Le dí la ropa y el cuchillo, tampoco era cuestión de dejarle completamente desarmado, pero guardé el resto de sus armas.
- Mientras estemos en merenae llevaré tus armas. Los thranitas estáis mal vistos aquí y ver que vas armado puede provocarles, y no quiero líos ni problemas con los alguaciles. ¿Está claro?
Tomamos entonces dirección a Lucrecia, el barrio de los gremios. Por el camino estuvimos charlando amenamente. Pregunté a James por su pueblo y su país, sobre qué había y como había quedado, si los thranitas se habían unido y por qué no estaba con ellos, etc. Al llegar a la taberna, encontré a mis compañeros y amigos frente a la ventana. Me llamó la atención que Ahoime parecía desenfadada y risueña, y algo ruborizada.
Matsu-kun... tardaste demasiado, lento, ¡¡buhhh!!
¡Iba borracha! Mis compañeros se disculparon pero no pude evitar reírme de la situación.
- ¡jajaja! Bueno, no es el mejor momento pero, en fin, ahora ya si que puede decir, Ahoime-sama, que es usted una mujer de mar...
Era curioso verla borracha. Parecía una chiquilla a la que sus padres le habían dejado salir a jugar con sus amigos. No paraba de reírse y de decir bobadas, la muy tonta.
Me dirigí, socarrón, a Harumi.
-¿Y de verdad estaban dispuestas a beber agua caliente? ¡Por todos los kamis! ¡Han hecho bien en equivocarse! Ahora sólo queda usted, Harumi-sama. Debería aprovechar para beber cuando celebremos mi cumpleaños. Es una experiencia que debería explorar al menos una vez en la vida...
tiro Tentación a Harumi, para que le pique el gusanillo de emborracharse
- Por cierto. A conseguido muchos progresos aprendiendo merenita. ¡Se lo tenía muy callado! Me alegra saberlo ¡No deja usted de sorprenderme!
Desde que nos alejamos de Rokugán que sentía como cada vez relajaba más mis costumbres. Ya en Senpet sentía como el ronin aventurero de toda la vida volvía a crecer en mí, y desde que pisamos Baroma y vestía como un merenita que casi ni recordaba que era samurai. No es que se me hubiera olvidado, es una forma de hablar, pero había adaptado mis costumbres a las merenitas, ello me hacía adaptarme fácilmente y mejoraba mis relaciones con mi entorno y no me dejaba fuera de lugar. Con todo, he de decir, si no lo he dicho ya, que me sentía muy cómodo con la forma de ser de los merenitas, aunque eran quizás demasiado ofensivos en ocasiones.
-Bueno, llevaré a Ahoime-sama a dar una vuelta a la manzana, a ver si se le pasa un poco. Espérennos aquí mientras charlan.
Acompáñeme, Ahoime-sama. Le hará bien andar y que le de un poco el aire...
Salimos fuera y dimos una vuelta. Aproveché, una vez doblamos la esquina y nos habíamos alejado lo suficiente de la taberna, para tomarla de la cintura y pegarla a mí. Le susurré cerca del oído.
- Te he echado mucho de menos, Ahoime-chan...
Tras dar una vuelta, nos reunimos finalmente con nuestros amigos. No era la primera vez que estaba en Lucrecia pero tampoco era un barrio que hubiese frecuentado mucho. Era el barrio de los gremios, principalmente de los artesanos, y dado que básicamente compraba en los mercados del puerto y alrededores y que no solía hacer negocios importantes pues que no tenía muchos alicientes para pasarme por allí. En todo caso, sabía donde estaban los fundidores y fabricantes de armas así que fui para allá. Con unas pocas preguntas pude localizar pronto a los artilleros que buscaba.