Capítulo 6-L: Cenizas Humeantes

Es el amanecer de la Cuarta Edad. Y en la Tierra Media reina la paz... Pero aún quedan muchas cuentas pendientes. Incluyendo una de los Días Antiguos...
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Capítulo 6-L: Cenizas Humeantes

Mensaje por Rittmann »

Año 16 de la Cuarta Edad, finales de invierno

Campamento militar de la Alianza, a dos millas de la puerta este de Khazad-dûm


Jugadores de esta trama: Sonvlad (Belgost) y Vlad (Haleth)


La mañana era fría, y el ánimo también. En el campamento se respiraba un aire que lejos quedaba del ánimo que uno podría haber esperado de la victoria. Sí, sin duda un día la gente recordaría aquel momento como el momento en que Khazad-dûm regresó a sus legítimas manos, pero mirando el campamento, uno no podía sino sentir pesar.

Y es que en la llanura que rodeaba al campamento, hacían las pilas de cadáveres de los eldar muertos en la Batalla de la Sangre, la dura batalla en que las puertas de Moria habían sido tomadas al asalto. No muy lejos, los cuerpos inertes de muchos de los gondorianos que habían podido ser rescatados sin vida de la mortal trampa del interior de Moria, estaban igualmente apilados. La misma trampa mortal de pólvora explosiva que matase a las huestes del rey Thranduil acabó con ellos en un gran derrumbe en el interior de la mina del enano.

Haleth y Belgost podrían haberse llamado a sí mismos afortunados, pero no se sentían afortunados en modo alguno. No pocos habían muerto cuando Haleth ordenase disparar al techo del gran salón de Moria. No por las flechas, sino por el pánico que se había adueñado de muchos. Un centenar de enanos y de guerreros rohirrim pesaban ahora en la conciencia del capitán de la marca. Aunque los rohirrim eran quizás los que menos habían perdido en aquella guerra, Haleth no podía apartar la vista de los cuerpos sin vida de aquellos que habían muerto en el fragor del pánico provocado por una orden precipitada.

Belgost no estaba tampoco bien. Había perdido a su rey, y más aún, había perdido a su peor amigo. Aún no podía entender lo sucedido, y los rumores que decían que Durin el Inmortal había regresado y muerto por todos los enanos le resultaban confusos. Kazhi había creído en ese Durin. Y había muerto por defender el honor del fallecido, incluso enfrentándose con el mismísimo rey Bajo la Montaña. Algunos decían que había sido un golpe de estado, y Belgost así lo había creído de inicio... Pero cada vez más, le costaba creerlo. Kazhi nunca había sido de aquel modo.

Lo peor de la muerte tanto del rey como de aquellos que se le opusieron, fue la sensación de falta de liderazgo en el pueblo enano. Muchos habían luchado al lado de ese Durin, y se habían sentido como Kazhi al ver el desprecio de Thorin hacia el fallecido. Entonces, Belgost nada había sabido de aquello. Si lo hubiera sabido, quizás no se habría puesto del lado de su rey... Pero lo había hecho. ¿Había hecho lo correcto?

A él, que Dargost había elegido para la misión de recobrar el honor de su clan... A él, que lo habían llamado el enano con mayor talento para la batalla de su generación en su clan... Él, que había luchado en Edoras, en la Batalla de la Sangre, en... En tantas y tantas...

¿Y para qué? Para ver morir a su mejor amigo en el lado contrario de su hacha. Para quedarse sin rey. Y para ver a su pueblo dividido entre los que se llamaban a sí mismos los Fieles de Durin, y los que decían ser el verdadero Clan Bajo la Montaña. Belgost, mirando los cadáveres de los enanos sacados del gran salón de Khazad-dûm, se sintió destrozado. Kazhi, Tordek, Hegel, Thorin... Tantos buenos guerreros muertos...

Belgost se encontró a Haleth mirando también a los mismos cuerpos que él. Para él, Tordek y Hegel habían sido como hermanos. Eran ellos los Héroes del Nanduhirfen. Los que volaron la presa. Los que permitieron respirar a las fuerzas aliadas ante la invasión orca al acabar con la construcción de la fortaleza. ¿Qué sería ahora de él sin sus amigos? Haleth empezó a sentir en su alma el frío cuchillo del precio de la guerra...

Fue un mensajero de los reyes lo que sacó a los dos luchadores de sus respectivos ensimismamientos.

Mensajero : Capitán Haleth... Comandante Belgost... Me han pedido que vayan a la tienda real del rey Éomer. Ha llegado alguien con nuevas.

Con paso lento y pesaroso, y no sin girarse una última vez para ver aquellos cuerpos tapados con lonas. Pronto serían enterrados en aquel lugar, y ambos sintieron que la despedida de aquellos amigos era lo más duro que habían sentido jamás. Cuando entraron en la tienda real, los ánimos generales estaban bajos también. Caras largas entre los más de veinte presentes. Y sobretodo, tres caras nuevas. Tres elfos. Haleth y Belgost pronto pudieron entender que eran los recién llegados el centro de atención.

Éomer : Bien, creo que ya estamos todos los capitanes y generales de las huestes de esta guerra, caballero Celeborn.

Celeborn... El más alto de los tres elfos dio un paso adelante. El esposo de la que fuera señora de Lorien estaba ahí... ¿Acaso su esposa no había partido al Oeste? ¿Qué hacía, pues, Celeborn en ese lugar?

Celeborn : Quedáis muy pocos. ¿Cómo está Elessar?

Éomer : Herido grave. Algunas de las rocas del gran desprendimiento cayeron sobre sus compañeros y él. Fue la tropa de Gimli la que sacó de ese infierno a muchos de los atrapados. De no haber sido así, muchos más habrían muerto.

Celeborn : Comprendo... Fue una suerte teneros en el frente, Gimli hijo de Glóin.

Gimli : Es posible... Pero ayer perdí a mi sobrino, al que además ahora llaman traidor. Y a mi pariente, el rey Thorin. Disculpad si no estoy de humor para hablar, caballero Celeborn.

Celeborn : Mucho se ha perdido en esta guerra, me temo. Pero tengo malas nuevas que añadir a esta hora sombría. Como sabréis, abandoné Lorien hace algunos años para viajar en compañía de Elrohir y de Elladhan, hijos del caballero Elrond. Mis viajes me han llevado al este, y allí es donde supe de esta guerra en ciernes.

El caballero Celeborn sacó un manto bajo su túnica, y al desenrollarlo apareció en su mano una esfera negra con un extraño brillo en su interior. No necesitaba presentación. Un palantir.

Celeborn : Un palantir permite ver cosas lejanas, y algo se agita en el este desde hace años. En cuanto vi en el palantir la agitación en Moria, nos pusimos en camino... Pero hemos llegado tarde. Estábamos muy lejos de aquí. Hemos viajado hasta las costas orientales de la Tierra Media, y allí una gran guerra ha sacudido dos poderosos reinos. Sin Sauron a quién temer, los orientales ahora creen que pueden hacerse con el control de toda la Tierra Media. Y han puesto sus ojos en los reinos del oeste. Esta guerra ha sido cosa suya.

Éomer : ¡Eso es imposible! ¡Fueron los uruks de Saruman los que...!

Celeborn : Los uruks no conocen la magia que mató a tantos con las explosiones, o que mató a Thorin. Alguien les unió, y les lanzó a esta guerra. Hemos vencido, sí, pero mirad la desunión que reina. Mirad las bajas. Nuestras fuerzas ahora son la mitad de las que eran cuando empezó esta guerra. Y además...

Celeborn miró a Éomer, que inspiró profundamente.

Éomer : El príncipe Ellarion de Góndor, hijo de Elessar y de Arwen, heredero legítimo del trono de Góndor... Ha sido secuestrado por agentes que sospechamos pertenecen a este reino del este. Al Imperio de Womaw.

La confusión entre los presentes fue grande. ¿El heredero de Góndor en manos de un enemigo desconocido? ¿Un enemigo que había causado además la ruina con una guerra como la de Moria? La ira empezó a crecer entre los presentes, y fue Celeborn quien tuvo que poner calma entre los presentes alzando los brazos tras guardar el palantir.

Celeborn : Escuchad. Sé que es un momento de dolor, pero esta guerra no debe desunirnos. El enemigo nos ha debilitado, y lo tiene todo a su favor. Es más, cuenta con un arma poderosa. Dragones.

Ahora, las miradas entre los presentes fueron de confusión.

Celeborn : Oímos rumores que en el este, este imperio de Womaw había luchado con un reino del sur llamado Sîrayn, y había empleado dragones para acabar con los ejércitos enemigos. Nosotros contamos con aliados contra los dragones, las águilas, aunque son pocas las que quedan en el mundo. La fuerza militar de Womaw... La he visto, y es impresionante. Pero están a un año de camino a pie, o más, y tardarán mucho en conquistar los territorios que separan el este del oeste. Años. Para entonces, podemos levantar una defensa aquí, en el valle del Anduin, pero sólo si nos unimos todos en su creación. Una defensa sin fisuras.

Éomer : Lo que Celeborn propone es crear una defensa común desde el norte de Erebor hasta la Puerta Negra de Mordor.

Belgost pensó momentaneamente en aquello. Los enanos estarían muy ocupados limpiando de alimañas las entrañas de Moria... Aunque eso serían los que permaneciesen en la montaña, pues muchos regresarían a Erebor. No pocas eran las voces que apuntaban a un cisma inminente de los enanos de Moria con los de Erebor. No sería fácil tender un puente entre ambas facciones, y menos aún con un enemigo tan difuso como el que planteaba Celeborn.

Celeborn : Hay un punto negro en esa defensa que debemos paliar. Y debemos hacerlo ya. Dol Guldur sigue preso de fuerzas malignas, y mientras los últimos esbirros de Sauron habiten en ese lugar, no tendremos esa linea de defensa preparada. Necesitaré al menos de dos mil guerreros para tomar la torre y limpiar el sur del bosque. Y también necesitaré de todos vosotros, aquí presentes, para conseguir volver a levantar el ánimo de los guerreros de esta guerra, y volver a cimentar las relaciones entre los pueblos aquí diezmados o divididos. ¿Puedo contar con vosotros?

Imagen Turno tanto de reflexión, como de acción. Mi idea no es que vayáis a la campaña de Dol Guldur. Eso será una Side Quest para introducir nuevos personajes para la segunda parte, y así darles a los fallecidos una oportunidad para seguir jugando.

Imagen El consejo se levanta tras esto. Si queréis hablar con alguien podéis hacerlo libremente. El consejo se reunirá de nuevo en un día para discutir las conclusiones a las que lleguéis.

Imagen Si tenéis dudas, no tengáis reparos en consultarme. Este turno lo he hecho un poco deprisa, y probablemente me haya dejado algunos detalles.

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Sonvlad el Sabado, 31 de Marzo del 2006 a las 04:43

Mensaje por Rittmann »

Belgost:

El aire frío y húmedo hizo que un escalofrío recorriera mi espalda, en mis brazos podía notar el bello de punta cada vez que cerraba los ojos y recordaba la escena. Thorin atravesado por un rayo, muriendo sin que yo pudiese ni tan siquiera intentar algo. Y sangre?la sangre me nublaba la vista estaba allí incluso cuando cerraba los ojos, insistente y atroz símbolo de mis crímenes. Yo había matado a Tordek con mis manos, había arrebatado la vida a otro guerrero enano. Y luego?Kazhi, cada vez que cerraba los ojos?estaba allí cubierto de sangre, junto a otro enano que yo no conocía, pero su sola visión me aterrorizaba, su sola presencia transmita grandeza, Kazhi lo llamaba rey, Kazhi lo veneraba y lo llamaba ¿Durin? Cada vez que cerraba los ojos, todas y cada una de las veces que cerraba los ojos.

Cuanto más lo pensaba más se retorcían mis recuerdos y más increíble me parecía que Kazhi quisiese proclamarse rey bajo la montaña, cuanto más alejada estaba mi mente mi mente de aquel momento, más me dolía todo. ¿Me había equivocado? No, había hecho lo que tenía hacer, a Kazhi se le había unido Tordek y yo no podía dejar que aquello sucediese, Thorin era mi rey y yo debía protegerle, pero las consecuencias entre los enanos serían atroces. Sin un líder y con un rey muerto tras un ¿Golpe de estado? ¿Realmente había sido eso? No, no lo había sido, había sido un duelo, un desafío de un guerrero a otro pero las cosas no habían salido como debían y ahora todos estaban muertos?y yo era un asesino de hermanos, yo había matado a los que habían ayudado a liberar la entrada a Moria

-Comandante Belgost?.-las palabras del mensajero nos sacaron a Haleth y a mi de nuestros oscuros pensamientos, de nuestro negro pozo de muerte, ni Haleth ni yo podíamos mirarnos el uno al otro, no aun, no tan pronto, yo había matado a Tordek y Tordek era su amigo, al igual que Hegel, ellos, los tres, habían sido los héroes de la presa y ahora solo quedaba él, con muertes sobre su conciencia, al igual que yo mismo. Quizá como Ethain.

Como fantasmas nos arrastramos Haleth y yo a la llamada del Consejo, y allí nos enteramos de las heridas de Elessar, por algún motivo todo me pareció vano, un sinsentido, ¿Qué tenía que ver aquello conmigo? ¿importaba aquello? Ahora solo me importaba mi propia culpa y las palabras de Gimli ya me habían herido más profundo de lo que yo mismo podía soportar.

-?ayer perdí a mi sobrino, al que además ahora llaman traidor. Y a mi pariente, el rey Thorin. Disculpad si no estoy de humor para hablar, caballero Celeborn.

Clavé mi vista en el suelo, ¿sabía Gimli que era yo quien mató a su sobrino? Por supuesto que había de saberlo, el traidor y él sería la causa del cisma entre los enanos Erebor y Moria se llamarían traidores los unos a los otros, la ruptura era inminente. Y yo había matado al sobrino de Gimli y había fallado al defender a mi rey. Me sentí enormemente confuso, no sabía que hacía yo allí apenas escuchaba las palabras del elfo, apenas podía levantar los ojos temeroso de que Gimli tuviera los suyos clavados en mí, maldiciéndome, con odio, despreciando mi nombre, mi propia vida. ¿Por qué Tordek estaba muerto y yo estaba vivo? Porque yo era mejor guerrero y él no supo calcularlo, ojala yo hubiese sido más torpe, más lento, menos preciso, menos mortífero, ojala yo estuviese muerto y no él.
-?también necesitaré de todos vosotros, aquí presentes, para conseguir volver a levantar el ánimo de los guerreros de esta guerra, y volver a cimentar las relaciones entre los pueblos aquí diezmados o divididos. ¿Puedo contar con vosotros?

Celeborn?inocente?hablaba de una amenaza, lejana, en el Este, los enanos nunca se concentrarían en eso si tenían primero diferencias internas, eran demasiado cabezotas, a mi me costaba considerarlo de manera sería y era el propio Celeborn quien me lo decía, pero claro, yo era un enano, yo era cabezota como el que más.

Cimentar las relaciones, unir a los pueblos que se dividían. Me sentí incapaz de la tarea, ni siquiera era capaz de conciliar mi propio sueño sin ser una contradicción, era imposible para mí animar a alguien. Yo mismo estaba dividido.

-Puedes contar conmigo Celeborn-¿esas palabras salieron de mi boca?-Pero?¿cómo hacer lo que nos pides? Los enanos están confusos, no tienen un líder ahora y no faltaran los carroñeros y advenedizos que trataran de aprovechar esta confusión para hacerse con las migajas del poder que quedan esparcidas. Muchos no saben que pensar y serán arrastrados por algunos demagogos. No veo que puedo hacer yo, si yo mismo soy parte del problema, mis manos están manchadas y haré cualquier cosa que pueda para expiar parte de mi culpa, pero muchos no me escucharan por ser quien soy, estoy convencido de ello, ojala pudiera cambiarlo pero no puedo. Pero como te digo, puedes contar conmigo en cuanto este en mi mano, de nada me servirá lamentarme, al menos de momento.

Sentí las miradas clavadas en mi, quizá no lo estaban, no podía alzar al cabeza, Gimli, Gimli me observaba y veía al miserable ser que había matado a su sobrino. ¿Éste es el guerrero que lo mato? Un inútil, un patán, una rata, un hijo de un trasgo que tuvo suerte, menos que eso. ¿Estaba llorando? Además eso, tan mezquino era que no podía ni aceptar mis actos con valor y mis ojos rellenaban de lagrimas, me alegre de estar mirando al suelo, no podían verme?quise irme, pero permanecí quieto esperando a Haleth.
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Vlad el Jueves, 26 de Abril del 2006 a las 19:11

Mensaje por Rittmann »

Haleth:

El desenlace final de la batalla de Moria no fue en absoluto como Haleth lo había soñado. Aún se preguntaba cómo y porqué los enanos habían reaccionado de aquella forma, cuando lo mas lógico hubiera sido abrazarse y brindar por la victoria. Nada pudo hacer por ayudar a sus amigos Tordek y Hegel. Corrió aprisa con la idea firme de detener las hachas enanas, pero estas fueron infalibles.

Lo sucedido después termino de marcar su existencia, jamas podría perdonarse las muertes causadas por su error, su debilidad. Pero en lo más profundo de su interior sabía que el verdadero culpable de todas las muertes era ese malvado mago o hechicero. Ya antes de atravesar las puertas de la mansión enana, incluso antes de emprender la subida por la rampa mortal, sus pensamientos se centraban en el mago. El encuentro con uruks invisibles fue la prueba de que quien ordenó la construcción de la fortaleza orca estaba oculto en Khazad Dûm. Observando los cuerpos sin vida de sus hermanos se juró a si mismo que no descansaría hasta matar a su asesino, aunque le fuera la vida en el intento. Era el mínimo precio que podía pagar para redimir su culpa.

Apenas se dió cuenta que Belgost estaba a su lado cuando fueron llamados a concilio. El enano se encaminó cabizbajo hacia la reunión. Él mismo había ejecutado a uno de sus amigos, pero Haleth no le guardaba rencor, es más, comprendía que había cumplido con su deber. Pocos tendrían el valor suficiente para defender a su rey a toda costa, aunque aquello le pesara el resto de su vida.

La sorpresa fue mayúscula, el caballero Elrond presidía la reunión y portaba muy malas noticias. El imperio de Womaw, dragones..., todo aquello sonaba a muerte. No merecía la tierra media tiempos de paz? Lo ocurrido en Moria no era más que la punta del iceberg y al parecer todo parecía estar relacionado con la misma persona, el mago.

Haleth no salía de su asombro cuando Belgost fue el primero en ofrecerse para la tarea propuesta por el alto elfo. Entonces sin pensarlo dió un paso adelante: "y cuente también con Haleth, hijo de Hama" El rohírrim agachó su mirada, pero para clavarla en los ojos de Belgost, le ofrecía todo su apoyo, era una cuestión de honor...

La decisión estaba tomada, su camino ahora se centraba exclusívamente en la búsqueda de venganza. Eso no significaba el haberse olvidado de sus planes de futuro. Tenía miedo de que Arië se olvidara de él, su intención era ir a por ella tras la batalla e intentar convencerla para ir a Rohan a formar una familia. Pero quién sabe lo que le depararía el destino...
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Rittmann el Viernes, 11 de Mayo del 2006 a las 22:22

Mensaje por Rittmann »

Haleth acompañó a Belgost hacia el campamento enano, donde desde la lejanía se vislumbraba bastante actividad. Pocos eran los enanos que, pese a la hora, descansaban en sus tiendas. Más bien al contrario, los enanos que había en el campamento se habían reunido en una plaza central en medio de todas las tiendas en la que se había instalado una fogata que daba lumbre a los presentes. Cientos de rostros graves escuchaban a un enano que oraba herido en el centro de la plaza.

Enano : ...y vinimos con nuestro rey, a tomar Khazad-dûm. ¡Y nuestro rey ha muerto! No sólo eso, el joven rey aún no tenía descendientes. Su esposa, la reina Ethel, no le ha dado herederos. ¿Quién será nuestro nuevo rey?

Belgost miró en silencio y con preocupación aquella escena. Era cierto. La crisis de liderazgo era patente. Sabía bien que el rey Thorin no se había expuesto en batalla precisamente para evitar aquel problema de sucesión tan grave, y no porque fuese el cobarde que ahora algunos sostenían que había sido. La mayor parte de los que pensaban de aquel modo se habían quedado en el interior de Khazad-dûm, voluntariamente limpiando de orcos los niveles inferiores. Decían que la sangre vertida por Durin en el Puente de Khazad-dûm era su fuerza, y que seguirían la voluntad del Inmortal devolviendo la ciudadela a sus legítimos dueños.

Pero, ¿quién eran esos legítimos dueños? ¿El rey bajo la montaña? ¿Quién iba a ser ese rey? Belgost no lo sabía. Nadie lo sabía. Y para una raza como la enana, acostumbrada a la firmeza y a la franqueza, a la estabilidad de la roca, aquel derrumbe sólo significaba una cosa: mucho nerviosismo. Demasiado.

Enano : ...Y antaño, nuestros señores dirimían el liderazgo del clan en cónclaves. Yo digo que estamos ante una nueva era. ¡Hagamos un cónclave de los clanes! ¡Descubramos quién será nuestro nuevo rey!

Un cónclave... No era mala idea, aunque la reacción con la que aquellas palabras fue acogida no fue en exceso entusiasta. Belgost miró a Haleth, que observaba todo aquello con ojos tristes pero preocupados a la par.

Belgost : Vámonos... Te acompañaré hasta tu campamento - musitó el enano -. Ya oiré esto muchas veces, me temo.

Haleth : Como quieras - musitó triste el rohirrim.

Los rostros enanos abatidos por las flechas que él mismo había comandado aún se cruzaban en su memoria con espanto. Las dos almas grises deambularon por el crepúsculo del campamento, en dirección a las tiendas de los hombres del sur. La luna se entrecortaba a través de claroscuros en las nubes, y sus pasos sólo encontraron el silencio de un campamento lleno de cansancio y pesar. Habían ganado una guerra, sí, pero el precio pagado... Los gondorianos habían sido presas de una trampa similar a la que acabara con cerca de dos mil elfos en la puerta de Moria. Una terrible explosión había hundido uno de los túneles de Moria, y el pánico resultante acabó con las vidas de demasiados hombres. De hecho, sólo las fuerzas de Rohan habían salido relativamente bien paradas de aquella guerra, pues aunque los enanos habían sufrido bajas de consideración, la pérdida de su rey había sido la peor de ellas.

Un grito de angustia y dolor desgarró la oscuridad y los pensamientos oscuros de los dos compañeros. En una tienda cercana de gran tamaño, alguien había lanzado un alarido, y al grito lo siguió una clama por ayuda. Corriendo más por instinto que otra cosa, Haleth y Belgost salieron en pos de la tienda... Y sólo cuando llegaron a la entrada se dieron cuenta de qué tienda era. Otros acampados empezaron a salir de sus tiendas a ver qué sucedía, pero los dos guerreros ya lo veían. Y no era bueno. No era nada bueno.

Elessar : Ayudadme... - dijo desesperado sosteniendo el cuerpo del rey Thranduil de Bosque Verde -. No sé de dónde ha salido... Vino a por mi, y él se puso en medio... ¡Tiene que estar por aquí!

En los brazos de un malherido Elessar, sólo en el suelo de su propia tienda, yacía muerto el rey elfo atravesado con la propia espada de Elessar.
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Sonvlad el Miercoles, 18 de Julio del 2006 a las 16:29

Mensaje por Rittmann »

Belgost:

Pensaba que difícilmente podría nublarse más mi ánimo por ninguna circunstancia, nada más lejos de la verdad pues en un segundo los más negros nubarrones nos envolvieron tanto a Haleth como a mí. Thranduil muerto?atravesado con la espada del rey humano, las suspicacias que desataría aquello eran incalculables, como si las cosas no estuvieran lo bastante mal con lo que nos había sucedido a los enanos.

Elessar hablaba de una tercera persona, que les había atacado. Cruce una mirada con Haleth, había que ser rápido, si no lo cogíamos, si no atrapábamos al asesino, la catástrofe era inminente para aquel ejercito, la muerte de dos reyes en un espacio tan corto de tiempo hacían que la victoria en Moria pareciese algo inútil, la moral de las tropas caería, ya caía en picado.

Sin duda se hacía patente que aquello era un plan perfectamente orquestado por un enemigo en la sombra, un enemigo que venía del Este, un enemigo que se movía a nuestras espaldas sin nosotros apenas darnos cuenta, sólo unos pocos éramos conscientes de este hecho y pocos también serían los que nos creerían en aquellas circunstancias. El temor a un enemigo desconocido les haría no querer verlo. Los enanos estábamos separados, ahora podía suceder los mismo entre hombres y elfos

-Vamos quizá aun podamos cogerle- dije lanzándome a ciegas a la noche sin rumbo. Si no encontrábamos al asesino, más valdría decir que al menos le habíamos visto huir, pensé en mentir, pero algo dentro de mí me impedía hacerlo, quizá ya tenía demasiadas culpas en mi conciencia como para cargar con una más. Sin esperanza esperé que mis ojos me guiasen en la oscuridad o que al menos distinguiesen alguna huella.

Imagen Ejemp...sorry Imagen
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Invitado el Domingo, 22 de Julio del 2006 a las 13:37

Mensaje por Rittmann »

La situación estaba totalmente descontrolada, otro error más. No habíamos caído en la cuenta de que el verdadero objetivo del brujo podía ser liquidar a todos los reyes aliados. Primero el enano, ahora el elfo y si no hacíamos algo rápido caería Elessar. Esto hizo temer a Haleth por la vida de su rey, pero había que actuar de nuevo con la mayor premura. Gritó a Belgost, que lleno de ira buscaba la salida de la tienda para cazar al asesino.

-Saca a Aragorn y protégelo a toda costa, por favor, rápido!!!

Acto y seguido desenvainando cubrió la salida. Al cruzar el enano el umbral con el herido rey le dijo al oído que lo escondiera y protegiera en una tienda más modesta.

Sin perder un segundo cortó las cuerdas que mantenían en pie la tienda real. Aquello pretendía un doble objetivo, retrasar el hallazgo del cuerpo de Thranduil por sus hermanos y en caso de permanecer el asesino aún en el interior tratar de empalarlo.

Más tarde haría buscar y proteger a Éomer prioritariamente. El siguiente paso sería buscar un curandero y guardia suficiente para resguardar a Elessar y conseguir traer a Légolas para explicarle la situación. Nadie mejor para obrar con responsabilidad tras este triste acontecimiento.


Imagen Ejem, ejem... Imagen Imagen Imagen
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Rittmann el Miercoles, 10 de Octubre del 2006 a las 22:26

Mensaje por Rittmann »

La tienda real cayó, sus cuerdas sesgadas por la espada de Haleth. Belgost, aturdido por lo acontecido, ayudó al rey Elessar a salir de allí. Al hacerlo, el enano comprobó con alivio que la sangre del rey de Góndor no era suya, sino que era probablemente la sangre con la que se había manchado al sostener al asesinado rey elfo. Sus heridas eran aún las sufridas en la batalla de Khazad-dûm, pero al menos no parecía que se hubiesen vuelto a abrir.

Amparados por la oscuridad pero favorecidos por la visión superior del enano, los dos entraron en una tienda cercana perteneciente a soldados de Góndor. El que estaba en la entrada de la tienda haciendo guardia alzó un pequeño fuego en una linterna, y sus ojos enmudecieron al ver al rey - a su rey - manchado de sangre y renqueante.

Soldado de guardia : ¿Pero qué demonios...? ¡Alarma! ¡A mi, soldados de Góndor!

Los gritos del vigilante al ver a su rey herido provocó un inmediato despertar del campamento. Haleth, de pie junto a la lona de la tienda real en la que yacía el cuerpo del rey elfo, se puso en guardia expectante a lo que pudiera pasar. Por fortuna, nadie lo confundió en la oscuridad con un enemigo, y el revuelo inicial poco a poco se fue calmando a medida que más y más soldados de Góndor iban despertando y ocupando la oscuridad con sus antorchas.

Haleth, sin embargo, permaneció de pie junto a la lona de la tienda, guardando celoso el cuerpo del rey caído. El propio rey Elessar puso algo de calma entre sus hombres, impartiendo órdenes para redoblar la vigilancia en el campamento en busca del intruso que lo había atacado. De la nada, Belgost vio surgir al príncipe Legolas con sus armas listas para entrar en combate, acercándose a su viejo amigo con evidente preocupación.

Legolas : ¡Aragorn! ¿Estás bien? ¿Qué sucede?e

Entonces, el rey Elessar sintió desfallecer sus piernas, y fue Belgost quien tuvo que sostenerle en pie. Las lágrimas caían como gotas de lluvia en una tormenta de sus ojos. Con voz entrecortada, sólo fue capaz de hablar en un susurro.

Elessar : Legolas... Yo... Lo siento... Tu padre...

El rey de Góndor alzó la cabeza, y su mirada halló la del próximo Haleth. El rohirrim sólo pudo agachar la cabeza y mirar la lona, en cuyo centro una mancha oscura empezaba a formarse justo sobre el cadáver del rey muerto. Legolas se giró enmudecido, sus pasos tambaleantes por un momento. Pero se rehizo, y se puso a correr en busca de aquello a lo que miraban tanto el rey como el rohirrim, y con desesperación trató de apartar la enorme lona que cubría a su señor padre. Fue una escena terrible, pues a medida que la apartaba, la comprensión de lo que allí sucedía se adueñó del príncipe elfo, y con ello la prisa por revelar lo que su corazón le decía era imposible. O deseaba que fuera imposible. Quizás fueron las prisas, pero apartando aquella enorme lona, Legolas parecía un insecto debatiéndose contra una enorme y grotesca tela de araña de mortal contenido.

Al fin, tras unos momentos angustiosos, el cuerpo del rey caído se reveló bajo el cielo, y Legolas se quedó absorto, en silencio, mirándolo junto a docenas de hombres y elfos allí agolpados. Con incredulidad, lo acercó a él en busca de su calor, del latir de su corazón. Y no halló nada.

Y en silencio, abrazado a su padre, el nuevo rey del Bosque Verde lloró con amargura la muerte de su padre, Thandruil, señor de los Sindar.

De aquel modo, cayó el último de los que murieron en aquel terrible conflicto que, aún siendo breve, tan alto precio había costado a los Pueblos Libres de la Tierra Media.

Belgost continúa en el Capítulo 7-N: Regreso a Esgaroth

Haleth continúa en el Capítulo 7-O: Entre Dos Mundos

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