Capítulo 7-A: Preludio a la Tempestad

Es el amanecer de la Cuarta Edad. Y en la Tierra Media reina la paz... Pero aún quedan muchas cuentas pendientes. Incluyendo una de los Días Antiguos...
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Capítulo 7-A: Preludio a la Tempestad

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Año 25 de la Cuarta Edad, principios de otoño

Palacio de los Príncipes Corsarios de Úmbar, Úmbar


Jugadores de esta trama: Darth_mandelbroth (Falath)


Naron : ¿Lo has entendido? - preguntó el sacerdote Gris.

Falath asintió. Se levantó de la mesa, cogiendo la copa de vino y se acercó a la ventana de palacio para contemplar los tejados abovedados de la ciudad de los Corsarios.

Echellon : Así que al fin Alatar se pone en movimiento... Doce años. Doce años esperando este día.

"Diez" , se corrigió a sí mismo Falath. Diez años desde el día en que fuese apresado por los hombres de Muab'dad. Diez años desde que Góndor le diese la espalda. Diez años en que había elegido su destino. Claro que hacía doce años desde que Ancalagon pactase con el príncipe Echellon de Úmbar, pero eso a Falath le daba absolutamente igual.

Echellon : ¿Y cómo lo ha hecho Alatar para hacer desaparecer de en medio al rey Elessar?

Naron : Nuestro Señor nos anunció que sucedería cuando Alatar empezase su ofensiva. El mensajero de Alatar ha sido claro, y Góndor es consciente de la amenaza. Sin su rey, el hijo del último senescal ha tomado el mando de las fuerzas de Góndor.

"Faramir" , pensó Falath. Hubo un tiempo en que le había reverenciado como a un gran héroe. Pronto se arrodillaría ante él, ante su nuevo rey. Una mueca de ironía cruzó el rostro de Falath.

Muab'dad : ¿Y a ti qué te hace tanta gracia? - preguntó molesto Muab'dad al oir la ligera risa burlona de Falath.

Muab'dad había engordado bastante desde su cumpleaños, aquel día en que Falath había sido su esclavo y luchado en la arena para placer de Muab'dad y del príncipe Echellon. Y ahora, estaban a punto de convertirse en sus leales vasallos.

Falath no respondió, pero sus labios se tensaron y su rostro se endureció. Muab'dad no insistió.

Naron : Nuestro Señor espera que Úmbar cumpla su promesa, príncipe Echellon. ¿Cuándo estará todo listo?

El sacerdote Gris seguía tan taimado como siempre. Su bífida lengua era desagradable como compañía, pero Falath hacía tiempo que había descubierto la utilidad de tener a su servicio a su antiguo amo. El Gris no le había elegido como su voz en Úmbar por nada.

Echellon : En cuanto llegó la noticia mandé mensajeros a los puertos para llamar a todos mis vasallos. En pocas semanas tendré reunida una fuerza de veinte mil hombres en doscientas galeras de guerra.

Naron sonrió, y su mirada pasó a Jor'el, que asintió complacido con la noticia. Falath alzó su copa de vino de Lébennin y tomó un cálido sorbo.

"El sabor de casa... Pronto, muy pronto estaré de vuelta."

Jor'el : Excelente - respondió la mujer con sus profundos ojos negros.

El príncipe Echellon se alzó del almohadón que le había servido para sentarse, y junto a él lo hizo el pesado Muab'dad y los otros tres señores de Úmbar que le habían acompañado a ver a los tres Grises.

Echellon : Si no hay nada más que debamos saber, nos retiraremos, mi señor.

Falath asintió sin siquiera molestarse en mirarles. Hacía sólo una semana que Jor'el y él habían llegado a la ciudad, y los señores corsarios aún no se habían hecho a la idea que uno de sus antiguos esclavos fuese el elegido del Gris para aquello. Falath no había pasado por alto las insolentes miradas ni las aún más airadas palabras de Muab'dad o de Echellon al reconocerle, y dejaría que aquella humillación siguiese... Al menos, un poco más de tiempo.

Tomando el último sorbo de la copa de vino, se giró relajado hacia los otros dos Grises. Su maestra le miraba con aquellos ojos oscuros y pícaros que tantas veces había deseado escrutar, y que tantas veces le habían resultado esquivos.

Falath : Menudos lameculos.

Naron : ¿Acaso tienen otra opción? - musitó el sacerdote de Anacalagon -.

"No, no la tienen - pensó Falath -.No cuando los dragones de Ancalagon controlan las aguas. No desde lo de Bolzano."

Falath se acercó a la mesa y vertió un poco de vino en su copa. Aún tenía ganas de notar un poco más el sabor del hogar en su garganta antes de ir a descansar. Mientras miraba el color de la sangre en el fondo del cáliz dorado, recordó las caras de horror de los príncipes de Úmbar en Bolzano, un año atrás.

Aquel día, Falath había ocultado bajo una capucha oscura sus rasgos. A bordo del"Sangre de Númenor" había asistido desde segunda fila a la prometida demostración de fuerza del sacerdote Gris. Recordó la sensación de fuerza en su pecho al saberse del bando vencedor, cuando una docena de dragones de agua emergieron de la bahía de la ciudad rebelde y la arrasaron hasta los cimientos. Que Úmbar había causado aquella matanza fue algo que pronto se supo incluso al sur de las Montañas Amarillas, y sin duda Góndor habría oido de aquello también.

Y los príncipes de Úmbar esa noche vieron sus sueños de conquista tornarse en oscura desesperación, a medida que Naron les explicaba las exigencias de su amo. No era de sorprender que le odiaran.

"Un gondoriano emergerá de la nada y públicamente derrocará a los tiranos que usan dragones. Desesperados, los vasallos de Úmbar le rendirán pleitesía a aquel capaz de derrotar a los dragones y a sus príncipes, y Úmbar será liberado de la tiranía. Estad tranquilos, pues cuando acabe la farsa podreis recuperar vuestros palacios y vuestro lugar."

Con un centenar de dragones de agua acechando desde el fondo de los mares que circundaban las ciudades vasallas de Úmbar, los príncipes entendieron que o acataban las exigencias del Gris o morían junto a su reino. Todo estaba listo para la gran farsa.

Jor'el : ¿En qué piensas, Falath?

Falath miró a su maestra, abstraído en sus propios recuerdos.

Falath : En la lección que aquí se ha enseñado, maestra.

Jor'el : ¿Cuántas veces te he dicho que no me llames así? - dijo ella con una amplia e irónica sonrisa -. A ver, ¿qué lección es esa?

Falath : La de la humildad. Hace doce años, los príncipes de Úmbar pactaron en secreto con Alatar para aliarse en su invasión contra Góndor. Por esa misma alianza, nuestro buen amigo Naron ganó poder entre los príncipes de Úmbar, que le prestaron incluso hombres para capturar a esos dragones. Ellos mismos se pusieron la soga en el cuello.

Jor'el : Continúa - dijo ella, divertida.

Falath : Muy bien - le replicó Falath con la misma sonrisa irónica -. Ahora, y tras dejarles claro quién manda sobre los dragones y qué les pasará si no acatan nuestra voluntad, vamos a montar un golpe de estado en Úmbar. Yo detendré a los dragones y echaré a los monstruos que usan bestias contra hombres. Y eso hará que sus antiguos vasallos, que ahora mismo les temen por lo de hace un año, me rendirán vasallaje a mi. Y como buen príncipe de Góndor que soy, sabedor de la amenaza que se cierne sobre mi antigua patria, regresaré con una flota y veinte mil hombres dispuestos a reconciliar a Fieles e Infieles en esta hora tan oscura en que el malvado Emperador Alatar de Womaw desea acabar con la libertad en el oeste de la Tierra Media.

Jor'el : Ese ha sido un buen resumen. Pero... ¿Y la lección?

Falath : La lección es que como aún les hemos prometido a los príncipes el recuperar su lugar una vez acabe la guerra, colaborarán de buen grado. Somos sus enemigos, pero alejando de aquí la guerra y los dragones, y tal y como se sucederán las cosas, esperan que Alatar no pueda tomar represalias contra Úmbar. Y que cuando todo esté arrasado por la guerra, ellos serán los únicos que no habrán sufrido daño alguno en su tierra. Ambicionan el poder que tendrán en ese momento, ciegos a que ya no tienen poder alguno ahora mismo.

Naron : Me sabrá mal ir al exilio con ellos. Pero la gente me conoce demasiado... - suspiró el sacerdote Gris -. Todos saben que yo soy quien trajo a los dragones a su lado.

Jor'el : Será un mal menor, Naron. Cuando acabe la guerra, Úmbar no será más que una región costera menor en el imperio de nuestro Señor. Y Falath será rey de Góndor, un lugar mucho más agradable para vivir.

Naron se sirvió una copa de vino más, y la husmeó con fruición.

Naron : Si es la mitad de buena que su vino, me gustará.

Falath apuró el último trago de su copa, y con un saludo con la cabeza se despidió.

Falath : Es tarde. Iré a descansar.

Cuando llegó a sus habitaciones, Naraya había encendido algunas velas para iluminar la estancia. El aroma del incienso lo embriagaba todo, y Falath se acercó al armario de la ropa para empezar a cambiarse. En el espejo, vio el hombre en que se había convertido. Algunas canas salpicaban su cabello, y su musculatura se había incrementado desde que fuese aquel gladiador de la arena de la ciudad de los príncipes corsarios. Mientras se desvestía, se miró a los ojos en el espejo, recordando todo lo vivido en aquellos largos años al lado de su maestra.

Recordó cómo había despertado, ya Gris, en la cama junto a una Naraya que había cuidado de él mientras la fiebre había sido alta. No había vuelto a ver a Ancalagon desde que le convirtiera, y en su lugar había quedado aquella numenoreana de sangre pura a su cargo. Ella le había enseñado lo que necesitaba saber, y le había preparado para ser rey de Góndor. Y cerca, eterna, siempre había estado Naraya...

Imagen Turno de inicio del interludio. Puedes ver el punto final del mismo, pero lo que hay en medio es cosa tuya. A Jor'el no puedes tenerla, pero tu relación con Naraya te la dejo a ti (esclava, concubina, amiga, esposa, amante, odiada...). En el momento en que Falath se prepara para convertirse en príncipe de Úmbar en la farsa que se ha comentado en la sobremesa de la cena, han pasado diez años desde que dejáramos a Falath por última vez. Qué ha aprendido en este tiempo, depende de este turno que escribas ahora..

Imagen Esencialmente, Falath ha podido elegir diversos caminos profesionales. Como sugerencia, recomiendo Paladín (Oscuro, con los hechizos de curación como hechizos de daño, y el repeler muertos vivientes como control de los mismos). Sin embargo, hay muchas otras opciones. Jor'el será maestra en el campo que elijas. Te doy la lista de cosas que Falath puede haber aprendido como profesión - cuenta aprox. 15 niveles en esta profesión cambiada gracias a la gran calidad de su maestra. Esto te llevará a un nivel total de 25.

Imagen Sin magia, Guerrero puro, Bribón y Ladrón. Se encararía más a la vertiente de asesino esa última.

Imagen Semi-hechiceros, montaraz (para seguir con la misma profesión), o paladín (revertido a paladín oscuro), Mítico (especializado en la infiltración y el espionaje).

Imagen Falath no está preparado para ser Hechicero puro, así que no tiene accesibles esas profesiones.

Imagen Describe cosas de tu entrenamiento en el turno, a modo de flashback, para enlazar con el turno presente si quieres, o dejándolo a medias para ir perfilándolo en los próximos posts de este capítulo. En cualquier caso, sería interesante saber a qué profesión se decanta Falath. Así podré empezar a preparar la ficha en concordancia.

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Ultima edición por Rittmann el Sab Dic 24, 2005 7:17 pm, editado 1 vez
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Darth_mandelbroth el Martes, 12 de Diciembre del 2005 a las 11:42

Mensaje por Rittmann »

Falath dejó sus ropas encima de una silla y se tumbó en la cama. Naraya, pícara como siempre, salió de entre las sombras y se sentó a horcajadas encima suyo. La espalda de Falath, con testigos de antiguos latigazos, era ancha y torneada por el cruel sol del desierto. Naraya empezó a masajear la curtida piel de los hombros del antiguo montaraz. Falath sintió como sus músculos se desacian en las manos diestras y entrenadas de la que fuese su compañera de prisión. Cerró los ojos.

Recordó como lo cuidó mientras estubo transformandose en gris. Sus fiebres y sus sudores eran intensos y parecía que iba a morir, pero Naraya siempre estubo a su lado, con sus carícias y su cariño, no dejó que el alma torturada del primo del rey de Gondor partiera hacia dónde sólo Eru sabe.

Y vivió.

Falath no volvió a ver al Gris. En su lugar se presentó una mujer de sangre pura, Jor'el. Ella le mostró el camino. Le mostró las sendas de la más poderosa y dañina de las magias, la canalización oscura. Se convirtió en un hombre santo, un "paladín", lo llamaba ella, burlona. Podía causar daño con sus manos en vez de curar, y también había aprendido a causar temibles enfermedades sobre sus enemigos. Su dominio de la espada y su perícia en combate habían llegado a cotas realmente altas mientras que sus conocimientos sobre plantas y animales yacian ahora, en el fondo de su memoria. Notaba como el mismo Gris, hijo del más alto dragón, le daba fuerza y poder.

Las manos de Naraya seguian deshaciendo sus hombros con paciencia. El olor a inicenso y el vino que había tomado le estaban traicionando. Estaba quedando expuesto, expuesto a la memoria.

"- Levanta!- Jor'el estaba furiosa- Levanta de una puñetera vez! Eres o no eres el rey de Gondor!?

Lo hacía para ponerlo furioso, sabía que lo hacía para ponerlo furioso, pero aun asi... Que furioso le ponia. Falath se levantó de entre el barro y volvió a cojer su espada. El trio de orcos que le rodeaba eran los pocos superviventes que quedaban despues de un largo día de matanza. Lo miraban con precaución. No le habían atacado porqué Jor'el estaba a su lado, cubriendole, pero sabía que no lo ayudaría, y los orcos también. Eran tres, y él estaba sólo, agotado y herido. En principio no tenía ninguna posibilidad... claro que un hombre tampoco tiene ninguna posibilidad de sobrevivir a una pelea con un dragón...

Falath se encaró a sus tres enemigos. Eran los mejores de los orcos de la tribu del Jabali Sangriento. Los tres que quedaban. Los demás los había degollado él mismo en un cien contra uno. Una de las pruebas de Jor'el. Sabía que no podía con los tres, no ahora...

-No voy a poder- dijo.- No puedo acabar con todos a la vez.

-¿Pero es que nada recuerdas de tus lecciones?- le reprimió ella.- ¿Qué tienes que hacer?

Falath pensó en las horas que había estudiado como burlar a sus enemigos. Si fuesen hombres, pensó, les ofrecería dinero, pero al ser orcos...

- ¡Orcos!- gritó en un rudimentario orco- ¡Entre vosotros hay un miembro de los Craneos de Plata!¡Si me lo entregais os dejaré vivir!

Los orcos se miraron entre si... odiaban a los craneos de plata... pero desconfiaban del extranjero, sospechaban que era una estrategia para que se pelearan entre ellos. Eso fue todo lo que Falath necesitó.

De una zancada se planto entre las tres béstias y descargó su espada girando en el cuello del de su izquierda mientras con su mano zurda y por debajo del escudo golpeaba al de su derecha en el estomago. La cabeza del primer orco cayo al suelo en un limpio corte mientras que el segundo se dobló por el dolor al sentir que sus intestinos rebentaban a causa de la mágia del que fuese un montaraz de Anor. El tercer orco, al que había dado la espalda en su movimiento, le golpeo con el puño de la espada en los riñones. Falath aulló de dolor mientras caía al suelo agonizando. Pero las horas de tortura de Jor'el, las interminables sesiones de latigazos y de potro le habían enseñado a soportar el dolor. Mientras se precipitaba hacia el suelo, su mano salió disparada y cojió al último de los orcos por el pie. Este se irgió sobre suyo y levantó su cimitarra para propinarle el golpe de gracia. Pero Falath uso su mágia oscura una vez más para que la pierna del orco se rompiese en una sonora fractura. El orco se tambaleó entre aullidos, dando tiempo a Falath para sacar la daga de su bota en un movimiento rápido, y hundirsela justo bajo el esternón.
"

Falath volvió del mundo del recuerdo. Si fuese ahora lo hubiese hecho de forma muy distinta. Habría hablado primero con los orcos y habría hecho que se matasen entre si al máximo posible. Sólo cuando fuese imposible que confiasen en él habría atacado. De forma brutal y definitiva hubiese acabado con su líder, arrancandole el alma de raiz, por ejemplo, para que el miedo minase la fuerza de sus enemigos. Y después todo sería mucho más facil...

Naraya dejó que su túnica fuese resbalando por su hermoso cuerpo de mujer. Cuanto había cambiado en diez años. Sin dejar de trabajar sus hombros empezó a entonar una suave nana del sur que hizo que Falath se sumiera, medio en sueño medio en vigila, en visiones del pasado.

"-Repitelo otra vez- dijo Jor'el- si te sale lo dejaremos por hoy

Falath contempló el ratón asustado que tenía entre manos. Era un ser simple, lo había atraído con sus poderes cómo montaraz. Jor'el le había pedido que ejecutase sobre él la última de sus lecciones... la muerte. Falath lo intentó, pero le era muy difícil romper esa última barrera. Una cosa era matar a alguien que queria tu muerte, la muerte en batalla, que matar a alguien indefenso, a sangre fria y sin más motivo que el de matar.

- ¿Y no podriamos usar alguno de los prisioneros del Gris?- preguntó, aunque ya conocía la respuesta

- No, tiene que ser matar por matar- confirmó la nemuronana,- además, el único prisionero que tiene nuestro señor ahora mismo es el hijo de Elessar, ¿acaso quieres intentarlo con tu sobrino?

- Está bien, lo intentaré una vez más- dijo.- Lo siento amigo...- le dijo al pequeño roedor

- NO LO SIENTAS!- le grito su maestra, al tiempo que descargaba su látigo en su espalda, arrancando un grito de la garganta de Falath- NO COMPADEZCAS A TUS ENEMIGOS, NO COMPADEZCAS A NADIE, PODRÍA SER LO ÚLTIMO QUE HICIERAS

La atronadora voz de Jor'el hizo que Falath cayese arrodillado y que el pequeño ratón empezase a chillar tratando de escapar de la mano del montaraz

- HAZLO, MATALE

- Si

Falath extendió su mano y abrió la palma. El pequeño animal exploró sus salidas, y vio que no podía escapar por el momento. Falath extendió su otra mano por encima de la otra y entonó un cántico grave. Notó, con lagrimas en los ojos, que la fuerza de otro ser se introducia dentro de él para darle el poder para sus oscuros propositos. Vio el alma del pequeño ser aferrada, fundida con su cuerpo. Tiró de ella. Sintió cómo esta se iba desprendiendo poco a poco. Su brazo empezó a temblar. No podría hacerlo. No se veía capaz. Él no era tan malo. Él sólo había querído elejir su destino, no quería hacer daño a una inocente criatura. El alma seguia a medio camino, entre el abismo donde Falath tenía que arrojarla, y el cuerpo del pequeño roedor. Y entonces se dijo, "soy Falath, elijo mi destino". Soltó el roedor que se fue corriendo y se ocultó en algún lugar entre la maleza.

Jor'el estaba furiosa. Empezó a gritarle con su voz de trueno. Mientras Falath retrocedia, presa del terror. Al final pudo reunir algo de valor y desenvainó su espada.

- ASI QUE ESTAS DISPUESTO A LUCHAR? VAYA VAYA.... FALATH EL MONTARAZ VA A DESAFIAR A SU MAESTRA. NO PUEDES GANARME!

- Soy Falath, elijo mi destino, y no mato a gente inocente

- A VECES LA GENTE TIENE QUE MORIR PARA QUE OTROS VIVAN, LO SABES

- No ese ratón

- SI QUIERES DOMINAR LA MÁGIA SON MUCHOS LOS SACRIFICIOS, DEBERAS RENUNCIAR A MUCHAS COSAS, INCLUIDOS TUS ANTIGUOS IDEALES...

- Si es así no quiero dominarla

- ¿ES QUE CREES QUE TIENES ELECCIÓN?

- Sí, soy Falath, elijo mi destino- Falath se aferro a su espada. Jor'el era muy buena combatiente, pero había salido de peores. Sabía que el campo de entrenamiento estaba en alguna parte al norte de Umbar, si emprendía una rápida huida hacia el norte, con suerte llegaría a Mordor o incluso a Gondor, antes de que le alcanzaran. Allí podría prevenir a su gente. Podría incluso llegar a salvar a Aragorn.

- SI QUIERES LUCHAR ESO HAREMOS- Jor'el arrojo su látigo a un lado y desenvainó su cimitarra

Y la lucha empezó. Ella tomó la iniciativa y lanzó un rápido golpe que Falath paró a duras penas. Y otro, y otro, y otro. Estaba jugando con él. Ni siquiera podía contraatacar. Era demasiado rápida para poder golpearla.

- VEES? VEES QUE TE PASA POR DESAFIARME?- La risa de su maestra le estaba perforando el cerebro. No podría aguantar mucho más. Necesitaba una oportunidad. Y llegó

De repente, una mota blanca y marrón cruzo su visión. Jor'el soltó un grito atronador con su voz aumentada magicamente, algo le había mordido. Falath pudo ver lo que parecía un pequeño roedor colgando de la oreja de su maestra, reconoció las motas marrones y blancas. Era SU ratón.

De un golpe desarmó a su maestra tal y como ella le había enseñado. Usando su peso, saltó sobre ella y los dos acabaron al suelo. Se sentó a horcajadas sobre ella y le sujetó por las muñecas con las dos manos mientras fijaba sus ojos en los suyos. El ratón había desaparecido. Falath quedó paralizado, los dos estaban jadeando. La nemuronana estalló en una risa divertida.

- Así que eso es lo que querías?- empezó a contornearse bajo Falath, provocandolo.- Adelante, has ganado, toma tu premio, es lo que deseas, no?

-...

- No dices nada? debo inetrpretar que te has quedado mudo? Eso no me lo esperaba... Falath, el gran heroe vencedor de dragones, reducidodespués de ganar una pelea. ¿Eso es todo lo guerrero que eres?

Con mucha practica, Jor'el consiguio que su blusa se soltase del cinto que la sujetaba y dejase a la vista sus senos y todo su abdomen. El torneado cuerpo de la muer hizo que Falath perdiese la concentración. Nunca vió el puño.

Despertó en una cama. El dolor en el labio era punzante. Trató de moverse, pero estaba atado. No había nadie en la habitación. Esperó.

Al cabo de un tiempo, puede que fueran horas o minutos, no tenía noción del paso del tiempo, llegó Jor'el. Estaba casi desnuda, vestida sólo con tules y prendas insinuantes, se acercó sinuosamente a la cama. Falath empezaba a perder otra vez la concentración.

- ¿Deseas mi cuerpo?- preguntó ella, conocedora de la respuesta.- Puede que lo tengas, pero antes, quiero que veas lo que has provocado con tu deseo.

Jor'el extendió su mano y la abrió. En ella reposaba el cuerpo inerte de un pequeño roedor. Reconoció las motas marrones y blancas. Era su ratón...
"

Falath despertó cuando Naraya dio la vuelta a su cuerpo cansado. La joven se acurrucó en su pecho mientras los cubria a los dos con las finas sedas del lujoso palacio de los reyes pirats de Umbar. Naraya... si ella no hubiese estado siempre allí, él se hubiese vuelto loco. Probablemente lo había hecho de todos modos...

Acarició su pelo, negro como el azabache, olia a almendras. "como el cianuro", pensó. Naraya suspiró en sueños. Su vida había cambiado radicalmente desde el ataque del dragón. Los dos ya no tenían practicamente cicatrices. La mágia del gris había devuelto la vida a los ojos de la muchacha. Yacía con él desde aquel dia...

"- ¡¿No lo entindes?! ¡He sido un estúpido!, Naraya- estaba enfadado por lo del ratón, quiza no debería gritar tanto.- ¡¿Pero porque?! ¿¡PORQUE!?

- Falath...- Naraya estaba asustada. Falath se había puesto a gritar sin motivo en cuanto salió de la habitación de Jor'el. Ella había estada contenta, aunque celosa, de que él y su maestra hubiesen congeniado por fin. Llevaba meses observando las miradas a hurtadillas de Falath al cuerpo de su mentora, pero por lo visto ni siquiera él se había dado cuenta. Ella estaba allí, velaba por él.

-¿¡QUÉ!?-al momento, al ver el rostro lloroso de la adolescente que aún era Naraya, se dio cuenta que se había pasado- ¿Qué? Perdona Naraya, es que estoy un poco alterado.

La muchacha hecho a correr y se refugió en su habitación. ¿Porque el príncipe era tan estúpido? ¿Porque no se podía dar cuenta de una maldita vez de lo que sentía ella?... Allí, llorando sobre su almohada, la pequeña Naraya recordó todo lo que le había ocurrido desde que la capturasen en las calles de Úmbar.

Y alguien llamó a la puerta.

- Naraya, ¿estás ahí?- era la voz de Falath, no merecá que le abriera la puerta. No hasta que se comportase cómo es debido.- ¿Naraya? Escucha, lo siento, yo... bueno... creo que no tienes la culpa de lo que pasó, me comporté como un idiota y... bueno...- "no lo sabes tu bien, lo idiota que eres... venga... dilo", yo... yo quiero que seamos amigos Naraya, no quiero que te enfades conmigo.- "es imposible... no ha entendido NADA, nada de nada..."

Falath oyó como se intensificaba el llanto de Naraya.

- ¿Qué pasa?¿Qué he dicho?¿Naraya?- trató de abrir la puerta pero estaba cerrada a llave,- voy a entrar.

Falath tensó los músculos de sus brazos hasta que notó que el pomo empezaba a ceder. la puerta cedió y entró en la habitación. Había estado pocas veces en la habitación de Naraya. Era muy distinta de la de Jor'el, explotadora en su totalidad de su condición de mujer hermosa. Era una habitación sencilla. Vio una cama, grande para una sola persona, un escritorio, una silla, un armario, un brasero y un balcón. Sobre el escritorio reposaban los cuadernos de escritura de la joven. El gris había dispuesto que aprendiese a leer y a escrivir, era otra de las cosas que le gustaban de él, se preocupaba bastante de la gente que tenía por debajo. Vió que tambien había otro manuscrito en el escritorio. Parecía algún tipo de libro artesanal, tratado con mucho mimo. Dedució que sería el diario de la muchacha. Le había oído decir que llevaba uno.

Naraya estaba tumbada en la cama. Ahora se había girado, con las mejillas surcadas por la tristeza, y miraba a Falath con los ojos muy abiertos.

-¿Cómo... cómo te atreves?- consiguió balbucear

- No Naraya, escuchame- dijo él

- NO, escuchame tu- gritó ella, completamente fuera de si,- ¿Es que te crees que puedes gritarme todo lo que quieras y luego venir aquí, rebentar mi puerta y hacer como si nada?

- Yo...

- ¡Tu nada!- chilló ella,- eres un estúpido, ¡nunca te fijas en nada!- dijo la muchacha mientras se giraba otra vez para llorar sobre la almohada.

Falath se quedó paralizado, ¿que habría querido decir con eso? Había sido entrenado para darse cuenta de las sutilezas de la gente, de los cambios en los matices de la voz para saber cuando y cuanto mentian, para conocer sus verdaderas intenciones y para descubrir sus más profundos deseos y anehlos, ¿pero acaso no se había dado cuenta de lo que sucedia a su alrededor? Vió el sufrimiento de Naraya. Sabía que para ella era un héroe. Puede que hubiese estado ignorando sus sentimientos todo este tiempo, ofuscado por las visiones de gloria y poder que le ofreció el gris. Puede que ella hubiese esperado una respuesta, que nunca llego.

Parpadeó y, cerrando la puerta, se aercó a la cama de Naraya. Se sentó junto a ella y le puso una mano en el hombro. Ella lo miro un instante, deteniendo su llanto, para continuar, pero esta vez sobre su muslo. Falath sintió la humedad de las lágrimas de la chica y acarició su cabello, que había crecido hasta más allá de su cintura, en el tiempo que pasó desde que Falath se convirtiera en gris, mientras murmuraba algo, algo que él creía tranquilizador.

- Shhht, ya está, ya pasó, tranquila...

La muchacha fue bajando la intensidad de sus quejas hasta que sólo restó un sollozo cómo recuerdo de su tristeza.

- Vees- dijo él,- así estas mucho más bonita

- ¿De veras crees lo que dices, Falath?- oyo que le preguntaba la muchacha

- Pues claro- sonrió él, sin darse cuenta de lo que estaba diciendo.

Y entonces Naraya lo besó. Falath quedó tan desconcertado que no reaccionó a tiempo, la muchacha tenia más de cincuenta (*) años menos que él, ¿que se supone que tenía que hacer? Cuanto se quiso dar cuenta ya estaba desnudo, con una euforica Naraya a su lado, desnuda tambien, que le acariciaba su musculado torso. Sintió los besos y las carícias del cuerpo diestro y joven de la muchacha y notó la ternura con la que lo tocaba y trataba. Y la tomó.
"

Aquella noche yació con ella, y la siguiente también, y muchas más desde ese dia. Naraya era la luz que impedia que Jor'el lo atrapase en su pozo. Si no quería convertirse en esclavo de sus deseos sólo tenía que limitarse a pensar en el cuerpo sedoso de su joven amante y se sentía con fuerzas de enfrentarse a la frígida belleza de la nemuronana. Si no quería que la voloptuosidad y la lengua de vivora de su mentora rompieran su concentración se decía que tenía que ser fuerte por Naraya. Y con eso bastaba. Siempre había suficiente. Incluso aquella vez...

"- Bien, ya es poco lo que te puedo enseñar que tu puedas aprender, Falath- dijo Jor'el después de un pequeño examen que Falath superó sin apenas dificultad.- Sólo nos queda una lección pendiente, lamuerte .

Falath la miró y recordó el incidente del ratón. No volvería a matara una criatura de bosque, lo había decidido.

-Bien, veo que no vas a invocar a otro animalito, mejor, porque no vas a tener que matar animales, sino gente.- Hizo una seña a uno de los guardias que vigilaban el patio de armas donde practicaban, este entró dentro del palacio y salió a los pocos segundos, arrastrando a otro hombre.

El hombre era un esclavo, se veía en su forma de mirar con ojos asustados a su alerrededor y en sus desnutridas piernas y brazos, que no cesaban de moverse freneticamente, como buscando una oportunidad para correr lejos de allí. Era mayor, pues su pelo blanco contrastaba enormemente con su piel, negra como la pez. El guardia lo arrojo a los pies de Jor'el. El hombre quedó acurrucado esperando otro cástigo sin motivo, como tantos le habían azotado tantas otras veces. Pero esta vez Jor'el sólo pronunció una plabra.

- Ataca - dijo, señalando a Falath

Este notó el poder en la palabra. Y se dio cuenta del hechizo en cuanto vio los ojos del hombre, llenos de horror, en cuanto se dio cuenta de que su cuerpo cumpliriá la orden sin el concentimiento de su cerebro. El viejo esclavo cargó contra Falath en una especie de carga furiosa. El gondoriano dejó caer su espada y su escudo y esperó la llegada del pobre desdichado. Cuando el esclavo llegó a su altura, lo cogió por el cuello con un rápido movimiento. Su poderoso brazo levantó el cuerpo mal alimentado del esclavo sin apenas esfuerzo. Este quedó suspendido a pocos centimetros del suelo, con los pies pataleando al aire inutilmente y los brazos aferrados a la mano del príncipe de Gondor.

- Ahora Falath, quiero que hagas lo que no hiciste con ese ratón- dijo Jor'el, ten claro que, si no lo haces, nunca seras digno de gobernar nada. Los gobernantes deben tener control sobre la vida y la muerte.

Falath se estremeció. Mucho había llovido desde el dia en que intentase matar a ese ratón, y sabía que ya estaba preparado para matar a ese hombre. Se preguntó que había cambiado en él que ahora no le aterrase la idea de matar un hombre a sangre fria. Decidió que se había vuelto más sabio, recordó las palabras de su maestra. "A veces con las heroicidades no basta, a veces ha de morir gente para un bien mayor".

Extendio su otro brazo hasta que su mano, con los dedos extendidos y la palma hacia abajo, quedo justo sobre el craneo del desdichado esclavo. Entonces etonó un cántico prohibido. Con sus nuevos ojos, vió como el alma del esclavo empezaba a separarse de su cuerpo. La figura blanquecina fue saliendo pese a la desespreación de su propietario. Falath pudo ver cómo el alma del hombre iba formando un puntito cada vez más pequeño hasta que el abismo la absorbió por completo. La vida del hombre terminó allí.

Falath dejo caer el cuerpo inerte del esclavo. Estaba agotado. Y triste. Se miró las manos y se dio cuenta de lo que había hecho. Y odió a Jor'el por ello. Supo que tendría que cargar con ello el resto de su vida, y supo que nunca más podría decir que no había matado nunca a un inocente... Su preparación había terminado...
"

Cerró los ojos. Este había sido una dura lección, la lección de la muerte. Todo muere, y a veces algo tiene que morir para que otros puedan vivir. Al menos la muerte del anciano no había sido en vano, le había servido para aprender esto, y para prepararlo para el futuro... el futuro

Falath se durmió, en brazos de su Naraya, y se sumergió en visiones de glória y poder.

Allí estaba. Gondor. Casi podía rozar el trono con sus manos.... sólo tendría que esperar .... aun faltaba, aun tendría que esperar un poco más...

[esta es la versión definitiva. Respecto al (*) no se si es correcto del todo. En la segunda pelicula, version extendida, Aragorn menciona que tiene 87 años, pero en el Silmarillon dice que la sangre elfica de los Dunedain esta tan aguada que apenas viven más de un siglo... tu juzgas, si lo vees exagerado lo editas y marchando]
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Rittmann el Domingo, 24 de Diciembre del 2005 a las 19:18

Mensaje por Rittmann »

La noche transcurrió tranquila, aunque en el fondo de su ser Falath podía sentir el poder del Gris removiéndose entre bastidores. Naron el Gris llamaba a sus retoños acuáticos, preparándolos y reuniéndolos alrededor de la bahía de los Corsarios. Con las huestes de los príncipes corsarios convocadas en Úmbar, era el momento de empezar a ejecutar el plan.

Y el plan era sencillo. Según el acuerdo alcanzado años atrás con Alatar, Úmbar emplearía su flota marítima y sus dragones para atacar desde las bocas del Anduin y poner asedio a los puertos del sur de Góndor. Pero por una desgraciada serie de casualidades, propiciada por la ambición de los príncipes de Úmbar, los dragones perderían el control atacando Úmbar antes que llegase la flota en un intento de los príncipes corsarios de subyugar los dragones de Naron. Bueno, otra versión diría que Naron había tratado de emplear los dragones en un golpe de estado. En cualquier caso, sus siervos darían más de una versión de los hechos, y Alatar acabaría por creerse cualquiera de ellas. Eso no importaba.

Lo importante es que Falath surgiría entre los hombres de Úmbar y, usando el anillo de Barahir, detendría a los dragones. Entonces, aclamado por el pueblo de Úmbar asistiría a la llegada de las fuerzas corsarias. Como líder de aquel pueblo largamente oprimido que estaría en plena revuelta, Falath sólo debería limitarse a respetar en sus puestos a los capitanes corsarios a cambio de su ayuda. Muchos ya estaban comprados por agentes de Naron, y los demás le seguirían por miedo. Clamaría entonces su derecho al trono de Góndor, y en un arrebato de furia negaría a Alatar su alianza con Úmbar cargando contra su uso de dragones y su alianza contra los antiguos corruptos príncipes. Así, Góndor le recibiría con los brazos abiertos.

Mucho se había trabajado en aquel plan, preparado a conciencia muchos años. Lo más difícil había sido recuperar el anillo de Barahir, en poder de Eldarion, hijo de Elessar. Mientras Naraya yacía dormida en el lecho común, Falath había salido al balcón a sentir la calurosa brisa de la ciudad en aquella noche. Jor?el había sido quién le había anunciado aquella prueba, la de internarse en la fortaleza de Cirith Darnaeth en el suroeste del Imperio, la fortaleza más poderosa de Alatar y lugar donde sus hombres retenían desde hacía años a Eldarion de Góndor, primogénito de Elessar.

Jor?el : Al fin hemos llegado, Falath ? le dijo su maestra al avistar la fortaleza sobre la cima de una loma solitaria -. Ahí es donde Alatar retiene a Eldarion.

Falath : No parece muy impresionante ? dijo el Gris al observar la fortificación -. ¿Para eso hemos andado casi medio año?

Y es que el camino desde el refugio de las montañas amarillas había sido largo, a través de los lindes occidentales de la ocupada nación de Sîrayn. Falath recordó aquel lugar, allí donde la dama Jazeira había nacido y de donde había huido. Pero su recuerdo ya era vago y lejano, y Sîrayn no era su objetivo. La nación había sido rica, y ahora era una fuente de esclavos y oro para el emperador Alatar.

Avanzaron a través del país como dos mercenarios, dos espadas de alquiler. Con sus elevadas tarifas, fueron pocos los que les contrataron, pero cuando salía algún trabajo que Jor?el consideraba adecuado para el entrenamiento de Falta, lo tomaban. Así, asesinaron al gobernador Hirta, un womawí de Alatar especialmente cruel con la ciudad que regentaba. El trabajo permitió a Falath demostrar a Jor?el que estaba preparado para acceder al anillo de Barahir.

Jor?el : El anillo sellará tu acceso al trono. A ojos de todos, desapareciste en Úmbar años atrás. Así, clamarás que huiste de Muab?dad, lo que es cierto en parte, tras lo del dragón de la villa de Naron... Y a partir de ahí, vagaste investigando pistas que te llevaron a encontrar a Eldarion. Estaba muerto, y tomaste su anillo como prueba. Tras eso, decidiste vengarte de las huestes de Úmbar, y así descubriste su plan para emplear dragones para subyugar a sus enemigos y a su mismo pueblo.

Falath : ¿Y seguro que Naron será capaz de ejecutar un plan tan complejo?

Jor?el : Ni lo dudes. Nuestro señor me dijo de él que su mente es la más astuta que hay entre la raza de los hombres comunes. Desempeñará su papel.

Falath se quedó mirando a su maestra, con un interrogante en la punta de la lengua. Al fin, se decidió a preguntar.

Falath : A mi me prometió ser rey de Góndor. ¿Por qué le sigues?

Jor?el rió.

Jor?el : Porque cuando seas rey de Góndor, yo seré reina de Úmbar.

Falath : Creí que a los príncipes les iba a ser devuelta su tierra cuando hayamos acabado la guerra.

Jor?el soltó una carcajada que rompió la oscuridad de la noche.

Jor?el : Cuando la guerra haya acabado, Alatar estará muerto. Hay muchos falsos grises a los que nuestro señor ha dado algo de poder que creen que lo de Góndor será el final de las maniobras de nuestro señor. Pero no es así. Eso le hará un héroe a ojos de todos, pues la guerra se llevará pocas víctimas. Entonces, podrá acabar con Alatar el Cruel, y todos le alabarán y acatarán su derecho al trono. Los príncipes corsarios entonces, como antiguos aliados de Alatar que habrán renegado públicamente de Ancalagon, serán la presa que usará nuestro señor para celebrar su ascenso a su trono imperial. Y yo seré quien lidere esa campaña y ocupe ese trono en su nombre.

Falath se estremeció durante unos momentos. La mente de Ancalagon., que había dormido miles de años desde el amanecer de los tiempos, tenía una capacidad de planificar a años de distancia de la que cualquier mortal pudiese aspirar. Y con nulos recursos, en apenas veinte años desde su despertar había preparado la Tierra Media para ser su propio Imperio. Lograr lo que ni Morgoth ni Sauron habían logrado, y de paso ser un gobernante no sólo respetado, sino deseado por su pueblo. En el fondo, Falath se alegraba de haber elegido aquel bando. Con una Tierra Media libre de guerras bajo el mando de aquel gran emperador, Góndor prosperaría como jamás lo había hecho. Con Jor?el aliada a él, los antiguos hijos de Númenor conocerían una alianza como jamás se había visto.

De eso hacía ya unas semanas. Ahora, la fortaleza era el siguiente paso. Jor?el se había hecho con las llaves de la misma.

Falath : ¿Y qué haremos con Eldarion? ? preguntó Falath. Al fin y al cabo, era su sobrino.

Jor?el : Eso, es cosa tuya. Pero no debe morir. Alatar montaría en cólera si sucediese.

De un paño de seda, sacó una copia del anillo. Era imprescindible dársela al joven príncipe, que ya contaría con casi veinte años tras su largo cautiverio. Falath se preguntó qué clase de hombre sería el verdadero heredero de su primo.


Imagen La entrada a la fortaleza es un episodio importante, y ya ha sido llevado a cabo con éxito. Dejo a tu criterio todo lo que hay de la entrada a la misma, pero piensa que lo que describas determinará las habilidades que incrementaré a tu personaje (aparte de las que ya he ido viendo en el anterior post). Acaba el flashback justo cuando te encuentres con Eldarion, que está entrenando con un maestro de armas en el patio de armas de la fortaleza. Lo hallarás como rehén medieval: bien vestido, bien educado y bien entrenado. A tu llegada ante Eldarion, retomaré el flashback.

Imagen Como puedes ver, tenías errado lo de que Eldarion está en manos de Ancalagon. Si eso, edita esa pequeña parte de tu turno anterior.
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Darth_mandelbroth el Jueves, 28 de Diciembre del 2005 a las 23:22

Mensaje por Rittmann »

Falath sintió cómo la fresca brisa marina contrastaba con la cálida noche Umabrina. Sintió un poco de frio y se tapó con una capa de seda, pensada para ese fin.

Cerró los ojos, por dónde iba? A si, la fortaleza...

"La fortaleza era una enorme mole de bloques de basalto a lo alto de una montaña. De hecho no era una montaña normal, eran los restos de un volcán. La pared acendente era practicamente vertical i mediria unos 40m. Para entrar i salir tenia un ingenioso sistema de poleas y cuerdas que hacia subir unas cestas desde un puesto abanzado que estaba a unos 50 metros de la base de la montaña. Las cestas subían colgadas de la cuerda formando un ángulo de unos 45 grados, contó Falath a ojo.

- Virtualmente inexpugnable- murmuró el príncipe gondoriano

- ¿Eso quiere decir que te rindes? ¿Que no vas a entrar?- preguntó su mentora, risueña

- Eso quiere decir que ellos esperan que cualquier enemigo potencial se rinda- recitó él, cómo alumno que ha aprendido de memoria la lección

- Bien, ¿que vas a hacer entonces?

- Existen dos opicones. Una es escalar la montaña por la parte de atrás.. y la otra ir por allí- dijo Falth, señalando el "ascensor"- pero claro, sólo podré hacerlo si me dejas ESTO.

Falath señaló el colgante que reposaba entre los pechos de la nemuronana. Era de oro con una pequeña turquesa en su interior. Sabía que hacía, Jor'el le había dejado usarlo algunas veces. Si acariciabas la gema que se encontraba en el centro, todos los sonídos, a unos dos pasos de distancia, quedaban completamente apagados. Era un elemento perfecto para incurisiones...

- ¿Seguro que prefieres confiar en la mágia?- preguntó ella

- Es un buen momento para que la mágia nos ahorre tiempo, nadie me verá, y iré mucho más deprisa.

- Cómo quieras- dijo ella.- lanzandole el amuleto

Falath recogió la piedra mágica al aire y se la ató alrededor del cuello. Acarició la piedra central del collar y caminó, con pasos silenciados por la mágia, hacia el ascensor de la fortaleza. Se ocultó entre las sombras de la noche, usando su casi olvidad mágia de montaraz para que el páramo le cubriese con un manto de oscuridad. El primer guardia fue fácil, al fin y al cabo se suponia que era una guardia rutinaria. Incluso bostezó justo antes de que el gondoriano le rompiese el cuello con una zancadilla y un potente puntapié que descolocó su craneo.

Comprobó que el miserable que hacía cómo cadáver no llevaba nada que le pudiese ser útil y se acercó, aprovechando el apoyo mágico de su experiencia como montaraz, a la estructura de piedra y madera. Aparte del guardia apostado en la pequeña trinchera exterior, había dos más en la cara norte, la que tenía enfrente, que vigilaban las puertas. Supuso que el aparato haría mucho ruido así que tendría que matar a todos los guardias de abajo antes de subir.

Se escondió dentro de una segunda trinchera y aprovechó para rodear el edificio en dirección oeste. Al parecer no había más guardias alrededor del poste avanzado, asi que se acercó con sigilo a la pared izquierda del edificio. Caminando agachado por debajo de las ventanas fue deslizandose junto a la pared hasta que llegó a la esquina con la entrada principal. Allí estaban los dos guardias apostados. Envainó su espada lentamente hasta que recordó que no hacía ruido, momento en que la soltó para que se deslizará sola hasta quedar perfectamente envainada. Colgó de un movimiento su escudo en su espalda y empezó a trepar, con un silencio escandalosamente mágico, la pared oeste de la cabaña. Llegó al tejado sin mucha dificultad y, desde allí se coloco justo encima de los dos guardias.

Falath los miró. Pobres desgraciados. Antes le hubiesen hecho mucha más pena que ahora. Seguramente tenían familia, esposa e hijos. Pero ese era un momento importante para la tierra media y era preciso que murieran. A lo mejor, algún día, eregiría una estatua en nombre de todos los que dieron su vida para un futuro más prospero.

De su cinturón sacó dos hachas arrojadizas. Recordó lo impresionante que le habían parecido esas armas norteñas. Tan bien equilibradas y eficaces en distancias cortas. De un salto se plantó en medio de la puerta sin ningún ruido y, ante la mirada y consiguiente grito de sorpresa de los asombrados guardias, clavó, con aterrante precisión, las dos hachas enmedio de las cabezas de los pobres diablos.

Limpió sus armas en las capas de los muertos y arrojó estos a la trinchera. Se las apaño para no mancharse en absoluto, ya que la práctica hace al maestro. La puerta se abrió sin crujido alguno y sorprendió al solitario guardia que estaba dentro, escribiendo un informe. Su pluma no fue, cómo dice el refrán, más fuerte que la espada de Falath y pereció bajo la cuchillada del príncipe de Gondor.

Con una rápida mirada descubrió cómo funcionaba el mecanismo, que de hecho era muy simple, y se dió cuenta de que la fuerza motriz que lo impulsaba estaba arriba, en la fortaleza. Al parecer también había lo que parecía un sistema de aviso. Al lado había escrito, con letra pequeña y minuciosa lo siguiente:

"Un golpe, subir. Dos golpes, peligro".

Agradeció una vez más que Jor'el hubiese insistido en aquello de aprender el idioma.

Falath se subió a la cesta, tiró una vez de la cuerda y preparó sus dos hachas arrojadizas. Sabía que sería mejor trepar por la cuerda y aprovechar el factor sorpresa, pero necesitaba ir deprisa. En pocos segundos, la cuerda empezo a dar fuertes tirones y a subir la cesta de mimbre hacia la fortaleza. Falath no tenía ni idea de que mecanismo utilizaban pero no era nada convencional.

Poco a poco la cesta iba subiendo hasta que Falath pudo empezar a distinguir, enmedio de la niebla, una de las torres de la fortaleza. Al parecer se dirigia a una entrada en la roca, donde terminaba el viaje de la cesta. Rapidamente se colgó de la parte trasera de esta quedando oculto tras el mimbre. Oyo voces que hacían pregutnas en la niebla:

- ¿Johen?¿Eres tu? Mira que cuanto te hayas vuelto a olvidar alguna estupidez cómo la última vez te juro que te voy a.... bueno... ¡es que hasta tube que despertar al adiestrador del troll para que te subiese!

"Troll" pensó Falath "así es cómo lo hacen"

- ¿Johen?¿Porque no dices nada? Espero que la puta cesta no estee vacía en cuanto llegue aquí porque alguien va a sufrir mucho si esto ocurre, ¿Me oyes Johen? ¡Me cago en tus muertos!

La cesta ya se encontraba sólo a unos 5 metros de la fortaleza, aunque la espesa niebla dificultaba mucho la visión del guardia este se dio cuenta de que estaba vacía.

- Johen, te vas a enterar, esta vez si que vas a flipar, al cabo Hodreggast no le va a gustar que gastes este tipo de bromas, no señor... parece que por fin te he pillado...

El desgraciado guardia se dió la vuelta para correr a contarselo todo a su superior pero en este momento, Falath, que se había mantenido oculto tras la cesta, arrojó una de sus hachas arrojadizas clavandola con mortal precisión en la nuca del soldado. Sus vertebras aplastaron su traquea y su laringe de forma que no pudo soltar ni un triste grito ahogado antes de caer muerto. "Pero el problema de los tipos como ese", recordó Falath, "es que no llaman la atención cuando gritan, sino cuando dejan de gritar". En efecto, a los pocos segundos de la muerte del soldado, tiempo que Falath aprovecho para bajar de la cesta, recojer su arma y guardarla en el cinto, una cabeza apareció procedente de un corredor lateral. Un hombre moreno y de pelo negro con ojos penetrantes y visibles marcas de sueño. La cabeza tiene buenos reflejos, porque desaparece justo en el momento en que el hacha de Falath pasa volando por la overtura.

El gondoriano hecha a correr detras suyo. Y entra en la sala oscura. "Tengo que eliminarlo antes de que dee la alarma", piensa el príncipe, "sino la habré cagado". Llega a una sala pequeña y completamente sumida en tinieblas. Pero algo guia su mano. El desdichado se gira para ver si le sigue, y con eso muestra el blanco de sus ojos al discipulo del gris, que representan un blanco perfecto dentro de la habitación. El hacha de Falath abandona su mano a toda velocidad y se entierra con profundidad en la cabeza del hombre, que muere con un suave gorgoteo y un sonido sordo al caer su cuerpo al suelo.

Pero hay algo más en la habitació. Algo se mueve entre las sombras. Falath oye una respiración, como dos fuelles encajados dentro de un saco de musculos. Otro hijo de Melkor, que fue el vala que más criaturas engendró, desafiando la capacidad creadora de Eru. De los Ents Morgoth hizo a los trolls. Enormes y fuertes como la raiz que perfora la roca. Vagos y estúpidos, sólo encuentran placer en destrozar todo a su alrededor. Falath podía ver los puntitos rojos inyectados en sangre que eran los ojos de la bestia. Podía escuchar los bajos gruñidos que soltaba el enorme mastodonte, incluso podía oir las gotas de baba que caían de su boca llena de espuma borboteante. Acababa de matar a su adiestrador, nada le retenía allí. Lo último que había hecho el hombre había sido desatar la béstia.

Falath tenía que pensar rápido. Si se alejaba la ´béstia soltaria un rujido antes de perseguirlo, con lo que daria la alarma. Pero si se acercaba le haría trizas. Mientras no se moviera mucho el troll esperaría su primer movimiento.

Falath tubo una idea. Con movimientos lentos, desato el colgante de Jor'el de su cuello y lo ató a una de sus hachas arrojadizas. Tenía que silenciar al troll como fuese. Con lentitud fue levantando el hacha por encima de su cabeza. El troll contemplaba con agresividad contenida todos sus movimientos. De repende Falath arrojo su arma con una inesperada explosion de fuerza. El troll trató de esquivarla pero el hacha fue a clavarse firmemente en su pierna. Falath no vio como el troll abria la boca para soltar un rujido ni lo escucho gracias a la magia del amuleto de Jor'el, pero nada pudo impedir que el terrible aliento de la criatura le llegase, puaj.

La mole de músculo y testosterona cargó contra él con intenciones clarmente homicidas, pero a Falath no le asustaba el mayor tamaño de su oponente, sabía que representaba que tenía pequeñas ventajas.

El troll cargó sin pensarselo. Su enorme tamaño le hacía pensar, si es que la criatura hacía tal cosa, que podía aplastar facilmente a ese ser que había irrumpido en su guarida. Pero Falath sabía como enfrentarse a enemigos montados o de mayor altura y eludió con facilidad el primer golpe del troll, con las manos juntas y desde arriba (uppercut estilo rondador nocturno). Una vez en el flanco descubierto de la béstia falath hundió su espada ancha tan profundamente como pudo, pero el gigantesco troll no pareció falquear mucho. Falath tendria que probar con una estrategia disitnta.

Para su mala suerte, la espada parecía haber quedado atascada y el tiempo que perdío tirando de ella fue suficiente para que el brazo izquierdo del troll saliera disparado hacía atrás propinandole un golpe que lo hizo salir despedido hasta estrellarse con la pared del cúbil del troll. Falath quedó tendido en el suelo, aturdido por la comoción, mientras en troll, con la espada aun clavada en su gruesa capa de grasa y musculo, se acercaba a él para arrancarle la cabeza.

Los trolls son criaturas crueles por naturaleza, les gusta el sufrimiento ajeno y se regodean en ello. El odio de años de encarcelamiento de aquella criatura hacía que cualquier oportunidad para hacer sufrir a alguien fuera aprovechada al cien por cien. El troll agarro a Falath por debajo de los hombros, aprisionando sus brazos contra su cuerpo con sus enormes manazas. Y lo levantó del suelo como si fues una muñeca de trapo. Alzó su cuerpo para ver su cara mientras lo estrujaba como si fuese un limón. Cuando su cara estubo a su altura, el gigante empezó a hacer presión. Falath sintió como las placas de su armadura empezaban a ceder y a presionar su cavidad toracica. Tenía que espavilar o quedaria mas delgado que los refugiados de Úmbar.

Falath miró los ojos de la criatura. Y le dijo algo en una lengua olvidada. Jor'el sólo le había enseñado algunas palabras sueltas en el cavernario idioma de los trolls. Aquello era un insulto referente a su madre, aunque no sabía exactamente que le estaba diciendo. El troll abrió mucho los ojos. Aquella patética criatura que estaba a punto de espachurar le estaba insultando, aun peor, estaba insultando a su madre!. Le aplastariá y sufririá mucho, decidió.

Acercó su fea cara al rostro del gondoriano para ver mas de cerca las muecas de dolor del príncipe. "Dioses, que hedor" pensó Falath "no me extraña que las hembras Ent huyeran si todos los machos eran así...".Pero en el momento en que el troll se disponía a acabar con él, Falath propinó un golpe con toda su frente en la pequeña nariz del monstruo. Este aulló de dolor y soltó al gondoriano para sujetarse el dolorido organo olfactivo. Falath caió al suelo sin poder sostenerse de pié. El troll daba saltos entre sordas quejas por el dolor. Falath estaba en el suelo, tratando de recuperar el aliento, y murmurando algunas palabras en voz baja.

De repente el troll paró de saltar y se encaró a Falath. Se acercó a él con cautela, lo había infravalorado pero no volvería a pasar. Aplastaría a esa criatura rápidamente y se olvidaría del tema, no podía ser tan difícil, no?

Falath acabó sus murmullos y se quedó quieto, en tensión, esperando que el troll se acercase. Este empezó a avanzar hacía él con cautela, pero cuando ya empezaba a elevar sus brazos para atestarle el golpe final, Falath dió un salto desde el suelo y, agarrandose con la mano zurda al hacha arrojadiza que tenía el troll clavada en la pierna, plantó la palma de su mano derecha, desnuda, enmedio del pecho de la béstia. Notó como se desataba el terrible hechizo que había estado convocando mientras notaba que sus propias heridas se iban cerrando gracias a la energia vital que robaba al troll. Este estaba en estado de shock por culpa del hechizo y no podía moverse mientras notaba como le abandonaban las fuerzas. El troll se tambaleó hacía atras mientras Falath, recuperado de nuevo, le arrancaba la espada que tenía clavada en un costado de un fuerte tirón.

Pegó una patada al troll que se tambaleó hacía atras. Este trató de huir de una criatura tan poderosa, Pero Falath no podía permitir que escapara con el amuelto de Jor'el, asi que, de un salto se encaramó encima del troll, y, guiandole como pudo, hizo que fuera hacía la cesta de bajada. El troll se dio cuenta de que iban al aire libre y quisó salir por la obertura de la cesta. Falath, anticipando el desastre, se deslizo por su espalda con facilidad y desclavó el hacha del muslo del troll mientras le sajaba un pie con su espada ancha. La béstia perdió el equilibrio y, tropezando, cayó tan largo cómo era. Ahora lo primordial era que no gritase, y Falath clavó el hacha, aun llena de sangre de troll, en la nuez de su enemigo. Ahora ya no podría gritar. El troll ya tenía bastante. Se irguió tan alto cómo era, cosa que tumbó a Falath, y empezó a correr hacía la salida. Su pérdida de sangre y el robo de energia perpetrado por Falath hacían que no pudiese pensar con mucha lucidez, así que sus instintos le decían que corriese hacía el aire libre, donde podria huir en cualquier dirección. El problema era que su instinto no sabía que había un precipicio de 40 metros después de la puerta, cosa que acabó con una caída libre de la béstia hasta acabar en las afiladas rocas del pie del volcán.

"Pobres", pensó Falath, "lo que debe costar subir un troll aquí y yo les tiró el que tenian..."

Falath reconoció que hasta el momento había tenido suerte. Sabía qeu no podría eludir la alarma para siempre, así que tenía que espavilar. Le hacía falta un mapa, tenía que encontrar uno.

Falath empezó a andar por el pasillo hasta llegar a un enorme patio interior. Parecía que la enorme fortaleza estaba hueca en aquel punto. Una increible explanada interior cubierta por un techo abobedado con un agujero enmedio del tamaño de un dragón ocupaba el enorme patio. No sólo eso. Aqui y allí había muñecos de entrenamiento, armas romas, y algún que otro muchacho entrenando. Falath se ocultó. Las proporciones de aquella fortaleza no dejaban de sorprenderle. Allí se podía alojar sin problema todo un ejercito. Falath empezó a hacerse una pequeña idea de cuan poderoso se había vuelto Alatar. Con más hombres de los que jamás nadie pudo soñar a sus ordenes. Alatar poseía la mayor fuerza militar de la tierra media, más fuerte aun que los dragones del Gris, pero eso podía remediarse...

Oculto por las sombras de la mágia y silenciado por el amuleto de Jor'el, Falath se coló por un pasillo y fue errando hasta que oyó hablar a un sirviente de las "estancias para invitados". Falath sabía que Alatar no tendría a su sobrino en una mazmorra, más bien al revés, lo consentiría a fin de poder manipularlo.

Falath siguió con sigilo al sirviente que iba hacia dichas cameras. Hasta que encontró una puerta custodiada por dos guadrias. Se ocultó y esperó dentro de un pequeño armario desde el que se podía ver con claridad la puerta.

Kom y Grod estaban aburridos. Montar guardia en los aposentos de los invitados era la cosa más triste del mundo. Pensaban que al enrolarse a la guardia de Alatar conseguirian glória y honor, pero no. No sólo etaban lejisimos de su Woman natal, sino que además tenían que montar guardía ante la puerta de un estúpido crio. La vida era injusta.

Pero Grod no pensaba lo mismo. En su escrutinio perfecto de cada 5 minutos había visto una moneda de oro reluciente en el suelo. En cuanto se había fijado mejor había visto que había otra, y otra, y otra. Al parecer iban hacia un armario que se usaba como guardaropa de los invitados. Era una estancia enorme llena de abrigos y ropajes varios. Grod pensó que, seguramente, el bolsillo de un rico visitante estaría agujereado y habría ido perdiendo su preciada carga de camino hacía allí. No quería que Kom se enterase, o tendría que repartirselo con él. Así que urdió un estratajema.

-¡Eh, Kom! ¿¡Has visto!?

-¿Qué?¿Dónde?

-¡Allí, en el guardaropa!

-¿Qué?

-¿Es que no lo vees? ¡He visto claramente un movimiento de capa!

- Oh, venga ya Grod. Aquí nunca pasa nada, podría ser el viento moviendo las miles de prendas que hay en ese lugar...

- Si claro, ahora estamos diciendo esto, y al momento siguiente resulta que un ejercito invasor se ha infiltrado en nuestra base y nosotros aquí sin hacer nada. Iré a comprobarlo, tu quedate aquí para vigilar y cubrirme, si no he vuelto en 15 minutos, pide refuerzos.

- ¿En serio? ¡No digas bobadas Grod! Luego el que se chupa las bronas soy yo, ya sabes lo duro que es el cabo Hodreggast

Grod abandonó su puesto y se internó en el guardaropa contento, a ver si encontraba el origen de estas monedas de oro. Pero nunca lo conoció. Pues Falath le rompió el cuello con un acertado golpe de su escudo y cayó al suelo, desnucado. Kom no oyó nada grácias al amuleto que llevaba Falath. A los 15 minutos el guardia empezó a mosquearse.

- Grod, ¡sal ya de allí!

- ...

- En serio Grod, me estas empezando a mosquear. No voy a pedir refuerzos ahora, sabes lo que se mosquearía el cabo, ¿verdad?

- ...

- ¿Grod? Oh, mierd...

Kom nunca pudo acabar la frase, ya que un hacha arrojadiza se le clavó enmedio de la cabeza. El amuleto que llevaba atado imidió que se oyiese ruido alguno cuando su cadaver cayó al suelo enmedio de convulsionse espasmódicas. Falath salió de su escondrijo cómo una exhalación. Escondió rapidamente el cadáver entre vastidores (literalmente) y entró en los aposentos para invitados.

Se encontró en un largo pasillo con varias puertas. En cada puerta había un nombre escrito en la lengua sureña que Jor'el le había obligado a aprender. Buscó la que ponía Eldarion y entró cubierto por un manto de silencio y oscuridad.

Se encontró con una sala bien amueblada. Cualquiera diría que se trataba de una elegante posada sureña si no fuese por los barrotes de la preciosa ventana que daba al devastado paisage cercano a la fortaleza. La habitación estaba cubierta de cogines y, en un rincón, Falath pudo ver una cama y lo que parecía un escritorio. En el escritorio Falath pudó ver a quien buscaba. A Eldarion, el hijo de su primo, heredero al trono de Gondor.

Se acercó con sigilosas pasas, cerrando la puerta detrás suyo. El príncipe le recordaba a su primó de joven. Alto y imponente, así cómo a su madre, bella y eterna. Falath restó unos instantes observando, mientras desactivaba el collar...

- Eldarion...



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Ultima edición por Darth_mandelbroth el Mie Feb 22, 2006 11:42 am, editado 1 vez
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Rittmann el Viernes, 16 de Febrero del 2006 a las 23:22

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Eldarion miraba con ojos expectantes al extraño hombre que había entrado en sus estancias. El sudor de su frente y las marcas de heridas recientes le dijeron al heredero del trono de Isildur que aquel hombre había penetrado en la fortaleza por la fuerza de las armas, y eso sólo le advirtió sobre cuán peligroso debía ser.

Sus ojos profundos como el mar escrutaron las facciones que tenía ante él. Los de Falath hicieron lo propio con el hijo de Elessar. En aquellos años de cautiverio, ya había dejado de ser un niño y era un adolescente. Había en su mano una espada de madera, un arma de entrenamiento que sin duda el Emperador había puesto allí para que las habilidades del joven príncipe en las armas no fuesen descuidadas. Eldarion la había tomado de manera instintiva, advirtiendo el peligro que emanaba de aquel que había forzado su entrada en sus estancias.

Por un momento, los ojos de Eldarion estremecieron a Falath. Eran los ojos de su madre, de Arwen Estrella del Atardecer, y como si en su interior hubiese una luz más terrible que el Alba, le hirieron el alma. Sólo fue un momento, pero Falath no pudo reprimir un sentimiento de angustia que le forzó a mirar sus manos manchadas de sangre, y su espíritu cada vez más y más oscuro. La culpa reflotó como no lo había hecho en años, y el dolor que había sentido al convertirse en Gris afloró de nuevo. Sintió frío, y sintió cómo sus piernas le fallaban, y sin saber cómo, el suelo le besó en su caída.

Cuando recobró el sentido perdido por unos instantes, los mismos ojos volvían a mirarle, pero eran ojos hendidos en lágrimas a la vez de alegría y de tristeza.

Eldarion : ¡Erudil! ¡Has venido a buscarme! ¡No sabes cuánto me alegro de verte!

"Erudil... Cuánto tiempo hacía que no oía ese nombre..."

Y algo en el interior de Falath se agitó, punzante e hiriente como un estilete clavado en su corazón. Y el dolor que sintió al convertirse en Gris reflotó nuevamente, y su rostro se desencajó en dolor. Oscuras nubes le nublaron la razón, y en su dolor y angustia se llevó las manos a la cabeza. Y al fin, entre jadeos, se alzó alto como era, enterrando nuevamente a Erudil. Y los ojos de Falath se apartaron de los de Arwen encarnados en el rostro del príncipe de Góndor, y se posaron en el anillo que llevaba en su dedo. El anillo de Barahir.

Imagen Bien, turno nuevo para Falath. Esencialmente, es un turno para interaccionar con Eldarion (que no Elendil), quitarle el anillo y dejarlo con vida - pues al Gris no le interesa que muera aún, pues alteraría los planes de Alatar, y eso no interesa -. Esta es la primera vez que te sucede algo así, y puedes asumir lo desconcertante que es. Ah, en la huida Falath se encuentra con la fortaleza en armas. Cuando llegues a la sala de la cesta, detente antes de entrar en ella: está llena de guardias. El resto, plena libertad.
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Darth_mandelbroth el Martes, 27 de Febrero del 2006 a las 11:56

Mensaje por Rittmann »

El verdadero heredero del trono de Gondor, Eldarion, hijo de Elessar y Arwen, se giró y observó a Falath. Y Falath se derrumbó ante la mirada hirientemente pura del que fuese su sobrino.

Desde detrás de los muros de su conciencia asomó una cabeza, una idea mucho tiempo atrás desterrada. Era Erudil, el montaraz olvidado en las

Es inutil que lo intentes. Mi fuerza es mi razón y nada puedes hacer para gobernar mi voluntad, Erudil. Tu propía ignorancia hizó que naciese yo, fruto de nuestras ansias de libertad. Tu sólo eres lo que yace olvidado, la parte que no valía la pena conservar. La parte obsoleta.

Erudil, con tu nombre se fue la obediencia ciega, la fe sin motivo. No obstante yerras si crees que no conservo tus virtudes. Al fin y al cabo yo soy tu, n lo olvides. Tu sentido de la justícia, tu valor, tu tenacidad. Todo esto no esta olvidad, es mas, forma parte de mi naturaleza más profunda, porque es lo único que nos defíne como el mismo ser. No me obligues a destruirte, pues tu supervivencia me recuerda quien soy.


Me conoces, Falath, y sabes que luchare hasta el final.

Entonces no me dejas más remedio que incapacitarte, descansa, Erudil, amigo de Eru.

¿Que...? Unos tentaculos grises agarrarón la conciencia de Erudil. Y lo arrastrarón a los más recondidos rincones de la memoria. Allí restaría, aprisionado por la represión del poder del Gris, hasta que Falath lo liberara.

Cuando recobró el sentido Falath vio que Eldarion lo miraba.

-¡Erudil! ¡Has venido a buscarme! ¡No sabes cuánto me alegro de verte!

"Erudil... Cuánto tiempo hacía que no oía ese nombre..."

En su interior sintió como se revolvia el ser que acaba de encerrar. Y el dolor que sintió al convertirse en Gris reflotó nuevamente, y su rostro se desencajó en dolor. Oscuras nubes le nublaron la razón, y en su dolor y angustia se llevó las manos a la cabeza. Erudil quería salir. Quería abrazar a su sobrino y, juntos, derrocar al Gris y desafiar a Alatar. Pero Falath sabía que eso, aunque bonito, sería inutil y desastroso para mucha gente. Asi que no dejó que ocurriera.

Y al fin, entre jadeos, se alzó alto como era, enterrando nuevamente a Erudil. Y los ojos de Falath se apartaron de los de Arwen encarnados en el rostro del príncipe de Góndor, y se posaron en el anillo que llevaba en su dedo. El anillo de Barahir.

-Eldarion... ya no me llamó Erudil. Ahora mi nombre es Falath. Es una larga historia que no tengo tiempo de contarte. Tu padre... tu padre esta en apuros. No puede dirigir el reino y tendré que hacerlo yo. Por desgrácia no puedo llevarte conmigo. Aquí estarás a salvo.

Pero necesito tu ayuda, Eldarion. Nececito que me dees el anillo de Barahir. No quiero ponerte en peligro así que lo haré yo. Fingiré tu muerte ante nuestros asaltantes para no ponerte en peligro y trataré de Alatar no se salga con la suya. No temas, pequeño. Gondor estará a salvo hasta que regreses, y tambíen cuidare de tu madre
- dijo Falath, añadiendo un guiño-No te preocupes, pronto terminará todo esto. Me encargaré de ello.

Tal vez fuera la determinación en el rostro del Gondoriano. O tal vez fueran sus vanas promesas después de tan largo cautiverio, el caso es que el joven príncipe fue convencido por el que fuera montaraz.

-Esta bien Erud... Falath, te daré mi anillo, al fin y al cabo eres de mi familia y se que puedo confiar en ti para que cuides de todo. Lo que no entiendo es porque me dejas aquí prisionero...

-Aquí nada puede pasarte, Erudil, mientras que nuestra tierra esta a punto de pasar por momentos muy difíciles. Aun eres muy joven para comprenderlo, pero ni tu padre, ni tu madre ni yo queremos verte sufrir. Estoy seguro que estarían de acuerdo conmigo.

Cuando regreses y seas un hombre fuerte y derecho, te enseñaré a manejar una espada como es debido, y no ese trozo de madera!
- la momentanea carcajada de Falath, debio recordar a Eldarion tiempos mas felices, porque una lagrima pura como el agua de manantial rodó por su mejilla hasta despeñarse contra el suelo. Falath sintió una punzada por lo que estaba a punto de hacer.

-No llores Eldarion, por favor, me rompes el corazón. Te juro por lo más sagrado que volveré a buscarte aunque tengá que ganar un pulso al mismo Tulkas, volveré por ti, jovencito

El joven príncipe asintió en un esfuerzo por contener las lágrimas y parecer mas adulto de lo que podía ser. Se quitó el anillo del dedo y lo entrego a su tio. Este lo aceptó, repitiendo el juramento por dentro, pensara lo que pensara el Gris, y, con un gesto rápido de adiós, salió de la habitación.

Eldarion se quedó mirando unos instantes la puerta, tratando de asimilar lo que acababa de pasar, realmente.

Falath, mientras tanto, había recorrído el pasillo que uso para entrar. Había llegado al patio de armas eludiendo algunas patrullas que le buscaban, y se había encontrado el recinto vacío.

Falath se escabulló como una sombra, oculto por su mágia de montaraz y inaudible grácias al collar de Jor'el, sin ser visto u oido por nadie hasta que avistó la sala de la cesta. Entonces entendió porque la única entrada, y salida, ocupaba una sala tan grande. Estaba llena de guardias, aunque hubiese sido invisible hubiese tropezado con ellos para pasar.

Falath maldijo para sus adentros. Tendría que buscar otra forma de salir de allí. ¿Pero cómo? La única salída estaba bloqueada por todo un ejército. Aunque llegase a la cesta podrían abatirlo con facilidad mientras bajaba.

Estubo un rato escondido, mientras buscaba una solución. Tenía que darse prisa, oyó como un oficial ordenaba que se ejecutaran batidas por toda la fortaleza para encontrarle. De momento estaba a salvo, pero quien sabe cuando tardarían a encontrarle.

Falath se estrujó los sesos para descubrir una forma de salir. Hasta que recordó una de las lecciones de Jor'el.

-¿Como entrarías en un hormiguero, Falath?

- Supongo que me haría invisible para una hormiga. Como veen el mundo a traves del olor, buscaría el olor que neutralizara el mio.

- Hay una forma más facil. No da tanta ventaja ser insible, como que no se figen en ti. ¿En que no se fijaría una hormiga?

- No se... ¿tal vez tendría que disfrazarme de hormiga?


Eso iba a hacer. Disfrazarse de hormiga.

Falath deshizo el camino hasta el guardaropa de la fortaleza, donde había escondido los cuerpos de los dos guardias. Allí no le fue difícil encontrar ropa para soldado. Envolvió sus cosas en un fardo, y finjió que trasladaba algo. Fue andandó con el fardo ante si, de modo que no se le veía la cara. Nadie le preguntó nada, aunque sólo se cruzó con sirvientes, que temían el poder de los oficiales.

Al fin llegó a la sala que daba a la sala de la cesta. Este era el punto clave de su plan...

- Pero es imposible que parezcas tan hormiga como una hormiga

- Entonces supongo que tendría que ser discreto, y que las hormigas no se fijaran mucho en mi.

-¿Y cual es la mejor forma de lograr eso?

-¿Haciendo que se fijen en otra cosa?


Falath chocó intencionadamente con uno de los soldados. Este se quejó.

-Vijila por donde vas! Esupido! - Gruñó el sureño. Era un hombre enorme, apestoso y con la piel negra como la pez. Sus dientes blancos y sus ojos aparecian y desaparecian de su cara con un contraste tremendo.

-Lo siento - murmuró Falath, alejandose tan rápido como podía

Al cabo de unos instantes el soldado negro cayó al suelo entre convulsiones. Al momento se formó un corro a su alrededor. Se oían los gritos del pobre desdichado mientras su higado se hinchaba como un balón.

Falath empezó a avanzar hacia la cesta a toda prisa, cruzandose con gente que no le miraba a él, miraban al enorme bulto de carne que empezaba a asomar por el abdomen del afectado por el malefício del gondoriano.

Un terrible aullido desgarraba la sala mientras el sargento agonizaba en el suelo. Falath ya casi había alcanzado la cesta cuando estalló. Oyó la explosión y notó como los pedacitos de carne quedaban pegados a la capa de uniforme que llevaba pese a la distáncia. Escuchó cómo algunos de los hombres vomitaban presa del asco de la situación y como algunos incluso lloraban. Y entonces, alguien le gritó por detrás.

-¡Eh tu! El del fardo, ¿donde vas?

No se giró, no perdió tiempo en ello. Hechó a correr empujando soldados con los codos, sólo le faltaban cinco metros para llegar a la cesta.

-¡Ha sido él!¡Cojedle!

La voz era autoritaria, Falath supuso que habría otro oficial en la sala, porque multitud de soldados se dirigierón a la vez hacia él. Pero, cómo es bien sabido, las muchedumbres, si bien son rapidas en enfurecerse y prestas a actuar, no son muy dadas al analisis rápido. Así que mientras los soldados trataban de avalanzarse todos a la vez sobre el príncipe gondoriano, este saltó dentro de la cesta, se encaramó al borde de la misma, dejó caer la armadura de soldado que llevaba, torpemente abrochada y sacó una de sus hachas arrojadizas del fardo.

El primer soldado había alcanzado la cesta cuando Falath saltó, usando el hacha para resbalar por la cuerda hacía abajo. Apenas pudo sujetar el fardo entre sus piernas mientras duró el corto trayecto. La velocidad hizo que le saltaran las lágrimas y que le dolieron las manos por tener que sujetar su cuerpo.

Detrás suyo oyó algun grito y notó que alguien subía a la cesta para tratar de seguirlo, iba a encargarse de esto más tarde.

Conforme se acercaba la caseta Falath empezó a ver un fallo fundamental en su plan. El freno. Cuando sólo faltaban unos 10 metros para llegar al final de la cuerda, y cuando estaba a unos 7 metros del suelo, Falath se soltó. Cayó en picado y el impacto fue tremendo. Rodó practicamente inerte hasta dar con la pared de cañas de la cabaña, que destrozó debido a la velociadad que llevaba. Y así quedó unos instantes, sangrando en el suelo.

Le despertó el sonido de la gigantesca polea que hacía girar la cuerda que subía y bajaba la cesta. Trató de levantarse trabajosamente. Le dolía una pierna, pero no parecía rota. Lo que si tenía rotas eran tres costillas, el escudo que cargaba en el fardo había golpeado de canto en su costado causando estragos, le haría falta algo de reposo y le aparecería una nueva cicatriz, pero ahora no tenía tiempo para eso, tenía que impedir que la cesta bajara y le capturasen.

Se levantó agarrandose el costado con el brazo izquierdo, mientras que con el derecho agarraba la espada del guardia que había matado antes. Empezó a golpear la cuerda con la espada, pero era muy difícil de romperla porque se iba moviendo. Y sólo podía dar tres golpes en un mismo trozo de cuerda.

Falath dejó caer la espada al cuarto intento, ya debían estar a medio camino, se le acababa el tiempo, y las fuerzas. Ahora mismo no podría enfrentarse a los 4 hombres que debían bajar por la cesta. Invocandó el último reservorió de fuerzas del que disponía, trató de usar un extraño conjuro. Uno que añadía años al objetivo. Hasta ahora sólo lo había usado con seres vivos, pero Falath sabía que la cuerda estaba hecha a partir de cañamo, y que el cañamo era un ser viviente.

Tocó la cuerda, mientras esta se movia sinuosa como una serpiente bajo su mano, y empezó a recitar una letanía en valinoriano negro. Vio como las credas empezaban a enegrecer y a romperse una a una. La cuerda crujió y se volvió absolutamente negra. Falath recojió la espada del suelo y golpeo la maltrecha cuerda en un movimiento. Sólo consiguió cortar la mitad, pero el resto cedió con un latigazo que tumbo al príncipe Gris, que terminó al otro lado de la estancia después de un sonoro golpe con la pared de caña de la cabaña, que dejó una visible marca. El grito de horror de los 4 hombres que viajaban en la cesta, le confirmó que había conseguido lo que se proponía.

Abrió el puño izquierdo que le recordó porque estaba allí. En su mano vio el porqué de esta incursión y el porqué de serguir vivo. Vio la esperanza de Gondor. Vio el motivo por el que debía vender su alma. Por el que QUERÍA vender su alma. Vio el anillo de Barahir.

En el fondo de su alma, Erudil se revolvió en su cárcel de grises sombras. En la cúspide de su consciencia, Falath dio un paso más hacia la horrible libertad...
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"Puedes pensar que las cosas cambian, pero los errores siempre son los mismos..."

- Kurage , Corona de los elementos con Gema del agua [minero III](25)
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Rittmann el Lunes, 2 de Abril del 2006 a las 02:29

Mensaje por Rittmann »

Desde los ventanales del palacio del príncipe de Úmbar, Falath acarició el anillo de Barahir recordando la promesa hecha a Eldarion. Las estrellas ya brillaban en aquel dulce atardecer.

En su cinto, Falath ajustó a Sombra. Normalmente nunca la llevaba encima. Era la espada que Jor'el le había entregado poco después de obtener el anillo de Barahir, de filo oscuro y ponzoñoso, la muerte Gris. Normalmente llevaba su otra espada, Amanecer, blanca y pura. Esa noche portaba las dos. Y es que si algo iba mal, quería poder contar con todo el poder de su mejor arma para salir airoso. Pero... ¿Qué podía salir mal? El Gris en persona había tramado todo aquello durante años. Todo estaba a punto.

Jor'el : Es la hora, Falath.

El dúnadan se giró lentamente y se echó la capucha sobre la cabeza. Con pasos rápidos y silenciosos se dirigió con Jor'el a los sótanos de palacio y salieron de él por pasadizos oscuros y poco conocidos. Ya en las calles de Úmbar, fueron al lugar de encuentro.

En el almacén estaban congregados un centenar de hombres. Dos de ellos eran falsos grises, los líderes de la resistencia contra los príncipes de Úmbar, creados por Naron. Falath había hablado con ellos en un par de ocasiones. Uno era un numénoreano de sangre pura con familia en Bolzano: esposa e hijos muertos por los dragones del mar. Un fanático sediento de venganza. El otro era más estable, y por ello menos carismático. Era la creación de Naron.

Hryndor : Bienvenido, príncipe Falath - dijo el segundo -. El aviso era urgente. ¿De qué se trata, para reunir a tantos de los nuestros? Esto es peli...

Falath : Peligroso, sí - le cortó -. Pero más peligroso sería no hacerlo.

Jotumm : ¿De veras? - espetó el otro.

Falath : Como sabréis, las actividades de la Resistencia han sido molestas para los señores del mar... Y también ha sido molesto el enclave de los Refugiados en las afueras de la ciudad. Han decidido acabar con todo esto, esta noche. Van a mandar a sus dragones contra el campo de refugiados, pero aprovecharán para asestar un golpe de terror contra la ciudad y los que simpatizan con nosotros.

Los presentes se miraron entre sí, sorprendidos.

Falath : La información es fiable. El sacerdote Naron me la ha dado en persona en cuanto ha podido. Piensan acabar con las casas de los gremios.

Jotumm : ¿Los gremios? ¿Cómo lo han sabido? Mierda... Contra esos dragones no se puede luchar... ¿Y un traidor les ha...?

Falath : No son estúpidos. No les hace falta un traidor para darse cuenta que los gremios hace tiempo que les quitaron su apoyo, desde que los dragones han hecho que muchos hayan cerrado sus rutas por mar con nosotros. Los gremios salen perjudicados, y las quejas no son atendidas. Luego la Resistencia aparece. Hasta un ciego se daría cuenta. De todos modos, ese no es el verdadero problema.

Hryndor : ¿Y qué vamos a hacer? Somos pocos para luchar contra dragones... ¿Y qué quieres decir con que ese no es el verdadero problema?

Jotumm : Sí, por mucho que seas el hombre de confianza de Naron, ¿qué puedes hacer tú?

Falath : Qué puedo hacer...

Falath sonrió mentalmente. Había llegado el momento de empezar a reclamar su trono. Se quitó el guante izquierdo, y el anillo de Barahir quedó al descubierto.

Falath : Este es el anillo de Barahir. Me llamáis príncipe, sí, pero no soy príncipe de Úmbar. Soy Erudil, príncipe de Góndor. Y esta maquinación de los príncipes es una trama urdida contra toda la sangre de Númenor desde el lejano Este. Todos habéis oido hablar de Alatar el Eterno, emperador de Womaw, aquel que dio los dragones a los príncipes de Úmbar... Y que los usa como marionetas para controlar a los númenoreanos. Trata de hacer lo mismo en Góndor, porque nos teme. Un verdadero príncipe de Númenor nunca atacaría a los suyos.

La conmoción entre los presentes fue grande. Todas las miradas estaban fijas en Falath y en su anillo.

Jotumm : ¿Príncipe de Góndor? - dijo con recelo.

Falath : Protegido por Naron, víctima de una conspiración hace años. He estado investigando a Alatar el Eterno muchos años, y sólo desea la muerte de los dúnedain. Los príncipes de Úmbar creen que este ataque acabará con sus enemigos. En realidad, Alatar ha ordenado arrasar la ciudad. Son sus dragones, al fin y al cabo.

Las miradas de todos los presentes eran de shock.

Jotumm : Eso que dices es muy gordo... ¿Cómo lo has...?

Jor'el : Los hombres habláis demasiado en la cama - dijo la sedosa voz de la maestra de Falath desde una sombra -. Escuchad a Falath, dice la verdad. O no le escuchéis, y pronto todo estará perdido para Úmbar.

Falath : El ataque empezará en el campamento de refugiados, pero poco después pasará a la ciudad. Alatar quiere matar a todos los hijos de Númenor, a Úmbar y a Góndor. Nos teme. Poned sobre aviso a todos los que conozcáis, que estén preparados para luchar y resistir.

Hryndor : ¿Y tú qué harás?

Imagen Bien, creo que más o menos se entiende la idea esencial de cómo irán las cosas a partir de aquí. Es hora de dar órdenes. Lo que tienes delante son cien hombres influyentes que pueden levantar en armas a media ciudad si hace falta ante algo como lo que está por llegar. Si necesitas alguna descripción de Umbar, pregúntamen, pero esencialmente es una ciudad circular abierta al mar por el puerto, con una muralla interna que separa los palacios de la ciudad - y en que los príncipes de Úmbar podrían aguantar a los dragones marinos -.

Imagen Es hora de gestionar la gente de la ciudad y preparar el asalto de los dragones. Que por supuesto, ha montado Naron.

Imagen He puesto los argumentos esenciales del plan de Ancalagon: el ataque de Alatar a los dúnedain y los númenoreanos. Esa es la idea básica para poder más adelante meter baza en el tema de la unidad de los dúnedain, y así poder llegar a Góndor con el plan de unificación y reclamar el trono con las espadas de Úmbar. El cómo lo hagas en esta noche será decisivo.

Imagen Un detalle sobre el anillo de Barahir. Puede repeler a dos o tres dragones, evitando que se acerquen a un sitio o a alguien. No detendrá a todos los dragones, pero sí puede darte una seria ventaja en ese aspecto. Te lo comento para que puedas tenerlo en cuenta.
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Darth_mandelbroth el Viernes, 11 de Mayo del 2006 a las 20:56

Mensaje por Rittmann »

Falath estubo un largo rato pensativo. Las posiblidades eran amplias, tenía que encontrar la que maximizara los exitos minimizando los daños. Se estrujó el cerebro a base de bien, pero todo lo que se le ocurrió causabagrandes bajas entre los de Umbar. En un principio, y para Erudil el blanco seguía siendo así, no le habían preocupado los corsarios crueles de Umbar, pero después de convivir tantos meses con ellos, había visto que el pueblo llano no era más malo que el de cualquier otra parte. No eran mala gente, sólo tenían malos governantes.La masacre de ciudadanos era una amarga espina en el costado de Falath, pero aun así tenía que seguir con el plan. Muchas muertes serían evitadas si conseguía impedir que Alatar arrasara Gondor. Más incluso de las que habría durante aquella noche sangrienta. Tenía que organizar la gente de Umbar. Tenía dos planes en mente. Uno consistía en esconder la población en los sotanos de los edificios conectados a las antiguas alcantarillas. Allí estarían a salvo del aliento de los dragones. El otro era un poco más arriesgada. Falath sabía que, como se suponía que los principes orquestraban el ataque, los dragones no atacarían los palacios del centro de la ciudad. Así que podía tomar los palacios y refugiar allí la gente. Así parecería que el pueblo de Umbar hubiese tomado el poder, y sería el hundimiento definitivo de la tiranía de los principes corsarios.

-Tenemos que movernos; movilizarnos. Necesito que todo hombre capaz de luchar estee preparado, vamos a asaltar los palacios, dentro estaremos seguros del aliento de los dragones. ¡Reunid a la gente en la plaza del mercado!¡Dejad que les hable antes de que lleguen los dragones! Mientras los hombres influyentes de la ciudad se prparaban para reunir las multitudes, Falath se dirigió a Jor'el.

-Mientras tanto, necesito que hagas algo para tu futura ciudad, Jor'el. Hay gente allí afuera, en los campos de refugiados, que vas a necesitar cuando llegue la guerra de verdad. Son civiles avezados a la supervivencia, y eso es algo que no tiene desperdicio en tiempos de guerra. Salva a los que puedas, guialos a las antiguas alcantarillas antes de que lleguen los dragones. Usa la influencia que tenemos ahora para que les abran las puertas. Creo que allí estareís a salvo del fuego de los dragones.

-¿Y tu que harás?

-Yo voy a dar un discurso... esperemos que la sangre de Numenor que corre por mis venas aliente a la gente...
- Falath restó pensativo unos instantes, el discurso era de suma importancia si quería que todo aquello saliese bien. tenía que convencer a los umbarinos de que tenía razón antes del ataque de los dragones, así podría tomar el recinto mejor defendido de los palacios antes de que llegara el ataque. Conque los dragones arrasaran sólo las casas más humildes bastaría para convencer a los umbarínos de que no importaban a los príncipes corsarios, y que estos estaban confabulados con Alatar. Sólo hechaba de menos algo en su plan, poder cortarle el gaznate al cerdo de Muad'dab. Falath tocó la cicatriz que tenía en el brazo, como la que había visto en Jazeira, realmente era una pena no poder pagarle con la misma moneda...

La plaza del mercado se fue llenando de gente. Los murmullos empezarón a propagarse como la polvora entre las gentes de Umbar. Los descendientes oscuros de Numenor estaban inquietos, habían oído rumores sobre un nuevo líder que les convocaba con urgencia, pero nadie les había dado muchos detalles. Falath pensó que estaban a
punto de caramelo, luego subió al pedestal de la estatua en honor a los reyes piratas, compuesta por dos de los primeros príncipes corsarios de la ciudad, que presidía la plaza (que él mismo había desfalcado antes de que empezara a llegar gente y que sólo se sostenía por su propio peso). Se giró a la gente, tragó salvia y se puso la máscara de salvador.

-¡Gentes de Umbar, el peligro acecha! - el silencio invadió la plaza, el frio aire marino y nocturno traía consigo el sonido de las olas, como complemento tétrico a este silencio-Muchos os preguntaís quien soy, o que hago aquí, tranquilizaos, pues todo os será explicado a su debido momento. Pero primero dejad que os cuente una historia, una historia de poder y corrupción, que teneís derecho a saber - Falath hizo una pausa dramática, tenía toda su atención por unos momentos-.

- Había una vez unos hombres. Hombres poderosos, capaces, pero crueles. Gobernaban su pueblo con mano de hierro, pero el pueblo era prospero y sus ejercitos temidos. Aunque muchos vivieran miserablemente, no había malestar entre sus gentes, pues creían que sus protectores cuidaban de ellos.Pero un día, un oscuro amanecer, un hombre todabía más ambicioso y mucho más poderoso, decidió que se quedaría con la prospera ciudad de nuestros protagonistas. Y les mandó un mensajero, que les hizo saber de su poder. Y de lo que les pasaría si no accedían a sus maquinaciones.
- Falath desenvainó Sombra y cortó la cabeza de piedra de uno de los principes de la estatua. Un grito ahogado surgió de la multitud.-, pero nuestros principes eran astutos, y decidieron llegar a un pacto con aquél poderoso enemigo que podía controlar a los dragones. Su liberdad bajo su mando a cambio de su ciudad. El codicioso y malvado emperador aceptó su trato, pues poco le importaban las condiciones de un trato que sabía que podía romper cuando quisiera.

Y así lo acordarón. Los príncipes vendieron a su pueblo, pues el emperador necesitaba comida para sus dragones en su largo viaje para esclavizar a un reino hermano. Acordarón el ataque para una fria noche de verano sin viento, en calma, como la de hoy, en donde los lagartos gigantes se saciarían de carne humana hasta que quisieran, mientras los príncipes se quedaban en su palacio tras sus murallas mirando cómo su pueblo era masacrado. Pues nada les importaba su pueblo, y, aunque la unión con sus hermanos norteños hubiera podido ser el nacimiento de la más poderosa alianza entre los hombres, el odío por sus hermanos y el desprecio por sus subditos, pudo con ellos.

Y una fría noche, sin que nadie advirtiera a los habitantes de aquel reino, los dragones salieron del mar y atacarón la ciudad. A sangre y fuego, se abrieron paso hasta que nada quedó en pie, sólo los palacios de los governantes corruptos que habían preferído vender a su pueblo. No quedó piedra sobre piedra, ni hombre, mujer o niño vivo. Todo fue arrasado por la furia de los dragones. Las puertas de la muralla de los palacios no se abrieron para nadie. Ni viejos, ni enfermos, ni mujeres, ni niños. Todos fuerón pasto de los dragones.

Pero aun estaís a tiempo de cambiar el final de esta historia, porque la historia es real, y la ciudad no es más que esta, Umbar, vuestra Umbar...-
Eruidl hizo otra pausa para dejar que la onda expansiva de murmullos esparciera el pánico entre los habitantes de Umbar, esperaba haber sido lo bastante convincente cómo para calar en ellos. En cuando vio que el primero de los ciudadanos iba a increparle, siguio- ¡Pero podeís cambiar vuestro destino!

¡Podeís acabar con esta farsa, con la corrupción y cambiar el destino que pretenden imponeros!¡ Los príncipes corsarios os han vendido!Y si no me creeís, ¡mirad al mar!-
dijo Falath mientras veía como la runa que había grabado Naron en su guante se desvanecía. Tal y como habían convenído, se oyó un rugido terrible provinente de algun lugar cerca de la costa, y una figura enorme, como una ballena, mostró su cresta por entre las olas. Un coro de gritos y gestos de alarma se exendió entre la población. Falath estubo a punto de esbozar media sonrisa, pero se contubo, en lugar de eso, siguió con su cara de poker, seria y serena.

-¡Pueblo de Umbar!No todo está perdido. Aun nos tienen que cojer, y hay una forma de escapar de este terrible destino. Los príncipes pactaron con el enemigo que la ciudad sería saqueada pero que los palacios restarían intactos, por lo que dentro no os puede pasar nada.- Falath hablaba mientras su mano desenvainaba Amanecer, el resplandor de la hoja pulida atraía las miradas de la gente como un iman- Porque vosotros, sois el pueblo de Umbar. Y el pueblo de Umbar, decide por si mismo. El pueblo de Umbar, tiene voz y tiene voto, por mucho que lo ignore el príncipe. El pueblo de Umbar, va a demostrarles quien manda aquí. Y juntos, ¡Los umbarinos buscaran un nuevo amanecer!- gritando esta última frase, Falath alzó la espada, que emitió un fulgor impresionante, antes de descenderla para cortar la segunda cabeza de la estatua, que rodó por el suelo, y que fue cojida y arrojada contra el suelo por la multitud.

"Estan furiosos", pensó Falath, "ahora solo queda ver si lo estan contra mi o contra su príncipe". Si todo iba bien, ahora quedaba la parte preferída por los guerreros. El asalto. Tal y como estaba previsto, los contactos que Jor'el le había proporcionado entre la gente influyente de Umbar, distribuyeron rapidamente armas entre la población. Falath sólo tubo que dirigir las tropas hacía los palacios. También cómo había planeado junto a su maestra, el dinero que pagarón al encargado de la puerta de ese turno de guardia surgió el efecto deseado, y las puertas se abrierón justo cuando el pequeño ejercito privado de la guardia de Umbar empezaba a colocarse para hacer frente a la multitud. El resto estaba por ver, Falath esperaba ganar sin problemas. El plan no tenía muchas fisuras. Él mismo buscaría a Muad'dab para cortar sus seboso cuello después de haberle hecho sufrir lo que merecía, y esperaba que Jor'el consiguiera salvar algunos refugiados.

Falath pensó por un momento en la familia de refugiados que Thorontir, Jazeira y él habían sacado de Umbar. Pensó que había sido de ellos y donde se encontrarían ahora. Luego volvió a la realidad. Había una ciudadela que tomar.

[creo que esto es todo, pero quiero que me digas si hay algo que no vees bien, porque no estoy muy convencido...]
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Rittmann el Martes, 29 de Mayo del 2006 a las 22:08

Mensaje por Rittmann »

Tiradas:

Falath (Hablar en público): 86
Falath (Liderazgo): 135


Las palabras de Falath parecían estar cayendo en saco roto. La gente no parecía escuchar con oidos receptivos su largo discurso, demasiado enrevesado para la sencilla gente de la calle, acostumbrada a un lenguaje mucho más sencillo y directo. Hasta que aparecieron los dragones. Y entonces, empezó el caos.

Lo que hubiesen sido en otras circunstancias gritos de pánico, las palabras de Falath los tornaron en gritos de rabia, de furia y de odio. Odio hacia aquellos que sentían que les habían traicionado. Miedo también a los dragones. En ambos casos, el discurso de Falath los canalizaba a un mismo lugar: la ciudadela y los palacios de los Príncipes Corsarios. Como el fuego avivado por el viento que representaban los dragones que habían empezado su asalto a las murallas de la zona del puerto, el rumor que la única zona segura de la ciudad eran los palacios de los príncipes empezó a extenderse. Y allí donde no llegaban las palabras, el ver a la muchedumbre dirigirse a un mismo lugar alentó a imitar aquel comportamiento.

Falath se subió al más alto pedestal de la plaza de los Príncipes Corsarios. Desde allí, con figura imponente, señalaba con su espada el camino a seguir a la marabunta de gente que empezaba a salir de sus hogares. A lo lejos, pudo ver a la Resistencia organizada gracias a su pre-aviso preparando defensas contra los dragones. Una lucha desesperada, pero necesaria, y que sería de gran utilidad. Falath vio que su presencia en la plaza ya no era necesaria, y bajó del pedestal, pero antes miró el anillo que portaba en su mano. El anillo de Barahir, con el poder de repeler a los dragones, legado a los señores de Númenor en los Primeros Días de gloria de su raza, y pasado de generación en generación hasta el linaje real de Góndor. El símbolo del poder real de Góndor, que encerraba un poder de días antiguos. Un poder que el Gris sabía que Falath necesitaría para probar su pretensión al trono real, pues sólo la sangre de un príncipe podía dar al anillo todo su poder.

Pero antes de repeler a los dragones, había un atajo de príncipes que destruir.

Las alcantarillas de Umbar eran un lugar desagradable, pero durante meses Falath había sido instruido en el conocimiento de sus rincones y sus secretos. Y esos secretos incluían pasadizos hasta el mismísimo palacio de los Señores Corsarios. Los tres guardias que le salieron al paso no vieron venir a tiempo la centella negra que era Sombra desenvainada, y Falath sintió sus gritos de agonía mientras la espada negra silenciaba sus vidas de un solo golpe. Aún una sombra, ya dentro de palacio, se encaminó hacia las estancias de Muab'dab. Pero las halló vacías.

"Rata inmunda... ¿Dónde debes haberte escondido?"

Imagen Mientras las puertas de palacio poco a poco empezarán a ser asaltadas, tienes tiempo para buscar y encontrar a Muab'dad. Le puedes dar muerte sin más, a tu gusto, jugar al gato y al ratón... Te lo dejo a ti. Creatividad plena dentro de las capacidades de Falath. El próximo turno te tocará detener a los dragones.
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Darth_mandelbroth el Martes, 17 de Julio del 2006 a las 16:44

Mensaje por Rittmann »

Falath se fijó en los aposentos del ceboso príncipe corsario. Olía su sudor, el olor del pánico. No hacía mucho había estado allí su presa. Muad'dab.

Trató de recordar las largas noches con Jor'el estudiando los pasadizos secretos del palacio, pero el de Muad'dab debió pasarles por alto, porque no sabía que hubiera uno en sus aposentos.

Falath golpeó con su puño un pequeño querubin de yeso pintado de dorado que decoraba una fuente en el centro de la habitación. La desafortunada figura fue a estrellarse contra una columna y estalló en mil pedacitos. Tenía que encontrarlo, no hacía mucho que había huído. Tenía que encontrar el pasadizo secreto.

Falath empezó a registrar la habitación. Tumbó todos los libros y figuritas de los estantes, todas las sillas y giró todas las estatuas, pero no supo encontrar la que abria la puerta del pasadizo secreto. Luego levantó todas las alfombras, con la considerable cantidad de restos de objetos decorativos que había encima, para buscar si había alguna trampilla oculta, pero tampoco tubo suerte.

Lleno de frustración sabiendo que su enemigo estaba huyendo, empezó a mirar furioso por las paredes, por si había algun glifo o símbolo que había pasado por alto. Los nemuronanos negros eran muy aficionados a esconder puertas en los símbolos, siempre con significado simbólico para su orgullo y arrogancia.

Falath pasó la vista por los numerosos relieves de la habitación. Teoricamente contaban la historia de Muad'dab y sus ancestros. Era un esclavista de libro, pensó Falath. Desde tiempos imemoriales los antepasados de Muad'dab habían saqueado y esclavizado a las gentes de la costa. Su marca había cubierto miles de gentes durante siglos... su marca...

Falath lo comprendió de repente,y giró la cabeza hacia el enorme glifo que coronaba la cama del negrero. Un simbólo que él mismo lucía en el brazo, que le marcaba cómo propiedad del gordo, sin mucho futuro ya, aristocrata. El glifo estaba incrustado en la pared de yeso blanco, incrustado en un gran cubo de oro, la única cara que se veía mostraba el símbolo de poder de Muad'dab. Falath hizo una rápida comprobación de medidas y se giró. Al otro lado de la habitacíon había un brasero, apoyado en él un hierro de marcar llamaba la atención en una estáncia de la nobleza. Aunque Falath sabía por própia experiencia que a Muad'dab le gustaba marcar a sus víctimas él mismo.

Era demasíado fácil, demasiado obvio.

Falath cruzó la sala y agarró el hierro de marcar. Lo sumergió entre las brasas hasta que el hierro estubo candente y volvió a cruzar la estancia. Subió de un salto a la cama del tirano y, con un gesto de legitima rábia, clavó con todas sus fuerzas el hierro candente al cubo de oro. Las dos piezas encajarón a la perfección, y al instante empezó a salir humo y vapor del lugar donde hierro ardiente y pintura dorara se encontrarón. El caucho del que estaba hecho el símoblo en realidad empezó a fundirse y el hierro de marcar se fue hundiendo en el cubo poco a poco.

Falath sólo tubo que esperar unos segundos para que el hierro se enfriara lo suficiente como para que la cosa aguantara y tiró del hierro candente. EL cubo salíó limpiamente revelando una palanca tras el agujero que dejó tras él. Falath pudo ver como el símbolo de la casa de Muad'dab estaba grabado en todos los lados del cubo, pero uno de ellos estaba fundido cómo la que acababa de usar él mismo. Alguien había abierto ese cubo hacía poco. Falath arrancó en hierro de marcar, ahora frio, y se lo colgó del cinturón, podía serle de utilidad cuando encontrase a su dueño.

Falath introdujo el brazo en el pequeño agujero y tiró de la palanca que había al fondo del agujero. La habitación temblo y la cama del esclavista empezó a hundirse con Falath encima. Este se apresuró a sacar el brazo del agujero y a volver a poner el cubo en su sitio. Luego colgó el hierro de marcar en su cinto, quien sabía si le sería de utilidad más tarde.


Falath descendió con la cama de su enemigo hasta que esta quedó frente a un húmedo pasillo iluminado por antorchas nuevas. Las telarañas estaban rotas en varios puntos, alguien había pasado por allí hacía poco. Por el olor a almizcle y por el rastro de sudor en las paredes, alguien bastante orondo y que usaba el mismo perfume que Muad'dab.

-Eres mio, cerdo

Falath siguió el camino marcado por el rastro de telarañas como un gato, agazapado y sigiloso. Sombra estaba en su mano, pues sabía que ni Muad'dab era tan estúpido cómo para marcharse sin una mínima escolta. El pasadizo se bifurcaba una y otra vez en un intento de despistar a los posibles enemigos, pero el perfume de Muad'dab era demasiado fuerte, y su rastro de telarañas rotas y polvo removido era claro. Por las pisadas viajaría con 4 hombres, pero siempre podía ser que tubiera más.

El que fuera príncipe de Gondor siguió adentrandose en el laberinto de pasadizos. Pero por mucho que se apresuraba no lograba alcanzar su presa, hasta que el pasadizo se acabó, delante suyo sólo había unas escaleras que subian y una trampilla al final.

Falath estudió la situación durante un segundo. Era la peor posición defendible que podía encontrar, atacar desde abajo, limitado por un cuadrado de madera y sin conocer la posición de sus enemigos. Un buen reto. Falath sonrió, le gustaban los retos, casí pudo oír la voz de Jor'el "no vas a poder hacerlo, te van a matar". Iba a tener suerte, y iba a tenerla porque haría trampas.

El paladín del Gris usó su mágia de montaraz casi ya olvidada para llamar una críatura del subsuelo. Un pequeño roedor asistió a su llamada. Su pelo gris estaba salpicado de cicatrices y le faltaba un ojo, quedaba claro que la vida allí abajo era muy dura. Falath le habló, le dijo que subiera y le dijera quien y cómo estaban al otro lado. Su pequeño y peludo aliado volvió en unos instantes. Le chilló en el inquietante idioma de las ratas que fuera había un callejón sucio más de Umbar, y que dos hombres armados montaban guardia ante la trampilla.

Falath dió las gracias al ratón y dejó que se fuera. Agarró Sombra con fuerza mientras desenvainaba Amanecer. Subió un par de peldaños mientras usaba su pierna derecha para impulsarse hacía arriba. Los tablones de madera podrida de la trampilla cedieron a la fuerza de su embite y al instante se vio enmedio del callejón con un sorprendido guardia a cada lado. Jor'el le hubiera dicho que usara las palabras, pero tenía que atrapar al cerdo de Muad'dab antes que nada, así que no había tiempo para sutilezas. Falath estaba en medio de la calle con una espada en cada mano, los dos soldados le miraban perplejos. No tubierón tiempo de gritar.

Falath envisitó uno con Sombra, que lo atravesó sin problema haciendolo caer completamente muerto. El otro desvió Amanecer al último momento, quizá con un poco de suerte. El soldado arremetió contra Falath, este ni si quiera trato de intimidarle, sólo paró su golpe con Amanecer y le calvó Sombra en medio del craneo.

-Ahora sólo fatas tu, gordo...

Falath siguió sin mucha difícultad las profundas pisadas en el barro dejadas por las cómodas babuchas de Muad'dab. Era hasta fácil. Algo en el fondo de su cabeza sabía que no se iba a sentir mejor, pero tanto él como el príncipe Erudil de Gondor querían matar y vengar la afrenta de Muad'dab, así que siguió, como un perro tras su presa.

Esta vez no tubo que ir muy lejos, encontró a Muad'dab escondido en un sótano bastante seguro rodeado de algunos guardias fieles. Falath tenía prisa, no le apetecía pensar. Sabía que si Jor'el le viera le diría que no era prudente, pero, ¡que coño!¡A la mierda la prudéncia! habia esperado aquello demasiado como para empezar a pensar ahora.

-Hola, Muad'dab, espero que estees cómodo - soltó Falath con un arie burlón-No quiero que te cagues encima, y para colmo de pie

-¿¡Se puede saber a que estais esperando, mamarrachos!? - grito el nemuronano-¡Soys cuatro guardias de élite! ¡Matadlo!

Los cuatro se arrojarón encima de Falath como un sólo hombre. Este se lanzó a la batalla con una risotada. Sombra y Amanecer bloquearón sus golpes a la primera y Sombra derribó a uno de los infelices abriendole una segunda sonrisa en el estomago. El guardia cayó de rodillas mientras intentaba que no le salieran los intestinos por fuera de la armadura (cosa poco sana por lo general), mientras los otros tres retrocedian y rodeaban a Falath. Estaban replanteando su estrategia. Falath volvió a carcajearse y saltó hacía adelante con algo de mágia. Aterrizó delante de Muad'dab y le pego un golpe con el puño de Amanecer que dejó una runa grabada en la cara del esclavista.

Falath dió media vuelta al tiempo que los tres guardias que quedaban en pie lo alcanzaban con sus armas en alto. Arrojó Sombra hacía el de su diestra y Amanecer hacía el de su sinestra, y las espadas se clavarón sonoramente en el craneó de los soldados. Él superviviente arremetió sin defensa, pues veía a Falath desarmado. Pero este sacó el hierro de marcar de su cintura con un gesto rápido y lo interpuso entre la hoja del de Úmbar y él.

Falath trató de golpearle con el hierro de marcar, pero era un arma torpe y sin el poder de Sombra o Amanecer, y el hombre paro sus golpes con facilidad. Pero Falath no había jugado todas sus cartas, desviando el arma del soldado le apresó del brazo y lanzo una maldición a su cuerpo. El cuello del pobre diablo empezó a hincharse hasta que estalló en una lluvia de pus y trocitos de tumor. Falath ya se había dado la vuelta hacía Muad'dab.

El príncipe corsario, había sido entrenado en las armas, y no era idiota. En el tiempo que Falath despachaba su escolta había agarrado Sombra, que era la espada que parecía más peligrosa y ahora le esgrimía en contra del Gondoriano.

-Deja eso, foca sebosa, no vees que te vas a cortar - dijó Falath, mientras pronunciaba unas palabras sobre el hierro que sujetaba aun.

El hierro empezó a ponerse candente hasta quedar al rojo blanco. Falath se encaró a Muad'dab

-Tú siempre has pensado que la esclavitud es mejor arma que cualquier espada, deja que te lo demuestre - añadió Falath.

El príncipe de Gondor empezó a correr hacía Muad'dab con el hierro en la mano minetras ese preparaba una estocada con Sombra. Pero los años de comilonas, la gota, la vida sedentaría y la poca práctica con las armas pasarón factura al gordo esclavista en ese momento. Sombra resbaló de sus manos sudorosas cuando trazo el arco hacia arriba para matar a Falath. Falath sonrió, Muad'dab miró el hierro candente con cara de pánico.

Y el hierro se clavó en el pecho del príncipe corsario, y Muad'dab gritó. El humo y el olor a carne quemada llenó la habitación.

-Este ha sido tu principal error Muad'dab - dijo Falath-Em vez de ser tu própio esclavo, como has hecho hasta ahora, deberías haber tratado de ser tu própio dueño, como yo.

-Aaarg... dejamé vivir y te daré lo que deseas... - suplicó Muad'dab

-Resulta que lo que deseo no esta en tu poder, y aunque lo estubiese, no lo querría si me lo dieses tu - escupió Falath, mientras blandía una recien recuperada Amanecer y la colocaba en su baina.

-Tu revolución va a fracasar... nunca vencerás a Alatar... él aplastará a tu señor y sus dragones...

-Puede, pero tu no estarás aquí para comprobarlo... porque vas a un lugar divertido, disfruta de mi último regalo, cerdo - Falath empezó a conjurar el más negro de sus hechizos. Separar el alma de Muad'dab y mandarla al abismo era un acto atroz, pero atroz debia ser el final de aquel que a tantos había atormentado, y atroz fue.

Minutos después Falath salió del edificio. Si bien matar a su opresor no había hecho que su época de esclavo fuera mejor, sentía que se lo debia a sus compañeros gladiadores. Ahora, había que salvar una ciudad...[/i]
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Rittmann el Miercoles, 10 de Octubre del 2006 a las 20:37

Mensaje por Rittmann »

El incendio en el puerto iluminaba el cielo cubierto de humo sobre la ciudad de los corsarios. Atravesando las calles con las armas enfundadas, vigilando sus movimientos ante cualquier imprevisto tal y como le había enseñado su maestra, Falath se acercó con sigilo hasta el edificio del administrador del barrio portuario. Allí había una torre alta que le serviría para ver cuál era la situación, y cuánta destrucción habían desatado los dragones del Gris.

Aún cuando eran dragones mandados por su señor, era él quién debía detener su avance. Sólo así el plan quedaría completado, ahora que los príncipes de Úmbar de sangre númenoreana habían fallecido en la revuelta. Mientras subía en solitario las escaleras de la torre del edificio administrativo, no pudo evitar toquetear con el pulgar en anillo de Barahír, robado a Eldarion tiempo atrás. Se decía que en él se había condensado la voluntad de los hombres para combatir la Sombra, y que en él había poder para repeler incluso al mayor de los Gusanos. Algo en su interior, su fracción de alma convertida en Gris, temía al poder del anillo. No era ninguna baratija, y desde el mismo momento en que Falath lo obtuvo, supo que estaba ante una reliquia mayor de los reyes de Góndor. Una reliquia que pronto garantizaría su acceso al trono de su país.

La vista desde lo alto de la torre era dantesca. Los dragones se habían desatado de manera más que convincente en su ataque contra la ciudad, desatados y librando una aterradora batalla en el puerto. Habían respetado bastante los barcos, por fortuna, pues tal era la orden que habían recibido. Y sin embargo, su naturaleza destructora desenfrenada hacía que arrasasen sin piedad todo lo que se les ponía por delante. La única fortuna de las débiles defensas umbarianas era que los dragones marinos eran de torpes movimientos en tierra, y eso les frenaba.

Falath observó unos momentos la batalla para hacerse una idea clara de cómo actuaban los dragones, pues temía acercarse a una de las bestias desatadas de manera imprudente, y caer de manera absurda. Y le intrigaba el origen del incendio.

Pronto tuvo sus respuestas. Los dragones marinos exudaban un extraño líquido con su aliento, algo parecido al ácido que corroía el metal y la piedra por igual, y que al entrar en contacto con la madera la hacía arder. Vio a un soldado de Úmbar rociado con aquella miasma correr como un desesperado al agua, pero disolverse por completo a medio camino de ésta en medio de un terrible grito de agonía.

Así, le quedó claro que el ataque frontal era peligroso. Lo mejor era buscar una posición elevada desde la que poder ejercer el poder del anillo. Esperaba reunir suficientes fuerzas para la tarea. Con la mirada, buscó un lugar, y vio en el camino de los dragones lo que parecía ser la torre de piedra de un noble de la ciudad. Probablemente, la piedra le daría algo de protección contra el ácido, aunque fuera temporal. Y de todos modos no vio ningún otro lugar desde el que hacerlo, y sobretodo desde el que los defensores de la ciudad le vieran. Sería allí donde una vez más miraría al Destino a los ojos.

Con toda la presteza de la que sus piernas fueron capaces, Falath descendió la torre y salió de nuevo a las calles del distrito portuario, y poco después echaba al suelo una de las puertas de servicio de la casa adjunta a la torre. Vio el símbolo de Muab'dad en el hombro de una de las esclavas que, aterrorizada, estaba acurrucada bajo una mesa de la cocina a la que había entrado. La ignoró, y siguió hacia dentro. Subió la torre, y nadie se le interpuso, por lo que imaginó que los dueños del lugar habían huído dejando atrás sus esclavos y sus pertenencias. Como ratas.

El rugido de las bestias le saludó al salir a la azotea de la torre. Era una terraza plana, de piedra, desde la que se dominaba la bahía del puerto. Sin embargo, con el ataque en marcha, uno no podía evitar ver a los terribles dragones que lo arrasaban todo a su paso, el primero de ellos apenas a un centenar de metros de donde se encontraba.

Alzó la mano, extendió su palma, y entonó palabras de rechazo.

Falath : ¡Seres de la Sombra! ¡Mirad, este es el anillo de Barahir! ¡Soy Falath, heredero de Númenor por derecho de sangre, y yo os rechazo, como mis antepasados rechazaron a los vuestros antaño! ¡Huid, volved a las profundidades de las que surgísteis!

Los dragones de repente enmudecieron, y como aturdidos, se quedaron quietos. Los defensores, sorprendidos, miraron a su alrededor en busca de cualquier nueva amenaza que pudiese estar acechándoles, pero en lugar de eso vieron a Falath gritando su proclama en la vieja lengua de Númenor desde lo alto de la torre. A cada proclama, los dragones se acobardaban más y más, y en apenas unos minutos, todo cesó con el último de ellos huyendo, lanzándose al agua.

Y a los pies de la torre, una multitud enfervorizada gritaba salvas a su nuevo señor.

Continúa en el Capítulo 8-C: Tempestad
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