Capítulo 7-N: Regreso a Esgaroth

Es el amanecer de la Cuarta Edad. Y en la Tierra Media reina la paz... Pero aún quedan muchas cuentas pendientes. Incluyendo una de los Días Antiguos...
Director: Rittmann
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Capítulo 7-N: Regreso a Esgaroth

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Año 25 de la Cuarta Edad, finales de invierno
Erebor, la Montaña Solitaria


Jugador de esta trama: Sonvlad (Belgost)


Las últimas brasas del fuego calentaban levemente la estancia de Belgost. El enano estaba en un estado de semi-inconsciencia, sus barbas encanecidas impregnadas aún de olor a alcohol de la noche anterior. Vestido sobre su cama solitaria, Belgost se agitaba en el vaivén de la tremenda resaca que se avecinaba con el amanecer.

Quizás fue por aquello que atribuyó el repicar en la puerta de sus estancias a un efecto secundario del alcohol que se diluía en sus venas. No fue hasta que los golpes sonaron verdaderamente fuerte que reaccionó, y levantándose tambaleante, abrió la puerta. Un enano joven y de aspecto disciplinado y marcial estaba tras ella.

Enano : Traigo un mensaje urgente para el señor Belgost - dijo el muchacho, cuya barba apenas sobresalía un par de dedos sobre su rostro -. Me han pedido que le informara que Dargost Pie de Roble murió hace tres días en la Ciudad del Lago.

El resto de lo que dijo el muchacho dejó de ser importante. Dargost... ¿Cuánto hacía que no oía ese nombre? Desde que todo se torciera...

El mensajero se fue, y Belgost encendió una tea para iluminarse. Se desnudó, presto para ponerse algo más acorde al nuevo día que se acercaba, y se quedó de pie ante el espejo que escondía tras la puerta de su armario ropero.

Un desconocido le devolvió la mirada. O más bien, un conocido demasiado conocido. El Belgost que conoció al viejo Dargost no tenía canas, pero él tenía los cabellos tremendamente canos. Apenas habían pasado diez años, pero en las facciones del enano parecían cien. Según comentó alguien, era el efecto de demasiado alcohol en el pelo: lo desteñía. Belgost bajó la mirada y encontró una tripa más que incipiente donde antaño hubiera músculo fuerte. Mirando a su codo, vio las cicatrices de Edoras, aquellas que casi le dejaron para siempre alejado del hacha.

Pero, ¿para qué había servido el hacha? Habían tomado Khazad-dûm, sí. Pero al precio de matar a su mejor amigo. Al precio de perder a su rey. Al precio de dividir a los clanes enanos de manera irreconciliable. Y a su regreso a Erebor... Con Erebor arrasada por un dragón. La reina, muerta en la terrible batalla. El cetro de los dragones, ganado a tan alto precio, robado y perdido para siempre.

Se decía que la fuente de todo aquel mal era un enemigo en el este, un enemigo que llegaría un día para tomarlo todo por la fuerza. ¿Qué importaba ya? Diez años atrás, sus mayores enviaron al joven Belgost a una misión importante para el clan Bajo la Montaña: recuperar algo robado de los tesoros de Smaug, para preservar el honor de los suyos."Eres el enano con mayor talento para la guerra de tu generación, Belgost." Esas habían sido las palabras de su tío, aquel que lo había criado tras la muerte de su padre en un accidente en la mina.

¿Y qué era ahora? Desnudo, frente a aquel espejo, Belgost se vio como una sombra de lo que había sido. Su hacha estaba abandonada en el fondo de un baúl. Su gloria, de nada servía. Erebor, gobernada por un consejo de sabios, llevaba diez años demasiado inmersa en entender por qué el clan Bajo la Montaña se había dividido del clan de los Fieles de Durin, como se llamaron a sí mismos los que lucharon al lado del caudillo.

¿Realmente fue él? Belgost recordó la mirada de Kazhi, de su amigo Kazhi, cuando desafió al rey tras entregarle el cuerpo de Durin. ¿Había sido un falso Durin, como decía el consejo de sabios? ¿Había sido el verdadero? Habían retomado Moria, como decían las leyendas. ¿Era eso una prueba suficiente?

La mirada de Belgost reflejaba agotamiento. Agotamiento de diez años de agotamiento. Agotamiento del pesar de aquel tiempo de angustia. Quizás visitar por última vez al viejo Dargost le haría bien.

images/old/icon_arrow.gif Bien, el turno es un poco especial. Quiero que narres un poco el estado de ánimo general de Belgost en su viaje a Erebor, y quizás alguna reflexión ante la tumba de Dargost. Plena libertad para elaborar el turno, así que tómate el tiempo que necesites. Que el turno acabe tras la reflexión, para ver cómo es Belgost en este punto.
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Sonvlad el Miercoles, 24 de Octubre del 2006 a las 12:56

Mensaje por Rittmann »

Belgost:

-Dioses?esto, esto no es justo-si hubiera podido sentir rabia la habría sentido al decir aquellas palabras otra vez más, pero ni Eru ni Aüle habían respondido nunca a mis lamentos y no lo iban a hacer ahora eso era de lo único que estaba seguro -. Dargost?

El nombre del viejo enano se atravesó en mi garganta, el vacío de mi estomago era, si acaso podía serlo, mayor de lo que había sido desde mi regreso. Ahora me hallaba frente a la tumba de Dargost, los ecos de mis propios pasos resonaban en la cavidad excavada en la colina haciendo más lúgubre la escena. Había llegado de noche, cinco días después del entierro, y de noche me iría. No quería ver a nadie, no quería ver a viejos conocidos de Dargost, que me mirasen y viesen como el enano con más talento para la batalla de su generación se había convertido en un despojo. No soportaría sus miradas, en el mejor de los casos de lastima, en el peor?¿odio? Quien sabe si tanto.

Pero yo?había matado a Kazhi, de alguna manera, mi mejor amigo estaba muerto por mi y mi rey?y lo que había sucedido con los clanes. La lapida de Dargost me miraba con fijeza y en silencio?¿Quién era yo? ¿Qué hacia allí? Estaría mejor muerto, no cabía duda, pero me faltaba valor para arrancarme la vida, para hacer lo que debía hacer.

Me arrodillé junto a la piedra que rezaba el nombre del noble enano muerto y acaricié los surcos producidos por la hábil mano de otro enano. Mis dedos recorrieron el nombre del viejo?lentamente y cuando terminé fui consciente de que estaba llorando, silenciosamente, arrodillado, mejor dicho hecho casi un ovillo sobre mi mismo, tratando de calmar el dolor de mis entrañas, dolor real, físico, sangrante, vivo?

Hubiera dado mi vida por una bebida en la que ahogarme, en la que diluir solo una parte de ese daño.

-Dame?el valor para matarme?dámelo viejo?-la saliva escapaba en ríos como mis lagrimas y no era capaz de cerrar la boca que permanecía en una mueca de dolor imposible. Golpeé con el puño el suelo, la tumba en si misma, la golpeé con rabia, tratando de dañarme de alejar el dolor de mi estomago y así lograr moverme, pero no era posible?por mucho daño que me hiciera, el dolor que me atenazaba y me doblaba por la mitad era mayor-. No soy nada?

No se cuanto permanecí así, rogando a alguna fuerza superior y el viejo Dargost que me dejasen morir, sin honor, sin nada, sólo morir de una vez, al fin y así?descansar. Grité, supliqué, imploré, traté de moverme?y todo fue inútil.

?Y entonces una mano se posó en mi hombro derecho?suave, calida, conocida, y después otra más firme y dura, más callosa, pero igualmente calida y familiar. No me atreví a volverme, pensé que dos de los viejos se habían enterado de que yo había llegado hasta allí y venían a decirme algo, a tratar de hablar conmigo y de convencerme de que aquello que había pasado hacia años no era culpa de una única persona, no podía serlo y yo debía dejar de arrastrarme por el fango y volver a ser quien había sido. Ya lo habían intentado antes y habían fracasado y volverían a fracasar.

-Largaos de aquí?-dije sin volverme, no quería que me viesen la cara-. No quiero saber nada de vosotros, a menos que me traigáis un trago?o me deis la paz eterna.

-Nadie excepto tú puedes darte paz alguna Belgost?-un escalofrío recorrió mi cuerpo, tenía que tratarse de un error, el enano sobre cuya tumba me encontraba me hablaba desde mi espalda?¿había sido todo un engaño?

-Si crees que matarte te ayudará?mátate?imbecil?cobarde?-la segunda voz me cortó la respiración en seco y apenas tuve el valor para mirar de reojo sobre mi hombro y ver borrosamente a un enano calvo, pero hubiera reconocido aquella figura en cualquier día de mi vida?juro por todos los enanos que allí estaba Kazhi, mirando hacia el techo, esquivando mi mirada, pero sonriendo por la comisura de los labios como hacía cuando tenía algo en mente.

-No?-las palabras apenas salían de mi boca no sabía que hacer ni que decir?-Kazhi?y Dargost?

-Escucha?idiota, matarte no arreglará tus errores?matarte, no salvará a los enanos?y matarte no te dará la paz-Kazhi se había inclinado junto a mí y me hablaba casi con violencia.

-Acepta tus errores?vive con ellos, sobrevive con ellos?haz verdad el deseo de Kazhi?haz que el mal del Este fracase?o muere intentándolo-Dargost se inclinó junto a mi y dejó un hacha en el suelo?mi hacha, pero yo lo había dejado en el fondo de un baúl en mi casa no era posible que aquel fuera mi hacha y sin embargo lo era?-. Sé lo que eres Belgost?no seas una mentira, no seas una sombra de ti mismo, has de ser el enano con más talento para la batalla de tu generación.

Horas más tarde?al amanecer me despertó el sonido de un nuevo día, me había quedado dormido, me incorporé, casi sin esfuerzo, el dolor de la culpa seguía ahí, pero había disminuido al menos hasta dejarme moverme. Todo había sido un sueño, mis fantasmas y mi dolor me habían visitado en sueños y a pesar de sus palabras sólo un poco de mi culpabilidad había desaparecido, podía notar el peso sobre mis hombros aun.

-Ojala no hubiera sido un sueño-me dispuse a marcharme pero cuando di mi primer paso hacia el exterior mi pie dio con algo metálico que rodó suavemente un par de metros, tarde unos segundos en comprender que lo que había golpeado era mi hacha?-. Mi mente?me engaña?llevo días de viaje si llevase mi hacha conmigo lo sabría?lo sabría bien.

Y sin embargo allí estaba, cubierta de polvo y mal afilada por la falta de uso, tal y como la dejé en el fondo de mi baúl?
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Rittmann el Viernes, 16 de Noviembre del 2006 a las 01:14

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El nuevo día trajo consigo nueva hambre al estómago de Belgost. Con pereza, sacó de su bolsillo algunas monedas de cobre que le servirían para pagarse algo de panceta asada y quizás un poco de leche de cabra en alguna taberna de la ciudad. Había deseado irse de noche, con la oscuridad, pero al quedarse dormido en el cementerio de los enanos poco podía hacer salvo salir de allí a la luz del día.

Fue así como Belgost acabó en una pequeña taberna regentada por un tabernero humano de ancho bigote y largas patillas. Prefirió eso a acercarse a alguno de los lugares de la zona más enana de la ciudad, pues al menos de aquel modo pasaría más desapercibido. Las penas fueron menos penas cuando el enano atacó aquel pedazo de panceta asada hasta ser crujiente, como a él le gustaba, acompañada de un mendrugo de pan recién horneado esa mañana.

Tabernero : No eres de por aquí, ¿verdad, enano? - preguntó el tabernero al dejar el vaso de leche de cabra junto a Belgost -. El barrio enano queda más abajo, siguiendo la avenida principal, junto a los almacenes de la zona sur.

Belgost miró al tabernero con cara de pocos amigos, mascando algo de pan.

Belgost : Gracias por la información, amigo - le salió en tono algo arisco.

El tabernero ladeó la cabeza, suspiró, y se fue detrás de la barra. Belgost no tenía ganas de conversación. Quien sí parecían tenerla, eran dos parroquianos que tomaban su desayuno matutino antes de ir a trabajar en los almacenes del puerto.

Parroquiano#1 : ...Y con la llamada del jefe Malkath no sé qué hacer - oyó Belgost.

"Malkath... ¿Malkath? ¿Dónde he oido ese nombre antes?"

Parroquiano#2 : Bueno, tu hermano es uno de sus escudos juramentados. Y parece que la cosa va en serio.

Parroquiano#1 : Sí. Me gustaría ayudarle, pero tengo miedo que esa ejército que dicen está más allá del mar de Rhûn tenga que ver con la llamada a los miembros de los clanes de las montañas.

Aquello encendió la memoria etilizada por años de falta de uso de Belgost. De mucho tiempo atrás... Malkath, señor de los clanes norteños, que había acudido a la guerra de Lorien y se había sentado con sus espadas juramentadas en la gran mesa del Concilio de los Pueblos Libres. Aquel día no dijo mucho, y pocos eran sus hombres. Apenas trescientos, que lucharon bajo las órdenes de Éomer. Por ello, no tuvieron un papel muy destacado en la guerra.

¿Y estaba llamando a sus hombres?

Imagen Bien, como no me dejaste muchas cosas sobre qué hacía Belgost, turno breve con algo de información extra. Tú mismo. Si quieres preguntar a la gente de la posada, un día que me veas por el msn puedo responder por ellos algunas preguntas.
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Sonvlad el Jueves, 17 de Enero del 2007 a las 01:23

Mensaje por Rittmann »

Belgost:

Moverme, pensar, tomar decisiones era casi un peso imposible de levantar para mí. Mi día a día en los últimos años apenas había consistido en forzarme a seguir respirando, mientras bebía, todo era rutinario todo era igual una noche y otra y otra más. Ahora todo aquello se alejaba de mí, mis fantasmas quizá los de mi imaginación me habían dado una misión y requería que mi brazo y mi cerebro volviesen a moverse por iniciativa propia.

La idea de luchar de nuevo me pesaba como una sombra, no era temor a la muerte, pero si temor a no ser ya digno de mi hacha, a no ser útil, a ser un estorbo. Pero el nombre de Malkath me hizo tomar la decisión final. Iría a verle, iría ante él y demostraría mi valía, con otro nombre, con otra alma distinta a la del viejo Belgost. ¿Permitiría Malkath que un enano desconocido se uniera a su grupo? Era improbable, pero el destino quería de algún modo encaminarme hacía aquel hombre y yo ya no huiría de mi destino, nunca más.

Belgost era un enano que se había roto diez años atrás, ya no podía seguir adelante ya no podía luchar más, pero de las cenizas de aquel guerrero nacería otro, quizá no mejor, quizá no más fuerte, pero que al menos podría morir e ir junto con sus ancestros en paz.

Acaricié mi barba cana con calma y me levanté de mi silla en la taberna. Sin prisa me acerqué a los parroquianos que hablaban de Malkath, señor de los clanes norteños.

-Señores, perdonen la intromisión, pero no he podido evitar oír que hablaban de la llamada del jefe Malkath-el primero de los parroquianos me miró con lo que sólo podría definirse como repulsión, pero su mirada se mostró más calmada tras un par de segundos de observarme, no se si le inspiré algún temor o lastima-. Agradecería que me dijeran donde puedo encontrarle, a él o a algún escudo juramentado.

La decisión estaba tomada, ahora si el destino medaba la espalda tendría que encontrar otro camino, mi nuevo camino.


Imagen Perdón por la escasez de turno pero estaba un poco bloqueado, lo de irme o intentar irme con Malkath me parece interesante aunque no se las posibilidades de que me mande a hacer puñetas, si lo ves muy mal lo dices y lo cambiamos.
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Re: Capítulo 7-N: Regreso a Esgaroth

Mensaje por Rittmann »

Los dos parroquianos se quedaron mirando extrañados a Belgost, que levantándose de su mesa había interrumpido su conversación.

Parroquiano#2: Bueno... ¿Y para qué quiere ver al jefe Malkath, señor enano? - preguntó no sin cierta suspicacia.

Belgost: Si está reuniendo a sus hombres y espadas juramentadas, puede necesitar brazos para la guerra. Podría ofrecerle mis servicios. Nunca se me dio mal combatir.

Combatir...

Qué extrañas sonaban ahora aquellas palabras. Él, Belgost, aquel a quien llamaran el enano más talentoso para la batalla de su generación. A él acudieron para recuperar la estatuilla robada de las cámaras de Erebor. Aquella había sido su verdadera primera misión, tras sobresalir durante años en los patios de batalla de sus maestros de armas. Él, que con trabajo duro había logrado ascender desde la nada hasta una posición de privilegio, y que el viejo Dargost le había apadrinado y recomendado a los más notables miembros de su clan. Diez años de óxido cubrían sus articulaciones envejecidas, y de vez en cuando la vieja herida del codo aún rechinaba como mil diablos.

Pero, ¿acaso él sabía hacer algo más que combatir? Kazhi había tenido su taberna, con su perro. ¿Y él? "El enano con más talento para la batalla de su generación". Belgost rió. No, él era un enano con un único talento. Diez años lo avalaban.

Parroquiano#2: Los clanes no tienen mucho oro para pagar a mercenarios, me temo. Y menos en estos tiempos de incertidumbre.

Belgost: Con poco me conformo. Además, por aquí todo está tranquilo, y mi vida es la del mercenario. Si hay acción, allí debo estar.

Kazhi estaría riéndose de él desde su malograda tumba en Khazad-dûm. ¡Él, mercenario! Sólo le quedaba quedarse calvo. El enano con principios que había sido había desaparecido, y se había convertido en aquel enano sin ellos que conoció no muy lejos de ahí diez años atrás. En cambio, aquel había pasado a descubrir que los tenía, y murió por ellos. ¿Acaso era el mismo camino de expiación que debía seguir?

Parroquiano#2: En ese caso, puede acompañarme. Me temo que tengo que reunirme con el jefe dentro de dos semanas. Ha convocado a los hombres de los clanes, y eso me incluye. Me llamo Haggo.

Belgost: Yo soy... - dijo alzando la mano para cerrar el saludo.

Y se dio cuenta que aún no se había dado un nuevo nombre.

:arrow: Bien, a ver si re-arrancamos esta trama. Estas son las instrucciones del turno.

:arrow: Viajarás con Haggo hasta las montañas a dos semanas al noreste de Esgaroth. Allí podrás conocer al jefe Malkath. En este camino, Haggo te hará preguntas e indagará sobre ti, para ver si puede decirle a Malkath que se fíe de ti o no.

:arrow: Así que ahí queda la cosa. El turno es de descripción del viaje, de mostrar un poco cómo es ahora Belgost, sus ideas y convicciones, y sobretodo esperanzas de cara a esta nueva vida que está iniciando.

:arrow: Un añadido. El pueblo es un poblado pequeño, montañés, con empalizada y unos doscientos habitantes. Eres libre de describirlo a tu llegada - las tierras al norte de Esgaroth se van endureciendo desde los campos cerca de la ciudad a agrestes y frías montañas más nórdicas. Deja el turno cuando vayas hacia el salón de Malkath: un salón de estilo nórdico (similar al de Bëor, o al de Beowulf; si no te sientes cómodo con la descripción lejana, ya la añadiré en el próximo turno).
Última edición por Rittmann el 10 May 2007, 22:42, editado 1 vez en total.
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