6pv, at/sp, 5/as)


Y al fin, el embajador Lem pasó al ataque. Dio dos pasos adelante, con fuerza y empuje, y lanzó adelante sus cadenas buscando el cuerpo de su adversario. Pero Thorontir era muy rápido, y había tenido tiempo más que suficiente para prepararse para aquella primera embestida, y gracias a ello ese escabulló por debajo de las cadenas de Lem y se abalanzó contra éste con un movimiento sorpresivo destinado a lanzar al embajador del este contra las lanzas del círculo mortal formado por los orcos.

Thorontir encadenó un tremendo golpe ascendente que se estrelló contra el hombro de Lem, y el crujido del hueso se fundió con el grito de dolor del embajador. Éste salió despedido, perdiendo el control de sus cadenas, y cayó de espaldas contra algunas lanzas orcas. Por fortuna para él, el golpe fue contra la madera de las lanzas y no contra sus puntas. El látigo de cuchillas, por su parte, cayó sobre un infeliz orco que murió atravesado por aquellas hojas tan tremendamente afiladas.

Pero Thorontir no iba a dejar tiempo al embajador Lem a recuperarse, y siguiendo con su embestida, de pronto Lem se encontró con la espada de Thorontir golpeando su diafragma no con el filo, sino con el pomo. Lem quedó fuertemente desequilibrado y sin aliento, y su gesto se torció en dolor profundo cuando una lanza se clavó por su cadera bajo el linde de su peto acorazado. La sangre manó a borbotones.

Thorontir dio un paso atrás. No sólo se trataba de vencer: se trataba de convencer al rey trasgo. Aprovechando los momentos de dolor profundo de su adversario, se acercó con paso tranquilo hasta el orco muerto por las cuchillas, y arrancó el látigo de armas de su cuerpo agonizante. Luego, lo tiró a los pies de un Lem que trataba de sobreponerse al terrible ataque de Thorontir.

Thorontir : El rey trasgo quiere ver la fuerza de Góndor. Contra un enemigo desarmado, jamás podrá apreciarla.

Lem apretó los dientes. La furia podía verse en sus ojos. No sólo estaba perdiendo: estaba siendo humillado. Y Thorontir sabía que el hombre sería el doble de peligroso a partir de ese momento... Pero no le preocupaba. Tenía que convencer al rey trasgo que los hombres del este jamás podrían derrotarle, y aquel era el verdadero modo.

Tiradas:

Thorontir (Velocidad adrenal): 164 (Éxito)

Lem (Frenesí): 66SM (Suceso especial): Aturdido, -80 a sus maniobras este turno

Thorontir pasa 100 BO a la defensiva, de su segundo ataque
Lem queda intimidado por Thorontir, y pasa todo a la defensiva para parar su ataque (renuncia a atacar)
Thorontir ataca con todo, sin pasar nada a la defensa (-10 pen. por cambio de acción)

Iniciativas: Thorontir (17 y 12), Lem (15)

Thorontir (Espada ancha)(vs Lem): 183 (12EK) Crit: 12 (+6pv, at, +5)
Lem (Látigo de armas)(vs Thorontir): -88 (Pifia: 97) Tropieza y cae, inconsciente 4 asaltos, sin poder parar
Thorontir (Emboscar): 103 (6 rangos de emboscada aplicables)
Thorontir (Espada ancha)(vs Lem): 280 (12EK y 10BSpv) Crit: 45+6=51 (+15pv, 2at, -15) y Crit: 100 (Muerte en el acto, al entrar el arma en las tripas del adversario)


Lem trató de sobreponerse a la situación, pero las risas de los orcos ante las palabras de Thorontir se volvieron tan estruendosas que, aún cuando su rostro pareció reflejar furia por un momento, ésta se tornó en pánico puro cuando vio al gondoriano avanzar contra él a toda velocidad. Como una centella.

Y el pánico lo perdió. Trató en el último instante de detener su ataque poniendo el látigo entre él y Thorontir, y aunque eso hizo que su adversario tuviese que frenar un poco su embestida, no evitó un durísimo golpe contra su brazo izquierdo. Entonces empezó lo verdaderamente malo para Lem. En su desesperación por devolver el golpe, se precipitó tanto y su posición era tan precaria, que parte de la cadena del látigo se enredó en sus piernas. Al tratar de lanzarlo con sus desesperadas fuerzas, lo único que logró fue levantarse a sí mismo por los aires y chocar estruendosamente contra el suelo.

No había sido un error propio de Lem. Thorontir lo había provocado, y cualquier luchador experimentado en la sala sabría apreciar cuán difícil era provocar un error como aquel en alguien como Lem, que desde luego no era un novato. Pero en manos de Thorontir, así lo había parecido.

Thorontir vio que su adversario estaba inconsciente en el suelo. No valía la pena alargar más el combate. Alzó la espada, y la hundió en las entrañas del embajador del Emperador Eterno. La sangre manchó el filo de su espada y salpicó su vieja barba. Y los orcos rugieron ante aquel espectáculo, mientras el rey trasgo aplaudía aquella tremenda demostración de poderío.

Thoronitr alzó la mirada en dirección a los compañeros del embajador. Un grupo de orcos les había saltado encima y los estaban destripando sin piedad. Tendría que enterarse del motivo. ¿Habrían intentado ayudar a su señor, o quizás los orcos al ver la sangre del hombre del este habían sentido la necesidad de derramar más con sus propias garras? Daba igual. Los gritos de agonía de aquellos tres hombres eran inaudibles entre las voces de tantos y tantos enardecidos por aquel tremendo combatiente que era Thorontir.

Y aún así, cuando el rey trasgo se alzó del trono, la sala entera guardó silencio. Sólo había algo de ruido de la agonía final de uno de los hombres del este, que estaba siendo torturado en el suelo con tremendas heridas y ambas piernas arrancadas de cuajo, pero aún vivía. El señor del monte Gundabad miró con desdén en aquella dirección, y alguien acabó con la vida del desgraciado para que nadie interrumpiese las palabras del rey trasgo. Éste se acercó hasta Thorontir, hasta quedarse a apenas un metro de él. Si el gondoriano desease su muerte, podría hacerlo en cualquier momento.

Rey Trasgo : Sin duda eres un hombre temible - dijo aprobando con la cabeza el combate -. Has luchado como pocos pueden hacerlo, y has sido absolutamente superior. El monte Gundabad reconoce tu fuerza y la de tu pueblo como superiores a las del Emperador Eterno... Aquí representado.

De ninguna parte, con un movimiento tremendamente rápido que Thorontir apenas logró seguir, el rey sacó una espada curva y lanzó una tajada. Pero no fue a Thorontir, que necesitó un momento de sobresalto y otro de reacción para subir sus defensas, antes de darse cuenta de lo sucedido. El rey trasgo había cortado la cabeza de Lem, y en el mismo arco, la había lanzado por los aires. Y la cabeza cayó en uno de los grandes braseros que iluminaban la estancia, y el olor a carne quemada pronto inundó la sala.

Y el rey trasgo sonrió malévolo tras decirle, en el idioma de los guerreros, que por fuerte que se hubiese mostrado ese día, aún había quien era capaz de derrotarle. Pues aquellos eran los modos en la diplomacia de los orcos.

Rey Trasgo : Has vivido casi un año entre nosotros. Elige ahora quién irá a Góndor en representación del monte Gundabad. Tú te quedarás aquí como rehén, y si no regresan con vida, morirás. ¿Lo has entendido?

Imagen Bueno, pues eso. Puedes elegir libremente quién irá, cómo serán... Y me imagino que como enviarás a Tharenon, podrás mantener una charla con él. Te has ganado el respeto del rey trasgo, y tras el combate tienes lo que se diría un estátus especial en Gundabad. Por eso, su actitud virará 180º cuando hables con él. Te respetará. Pero al modo orco. Lo que eso signifique, lo dejo en tus manos.

Imagen Por cierto, las habilidades que has visto en combate son algunas de las que ahora tiene tu personaje tras subir 6 (de 6 años) niveles de paladín durante el interludio. Ya vas por nv18, y faltan 4 niveles gratuitos más. Sí, las capacidades de Thorontir dan mucho miedo...

_________________
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...

Visita www.rolhistorico.org - La web para jugar la Historia
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...
Avatar de Usuario
Rittmann
Mensajes: 2427
Registrado: 15 Abr 2007, 17:40
Ubicación: Batallando por la galaxia
Contactar:

Thorontir el Miercoles, 21 de Noviembre del 2006 a las 17:15

Mensaje por Rittmann »

Sintiendo la cálida sangre de Lem en su rostro, Thorontir tomó conciencia de que por fin estaba hecho. Había logrado cuanto necesitaba: la oportunidad de una alianza que, pese a lo expuesto ante el Rey Trasgo a su llegada, era más necesaria para Góndor que para los trasgos. Pero sin duda deseable para ambos.

Elige ahora quién irá a Góndor en representación del monte Gundabad.

¿Había elección posible? No, no la había. Si un orco intentase llegar hasta Minas Tirith, aun con banderas de tregua, sólo hallaría la muerte. No había razón para pensar de otro modo. Así pues, sólo había una posibilidad, peligrosa, si, pero que daría la oportunidad a Tharennon de alcanzar aun mayor posición entre los orcos, y darse a conocer en Góndor.

Thorontir : Fuertes y poderosos son tus súbditos, y es por ello difícil escoger. Pero pienso que Gargdoht y Skarg serian buenos acompañantes para vuestro embajador. En cuanto a este… Hay en este monte uno al que llaman orco con piel de hombre, Primer Puño de vuestra Majestad. Ya os ha servido como embajador antes, creo, y pienso que seria el indicado. Podrá moverse libremente entre mi gente, de modo que le será más fácil encontrar a aquel con el que debe hablar.

Mientras terminaba, se pasó la mano por la barba. Hacía mucho tiempo que creía haber dejado atrás aquel gesto…

Thorontir : Pienso que debo adiestrarlo, no obstante, sobre ciertos aspectos de su misión. Como actuar, con quien hablar, como negociar… Por lo demás, pienso que no necesitáis más de mi, mi señor.

Rey Trasgo : ¿Necesitar? Yo no necesito nada de ti, recuérdalo. Si estas vivo no es por que te necesite. Retírate.

Thorontir se encogió de hombros. Con gesto cansado, hizo una leve reverencia al Rey Trasgo, antes de dirigirse a sus aposentos. Nada más llegar a ellos, se quitó el peto de cuero, y se echó sobre el suelo. Estaba molido. Realmente necesitaba ese descanso. Bien, no lo necesitaban, de modo que podía descansar. Muy probablemente no le exigirían entrenamiento en ese día.

No supo muy bien cuando cayó dormido, pero lo cierto es que despertó desorientado. Había sufrido una tensión mayor de la que había deseado admitir ante sí mismo, y el duro entrenamiento le había fatigado de un modo especial, a lo largo de todo ese tiempo. Pero ahora, era como si todo eso nunca le hubiese ocurrido. Había sido un descanso realmente reparador. En ninguna cama, por lujosa y cómoda que fuese, hubiera encontrado un mejor reposo que en aquel frío suelo. Estaba desperezándose cuando notó una presencia, en las sombras.

Thorontir : ¿Qué quieres? Deberías haberme despertado

Tharennon : Acabo de llegar. Y no era necesario. El Rey Trasgo me envía, para ese adoctrinamiento que parece que tendré que soportar.

Thorontir : No te preocupes, poco vas a tener que soportar, al menos por mi parte. Sólo son algunos detalles que… ¿Dónde están mis guardias?

Tharennon : El Rey los ha retirado. Eres un huésped honorable, y como a tal se te tratará. A la usanza de los emisarios de Mordor o Angmar.

Thorontir : Mordor y Angmar… no puedo decir que me complazca. Dime, Tharennon, ¿Has pensado en lo que te dije? Has tenido mucho tiempo.

Tharennon : No necesito un padre. Jamás lo tuve, y no me fue tan mal. No veo por qué eso debería cambiar ahora. Pero no te preocupes, he cuidado muy bien de ese acero que dices que ahora me pertenece. Buena hoja. Como la que gastas ahora.

Thorontir : Ambas están hechas por una ciencia que nos supera a los hombres. Ambas están imbuidas por la hechicería de los elfos, aunque ellos no quieran decirlo así. Es irónico: tú, la sangre nueva, empuñas la espada de tu linaje, la tradición hecha acero. Yo, el teórico heredero, empuño una hoja forjada hace apenas unos años. Reforjada después, por un hombre, y hechizada por un elfo, cierto. Pero sólo un niño, frente al poderoso rey que representaÊlrûth .

Tharennon : Una hoja no es más que la extensión del brazo que la empuña. Puede ayudarte, pero no ganará un combate por ti. Lem es un buen ejemplo.

Thorontir : ¿De veras crees que Lem no era hábil? ¿Qué simplemente confiaba en una buena arma? Entonces no viste la realidad, me temo.

Tharennon : Veo muchas cosas. Pero no es eso lo que vine a tratar. Has de adoctrinarme, dijiste, y a eso he venido.

Thorontir : Sea. Conociste, aunque brevemente, a Borodan. De modo que al menos hay alguien que puede atestiguar la veracidad de cuanto has de contarles. Pero con quien debes hablar, quien puede decidir, es el Senescal Faramir. Que busques primero al uno, y luego al otro, o viceversa, es cosa tuya. Yo buscaría a Faramir, que ha de estar en la ciudad blanca, pero… no soy yo quien partirá en esta misión. Cuando puedas hablar con ambos, has de proponerles la alianza. Borodan conocía mis intenciones, por lo que debería ser un buen aliado. Es posible, incluso, que ya hubiera hablado de esto con Faramir. Eso seria muy positivo, pero no podemos darlo por hecho.

Tharennon : Realmente tienes fe en esto…

Thorontir : La tengo. En esto… y en muchas cosas. La fe es un gran poder, Tharennon. Nunca lo olvides, porque puede llegar el momento en que sea tu única salvación. La fe en los Poderes, pero también la fe en tu gente. En el compañero que está a tu lado en la batalla. En el que cubre tu espalda.

Tharennon : ¿Ya has terminado?

Thorontir suspiró. Había terminado. Esperaba, en cierto modo, un comportamiento así de Tharennon. ¿Cómo podría el chico haber aceptado cuanto le dijo en aquella lejana mañana? Y, sin embargo, “Jamás lo tuve, y no me fue tan mal ”. ¿Acaso lo creía, aunque se negase a tratarlo como tal? ¿Podría haber aceptado su linaje? ¿El hecho de que portase aÊlrûth implicaba que cabía la posibilidad de que se tornase leal a Góndor? Ah, tantas preguntas… y tan sólo el tiempo conocía las respuestas. Tiempo… tendría mucho, esperando el resultado de aquella misión. Más tiempo para meditar, más tiempo para ejercitar su cuerpo, en el manejo de las armas y en otros campos. Y, si el Rey Trasgo cambiaba su actitud, como parecía… ¿Podría quizá salir al exterior? Aun encadenado, muchas cosas podría enseñar a los orcos fuera del monte, y de paso podría vengar algunos de los golpes recibidos. Si, podría hacer tantas cosas.

Se pasó la mano por la barba, y he aquí que la tenia enmarañada, cogida por la sangre reseca. No se había lavado tras el combate, y de hecho ya hacia tiempo que no lo hacia. Quería un baño. Si, un baño. Y después, entrenamiento. Se sentía feliz, y pletórico. La energía rebosaba en su cuerpo.

Todo iba a salir bien. Todotenía que salir bien.
_________________
"Y lucharian, además, por cosas vacías. Por el poder sobre los demás, por un cetro, por un palmo más de tierra que después no será arado, por la posesión de una mujer que no les quiere... " - M. Moorcock, "El campeón eterno"
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...
Avatar de Usuario
Rittmann
Mensajes: 2427
Registrado: 15 Abr 2007, 17:40
Ubicación: Batallando por la galaxia
Contactar:

Rittmann el Viernes, 14 de Diciembre del 2006 a las 23:41

Mensaje por Rittmann »

Y así, la pequeña delegación se preparó para salir del monte Gundabad. Tharenon portaría el peto de cuero de su padre, con el árbol blanco, aunque el secreto del linaje de Tharenon sólo era conocido por padre e hijo. Ambos sabían el peligro que podía residir en aquel hecho en un entorno donde los hombres no eran bienvenidos.

El rey Trasgo decretó que la embajada debía regresar en un año y un día a más tardar, o se consideraría que había sido apresada y eliminada. De no tener noticias en ese tiempo de Tharenon, Gargdoht y Skarg, Thorontir moriría. El hombre, leal a Góndor en su corazón, aceptó con resignación aquel decreto. No tenía otra opción. Vio partir a Tharenon y a los demás desde las puertas de Gundabad, y aquella fue la primera vez desde su llegada en que vio de nuevo el cielo más allá del interior de la montaña. Lo había visto a través de la ventana de su habitación, pero por vez primera, se sentía en cierto modo libre. Pues aún cuando sabía que los orcos le darían muerte pasado el tiempo indicado por su señor si ellos no regresaban, los orcos tampoco lo vigilaban. Así había sido los días previos a la partida, y Thorontir no tenía motivos para pensar que aquello pudiese alterarse.

Así, esa noche cuando llegó a sus estancias se limitó a dormir en el suelo, en la oscuridad. Pero por la mañana, al despertarse y abrir los ojos, fue cuando se encontró una nota escrita en un crudo oëstron y firmada por Tharenon.

"En estas últimas noches, he estado pensando en la única persona que ha sido especial para mi alguna vez. Aquella que fue mi roca en los peores momentos. En muchas cosas que me dijo.

Es por ello, que como guerrero con honor, me siento inclinado a hacerle un último favor al único ser que, con sentimiento humano, una vez amé. Ella amó a otro antes que a mi, y por ello, te diré dónde yacen sus restos. No fueron mancillados por orco alguno, pues ningún orco se atreverá a tocarlos jamás. Saben que mi ira será grande para con quien lo haga, y el miedo es una tenaza constante en el alma de los trasgos. Es tan natural para nosotros como el respirar, y es un estado perenne que te mantiene alerta.

Ella yace en el fondo de una vieja mina de hierro que llamamos el Agujero Oxidado. Nadie te impedirá entrar en ella. Busca la fuente de agua que alimenta el estanque en su centro. Cerca de su manantial, verás un montón de rocas. Allí está.

Ni por un momento creas que hago esto por ti. Tengo mi honor, y es mi modo de devolverte el pago por la espada que me diste. Pero sobretodo, lo hago por ella. Porque nunca perdió la esperanza de volver a encontrarse contigo.

Tharenon"


Imagen Escena que dejo a tu entera disposición.

Y pasaron siete largos meses, y la vieja rutina reemprendió su lento deambular día a día. Thorontir entrenaba a los orcos, y los orcos aprendían de él. Thorontir también aprendió lo suyo, mejorando en las enseñanzas que le mostrase Amrael. Cuando cerraba los ojos y despejaba su mente, en aquellas profundidades infernales era capaz de sentir una paz interior como jamás había sentido. Era capaz de llamar la pureza primigenia de la tierra, de los Poderes del mundo, y Ellos le daban fuerza en los momentos de duda. Luchando en la oscuridad, había aprendido a encontrar una fuerza en su interior que crecía cada día que pasaba. Al principio, apenas había sido un instinto de supervivencia más desarrollado de lo normal. Pero poco a poco, lo estaba afinando en nuevas direcciones, aprendiendo constantemente. Y lo mantenía oculto de los orcos, tratando de usarlo sólo de maneras sutiles.

Imagen O sea, tus poderes de paladín, que poco a poco siguen creciendo.

Fue un día de otoño, en mitad del entrenamiento de la mañana. Vinieron a buscarle, y él acudió sin mediar palabra. Le condujeron al salón del trono, y allí vio cuatro rostros conocidos, además de algunos que no conocía: Gargdoht, Skarg, Tharenon... Y Borodan. A su viejo camarada lo acompañaban otros tres hombres que no lograba reconocer, aunque tras siete años lejos de Góndor y casi dos entre los orcos, tampoco le sorprendía. Sin duda, él mismo debía tener un aspecto salvaje e irreconocible.

Borodan, sin embargo, sí le reconoció. Sus ojos se entrecerraron llenos de incredulidad al ver vivo a su antiguo capitán, y más aún cuando todos sus miedos se despejaron y comprobaron que aquel enorme despropósito era completamente cierto.

Borodan : Thorontir... Así, todo era cierto - dijo con alivio.

Tharenon : Tenemos honor - dijo siseante Tharenon -. Vamos, explícaselo todo.

Borodan miró al rey trasgo, que sonreía complacido. Thorontir sintió un escalofrío, pues sólo había visto sonreir al rey trasgo en contadas ocasiones... Y la última fue cuando le ordenó enfrentarse al embajador Lem. Pero en aquella ocasión, no pareció hacer nada. Borodan, por su parte, recibió permiso de un hombre de mediana edad, que a juzgar por su aspecto debía ser un dúnadan de pura sangre encargado de llevar a cabo las negociaciones secretas. Los otros dos debían ser sus asesores.

Borodan : Bien, Thorontir... ¿Cómo explicarlo todo? El rey Elessar ha escuchado a los emisarios de Gundabad. Él fue el primero en ser sorprendido, pero por fortuna yo pude avalar la historia de Tharenon ante Faramir cuando Tharenon acudió a él. El hecho que tanto él como sus dos orcos se comportasen civilizadamente ayudó también.

Embajador : El rey de Góndor no olvida la enemistad que ha habido entre la raza de los hombres y de los orcos desde el advenimiento de la Primera Oscuridad. Tampoco olvida que hombres y orcos han trabajado juntos a menudo bajo las órdenes de Sauron. Ahora que ya no hay ningún Señor Oscuro en la Tierra Media, desea ante todo el final de las guerras. Ha reconocido el gesto del rey Trasgo y el del antiguo capitán de Góndor, y comprende de la importancia de estas negociaciones.

>> Un enemigo se prepara en el este, y se prepara para esclavizar o exterminar a todos aquellos que le planten cara. Tiene medios para ello. Sin duda, habéis oido de sus éxitos en la guerra de Lorien, donde sus seguidores mataron a los reyes de Bosque Verde y de Erebor. Así como su capacidad de manejar dragones entrenados, como el que atacó hace siete años Erebor y mató a la reina enana. La fuerza de este hombre que se hace llamar el Emperador Eterno es grande, y ya ha esclavizado reinos lejanos como aquel llamado Sîrayn. Elfos, enanos y hombres ya tienen una alianza, un frente común. Queremos saber qué quieren los orcos a cambio de mantenerse neutrales en el conflicto que se avecina... O para unirse a nuestra alianza.

El rey trasgo no perdió su sonrisa. Los reinos de los hombres iban a escuchar sus condiciones, y su profundamente maligna inteligencia se regodeaba en aquel inverosímil hecho.

Rey Trasgo : Ante todo, mis saludos embajador Feldegast. Sin duda, este ha sido un arduo viaje lleno de incertidumbre. En primer lugar, quiero agradecer a Góndor el haber tomado en serio esta proposición. El Señor Oscuro hincó la rodilla por dos veces ante el poder de los reyes de Góndor. ¿Cómo, entonces, puede pretender Gundabad existir si ya no hay un Señor Oscuro? Llegará el día en que los orcos sean cazados por el odio de enanos y hombres, y si aún quedan orejas picudas en la Tierra Media, de los elfos.

>> Muchos han querido utilizar el poder de este reino subterraneo. Muchos, incluído el Emperador Eterno. Su embajador fue un idiota que creía que éramos estúpidos, pero halló algo que no esperaba... - dijo girándose hacia Thorontir -. Le halló a él. Hombres como él hacen grande a vuestra raza. Nosotros mismos tuvimos que refrenarnos para no asesinar a aquel que tantos de los nuestros ha matado en el pasado.

>> A nuestros oidos han llegado noticias de clanes enteros subyugados a la voluntad del Emperador Eterno a cambio de poder efímero. Controlar dragones. Pero ese no es un poder para los orcos. Los dragones se rebelan, y matan a quienes los controlan. ¿Cuántos clanes orcos han muerto víctimas de ese supuesto poder? Nosotros no lo haremos.

Thorontir recordó, en el fondo de su memoria, aquel clan orco exterminado en Mordor tanto tiempo atrás. En una época en que aún servía junto a Erudil, bajo las órdenes del capitán Faradan. Recordó cómo el clan que atacó a los hautíes no tenía dragones. ¿Cuántos clanes orcos habrían sucumbido en aquel aberrante experimento? Por el resentimiento del rey trasgo, aquellos dos incidentes sólo habían sido una muestra de algo más terrible.

Rey Trasgo : Gundabad... Permaneceremos neutrales si se reconocen unas fronteras a cien millas alrededor de la cima de nuestra querida montaña. Un territorio grande, sí, pero que será para mera seguridad. La Alianza de los Pueblos Libres deberá despejar estas tierras de colonos humanos.

El embajador Feldegast escuchó las peticiones del rey Trasgo. Si aquel era el precio que pedía sólo por mantenerse neutral... ¿Cuál sería el que pediría para implicarse en la guerra?

Rey Trasgo : Si vamos a implicarnos en la guerra, sin embargo, queremos algo más. Queremos un asiento en el Concilio de los Pueblos Libres, un lugar donde poder negociar de igual a igual con los señores de los elfos, los enanos y los hombres. No seremos mera carne de cañón. O somos iguales a los demás pueblos, o las diez mil espadas de Gundabad no os ayudarán.

Quince mil espadas. Thorontir sabía bien que aquel era el verdadero poder de Gundabad, que aún por debajo de las veinte mil que tuviese antaño, seguía siendo una fuerza enorme. Rohan contaba con casi diez hombres, más de la mitad de caballería. Gundabad contaba con al menos tres mil jinetes de huargos. A todas luces, el poder militar de Gundabad era tan grande como el de Rohan.

Rey Trasgo : Por favor, embajador, considere bien mis palabras - dijo ante el silencio de éste, que sopesaba las implicaciones -. Considero que no he pedido nada descabellado dada la naturaleza de lo que se avecina... Porque lo que se avecina, es una guerra como jamás se ha visto desde tiempos míticos.

Un trasgo se acercó al rey, y le entregó una caja de hierro. Éste la abrió, y extrajo algo de ella... Y Thorontir no tuvo que esforzarse para entender lo que era el orbe oscuro que tenía el rey Trasgo entre sus manos.

Rey Trasgo : Porque sé qué fuerza tiene el enemigo, y dónde se encuentra. Lo he visto.

Sí. El rey Trasgo tenía un palantir.

Rey Trasgo : Thorontir, acompañad a los embajadores a sus estancias. Querrán descansar y ver el poder de Gundabad. Mostrádselo, deliberad mis palabras. Nos reuniremos de nuevo en dos días.
_________________
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...

Visita www.rolhistorico.org - La web para jugar la Historia
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...
Avatar de Usuario
Rittmann
Mensajes: 2427
Registrado: 15 Abr 2007, 17:40
Ubicación: Batallando por la galaxia
Contactar:

Thorontir el Domingo, 16 de Diciembre del 2006 a las 09:45

Mensaje por Rittmann »

No necesitó buscar demasiado para encontrar la mina. Ciertamente no le sorprendió el hallar algo así allí; era evidente que los orcos debían obtener las materias primas de algún lugar, y lo más normal era algo como aquello: que ese lugar quedase bajo su protección. Así pues, se dispuso a entrar en la mina. Había escogido hacerlo durante el día, pese a que en nada se diferenciaría para él de la noche, estando bajo tierra. Pero era un modo de probar la libertad que le habían concedido los orcos. Y esta resultó total: nadie le molestó, ni nadie le interceptó cuando entró en la armería. No necesitaba armas, o eso creía, pero nunca se sabia, y llevar un cuchillo no le haría ningún daño. Así pues, seleccionó un buen cuchillo, de hoja ancha y de casi un palmo, y se lo guardó en el cinturón, bien sujeto.

Cuando entró a la mina, apenas si había luz de alguna antorcha. Por lo visto la mina no estaba en su mejor momento, quien sabe si estaba agotada ya, y apenas trabajaban orcos en ella. Esto se traducía en alguna antorcha, pero sólo en la parte superior. Cuando el verdadero descenso comenzó, las antorchas dejaron de aparecer. Así pues, cogió una, apagó una segunda, por si la necesitaba más tarde, y siguió su camino. Este descendía a la vez que avanzaba, con una pendiente no muy acusada. Realmente no sabía donde se encontraba exactamente la fuente de la que hablaba Tharennon, pero en las bifurcaciones no tenía más que pararse y escuchar: el rumor del agua lo guiaba. Por el sonido dedujo que la fuente debía tener al menos una caída de unos cuantos metros, aunque no estuviese completamente a la vista. Poco a poco el rumor se hizo más poderoso, y Thorontir no tardó en estar en una pequeña cueva, de forma semicircular. En el centro, un pequeño estanque era alimentado por un manantial, más pequeño de lo que había imaginado por el sonido. Bien, no importaba, de un modo u otro lo había encontrado. Y había más caminos que llegaban a la cueva, de modo que probablemente podría haber llegado a la cueva tomando otros caminos.

Ella está aquí, y tu divagas sobre los caminos, cuando ya estás en tu destino…

Por un instante, estuvo tentado de orar a los Valar, para pedirles que la dejasen manifestarse allí, para poder al menos despedirse. Pero no lo hizo, pues sabia que sólo los espíritus malignos, o los que sufrían una maldición, quedaban en la tierra atados por siempre. No, Adanedhel estaría lejos, donde quiera que fuesen los hombres cuando el Don de Eru les llegaba. No, la muerte no era el final. Eso ya lo había comprendido. Era sólo el paso a algo distinto. Sólo otro viaje, con la única diferencia de que no se conocía el destino de antemano.

Thorontir cayó de rodillas, junto a las piedras, cuando las encontró. Apenas pudo hablar, entre sollozos.

Thorontir : No, no vengas ahora, pues aunque fuera posible no te castigaría yo así. Sólo te pido… sólo te pido… que no vayas a donde no pueda seguirte. Donde quiera que estés, espérame, ilumíname, para que pueda algún día alcanzarte. Y que la felicidad que nos negaron nos sea dada entonces. – No pudo seguir. Cayó al suelo, y durante unos minutos, no hizo nada más, sólo permanecer tumbado, allí donde los restos de Adanedhel permanecían sin ser molestados.

Hacia ya mucho tiempo que el montaraz no flaqueaba de ese modo, pero esta vez no se reprochó nada. Al menos, la había encontrado. Se levantó poco a poco, mientras seguía mirando las piedras, húmedas ahora por sus lágrimas. No, aun no podía seguirla, aun cuando supiese que de ser así la encontraría, y que juntos vivirían en paz dondequiera que fuesen los hombres al morir. Todavía quedaban cosas por hacer. Todavía quedaban fantasmas a los que calmar. Habló de nuevo, más calmado y con voz firme.

Thorontir : Pero no te dejaré sola aquí. Parte de mi se quedará aquí, protegiendo tu cuerpo de todo mal. – Y sacando el cuchillo, se cortó en la mano, en la palma, y dejó que la sangre manase, y se derramara sobre las piedras, donde antes habían caído sus lágrimas. Lágrimas y sangre, pobre ofrenda, y sin embargo le parecía acertada. – Recuerda, amor mío, algún día te alcanzaré, y se nos concederá todo lo que se nos negó en esta vida. Pero ahora debo cumplir con obligaciones. Y también te prometo esto: Si está en mi mano, nadie más sufrirá nuestro destino; orcos y hombres convivirán en paz, al menos en tanto como les sea posible.

Y apretando en la mano una tira de tela que él mismo cortó de su manga, salió poco a poco de allí, sabiendo que nunca más volvería, pues ya no lo necesitaba. Al fin la había encontrado, y le había dicho cuanto necesitaba. Era como si en un instante, se hubiese quitado de encima años de pesar: haberla encontrado no cambiaba todo lo ocurrido, pero aquella despedida, por triste e inútil que fuese, había sido importante para él. Guardó el cuchillo, y ató el trozo de tela en torno a su mano. En los siguientes entrenamientos iba a dolerle, pero no importaba. Sabía que ahora combatiría incluso mejor, pues el corazón y la mente son tanto o más importantes que el cuerpo, cuando llega la hora de la lucha.

Imagen Me había planteado lanzar un “Relato de la muerte” o incluso un “Relato de la muerte verdadero” en el caso de disponer de la lista de “Comunión” de paladín, pero lo he descartado. Si su muerte no fue natural, Tharennon la vengaría. Y si no fue así… Thorontir ya ha tenido bastante venganza. El tema de Adanedhel ya está listo, al menos para él, y no lo atormentará más.
____________________________________________________

Rey Trasgo : Thorontir, acompañad a los embajadores a sus estancias. Querrán descansar y ver el poder de Gundabad. Mostrádselo, deliberad mis palabras. Nos reuniremos de nuevo en dos días.

Thorontir : Sea.

Thorontir los condujo a las estancias donde él mismo se había alojado. Había sitio para muchos hombres, con las mejores comodidades. Al menos, tal como entendían estas los orcos, y los que habían sido sus huéspedes. Antes de seguir advirtió de esto a los embajadores.

Thorontir : Vamos a descansar en las estancias destinadas a los embajadores. Pero los embajadores que se recibían en la época en que fueron construidas…Nazgûl , me temo. De modo que debéis prepararos para sentir los restos del mal con los que su sola presencia impregnó este lugar. Si podéis aguantar eso, descubriréis que no están tan mal.

Borodan : ¿Qué hay de ti, Thorontir? Casi pareces un orco. No tenía ninguna esperanza, o casi, de que todo esto fuese cierto. Pensé que el chico… bueno, no hay necesidad de hablar de ello.

Thorontir : Soy casi un orco. Llevó aquí casi dos años, conviviendo con ellos día tras día. Accedí a enseñarle cuanto yo sabía, y aprendí de ellos otro tanto. Ese fue mi trato, y todos lo hemos respetado. Ese trato tenia como objetivo lograr esta situación. Se que parece una locura, pero es la solución. Si mi opinión sirve de algo, les daría cuanto piden por luchar a nuestro lado. Créanme, embajadores, cuando les digo que la fuerza de estos orcos no se mide por su numero. No son como los que solíamos encarar en Mordor. Los años de aislamiento los han hecho muy diferentes. Y, por cierto, tienen honor, más que mucho hombres. Jamás han roto un trato, al menos conmigo, ni con ningún otro en mi presencia. Han hablado de que la alianza de pueblos despeje de colonos esta zona: bien, hay sitio de sobra para ellos en mucho lugares. Con el tiempo, incluso, quien sabe si no volverán, para convivir en paz con los orcos. – Miró a Borodan – Tu conoces mi historia, al menos en parte. Hablaré ahora como lo hice ante los orcos, en un día ya lejano: Soy un hombre, pero no sólo eso. Soy un hombre al que enseñaron a odiar a los orcos. Un hombre al que estos quitaron lo que más amaba, haciendo ese odio aun mayor, y justificándolo. Un hombre que los ha cazado largo tiempo. Y, sin embargo, he llegado a este punto: a desear la paz con ellos, precisamente por todo el sufrimiento mutuo que nos hemos inflingido. Decidme pues, ¿Por qué otros hombres no deberían estar dispuestos a otro tanto? Los orcos han dado el primer paso. Ahora es nuestro turno. Esta fuerza podría ser decisiva, y lo que piden suena justo a mis oídos. Sobretodo lo de querer un sitio en el consejo. El embajador Lem quiso ganárselos para sí, pero vino, como antaño el Señor Oscuro, empuñando el látigo, prometiendo esclavitud. Démosles nosotros igualdad, y todos saldremos ganando. Los reyes y grandes de entre los pueblos libres deben dar ejemplo. Si ellos aceptan esta alianza, ¿Quién se negaría? Y queda un último asunto… Habéis visto la Palantir, la Piedra que Ve. ¿Creéis acaso que el Rey Trasgo accedería a unirse a nosotros si no viese factible la victoria? Porque desea la igualdad, pero probablemente escogería la esclavitud si la muerte fuese la única alternativa. No, yo os digo que con ellos de nuestro lado, podemos ganar. Bien, descansen ahora, pues todos lo necesitaremos.

Cuando ya se marchaban, Thorontir habló sólo a Borodan.

Thorontir : Cuando el embajador habló, mencionó el gesto “del antiguo capitán de Gondor”. Así pues, ¿ya no lo soy? ¿Se me permitirá al menos unirme al ejercito como soldado raso, sea como montaraz o como lancero de a pie? Más aun: ¿Se me permitirá volver a Gondor, aun cuando en la lucha esté en el bando orco, en lugar de bajo el árbol blanco?
_________________
"Y lucharian, además, por cosas vacías. Por el poder sobre los demás, por un cetro, por un palmo más de tierra que después no será arado, por la posesión de una mujer que no les quiere... " - M. Moorcock, "El campeón eterno"
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...
Avatar de Usuario
Rittmann
Mensajes: 2427
Registrado: 15 Abr 2007, 17:40
Ubicación: Batallando por la galaxia
Contactar:

Rittmann el Sabado, 29 de Diciembre del 2006 a las 12:47

Mensaje por Rittmann »

Thorontir : Cuando el embajador habló, mencionó el gesto ?del antiguo capitán de Góndor?. Así pues, ¿ya no lo soy? ¿Se me permitirá al menos unirme al ejército como soldado raso, sea como montaraz o como lancero de a pie? Más aún: ¿se me permitirá volver a Góndor, aún cuando en la lucha esté en el bando orco, en lugar de bajo el árbol blanco?

Borodan, sentándose fatigado en el borde de la cama de Thorontir, cruzó los dedos de las manos sobre su regazo y miró con sus ojos envejecidos a su antiguo capitán.

Borodan : Tu situación ahora mismo es un tanto extraña, Thorontir. Por un lado, tu marcha tras lo de los hautíes no fue nada bien acogida en el campamento de Puerta Negra. Hubo quien habló, quien explicó que habías logrado sobrevivir a la batalla pese a tus heridas, y que nos habías dejado a todos allí. Aquello causó malestar entre nosotros, pues algunos habríamos preferido respetar tu voluntad, y puso en entredicho nuestras lealtades. Al final, decidimos que lo mejor para todos era admitir la verdad, y fuiste declarado desertor.

"Desertor..." - pensó Thorontir. Sus esperanzas quedaron barridas con aquella palabra. Cuántas vanas ilusiones habían merodeado por los rincones de su consciencia acerca de otro desenlace. Pero siempre había sabido que aquella sería la reacción más lógica. La misma que él habría pedido en una situación similar.

Borodan : Sin embargo, todo este asunto ha hecho que los mandos no sepan qué hacer contigo. A fin de cuentas, tu historial es bueno, y si esta alianza en ciernes da resultado, tu posición quedará en un lugar extraño. Las leyes reales no permiten a un desertor regresar al ejército, aunque no creo que nadie se moleste si regresas a Góndor. Creo que la idea del embajador es nombrarte embajador permanente con los orcos, quizás con alguna visita cada uno o dos años a Góndor, quizás acompañando al rey trasgo si esta idea suya de ser admitido en la mesa del Concilio de los Pueblos Libres prospera.

Thorontir : Embajador... Bueno, suena bien. Mejor que desertor.

Borodan : Sí...

Los dos hombres se quedaron en silencio, y el silencio se prolongó más de lo deseable, pues poco más había que añadir.

Borodan : Bueno... - dijo finalmente Borodan -. Me retiraré a mis aposentos. Espero que la chimenea caliente un poco la habitación. Siento escalofríos sólo con pensar que aquí hubo un espectro del anillo.

Thorontir se limitó a asentir, y se quedó solo en su habitación, meditando su lugar en todo aquel asunto. El tiempo lo diría.

Llegó así el día siguiente, y al encontrarse con los enviados de Góndor, Thorontir pudo comprobar en sus rostros cansados que poco habían logrado descansar en sus aposentos. Con cierto humor sombrío, recordó que él mismo lo había pasado mal los primeros días en su estancia, y acompañó a los delegados a la sala común a tomar su desayuno. Los manjares orcos quizás no tenían muy buen aspecto, pero desde luego eran nutritivos, y carnes diversas asadas en brasas de carbón mineral sirvieron bien para saciar los apetitos gondorianos. Thorontir los aderezó con algunas raices y hongos de la montaña, pues se había habituado a aquella dieta, pero los demás declinaron.

Thorontir : Te acabas acostumbrando al sabor. Es fuerte, pero es excelente para aguantar todo el día. Despeja la mente, y me han dicho que las raices desinfectan.

Borodan : Bueno... Quizás en otra ocasión - le respondió con escepticismo Borodan. Los demás no dijeron nada.

Thorontir : Bien, embajador - comentó al final del desayuno -. ¿Qué haréis con la oferta del rey Trasgo?

Feldegast se reclinó pensativo sobre su silla, y miró hacia el techo, a ninguna parte en concreto.

Feldegast : Su oferta sería razonable de venir de cualquiera que no fuera un orco. De hecho, es demasiado razonable para venir de un orco.

Thorontir : ¿Y eso es un problema?

Feldegast : En absoluto, Thorontir. Quizás es, como dijiste anoche, cuestión de dar un paso de confianza. Yo no tengo potestad para decidir. Esta era una expedición para confirmar la veracidad de la oferta, y conocer de primera mano las peticiones del rey Trasgo. Imagino que el siguiente paso será convocar un concilio con los reyes de la Alianza y exponer el caso.

Así lo expusieron ante el Rey Trasgo poco después, y el señor de Gundabad escuchó con atención todas y cada una de las palabras de Feldegast.

Rey Trasgo : Entiendo - dijo al final del parlamento del embajador de Góndor -. En cualquier caso, me gustaría poner una condición más. Dos años. Ese es todo el tiempo que concederé a esta empresa. Si para entonces los pueblos de la Alianza no han aceptado mis condiciones, Gundabad hará su propia voluntad.

Feldegast : ¿Dos años? - preguntó con extrañeza.

Rey Trasgo : El tiempo es limitado, embajador. Cuando se sabe el límite de tiempo, la mente se libera de distracciones.

Thorontir recordó cómo el rey Trasgo había puesto siempre límites de tiempo a todas las cosas propuestas por Thorontir.

Rey Trasgo : No deseo que haya un alargamiento de negociaciones que puede ponernos en mala posición. No creo que el Emperador Eterno llegue a estas tierras antes de tres o cuatro años, de modo que dos años me parece una cifra de tiempo más que razonable. Si en dos años no estoy sentado como un igual en el Concilio de los Pueblos Libres, Gundabad sólo obedecerá su propia voluntad. Hacedlo como queráis, embajador Feldegast, pero dos años es el tiempo que tenéis.

Feldegast : Lo he comprendido, majestad.

Rey Trasgo : Bien... Para ayudar con las negociaciones, os llevaréis de vuelta a dos emisarios míos: Hruthar, Segundo Ojo de Gundabad, y Othculk, primo segundo mío y por ello de sangre real. Ellos serán mis emisarios.

Un orco delgado y encorvado, apoyado en un bastón, se adelantó. Otro más grande y claramente más fuerte tambiéne.

Rey Trasgo : Thorontir, les acompañarás.

Thorontir se quedó muy sorprendido al oir aquello.

Thorontir : ¿Yo, señor? - preguntó.

Rey Trasgo : Conoces nuestras costumbres, y las de los Pueblos Libres. Tú serás el puente de entendimiento entre nuestras razas, cuando haya malentendidos. Tenéis un año para regresar con nuevas del avance de las negociaciones, y espero que con un pre-acuerdo y algún gesto. Hasta entonces, Gundabad no atacará ni hará ninguna incursión a menos que sea provocado.

El Rey Trasgo entonces alzó un brazo, y con un dedo nudoso reclamó algo de uno de sus siervos. De entre la oscuridad de los bordes de la gran sala no iluminados por los braseros colgantes centrales, apareció un sirviente con una caja de madera que entregó a su rey. Éste la tomó entre manos y la abrió.e

Rey Trasgo : Acércate, Thorontir.

Thorontir se acercó, tratando de ver qué contenía la caja, pero no logró ver nada hasta estar muy cerca del trono del Rey Trasgo. Entonces, vio que éste extraía un anillo de la caja y, extendiendo la mano, lo entregó a Thorontir.

Rey Trasgo : Arrebatado de los enemigos de Gundabad en el pasado, para nosotros no tiene utilidad. Para ti, en cambio, será mi símbolo de autoridad en tus manos. Desde este momento, te nombro Cuarto Puño de Gundabad.

Thorontir accedió, arrodillado, y tomó el anillo. Miró su engarce, de factura probablemente élfica, y se preguntó a quién se lo habrían arrancado por la fuerza. Pero eso era parte del pasado. Se lo puso, y sintió su mente despejarse y el poder dormido en su interior creció y se amplificó hasta unas cotas que jamás habría imaginado.

Imagen El anillo es un multiplicador x3 PP, con un bonificador +15 a las Tiradas de Resistencia. Es un aro de mithril con un diamante engarzado, trenzado simulando un río. Si tiene otras cualidades, Thorontir no las conoce.

Imagen El turno ahora es bastante abierto. Se trata en esencia de describir la partida de Gundabad, las sensaciones de volver a la superfície, de dejar atrás esa vida tan extraña que ha vivido dos años... El destino lo dejo en tus manos, aunque probablemente sea Góndor. En ese caso, el turno terminará tras exponer ante el rey y/o el senescal (o ambos), en una reunión relativamente secreta, las nuevas junto al embajador.

Imagen El Segundo Ojo es un místico orco, que con hechizos de disfraz y cambio puede hacer que tanto él como su compañero pasen por humanos a ojos de todos. Se jactará haber espiado así en más de una ocasión campamentos enemigos y haber visitado incluso la Ciudad del Lago y Valle. Sí, tiene unos cuantos años.

Imagen El primo segundo del rey, lo conoces, pues le entrenaste un par de meses. Es uno de los señores militares de Gundabad, y probablemente su deseo sea ver las fuerzas de la Alianza en primera persona. Es más, si no ve esas fuerzas, su informe será negativo. Puedes crear alguna pequeña escena con ese contenido.

Imagen Sí, es un turno largo de escribir, así que tómate tu tiempo si lo necesitas. Pero así agilizaremos un poco la cosa.

_________________
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...

Visita www.rolhistorico.org - La web para jugar la Historia
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...
Avatar de Usuario
Rittmann
Mensajes: 2427
Registrado: 15 Abr 2007, 17:40
Ubicación: Batallando por la galaxia
Contactar:

Thorontir el Miercoles, 2 de Enero del 2007 a las 10:52

Mensaje por Rittmann »

Cuarto puño de Gundabad. Estuvo tentado de rechazar, de demostrar que sólo Góndor ocupaba su corazón. Pero lo cierto es que esta alianza también tenía su sitio allí. Y seria tal como había dicho el Rey Trasgo: Thorontir seria el puente entre dos mundos. Recordó como en su momento pensó en Tharennon para esta labor, y no pudo dejar de sonreír. Bien, Tharennon no le acompañaría, pero quizá en un día no muy lejano si lo hiciese. Quizás algún día pudiese caminar junto a él a la sombra de la ciudad blanca, de esa Torre de la Guardia que un día tuviese el más alegre nombre de Minas Anor. La ciudad en que había vivido su linaje. Y ese día, tal vez, Góndor y Gundabad fuesen buenos aliados, y esta guerra cosa del pasado. Seria bonito creer en que tal destino fuese factible.
"Lo es. Por lo más sagrado que lo es. Y he de velar porque llegue a ser realidad. "

Dado que partiría del monte en breve, estuvo tentado de hacer una nueva visita al lugar de reposo de Adanedhel, pero acabó por no hacerlo. En su primera y última visita ya le dijo cuanto necesitaba decirle, y dejó parte de sí junto a ella. No, no había necesidad de nuevas visitas, tal como no había necesidad de grandes preparativos. En los últimos tiempos, la vida de Thorontir había estado cerca de la de un asceta. Tener poco equipaje era una de las ventajas, como otra era que no debía despedirse de nadie, salvo de Tharennon. Ahora que era alguien en Gundabad eso era más sencillo, pues gozaba de intimidad. Que irónico, se dijo, estar en una situación similar a la de su hijo cuando lo encontró. Un hombre, emisario del Rey Trasgo ante otros hombres. Acompañado de dos orcos, como aquellos que él mismo matase entonces. Salvo que en esta ocasión, además, los acompañarían Borodan y los embajadores. Triste embajada aquella, que no había venido más que a escuchar la oferta, nuevamente. Pero era lo más sensato. La embajada de la que él formaba parte tendría un papel más importante. Quizá decisivo. Y tenían un año, antes de tener que regresar. Tiempo más que suficiente para lograr algo, si, más que suficiente. Y un segundo año más de margen, si la negociación se alargaba. Si, de haber oído algo semejante tiempo atrás no lo habría creído.

Borodan y los embajadores no deseaban permanecer mucho más en el monte Gundabad, por lo que se decidió que el grupo partiría de madrugada, a la jornada siguiente. Los hombres se esforzarían caminando un tiempo de noche, y los orcos harían otro tanto las primera horas de luz del nuevo día. Tan pronto como hubo terminado de preparar lo poco que se llevaría de allí, buscó a Tharennon, pero la despedida fue fría. El por qué, Thorontir no supo adivinarlo. Tanto daba: ya habría tiempo más adelante de conseguir que el chico le abriese su corazón. Ahora debía centrarse en la misión. Esa noche se retiró antes de la habitual, y como en todo este tiempo, meditó sentado en el frío suelo de sus aposentos. Ya no habría, por un tiempo, entrenamientos con los impetuosos guerreros orcos. Intentaría mantenerse en forma luchando con Borodan, y con Othculk. Estaba acercándose ya a la cuarentena, y por sus venas corría sangre de un linaje orgulloso, pero menor. Sin duda, de descuidarse, pronto seria incapaz de luchar eficazmente. Y Thorontir necesitaba luchar: aun cuando se le nombró capitán y se le confió el mando de hombres hábiles, siempre estuvo en la primera línea. Eso era algo que no pensaba cambiar, al menos no hasta que no fuese un estorbo, o peor aun, un peligro para sus propios hombres. Pero en este momento estaba en la plenitud física, sobretodo tras el tiempo pasado con los orcos, y además llevaba más de veinte años luchando, con lo que su experiencia era también importante. Si, en este momento no envidaba a hombre alguno. En todo esto pensaba, mientras se ceñía al pecho el maltrecho peto de cuero, con el árbol blanco de Góndor casi irreconocible. Mucho tiempo le había acompañado ese peto, desde que aquel hombre - Lemar, se llamaba - se lo diese en Pelargir. Si, tras perder a Erudil. Hacían ya largos años de todo aquello. En el fondo, sabía que el peto simbolizaba muy bien lo que había pasado él, y quizá por eso se negaba a usar uno nuevo. Quizá en Góndor, un nuevo peto, con un árbol blanco reluciente. Aunque tendría que pensar en el modo de honrar también al Rey Trasgo, sin duda. Ya que había sido nombrado embajador, tendría que aprender las sutiles artes de la diplomacia.

Cuando se quiso dar cuenta, el tiempo había pasado, y no había dormido en absoluto. Aun así, eso no suponía un problema; cada vez dormía menos, y cada vez era capaz de permanecer más jornadas sin descanso. Mucho había hecho por los orcos, pues ese fue el trato, pero mucho le habían dado a él a cambio, aun sin haberlo pedido. Si, estaba orgulloso de haber aguantado. No había sido fácil. Cuando el grupo se reunió, entre todos decidieron el itinerario: bajarían desde Gundabad, siguiendo el curso de uno de los afluentes del Anduin, hasta alcanzar el propio río, para después bajar por él hasta Minas Tirith. Tanto daba que según el tramo tuviese un nombre distinto, lo importante es que llegaba hasta su destino, y pasaba a distancia segura de lugares que querían evitar: los orcos no se sentirían muy seguros en Rivendel, amen de que se les prohibiría la entrada, claro, y los hombres probablemente se negasen a acampar en Dol Guldur. Y todos estaban de acuerdo en evitar Fangorn, pues el miedo a ese bosque estaba arraigado profundamente en ambas razas, a pesar de lo sucedido durante la guerra del anillo. Los saltos de Rauros serian un problema, pero sencillamente desmontarían la barcaza y bajarían andando. Pasarían por campamentos Gondorianos, pero Hruthar aseguró ser capaz de ocultar su naturaleza a los hombres, haciéndoles creer que ambos orcos eran también humanos.

Hruthar : Creedme, se lo que me digo. No en vano, así obtuve noticias de Esgaroth, y del Lago. Soy poderoso, aunque los años pesen en mi cuerpo.
Thorontir : No lo dudo. ¿Funcionaria también conmigo?
Hruthar : ¿Contigo?
Borodan : ¿Contigo? ¿Acaso darás la razón a los que te llaman traidor, volviendo como un ladrón, al amparo de artificios? Comprendo la necesidad en su caso, pero en el tuyo...
Thorontir : Dudo que ninguno de los nuestros me reconozca, Borodan. A ti te costó. pero aun así... prefiero evitar la posibilidad de que por mi culpa tengamos problemas. Nunca se sabe.
Feldegast : Sea. Personalmente no me parece mala idea.
Hruthar : Entonces también lo haré por ti, Cuarto Puño. Parecerás alguien distinto.
Aquello mitigó un tanto los temores de Thorontir. Era improbable, pero si alguien le reconocía... Prefería mantener su retorno en secreto, al menos por el momento.

Y así, transportando entre Othculk, Borodan y Thorontir la barcaza que los llevaría a todos una vez alcanzasen el Anduin, partieron del monte Gundabad.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Las primeras horas de travesía fueron extrañas para Thorontir. Por suerte, bajo la barcaza, tuvo tiempo para pensar. Feldegast y Hruthar, para su sorpresa, conversaban tranquilamente, y Othculk también preguntaba a Borodan, de tanto en tanto, por batallas y gestas de los hombres de Góndor. Sobretodo preguntaba por lo sucedido en el campamento Hauti, pues poco había dicho Thorontir de sus batallas, de hecho meramente las había enumerado, pero algunos mensajeros orcos habían hablado de ella. En su momento aquello sorprendió a Thorontir, pero no era tan extraño: los hombres también mantenían mensajeros con pueblos distantes, aunque sólo fuese para saber como estaba el mundo, en aquellos lugares a los que jamás llegaban. Borodan refirió en pocas palabras la heroica resistencia, y alabó el coraje de Thorontir. Narró como herido, con el brazo del arma inutilizado, abatió a varios guerreros de élite orcos, sirviéndose del escudo tan sólo.
Othculk : Conozco la fuerza y la pericia del Cuarto Puño. Pero quiero saber de los demás. Dudo que todos los vuestros sean como él, o nuestras luchas habrían sido mucho más sangrientas.
Borodan : Bien, no suelo hablar mucho de mí, pero yo también maté a unos cuantos de ellos. De hecho, varios cientos de cadáveres de tu gente yacían en el campo de batalla, mientras que de los nuestros apenas dos decenas. Añade a eso unos veinte hauties. Claro que teníamos una posición de ventaja, y nos habíamos preparado para la defensa.
Othculk : Y no olvides con quien luchabas. Los orcos de los clanes de Mordor son escoria. Nunca lo olvides, hombre.

La conversación aun prosiguió, pero Thorontir volvió a sus pensamientos. Respirar aire puro, bajo la inmensidad del cielo abierto... En sus estancias el aire era fresco y limpio, si, pero el peso de todas aquellas toneladas de roca había pesado también sobre su espíritu, e incluso sobre sus pulmones. Ahora los llenaba plenamente, como plenamente disfrutaba de la tenue luz de aquel momento. De nuevo, aquello no era comparable a lo experimentado estos últimos tiempos. De hecho, cuando el sol llegó, la luz incluso fue dolorosa, al principio. Al principio.

En estas circunstancias, se decía, podría acabar fácilmente con todos los orcos con los que había luchado en Gundabad. Cuan diferentes habrían sido los entrenamientos, aquí. En esto pensaba cuando Feldegast y Hruthar anunciaron que deseaban hacer un alto. Allí acamparían ese día. habían sido muchos kilómetros, cargando con la barca, pero no estaba exhausto. Y Othculk tampoco, eso estaba claro. De modo que, cuando montaron el campamento, Hruthar pidió a Thorontir que combatiesen. Borodan se quedó allí cerca, presumiblemente para ver el combate, si tenía lugar.
Thorontir : ¿Aquí, al sol?
Othculk : La batalla rara vez llega cuando uno desea. Y tú has luchado largo tiempo en la penumbra, Cuarto Puño. Quiero ver de lo que es capaz el Cuarto Puño, cuando las circunstancias le favorecen.
Thorontir : Sea. Lucharemos.

De modo que dejaron cuanto cargaban, y armados sólo con una hoja -Cimitarra para el orco, una espada ancha para Thorontir- se prepararon para la contienda. No cogieron escudo, ni se pusieron armadura alguna, no era una batalla real, sólo un modo de calibrar sus fuerzas en una situación no habitual. No necesitaron mucho tiempo para hacerlo, la superioridad técnica del hombre al sol era clara, y el orco no podía aprovechar su físico plenamente en aquellas condiciones. Distinto podría haber sido en el monte, pues Hruthar había entrenado tiempo atrás con Thorontir, y allí había quedado claro que físicamente era muy superior a él. Pero ambos sabían que ninguno decidiría el lugar y las condiciones de la batalla, cuando llegase, serian los importantes quienes lo harían. Borodan, por su parte, dejo claro con su mirada lo sorprendido que estaba. Si era por cómo se había defendido el orco al sol, o por como había cambiado Thorontir, este no pudo saberlo.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

De mutuo acuerdo se decidió no acampar en poblado alguno, y evitar todo encuentro en la medida de lo posible. Eso les daría un promedio mejor, y por tanto más tiempo. Además, viajando por el río no deberían esforzarse apenas. Aunque esto demostró ser peor. Othculk era un hombre de acción, paciente para la caza, pero no para la inactividad. Tampoco Thorontir gustaba de ver pasar los metros y las horas sin hacer nada, aunque lo llevaba mejor. En la barca no había demasiada comunicación, salvo entre Feldegast y Hruthar, con ocasionales preguntas de uno u otro a Thorontir. Ciertamente era esperanzador ver que no tenían ningún problema, al menos a simple vista. Sin embargo... aquello no le cuadraba. Una mañana interrogó a Hruthar, que había despertado temprano, en el turno de guardia de Thorontir.

Thorontir : Ciertamente me sorprende, Hruthar, que os llevéis tan bien. Me agrada, claro, pero me sorprende.
Hruthar : Supongo que en el fondo, los problemas entre nuestras gentes son más una cuestión de prejuicios. En cuanto coloqué mi velo ante sus ojos, haciéndonos semejar hombres, Feldegast no tuvo problema en charlar de cualquier cosa. De hecho, tenemos mucho en común.
Thorontir : Ya veo. Eso explica ciertas cosas. Pero... dime, ¿No te causa muchas fatigas mantener ese velo tanto tiempo? - Thorontir pensaba en la cara de Borodan tras el combate contra el orco, esa expresión de desconcierto. Pero también lo intrigaba el dominio que el chaman tenia de las artes arcanas.
Hruthar : Es cansado, claro. Pero menos de lo que lo seria para alguien más joven e inexperto. ya ves, en ocasiones, la edad es una ventaja. Al menos para algunos asuntos, Thorontir. - Thorontir sonrió. No había usado aquello de "Cuarto Puño".
Thorontir : ¿Hoy no soy "Cuarto Puño"?
Hruthar : Eres Thorontir, y eres el Cuarto Puño. No eres tampoco tan joven, así que algo de sabiduría ha de haber bajo esa pálida piel tuya. Si sabes lo que eres, y sabes aprovecharlo... Bien, donde muchos vean un problema, tú puedes ver una ventaja. Y sacarle partido.
Thorontir : Lo se. Si, lo se. No soy un anciano, pero ciertamente he vivido mucho más que otros que han llegado ya a tener nietos. Incluso más de lo que algunos vivirían en varias vidas. Algo de sabiduría he de tener, si.
Hruthar : Me alegro. No eres el único que pone sus esperanzas en esta alianza. Seria bueno para nosotros, si. La Cuarta Edad es la Edad de los Hombres, por mucho que en Gundabad nos aferremos al antiguo calendario. En esta Edad de los Hombres, más vale estar de su lado.
Thorontir : ¿De su lado? Pero los hombres están de muchos lados, me temo. En esta contienda, de hecho, hay hombres a ambos lados. ¿Como acertar? ¿Como decidir?
Hruthar : Cada cual tiene sus métodos. ¿Olvidas acaso a Lem?
Thorontir : No, claro que no. Pero aun así... es arriesgado dejar la decisión en manos de la habilidad de un hombre.
Hruthar : ¿Acaso habría sido más sensato atender a sus palabras? ¿O a las tuyas? Nada puede ayudar a tomar la decisión correcta, pues el que lo sea o no depende del desenlace de la guerra. Pero no lo dudes: si esta alianza fracasa, muy probablemente acabemos en el bando del Emperador Eterno.
Thorontir : ¿Y que te parecería eso, sabio Hruthar?
Hruthar : Lo lamentaría. He vivido una larga vida, Cuarto Puño, y ha sido una buena vida. No puedo quejarme. Pero preferiría que los que han de seguirme puedan ser libres, y no tener que soportar el yugo y el látigo para poder vivir. ¿No lo crees mejor?
Thorontir : Por supuesto. El Rey Trago es afortunado de poder contar con tu consejo, sabio Hruthar. Muy afortunado. Ahora comprendo por qué Feldegast está tan cómodo conversando contigo.
Hruthar : también él es sabio. Ojala hubiésemos llegado a esto antes: A conversar entre sabios, en lugar de a la lucha entre los guerreros.

Thorontir no supo que contestar, y continuó guiando la barcaza. Cada jornada que pasaba navegaban más tiempo, siendo como eran suficientes para gobernar la barca por turnos, quedando siempre alguien al timón. Othculk jamás había navegado antes, pero aprendió rápido, y se sumó a los turnos. En algunos descansos luchaban, él y Thorontir, y a veces también Borodan, aunque estaba más lejos de ambos. Cuando lo hacían, Othculk disfrutaba visiblemente abrumando al hombre, pero este no se dejaba intimidar, y como hiciese Thorontir, aprendía de cada error, de cada golpe recibido. Ah, si cada hombre y cada orco pudiesen entrenar juntos un tiempo, que formidable ejercito formarían...
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Thorontir : Dime, Borodan, ¿Es ese campamento permanente?
Borodan : Si, nos acercamos ya a los saltos de Rauros. Antiguamente no había puestos tan avanzados, ya sabes, pero desde la guerra de Lorien se dejaron aquí algunas avanzadillas, más para ser usadas por los mensajeros como lugar de descanso que como guarniciones eficaces. Apenas un puñado de Soldados, no más de dos docenas, supongo.
Thorontir : ¿Mandos?
Borodan : Un capitán, como en las expediciones que enviábamos desde la Puerta Negra. Dos, cuando llegan tropas de relevo, pues los mandos rotan como los soldados, entre todos estos campamentos. En teoría nuestros hombres han de conocer todos los emplazamientos.
Thorontir : Ya veo. Hruthar... ¿Podrías lograr que todos mudásemos de aspecto, salvo Borodan?
Hruthar : Sólo por un breve periodo de tiempo. Somos muchos...
Thorontir : Suficiente. Podremos lograr víveres, imagino. Borodan puede decir que se trata de una inspección, y podremos seguir adelante.
Feldegast : ¿Una inspección? Para ser coherentes, deberemos pasar revista a las tropas. Si no, resultaremos sospechosos. - Si Feldegast no se oponía, muy probablemente fuese porque confiaba en aquellas tropas. O al menos eso deseaba Thorontir, que el embajador hubiese comprendido su idea.
Thorontir : Pasaremos revista, pues.

Apenas cuatro o cinco horas después, el grupo seguía navegando. Hruthar, exhausto, dormitaba tapado con lonas, y Othculk tampoco tenia demasiado buen aspecto. Aun así, Thorontir confiaba en que hubiese disfrutado con el espectáculo. Si, aquellas tropas no habían entrado en combate en mucho tiempo, por lo que sus armaduras y lanzas estaban bruñidas y perfectas. Pero llevaban tiempo sirviendo, de modo que formaban sin desmerecerse respecto a sus arreos. En conjunto, pese a tratarse de tan sólo dos docenas de hombres, Othculk debió ver lo bien preparados que estaban, y como su equipo era mejor que el de mucho orcos importantes. Si, sumado a los comentarios de Borodan sobre lo numerosos que eran aquellos campamentos, sin duda conseguirían que el orco se hiciese una idea muy positiva del ejercito gondoriano. Y eso, antes de ver al propio ejercito. Cuando viese a los soldados entrenando cerca de Minas Tirith, cuando viese a la perfecta Guardia de la Ciudad... si, sin duda sabría apreciarlos. Cualquier rey se habría sentido orgulloso de aquellos hombres.

Imagen Todo el post estoy suponiendo que Hruthar tiene determinadas capacidades. Si ves que me he pasado mucho, intentaría editarlo, pero... puestos a narrar, me he olvidado de limitaciones Imagen
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Cuando pasaron las Argonath, su corazón dio un vuelco. Cuando comenzaron a recorrer las tierras tan familiares, el júbilo lo embargó, aunque trató de mostrarse sereno ante los demás. Pero cuando al fin la vieron... Oh, era más hermosa que cualquier otra ciudad, más amada que cualquier persona, salvo Adanedhel. Minas Tirith, majestuosa, imponente, tal como la recordaba. la ciudad blanca de los hombres del oeste, el bastión de la humanidad y de todos los pueblos libres ante el mal venido de Mordor. Su ciudad, aquella por la que él, y todo su linaje antes que él, lo había dado todo, y aun había de dar más. La razón por la que jamás cejaría en su empeño.

Borodan : Hemos llegado, al fin.
Thorontir : Hemos llegado. He vuelto.
Feldegast : Sin duda desearas volver a tu casa, Thorontir. Puedes ir ahora, las negociaciones no han de comenzar tan pronto.
Thorontir : Era la casa de mi padre. Él ahora ya no está, de modo que no veo razón para ir allí. Me alojaré con Othculk y Hruthar.
Feldegast : Sea...

Poco a poco, nivel por nivel, fueron ascendiendo. Cada casa que pasaban, cada portón que atravesaban, era como volver atrás en el tiempo, los recuerdo afloraban sin cesar. Pero todo aquello no hizo cambiar su resolución. No habría visita, al menos por ahora. A nadie. De todos modos, tampoco tenía a nadie a quien visitar.

Feldegast : Hay un detalle... ¿Que tipo de alojamiento será el apropiado? Muy correctamente fuimos tratados, en estancias hechas para emisarios humanos, pero nosotros no disponemos de estancias para emisarios orcos...
Hruthar : Cualquier habitación, no demasiado soleada, bastará.
Thorontir : En palacio hay criptas profundas, a varios niveles bajo el suelo. Supongo que podrán acondicionarse unos alojamientos con suficiente comodidad.
Othculk : Yo no necesito comunidades. Soy un orco de Gundabad. Como el Cuarto Puño.
Hruthar : Cualquier cosa bastará. Al menos de momento. No es tan importante.
Estaban llegando al último nivel. Acercándose a su destino. Thorontir no sintió nervios, ni temor. Eso le satisfizo, al menos en parte. Oró a los Poderes, dándoles gracias por concederles esa serenidad de espíritu que sin duda tanto necesitaría.
Borodan : Yo me despido aquí. Mi labor ha concluido.
Thorontir : ¿No te quedarás? ¿No participarás en las conversaciones?
Borodan : Olvidas, amigo, que sólo soy un simple capitán de Góndor. He de volver al campamento de la Puerta, para reincorporarme. Mucho me has apartado de mis hombres, de seguro me habrán perdido el respeto. - Su sonrisa demostraba que se trataba sólo de una broma. Borodan probablemente fuera de los pocos amigos que le quedaban allí. Quizá incluso el único.
Thorontir : Mal lo pasarán, si lo han hecho. Pero lo dudo. Espero volver a verte, Borodan.
Borodan : Menos esperanzas tenía la última vez, y sin embargo aquí estamos. ¿Porque ahora no deberíamos confiar en que así sea? Que tengas suerte, Thorontir, muchos creemos en que es posible, pero no tenemos modo alguno de contribuir. En tus manos está. - Ambos asintieron, y con un apretón de manos, se despidieron.

Feldegast se encargó de que cada uno de ellos fuese acomodado en unas estancias acorde a su rango de embajadores extranjeros. Thorontir, bajo el velo del hechizo de Hruthar, pudo mirar sin temor en derredor, recordando cada centímetro de aquel palacio. Bien, había tenido su oportunidad de despedirse de Adanedhel, y ahora estaba de nuevo en la Torre de la Guardia. Sin duda los Poderes le favorecían... y ojala siguiesen haciéndolo. Por lo pronto, como cortesía, se les concedieron una horas de descanso. habían llegado bien entrada la mañana, de modo que se decidió que la entrevista tuviese lugar al anochecer. Nadie se opuso.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Faramir : Saludos, embajadores. Sed bienvenidos a nuestra morada, y que los Poderes de Arda nos guíen a todos en nuestras negociaciones.
Hruthar : Saludos, noble Senescal. Recibid en nombre de mi señor sus mejores deseos.
Todo eran fórmulas de cortesía. Thorontir había instruido a Hruthar sobre algunos detalles, aunque en muchos de los casos, el viejo orco conocía ya las fórmulas, o algunas parecidas. Todo ello confirmaba su estancia entre los hombres, aunque no hacia falta. En una sala iluminada tenuemente, pero con la suficiente luz para que pudiesen verse las caras, y para que los escribanos pudiesen levantar acta, estaban reunidos todos los implicados: Othculk, Hruthar, Thorontir, Faramir, e incluso Elessar Telcontar, rey de Góndor y Arnor. Amen de algunos otros, como el conocido Feldegast, y algunos funcionarios reales. Thorontir no reconoció a ningún consejero real. Y, para su sorpresa, si vio reconocimiento en los ojos de Faramir, y en los del Rey. ¿Acaso tenían ojos tan penetrantes como para no dejarse engañar por los artificios de Hruthar?. No importaba: cuando llegó el turno de presentarle, como embajador y Cuarto Puño de Gundabad, también se anunció el nombre de Galdor, hijo de Haldan. Hizo una reverencia ante los dos, y tomó asiento. Las conversaciones comenzaron con más fórmulas de cortesía, pero no tardaron en centrarse en lo importante.

Hruthar : Y el señor del monte Gundabad ofrece a sus diez mil espadas, todas ellas de innegable valor, fuerza y habilidad, como puede corroborar el embajador Galdor. Pues comprendió la veracidad de las palabras del propio embajador Galdor, cuando este llegó a él desarmado, voluntariamente, para hacerle ver que había llegado el momento de poner fin a las disputas entre nuestros pueblos, que tanto dolor nos han causado a todos.
Faramir : Sin duda, esas espadas serán muy apreciadas. Pero nadie ha de arriesgar la vida por nada, y el señor de Gundabad ha de tener algo a cambio, sin duda. Nos placería saber que desearía.
Othculk : Lo que se merece, ni más ni menos. Siendo como es un igual de cualquiera de vuestros reyes, desea sentarse junto a ellos en el Concilio de los Pueblos libres.
Hruthar : Mi compañero ha sido algo brusco. Lo cierto es que el señor de Gundabad ofrece dos opciones: una para la neutralidad, otra para la alianza total. Reconocimiento de nuestras fronteras, y abandono de nuestras tierras por parte de los colonos humanos. Al menos por el momento. Debéis comprender nuestra desconfianza, largo ha sido el tiempo del odio, y es difícil que eso cambie de la noche a la mañana. Dejando ese margen de separación entre la gente de a pie, evitaremos problemas. Y Dándoles ejemplo, conseguiremos que algún día convivan en paz. Pero sí, para que la alianza sea total, y aporte sus espadas, y su caballería, el señor de Gundabad desea sentarse como un igual en el Concilio de los Pueblos Libres.
Faramir : Ya veo. No es algo que haya sucedido jamás, y como decís, es natural que desconfiemos, por el momento. Es algo... complicado. Además, el Concilio... Nosotros sólo somos una de las varias naciones que allí se sientan. Aun aceptando, conseguir que los enanos y los elfos os acepten, seria...
Thorontir : Seria difícil. Como impensable era, al menos para los hombres, que uno de los nuestros, desarmado, y habiendo causado graves pérdidas a los orcos, lograse que su vida se respetase, al menos hasta lograr proponer su idea. Pero sigo vivo, mi señor, y eso es prueba suficiente, pienso, de que existe voluntad de lograr esa alianza. Y sobre el concilio... Esta es la Edad de los Hombres, mi señor, y todos los pueblos lo saben. Os seguirán, si les dais oportunidad.
Rey Elessar : Y según vos, deberíamos darles ejemplo, y aceptar al Rey Trasgo de Gundabad en el consejo. Dadme una razón. No la de que es su condición para aportar espadas. No la de que lo necesitamos. Dadme razónde verdad . - Cuando el rey habló, Thorontir sintió que en su pecho crecía el valor. Le pedía que hablase, y vaya si lo iba a hacer.
Thorontir : Porque es suyo por derecho. Porque es el Conciliode los Pueblos libres . Gundabad ha rechazado el yugo del Emperador Eterno. ¿En que se diferencian de cualquiera de los otros pueblos? El emperador envió un emisario armado de látigo: así es como gobierna. Góndor no. Maldición, yo sólo... -En ese momento recordó la conversación que tuviese tiempo atrás con Hruthar- Nada puede ayudar a tomar la decisión correcta, pues el que lo sea o no depende del desenlace de la guerra. Pero cuando la guerra acabe, si hemos de prevalecer, ¿No seria mejor poder vivir en paz? ¿Acaso no seria mejor que nadie tuviese que sufrir un destino tan cruel como el de tantos otros antes, marcados por el odio racial entre nuestros pueblos? Soy Galdor, hijo de Haldan, Thorontir de Góndor, Cuarto Puño de Gundabad. He convivido con hombres y con orcos, y en verdad os digo que no somos tan distintos los unos de los otros. Pero el mundo se empeña en fijarse en los detalles que nos separan, en lugar de hacerlo en todo lo que nos une. Bajo el yugo del Señor Oscuro orcos, hombre, elfos y enanos se veían obligados a cooperar. Hagámoslo de nuevo, libremente, para oponernos a aquel que desea esclavizar al mundo. Conceded ese asiento al Rey de Gundabad, y juntos lograremos superar esta situación. Obcecaos en los viejos odios, y sin duda, ganemos o perdamos la guerra, habremos perdido la posibilidad de lograr una paz y una prosperidad como jamás hemos imaginado. Para todos. - El rey asintió.
Rey Elessar : Pensaré en lo que me han dicho. Mientras tanto, considérense mis invitados. He de meditar, enviar y recibir mensajes, y de nuevo pensar en ello.
Hruthar : El señor de Gundabad puso como condición adicional recibir algún tipo de informe en menos de un año desde nuestra partida, y una decisión definitiva en menos de dos, alteza. -Alteza. Thorontir dio gracias en silencio a Hruthar. Modales tan exquisitos habían de hacerse notar, sin duda.
Rey Elessar : No habrá de esperar tanto, creedme. Eso es todo por ahora. - Salió de la estancia, y junto a él algunos de los demás.
Faramir : Quizás querréis conversar conmigo más tarde, embajador Thorontir.
Thorontir : Sin duda, mi señor.

Imagen Lo de la conversación con Faramir es para ponerle al tanto. En principio le contaría todo. Absolutamente todo, evitando únicamente hablar de la tumba de Adanedhel. Eso es sagrado. también mencionaría el detalle de que los orcos no conocen su lazo de sangre con Tharennon. Thorontir desea que siga siendo así.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

El rey sin duda pensaría por un tiempo, de modo que Thorontir se dispuso a mostrar la ciudad a los embajadores orcos. Algunos, sin duda, podrían pensar que estaban estudiando la ciudadela para atacarla llegado el momento, pero sin duda serian gentes sin seso. Pensar que algún día Gundabad pudiese atacar Minas Tirith era simple y llanamente estúpido.

Al mostrarles la ciudad, Thorontir recordó la última vez que hiciera algo similar: acababan de volver de Umbar, Jazeira y él, abandonando allí al príncipe Erudil. Pero los problemas quedaron olvidados por un tiempo, en compañía de la bella sureña. Aquella mujer… Si, recordaba perfectamente sus palabras, la separación en el campamento hautí. ¿Estaría viva todavía? No había preguntado a Borodan al respecto, aunque ciertamente no le importaba tampoco demasiado. Era cosa del pasado, sin duda. El presente, ahora, era enseñar la ciudad a sus acompañantes. Repetiría la visita anterior, aunque omitiendo la casa de su padre. Ya nada tenían que hacer allí.

Cuando les hubo enseñado la mayor parte de la ciudad, y tras consultar con un soldado de la Guardia de la Ciudad, los llevó a los prados cercanos. La instrucción de los soldados nunca terminaba, pues aun antes de enviar un destacamento llegaban muchos otros, pero además esa instrucción se llevaba a cabo en campamentos cercanos a las zonas peligrosas. Era mucho más productivo hacerlo así, si bien en ocasiones, cuando los reclutas eran gente importante, se les enseñaba primero cerca de la ciudad. Y eso cuando ya habían sido instruidos como mandos, claro: los nobles conducían al ejército, y debían saber mandarlo. Pero también debían saber luchar, y era de eso de lo que se encargaban ahora. Según le dijo el soldado, los que estaban entrenando ahora estaban cerca de ser enviados a la Puerta Negra, para que comenzasen a curtirse en el mando de las tropas. En los tiempos que corrían, cada brazo era necesario, de modo que tan pronto se les consideraba aptos se les enviaba a donde pudiesen conseguir experiencia rápidamente. Siendo que estaban prontos para ello, Thorontir llevó a los orcos a que los vieran. Aquellos jóvenes nobles serian instruidos por la flor y nata del ejercito, estarían mejor equipados que ningún otro soldado, y llevarían luchando desde niños. Si, era algo casi tan bueno como aquella visita al campamento. Al llegar, no lo defraudaron. Cientos de jóvenes, que no debían llegar a la veintena, ejecutaban movimientos tácticos con precisión, justo antes de entablar combate con sus compañeros, que simulaban ser enemigos. Aun les faltaba desarrollarse plenamente en lo físico, así como la habilidad que sólo la experiencia puede enseñar, pero aun así podrían haber sido un problema para cualquier enemigo, si lo cogian desprevenido.

Thorontir : Como podéis comprobar, aquí se hace el primer entrenamiento de estos chicos. Todos ellos han aprendido las artes del mando, y también las del combate. Cuando estén aceptablemente preparados, marcharan a un campamento cercano al peligro, para que continúen entrenándolos, más seriamente.
Hruthar : ¿Más seriamente? A mi me parecen bastante buenos, para ser jóvenes.
Othculk : Para ser humanos. Tanto entrenamiento es un desperdicio, cualquier guerrero orco los abatiría sin ningún problema. ¿Al lado de estos nos veremos obligados a luchar?
Thorontir : Si, a su lado. Podrías matarlos a todos, uno por uno. Yo mismo podría, pienso. Pero… no olvides que estos chicos han recibido enseñanzas de los mejores maestros. Yo no tuve tantos, y aun así mucho os he enseñado. Estos chicos me superarán, cuando la edad temple sus músculos, y su ánimo. Cuando estén listos, serán temibles. Y harán temibles a quienes estén bajo su mando.
Othculk : No lo creo. Algún día podremos comprobarlo, y ver quien tenía razón.
Thorontir : Eso espero, créeme. Que puedas verlo, luchando a su lado. Ahora, hemos de volver. ¿Podréis encontrar el camino solos?
Hruthar : Sin duda. Y no olvides que somos emisarios, seguro que cualquiera de los habitantes de esta ciudad nos ayuda, si es menester. ¿Acaso tú no regresas?
Thorontir : No aun. Hay alguien… cuya memoria debo honrar. Murió mientras yo estaba lejos, y he de rendirle homenaje. – Los orcos asintieron, emprendiendo el camino de regreso.

Según le dijera Borodan, Haldan había sido enterrado, por expreso deseo, en el campo. Había deseado descansar a la vista de la ciudad, bajo la hierba, según decía, “para defender esta tierra de quien desee perturbarla, si es necesario”. Ah, tal como sucediera con Adanedhel, Thorontir se aprestó para dedicar sus últimas palabras a su padre, y quedar en paz con él. “Todos están bajo tierra ya. Yo aun he de tardar un tiempo. Es duro sobrevivir a la gente que se ha querido. Si, es duro, pero he de soportarlo, por ellos. He de hacer cuanto debo. ”.
_________________
"Y lucharian, además, por cosas vacías. Por el poder sobre los demás, por un cetro, por un palmo más de tierra que después no será arado, por la posesión de una mujer que no les quiere... " - M. Moorcock, "El campeón eterno"
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...
Avatar de Usuario
Rittmann
Mensajes: 2427
Registrado: 15 Abr 2007, 17:40
Ubicación: Batallando por la galaxia
Contactar:

Rittmann el Viernes, 11 de Enero del 2007 a las 23:55

Mensaje por Rittmann »

A su llegada, Thorontir no había logrado notarlo. Y sin embargo, mientras regresaba a sus estancias en lo más alto de la ciudad, pudo sentirlo. La Ciudad Blanca no rebosaba alegría. Era una sensación que ya había vivido, tiempo atrás, durante el declive del senescal Dénethor. Recordó cómo años atrás había caído como un jarrón de agua fría la desaparición del príncipe Eldarion sobre él. Si las esporádicas noticias que le habían ido llegando al norte durante los cinco años que pasó como ermitaño eran ciertas, el príncipe seguía secuestrado por los misteriosos sacerdotes grises.

¿Cómo debía sentirse ante aquello el rey Elessar? Tener a un hijo secuestrado, sabedor que es el propio heredero no sólo de tu linaje, sino de tu reino. El ahora Cuarto Puño de Gundabad no lograba imaginar la mella que siete añós podían causar en un hombre. Y por muy fuerte que fuese el espíritu de Elessar, el hecho que el príncipe de Ithilien estuviese en el Consejo, además de la rápida retirada de Elessar, no le hacían presagiar nada positivo. Sí, la Ciudad Blanca se preparaba para un futuro en que la guerra era un horizonte demasiado real, pero la diligencia militar vista por los orcos no podía ocultar a ojos de alguien que había crecido en aquel lugar que había un grave pesar sobre las almas de los gondorianos.

Fue al atardecer cuando Thorontir se acercó a la Corte Suprema. Y fue allí donde vio una cara conocida, aunque casi olvidada. El hombre estaba en el patio del árbol blanco, sentado sobre un banco, y parecía estar aguardando. Había crecido en canas, y las arrugas ahora se marcaban sobre sus antes jóvenes facciones más de lo que la edad debería haber causado.

Tharanon : Saludos, Thorontir - dijo el antiguo aprendiz del Vidente Real Tarquillan -. Hacía mucho que no se os veía por aquí.

Thorontir devolvió el saludo con una inclinación de cabeza.

Tharanon : Os estaba esperando.

Thorontir : ¿A mi? - dijo, extrañado.

Tharanon : A vos. Me gustaría que me acompañáseis a la torre del Vidente.

Thorontir no vio problema alguno. En consideración a los embajadores orcos, la segunda sesión se realizaría de noche, pero aún faltaba al menos una hora para ese momento. Así, los dos hombres ascendieron por la gran torre donde años atrás había sido asesinado el Vidente Real y robadas las palantiri de Minas Tirith.

Thorontir : ¿Cómo acabó el asunto de la muerte de Tarquillan, Tharanon?

Tharanon : Al parecer, mi maestro fue atacado por un ser que pertenece a una extraña raza denominada hijos del dragón. Cambiaformas, en cierto modo similares a los beórnidas que pueden cambiar la piel por la de un oso. Pero en este caso, emparentados con los dragones.

Thorontir : ¿Hijos del dragón? Nunca oí mención de ellos.

Tharanon : Muy pocos han oido mencionar ese nombre. El que mató a mi maestro se llamaba Ancalagon, el Gris.

El Gris. Como Grises eran los sacerdotes que secuestraran a Eldarion.

Tharanon : En efecto. Los agentes de Ancalagon el Gris son los que se llevaron a Eldarion. Su fuerza ha quedado muy debilitada en estas tierras, pues tras el secuestro, desaparecieron como ratas.

Ya dentro del estudio, en lo más alto de la torre, Tharanon llevó a Thorontir hasta el lugar donde se había hallado el palantir. Y para sorpresa de Thorontir, sobre el pedestal había una esfera oscura con una llama brillando débilmente en su interior.

Thorontir : Un palantir... ¿Los habéis recuperado? - clamó sorprendido.

Tharanon : Para nada - respondió con pesar Tharanon -. Se trata del palantir de Dénethor, capaz de mirar únicamente al Oeste. Muy pocos sabían de su existencia. Aquí teníamos el de Orthanc, y también uno de los recuperados por una expedición hace quince años al lejano norte. El otro se quedó en Linhir, en las falas, pero también fue robado. Este fue enviado en secreto a Tharbad, y de allí a Nueva Annúminas. Temíamos a los ladrones y asaltantes, más aún cuando la ciudad apenas tiene unos años, y está llena de colonos. El que sólo pueda ver al oeste, ya iba bien de cara a comunicarla a Góndor y saber nuevas rápidamente del reino del norte.

Thorontir : Y me imagino que la reclamásteis.

Tharanon : En efecto. Pero no te he traido para escuchar esas historias. Hay cosas que he visto en el palantir, Thorontir. Cosas que debes saber, y sobre las que debo preguntarte.

Thorontir : ¿A mi?

Tharanon : Sí, a ti. He visto al príncipe Erudil. Está vivo, y porta el anillo de Barahir, símbolo del heredero del trono de Góndor. El anillo que portaba Eldarion el día que lo secuestraron.

Imagen Reacción de Thorontir.

Imagen El turno será un poco atípico, y desde luego menos trabajoso que el anterior. Se trata de hacer preguntas y respuestas, via privado o msn.

Imagen Pero el anillo de Barahir lo portaba Eldarion. Es el símbolo del heredero al trono de Góndor.

_________________
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...

Visita www.rolhistorico.org - La web para jugar la Historia
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...
Avatar de Usuario
Rittmann
Mensajes: 2427
Registrado: 15 Abr 2007, 17:40
Ubicación: Batallando por la galaxia
Contactar:

Thorontir el Viernes, 18 de Enero del 2007 a las 08:39

Mensaje por Rittmann »

Erudil… Erudil está vivo. Largo tiempo su fantasma persiguió al mio. Pero ambos estamos vivos. No deja de ser desconcertante. Como el que porte el anillo... el anillo de Barahir.

Thorontir : Eso no es posible. Ya sabe lo que sucedió… ¿Es inequívocamente él? Es más, ¿Es ese anillo, con toda seguridad?

Tharanon : Es él, no tengo duda. Recuerdo al hombre que te acompañaba, y conozco bien el anillo de Barahir. Estaba rastreando el oeste en busca del poder del anillo, cuando hace unos meses me topé con esta imagen.

Thorontir : Las palantir… A veces muestran cosas, se dice, cosas que no pertenecen al ahora. Sucesos del pasado… ¿No podría ser eso? - ¿Erudil con el anillo de Barahir? Thorontir no lo recordaba, pero quizá en algún viaje…

Tharanon : No, las palantiri que podían ver otros tiempos se perdieron en la Caída. Las que trajo Elendil servían para comunicar la Isla Bendita de manera rápida, y por ello sólo muestran el presente.

Thorontir : Entonces busquemos al príncipe Erudil. Debe ser posible, con la palantir, ¿Cierto?

Tharanon : Durante años investigué el modo de atar a un objeto las búsquedas. El anillo de Barahir es lo bastante único como para poder rastrearlo, y pensaba que encontrando el anillo, le encontraría a él. Y sin embargo, me topé con Erudil.

Thorontir : Pero… ¿Dónde estaba? ¿Cómo se encontraba?

Tharanon : Parecía estar de viaje en compañía de una mujer. Está en algún lugar al suroeste de Harad, pero no conozco esas tierras ni tengo referencias para poder situarle.

Thorontir : Sin duda estas noticias son perturbadoras. ¿Quién más está al corriente? ¿Qué ha… que ha dicho el rey Elessar?

Tharanon : Elessar lo sabe, y aunque se alegra de saber que su primo está bien, le preocupa mucho el tema del anillo. El silencio de los secuestradores ha sido total desde el inicio, y tememos que a Eldarion le haya ocurrido lo peor. Estábamos considerando mandar a alguien en busca de Erudil, pero a tanta distancia y sin una palantír, es casi imposible poder dar con él. Espera que Erudil regrese a Góndor en cuanto le sea posible, y explique lo sucedido. Eso sí, ni él ni la reina están muy bien tras saber lo del anillo...

Thorontir : Quizá… uno de mis acompañantes es un sabio orco. El Rey Trasgo también posee una palantir, y con ella ha visto… cosas. ¿podría resultaros de ayuda? Supongo que estaría dispuesto a colaborar, y tendríais también la palantir de Gundabad.

Tharanon : El rey prefiere que el asunto del príncipe Eldarion sea un asunto interno de Góndor, y aunque no dudo que sería de gran ayuda contar con una segunda palantir, si se sospechase que el príncipe heredero está muerto fuera de palacio, podría causarse inestabilidad política que ahora mismo ni interesa ni conviene. Sin embargo, los orcos tienen contacto entre clanes, según tengo entendido. Quizás ellos puedan enterarse de algo sobre los sacerdotes grises, o conozcan rumores al respecto. Sería bueno saber qué saben los orcos de este tema.

Thorontir : ¿Y cuanto tiempo hace que sabéis que el príncipe Erudil está vivo? Imagino que mandaría algún mensaje…

Tharanon : Unos cinco meses. No, no ha habido mensaje alguno, ni tampoco comunicado. He tratado de rastrearle más veces con el palantir, pero el rito de localización es muy delicado y difícil, y sólo le he podido atisbar dos veces más brevemente. Siempre en compañía de esa mujer que te comenté, y en sitios que no conocía de nada, aunque a menudo al aire libre.

Thorontir : ¿Los espías en el sur no han dicho nada? ¿Quiero decir, públicamente se dijo que se había capturado a un miembro de la familia real? ¿O todo esto ha sido mantenido en secreto?

Tharanon : Erudil fue visto brevemente en las arenas de coliseo de Úmbar, pero fue gravemente herido. Se dice que fue comprado luego por un sacerdote gris, pero la villa de éste fue arrasada hasta los cimientos por un dragón a las pocas semanas. Tras eso, nadie volvió a ver a Erudil, y se le dio por muerto. De hecho, en Umbar se le da por muerto.

Un dragón. Un dragón atacó la villa. Y eso después de hacerle luchar en el coliseo. Y aun así sigue vivo…

Thorontir : Hablaré con los orcos, con tacto. Veremos que puedo averiguar. Es cuanto os puedo prometer.

__________________
Imagen Pues eso: al margen de lo aprendido en esta conversación, ya veré como lo hago para obtener info sin delatar la situación, pero... eso queda para más adelante...
_________________
"Y lucharian, además, por cosas vacías. Por el poder sobre los demás, por un cetro, por un palmo más de tierra que después no será arado, por la posesión de una mujer que no les quiere... " - M. Moorcock, "El campeón eterno"
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...
Avatar de Usuario
Rittmann
Mensajes: 2427
Registrado: 15 Abr 2007, 17:40
Ubicación: Batallando por la galaxia
Contactar:

Re: Capítulo 7-J: Gundabad

Mensaje por Rittmann »

La noche caía sobre Minas Tirith, y con las últimas luces los embajadores orcos llegaron a la Corte Suprema envueltos en su disfraz mágico que les hacía aparentar ser hombres a ojos de todos. Thorontir, sin embargo, sabía qué forma adoptaban Hruthar y Othculk. En cuanto llegaron a la plaza del árbol blanco, el Cuarto Puño de Gundabad se alzó del banco junto al estanque del árbol y se acercó a ellos. Su gesto era inconfundible: estaba seriamente preocupado.

Hruthar: Tienes mal aspecto. Lo veo en tus ojos. ¿Ha sucedido algo?

Thorontir: Estuve hablando con un viejo conocido, y me dio malas nuevas sobre un viejo amigo. Eso es todo.

Othculk: Démonos prisa. Nos esperan.

Thorontir decidió que sería mejor esperar a otro momento para empezar a indagar sobre el asunto de Erudil. Y a fin de cuentas, el rey Elessar les esperaba. Encogiéndose mentalmente de hombros, entró junto a los dos orcos en la Corte Suprema de Góndor, y allí encontraron al castellano esperándoles para la audiencia con Su Majestad. En aquella ocasión, con las luces reducidas a pequeñas velas diseminadas por la estancia alrededor de la mesa, con dos candelabros encendidos en su centro, la penumbra recordó a Thorontir a los días pasados en Gundabad. Aquel ambiente ciertamente era más del agrado de los orcos, y el Cuarto Puño los vio bastante más relajados que en su primera visita, a la luz del día. Aquel gesto aparentemente insignificante era una muestra de la voluntad del rey en valorar lo que los orcos podían ofrecer.

De una sala vecina, se abrieron las puertas, y entraron tanto el rey Elessar como Faramir de Ithilien, y varios consejeros más. Eran menos que en la primera reunión, pero no por ello se demoraron en empezar la sesión.

Elessar: Siéntense, señores - pidió el rey señalando las sillas alrededor de la mesa -. Espero que les hayan gustado sus estancias.

Hruthar: Han sido de nuestro agrado - respondió el orco educadamente.

Thorontir no dejaba de maravillarse ante aquello. Así como a Othculk le costaba horrores disimular su origen orco y sus modales de guerrero, de no ser por haber sabido su origen, al antiguo capitán de Góndor le habría costado encontrar nada anormal en aquel hombre de estatura media y complexión más bien menuda.

Elessar: Me complace oir eso, embajador.

Htuthar: Bien, majestad. Espero que hayáis tenido tiempo para meditar nuestras palabras de la vez pasada.

Elessar asintió solemne.

Elessar: Veo que la voluntad de Gundabad en este asunto es firme, y aunque algunos de mis consejeros me previenen contra vuestras palabras, cosa que no negaré...

Los ojos del rey se cruzaron con los de dos de los hombres en la mesa, que bajaron la mirada al momento. Thorontir pensó para sí, y vio que era bueno que el rey no negara las discrepancias entre los suyos. A fin de cuentas, no habría sido creíble para los orcos el que Góndor, la vieja y gloriosa Góndor, les hubiese recibido con los brazos abiertos.

Elessar: Vuestro ofrecimiento es lo bastante importante para nuestros pueblos como para ser ignorado. Por ello, he decidido aceptar vuestras condiciones por el momento, aunque no de manera plena.

Othculk: ¿Por qué?

El rey se giró hacia el gran orco con forma humana, e inclinó la cabeza hacia adelante.

Elessar: El odio que corre entre nuestros pueblos es grande. Aún cuando Góndor no ha tenido conflictos directos con el monte Gundabad, vuestra raza hizo mucho daño durante la Guerra del Anillo, y antes con el asedio de Osgiliath. Muchos gondorianos no comprenderían una alianza de este nivel. Del mismo modo, entre los orcos de Gundabad, cazados por hombres y enanos en el norte, amén de elfos, eso mismo es aplicable. Aunque los líderes de ambos pueblos se entiendan, el odio acumulado es grande, y se necesitará mucho tiempo para limar las diferencias.

Othculk: Si el Rey Trasgo ordena dejar ese odio de lado, los orcos lo harán. ¿El rey de Góndor no puede hacer lo mismo?

Thorontir miró a Othculk. En otro tiempo habría sonado insolente, pero a su modo había dado en el clavo. El Rey Trasgo gobernaba de manera absoluta en Gundabad. Elessar en teoría también, pero tenía ciertos límites que el Rey Trasgo no sufría.

Elessar: Nuestro modos son diferentes de los vuestros. No, no lo puedo hacer.

Othculk lanzó una mirada de incredulidad incómoda a Elessar, un gesto que Thorontir reconoció con facilidad. Era el que lanzaban los orcos hacia aquellos en quienes no confiaban. Yendo por ese camino, Elessar o bien aparentaría mentira, o bien debilidad. Ninguna de las dos cosas eran apropiadas para negociar con los orcos.

Hruthar: Majestad, ¿me permitís pues una pregunta? Nuestro señor ha dado un límite de tiempo para sentarse en el Concilio de los Pueblos Libres. ¿Podrá cumplirse ese plazo?

Elessar: Lo veo complicado.

Hruthar: En ese caso, déjeme explicarle algo de la naturaleza de los orcos que quizá desconozca. Aunque desde fuera podamos parecer una marabunta incivilizada y sin palabra, la verdad es que tenemos nuestras reglas y leyes, tan estrictas que a menudo faltar a ellas se paga con la muerte. Si nuestro rey dio dos años, y no se pueden dar, no vale la pena seguir con estas negociaciones. La paz llegará en dos años, o no habrá paz.

Elessar miró a sus consejeros. Los que habían sugerido no negociar con los orcos estaban abatidos, y el resto estaban muy atentos - y en completo silencio - a lo que hiciera Elessar.

Elessar: La confianza crecería con alguna cosa hecha en conjunto - mentó Elessar -. ¿Puede hacer algo Góndor por Gundabad, a día de hoy?

Hruthar: ¿Puede hacer algo Gundabad por Góndor?

Cada uno de los dos, a su manera, trataba de desbloquear aquel difícil momento de las negociaciones. Othculk se agitaba nervioso en su asiento, pero ni Hruthar ni Elessar se contagiaron por aquellos nervios.

Elessar: Durante dos décadas, Góndor ha vigilado con sus mejores hombres la Puerta Negra de Mórdor. Hay lugares a los que no podemos ir, por desgracia, pero quizás los orcos sí puedan: zonas de las montañas de cenizas, los aledaños de las ruinas de Barad-dûr... Sitios donde los clanes orcos de Mórdor aún son fuertes.

Hruthar: Gundabad puede enviar un centenar de sus exploradores y guerreros a esa Puerta Negra, a ayudar. Por nuestra parte, nuestros orcos tienen una falta de disciplina que, aunque letal en combate singular, en una batalla bien planteada es mortal para los nuestros. Nuestro Cuarto Puño nos ha enseñado tácticas básicas, pero si Gundabad ha de ser útil algún día a la Alianza, debe aprender a luchar como la Alianza. Quizás un centenar de vuestros exploradores y guerreros podrían enseñarnos a luchar como un ejército moderno.

Elessar: No veo problema en ello.

Hruthar: Si colaboramos, las diferencias que hay entre nosotros menguarán.

Elessar: Lo mismo pienso yo.

Los dos negociadores se quedaron en silencio, mirándose el uno al otro, estudiándose. Hruthar asintió al fin.

Hruthar: En ese caso, tenemos un trato, majestad. Y que nuestro ejemplo sirva para menguar los recelos entre nuestros aliados.

Faramir lanzó una mirada rápida a Elessar. ¿Aliados? Góndor tenía aliados. ¿Y Gundabad? Thorontir se quedó igualmente sorprendido ante aquellas palabras. ¿A qué aliados se refería Hruthar? Pero el orco no dijo más, y Elessar no preguntó. Se limitó a abrir una botella de vino del sur, y tras llenar su copa y la de Hruthar, pasó el vino a su diestra para que todo el mundo la llenara.

Elessar: Por la paz, y por esta nueva Alianza.

Alzó la copa, y la estrelló contra la de Hruthar. El resto del consejo le siguió.

:>>>: Bien, turno del segundo concilio. Veamos...

:>>>: En esencia, este turno es para dos cosas. Para poder indagar "discretamente" sobre lo visto en el turno anterior con Tharanon - presenta las preguntas, o pásamelas por privado para que te dé las respuestas -, y para ver el papel de Thorontir a partir de ahora en las negociaciones. El rey puede querer que Thorontir sea el que lidere el grupo que vaya a Gundabad, o que haga de enlace en Puerta Negra. Ambas opciones le sirven. Claro que puede que quieras plantear otra línea de acción.

:>>>: Bien, pues creo que eso es todo. Dudas, msn o privado.
Zu jeder Zeit, an jedem Ort,
ist das Tun der Menschen das gleiche...
Thorontir
Mensajes: 605
Registrado: 16 Abr 2007, 17:22
Ubicación: Valencia

Re: Capítulo 7-J: Gundabad

Mensaje por Thorontir »

Hruthar: Tienes mal aspecto. Lo veo en tus ojos. ¿Ha sucedido algo?

Thorontir: Estuve hablando con un viejo conocido, y me dio malas nuevas sobre un viejo amigo. Eso es todo.

Othculk: Démonos prisa. Nos esperan.

Thorontir se sorprendió ante aquello. Una muestra de debilidad como aquella ?no en vano había reconocido antes ellos que una simple conversación había perturbado su espíritu- y Othculk, en lugar de atacarlo, parecía pretender restar importancia al asunto ignorándolo. ¿Acaso era una señal de respeto, o más aun, de que estaba siendo aceptado ya plenamente? Ojala.

Deseaba preguntar a Hruthar sobre aquello que acababa de conocer, pero no era el momento ni el lugar. Tampoco era aquella la ocasión en que podría conversar del tema con Elessar, desde luego. No, aquel era un momento demasiado importante como para incluir cuestiones personales.

La reunión fue mejor de lo esperado: ya desde el comienzo, los ánimos eran claramente de entendimiento, y ambas partes intentaban, sin éxito, encontrar la forma de lograr aquello por lo que en su día Thorontir apostase su vida: el entendimiento entre Gundabad y Góndor. El entendimiento entre orcos y hombres. Era un objetivo difícil de lograr, pero sin duda alguna su importancia seria inimaginable, de lograrlo. Y no únicamente por convertir un enemigo potencial en aliado: por lograr enterrar el hacha de guerra en un conflicto cuyo origen no recordaban los hombres. Quizá tampoco los orcos. Un sinsentido, ciertamente, pero a menudo así sucedía en los más encarnizados conflictos.

Cuando la negociación se fue aproximando al final, Thorontir se encontró pensando en su papel. ¿Seria el enlace entre hombres y orcos, en esa expedición más allá de la puerta negra? Eso supondría regresar al lugar donde creía haber muerto, el lugar donde abandonó a los suyos, para no regresar hasta que el día hubiese llegado. ¿Había llegado ya? ¿O debía permanecer en Gundabad, y retornar en el momento decisivo? Probablemente su opinión no contase, pero aun así deseaba saber, en su corazón, que era lo que debía hacer. Permanecer en Gundabad y retornar en la hora del acero sin duda lo convertiría en una especie de leyenda, en un libertador, si al final Gundabad resultaba ser la fuerza decisiva que Thorontir confiaba en que fuera. Por los orcos, y por los hombres, pues sin duda acabarían por ser guerreros mucho más poderosos que antes de marchar a Gundabad a enseñar sus tácticas. Pero aquel hombre no deseaba entrar en la historia, sólo lograr el mayor bien para Góndor, y después poder, al fin, descansar en paz junto a Adanedhel. Si, sin duda en su corazón sabía lo que debía hacer: el duro día a día en el campamento de la Puerta Negra seria sumamente complicado, y alguien respetado por los orcos y por los hombres sin duda podría resultar de utilidad. Además, sin duda su tiempo estaba pasando ?su cuerpo posiblemente estuviese ahora en su plenitud, pero eso sólo significaba que el camino seria cuesta abajo en adelante.- y necesitaba hacer tanto como pudiese ahora. Además? quizá así pudiese compartir algunos momentos con Tharennon. Y si finalmente el Rey Trasgo se oponía, o aun el propio Elessar, al menos podría continuar con la formación de los orcos del monte Gundabad. Pero aquello era improbable: tenían que ver, por fuerza, que aquel era el papel que mejor podía representar, y que difícilmente ningún otro podría hacerlo. No, no era una cuestión de fama o poder lo que perseguía: aunque aun hoy en día lo tentara, nunca lo había perseguido. Siempre lo había dado todo por Góndor, y ya era viejo para cambiar de costumbres. Además, aunque su mente no lo reconociese, su subconsciente sabía el último motivo, que permanecía oculto: quizá desde allí lograse encontrar a Erudil.
--------
==>Imagino que decidan lo que decidan, toca volver a Gundabad y organizarlo todo. Tengo alguna idea para cuando volvamos, por cierto, referente a Amrael. Ya te comentaré? El caso es que como digo en el turno, Thorontir desearía ir a la Puerta Negra. Parece necesario alguien como él, o incluso como Tharennon, alguien respetado por ambos pueblos. Pero claro, Tharennon no es conocido en Góndor, de modo que? Por cierto, no lo menciono directamente pero asumo que esa conversación existiría (la de decidir el destino de Thorontir) tanto aquí como en Gundabad al regresar. Por otra parte, nada de preguntas sobre Erudil. No es el momento, piensa Thorontir, de preguntar al rey. Intentará enfrentarse al problema ?desde fuera? (ya lo comentaría con Hruthar) y cuando averigüe algo informaría al vidente. No me termina de convencer todo esto, de modo que si crees que debiera añadir algo, avísame. Del mismo modo, asumo que puedo escoger, pero si prefieres que Thorontir quede en Gundabad, tampoco me disgustaría?
"Tomorrow will take us away
Far from home
No one will ever know our names
But the bards' songs will remain
"
Cerrado

Volver a “Los Hijos del Dragón [ESDLA RMF]”