Oro Rojo
Moderador: guli
Re: Oro Rojo
15
-Así que es eso?Has sido esclavo ?dijo Elentor, sin ninguna entonación en su voz. Sin ninguna piedad.
-Y lo volverá a ser, el cabrón. Le damos nuestra confianza, compartimos el camino, los planes. Hasta me empezaba a caer bien ?intervino Vlaka-.
La tensión era tal que los sonidos del bosque, el rumor de la corriente apacible, el susurro de las respiraciones, quedó apagado. Yagatai era consciente de que la jugada podría salirle muy mal. Esos recuerdos pesaban como cien losas de odio, amargura y sufrimiento.
Elentor, práctico, resolutivo, propuso una salida:
-No habrá botín alguno para ti, Tuerto. Eso nos compensara, un poco, la pérdida que has causado. Y para otras veces, calma tus impulsos, perro.
-¿Qué? El tipo tiene cuajo, demasiado, nos cortará el pescuezo cualquier noche. ¿No lo ves? No podemos dejar a esta hiena entre nosotros. No con lo que ha hecho. ¿Así de simple lo ves? ?respondió Vlaka. Luego miró a Yagatai-. Tú me entiendes, claro. ¿Qué harías en nuestro lugar? No somos putas amedrentadas.
Elentor suspiró.
-A ti también se te va la cabeza cuando te pasas con la bebida, Vlaka. Todo tiene un arreglo y?
Su frase fue cortada antes de terminar. Anska había tomado las riendas del asunto, de la mejor manera que sabía: con el acero.
Lanzó dos estocadas a Yagatai, con su espada y el cuchillo. Dos golpes rápidos de una precisión letal. De no ser por sus reflejos y la experiencia en los combates en que le hicieron luchar, el alma del hyrkanio hubiese visitado pronto a Erlik. Detuvo la hoja de la espada y esquivó apenas que el cuchillo le rebanara el cuello. Se puso en guardia frente a aquella loba de afilados colmillos sedientos de su sangre.
-¡Basta de charla estúpida! ?gritó-.
Volvió a la carga. Yagatai paraba y respondía. Ella evitaba el filo del hacha y la punta del cuchillo. Los demás miraban, intranquilos, o disfrutando, en el caso de Vlaka. No dijeron nada, absortos. Elentor con expresión nerviosa; Nio, preocupado.
Yagatai supo pronto que Anska sería una rival difícil. No mejor quizá que algunos con los que se enfrentó en el pasado, pero sería dura de vencer. La guerrera luchaba sin sutilezas, no pretendía engañar o cansar a Yagatai. Cada golpe, cada finta, cada estocada, eran dirigidas con certera sabiduría en el arte de la esgrima, con el fin de sesgarle la vida. Y la réplica de Yagatai no se hacía esperar, con la misma intensidad y conocimiento que ella.
Se detuvieron cerca de la orilla del río. Tomaron aire, y se miraron. Anska sonreía, siempre sonreía esa mujer. Una mordaz sonrisa, acompañada de un insondable abismo más allá de sus ojos de animal salvaje. Lo peor para el hyrkanio, quizá era que la loca de Anska se divertía con ese duelo mortal.
-Así que es eso?Has sido esclavo ?dijo Elentor, sin ninguna entonación en su voz. Sin ninguna piedad.
-Y lo volverá a ser, el cabrón. Le damos nuestra confianza, compartimos el camino, los planes. Hasta me empezaba a caer bien ?intervino Vlaka-.
La tensión era tal que los sonidos del bosque, el rumor de la corriente apacible, el susurro de las respiraciones, quedó apagado. Yagatai era consciente de que la jugada podría salirle muy mal. Esos recuerdos pesaban como cien losas de odio, amargura y sufrimiento.
Elentor, práctico, resolutivo, propuso una salida:
-No habrá botín alguno para ti, Tuerto. Eso nos compensara, un poco, la pérdida que has causado. Y para otras veces, calma tus impulsos, perro.
-¿Qué? El tipo tiene cuajo, demasiado, nos cortará el pescuezo cualquier noche. ¿No lo ves? No podemos dejar a esta hiena entre nosotros. No con lo que ha hecho. ¿Así de simple lo ves? ?respondió Vlaka. Luego miró a Yagatai-. Tú me entiendes, claro. ¿Qué harías en nuestro lugar? No somos putas amedrentadas.
Elentor suspiró.
-A ti también se te va la cabeza cuando te pasas con la bebida, Vlaka. Todo tiene un arreglo y?
Su frase fue cortada antes de terminar. Anska había tomado las riendas del asunto, de la mejor manera que sabía: con el acero.
Lanzó dos estocadas a Yagatai, con su espada y el cuchillo. Dos golpes rápidos de una precisión letal. De no ser por sus reflejos y la experiencia en los combates en que le hicieron luchar, el alma del hyrkanio hubiese visitado pronto a Erlik. Detuvo la hoja de la espada y esquivó apenas que el cuchillo le rebanara el cuello. Se puso en guardia frente a aquella loba de afilados colmillos sedientos de su sangre.
-¡Basta de charla estúpida! ?gritó-.
Volvió a la carga. Yagatai paraba y respondía. Ella evitaba el filo del hacha y la punta del cuchillo. Los demás miraban, intranquilos, o disfrutando, en el caso de Vlaka. No dijeron nada, absortos. Elentor con expresión nerviosa; Nio, preocupado.
Yagatai supo pronto que Anska sería una rival difícil. No mejor quizá que algunos con los que se enfrentó en el pasado, pero sería dura de vencer. La guerrera luchaba sin sutilezas, no pretendía engañar o cansar a Yagatai. Cada golpe, cada finta, cada estocada, eran dirigidas con certera sabiduría en el arte de la esgrima, con el fin de sesgarle la vida. Y la réplica de Yagatai no se hacía esperar, con la misma intensidad y conocimiento que ella.
Se detuvieron cerca de la orilla del río. Tomaron aire, y se miraron. Anska sonreía, siempre sonreía esa mujer. Una mordaz sonrisa, acompañada de un insondable abismo más allá de sus ojos de animal salvaje. Lo peor para el hyrkanio, quizá era que la loca de Anska se divertía con ese duelo mortal.
Re: Oro Rojo
Yagatai
Cada miembro de la banda, excepto el cándido Nio, le había juzgado para sus adentros. Entonces cayó en la cuenta de que el khitio no estaba. Lo buscó con la mirada entre entre los muertos pero no lo encontró, tampoco lo vio durante el combate. Se había marchado sin más. El hyrkanio no se lo reprochó e incluso se alegró de que no llegase a presenciar lo que había ocurrido.
- Que Erlik ilumine tu camino, amigo. - Susurró a modo de despedida.
Un Elentor extrañamente conciliador propuso hacerle pagar con su parte de lo robado, quizá porque se sentía en parte culpable por haberle introducido en su círculo cerrado, o simplemente porque el oro era lo más valioso para él. Por otro lado, podía leerse claramente el odio en los ojos de Vlaka, deseaba su vida de la peor forma que el hyrkanio podía pensar. ¿Esclavizarlo? Antes tendría que lograr ponerle los grilletes e incluso lográndolo, tendría que vigilar día y noche su propio cuello.
- Tú me entiendes, claro. ¿Qué harías en nuestro lugar? No somos putas amedrentadas.
Dijo Vlaka dirigiéndose a Yagatai. El hyrkanio no abrió la boca, tan solo pensaba en dónde se había metido la mujer. Anska no había dicho nada desde que planteó su pregunta y tampoco se la veía en la escena. Elentor estaba diciendo algo cuando Yagatai giró la cabeza en busca de la asesina cuando vió por el rabillo del ojo un fugaz movimiento. Sin pararse a pensar que era reaccionó como una amenaza y gracias a ello logró esquivar la puñalada que Anska le habría asestado.
La mujer se movia rápida como una serpiente atacando, con una sonrisa perversa en la boca con los dientes rojos por la sangre de sus enemigos. Disfrutaba de la violencia tanto como del sexo. Una hora antes la víbora deseaba conquistar el corazón del hyrkanio, ahora quería arrancárselo con las manos.
-¡Basta de charla estúpida!
Anska no podía contener la emoción en su voz. Por contra Yagatai con expresión seria y mutismo absoluto no transmitía nada, salvo la muerte en el fondo de su único ojo.
Ambos luchaban a muerte, sin contemplaciones, para Yagatai todo valía en combate. Khiso le contaba historias sobre legendarios espadachines cuyos rígidos códigos de honor les marcaban como debían vivir y combatir. Yagatai escuchaba con atención sus relatos pero sabía que esos hombre solo buscaban una muerte gloriosa porque cuando se trata de supervivencia, el honor no tiene cabida.
Hasta el momento la balanza no se había inclinado por ninguno. El resto miraba la escena más o menos preocupados pero Yagatai sabía que si el combate empezaba a decantarse a su favor o si llegaba a matarla, el resto caería sobre él. Entonces estaría acabado. Mientras luchaba no pensaba en otra cosa que matar al contrario así que fue en un momento de descanso que Anska se tomó para relamerse ante la experiencia cuando Yagatai tomó la decisión.
Estaban justo en la orilla del río, el lugar elegido por la carabana no era ahora más que un lugar de muerte y violencia. Según sus creencias el lugar quedaría maldito durante muchos años. Hundió parte del pie en el suelo de fango y guijarros sintiendo la humedad através de la piel de sus austeras botas. Esperó a que fuera Anska la que diera el primer paso y cuando ésta se arrancó al ataque Yagatai le lanzó con el pie a la cara la tierra mojada y los cantos rodados. Yagatai pudo haber aprovechado ese momento de confusión para lanzarle el hacha y eviscerarla luego con el puñal como tenía pensado. En vez de eso se lanzó a las frías aguas del río y dejó que se lo llevase la corriente. Su tiempo con aquella banda había acabado.
Cada miembro de la banda, excepto el cándido Nio, le había juzgado para sus adentros. Entonces cayó en la cuenta de que el khitio no estaba. Lo buscó con la mirada entre entre los muertos pero no lo encontró, tampoco lo vio durante el combate. Se había marchado sin más. El hyrkanio no se lo reprochó e incluso se alegró de que no llegase a presenciar lo que había ocurrido.
- Que Erlik ilumine tu camino, amigo. - Susurró a modo de despedida.
Un Elentor extrañamente conciliador propuso hacerle pagar con su parte de lo robado, quizá porque se sentía en parte culpable por haberle introducido en su círculo cerrado, o simplemente porque el oro era lo más valioso para él. Por otro lado, podía leerse claramente el odio en los ojos de Vlaka, deseaba su vida de la peor forma que el hyrkanio podía pensar. ¿Esclavizarlo? Antes tendría que lograr ponerle los grilletes e incluso lográndolo, tendría que vigilar día y noche su propio cuello.
- Tú me entiendes, claro. ¿Qué harías en nuestro lugar? No somos putas amedrentadas.
Dijo Vlaka dirigiéndose a Yagatai. El hyrkanio no abrió la boca, tan solo pensaba en dónde se había metido la mujer. Anska no había dicho nada desde que planteó su pregunta y tampoco se la veía en la escena. Elentor estaba diciendo algo cuando Yagatai giró la cabeza en busca de la asesina cuando vió por el rabillo del ojo un fugaz movimiento. Sin pararse a pensar que era reaccionó como una amenaza y gracias a ello logró esquivar la puñalada que Anska le habría asestado.
La mujer se movia rápida como una serpiente atacando, con una sonrisa perversa en la boca con los dientes rojos por la sangre de sus enemigos. Disfrutaba de la violencia tanto como del sexo. Una hora antes la víbora deseaba conquistar el corazón del hyrkanio, ahora quería arrancárselo con las manos.
-¡Basta de charla estúpida!
Anska no podía contener la emoción en su voz. Por contra Yagatai con expresión seria y mutismo absoluto no transmitía nada, salvo la muerte en el fondo de su único ojo.
Ambos luchaban a muerte, sin contemplaciones, para Yagatai todo valía en combate. Khiso le contaba historias sobre legendarios espadachines cuyos rígidos códigos de honor les marcaban como debían vivir y combatir. Yagatai escuchaba con atención sus relatos pero sabía que esos hombre solo buscaban una muerte gloriosa porque cuando se trata de supervivencia, el honor no tiene cabida.
Hasta el momento la balanza no se había inclinado por ninguno. El resto miraba la escena más o menos preocupados pero Yagatai sabía que si el combate empezaba a decantarse a su favor o si llegaba a matarla, el resto caería sobre él. Entonces estaría acabado. Mientras luchaba no pensaba en otra cosa que matar al contrario así que fue en un momento de descanso que Anska se tomó para relamerse ante la experiencia cuando Yagatai tomó la decisión.
Estaban justo en la orilla del río, el lugar elegido por la carabana no era ahora más que un lugar de muerte y violencia. Según sus creencias el lugar quedaría maldito durante muchos años. Hundió parte del pie en el suelo de fango y guijarros sintiendo la humedad através de la piel de sus austeras botas. Esperó a que fuera Anska la que diera el primer paso y cuando ésta se arrancó al ataque Yagatai le lanzó con el pie a la cara la tierra mojada y los cantos rodados. Yagatai pudo haber aprovechado ese momento de confusión para lanzarle el hacha y eviscerarla luego con el puñal como tenía pensado. En vez de eso se lanzó a las frías aguas del río y dejó que se lo llevase la corriente. Su tiempo con aquella banda había acabado.
Re: Oro Rojo
16
No le faltaba razón al intuir Yagatai que, cualquiera que fuese el resultado del combate, él estaba muerto. O le mataba Anska, o los otros terminarían lo que ella había iniciado.
Vendería cara su piel de hombre de las estepas.
Detuvo un nuevo golpe circular de su contrincante. Por el rabillo del ojo vio que los tres espectadores daban unos pasos hacia los contendientes. Devolvió el acero contra la mujer, y el filo del cuchillo hirió levemente el muslo izquierdo de ella. Apenas se detuvo Anska, realizó a continuación una finta, un quiebro hábilmente llevado a cabo, y mejor resuelto por la respuesta del Hyrkanio, que logró no caer en la trampa de Anska.
Chapoteaban en la orilla. Ahora o nunca. La oportunidad. Visceral y cruelmente agresiva, Anska no cesaba de lanzar golpes, parecía incansable. Pero era solo una mujer, de carne y hueso, como él un hombre de sangre caliente en las venas. Un luchador preparado para el último asalto.
Anska tuvo la misma idea que él. Se abalanzó con la espada por delante, a la vez que pateaba el fango hacia el rostro del hyrkanio. Y este hizo lo mismo, con algo de más éxito que ella. Sin detenerse, abrazó las aguas tintas en rojo. Dio dos brazadas cuando recibió el impacto de un cuerpo sobre sus piernas.
La amazona de belleza salvaje saltó sobre él y le agarró por las extremidades. Tiró la espada, y se abría paso hacia el corazón de Yagatai con la intensa fuerza que nacía de la locura. Se enzarzaron en una maraña de brazos y piernas, se hundieron ambos en la poco profunda corriente; emergieron, escupiendo agua y rabia, buscando el cuello del otro, trabados ambos como si fuesen un solo cuerpo.
Yagatai quedó debajo de Anska, los guijarros y piedrecillas se clavaban en su espalda. Tenía la cara de ella, su boca, su nariz, sus ojos; su aliento de sangre, a medio palmo de los suyos. Empujó contra sus brazos un poco, y supo que podría deshacerse de ese abrazo con cierta facilidad: era mucho más fuerte que la mujer. Entonces ella le hablo entre susurros entrecortados, sin abandonar nunca su sonrisa:
- Perro. Maldito perro. Escucha. Estoy harta de esos dos. Elentor es un pusilánime, lejos del hombre que conocí un día. Y Vlaka un cerdo borracho que solo sabe follar a putas. Vi en tu mirada tullida aquel día en la taberna, ascuas nacidas de una oscuridad profunda. Y me gustó.
Forcejearon.
- Los matamos y nos quedamos con todo. Tienes fuego en las venas, Hyrkanio, lo mismo que yo. Encárgate de Vlaka, yo del bastardo de Elentor. No te preocupes de Nio, hará lo que yo le ordene. Tú y yo, y el gigantón. No vas a tener mejor oferta en tu vida.
Anska presionó con más fuerza.
- Acepta. Todo ese botín tuyo. Y yo también seré tuya. Soy mejor en la cama que con la espada ?su sonrisa se ensanchó-. Pero si me traicionas, me haré una capa con tu piel. Te lo juro.
No le faltaba razón al intuir Yagatai que, cualquiera que fuese el resultado del combate, él estaba muerto. O le mataba Anska, o los otros terminarían lo que ella había iniciado.
Vendería cara su piel de hombre de las estepas.
Detuvo un nuevo golpe circular de su contrincante. Por el rabillo del ojo vio que los tres espectadores daban unos pasos hacia los contendientes. Devolvió el acero contra la mujer, y el filo del cuchillo hirió levemente el muslo izquierdo de ella. Apenas se detuvo Anska, realizó a continuación una finta, un quiebro hábilmente llevado a cabo, y mejor resuelto por la respuesta del Hyrkanio, que logró no caer en la trampa de Anska.
Chapoteaban en la orilla. Ahora o nunca. La oportunidad. Visceral y cruelmente agresiva, Anska no cesaba de lanzar golpes, parecía incansable. Pero era solo una mujer, de carne y hueso, como él un hombre de sangre caliente en las venas. Un luchador preparado para el último asalto.
Anska tuvo la misma idea que él. Se abalanzó con la espada por delante, a la vez que pateaba el fango hacia el rostro del hyrkanio. Y este hizo lo mismo, con algo de más éxito que ella. Sin detenerse, abrazó las aguas tintas en rojo. Dio dos brazadas cuando recibió el impacto de un cuerpo sobre sus piernas.
La amazona de belleza salvaje saltó sobre él y le agarró por las extremidades. Tiró la espada, y se abría paso hacia el corazón de Yagatai con la intensa fuerza que nacía de la locura. Se enzarzaron en una maraña de brazos y piernas, se hundieron ambos en la poco profunda corriente; emergieron, escupiendo agua y rabia, buscando el cuello del otro, trabados ambos como si fuesen un solo cuerpo.
Yagatai quedó debajo de Anska, los guijarros y piedrecillas se clavaban en su espalda. Tenía la cara de ella, su boca, su nariz, sus ojos; su aliento de sangre, a medio palmo de los suyos. Empujó contra sus brazos un poco, y supo que podría deshacerse de ese abrazo con cierta facilidad: era mucho más fuerte que la mujer. Entonces ella le hablo entre susurros entrecortados, sin abandonar nunca su sonrisa:
- Perro. Maldito perro. Escucha. Estoy harta de esos dos. Elentor es un pusilánime, lejos del hombre que conocí un día. Y Vlaka un cerdo borracho que solo sabe follar a putas. Vi en tu mirada tullida aquel día en la taberna, ascuas nacidas de una oscuridad profunda. Y me gustó.
Forcejearon.
- Los matamos y nos quedamos con todo. Tienes fuego en las venas, Hyrkanio, lo mismo que yo. Encárgate de Vlaka, yo del bastardo de Elentor. No te preocupes de Nio, hará lo que yo le ordene. Tú y yo, y el gigantón. No vas a tener mejor oferta en tu vida.
Anska presionó con más fuerza.
- Acepta. Todo ese botín tuyo. Y yo también seré tuya. Soy mejor en la cama que con la espada ?su sonrisa se ensanchó-. Pero si me traicionas, me haré una capa con tu piel. Te lo juro.
Re: Oro Rojo
Yagatai
El agua era aun poco profunda y debía adentrarse más para que la corriente lo arrastrara río abajo. Sin embargo Yagatai sintió un peso sobre sus piernas, algo le agarraba y no le dejaba nadar. Era Anska que con la rapidez de la que hacía gala se había repuesto de la jugarreta usada por el hyrkanio evitando que escapara. Forcejearon durante un rato y varias veces se hundieron en las aguas poco profundas hasta acabar muy cerca de la orilla donde el agua no les cubría. Combatir mojado era aun más fatigante, sin embargo ninguno se rendía y aunque Yagatai era más fuerte que Anska, ella era tan correosa como un salmón al que se quiere pescar con las manos desnudas. Otra vez sus cuerpos fueron a parar al suelo, Anska sobre Yagatai su rostro manchado de barro era salvaje. La arpía tuvo un par de segundos para hablarle.
- Perro. Maldito perro. Escucha. Estoy harta de esos dos. Elentor es un pusilánime, lejos del hombre que conocí un día. Y Vlaka un cerdo borracho que solo sabe follar a putas. Vi en tu mirada tullida aquel día en la taberna, ascuas nacidas de una oscuridad profunda. Y me gustó.
Yagatai pensó que solo era una triquiñuela para engañarlo al verse superada. La agarró por las muñecas y comenzó a deshacer la presa que Anska le había hecho en el cuello. Ella continuó hablándole en susurros con su boca muy pegada al oído.
- Los matamos y nos quedamos con todo. Tienes fuego en las venas, Hyrkanio, lo mismo que yo. Encárgate de Vlaka, yo del bastardo de Elentor. No te preocupes de Nio, hará lo que yo le ordene. Tú y yo, y el gigantón. No vas a tener mejor oferta en tu vida.
Flexionó la pierna de forma que la rodilla quedó a la altura del estómago de Anska y girando su cuerpo lateralmente la hizó rodar quedando él sobre ella. Ahora podría golpearla con los puños o aplastar su cabeza contra una roca de la orilla. Anska tenía las muñecas aprisionadas pero entrelazó las piernas entorno a la cintura de Yagatai y lo trajo hacia ella para que no escapara.
- Acepta. Todo ese botín tuyo. Y yo también seré tuya. Soy mejor en la cama que con la espada ?su sonrisa se ensanchó-. Pero si me traicionas, me haré una capa con tu piel. Te lo juro.
La zorra traicionera parecía estar siendo sincera. Su escapada había sido frustrada y ahora el resto estaría al tanto de que no repitiera la acción. Así que a falta de otra opción selló el pacto con un escueto.
- Acepto.
Yagatai soltó una muñeca para deshacer el nudo de las piernas de Anska. Ella aprovechó el momento y con la mano libre le atizó un puñetazo. Era lista, pensó él, no dejó en ningún momento de luchar con la misma intensidad pese a estar aliados.
Yagatai se dirigió renqueando al lugar donde había dejado caer sus armas, en parte fingía cansancio pero la verdad es que la perra le había hecho esforzarse. Recogió el puñal y el destral ajustándolo en su fajín, el arco seguía en su funda colgado de la cintura pero la mayoría de las flechas flotaban en el agua y el resto estaba desperdigadas por el suelo. Era el momento de deshacerse del resto y no le temblaría el pulso.
El agua era aun poco profunda y debía adentrarse más para que la corriente lo arrastrara río abajo. Sin embargo Yagatai sintió un peso sobre sus piernas, algo le agarraba y no le dejaba nadar. Era Anska que con la rapidez de la que hacía gala se había repuesto de la jugarreta usada por el hyrkanio evitando que escapara. Forcejearon durante un rato y varias veces se hundieron en las aguas poco profundas hasta acabar muy cerca de la orilla donde el agua no les cubría. Combatir mojado era aun más fatigante, sin embargo ninguno se rendía y aunque Yagatai era más fuerte que Anska, ella era tan correosa como un salmón al que se quiere pescar con las manos desnudas. Otra vez sus cuerpos fueron a parar al suelo, Anska sobre Yagatai su rostro manchado de barro era salvaje. La arpía tuvo un par de segundos para hablarle.
- Perro. Maldito perro. Escucha. Estoy harta de esos dos. Elentor es un pusilánime, lejos del hombre que conocí un día. Y Vlaka un cerdo borracho que solo sabe follar a putas. Vi en tu mirada tullida aquel día en la taberna, ascuas nacidas de una oscuridad profunda. Y me gustó.
Yagatai pensó que solo era una triquiñuela para engañarlo al verse superada. La agarró por las muñecas y comenzó a deshacer la presa que Anska le había hecho en el cuello. Ella continuó hablándole en susurros con su boca muy pegada al oído.
- Los matamos y nos quedamos con todo. Tienes fuego en las venas, Hyrkanio, lo mismo que yo. Encárgate de Vlaka, yo del bastardo de Elentor. No te preocupes de Nio, hará lo que yo le ordene. Tú y yo, y el gigantón. No vas a tener mejor oferta en tu vida.
Flexionó la pierna de forma que la rodilla quedó a la altura del estómago de Anska y girando su cuerpo lateralmente la hizó rodar quedando él sobre ella. Ahora podría golpearla con los puños o aplastar su cabeza contra una roca de la orilla. Anska tenía las muñecas aprisionadas pero entrelazó las piernas entorno a la cintura de Yagatai y lo trajo hacia ella para que no escapara.
- Acepta. Todo ese botín tuyo. Y yo también seré tuya. Soy mejor en la cama que con la espada ?su sonrisa se ensanchó-. Pero si me traicionas, me haré una capa con tu piel. Te lo juro.
La zorra traicionera parecía estar siendo sincera. Su escapada había sido frustrada y ahora el resto estaría al tanto de que no repitiera la acción. Así que a falta de otra opción selló el pacto con un escueto.
- Acepto.
Yagatai soltó una muñeca para deshacer el nudo de las piernas de Anska. Ella aprovechó el momento y con la mano libre le atizó un puñetazo. Era lista, pensó él, no dejó en ningún momento de luchar con la misma intensidad pese a estar aliados.
Yagatai se dirigió renqueando al lugar donde había dejado caer sus armas, en parte fingía cansancio pero la verdad es que la perra le había hecho esforzarse. Recogió el puñal y el destral ajustándolo en su fajín, el arco seguía en su funda colgado de la cintura pero la mayoría de las flechas flotaban en el agua y el resto estaba desperdigadas por el suelo. Era el momento de deshacerse del resto y no le temblaría el pulso.
► Show Spoiler
Re: Oro Rojo
17
Yagatai aceptó. Se la jugó con aquella mujer salvaje. Una asesina sin escrúpulos que bien pudiera estar engañándole; una estratagema ya usada con anterioridad y pactada con sus compinches. Había algo en que brillaba en los ojos de esa bruja que parecía decir la verdad. Aceptó porque sabía que, a fin de cuentas, no tenía otra opción. Verdad o mentira: con la primera podía salvarse. En el caso de que fuese la segunda, se llevaría a alguno de ellos con él a los salones oscuros del tenebroso Erlik.
El último puñetazo de Anska los separó. Completamente mojados y chorreando agua fría, salieron a la orilla. Buscó una flecha y poco faltó para que el acero de la ladrona le cortara la cara. Yagatai vio su propio reflejo en la hoja de la espada, a menos de un palmo de sus ojos. Me engañó, fue el pensamiento instantáneo nacido de ese movimiento rápido de ella.
No era así. La zorra recogió su espada, dios dos pasos hacia él y giró en redondo embistiendo con su arma contra Elentor. Volteó el acero en un amplio círculo y descargó un golpe poderosos al que ya Elentor tuvo tiempo de preparar su defensa. Los metales se besaron de forma brutal, escupiendo chispas de odio. Sorprendido y desamparado por el ataque de la que era su mujer, la expresión del jefe de la banda no tardó en trocarse en otra de ira y rabia por la traición.
A Vlaka no le dio tiempo de asumir el nuevo curso de los acontecimientos. Una única flecha * le atravesó el ojo, destrozó parte de su cerebro y salió por la parte posterior del cráneo, empapada la punta de sesos ensangrentados. Cuando Yagatai preparó otro dardo, vio como Elentor y Anska se debatían furiosamente. La buena suerte se alió con Anska: Elentor tuvo que recular, tropezó con una raíz que sobresalía de la tierra o con una piedra, perdió algo de pie, se desequilibró, aprovechando Anska para, inmisericorde, lanzar un revés con su espada. Cortó en dos la cabeza de Elentor a la altura de la nariz, se separaron ambas partes, y el ex amante de Anska cayó de bruces.
El grandullón de Nio no se movió del sitio, mirando de hito en hito a su amiga y a Yagatai.
- Ahora somos tres, Nio. Mejor reparto. Estos dos nos iban a asesinar, ¿no tienes ni idea, verdad? A ti y a mí, pequeño idiota.
Anska sonrió a Nio, y escupió sobre el cadáver de Elentor. El forzudo se creyó esa mentira: o era de verdad muy tonto; o le daba igual. Seguía siendo fiel a Anska. Le devolvió una sonrisa cómplice, abrió una bota enorme de piel que llevaba al hombro y se la entregó a ella:
- Vino. Lo encontré por aquí.
Anska bebió, tragó, se atragantó, derramó el vino por su rostro, mezclando el rojo con el escarlata de la sangre. Torrentes de vino de Corinthia corrieron desde sus labios cuello abajo. Le pasó el pellejo, sonriente, al hyrkanio. Se limpió la boca con el dorso de la mano.
- Bebe. Brindemos por una hermosa amistad.
Se pegó al cuerpo del hombre. Su boca entreabierta, anhelante. Sus ojos ardiendo por el deseo, la excitación de la lucha, el triunfo.
OFF
* Lo mismo que has pensado había sucedido con las flechas. El arco no llegó a quebrarse.
Yagatai aceptó. Se la jugó con aquella mujer salvaje. Una asesina sin escrúpulos que bien pudiera estar engañándole; una estratagema ya usada con anterioridad y pactada con sus compinches. Había algo en que brillaba en los ojos de esa bruja que parecía decir la verdad. Aceptó porque sabía que, a fin de cuentas, no tenía otra opción. Verdad o mentira: con la primera podía salvarse. En el caso de que fuese la segunda, se llevaría a alguno de ellos con él a los salones oscuros del tenebroso Erlik.
El último puñetazo de Anska los separó. Completamente mojados y chorreando agua fría, salieron a la orilla. Buscó una flecha y poco faltó para que el acero de la ladrona le cortara la cara. Yagatai vio su propio reflejo en la hoja de la espada, a menos de un palmo de sus ojos. Me engañó, fue el pensamiento instantáneo nacido de ese movimiento rápido de ella.
No era así. La zorra recogió su espada, dios dos pasos hacia él y giró en redondo embistiendo con su arma contra Elentor. Volteó el acero en un amplio círculo y descargó un golpe poderosos al que ya Elentor tuvo tiempo de preparar su defensa. Los metales se besaron de forma brutal, escupiendo chispas de odio. Sorprendido y desamparado por el ataque de la que era su mujer, la expresión del jefe de la banda no tardó en trocarse en otra de ira y rabia por la traición.
A Vlaka no le dio tiempo de asumir el nuevo curso de los acontecimientos. Una única flecha * le atravesó el ojo, destrozó parte de su cerebro y salió por la parte posterior del cráneo, empapada la punta de sesos ensangrentados. Cuando Yagatai preparó otro dardo, vio como Elentor y Anska se debatían furiosamente. La buena suerte se alió con Anska: Elentor tuvo que recular, tropezó con una raíz que sobresalía de la tierra o con una piedra, perdió algo de pie, se desequilibró, aprovechando Anska para, inmisericorde, lanzar un revés con su espada. Cortó en dos la cabeza de Elentor a la altura de la nariz, se separaron ambas partes, y el ex amante de Anska cayó de bruces.
El grandullón de Nio no se movió del sitio, mirando de hito en hito a su amiga y a Yagatai.
- Ahora somos tres, Nio. Mejor reparto. Estos dos nos iban a asesinar, ¿no tienes ni idea, verdad? A ti y a mí, pequeño idiota.
Anska sonrió a Nio, y escupió sobre el cadáver de Elentor. El forzudo se creyó esa mentira: o era de verdad muy tonto; o le daba igual. Seguía siendo fiel a Anska. Le devolvió una sonrisa cómplice, abrió una bota enorme de piel que llevaba al hombro y se la entregó a ella:
- Vino. Lo encontré por aquí.
Anska bebió, tragó, se atragantó, derramó el vino por su rostro, mezclando el rojo con el escarlata de la sangre. Torrentes de vino de Corinthia corrieron desde sus labios cuello abajo. Le pasó el pellejo, sonriente, al hyrkanio. Se limpió la boca con el dorso de la mano.
- Bebe. Brindemos por una hermosa amistad.
Se pegó al cuerpo del hombre. Su boca entreabierta, anhelante. Sus ojos ardiendo por el deseo, la excitación de la lucha, el triunfo.
OFF
* Lo mismo que has pensado había sucedido con las flechas. El arco no llegó a quebrarse.
Re: Oro Rojo
Ciudad de Thessalia, noroeste de Argos
Las Torres de Ámbar se alzaban diez metros cada una de ellas sobre el pavimento de la plaza Azul. El ámbar que recubría sus altos y anchos muros había sido traído de la lejana Hiperbórea y más allá al este de esta tierra salvaje y misteriosa, durante quince años, a un coste horroroso de dinero y otro tanto en vidas. Aunque estas importaban menos. Durante medio siglo fueron el hogar de sabios, eruditos y estudiosos de distintas materias. Luego pasó a ser la casa del gobernador, y ahora estaba ocupada por uno de los señores más ricos, y crueles, de Thessalia, Lord Garamites.
La plaza Azul se extendía en una circunferencia de cien metro de diámetro, y allí se daban cita todos los días mercaderes, comerciantes, compradores y vendedores de cualquier cosa habida o por haber. Del amanecer hasta el atardecer no cesaban las transacciones. Luego, cuando el sol caía, se recogían puestos y tenderetes, se limpiaba por completo el pavimento de la plaza por tropas infinitas de esclavos y la noche daba paso a una sucesión interminable de espectáculos: danzas y bailes, obras de teatro, malabaristas y saltimbanquis, magos y prestidigitadores, una fauna heterogénea y multicolor.
Más allá de la plaza se abrían calles anchas, avenidas, callejuelas, caminos de piedra labrada, edificaciones de hasta seis pisos, mansiones, palacios, posadas, tabernas, comercios?Saliendo por el extremo sur de la plaza Azul, se paseaba por el camino de los dioses hasta llegar a los Jardines de la Luna, un lugar tranquilo, alejado del bullicio que rodeaba a las Torres de Ámbar. Allí se podía leer, pasear y charlar con tranquilidad.
En una de las tabernas de los Jardines de la Luna, llamada de forma guasona por su dueño, El Nenúfar de Isthar, la más discreta, y apartada del sendero principal, en la terraza, atardeciendo y bajo la sombra fresca de un enorme chopo, bebían y conversaban tres compañeros de refriegas varias, sangre y acero empuñados en diversas aventuras, siempre con el oro -y a veces el conocimiento-, como metas a obtener. Un trío de rufianes, mercenarios y asesinos, experimentados y harto siniestros de alma y actos, desde el salvaje turanio Khalam Jhar, avanzado jinete, arquero de sangre excesivamente caliente y pronto discurso de acero, al atractivo, despiadado y antiguo caballero Téudis de Ophir, el cual alquilaba su experta espada tanto al mejor pagador como a la más bella dama. Y entre ambos, la oscura, perversa, letal, Shara, vampira de cuerpo sensual, cuya belleza impía y no terrenal era capaz de volver loco a cuanto hombre se cruzaba en su camino.
Disfrutaban del rojo, afrutado, y fresco vino de Corintho, de la tarde luminosa y apacible, viendo pasar a los ciudadanos perdidos en sus problemas comunes y aburridos. Charlando breve, en monosílabos, frases cortas, paladeando los silencios y la bebida. Agotado el oro, la plata; dilapidado las gemas preciosas de la última fechoría. Sin apenas una moneda en el bolsillo. Con todo el mundo, la vida, el futuro incierto por saborear.
OFF
Bien, tranquilo inicio. Sois compañeros desde hace un tiempo, no necesariamente tenéis que llevaros bien, lo suficiente para respetaros mutuamente y confiar, hasta donde consideréis oportuno, en cada cual. Los dos hombres saben que Shara es una vampira, cosa que, si bien en un principio les resultó respulsiva, ahora, con las ganancias obtenidas y conociéndola mejor, les importa poco, siempre y cuando la cautivadora mujer no intente, o desee, la sangre de cualquiera de ellos.
Las Torres de Ámbar se alzaban diez metros cada una de ellas sobre el pavimento de la plaza Azul. El ámbar que recubría sus altos y anchos muros había sido traído de la lejana Hiperbórea y más allá al este de esta tierra salvaje y misteriosa, durante quince años, a un coste horroroso de dinero y otro tanto en vidas. Aunque estas importaban menos. Durante medio siglo fueron el hogar de sabios, eruditos y estudiosos de distintas materias. Luego pasó a ser la casa del gobernador, y ahora estaba ocupada por uno de los señores más ricos, y crueles, de Thessalia, Lord Garamites.
La plaza Azul se extendía en una circunferencia de cien metro de diámetro, y allí se daban cita todos los días mercaderes, comerciantes, compradores y vendedores de cualquier cosa habida o por haber. Del amanecer hasta el atardecer no cesaban las transacciones. Luego, cuando el sol caía, se recogían puestos y tenderetes, se limpiaba por completo el pavimento de la plaza por tropas infinitas de esclavos y la noche daba paso a una sucesión interminable de espectáculos: danzas y bailes, obras de teatro, malabaristas y saltimbanquis, magos y prestidigitadores, una fauna heterogénea y multicolor.
Más allá de la plaza se abrían calles anchas, avenidas, callejuelas, caminos de piedra labrada, edificaciones de hasta seis pisos, mansiones, palacios, posadas, tabernas, comercios?Saliendo por el extremo sur de la plaza Azul, se paseaba por el camino de los dioses hasta llegar a los Jardines de la Luna, un lugar tranquilo, alejado del bullicio que rodeaba a las Torres de Ámbar. Allí se podía leer, pasear y charlar con tranquilidad.
En una de las tabernas de los Jardines de la Luna, llamada de forma guasona por su dueño, El Nenúfar de Isthar, la más discreta, y apartada del sendero principal, en la terraza, atardeciendo y bajo la sombra fresca de un enorme chopo, bebían y conversaban tres compañeros de refriegas varias, sangre y acero empuñados en diversas aventuras, siempre con el oro -y a veces el conocimiento-, como metas a obtener. Un trío de rufianes, mercenarios y asesinos, experimentados y harto siniestros de alma y actos, desde el salvaje turanio Khalam Jhar, avanzado jinete, arquero de sangre excesivamente caliente y pronto discurso de acero, al atractivo, despiadado y antiguo caballero Téudis de Ophir, el cual alquilaba su experta espada tanto al mejor pagador como a la más bella dama. Y entre ambos, la oscura, perversa, letal, Shara, vampira de cuerpo sensual, cuya belleza impía y no terrenal era capaz de volver loco a cuanto hombre se cruzaba en su camino.
Disfrutaban del rojo, afrutado, y fresco vino de Corintho, de la tarde luminosa y apacible, viendo pasar a los ciudadanos perdidos en sus problemas comunes y aburridos. Charlando breve, en monosílabos, frases cortas, paladeando los silencios y la bebida. Agotado el oro, la plata; dilapidado las gemas preciosas de la última fechoría. Sin apenas una moneda en el bolsillo. Con todo el mundo, la vida, el futuro incierto por saborear.
OFF
Bien, tranquilo inicio. Sois compañeros desde hace un tiempo, no necesariamente tenéis que llevaros bien, lo suficiente para respetaros mutuamente y confiar, hasta donde consideréis oportuno, en cada cual. Los dos hombres saben que Shara es una vampira, cosa que, si bien en un principio les resultó respulsiva, ahora, con las ganancias obtenidas y conociéndola mejor, les importa poco, siempre y cuando la cautivadora mujer no intente, o desee, la sangre de cualquiera de ellos.
- Lord Arzzun
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Re: Oro Rojo
Téudis de ophir
El joven caballero disfrutaba del fragante vino de Corinthia. La noche llegaba y la calidez del aire empezaba a menguar, pero el momento era ciertamente perfecto.
Mañana, desgraciadamente, seria hora de volver a preocuparse por gastos, responsabilidades y trabajo. Pero eso era mañana.
Llamó a la madura, descarada y rotunda posadera, que apareció rápida como un rayo y con una sonrisa en los labios. Volvió a pedir vino, el mejor que tuviesen, y algo de oreja de cerdo especiada, dejando una más que generosa propina...Lás últimas monedas que tenia en su bolsa.
Se volvió con una sonrisa hacia sus compañeros..y permaneció así, pensativo, durante largos momentos.
Khalam Jar era un buen tipo, demasiado sincero y con tendencia a enfurecerse..pero, sin duda alguna, un hombre de fiar. Habia comenzado a apreciar su estilo expeditivo y ardiente..y tenerlo de tu lado en un combate era una buena noticia. Guerrero experto y un arquero extraordinario, habia aprendido mucho del mundo hablando con él.
Tambien tener a Shara de tu lado era una buena noticia..pero Téudis siempre albergaba dudas acerca de ella y no sabia si el monstruo que habitaba en su menudo y bien formado cuerpo estaba siempre bajo control. No habia dudas acerca de su valia, sin embargo, y en cierto modo, habia comezado a apreciarla, aunque era dificil determinar cuanto de ese 'aprecio' era simplemete respeto, miedo o deseo.
Shara era vieja, mucho más vieja de lo que parecia..y tambien era lista, muy lista...por no contar su increible fuerza. A su lado, a veces se sentia uno como un niño, débil y estúpido. Le costaba esfuerzo superar esos complejos, pero cada dia que pasaba a su lado, cada vez que aprendia algo más de ella, cada vez que veia lo humana que era en el fondo, le era más facil.
Khalam Jar, Shara-exclamó entonces el joven Téudis mientras alzaba la copa Por vosotros
Bebió un largo trago, hasta casi apurar la copa..y continuó hablando.
Hemos disfrutado mucho últimamente, amigos. No hay duda de que formamos un buen equipo y creo que nuestra sociedad deberia mantenerse un tiempo más, por lo menos hasta dar con algo que nos haga nadar en oro y gemas.
Algo tocado por el vino, hizo un vacilante gesto de negación..
Pero eso será mañana, compañeros. Hoy bebamos y disfrutemos.
El joven caballero disfrutaba del fragante vino de Corinthia. La noche llegaba y la calidez del aire empezaba a menguar, pero el momento era ciertamente perfecto.
Mañana, desgraciadamente, seria hora de volver a preocuparse por gastos, responsabilidades y trabajo. Pero eso era mañana.
Llamó a la madura, descarada y rotunda posadera, que apareció rápida como un rayo y con una sonrisa en los labios. Volvió a pedir vino, el mejor que tuviesen, y algo de oreja de cerdo especiada, dejando una más que generosa propina...Lás últimas monedas que tenia en su bolsa.
Se volvió con una sonrisa hacia sus compañeros..y permaneció así, pensativo, durante largos momentos.
Khalam Jar era un buen tipo, demasiado sincero y con tendencia a enfurecerse..pero, sin duda alguna, un hombre de fiar. Habia comenzado a apreciar su estilo expeditivo y ardiente..y tenerlo de tu lado en un combate era una buena noticia. Guerrero experto y un arquero extraordinario, habia aprendido mucho del mundo hablando con él.
Tambien tener a Shara de tu lado era una buena noticia..pero Téudis siempre albergaba dudas acerca de ella y no sabia si el monstruo que habitaba en su menudo y bien formado cuerpo estaba siempre bajo control. No habia dudas acerca de su valia, sin embargo, y en cierto modo, habia comezado a apreciarla, aunque era dificil determinar cuanto de ese 'aprecio' era simplemete respeto, miedo o deseo.
Shara era vieja, mucho más vieja de lo que parecia..y tambien era lista, muy lista...por no contar su increible fuerza. A su lado, a veces se sentia uno como un niño, débil y estúpido. Le costaba esfuerzo superar esos complejos, pero cada dia que pasaba a su lado, cada vez que aprendia algo más de ella, cada vez que veia lo humana que era en el fondo, le era más facil.
Khalam Jar, Shara-exclamó entonces el joven Téudis mientras alzaba la copa Por vosotros
Bebió un largo trago, hasta casi apurar la copa..y continuó hablando.
Hemos disfrutado mucho últimamente, amigos. No hay duda de que formamos un buen equipo y creo que nuestra sociedad deberia mantenerse un tiempo más, por lo menos hasta dar con algo que nos haga nadar en oro y gemas.
Algo tocado por el vino, hizo un vacilante gesto de negación..
Pero eso será mañana, compañeros. Hoy bebamos y disfrutemos.
Re: Oro Rojo
Estaban en una ciudad de los señores más ricos y crueles de Thesalia en Argos. Cualquiera con algo de sentido común habría evitado aquella tierra. Sin embargo corrian tiempos extraños, donde la avaricia y la necesidad hacian a un lado la prudencia o lo que pudiera considerarse sentido común. Aquel atardecer era un dia lleno de tedio. Un día que habia seguido a otros tres donde los dos compañeros de Shara habian gastado toda una fortuna que hubiera bastado para que sus hijos hubieran vivido sin trabajar o arriesgar el cuello innecesariamente. El vino, las mujeres, los tugurios de apuestas. Aquellos lugares no le proporcionaban diversión ninguna, tan solo entretenimiento y un deje de nostalgia. Por vigesimoquinta vez se preguntaba por qué les seguia, y la respuesta era siempre la misma. Porque aquellos dos eran imanes del infortunio, y traian muerte donde quiera que hubiera problemas. El dinero cambiando de manos habia hecho que en esos tres días los problemas les rehuyeran, las enganchonas se mostrasen solicitas, los vendedores sonrientes y amables, todo tenia un precio y por unos días ellos podian pagar cualquier precio. Shara por su parte, no le veia utilidad al dinero que habia conseguido. El vino no le embriagaba ni endulzaba la garganta, ni los agasajos ni roces de hombres o mujeres le causaban ni siquiera un barrunto de placer. Solo la sangre corriendo por su garganta acallaba esa sed infinita. Sin embargo si bebia demasiado, se sentia torpe y con el cerebro entumecido. Habia aprendido a controlar esa tripera ansiedad, su record habia sido poco más de un mes donde por necesidad habia aguantado y aguantado encerrada en una oscura y fria mazmorra. Luego su bestia interior habia tomado la iniciativa y se habia lanzado al cuello del primer infausto que cayó por la trampilla como compañero de celda. Se prometió desde aquel dia no tentar a la suerte y alimentarse como fuera con una regularidad de tres o cuatro dias. No era agradable de ver la carnicera sanguinaria descerebrada en que podía convertirse. Sus dos compañeros nunca la habian visto de ese modo, y si creyera en dioses les rogaria porque nunca tuvieran esa desgracia.
Tenia que reconocer que se estaba engatusando con aquel par. No sabia que sentía por ellos, si los consideraba sus juguetes, sus mascotas, o sus compañeros de aventuras. Era algo que en su otra vida tal vez hubiera podido llamar amistad, aunque en su no-vida no tenia ni idea del significado, si es que lo habia, de sus sentimientos o emociones. Se sentia bien con ellos porque el peligro en que se metian hacia que su vida tuviera algun sentido. Sin embargo, ahora que estaban dilapidando el dinero, se aburria por la falta de actividad. Se habia dejado caer sobre la mesa como si estuviera borracha, su hermoso cuerpo estaba boca abajo con los brazos extendidos alzando su mano derecha con una copa de bronce pulido vacia que solo levantaba por corresponder al brindis.
- Hemos disfrutado mucho últimamente, amigos. No hay duda de que formamos un buen equipo y creo que nuestra sociedad deberia mantenerse un tiempo más, por lo menos hasta dar con algo que nos haga nadar en oro y gemas. - Algo tocado por el vino, hizo un vacilante gesto de negación. - Pero eso será mañana, compañeros. Hoy bebamos y disfrutemos. - Dijo Téudis.
- Eso. - dijo tumbada, con los ojos semicerrados, como si un gran peso le impidiera levantar su cuerpo y una gran borrachera la invadiera. - Porque llegué mañana.
Alguien le rozó o tocó el trasero. En su otra vida habria saltado con una bofetada ante tal osadia, pero los placeres carnales tampoco le hacian sentir nada sientiendose tal vez algo enfadada porque alguien la comparase con una almohada. Era mejor dejarlo pasar. Todavía sentia sueño. Y cerró los ojos.
- Si hay bronca, avisadme.
» "Nunca discutas con un estúpido. Te hará descender a su nivel, y ahí te ganará por experiencia." -- Mark Twain.
Re: Oro Rojo
Yagatai
Anska selló la alianza con un puñetazo que alejó al hyrkanio hasta la orilla del río. Yagatai aprovechó para recojer una flecha caída de su carcaj, no tuvo tiempo de más pues el afilado sable de Anska a punto estuvo de rajarle la cara. Dió tres pasos hacia atrás, el agua que lamía los guijarros de la orilla salpicó perlas transparentes a cada pisada, entonces Yagatai colocó la flecha, elevó el arco y tensó la cuerda todo al mismo tiempo con la facilidad que da la experiencia. Anska se lanzó al ataque, su cuerpo menudo se encontraba en la línea de trayectoría del proyectil, Yagatai sopesó la idea de hundírselo en el pecho pero en el último momento la asesina desvió el golpe hacia Elentor. Vlaka que hasta entonces había mantenido una sonrisa en su cara tornó su expresión en pasmo y apenas cambió ésta cuando Yagatai se giró un cuarto y la punta acerada le atravesó el ojo. Una muerte rápida era un regalo para alguien como Vlaka. Anska por su parte dió muerte a Elentor de forma desagradable, no sintió piedad alguna por el que había sido su amante.
- Ahora somos tres, Nio. Mejor reparto. Estos dos nos iban a asesinar, ¿no tienes ni idea, verdad? A ti y a mí, pequeño idiota.
Nio aceptó la mentira creyéndola o no. El gigante era más listo de lo que mostraban sus escasas entendederas y sabía como sobrevivir. Le tendió un odre de dulce licor a Anska en señal de amistad y ella se lo ofreció a Yagatai el cual dió un largo trago.
- Bebe. Brindemos por una hermosa amistad.
Anska se arrimó a Yagatai provocativamente, el tacto de su piel y el roce de su pecho trajeron a la mente del hyrkanio el recuerdo reciente de Brandak y su noche de pasión. Anska era distinta, era una araña caprichosa cuyo único amor, a lo que nunca traicionaría sería a la violencia. Yagatai secó la barbilla con el dorso de la mano y lanzó el pellejo de vino a Nio.
- Se hace tarde y hay un botín que cargar. Ahora somos solo tres y anochecerá si no nos damos prisa.
Para evitar la lujuria de Anska apeló a su no menos acentuada avaricia. Yagatai no se equivocó cuando calculó el tiempo que invirtieron en cargar el carro con los objetos valiosos necesitando otro para las armas y demás. Se repartirían el oro y las joyas y en la siguiente ciudad cambiarían el resto de cosas por más oro, serían ricos.
No lograron llegar a la civilización antes de que la noche se les echara encima por lo que improvisaron un campamento. Nio estaba muy contento llenándose la panza con las suculentas vituallas robadas; Anska pasó largo tiempo haciendo inventario de todo intentando calcular el beneficio; Yagatai les presentó a un compañero que los había seguido todo el tiempo sin que se dieran cuenta. Tamerlán era un majestuoso águila, algo delgado pero de grandes y afiladas garras. Yagatai lo alimentaba con un pedazo de carne cruda mientras Nio miraba al animal con la curiosidad de un niño.
Adentrada la noche, Yagatai les contó un par de historias de su tierra al calor del fuego y el vino. Nio escuchó con atención los relatos aunque interrumpía a veces cuando se perdía, Anska por su parte parecía más bien distraida en otra cosa. Al cabo de unas horas el sopor les venció pero Yagatai no podía dormir, el recuerdo de su tierra le hacía añorar las extensas llanuras sin fin, las manadas de caballos salvajes, la nieve de las montañas y el calor de la yurta. Con aquel tesoro podría volver y crear su propio clan. Se levantó a orinar y sintió los efectos del vino cuando casi cae en los rescoldos de la fogata, todos dormían en completo silencio roto por algún bufido de los caballos. A la vuelta encontró a Anska recostada sobre la piel de lobo hivernal, despierta, observándole con fuego en la mirada, nadie le robaría ni una moneda. Yagatai le devolvió la mirada durante unos segundos y mandando los reparos al infierno se dirigió hacia ella. Anska tuvo el instinto de alcanzar la empuñadura de su espada pero se detuvo, en lugar de eso abrió la manta invitándole a compartir su lecho.
Anska selló la alianza con un puñetazo que alejó al hyrkanio hasta la orilla del río. Yagatai aprovechó para recojer una flecha caída de su carcaj, no tuvo tiempo de más pues el afilado sable de Anska a punto estuvo de rajarle la cara. Dió tres pasos hacia atrás, el agua que lamía los guijarros de la orilla salpicó perlas transparentes a cada pisada, entonces Yagatai colocó la flecha, elevó el arco y tensó la cuerda todo al mismo tiempo con la facilidad que da la experiencia. Anska se lanzó al ataque, su cuerpo menudo se encontraba en la línea de trayectoría del proyectil, Yagatai sopesó la idea de hundírselo en el pecho pero en el último momento la asesina desvió el golpe hacia Elentor. Vlaka que hasta entonces había mantenido una sonrisa en su cara tornó su expresión en pasmo y apenas cambió ésta cuando Yagatai se giró un cuarto y la punta acerada le atravesó el ojo. Una muerte rápida era un regalo para alguien como Vlaka. Anska por su parte dió muerte a Elentor de forma desagradable, no sintió piedad alguna por el que había sido su amante.
- Ahora somos tres, Nio. Mejor reparto. Estos dos nos iban a asesinar, ¿no tienes ni idea, verdad? A ti y a mí, pequeño idiota.
Nio aceptó la mentira creyéndola o no. El gigante era más listo de lo que mostraban sus escasas entendederas y sabía como sobrevivir. Le tendió un odre de dulce licor a Anska en señal de amistad y ella se lo ofreció a Yagatai el cual dió un largo trago.
- Bebe. Brindemos por una hermosa amistad.
Anska se arrimó a Yagatai provocativamente, el tacto de su piel y el roce de su pecho trajeron a la mente del hyrkanio el recuerdo reciente de Brandak y su noche de pasión. Anska era distinta, era una araña caprichosa cuyo único amor, a lo que nunca traicionaría sería a la violencia. Yagatai secó la barbilla con el dorso de la mano y lanzó el pellejo de vino a Nio.
- Se hace tarde y hay un botín que cargar. Ahora somos solo tres y anochecerá si no nos damos prisa.
Para evitar la lujuria de Anska apeló a su no menos acentuada avaricia. Yagatai no se equivocó cuando calculó el tiempo que invirtieron en cargar el carro con los objetos valiosos necesitando otro para las armas y demás. Se repartirían el oro y las joyas y en la siguiente ciudad cambiarían el resto de cosas por más oro, serían ricos.
No lograron llegar a la civilización antes de que la noche se les echara encima por lo que improvisaron un campamento. Nio estaba muy contento llenándose la panza con las suculentas vituallas robadas; Anska pasó largo tiempo haciendo inventario de todo intentando calcular el beneficio; Yagatai les presentó a un compañero que los había seguido todo el tiempo sin que se dieran cuenta. Tamerlán era un majestuoso águila, algo delgado pero de grandes y afiladas garras. Yagatai lo alimentaba con un pedazo de carne cruda mientras Nio miraba al animal con la curiosidad de un niño.
Adentrada la noche, Yagatai les contó un par de historias de su tierra al calor del fuego y el vino. Nio escuchó con atención los relatos aunque interrumpía a veces cuando se perdía, Anska por su parte parecía más bien distraida en otra cosa. Al cabo de unas horas el sopor les venció pero Yagatai no podía dormir, el recuerdo de su tierra le hacía añorar las extensas llanuras sin fin, las manadas de caballos salvajes, la nieve de las montañas y el calor de la yurta. Con aquel tesoro podría volver y crear su propio clan. Se levantó a orinar y sintió los efectos del vino cuando casi cae en los rescoldos de la fogata, todos dormían en completo silencio roto por algún bufido de los caballos. A la vuelta encontró a Anska recostada sobre la piel de lobo hivernal, despierta, observándole con fuego en la mirada, nadie le robaría ni una moneda. Yagatai le devolvió la mirada durante unos segundos y mandando los reparos al infierno se dirigió hacia ella. Anska tuvo el instinto de alcanzar la empuñadura de su espada pero se detuvo, en lugar de eso abrió la manta invitándole a compartir su lecho.
Re: Oro Rojo
18
Yagatai
Tras aquella noche, todas las demás se sucedieron entre vapores de alcohol y sexo. Yagatai se dejó sucumbir por el ardor salvaje de Anska, y ella se perfiló como una compañera risueña, bromista, violenta e impredecible. Se amaban, se vigilaban, compartían días y noches, confiaban a medias el uno en el otro; bebida y oro. Dilapidaron sus bolsas de oro, y cuanto obtenían por la venta del botín de su sustancioso asalto. Cabalgaban libres hacia el norte, durmiendo al raso o en tabernas y posadas de distinto pelo, donde se hacían el amor como si de una batalla sin cuartel se tratase. Por su lado, el tonto, o listo, Nio, gastaba su parte en vino y mujeres, y no había pueblucho, aldea o villorrio por donde pasasen, que no se acostara con dos o tres mozas; con frecuencia, a la vez.
Disfrutaron. Y mataron. En una ocasión, unos bandidos ingenuos intentaron robarles. Entraron igual que caballos desbocados en la alcoba de la pareja. Se derramó sangre, la de los optimistas ladrones. Anska llevó durante cuatro días las cabezas de tres de ellos colgando de su cabalgadura. Reía la mujer, una risa franca, ruidosa, alegre. Libre. Y correspondía el hyrkanio con apenas una sonrisa de compromiso.
En aquellos días, Yagatai descubrió la otra personalidad de su amante. La niña mimada, caprichosa, despreocupada, locuaz, que al momento se transformaba en una arpía asesina, demente y desbordada. Y celosa. Si alguna joven posaba los ojos en el indómito hyrkanio, una furibunda mirada era suficiente para que la chica desistiera de cualquier intento de aproximación al hombre. Y si a la moza le sobraban agallas para soportar esos ojos que desprendían fuego, amanecía degollada, tirada en medio de un charco de sangre.
Aunque no le faltaba inteligencia e intuición para descubrir el peligro o la oportunidad. Ni la sagacidad y astucia para regatear y vender a buen precio los objetos robados. En cuanto a Yagatai, mientras no se encontrara con un cuchillo en la garganta -algo que no descartaba en absoluto-, le complacía la situación. Una mujer, un caballo, y un tesoro.
Dejaron atrás las colinas Didymian, siguieron el curso del río Korothas hacia el norte. Se deshicieron de los caballos y el carro, y los cambiaron por otros, y torcieron finalmente hacia el noroeste por el camino bien empedrado y transitado que llevaba hasta la ciudad de Thessalia. Allí vendieron las últimas gemas y perlas que podría decirse todavía estaban manchadas de sangre, compraron nuevas y elegantes ropas y tres corceles bien entrenados, fuertes y ágiles. Con la bolsa llena todavía se enfilaron camino de la posada El Nenúfar de Isthar, que bien conocía Anska.
OFF
Puedes leer el turno de introducción de los demás. Así te haces una idea de la ciudad de Thessalia y de donde os encontráis ahora. Yagatai nunca ha estado aquí; Anska y Nío, sí. Tú conoces a los otros tres personajes, ellos dos, no.
Todos
Pensaban en el mañana, mientras bebían y disfrutaban. Téudis hizo el brindis, secundado por sus camaradas; se llenó de nuevo por enésima vez hasta el borde de la copa del joven y afrutado vino. Shara, amodorrada, parecía dormir. El tipo que rozó su cuerpo, se disculpó, alegando la estrechez del paso entre las sillas. Shara ni se inmutó, al contrario de Khalam, que vio la mano disimulada a propósito. Bastó una mirada para que el otro carraspease un poco más y se marchara del lugar con sus dos camaradas.
Shara dormitaba. Abrió un ojo cuando intuyó la presencia de alguien. Tres recién llegados, vestidos como caballeros y armados como tales, se plantaron delante de ellos: un hombre tuerto de aspecto agreste y salvaje; una mujer de mirada agresiva y peligrosa; y un gigantón de marcados músculos, con ojos de bobo que no se apartaron de Shara. Téudis sonreía, el tuerto también, en señal de reconocimiento. Khalam gruñó algo al hyrkanio: a pesar de ser viejos camaradas, cierta rivalidad turania-hyrkania, subyacía. Nada que no les impidiese aunar esfuerzos para un fin común.
Se conocían. Un apretón de manos y un abrazo. Los caminos del destino resultaban asombrosos. Yagatai se reencontró con Shara, Téudis y Khalam, con quienes, en el pasado, por un breve espacio de tiempo, compartió comida, aventuras, fatigas y camino. Acercaron tres sillas, pidieron, exigieron, más vino, carne y pan. El muchacho joven que les atendía corrió raudo a las cocinas. Téudis miró de forma cómplice al hyrkanio. Luego paseó la mirada, descaradamente, por el cuerpo de Anska.
- Por Mitra, Yagatai, las cosas parecen irte bien. Capa de príncipe, y en buena compañía. Aunque esos ojos fieros queman todo lo que miran. ¿Tu nombre, mujer?
Anska tomó una de las sillas de madera, se sentó de horcajadas en ella, adelantó la mandíbula y sonrío, felina, al caballero de Ophir:
- Anska. Pero me puedes llamar...Anska. Soy amiga íntima de Yagatai. Hemos matado juntos, cabalgado juntos y follado cada noche desde que salen las estrellas hasta que palidecen cuando me despierto. ¿Y tú eres?
Nío se sentó. Agarró un pedazo de pan y un trozo de carne picante, masticó y tragó acompañado del poco vino que quedaba en una de las jarras. También se presentó, las pupilas fijas en Shara. La vampira leyó que no había deseo en ellas, sino la curiosidad e ingenuidad de un niño ante lo desconocido.
- Yo soy Nío. Fuerte como diez toros. Anska es como mi hermana. Y Yagatai...también. ¿Cómo te llamas tú? ¡Eh, hyrkanio! Y tus modales... ¡Preséntanos a tus amigos, venga, camarada!
OFF
Bien, de esta forma, todos os conocéis (a excepción de Anska y Nio) . Vosotros mismos como queráis que sea vuestra relación.
Yagatai
Tras aquella noche, todas las demás se sucedieron entre vapores de alcohol y sexo. Yagatai se dejó sucumbir por el ardor salvaje de Anska, y ella se perfiló como una compañera risueña, bromista, violenta e impredecible. Se amaban, se vigilaban, compartían días y noches, confiaban a medias el uno en el otro; bebida y oro. Dilapidaron sus bolsas de oro, y cuanto obtenían por la venta del botín de su sustancioso asalto. Cabalgaban libres hacia el norte, durmiendo al raso o en tabernas y posadas de distinto pelo, donde se hacían el amor como si de una batalla sin cuartel se tratase. Por su lado, el tonto, o listo, Nio, gastaba su parte en vino y mujeres, y no había pueblucho, aldea o villorrio por donde pasasen, que no se acostara con dos o tres mozas; con frecuencia, a la vez.
Disfrutaron. Y mataron. En una ocasión, unos bandidos ingenuos intentaron robarles. Entraron igual que caballos desbocados en la alcoba de la pareja. Se derramó sangre, la de los optimistas ladrones. Anska llevó durante cuatro días las cabezas de tres de ellos colgando de su cabalgadura. Reía la mujer, una risa franca, ruidosa, alegre. Libre. Y correspondía el hyrkanio con apenas una sonrisa de compromiso.
En aquellos días, Yagatai descubrió la otra personalidad de su amante. La niña mimada, caprichosa, despreocupada, locuaz, que al momento se transformaba en una arpía asesina, demente y desbordada. Y celosa. Si alguna joven posaba los ojos en el indómito hyrkanio, una furibunda mirada era suficiente para que la chica desistiera de cualquier intento de aproximación al hombre. Y si a la moza le sobraban agallas para soportar esos ojos que desprendían fuego, amanecía degollada, tirada en medio de un charco de sangre.
Aunque no le faltaba inteligencia e intuición para descubrir el peligro o la oportunidad. Ni la sagacidad y astucia para regatear y vender a buen precio los objetos robados. En cuanto a Yagatai, mientras no se encontrara con un cuchillo en la garganta -algo que no descartaba en absoluto-, le complacía la situación. Una mujer, un caballo, y un tesoro.
Dejaron atrás las colinas Didymian, siguieron el curso del río Korothas hacia el norte. Se deshicieron de los caballos y el carro, y los cambiaron por otros, y torcieron finalmente hacia el noroeste por el camino bien empedrado y transitado que llevaba hasta la ciudad de Thessalia. Allí vendieron las últimas gemas y perlas que podría decirse todavía estaban manchadas de sangre, compraron nuevas y elegantes ropas y tres corceles bien entrenados, fuertes y ágiles. Con la bolsa llena todavía se enfilaron camino de la posada El Nenúfar de Isthar, que bien conocía Anska.
OFF
Puedes leer el turno de introducción de los demás. Así te haces una idea de la ciudad de Thessalia y de donde os encontráis ahora. Yagatai nunca ha estado aquí; Anska y Nío, sí. Tú conoces a los otros tres personajes, ellos dos, no.
Todos
Pensaban en el mañana, mientras bebían y disfrutaban. Téudis hizo el brindis, secundado por sus camaradas; se llenó de nuevo por enésima vez hasta el borde de la copa del joven y afrutado vino. Shara, amodorrada, parecía dormir. El tipo que rozó su cuerpo, se disculpó, alegando la estrechez del paso entre las sillas. Shara ni se inmutó, al contrario de Khalam, que vio la mano disimulada a propósito. Bastó una mirada para que el otro carraspease un poco más y se marchara del lugar con sus dos camaradas.
Shara dormitaba. Abrió un ojo cuando intuyó la presencia de alguien. Tres recién llegados, vestidos como caballeros y armados como tales, se plantaron delante de ellos: un hombre tuerto de aspecto agreste y salvaje; una mujer de mirada agresiva y peligrosa; y un gigantón de marcados músculos, con ojos de bobo que no se apartaron de Shara. Téudis sonreía, el tuerto también, en señal de reconocimiento. Khalam gruñó algo al hyrkanio: a pesar de ser viejos camaradas, cierta rivalidad turania-hyrkania, subyacía. Nada que no les impidiese aunar esfuerzos para un fin común.
Se conocían. Un apretón de manos y un abrazo. Los caminos del destino resultaban asombrosos. Yagatai se reencontró con Shara, Téudis y Khalam, con quienes, en el pasado, por un breve espacio de tiempo, compartió comida, aventuras, fatigas y camino. Acercaron tres sillas, pidieron, exigieron, más vino, carne y pan. El muchacho joven que les atendía corrió raudo a las cocinas. Téudis miró de forma cómplice al hyrkanio. Luego paseó la mirada, descaradamente, por el cuerpo de Anska.
- Por Mitra, Yagatai, las cosas parecen irte bien. Capa de príncipe, y en buena compañía. Aunque esos ojos fieros queman todo lo que miran. ¿Tu nombre, mujer?
Anska tomó una de las sillas de madera, se sentó de horcajadas en ella, adelantó la mandíbula y sonrío, felina, al caballero de Ophir:
- Anska. Pero me puedes llamar...Anska. Soy amiga íntima de Yagatai. Hemos matado juntos, cabalgado juntos y follado cada noche desde que salen las estrellas hasta que palidecen cuando me despierto. ¿Y tú eres?
Nío se sentó. Agarró un pedazo de pan y un trozo de carne picante, masticó y tragó acompañado del poco vino que quedaba en una de las jarras. También se presentó, las pupilas fijas en Shara. La vampira leyó que no había deseo en ellas, sino la curiosidad e ingenuidad de un niño ante lo desconocido.
- Yo soy Nío. Fuerte como diez toros. Anska es como mi hermana. Y Yagatai...también. ¿Cómo te llamas tú? ¡Eh, hyrkanio! Y tus modales... ¡Preséntanos a tus amigos, venga, camarada!
OFF
Bien, de esta forma, todos os conocéis (a excepción de Anska y Nio) . Vosotros mismos como queráis que sea vuestra relación.
Re: Oro Rojo
Todos estaban de celebración. Y Shara debería estarlo. Se lo repetía a si misma de continuo. La música deleitaba los oídos, el vino refrescaba a la vez que endulzaba gaznates y ayudaba a los jóvenes imberbes a tener valor en sus primeras "hazañas". Todos esos sucesos sucedían en otra parte de la tasca, pero para sus finos oídos eran como si sucedieran a su alrededor. La gente compraba en aquel tugurio unas horas de felicidad, otros elegían aquel lugar para empezar sus negocios o complicarse la vida.
Todo aquello daba a Shara cierta nostalgia de otra vida. Una vida que acabó cuando contrajo la plaga hace ya más de un siglo. Su padre fue el primero en contraerla en las mazmorras. Acusado injustamente de robar caballos a un noble fue arrojado a lo más profundo debido a su honestidad. Luego, al capturar al verdadero ladrón fue puesto en libertad aunque para entonces ya era evidente el contagio. Tres días después, los amables vecinos de otrora, solicitaron al barón tapiar cualquier salida de su casa y quemarlos dentro. El noble accedió a lo primero, pero no a lo segundo para hacer valer su autoridad y mantener a raya la hostilidad del populacho. Les dijo que la casa tenia que mantenerse en cuarentena. ¿Cómo iba a mantenerse en cuarentena sin comida y agua diarios?. Con todo, Shara fue la última en contraer la terrible plaga y mientras tanto, con hambre y sed cuidaba de su familia condenada. Sus últimos momentos fueron difusos, como podría serlos los de cualquier moribundo. Creyó ver los fantasmas de su familia. La invitaban a traspasar el oscuro umbral con sus manos extendidas y sus rostros alegres y esperanzados. Y Shara quería ir con ellos. Sabia lo que ello significaba, sabia que dejaría de sentir la garganta reseca y la lengua como papiro. Sabia que dejaría de sentir retortijones en el estómago debido al hambre. Sabia que las llagas de sus brazos y de su cara dejarían de escocer con el más leve roce del aire mismo. La plaga en cualquier caso, dejaría su marca y jamás recobraría su belleza. Su vida, fuera como fuese estaba acabada. Pero oyó una voz. Traía promesas que Shara creyó eran propias de demonios para alargar su sufrimiento. Y la duda, la duda hizo que escuchase. Abrió los ojos pero solo vio más sombras. La voz era de un hombre, pero la silueta era de una mujer. La voz le dijo que no había dioses, y Shara dado su estado lo creyó. La voz le propuso un trato, un trato que Shara moribunda no podía comprender cómo podía cumplirlo, pero accedió. Tal vez aquél día no debió escuchar aquella voz. Tal vez hubiera sido mejor estar muerta, porque meses después descubrió que hay cosas mucho peores que la muerte, mucho peores que la vejación o la condena del olvido. Descubrió que la engañaron un poco. Si hay dioses, pero solo prestan oídos a los más fieles y a sus caprichosos deseos.
Al despertar con su nueva no-vida no supo si creer era una bendición o una condena. Tal vez es aun ambas cosas. Su madre en la oscuridad se hacia llamar Marien. Lucia pelo corto y llevaba ropas oscuras de hombre tan ceñidas que dejaban poco espacio para la imaginación. Y durante medio siglo la aleccionó en esgrima y habilidades de infiltración. Lo hacia sin piedad, con sables empapados de ácido. Cada media noche, se recuperaba tan dolorosamente como se habían producido las heridas. Y aunque dudaba que aquel fuera el mejor método, no había duda que en Shara funcionaba. Su punto débil era su bestia interior. Le costaba controlarlo cuando veía sangre. Pero Marien la enseñó a superar las dificultades de mantener a la bestia enrejada bajo su voluntad. Sintió lastima por los casi dos centenares de mortales que habían sucumbido a su falta de control. Afortunadamente, accidentes en el mar suceden a diario.
► Show Spoiler
Con su mentora despertó sus habilidades vampíricas y su pequeño regalo de sangre. Era algo inédito que portaba su naturaleza no-muerta. Y según le dijo Marien, cada vampiro tenia una rareza diferente, un imposible dada su naturaleza inmortal, que no formaba parte de su herencia. En el caso de Shara era poder caminar a la luz del sol, aun con sus inconvenientes era sin duda un gran don que su mentora envidiaba. Marien tenia la rareza de que la plata no le afectara de tal manera que afectaba a otros. Como era de prever, Marien no la hizo vampira por puro azar y le recordó su promesa antes de morir. Entonces supo de que se trataba todo. Tenia que disfrazarse y hacerse pasar por Marien en una gran fiesta atrayendo para sí miradas como de costumbre. Mientras, su mentora sacaría de una prisión a un hechicero para ponerse rumbo a Khitai, y entregar al mago y sus conocimientos a la orden de la Mano Blanca. Luego, no supo más de Marien. Medir el tiempo para quienes disfrutan de la inmortalidad resulta siempre en una mala broma, ya que todo se reduce a hacer lo posible para que haya un mañana.
Con ese precepto conoció a varios de sus compañeros. Vivian solo pensando en el hoy. Sin pensar en el mañana, pero aprovechando cada minuto como si fuera el último. Shara admitía que podría drenarlos, lo había pensado. Pero no había conocido gente tan adicta como ella a los problemas. Y, tenia que admitirlos, con la fuerza de la convivencia les estaba tomando cariño a todos ellos.
Volviendo a pensar en sus compañeros abrió los ojos al oír unos corazones que se acercaban. El ritmo de algunos le era de algún modo, familiar. Era como la voz. Siempre se relaciona una voz con una persona. Y ella trataba de hacer trabajar su memoria para relacionarlos con nombres, caras, recuerdos. ¡No funciono en absoluto!. No tenia ni idea de quienes se trataban hasta que aparecieron por la puerta. Abrió un ojo y una avalancha de recuerdos le dijo que eran compañeros, buena gente. La chica nueva no la conocía. La cual la miraba como si fuera un animal exótico. Shara esperó a que se presentase. "Una mujer fuerte", pensó. Le gustaba el sabor de esa gente. Era tan diferente del ganado de ciudad que jugaban a soldaditos.
- Yagatai. ¿Ahora le pones nombre a mi comida?. - le dijo medio en broma con los ojos semicerrados. No supo porque, pero le apetecía maltratar los sentimientos de alguien. Sin embargo, sus compañeros no eran una buena elección. Desistió. Quiso dormir, pero no podía. Se puso de lado aun medio tumbada sobre la mesa, tirando una botella que estaba a su espalda.
- Bueno. Y ahora que habéis venido. ¿Tenéis algún trabajo en mente, no?. De otro modo no entiendo para qué estáis aquí. - Dijo como reprimenda, pero la verdad es que se alegraba de ver al hyrkanio.
» "Nunca discutas con un estúpido. Te hará descender a su nivel, y ahí te ganará por experiencia." -- Mark Twain.
Re: Oro Rojo
Fueron días de euforia, locura y exceso los que siguieron a la tragedia del río Korothas. El trío recorrió cientos de kilómetros, siempre hacia el norte, dejando tras de sí un rastro brillante de oro y gemas en cada lugar de vicio que encontraban. Yagatai no pudo evitar, o no puso mucho empeño, dejarse llevar por la arrolladora pasión de Anska, ella era libre, salvaje, deseo en estado puro, una mujer sin restricciones, egocéntrica, solo pensaba en el aquí y ahora, el pasado y el futuro eran conceptos en los que no se detenía a meditar. Su pelo como el rojo atardecer era reflejo de la intensidad con la que ardía la llama en su interior; sus ojos consumían aquello en lo que se posaban, podía verse a través de ellos una mente inteligente e insidiosa; sus manos pequeñas, rápidas y mortales; su boca astuta y mordaz. Yagatai se contagió de aquel sentimiento, por primera vez en mucho tiempo era libre pero de una forma que nunca lo había sido, no existían las preocupaciones, el gran tesoro le reportaba todo lo que deseara por caro que fuera el lujo: comida, alcohol, ropas caras, armas, caballos, cualquier cosa. Lo único que debía hacer era mantener un ojo en sus pertenencias para que nadie lo suficientemente estúpido intentara robarselo, de haber tenido otro ojo también lo mantendría abierto para vigilar que la mujer que yacía desnuda a su lado no lo apuñalara mientras dormía. El ritmo de vida que llevaban era rápido, como la manera en la que se reducía el botín.
Llegaron a Nenufar de Ishtar, bajo recomendación de Anska, sería la última posada que se beneficiaría de los ultimos restos de su riqueza. Desde fuera podía oirse apagadamente el alborto, las risas y las voces elevadas. Antes de llegar a la puerta salieron dos hombres en evidente estado de embriaguez, apoyados el uno en el otro y tambaleante dejaron paso al grupo siguiéndolos con la mirada. Abrió la puerta y pudo sentir el ambiente cargado antes de cruzar el umbral. El olor almizclero de cuerpos sucios y sudorosos, sus alientos alcoholizados, el suelo pegajoso, las mesas sucias atestadas de jarras vacías y restos de comida, disfrutaría en aquel sitio.
Su atuendo así como las armas que portaban levantó miradas curiosas, alguna codiciosa y una conocida. Yagatai se detuvo en seco cuando su cerebro se esforzó en lo que dura un relámpago en poner un nombre a esa pálida cara de bellas facciones. Se llamaba Shara y los dos hombres que la acompañaban a la mesa Khalam y Téudis, este último sonrió al verlo y el hyrkanio se alegró al ver a su viejo camarada devolviéndole la sonrisa y estrechando su brazo enérgicamente. Khalam era más hosco y ambos habían mantenido la distancia pues Yagatai siendo hyrkanio tenía extraños rasgos turanios lo que a Khalam causaba cierta sospecha infundada. Se unieron a la mesa y pidieron más vino, cerveza y viandas para renovar el espíritu tras horas cabalgando. No pasó desapercibido para Yagatai, ni para nadie, como Téudis desnudaba con la mirada a Anska, de otro le habría molestado pero conocía el caracter del guerrero y su desconocimiento de la clase de hembra con la que se la jugaba.
- Por Mitra, Yagatai, las cosas parecen irte bien. Capa de príncipe, y en buena compañía. Aunque esos ojos fieros queman todo lo que miran. ¿Tu nombre, mujer?
- Anska. Pero me puedes llamar...Anska. Soy amiga íntima de Yagatai. Hemos matado juntos, cabalgado juntos y follado cada noche desde que salen las estrellas hasta que palidecen cuando me despierto. - Dijo sin el menor atisbo de pudor. Yagatai se había acostumbrado a sus formas agresivas e incluso comenzaban a gustarle.
- A veces todo al mismo tiempo si mal no recuerdo. ¡Jajajaja!- Dijo Yagatai al tiempo que atraía a Ansaka hacia si y le mordisqueó el cuello entre risas.
- Yo soy Nío. Fuerte como diez toros. Anska es como mi hermana. Y Yagatai...también. ¿Cómo te llamas tú? ¡Eh, hyrkanio! Y tus modales... ¡Preséntanos a tus amigos, venga, camarada! - Cada día que pasaba, a Yagatai más le parecía que el lujo y la lujúria les embotaba la mente y que Nio era el único que se mantenía lúcido. El hyrkanio se levantó de la silla con una jarra de cerveza en mano, dijo con actuada pompa y amplia sonrisa.
- ¡El arallu me lleve! Tienes toda la razón. Anska, Nio, os presento a los tres malnacidos más peligrosos y pendencieros que jamás hayan pisado tierra hyboria. Téudis de Ophir, tan temido por sus enemigos en combate como por los padres de castas doncellas. Shara de Poitain, su exótica belleza cautiva el alma de todo hombre y su acero la siega. Y ese de ahí es Khalam de Turán, esa cara de perro al que intentan quitarle un hueso no puede cambiarla pero sé que en fondo me aprecia. - Alzó su jarra y les lanzó una bendición. - ¡Que el futuro os sea favorable... y lucrativo! - Dicho lo cual dio un largo trago de cerveza tibia.
- Yagatai. ¿Ahora le pones nombre a mi comida?. - Preguntó Shara.
- Estos dos se te atragantarían, creeme.- Dijo sonriendo de medio lado.
Shara era un misterio sobrenatural el cual siempre había causado cierta incomodidad al hyrkanio, todo lo relacionado con magia o poderes ultraterrenos le ponía nervioso. Para él tenerla cerca era tan tranquilizador como estar dentro de una jaula con una tigresa domesticada, la bestia podría ser controlada pero era impredecible y si el hambre acuciaba no dudaría en morder la mano amiga.
- Bueno. Y ahora que habéis venido. ¿Tenéis algún trabajo en mente, no?. De otro modo no entiendo para qué estáis aquí. - Ella siempre tan práctica.
- En realidad no. Solo queríamos un lugar donde gastar el oro que nos queda. Venimos desde Messantia siguiendo el Korothas hacia Aquilonia o quizá vayamos a Nemedia. ¿Y qué habéis hecho desde que nos separamos? No imaginé que la sociedad duraría tanto tiempo.
Llegaron a Nenufar de Ishtar, bajo recomendación de Anska, sería la última posada que se beneficiaría de los ultimos restos de su riqueza. Desde fuera podía oirse apagadamente el alborto, las risas y las voces elevadas. Antes de llegar a la puerta salieron dos hombres en evidente estado de embriaguez, apoyados el uno en el otro y tambaleante dejaron paso al grupo siguiéndolos con la mirada. Abrió la puerta y pudo sentir el ambiente cargado antes de cruzar el umbral. El olor almizclero de cuerpos sucios y sudorosos, sus alientos alcoholizados, el suelo pegajoso, las mesas sucias atestadas de jarras vacías y restos de comida, disfrutaría en aquel sitio.
Su atuendo así como las armas que portaban levantó miradas curiosas, alguna codiciosa y una conocida. Yagatai se detuvo en seco cuando su cerebro se esforzó en lo que dura un relámpago en poner un nombre a esa pálida cara de bellas facciones. Se llamaba Shara y los dos hombres que la acompañaban a la mesa Khalam y Téudis, este último sonrió al verlo y el hyrkanio se alegró al ver a su viejo camarada devolviéndole la sonrisa y estrechando su brazo enérgicamente. Khalam era más hosco y ambos habían mantenido la distancia pues Yagatai siendo hyrkanio tenía extraños rasgos turanios lo que a Khalam causaba cierta sospecha infundada. Se unieron a la mesa y pidieron más vino, cerveza y viandas para renovar el espíritu tras horas cabalgando. No pasó desapercibido para Yagatai, ni para nadie, como Téudis desnudaba con la mirada a Anska, de otro le habría molestado pero conocía el caracter del guerrero y su desconocimiento de la clase de hembra con la que se la jugaba.
- Por Mitra, Yagatai, las cosas parecen irte bien. Capa de príncipe, y en buena compañía. Aunque esos ojos fieros queman todo lo que miran. ¿Tu nombre, mujer?
- Anska. Pero me puedes llamar...Anska. Soy amiga íntima de Yagatai. Hemos matado juntos, cabalgado juntos y follado cada noche desde que salen las estrellas hasta que palidecen cuando me despierto. - Dijo sin el menor atisbo de pudor. Yagatai se había acostumbrado a sus formas agresivas e incluso comenzaban a gustarle.
- A veces todo al mismo tiempo si mal no recuerdo. ¡Jajajaja!- Dijo Yagatai al tiempo que atraía a Ansaka hacia si y le mordisqueó el cuello entre risas.
- Yo soy Nío. Fuerte como diez toros. Anska es como mi hermana. Y Yagatai...también. ¿Cómo te llamas tú? ¡Eh, hyrkanio! Y tus modales... ¡Preséntanos a tus amigos, venga, camarada! - Cada día que pasaba, a Yagatai más le parecía que el lujo y la lujúria les embotaba la mente y que Nio era el único que se mantenía lúcido. El hyrkanio se levantó de la silla con una jarra de cerveza en mano, dijo con actuada pompa y amplia sonrisa.
- ¡El arallu me lleve! Tienes toda la razón. Anska, Nio, os presento a los tres malnacidos más peligrosos y pendencieros que jamás hayan pisado tierra hyboria. Téudis de Ophir, tan temido por sus enemigos en combate como por los padres de castas doncellas. Shara de Poitain, su exótica belleza cautiva el alma de todo hombre y su acero la siega. Y ese de ahí es Khalam de Turán, esa cara de perro al que intentan quitarle un hueso no puede cambiarla pero sé que en fondo me aprecia. - Alzó su jarra y les lanzó una bendición. - ¡Que el futuro os sea favorable... y lucrativo! - Dicho lo cual dio un largo trago de cerveza tibia.
- Yagatai. ¿Ahora le pones nombre a mi comida?. - Preguntó Shara.
- Estos dos se te atragantarían, creeme.- Dijo sonriendo de medio lado.
Shara era un misterio sobrenatural el cual siempre había causado cierta incomodidad al hyrkanio, todo lo relacionado con magia o poderes ultraterrenos le ponía nervioso. Para él tenerla cerca era tan tranquilizador como estar dentro de una jaula con una tigresa domesticada, la bestia podría ser controlada pero era impredecible y si el hambre acuciaba no dudaría en morder la mano amiga.
- Bueno. Y ahora que habéis venido. ¿Tenéis algún trabajo en mente, no?. De otro modo no entiendo para qué estáis aquí. - Ella siempre tan práctica.
- En realidad no. Solo queríamos un lugar donde gastar el oro que nos queda. Venimos desde Messantia siguiendo el Korothas hacia Aquilonia o quizá vayamos a Nemedia. ¿Y qué habéis hecho desde que nos separamos? No imaginé que la sociedad duraría tanto tiempo.
Re: Oro Rojo
Shara (Anexo)
[...]Empezaron las presentaciones y la vampiresa miraba a Anska y Nio con una mezcla de desconfianza y curiosidad.
-- ¡El arallu me lleve! Tienes toda la razón. Anska, Nio, os presento a los tres malnacidos más peligrosos y pendencieros que jamás hayan pisado tierra hyboria. Téudis de Ophir, tan temido por sus enemigos en combate como por los padres de castas doncellas. Shara de Poitain, su exótica belleza cautiva el alma de todo hombre y su acero la siega.
- Podéis llamarme simplemente Shara. - añadió y rápidamente mientras hacia un pucherito.
Llegaron y parecieron coincidir en querer gastar los bienes legalmente robados. Shara no tenia más que añadir. Tenia que esperar a que las monedas desapareciesen para que pensasen en hacer algo. Notó que su cuerpo se sentía más vivo y eso solo podía significar la llegada de la noche.
[...]Empezaron las presentaciones y la vampiresa miraba a Anska y Nio con una mezcla de desconfianza y curiosidad.
-- ¡El arallu me lleve! Tienes toda la razón. Anska, Nio, os presento a los tres malnacidos más peligrosos y pendencieros que jamás hayan pisado tierra hyboria. Téudis de Ophir, tan temido por sus enemigos en combate como por los padres de castas doncellas. Shara de Poitain, su exótica belleza cautiva el alma de todo hombre y su acero la siega.
- Podéis llamarme simplemente Shara. - añadió y rápidamente mientras hacia un pucherito.
Llegaron y parecieron coincidir en querer gastar los bienes legalmente robados. Shara no tenia más que añadir. Tenia que esperar a que las monedas desapareciesen para que pensasen en hacer algo. Notó que su cuerpo se sentía más vivo y eso solo podía significar la llegada de la noche.
» "Nunca discutas con un estúpido. Te hará descender a su nivel, y ahí te ganará por experiencia." -- Mark Twain.
- Lord Arzzun
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- Ubicación: valencia
Re: Oro Rojo
Téudis
Anska. Pero me puedes llamar...Anska. Soy amiga íntima de Yagatai. Hemos matado juntos, cabalgado juntos y follado cada noche desde que salen las estrellas hasta que palidecen cuando me despierto Exclamó la joven, sin duda satisfecha de sí misma al decir esas palabras. Téudis sonrió diplomáticamente y mantuvo su cortés y congelada sonrisa durante la replica de Yagatai y la la exposición del grandullón de Nio.
Mitra, ¿Qué demonios háces Yagatai con esta gente?-Pensó Téudis. La tal Anska se comportaba como si tuviese polla y el otro..bueno, era un tarado. Sin embargo, destilaban cierta sensación de peligro, sobretodo Anska.
En realidad no. Solo queríamos un lugar donde gastar el oro que nos queda. Venimos desde Messantia siguiendo el Korothas hacia Aquilonia o quizá vayamos a Nemedia. ¿Y qué habéis hecho desde que nos separamos? No imaginé que la sociedad duraría tanto tiempo -Contestó Yagatai a Shara, quien empezaba poco a poco a recuperar el brillo en sus ojos.
Aquí podeis gastar ya el oro, sin iros a Nemedia..empezando por invitarnos a una ronda de vino - susurró Téudis con un tono pícaro - ¿O es que estais huyendo de alguien? ¿Necesitais protección? Nosotros podemos protegeros...por un precio, claro.
Anska. Pero me puedes llamar...Anska. Soy amiga íntima de Yagatai. Hemos matado juntos, cabalgado juntos y follado cada noche desde que salen las estrellas hasta que palidecen cuando me despierto Exclamó la joven, sin duda satisfecha de sí misma al decir esas palabras. Téudis sonrió diplomáticamente y mantuvo su cortés y congelada sonrisa durante la replica de Yagatai y la la exposición del grandullón de Nio.
Mitra, ¿Qué demonios háces Yagatai con esta gente?-Pensó Téudis. La tal Anska se comportaba como si tuviese polla y el otro..bueno, era un tarado. Sin embargo, destilaban cierta sensación de peligro, sobretodo Anska.
En realidad no. Solo queríamos un lugar donde gastar el oro que nos queda. Venimos desde Messantia siguiendo el Korothas hacia Aquilonia o quizá vayamos a Nemedia. ¿Y qué habéis hecho desde que nos separamos? No imaginé que la sociedad duraría tanto tiempo -Contestó Yagatai a Shara, quien empezaba poco a poco a recuperar el brillo en sus ojos.
Aquí podeis gastar ya el oro, sin iros a Nemedia..empezando por invitarnos a una ronda de vino - susurró Téudis con un tono pícaro - ¿O es que estais huyendo de alguien? ¿Necesitais protección? Nosotros podemos protegeros...por un precio, claro.
Re: Oro Rojo
Yagatai [Anexo]
Téudis vio negocio en el despilfarro de su camarada y tanteó una posible asociación.
- Aquí podeis gastar ya el oro, sin iros a Nemedia..empezando por invitarnos a una ronda de vino. ¿O es que estais huyendo de alguien? ¿Necesitais protección? Nosotros podemos protegeros...por un precio, claro.
- No me cabe duda de que protegerías muy bien mi oro. Pero esta noche os pagaré en bebida y por ello tan solo quiero vuestra compañía. ¡Posadero más vino a esta mesa! - Dijo el hyrkanio al tiempo que ponía un puñado de monedas sobre la maltratada superficie de madera.
Téudis vio negocio en el despilfarro de su camarada y tanteó una posible asociación.
- Aquí podeis gastar ya el oro, sin iros a Nemedia..empezando por invitarnos a una ronda de vino. ¿O es que estais huyendo de alguien? ¿Necesitais protección? Nosotros podemos protegeros...por un precio, claro.
- No me cabe duda de que protegerías muy bien mi oro. Pero esta noche os pagaré en bebida y por ello tan solo quiero vuestra compañía. ¡Posadero más vino a esta mesa! - Dijo el hyrkanio al tiempo que ponía un puñado de monedas sobre la maltratada superficie de madera.