Cazadores de Hombres
Moderador: guli
Re: Cazadores de Hombres
Anexo Zhang, Bazag, Gonej
El cuchillo y una bolsa con carne asada, agua e incluso una botella medio llena de vino le fue entregado a Zhang por la propia Valeria mientras veía como este se introducía en el agua. Se quedó a solas, con sus pensamientos, maldiciendo a Valeria, a su barco, y a todos los dioses. Nadando o andando, llegó a la zona donde se había hundido el objeto, y tras un par de zambullidas dio con él.
Completamente empapado, tomó asiento en una roca. Levantó el frasco y lo examinó a la ya escasa luz de la hoguera que todavía no se hubo apagado. Una última lanza dorado del sol moribundo incidió en la redoma, resaltando el carmesí oscuro de su interior. Zhang quitó las protecciones, quitó la tapa y observó más de cerca aquella sangre impregnada, fecundada, con la maldad.
?
Gonej cargaba con las cabezas de sus antiguos camaradas, envueltas en su capa. Bazag abría el paso, la mano sobre la empuñadura de sus cimitarras. La respiración de la jungla nocturna los envolvía, los rodeaba. Ojos enormes, curiosos, los observaban pasar. Encendieron otro par de antorchas, cuando ya el crepúsculo agonizaba. Los insectos no parecían dormir, en particular los insidiosos mosquitos. Regresaban lo más rápido posible con unas muy malas noticias, y con pruebas de ellas. Y algo más. Aunque fue un vistazo rápido, Bazag no descubrió rastros de lucha; no obstante sí que encontró huellas de botas, de una sola persona. Llegaban de más interior de la selva y se perdían luego en las profundidades de la vegetación.
La noche expulsó al día cuando alcanzaron el campamento. Vacío, con las fogatas muertas a excepción de una de ellas, sin ninguno de sus compañeros por allí. Vieron que a lo lejos, cerca de la ribera del río estaba sentado sobre una roca, solitario, aquel oriental rescatado de las aguas. Tenía algo en las manos, algo que abrió despacio y con cuidado.
Y luego fueron testigos de que el infierno se desataba en derredor y trataba de alcanzarlos con sus garras de fuego.
Zhang abrió el frasco. Miró para dilucidar qué era, desentrañar si podía sus secretos. Aquello tenía vida propia y se dio cuenta demasiado tarde. Burbujeaba, desprendía calor, y pronto el vapor casi invisible que exhalaba llegó hasta él. Como un fantasma de helados dedos quiso quitarle la vida. Zhang se echó atrás, arrojó el frasco en una acción instintiva de defensa, el hombre se cayó de espaldas. El contenido se derramó por el suelo, y, a pesar de la poca cantidad que había, se deslizó veloz.
Quemó las hierbas y plantas a su paso. Agrietó la tierra y la calcinó, las piedras, las rocas, no solo allá donde pasaba sino a varios metros circundantes. Alcanzó los gigantescos árboles de cincuenta metros de altura, abrasó y destruyó la madera como si fuese mantequilla. Llamas de tres metros, intenso negro y rojo lamieron las ramas y las hojas, el fuego maligno y maldito se trasladó a otros árboles, gigantes que se desplomaron en todas direcciones. Las aves cayeron, murieron incineradas, sus plumas cenizas, sus corazones piedra. Los monos aulladores enmudecieron, para luego lanzar terroríficos chillidos de angustia y dolor, sus cuerpos ardiendo, saltando y corriendo en carne viva. El mal impío concentrado en ese frasco, libre, asoló y aniquiló cuanta vida encontró a su paso. El poder inmenso del hechizo convirtió la noche en una hecatombe digna del mismísimo Erlik, o de la diosa de la muerte Derketo. El crepitar de las llamas, los gritos furiosos, frenéticos y desesperados de los animales, se entremezclaban con la risa siniestra de los demonios del Averno.
Zhang evitó que los vapores afectaran directamente a su rostro, pero no pudo escapar a que tocaran sus ropas a la altura del torso. Las derritió, quemando la carne, dejando en su lugar una costra negra de insoportable dolor. Se arrastró el oriental, el mundo en torno a él se quebraba intentando llevárselo consigo. Bazag y Gonej, a unos treinta metros del oriental, vieron como este luchaba contra aquel caos, y pronto ellos se vieron inmersos en el mar de muerte, fuego y horror conjugado por Vardecos desde el corazón del Arallu y que amenazaba con llevárselos a todos ellos hasta sus pestilentes y putrefactas entrañas .
El cuchillo y una bolsa con carne asada, agua e incluso una botella medio llena de vino le fue entregado a Zhang por la propia Valeria mientras veía como este se introducía en el agua. Se quedó a solas, con sus pensamientos, maldiciendo a Valeria, a su barco, y a todos los dioses. Nadando o andando, llegó a la zona donde se había hundido el objeto, y tras un par de zambullidas dio con él.
Completamente empapado, tomó asiento en una roca. Levantó el frasco y lo examinó a la ya escasa luz de la hoguera que todavía no se hubo apagado. Una última lanza dorado del sol moribundo incidió en la redoma, resaltando el carmesí oscuro de su interior. Zhang quitó las protecciones, quitó la tapa y observó más de cerca aquella sangre impregnada, fecundada, con la maldad.
?
Gonej cargaba con las cabezas de sus antiguos camaradas, envueltas en su capa. Bazag abría el paso, la mano sobre la empuñadura de sus cimitarras. La respiración de la jungla nocturna los envolvía, los rodeaba. Ojos enormes, curiosos, los observaban pasar. Encendieron otro par de antorchas, cuando ya el crepúsculo agonizaba. Los insectos no parecían dormir, en particular los insidiosos mosquitos. Regresaban lo más rápido posible con unas muy malas noticias, y con pruebas de ellas. Y algo más. Aunque fue un vistazo rápido, Bazag no descubrió rastros de lucha; no obstante sí que encontró huellas de botas, de una sola persona. Llegaban de más interior de la selva y se perdían luego en las profundidades de la vegetación.
La noche expulsó al día cuando alcanzaron el campamento. Vacío, con las fogatas muertas a excepción de una de ellas, sin ninguno de sus compañeros por allí. Vieron que a lo lejos, cerca de la ribera del río estaba sentado sobre una roca, solitario, aquel oriental rescatado de las aguas. Tenía algo en las manos, algo que abrió despacio y con cuidado.
Y luego fueron testigos de que el infierno se desataba en derredor y trataba de alcanzarlos con sus garras de fuego.
Zhang abrió el frasco. Miró para dilucidar qué era, desentrañar si podía sus secretos. Aquello tenía vida propia y se dio cuenta demasiado tarde. Burbujeaba, desprendía calor, y pronto el vapor casi invisible que exhalaba llegó hasta él. Como un fantasma de helados dedos quiso quitarle la vida. Zhang se echó atrás, arrojó el frasco en una acción instintiva de defensa, el hombre se cayó de espaldas. El contenido se derramó por el suelo, y, a pesar de la poca cantidad que había, se deslizó veloz.
Quemó las hierbas y plantas a su paso. Agrietó la tierra y la calcinó, las piedras, las rocas, no solo allá donde pasaba sino a varios metros circundantes. Alcanzó los gigantescos árboles de cincuenta metros de altura, abrasó y destruyó la madera como si fuese mantequilla. Llamas de tres metros, intenso negro y rojo lamieron las ramas y las hojas, el fuego maligno y maldito se trasladó a otros árboles, gigantes que se desplomaron en todas direcciones. Las aves cayeron, murieron incineradas, sus plumas cenizas, sus corazones piedra. Los monos aulladores enmudecieron, para luego lanzar terroríficos chillidos de angustia y dolor, sus cuerpos ardiendo, saltando y corriendo en carne viva. El mal impío concentrado en ese frasco, libre, asoló y aniquiló cuanta vida encontró a su paso. El poder inmenso del hechizo convirtió la noche en una hecatombe digna del mismísimo Erlik, o de la diosa de la muerte Derketo. El crepitar de las llamas, los gritos furiosos, frenéticos y desesperados de los animales, se entremezclaban con la risa siniestra de los demonios del Averno.
Zhang evitó que los vapores afectaran directamente a su rostro, pero no pudo escapar a que tocaran sus ropas a la altura del torso. Las derritió, quemando la carne, dejando en su lugar una costra negra de insoportable dolor. Se arrastró el oriental, el mundo en torno a él se quebraba intentando llevárselo consigo. Bazag y Gonej, a unos treinta metros del oriental, vieron como este luchaba contra aquel caos, y pronto ellos se vieron inmersos en el mar de muerte, fuego y horror conjugado por Vardecos desde el corazón del Arallu y que amenazaba con llevárselos a todos ellos hasta sus pestilentes y putrefactas entrañas .
- Lord Arzzun
- Mensajes: 982
- Registrado: 01 Jul 2007, 22:58
- Ubicación: valencia
Re: Cazadores de Hombres
El ritual era difícil, realmente complicado. Sentí una gran satisfacción al completarlo..y tuve la seguridad de que Valeria quedaría gratamente impresionada con el resultado. Pero la satisfacción duró poco, como siempre. Ahora, estaba demasiado cansado como para autocompadecerme de forma absoluta..pero la inmensa amargura que sentía consiguió abrirse paso hasta mi mente, inundándolo todo de asco y rabia..
¿Dime cómo, Vardecos...un hechicero como tú, ha llegado tan bajo?..un simple asesino, un pirata en busca de unas míseras monedas..cualquier hechicero decente se reiría de tí mientras investiga los misterios de la vida y la muerte..o viaja entre dimensiones, sin temor a demonios o dioses.
Ausente, agotado..intenté dilucidar qué clase de maligna presencia se ocultaba en el interior de la isla. No era humano o demonio..quizás alguna clase de animal mítico..o alguna oscura deidad menor, atrapada en esta roca desde hace eones, haciendo de las bestias sus esclavas y torturando y devorando a cuanto humano ponga pie en la isla..
Bah..un misterio más que quizás no lleguemos a averiguar. No me quitaba el sueño..Vardecos, al contrario que muchos otros brujos, no tenía una curiosidad enfermiza que le llevase a una muerte temprana.
No me importaba mucho la presencia o no de Gonej o Bazag..pero sí la del Frasco que le dí a Valeria. Incluso en mi estado de sopor, conseguí envararme, indignado..buscando la mirada de Valeria, buscando una explicación...
Con gesto de odio, me dejé caer en la barca, pensativo, refunfuñando. No era mala opción, después de todo. El oriental, el último que se quedó en la playa, tendría sin lugar a dudas el frasco y, la verdad, había sido buena idea decirle a Valeria lo que la sangre podía hacer, para que la muerte del oriental fuese lo menos vana posible. Si el portador de la sangre sabía usarla con destreza, podría derrotar a un ejército. Mi mente siguió el plan de Valeria, hasta visualizar a Gonej y Bazag..los dos tipos serios, profesionales.. simples e ignorantes como el resto de la tripulación..pero de una pasta diferente, mejores que el pirata típico que infestaba el Último Terror con su hedor y su infantil malignidad.
Cuando Valeria preguntó si el asunto estaba Zanjado..ya tenía una respuesta..
Con un gesto cruel y una voz rasposa e indudablemente llena de astuta maldad, respondí a la fiera capitana
Esos tres nos darán la justa medida de las fuerzas que nos esperan en la isla... si ellos sobreviven..nosotros también podremos. Si mueren..no lo harán solos
¿Dime cómo, Vardecos...un hechicero como tú, ha llegado tan bajo?..un simple asesino, un pirata en busca de unas míseras monedas..cualquier hechicero decente se reiría de tí mientras investiga los misterios de la vida y la muerte..o viaja entre dimensiones, sin temor a demonios o dioses.
Ausente, agotado..intenté dilucidar qué clase de maligna presencia se ocultaba en el interior de la isla. No era humano o demonio..quizás alguna clase de animal mítico..o alguna oscura deidad menor, atrapada en esta roca desde hace eones, haciendo de las bestias sus esclavas y torturando y devorando a cuanto humano ponga pie en la isla..
Bah..un misterio más que quizás no lleguemos a averiguar. No me quitaba el sueño..Vardecos, al contrario que muchos otros brujos, no tenía una curiosidad enfermiza que le llevase a una muerte temprana.
No me importaba mucho la presencia o no de Gonej o Bazag..pero sí la del Frasco que le dí a Valeria. Incluso en mi estado de sopor, conseguí envararme, indignado..buscando la mirada de Valeria, buscando una explicación...
Con gesto de odio, me dejé caer en la barca, pensativo, refunfuñando. No era mala opción, después de todo. El oriental, el último que se quedó en la playa, tendría sin lugar a dudas el frasco y, la verdad, había sido buena idea decirle a Valeria lo que la sangre podía hacer, para que la muerte del oriental fuese lo menos vana posible. Si el portador de la sangre sabía usarla con destreza, podría derrotar a un ejército. Mi mente siguió el plan de Valeria, hasta visualizar a Gonej y Bazag..los dos tipos serios, profesionales.. simples e ignorantes como el resto de la tripulación..pero de una pasta diferente, mejores que el pirata típico que infestaba el Último Terror con su hedor y su infantil malignidad.
Cuando Valeria preguntó si el asunto estaba Zanjado..ya tenía una respuesta..
Con un gesto cruel y una voz rasposa e indudablemente llena de astuta maldad, respondí a la fiera capitana
Esos tres nos darán la justa medida de las fuerzas que nos esperan en la isla... si ellos sobreviven..nosotros también podremos. Si mueren..no lo harán solos
Re: Cazadores de Hombres
33
Ignia, Vardecos, Karvhum, Barat
Valeria se topó con la mirada de Vardecos. Comprendió su malestar, su indignación.
- Tu lóbrego y rencoroso carácter encadena a tu inteligencia, Vardecos. Eres un instrumento a mi servicio; te doy libertad, te permito tus macabros y obscenos rituales. Los necesito. No tienes que ocultarte de nadie, te enfrentas a un imperio junto conmigo y esos hombres y mujeres. Posees más oro que nunca antes en tu miserable vida. Tu riqueza supera a la de muchos nobles de cualquier corte, o terratenientes sebosos de bocas de sapo. Pero estás insatisfecho, amargado. Esa lepra devora tu corazón y lo atenaza. Realizaste tu ritual, y me entregaste el frasco. Yo decido. Tú haces tu trabajo y yo el mío. Cuando me hablaste de ese ente comprendí que todo estaba arruinado, y no iba a arriesgarme a que ?tu hechizo? estuviese en mi barco. Una lástima, de veras. Si el oriental es capaz de hacerlo estoy convencida de que tú lo sabrás. Pero ya no habrá oro, ya no quedará nada ?y pronunció la última frase con tanta rabia y frustración como sentías tú.
El bote se aproximaba al bergantín, el cual ya tenía desplegadas la mayoría de sus velas en las vergas. El único sonido en la negra mar era el chapoteo de los remos, y el rítmico golpeteo del agua contra la madera de las embarcaciones, la ocupada por los cuatro piratas y las otras dos que remolcaban. Vieron a los lejos como muchos de los hombres de Valeria se asomaban a la borda, y les llegaban gritos de aviso, apagados por la distancia. Después observaron los lomos de algunas bestias marinas que se arremolinaban en torno a la barca, y el crujido de los tablones cuando eran mordidos, o golpeados por los hocicos de esos animales. A la luz de la antorcha de Valeria pudieron distinguir media docena de bocazas con dos hileras donde sobresalían multitud de dientes.
- ¿Qué diablos son esas cosas? Sostén la antorcha, Vardecos. Vosotros, seguid remando, mantengamos estable la barca.
Valeria desenvainó su espada y la hundió un par de veces en la oscura superficie, sin éxito. Faltaban apenas veinte metros para llegar hasta el barco y fuesen lo que fuesen esas criaturas, como un enjambre rodearon la pequeña chalupa. Una de ellas saltó y Vardecos logró propinarle un roce con la antorcha. Fue algo rápido, el aspecto semejante al de una anguila de gran tamaño, completamente negra.
Resultó providencial la actuación de Karvhum. Algunos no conocían todavía las noticias de su ?ascenso?, así que Sembla lo aclaró sin demora. Se izaron las velas, el timonel se colocó pronto en su puesto, y los demás prepararon arpones o estaban listos para alzar el ancla. La barca donde viajaban Vardecos, Phidelias, Héctor y Valeria, estaba siendo atacada desde todos los frentes, con el riesgo de volcar en cualquier momento. Los arpones de mortal y afilado metal volaron uno tras otro, incuso alguien disparó sus flechas. Ignia, a pesar de su estado, no dudó en aportar su brazo en lo que podría decirse su primer servicio a bordo del Terror * . Las aguas se tiñeron enseguida de rojo?
De repente, en la isla, en el lugar donde se estableció el campamento y en una amplia línea de costa, estallaron llamas de fuego, de un vívido rojo preñado de oscuridad. Fuego de Arallu. La sangre de Vardecos y la esencia demoníaca de los infiernos, de un poder intensísimo maligno creado por el sortilegio anterior. El fuego se intensificó, los gigantescos árboles se partieron astillados en cien sitios diferentes, y se desplomaron, la tierra se resquebrajó, cedieron las paredes de roca, se desplomó un tramo de acantilados hacia el suroeste; se incendió la misma arena de la playa.
La jungla entera enmudeció. Todos quedaron sin habla, observando el acontecimiento, con el corazón paralizado y la sangre helada en las venas. Los tripulantes del bote dejaron de remar también, mirando, expectantes, sorprendidos y asustados, hacia la isla. Una ráfaga de viento caliente sacudió la barca y el bergantín, las ropas y los cuerpos de los piratas. El hedor corrupto de la muerte rozó sus caras e inflamó el velamen. Valeria no pudo reprimir un escalofrío. Cuando recobró el aliento le habló a Vardecos sin apartar la vista del dantesco espectáculo.
- Aterrador, hechicero. Eso demuestra que debes confiar más en ti mismo ?hizo una pausa y continuó-. Demasiado pronto, ¿verdad? Pobre diablo. No vamos a regresar a la isla, sobrevivan o mueran. Ah ?esta vez sonreía, con amargura, eso sí-, estaría bien que me preparases más de esas ?cosas? para las catapultas, ¡ja! ?bromeó-. Remad, vamos, Héctor.
El hechicero supo, en su interior, que la cosa maligna en la isla no había sido afectada por su hechicería. Era su sangre, y su sangre le decía con claridad que ni siquiera entró en contacto con aquello a lo que estaba destinada. No la habían utilizado con destreza, todo su esfuerzo diluido en la nada. Al menos, sabía hasta qué límites podía llegar con sus conocimientos.
Otra consecuencia directa del estremecedor suceso fue que desaparecieron los seres abisales que instantes antes luchaban por hundir sus dientes en los cuerpos de Vardecos y compañía. Ni rastro quedó de ellos, se esfumaron tan de improviso como aparecieron. Valeria y los suyos treparon hasta la cubierta, Phidelias se encargó enseguida del malherido Loken, atacado y mordido por esas bestias. La capitana no tardó en ladrar sus órdenes, furiosa, llena de ira, un huracán feroz y salvaje, vibró su aguda voz en el aire:
- ¡Izad el ancla, perros! ¡Timonel, rumbo nornoreste! ¡Moveos, sabandijas, si no queréis que os arranque el corazón con mis propias manos! ¡Sembla, negra del demonio, quiero a todo el mundo en movimiento! ¡Sitúa vigías a estribor y babor! ¡Dos hombres en proa; Toar, a la cofa, ya! ¡Karvhum, las catapultas preparadas!
- ¿Y los de la isla, capitana? ?preguntó algún ingenuo.
- Muertos! ¡Todos muertos! En las entrañas del diablo, donde estarás tú, hijo de perra! ? le propinó una buena patada-.
Algunas de estar órdenes casi sobraban, pues la diligencia de Karvhum hizo que los marineros estuvieran todos ocupados con los aparejos, el velamen, sujetando y atando cabos y cuerdas.
Valeria se dirigió a Vardecos:- Ve a descansar, brujo. Recupérate ?luego, en su camino se topó con Ignia, ojerosa, que sostenía aún un arpón en sus manos. La miró de arriba abajo, su expresión una máscara de ferocidad pavorosa,
mas no llegó a decirle nada pues en ese momento cesó por completo la devastadora destrucción en la isla. El fuego se devoró así mismo, los incendios se extinguieron, la tierra descansó. Decenas de miradas se dirigieron allí, la isla un borrón oscuro en medio del Vilayet, volutas de humo denso tan negro como la hiel de Seth se elevaban profanando las estrellas; sopló una brisa ardiente. Vardecos fue el primero en sentir lo que se avecinaba, dio el aviso, aunque no había tiempo para reaccionar.
El golpe de viento tan brutal que golpeó al Terror hizo girar su quilla, rasgó la lona de las velas, y soltó y rompió parte de las jarcias. Sin poder recuperarse de semejante embestida llegaron gigantes olas surgidas de pronto. Levantaron varios metros al bergantín, como un manto lo cubrieron por entero, lo zarandearon a su antojo, se quebró el palo de mesana y el bauprés. Hombres y mujeres se agarraron donde pudieron, o fueron arrastrados de una parte a otra.
Y de nuevo el mar quedó en calma. Dos hombres habían caído al agua, otro fue aplastado y sus huesos rotos por una de las catapultas a la que saltaron sus anclajes. Valeria y Vardecos fueron barridos de cubierta y engullidos por el oleaje.
??????
Dos días más tarde el sol brillaba colgado de un cielo celeste moteado con algunas nubes blancas. Habían divisado alguna que otra vez barcos, lejos en el horizonte, a los que dejaron marchar debido al estado del Último Terror. Vardecos se encontraba prácticamente recuperado. Su agotamiento mental y las magulladuras de su cuerpo quedaban atrás. Al día siguiente Ignia despertó de un sueño de setenta horas, hambrienta igual que un lobo en invierno. Una jornada más, y la brisa salada del mar, el cielo azul y el sol, junto con la comida sabrosa de Ismael y las asquerosas y amargas bebidas de Phidelias, le hicieron recobrar el color en sus mejillas. Le entregaron una espada y un cuchillo ambos en buen estado y rompa limpia, más o menos (puedes elegir lo que quieras menos el manto de un budista XD ). Katia insistió para que la asignasen a su catapulta, y su primer día tras la convalecencia se lo pasó escuchando las eternas explicaciones y demostraciones de la mujer, y no tardó en darse cuenta que flojeaba su sesera.
Supo también porque aquel barco causaba tantos estragos y era tan temido, todos eran hombres y mujeres duros, hábiles con las armas, sanguinarios, excelentes marineros la mayoría; Vardecos un sombrío brujo que demostró su saber en la isla. Katia, alocada y con un par de tornillos menos, manejaba de forma excelente la catapulta. Sembla, enorme, fuerte, impresionante su aspecto. La experiencia y sentido común de Ismael. La destreza de Barat; el buen hacer del ambicioso Karvhum, el cual padecía de raros momentos en los que no parecía él y estaba como ido, sumido en un pasado animado por fantasmas; o el piloto Jerum, un tipo risueño que se conocía las rutas y corrientes del Vilayet como la palma de su mano. Y aquella diabólica mujer que no descansaba nunca, de pie en la proa a altas horas de la noche, o a primerísimas horas del amanecer sujetando firmemente el timón.
Además, en el Terror había libertad para expresar la opinión de cada uno. Sin embargo no había lugar para traidores o intrigantes, y un único castigo, como le contó un tipo que quiso intimar con ella: nada de latigazos o semanas limpiando la sentina, no. Solo la hoja afilada de la espada de Valeria en tu cuello o atravesando tu estómago.
A tan solo un par de días de la costa de Hyrkania, adonde se dirigían, la actividad en el barco era febril, reparando todavía los estragos sufridos aquella noche. Por fortuna ?y por los abordajes efectuados, naturalmente-, el Terror transportaba suficientes repuestos en su vientre. Cuatro días transcurrieron con rumores acerca del comportamiento de la capitana con los hombres que dejó en tierra, casi la mitad de la tripulación. Y del fracaso de sus planes, ya que solo unos pocos supieron que la mitad de los mismos sí se cumplieron. Rumores de traición y cobardía que fueron acallados por otros, en una hábil y sagaz maniobra de Valeria. Los piratas que restaban eran los mejores, los que cayeron en la isla sí eran infames traidores, débiles, chusma. Ellos, los que sobrevivieron, fueron los elegidos por Valeria, ellos, en los que confiaba. Además, ahora, por supuesto, a cada uno le tocaría el doble en el reparto, circunstancia y razón de mucho peso para esas almas codiciosas. Y así, poco a poco, los hombres se convencieron, quisieron convencerse, que una vez más la endiablada mujer había actuado con la astucia de un demonio.
OFF
* Iasbel, he dado por hecho de que a Ignia le parece bien el comentario de Karvhum. Si fuese de otra manera, pues me lo comentas.
Chico/as, Cazadores de Hombres, termina aquí para vosotros. En el caso de Thorontir, Lord Arzzum y Ramondi, ha servido de introducción a sus personajes, para ?meterse? en su piel. En cuanto a Ignia, ha logrado escapar de la isla, ha sobrevivido a la experiencia. Podría haber sido distinto este final/comienzo, el mismo ha derivado tanto de vuestras decisiones como de ciertos acontecimientos y acciones por parte de jugadores que siguen en la jungla. Y por ese demoníaco y sutil conjuro de Vardecos .
Este turno en realidad se ha compuesto de dos, ha sido bastante extenso para lo que suelo poner. La ocasión lo requería. Me gustaría que el vuestro fuese al menos de un par de páginas de procesador de texto. Ya sabéis que normalmente nunca digo nada al respecto de la longitud de las respuestas, mas esta vez, sí que os pido que lo hagáis. Para ello, tenéis libertad, tanto en la parte final cuando veis lo que pasa en la isla, como en la caída de Valeira y Vardecos al agua, o en los días que siguen de travesía. Podéis ?inventar? situaciones, incluso algún psj., si algo no encajase, ya lo solucionaré yo. Sed creativos. Por supuesto, si queréis dialogar entre vosotros, adelante. Cuando tenga los turnos, comenzaremos una nueva aventura, cuyo título será, como no, El Último Terror.
Por otra parte, esta semana colgaré algunas aclaraciones para todos en el tema de Memorias de Achelon.
Saludos!
Ignia, Vardecos, Karvhum, Barat
Valeria se topó con la mirada de Vardecos. Comprendió su malestar, su indignación.
- Tu lóbrego y rencoroso carácter encadena a tu inteligencia, Vardecos. Eres un instrumento a mi servicio; te doy libertad, te permito tus macabros y obscenos rituales. Los necesito. No tienes que ocultarte de nadie, te enfrentas a un imperio junto conmigo y esos hombres y mujeres. Posees más oro que nunca antes en tu miserable vida. Tu riqueza supera a la de muchos nobles de cualquier corte, o terratenientes sebosos de bocas de sapo. Pero estás insatisfecho, amargado. Esa lepra devora tu corazón y lo atenaza. Realizaste tu ritual, y me entregaste el frasco. Yo decido. Tú haces tu trabajo y yo el mío. Cuando me hablaste de ese ente comprendí que todo estaba arruinado, y no iba a arriesgarme a que ?tu hechizo? estuviese en mi barco. Una lástima, de veras. Si el oriental es capaz de hacerlo estoy convencida de que tú lo sabrás. Pero ya no habrá oro, ya no quedará nada ?y pronunció la última frase con tanta rabia y frustración como sentías tú.
El bote se aproximaba al bergantín, el cual ya tenía desplegadas la mayoría de sus velas en las vergas. El único sonido en la negra mar era el chapoteo de los remos, y el rítmico golpeteo del agua contra la madera de las embarcaciones, la ocupada por los cuatro piratas y las otras dos que remolcaban. Vieron a los lejos como muchos de los hombres de Valeria se asomaban a la borda, y les llegaban gritos de aviso, apagados por la distancia. Después observaron los lomos de algunas bestias marinas que se arremolinaban en torno a la barca, y el crujido de los tablones cuando eran mordidos, o golpeados por los hocicos de esos animales. A la luz de la antorcha de Valeria pudieron distinguir media docena de bocazas con dos hileras donde sobresalían multitud de dientes.
- ¿Qué diablos son esas cosas? Sostén la antorcha, Vardecos. Vosotros, seguid remando, mantengamos estable la barca.
Valeria desenvainó su espada y la hundió un par de veces en la oscura superficie, sin éxito. Faltaban apenas veinte metros para llegar hasta el barco y fuesen lo que fuesen esas criaturas, como un enjambre rodearon la pequeña chalupa. Una de ellas saltó y Vardecos logró propinarle un roce con la antorcha. Fue algo rápido, el aspecto semejante al de una anguila de gran tamaño, completamente negra.
Resultó providencial la actuación de Karvhum. Algunos no conocían todavía las noticias de su ?ascenso?, así que Sembla lo aclaró sin demora. Se izaron las velas, el timonel se colocó pronto en su puesto, y los demás prepararon arpones o estaban listos para alzar el ancla. La barca donde viajaban Vardecos, Phidelias, Héctor y Valeria, estaba siendo atacada desde todos los frentes, con el riesgo de volcar en cualquier momento. Los arpones de mortal y afilado metal volaron uno tras otro, incuso alguien disparó sus flechas. Ignia, a pesar de su estado, no dudó en aportar su brazo en lo que podría decirse su primer servicio a bordo del Terror * . Las aguas se tiñeron enseguida de rojo?
De repente, en la isla, en el lugar donde se estableció el campamento y en una amplia línea de costa, estallaron llamas de fuego, de un vívido rojo preñado de oscuridad. Fuego de Arallu. La sangre de Vardecos y la esencia demoníaca de los infiernos, de un poder intensísimo maligno creado por el sortilegio anterior. El fuego se intensificó, los gigantescos árboles se partieron astillados en cien sitios diferentes, y se desplomaron, la tierra se resquebrajó, cedieron las paredes de roca, se desplomó un tramo de acantilados hacia el suroeste; se incendió la misma arena de la playa.
La jungla entera enmudeció. Todos quedaron sin habla, observando el acontecimiento, con el corazón paralizado y la sangre helada en las venas. Los tripulantes del bote dejaron de remar también, mirando, expectantes, sorprendidos y asustados, hacia la isla. Una ráfaga de viento caliente sacudió la barca y el bergantín, las ropas y los cuerpos de los piratas. El hedor corrupto de la muerte rozó sus caras e inflamó el velamen. Valeria no pudo reprimir un escalofrío. Cuando recobró el aliento le habló a Vardecos sin apartar la vista del dantesco espectáculo.
- Aterrador, hechicero. Eso demuestra que debes confiar más en ti mismo ?hizo una pausa y continuó-. Demasiado pronto, ¿verdad? Pobre diablo. No vamos a regresar a la isla, sobrevivan o mueran. Ah ?esta vez sonreía, con amargura, eso sí-, estaría bien que me preparases más de esas ?cosas? para las catapultas, ¡ja! ?bromeó-. Remad, vamos, Héctor.
El hechicero supo, en su interior, que la cosa maligna en la isla no había sido afectada por su hechicería. Era su sangre, y su sangre le decía con claridad que ni siquiera entró en contacto con aquello a lo que estaba destinada. No la habían utilizado con destreza, todo su esfuerzo diluido en la nada. Al menos, sabía hasta qué límites podía llegar con sus conocimientos.
Otra consecuencia directa del estremecedor suceso fue que desaparecieron los seres abisales que instantes antes luchaban por hundir sus dientes en los cuerpos de Vardecos y compañía. Ni rastro quedó de ellos, se esfumaron tan de improviso como aparecieron. Valeria y los suyos treparon hasta la cubierta, Phidelias se encargó enseguida del malherido Loken, atacado y mordido por esas bestias. La capitana no tardó en ladrar sus órdenes, furiosa, llena de ira, un huracán feroz y salvaje, vibró su aguda voz en el aire:
- ¡Izad el ancla, perros! ¡Timonel, rumbo nornoreste! ¡Moveos, sabandijas, si no queréis que os arranque el corazón con mis propias manos! ¡Sembla, negra del demonio, quiero a todo el mundo en movimiento! ¡Sitúa vigías a estribor y babor! ¡Dos hombres en proa; Toar, a la cofa, ya! ¡Karvhum, las catapultas preparadas!
- ¿Y los de la isla, capitana? ?preguntó algún ingenuo.
- Muertos! ¡Todos muertos! En las entrañas del diablo, donde estarás tú, hijo de perra! ? le propinó una buena patada-.
Algunas de estar órdenes casi sobraban, pues la diligencia de Karvhum hizo que los marineros estuvieran todos ocupados con los aparejos, el velamen, sujetando y atando cabos y cuerdas.
Valeria se dirigió a Vardecos:- Ve a descansar, brujo. Recupérate ?luego, en su camino se topó con Ignia, ojerosa, que sostenía aún un arpón en sus manos. La miró de arriba abajo, su expresión una máscara de ferocidad pavorosa,
mas no llegó a decirle nada pues en ese momento cesó por completo la devastadora destrucción en la isla. El fuego se devoró así mismo, los incendios se extinguieron, la tierra descansó. Decenas de miradas se dirigieron allí, la isla un borrón oscuro en medio del Vilayet, volutas de humo denso tan negro como la hiel de Seth se elevaban profanando las estrellas; sopló una brisa ardiente. Vardecos fue el primero en sentir lo que se avecinaba, dio el aviso, aunque no había tiempo para reaccionar.
El golpe de viento tan brutal que golpeó al Terror hizo girar su quilla, rasgó la lona de las velas, y soltó y rompió parte de las jarcias. Sin poder recuperarse de semejante embestida llegaron gigantes olas surgidas de pronto. Levantaron varios metros al bergantín, como un manto lo cubrieron por entero, lo zarandearon a su antojo, se quebró el palo de mesana y el bauprés. Hombres y mujeres se agarraron donde pudieron, o fueron arrastrados de una parte a otra.
Y de nuevo el mar quedó en calma. Dos hombres habían caído al agua, otro fue aplastado y sus huesos rotos por una de las catapultas a la que saltaron sus anclajes. Valeria y Vardecos fueron barridos de cubierta y engullidos por el oleaje.
??????
Dos días más tarde el sol brillaba colgado de un cielo celeste moteado con algunas nubes blancas. Habían divisado alguna que otra vez barcos, lejos en el horizonte, a los que dejaron marchar debido al estado del Último Terror. Vardecos se encontraba prácticamente recuperado. Su agotamiento mental y las magulladuras de su cuerpo quedaban atrás. Al día siguiente Ignia despertó de un sueño de setenta horas, hambrienta igual que un lobo en invierno. Una jornada más, y la brisa salada del mar, el cielo azul y el sol, junto con la comida sabrosa de Ismael y las asquerosas y amargas bebidas de Phidelias, le hicieron recobrar el color en sus mejillas. Le entregaron una espada y un cuchillo ambos en buen estado y rompa limpia, más o menos (puedes elegir lo que quieras menos el manto de un budista XD ). Katia insistió para que la asignasen a su catapulta, y su primer día tras la convalecencia se lo pasó escuchando las eternas explicaciones y demostraciones de la mujer, y no tardó en darse cuenta que flojeaba su sesera.
Supo también porque aquel barco causaba tantos estragos y era tan temido, todos eran hombres y mujeres duros, hábiles con las armas, sanguinarios, excelentes marineros la mayoría; Vardecos un sombrío brujo que demostró su saber en la isla. Katia, alocada y con un par de tornillos menos, manejaba de forma excelente la catapulta. Sembla, enorme, fuerte, impresionante su aspecto. La experiencia y sentido común de Ismael. La destreza de Barat; el buen hacer del ambicioso Karvhum, el cual padecía de raros momentos en los que no parecía él y estaba como ido, sumido en un pasado animado por fantasmas; o el piloto Jerum, un tipo risueño que se conocía las rutas y corrientes del Vilayet como la palma de su mano. Y aquella diabólica mujer que no descansaba nunca, de pie en la proa a altas horas de la noche, o a primerísimas horas del amanecer sujetando firmemente el timón.
Además, en el Terror había libertad para expresar la opinión de cada uno. Sin embargo no había lugar para traidores o intrigantes, y un único castigo, como le contó un tipo que quiso intimar con ella: nada de latigazos o semanas limpiando la sentina, no. Solo la hoja afilada de la espada de Valeria en tu cuello o atravesando tu estómago.
A tan solo un par de días de la costa de Hyrkania, adonde se dirigían, la actividad en el barco era febril, reparando todavía los estragos sufridos aquella noche. Por fortuna ?y por los abordajes efectuados, naturalmente-, el Terror transportaba suficientes repuestos en su vientre. Cuatro días transcurrieron con rumores acerca del comportamiento de la capitana con los hombres que dejó en tierra, casi la mitad de la tripulación. Y del fracaso de sus planes, ya que solo unos pocos supieron que la mitad de los mismos sí se cumplieron. Rumores de traición y cobardía que fueron acallados por otros, en una hábil y sagaz maniobra de Valeria. Los piratas que restaban eran los mejores, los que cayeron en la isla sí eran infames traidores, débiles, chusma. Ellos, los que sobrevivieron, fueron los elegidos por Valeria, ellos, en los que confiaba. Además, ahora, por supuesto, a cada uno le tocaría el doble en el reparto, circunstancia y razón de mucho peso para esas almas codiciosas. Y así, poco a poco, los hombres se convencieron, quisieron convencerse, que una vez más la endiablada mujer había actuado con la astucia de un demonio.
OFF
* Iasbel, he dado por hecho de que a Ignia le parece bien el comentario de Karvhum. Si fuese de otra manera, pues me lo comentas.
Chico/as, Cazadores de Hombres, termina aquí para vosotros. En el caso de Thorontir, Lord Arzzum y Ramondi, ha servido de introducción a sus personajes, para ?meterse? en su piel. En cuanto a Ignia, ha logrado escapar de la isla, ha sobrevivido a la experiencia. Podría haber sido distinto este final/comienzo, el mismo ha derivado tanto de vuestras decisiones como de ciertos acontecimientos y acciones por parte de jugadores que siguen en la jungla. Y por ese demoníaco y sutil conjuro de Vardecos .
Este turno en realidad se ha compuesto de dos, ha sido bastante extenso para lo que suelo poner. La ocasión lo requería. Me gustaría que el vuestro fuese al menos de un par de páginas de procesador de texto. Ya sabéis que normalmente nunca digo nada al respecto de la longitud de las respuestas, mas esta vez, sí que os pido que lo hagáis. Para ello, tenéis libertad, tanto en la parte final cuando veis lo que pasa en la isla, como en la caída de Valeira y Vardecos al agua, o en los días que siguen de travesía. Podéis ?inventar? situaciones, incluso algún psj., si algo no encajase, ya lo solucionaré yo. Sed creativos. Por supuesto, si queréis dialogar entre vosotros, adelante. Cuando tenga los turnos, comenzaremos una nueva aventura, cuyo título será, como no, El Último Terror.
Por otra parte, esta semana colgaré algunas aclaraciones para todos en el tema de Memorias de Achelon.
Saludos!
No somos los jugadores. Somos el juego
Lo difícil de la idea es tener voluntad de llevarla a cabo http://nacionrolera.org/viewtopic.php?f=55&t=11241
Crónicas- http://www.nacionrolera.org/viewforum.php?f=316
http://mundosparalelos-1.blogspot.com/
Lo difícil de la idea es tener voluntad de llevarla a cabo http://nacionrolera.org/viewtopic.php?f=55&t=11241
Crónicas- http://www.nacionrolera.org/viewforum.php?f=316
http://mundosparalelos-1.blogspot.com/
Re: Cazadores de Hombres
Bazag
No llega a comprender para qué necesita Gonej cargar con las cabezas de sus compañeros. ¿Acaso iban a mentir sobre el descubrimiento? Si quisieran dar la vuelta les bastaría con decir que no han encontrado nada. Nadie debía esperar muchos resultados de todo esto. Tampoco debían esperar este descubrimiento. Aún así supone que bastaría con su palabra.
No se molesta en discutirlo con Gonej. Es un hombre fuerte, seguro que le supone poco esfuerzo adicional. Además, no hay ningún argumento serio para convencerle.
Llegan con las últimas luces. Un poco más y se habrían retrasado... o eso se suponía, porque encuentran el campamento vacío. Mira hacia el cielo. No ha pasado tanto tiempo desde el último rayo de sol. Si realmente hubiesen estado esperándoles hasta el final les habrían escuchado. Levantar un campamento con tanta gente siempre es ruidoso. En esta ocasión nada, ni un susurro. -Hasta allí llega la lealtad de un pirata-. Debería sentirse bastante más enfadado. En lugar de eso niega con la cabeza mientras, resignado, se encoje de hombros. De nada le sirve lamentarse. Antes o después tenía pensado largarse del barco. En esta ocasión el barco se ha largado primero. Ahora el único problema es encontrar alguna forma de salir de esta isla. Imagina que no debe ser tan fácil, pero él mismo se lo ha buscado, así que no puede quejarse. -No creo que hayamos tardado tanto.- Mira hacia Gonej. - No puedo decir que me sorprenda que me dejen atrás, pero ¿qué has hecho tú para caerles tan mal?-
Ve que han dejado alguien más atrás. Es ese oriental, el que ya estaba en esta isla. No imagina que ha podido hacer para enfadarlos tanto, claro que tampoco imagina porque les han dejado a ellos dos. En cualquier caso, el oriental ha pasado más tiempo en la isla. Será buena idea preguntarle. Quizás tenga alguna idea de donde debe dirigirse, o donde no deben dirigirse. Las dos cosas serían útiles.
-Vamos Gonej, él sabrá algo más-. Se dispone a avanzar cuando el fuego sale de la nada. Brujería. Nunca la ha visto en plena acción, pero ha visto sus efectos. No puede tratarse de otra cosa. En unos segundos se desata el infierno. Fuego. Innatural, violento, salvaje. Se propaga demasiado rápido. La madera está húmeda, debería ofrecer algo más de resistencia. Nada. Es momento de salir corriendo. Recuerda un río, han pasado cerca. Es la mejor opción para salvar el cuello. Tendrán que correr mucho para llegar, pero es mejor que asarse. Va a dar la vuelta cuando vuelve a mirar al oriental. Ni siquiera recuerda su nombre, prestaba poca atención cuando se lo presentaron. Ese pobre diablo está demasiado metido en el incendio como para escapar. Además ya se ha quemado. Con el dolor que debe producir algo así, tardará en poder moverse. Lanza una moneda al aire. -Cruz...- mira alrededor. -Es la peor carrera que he intentado nunca-. No va a empezar a plantearse ahora si hacer caso o no. Ha jugado con el destino, como siempre, debe seguir adelante. Jugar no tiene gracia si no estás dispuesto a pagar el precio.
Se echa por encima toda el agua que llevase con él. -Hacia el río, Gonej. Es nuestra única oportunidad.- Da un par de saltitos mientras observa el terreno, las lenguas de fuego, los matorrales, arbustos, y árboles en llamas. Puede evitarlos, puede saltar, agacharse, correr. No puede dudar. Si el oriental* no es capaz de moverse por si mismo, tendrá que echarle una mano. -Voy a sacarle de allí-. Sin más echa a correr hacia ese tipo. Es una estupidez, lo sabe. No es lo mismo esquivar troncos en llamas que saltar entre tejados para evitar a unos cuantos guardias o algún esposo celoso. Para ambas labores necesita las mismas armas. Agilidad y reflejos. Pero también necesita hacerse una imagen mental de la zona, pronto no se verá nada.
Hay dos formas de evitar el fuego. La primera es correr hacia el río. La segunda es buscar una zona que ya se haya quemado. Cualquiera le vale, aunque el río le convence más. Claro que, si realmente el oriental necesita ayuda, no podrá elegir demasiado, tendrá que conformarse con lo más accesible.
-----------------------------
*Que si, que yo sé como se llama Zhang xD, pero Bazag no prestaba atención a esos detallitos xD.
Bueno, el típico turno suicida de Bazag. Realmente la monedita es puñetera a veces xD (esta la uso mañana para pagar el desayuno, por traidora). Como ya te dije en la "campaña" anterior, Guli, si prefieres tirar tú... dímelo. Eso si no nos sale un Bazag a la barbacoa :s
No llega a comprender para qué necesita Gonej cargar con las cabezas de sus compañeros. ¿Acaso iban a mentir sobre el descubrimiento? Si quisieran dar la vuelta les bastaría con decir que no han encontrado nada. Nadie debía esperar muchos resultados de todo esto. Tampoco debían esperar este descubrimiento. Aún así supone que bastaría con su palabra.
No se molesta en discutirlo con Gonej. Es un hombre fuerte, seguro que le supone poco esfuerzo adicional. Además, no hay ningún argumento serio para convencerle.
Llegan con las últimas luces. Un poco más y se habrían retrasado... o eso se suponía, porque encuentran el campamento vacío. Mira hacia el cielo. No ha pasado tanto tiempo desde el último rayo de sol. Si realmente hubiesen estado esperándoles hasta el final les habrían escuchado. Levantar un campamento con tanta gente siempre es ruidoso. En esta ocasión nada, ni un susurro. -Hasta allí llega la lealtad de un pirata-. Debería sentirse bastante más enfadado. En lugar de eso niega con la cabeza mientras, resignado, se encoje de hombros. De nada le sirve lamentarse. Antes o después tenía pensado largarse del barco. En esta ocasión el barco se ha largado primero. Ahora el único problema es encontrar alguna forma de salir de esta isla. Imagina que no debe ser tan fácil, pero él mismo se lo ha buscado, así que no puede quejarse. -No creo que hayamos tardado tanto.- Mira hacia Gonej. - No puedo decir que me sorprenda que me dejen atrás, pero ¿qué has hecho tú para caerles tan mal?-
Ve que han dejado alguien más atrás. Es ese oriental, el que ya estaba en esta isla. No imagina que ha podido hacer para enfadarlos tanto, claro que tampoco imagina porque les han dejado a ellos dos. En cualquier caso, el oriental ha pasado más tiempo en la isla. Será buena idea preguntarle. Quizás tenga alguna idea de donde debe dirigirse, o donde no deben dirigirse. Las dos cosas serían útiles.
-Vamos Gonej, él sabrá algo más-. Se dispone a avanzar cuando el fuego sale de la nada. Brujería. Nunca la ha visto en plena acción, pero ha visto sus efectos. No puede tratarse de otra cosa. En unos segundos se desata el infierno. Fuego. Innatural, violento, salvaje. Se propaga demasiado rápido. La madera está húmeda, debería ofrecer algo más de resistencia. Nada. Es momento de salir corriendo. Recuerda un río, han pasado cerca. Es la mejor opción para salvar el cuello. Tendrán que correr mucho para llegar, pero es mejor que asarse. Va a dar la vuelta cuando vuelve a mirar al oriental. Ni siquiera recuerda su nombre, prestaba poca atención cuando se lo presentaron. Ese pobre diablo está demasiado metido en el incendio como para escapar. Además ya se ha quemado. Con el dolor que debe producir algo así, tardará en poder moverse. Lanza una moneda al aire. -Cruz...- mira alrededor. -Es la peor carrera que he intentado nunca-. No va a empezar a plantearse ahora si hacer caso o no. Ha jugado con el destino, como siempre, debe seguir adelante. Jugar no tiene gracia si no estás dispuesto a pagar el precio.
Se echa por encima toda el agua que llevase con él. -Hacia el río, Gonej. Es nuestra única oportunidad.- Da un par de saltitos mientras observa el terreno, las lenguas de fuego, los matorrales, arbustos, y árboles en llamas. Puede evitarlos, puede saltar, agacharse, correr. No puede dudar. Si el oriental* no es capaz de moverse por si mismo, tendrá que echarle una mano. -Voy a sacarle de allí-. Sin más echa a correr hacia ese tipo. Es una estupidez, lo sabe. No es lo mismo esquivar troncos en llamas que saltar entre tejados para evitar a unos cuantos guardias o algún esposo celoso. Para ambas labores necesita las mismas armas. Agilidad y reflejos. Pero también necesita hacerse una imagen mental de la zona, pronto no se verá nada.
Hay dos formas de evitar el fuego. La primera es correr hacia el río. La segunda es buscar una zona que ya se haya quemado. Cualquiera le vale, aunque el río le convence más. Claro que, si realmente el oriental necesita ayuda, no podrá elegir demasiado, tendrá que conformarse con lo más accesible.
-----------------------------
*Que si, que yo sé como se llama Zhang xD, pero Bazag no prestaba atención a esos detallitos xD.
Bueno, el típico turno suicida de Bazag. Realmente la monedita es puñetera a veces xD (esta la uso mañana para pagar el desayuno, por traidora). Como ya te dije en la "campaña" anterior, Guli, si prefieres tirar tú... dímelo. Eso si no nos sale un Bazag a la barbacoa :s
On the way to the glory i'll honor my sword
To serve right ideals, and justice for all
(Emerald Sword, Rhapsody of fire)
To serve right ideals, and justice for all
(Emerald Sword, Rhapsody of fire)
Re: Cazadores de Hombres
Gonej
No se molestaron en esperarnos, las fogatas tenian ya un buen tiempo muertas, matar un centenar de hombres en nombre de un grupo de ratas que terminaria traicionandome. Nunca confie en ninguno de ellos, el problema fue que nunca se me ocurrio pensar en la posibilidad de ser traicionado, el problema era lo dificil que parecia en este momento tener una venganza. Solte las cabezas, mire a Bazag solo para darme cuenta que el estaba tan despistado como yo y conciente de que esta no era una buena situacion. Respondi a su pregunta, al parecer ahora estabamos juntos en esto.
-Son piratas ¿Que esperabas?-
Arena ya fria a nuestros pies y el sol ausente en el horizonte, estaba a punto de sacarle la antorcha de las manos a mi compañero cuando note al oriental a lo lejos, cerca del rio, concentrado en algo entre sus manos que manejo con cuidado. No el suficiente cuidado o sabiduria necesarios aparentemente. Mi sangre se congelo por segunda vez en el dia mientras el fuego traia a mi cabeza malos recuerdos, dolor a mi vieja cicatriz y luz a mis ojos. La muerte con forma de llamas se extendio en todas direcciones mientras contemplaba como mi muertre se hacia cada vez mas lejana, no moriria hoy. necesitaba hacer algo antes. El fuego, poderoso, imponente y amenazador, no podria sobrepasar la furia que estaba por despertar en mi, algo que llevaba dormido unos cuantos meses estaba despertando, Valeria acababa de ocupar un lugar que solo los dioses y un viejo muerto habian conseguido, moriria por esto.
Bazag lanzo su moneda y esta reflejo la luz anaranjada del fuego, un momento para recordar, tanto este sujeto que me acompañaba como sus locuras eran irreales. En cuanto note que estaba dispuesto a correr hacia el oriental lo comprendi, ese tipo sobrevivio a esta isla, su experiencia era lo mas valioso que teniamos en este momento, si podiamos llegar a ella, ademas que fue abandonado a su muerte igual que nosotros, no dudaria en ayudarnos. Bazag no podria moverse agilmente con ese tipo a rastras, por mas predisposicion que tuviese solo se condenaria a unas buenas quemaduras para hacerme competencia, desgraciadamente no me gusta que me roben el espectaculo. Lanzo mi cuerpo hacia el fuego como si fuese una cortina, apunto directo hacia mi objetivo, nada me detendra, lo levantare y antes de darme cuenta estaremos en el rio que Bazag dice recordar. El manto vacio que contenia las cabezas cubriria mi brazo y este correria de mi camino cualquier molestia, fuego o no necesitabamos saber que es lo que esconde esta isla para enfrentarnos con esa perra con cierta ventaja.
-MORIRAS PERRA!!!-
Perra Valeria, perra suerte, perra voluntad de los dioses, todos moririan, solo necesito tiempo
No se molestaron en esperarnos, las fogatas tenian ya un buen tiempo muertas, matar un centenar de hombres en nombre de un grupo de ratas que terminaria traicionandome. Nunca confie en ninguno de ellos, el problema fue que nunca se me ocurrio pensar en la posibilidad de ser traicionado, el problema era lo dificil que parecia en este momento tener una venganza. Solte las cabezas, mire a Bazag solo para darme cuenta que el estaba tan despistado como yo y conciente de que esta no era una buena situacion. Respondi a su pregunta, al parecer ahora estabamos juntos en esto.
-Son piratas ¿Que esperabas?-
Arena ya fria a nuestros pies y el sol ausente en el horizonte, estaba a punto de sacarle la antorcha de las manos a mi compañero cuando note al oriental a lo lejos, cerca del rio, concentrado en algo entre sus manos que manejo con cuidado. No el suficiente cuidado o sabiduria necesarios aparentemente. Mi sangre se congelo por segunda vez en el dia mientras el fuego traia a mi cabeza malos recuerdos, dolor a mi vieja cicatriz y luz a mis ojos. La muerte con forma de llamas se extendio en todas direcciones mientras contemplaba como mi muertre se hacia cada vez mas lejana, no moriria hoy. necesitaba hacer algo antes. El fuego, poderoso, imponente y amenazador, no podria sobrepasar la furia que estaba por despertar en mi, algo que llevaba dormido unos cuantos meses estaba despertando, Valeria acababa de ocupar un lugar que solo los dioses y un viejo muerto habian conseguido, moriria por esto.
Bazag lanzo su moneda y esta reflejo la luz anaranjada del fuego, un momento para recordar, tanto este sujeto que me acompañaba como sus locuras eran irreales. En cuanto note que estaba dispuesto a correr hacia el oriental lo comprendi, ese tipo sobrevivio a esta isla, su experiencia era lo mas valioso que teniamos en este momento, si podiamos llegar a ella, ademas que fue abandonado a su muerte igual que nosotros, no dudaria en ayudarnos. Bazag no podria moverse agilmente con ese tipo a rastras, por mas predisposicion que tuviese solo se condenaria a unas buenas quemaduras para hacerme competencia, desgraciadamente no me gusta que me roben el espectaculo. Lanzo mi cuerpo hacia el fuego como si fuese una cortina, apunto directo hacia mi objetivo, nada me detendra, lo levantare y antes de darme cuenta estaremos en el rio que Bazag dice recordar. El manto vacio que contenia las cabezas cubriria mi brazo y este correria de mi camino cualquier molestia, fuego o no necesitabamos saber que es lo que esconde esta isla para enfrentarnos con esa perra con cierta ventaja.
-MORIRAS PERRA!!!-
Perra Valeria, perra suerte, perra voluntad de los dioses, todos moririan, solo necesito tiempo
Lo esencial puede que sea invisible a los ojos, pero no al implante optico de alta tecnologia
Re: Cazadores de Hombres
ZHANG XEI
Recogí todo el equipo que aquella maldita zorra me lanzó y lo fui recolocando sobre mi deteriorada ropa? La bolsa repleta de víveres ahora colgaba de mi espalda mientras el cuchillo pendía de mi cinturón? No me sentía más seguro pero si más completo? Mientras ella se marchaba me metí en el agua?
Sabía que nos iba a abandonar? Daba igual lo que yo le pudiese decir o lo que yo le pudiese aportar? Lo había visto en sus ojos desde el primer momento en que me ?encomendaba? la misión? Ya nada importaba¡¡¡ Tal vez llegarán los piratas a los que iba a abandonar y me rajaran el cuello como desquite por lo que les había hecho su capitana? O tal se quisieran unir a mi para destruir a esa arpía? O tal vez ya estuviesen muertos en esta maldita jungla?
Llegué hasta la zona donde el bote descansaba en el fondo de las tranquilas aguas y me sumergí en su busca? Incluso el escaso frescor que aportaban aquellas cálidas aguas no impedían notar la sensación de terror y oscuridad que emanaba de aquel maldito pote de madera? Maldito mago¡¡¡ Que es lo que había hecho? ¿Para que lo había hecho? ¿Por que no lo usaba para destrozar a aquella mujer?... Demasiadas preguntas sin respuesta?
Ya con el bote en mis manos lo llevé con cierta devoción hasta un tocón que me permitía apoyar mi dolorida espalda en el tronco de uno de los árboles y calentarme al mismo tiempo en una de las fogatas? Al menos habían tenido la decencia de dejarlas encendidas, aunque no tenía intención de hacer nada hasta mañana? Primero echaría un vistazo a aquello que fuese lo que había en el interior?
Solo un instante? Solo fue un instante? Al inicio solo vi aquel líquido oscuro y corrompido? Yal momento siguiente miles de sensaciones me asaltaron mientras que unos dedos invisibles me atenazaban la mente? Aquello tenía mucho poder? Sin control? Lancé el frasco lejos pero ya sus vapores me envolvían? Observé entre fascinado y aterrado como el escaso brebaje se vertía sobre la hierba, para marchitarlo todo? Aquello mataba de forma indiscriminada? La tierra se cuarteaba y por doquier caían árboles totalmente secos y destruidos? Gateé hacia atrás en un mero reflejo de apartarme de aquello? pero antes de poder pensar en nada, surgieron llamaradas que lo consumían todo.
Aquellas llamas salvajes se extendieron en todas direcciones? como si algún combustible las ayudase a correr. Pero aquel fuego era antinatural? Observé como una lengua de abrasador calor salía disparada hacia mi cara? mientras sonaban los chasquidos a mi alrededor de la madera quemada? Mientras la esquivaba tuve una sensación?Como si aquel fuego me reconociese? Como si quisiera mi vida? mi alma?
Aterrorizado ante el calor insoportable seguí retrocediendo? pero era demasiado lento? Como una exhalación la lengua de fuego cambió su dirección para alcanzarme el pecho? quemando la tunica? el zurrón? mi cuerpo? Ya nada había a mi alrededor excepto el dolor lacerante en mi carne y el sofocante calor que me rodeaba? Solo restaba esperar la muerte? Mientras me revolcaba por la caliente arena en un vano intento por apagar el dolor de mi maltratada carne, el crepitar del fuego sonaba como miles de gritos a mi alrededor?
Una visión del río entre las llamas me hizo ver una posibilidad? Tal vez si llegaba?¡¡¡ Arrastrándome de puro dolor comencé a dirigirme hacia allí sorteando como podía el infierno que rugía a mi alrededor? Ya cuando estaba casi en la orilla un nuevo acceso de dolor me hizo perder el conocimiento? Solo un último pensamiento me asaltó mientras esperaba que la muerte me llevase con ella? ?Al final si que resultó ser que era una serpiente??
Un saludo
Recogí todo el equipo que aquella maldita zorra me lanzó y lo fui recolocando sobre mi deteriorada ropa? La bolsa repleta de víveres ahora colgaba de mi espalda mientras el cuchillo pendía de mi cinturón? No me sentía más seguro pero si más completo? Mientras ella se marchaba me metí en el agua?
Sabía que nos iba a abandonar? Daba igual lo que yo le pudiese decir o lo que yo le pudiese aportar? Lo había visto en sus ojos desde el primer momento en que me ?encomendaba? la misión? Ya nada importaba¡¡¡ Tal vez llegarán los piratas a los que iba a abandonar y me rajaran el cuello como desquite por lo que les había hecho su capitana? O tal se quisieran unir a mi para destruir a esa arpía? O tal vez ya estuviesen muertos en esta maldita jungla?
Llegué hasta la zona donde el bote descansaba en el fondo de las tranquilas aguas y me sumergí en su busca? Incluso el escaso frescor que aportaban aquellas cálidas aguas no impedían notar la sensación de terror y oscuridad que emanaba de aquel maldito pote de madera? Maldito mago¡¡¡ Que es lo que había hecho? ¿Para que lo había hecho? ¿Por que no lo usaba para destrozar a aquella mujer?... Demasiadas preguntas sin respuesta?
Ya con el bote en mis manos lo llevé con cierta devoción hasta un tocón que me permitía apoyar mi dolorida espalda en el tronco de uno de los árboles y calentarme al mismo tiempo en una de las fogatas? Al menos habían tenido la decencia de dejarlas encendidas, aunque no tenía intención de hacer nada hasta mañana? Primero echaría un vistazo a aquello que fuese lo que había en el interior?
Solo un instante? Solo fue un instante? Al inicio solo vi aquel líquido oscuro y corrompido? Yal momento siguiente miles de sensaciones me asaltaron mientras que unos dedos invisibles me atenazaban la mente? Aquello tenía mucho poder? Sin control? Lancé el frasco lejos pero ya sus vapores me envolvían? Observé entre fascinado y aterrado como el escaso brebaje se vertía sobre la hierba, para marchitarlo todo? Aquello mataba de forma indiscriminada? La tierra se cuarteaba y por doquier caían árboles totalmente secos y destruidos? Gateé hacia atrás en un mero reflejo de apartarme de aquello? pero antes de poder pensar en nada, surgieron llamaradas que lo consumían todo.
Aquellas llamas salvajes se extendieron en todas direcciones? como si algún combustible las ayudase a correr. Pero aquel fuego era antinatural? Observé como una lengua de abrasador calor salía disparada hacia mi cara? mientras sonaban los chasquidos a mi alrededor de la madera quemada? Mientras la esquivaba tuve una sensación?Como si aquel fuego me reconociese? Como si quisiera mi vida? mi alma?
Aterrorizado ante el calor insoportable seguí retrocediendo? pero era demasiado lento? Como una exhalación la lengua de fuego cambió su dirección para alcanzarme el pecho? quemando la tunica? el zurrón? mi cuerpo? Ya nada había a mi alrededor excepto el dolor lacerante en mi carne y el sofocante calor que me rodeaba? Solo restaba esperar la muerte? Mientras me revolcaba por la caliente arena en un vano intento por apagar el dolor de mi maltratada carne, el crepitar del fuego sonaba como miles de gritos a mi alrededor?
Una visión del río entre las llamas me hizo ver una posibilidad? Tal vez si llegaba?¡¡¡ Arrastrándome de puro dolor comencé a dirigirme hacia allí sorteando como podía el infierno que rugía a mi alrededor? Ya cuando estaba casi en la orilla un nuevo acceso de dolor me hizo perder el conocimiento? Solo un último pensamiento me asaltó mientras esperaba que la muerte me llevase con ella? ?Al final si que resultó ser que era una serpiente??
Un saludo
Re: Cazadores de Hombres
Barat
La tensión se palpaba ante el miedo a lo desconocido. En multitudes de ocasiones se habían enfrentado a marineros valientes, otros piratas intentando usurpar el territorio del Último Terror o incluso aprendices de brujo que intentaban incendiar la madera húmeda de cubierta con extrañas pócimas inflamables pero aquello... aquello era otra cosa. Monstruos venidos del mismísimo infierno se acercaban sigilosos hasta chocar violentamente contra el casco del navío. Todos observaban desde el puente o desde un lateral de la cubierta, atónitos, sin entender la procedencia de aquellos seres.
Entonces Kharvhum habló con la autoridad de un jefe. Esto extrañó a la multitud y en especial a Barat, quien creía que los segundos al mando habían partido junto a Valeria. Después de la sorpresa inicial, se instauró de nuevo la diligencia y la concentración habitual en situación de batalla. Barat se dispuso a obrar con los harpones, aunque prefería el combate cuerpo a cuerpo. ¡Aún así, no estaba dispuesto a tirarse al agua!
Había escuchado la conversación de Kharvhum con la novata Ignia y sin pensárselo, la agarró del brazo, estirándola hacia dónde tenían preparados los arpones.
- Ven, aquí están los arpones. Están afilados así que ten cuidado. Te enseñaré como se pesca aquí. Con un poco de suerte, esta noche tendremos pescado fresco para cenar.
Una sonrisa se dibujó en su rostro de costumbre frío. Al fin un poco de acción. Necesitaba estirar los músculos y aquella resultaría una ocasión perfecta, defendiendo su pan y su trabajo.
Sin más dilación, agarró unos cuantos arpones y se situó en el lateral de cubierta desde el que habían avistado aquella sombra. Las astillas empezaban a saltar por los aires debido a las embestidas de las bestias que, gracias a la espuma que dejaban en cada salto, dejaban entrever que eran tremendamente grandes y de la forma de una anguila. Barat se preparó a disparar a la próxima bestia que asomara la cabeza de entre las negras aguas. Los primeros no llegaron a dar en el blanco pero a partir del tercer arpón, la sangre empezó a teñir las aguas del Vilayet. El sonido de las serpientes, de los arpones clavándose hasta media empuñadura en las carnes corruptas de los engendros marinos y el olor característico de la sangre sucia recién derramada colmaban los sentidos de Barat. La concentración solo le permitía apuntar y disparar con destreza, ensanchando su sonrisa con cada acierto. Notaba como se tensaban los músculos, notaba la brisa fresca de la noche con cada lanzamiento, azotando su rostro.
Al girarse para recoger otro arpón, vio como varios de sus compañeros hacían gestos con los brazos. Siguiendo sus miradas, avistó, a lo lejos, una luz surcando las aguas. ?Valeria?, pensó. Redoblando esfuerzos, le gritó a Ignia:
- ¡Dale! ¡Dale fuerte para proteger a nuestra capitana si no quieres acabar en el fondo del océano junto a esas anguilitas! JAJAJAJAJA
No había dado tiempo a lanzar más que un par de lanzas cuando de pronto, la noche se transformó en día y la tierra en infierno. Una luz sobrenatural iluminó el horizonte. Era una luz imposible, una luz mágica. Y justo después, el hedor a podredumbre, a muerte y destrucción azotó el Terror. Aquello le hizo recobrar la lucidez y observó a las aguas negras del Vilayet. No había nada. Fuese lo que fuese lo que había ocurrido, había ahuyentado a las bestias marinas. Aquello, junto al recuperar a su capitana, quien ya imponía sus deseos a diestro y a siniestro, fue como un descanso para la mente de Barat. Todo volvía a su cauce.
Entonces, el silencio. Su mirada, inconscientemente volvió a la isla que, segundos antes, ardía consumiéndose, siendo devorada por las llamas del infierno. En aquellos momentos yacía en calma, una calma demasiado súbita, demasiado intranquilizadora. Aquello no podía presagiar nada bueno. Barat, sin saber el porqué se agarró al borde de la cubierta, con los ojos fijos en la selva. Lo demás fue como un sueño lejano. El estruendo del viento chocando con el casco del navío, las olas intentando zozobrar el Terror y la calma que sucedió quedaron en la nada al cabo de unas horas. Pronto el trabajo hizo olvidar las imágenes tan extrañas que aquella parada les había deparado.
La rutina se había vuelto a instaurar en la especial comunidad del Último Terror. Las reparaciones y remiendos ocuparon todo el día y toda la mente de Barat que se afanaba en ser eficiente en las tareas que se le eran encomendadas. Parecía que el hecho de que desaparecieran algunos de los que intentaban, según las malas lenguas, usurpar la capitanía a Valeria había traído de nuevo la tranquilidad y la estabilidad que se necesitaba en el barco. Barat no era de esos que escuchaban rumores pero, en este caso, opinaba que si había sido así, Valeria había sido muy inteligente y se sentía halagado de seguir con vida. Según había aprendido después de meses en aquella mini sociedad, el que Valeria le perdonara la vida era una señal de que estaba contenta con su trabajo.
Aquellos días le habían permitido aprender un poquito más sobre la mentalidad de sus compañeros, al compartir más tiempo del usual durante las cenas. Les habían premiado con raciones de ron extra por el ritmo al que avanzaban las reparaciones y, como es bien sabido, el ron desataba las lenguas y los lados sociables de las gentes. Incluso se atrevió a contar historias sobre su juventud en el norte en una sobremesa, rodeado de Ignia, Katia y Kharvhum.
OFF
No pareces tan "oxidado", Ramondi. Buen turno. (guli)
La tensión se palpaba ante el miedo a lo desconocido. En multitudes de ocasiones se habían enfrentado a marineros valientes, otros piratas intentando usurpar el territorio del Último Terror o incluso aprendices de brujo que intentaban incendiar la madera húmeda de cubierta con extrañas pócimas inflamables pero aquello... aquello era otra cosa. Monstruos venidos del mismísimo infierno se acercaban sigilosos hasta chocar violentamente contra el casco del navío. Todos observaban desde el puente o desde un lateral de la cubierta, atónitos, sin entender la procedencia de aquellos seres.
Entonces Kharvhum habló con la autoridad de un jefe. Esto extrañó a la multitud y en especial a Barat, quien creía que los segundos al mando habían partido junto a Valeria. Después de la sorpresa inicial, se instauró de nuevo la diligencia y la concentración habitual en situación de batalla. Barat se dispuso a obrar con los harpones, aunque prefería el combate cuerpo a cuerpo. ¡Aún así, no estaba dispuesto a tirarse al agua!
Había escuchado la conversación de Kharvhum con la novata Ignia y sin pensárselo, la agarró del brazo, estirándola hacia dónde tenían preparados los arpones.
- Ven, aquí están los arpones. Están afilados así que ten cuidado. Te enseñaré como se pesca aquí. Con un poco de suerte, esta noche tendremos pescado fresco para cenar.
Una sonrisa se dibujó en su rostro de costumbre frío. Al fin un poco de acción. Necesitaba estirar los músculos y aquella resultaría una ocasión perfecta, defendiendo su pan y su trabajo.
Sin más dilación, agarró unos cuantos arpones y se situó en el lateral de cubierta desde el que habían avistado aquella sombra. Las astillas empezaban a saltar por los aires debido a las embestidas de las bestias que, gracias a la espuma que dejaban en cada salto, dejaban entrever que eran tremendamente grandes y de la forma de una anguila. Barat se preparó a disparar a la próxima bestia que asomara la cabeza de entre las negras aguas. Los primeros no llegaron a dar en el blanco pero a partir del tercer arpón, la sangre empezó a teñir las aguas del Vilayet. El sonido de las serpientes, de los arpones clavándose hasta media empuñadura en las carnes corruptas de los engendros marinos y el olor característico de la sangre sucia recién derramada colmaban los sentidos de Barat. La concentración solo le permitía apuntar y disparar con destreza, ensanchando su sonrisa con cada acierto. Notaba como se tensaban los músculos, notaba la brisa fresca de la noche con cada lanzamiento, azotando su rostro.
Al girarse para recoger otro arpón, vio como varios de sus compañeros hacían gestos con los brazos. Siguiendo sus miradas, avistó, a lo lejos, una luz surcando las aguas. ?Valeria?, pensó. Redoblando esfuerzos, le gritó a Ignia:
- ¡Dale! ¡Dale fuerte para proteger a nuestra capitana si no quieres acabar en el fondo del océano junto a esas anguilitas! JAJAJAJAJA
No había dado tiempo a lanzar más que un par de lanzas cuando de pronto, la noche se transformó en día y la tierra en infierno. Una luz sobrenatural iluminó el horizonte. Era una luz imposible, una luz mágica. Y justo después, el hedor a podredumbre, a muerte y destrucción azotó el Terror. Aquello le hizo recobrar la lucidez y observó a las aguas negras del Vilayet. No había nada. Fuese lo que fuese lo que había ocurrido, había ahuyentado a las bestias marinas. Aquello, junto al recuperar a su capitana, quien ya imponía sus deseos a diestro y a siniestro, fue como un descanso para la mente de Barat. Todo volvía a su cauce.
Entonces, el silencio. Su mirada, inconscientemente volvió a la isla que, segundos antes, ardía consumiéndose, siendo devorada por las llamas del infierno. En aquellos momentos yacía en calma, una calma demasiado súbita, demasiado intranquilizadora. Aquello no podía presagiar nada bueno. Barat, sin saber el porqué se agarró al borde de la cubierta, con los ojos fijos en la selva. Lo demás fue como un sueño lejano. El estruendo del viento chocando con el casco del navío, las olas intentando zozobrar el Terror y la calma que sucedió quedaron en la nada al cabo de unas horas. Pronto el trabajo hizo olvidar las imágenes tan extrañas que aquella parada les había deparado.
La rutina se había vuelto a instaurar en la especial comunidad del Último Terror. Las reparaciones y remiendos ocuparon todo el día y toda la mente de Barat que se afanaba en ser eficiente en las tareas que se le eran encomendadas. Parecía que el hecho de que desaparecieran algunos de los que intentaban, según las malas lenguas, usurpar la capitanía a Valeria había traído de nuevo la tranquilidad y la estabilidad que se necesitaba en el barco. Barat no era de esos que escuchaban rumores pero, en este caso, opinaba que si había sido así, Valeria había sido muy inteligente y se sentía halagado de seguir con vida. Según había aprendido después de meses en aquella mini sociedad, el que Valeria le perdonara la vida era una señal de que estaba contenta con su trabajo.
Aquellos días le habían permitido aprender un poquito más sobre la mentalidad de sus compañeros, al compartir más tiempo del usual durante las cenas. Les habían premiado con raciones de ron extra por el ritmo al que avanzaban las reparaciones y, como es bien sabido, el ron desataba las lenguas y los lados sociables de las gentes. Incluso se atrevió a contar historias sobre su juventud en el norte en una sobremesa, rodeado de Ignia, Katia y Kharvhum.
OFF
No pareces tan "oxidado", Ramondi. Buen turno. (guli)
Re: Cazadores de Hombres
Bazag, Zhang, Gonej
Ciempiés que recorren tu cuerpo, termitas devorándote el cerebro. Sabor pastoso y agrio en la boca, el regusto del pánico, de la rabia, de la adrenalina y el vómito. Decenas de magulladuras y arañazos. Agujas en forma de sol que intentan traspasar el follaje denso para clavarse en tus párpados. Y el rumor tranquilo del río que relaja tus nervios y te dice que todavía estás vivo.
No puedes mover las manos a la espalda ni los pies. Ataduras, sogas improvisadas con tallos de lianas. El único brazo de Gonej anudado a sus pies descalzos. La mejilla entumecida contra la húmeda tierra. Zumbido de insectos, otra vez los gritos desquiciados de los monos y el rugir lejano de una fiera buscando su desayuno. Voces, cercanas, humanas. De hombres y mujeres. Estás empapado, medio desnudo, las ropas que te cubren ahora tan solo meros harapos.
Demasiado dolor para abrir los ojos.
Así se sentían los tres hombres. Se decidieron a echar un vistazo alrededor. La jungla los rodeaba, claro. Es de día, el amanecer, tal vez. No, el día está más avanzado, luz oblicua que intentaba penetrar la coraza esmeralda del bosque. ¿Qué sucedió anoche? Brujería, traición, demonios sueltos en forma de fuego. La tierra se resquebrajaba y la isla parecía que se hundía. Perra Valeria, bruja Valeria, la primera frase que le vino a la cabeza a Gonej. El odio a veces te da más fuerza y valor que el amor. A Bazag le bastaba con el lanzamiento de una moneda. Sencillo y sin problemas. Y Zhang seguramente no levantaría nunca más la tapa de la caja de Pandora.
Gonej recordaba haber corrido sin precaución alguna aparte del mantón aquel, en busca del oriental. Bazag también, una moneda tomaba las decisiones más importantes en su vida. Fiel a su resultado, lo aceptó una vez más. Una moneda dominaba su vida. ¿Qué más daba? ¿Carecía de la capacidad de tomar una elección por sí mismo? El día que no tuviese ese pedazo de cobre lo descubriría. Gonej cayó en una grieta que se abrió de pronto a sus pies. Bazag saltó, esquivó ramas y árboles que se desmoronaban. La fortuna le acompañó y nunca sabría como logró llegar hasta Zhang, que luchaba por arrastrarse hasta la orilla del río. El agua que no había sido alcanzada por esa maldición. El ladrón reciclado en pirata ayudó a Zhang, lo empujó, tiró de él. Uno brazo de hierro apareció de súbito, Gonej. Alcanzaron las aguas, se zambulleron en ellas tratando de ganar la otra ribera.
Luego todo terminó tan bruscamente como dio comienzo. Las llamas se consumieron así mismas. El cataclismo cesó. La hechicería terminó. El silencio de la selva fue tan abrumador y aplastante como antes el terrorífico caos. En medio del río, con un Zhang casi inconsciente, presintieron que todavía restaba algo más.
El viento. Un golpe tan brutal de viento que arrancó los troncos gigantes de cuajo, destrozó la corteza, se llevó plantas, animales y levantó olas inmensas en el río. Y con ellas volaron los tres hombres, arrojados a las alturas, proyectados hacia el fin de sus días en este mundo. Oscuridad.
Bazag y Gonej reconocieron los rostros malencarados que los miraban con evidente cólera. Los prisioneros que se llevaron del barco, dos mujeres y tres hombres, parte de los que capturaron en el último abordaje. Allí estaba el oficial al que Sembla sacó los ojos, con una venda sobre sus cuencas huecas, sentado, apoyado en un árbol, malherido en la pierna. El barrigón del comerciante. El joven marinero. A todos ellos los torturaron más o menos. Gonej participó, Bazag quedó al margen, no era su estilo.
Y las dos mujeres. La más joven, la pelirroja con la que Barat y el propio Gonej se ensañaron. Y la otra, con algunos kilos de más, que tampoco se libró del cariño de los piratas. Llevaban las vestimentas de sus camaradas, los que los custodiaban, sus botas, sus armas. El odio de la pelirroja cuando les miraba, en particular a Gonej, estaba a punto de estallar. Sus ojos dos brasas al rojo. Le temblaba la espada desnuda en las manos.
- Por favor, cálmate. Esto no es lo que quiere Mitra ?le dijo la mujer mayor-
-¡¿Calmarme?! A ti te hicieron lo mismo. Dije que les arrancaría el corazón y ahora que están despiertos quiero que vean quien los va a devolver al infierno a donde pertenecen.
- Tranquilízate. Tranquilízate ?insistió la otra-.
- Tiene razón. Debemos saber antes ?intervino el ciego.
Había alguien más. Un hombre casi desnudo, de piel menos oscura que de la Bazag, no muy alto, de complexión fuerte. Tumbado, recuperaba la conciencia. Tenían como pintura, un líquido del color de la plata, seco, en algunas zonas del cuerpo, en particular en esa cicatriz que lucía en un costado. El hombre los miró, todavía desconcertado, aturdido. Clavó los ojos en Zhang. Brillaba en ellos su ferocidad dirigida hacia él.
Zhang no sabía quienes eran estas personas. Si antes estaba dolorido, ahora su cuerpo era una pura llaga. La carne de medio torso estaba teñida de un color negro asqueroso, una anormal quemadura. Le estiraba la piel, le torturaba cada movimiento. Su mirada se quedó suspendida de ese otro hombre.
Era el picto. Él le solía llamar hermano. Urugh.
El marinero se aproximó a Bazag, a un par de metros. Su expresión huraña no auguraba nada bueno. Su mano derecha sostenía una espada y la izquierda un puñal.
-Tú. ¿Qué sucedió anoche? ¿Qué fue eso que pasó más allá, en la costa? ¿Cuáles son los planes de Valeria? ¿Está viva? ¿Y su barco?
Pregunta tras pregunta mientras amenazaba con el acero. Pero en sus ojos se escondía el miedo. Sin duda, el verdadero peligro era el hombre de piel bronceada y la muchacha de ojos llameantes. Él por su mirada de animal salvaje; ella por sus pupilas donde la locura se alojaba. Por el intenso odio que rezumaba de cada poro de su piel.
OFF
Bazag y Gonej reconocen a estas personas, fueron capturados en uno de los asaltos del Terror a un barco mercante. En base a los turnos de Bazag entiendo que él no habrá participado en la ?diversión? de los piratas con todos ellos. En el caso de Gonej y por la misma razón (su forma de pensar y actuar) entiendo que sí les ha acompañado en sus barbaries.
Para Zhang, claro está, el único conocido es Urugh.
No tenéis nada roto, tan solo estáis un poco ?machacados? después de ser arrastrados de aquí para allá.
<<<<<<<<<<
Ciempiés que recorren tu cuerpo, termitas devorándote el cerebro. Sabor pastoso y agrio en la boca, el regusto del pánico, de la rabia, de la adrenalina y el vómito. Decenas de magulladuras y arañazos. Agujas en forma de sol que intentan traspasar el follaje denso para clavarse en tus párpados. Y el rumor tranquilo del río que relaja tus nervios y te dice que todavía estás vivo.
No puedes mover las manos a la espalda ni los pies. Ataduras, sogas improvisadas con tallos de lianas. El único brazo de Gonej anudado a sus pies descalzos. La mejilla entumecida contra la húmeda tierra. Zumbido de insectos, otra vez los gritos desquiciados de los monos y el rugir lejano de una fiera buscando su desayuno. Voces, cercanas, humanas. De hombres y mujeres. Estás empapado, medio desnudo, las ropas que te cubren ahora tan solo meros harapos.
Demasiado dolor para abrir los ojos.
Así se sentían los tres hombres. Se decidieron a echar un vistazo alrededor. La jungla los rodeaba, claro. Es de día, el amanecer, tal vez. No, el día está más avanzado, luz oblicua que intentaba penetrar la coraza esmeralda del bosque. ¿Qué sucedió anoche? Brujería, traición, demonios sueltos en forma de fuego. La tierra se resquebrajaba y la isla parecía que se hundía. Perra Valeria, bruja Valeria, la primera frase que le vino a la cabeza a Gonej. El odio a veces te da más fuerza y valor que el amor. A Bazag le bastaba con el lanzamiento de una moneda. Sencillo y sin problemas. Y Zhang seguramente no levantaría nunca más la tapa de la caja de Pandora.
Gonej recordaba haber corrido sin precaución alguna aparte del mantón aquel, en busca del oriental. Bazag también, una moneda tomaba las decisiones más importantes en su vida. Fiel a su resultado, lo aceptó una vez más. Una moneda dominaba su vida. ¿Qué más daba? ¿Carecía de la capacidad de tomar una elección por sí mismo? El día que no tuviese ese pedazo de cobre lo descubriría. Gonej cayó en una grieta que se abrió de pronto a sus pies. Bazag saltó, esquivó ramas y árboles que se desmoronaban. La fortuna le acompañó y nunca sabría como logró llegar hasta Zhang, que luchaba por arrastrarse hasta la orilla del río. El agua que no había sido alcanzada por esa maldición. El ladrón reciclado en pirata ayudó a Zhang, lo empujó, tiró de él. Uno brazo de hierro apareció de súbito, Gonej. Alcanzaron las aguas, se zambulleron en ellas tratando de ganar la otra ribera.
Luego todo terminó tan bruscamente como dio comienzo. Las llamas se consumieron así mismas. El cataclismo cesó. La hechicería terminó. El silencio de la selva fue tan abrumador y aplastante como antes el terrorífico caos. En medio del río, con un Zhang casi inconsciente, presintieron que todavía restaba algo más.
El viento. Un golpe tan brutal de viento que arrancó los troncos gigantes de cuajo, destrozó la corteza, se llevó plantas, animales y levantó olas inmensas en el río. Y con ellas volaron los tres hombres, arrojados a las alturas, proyectados hacia el fin de sus días en este mundo. Oscuridad.
Bazag y Gonej reconocieron los rostros malencarados que los miraban con evidente cólera. Los prisioneros que se llevaron del barco, dos mujeres y tres hombres, parte de los que capturaron en el último abordaje. Allí estaba el oficial al que Sembla sacó los ojos, con una venda sobre sus cuencas huecas, sentado, apoyado en un árbol, malherido en la pierna. El barrigón del comerciante. El joven marinero. A todos ellos los torturaron más o menos. Gonej participó, Bazag quedó al margen, no era su estilo.
Y las dos mujeres. La más joven, la pelirroja con la que Barat y el propio Gonej se ensañaron. Y la otra, con algunos kilos de más, que tampoco se libró del cariño de los piratas. Llevaban las vestimentas de sus camaradas, los que los custodiaban, sus botas, sus armas. El odio de la pelirroja cuando les miraba, en particular a Gonej, estaba a punto de estallar. Sus ojos dos brasas al rojo. Le temblaba la espada desnuda en las manos.
- Por favor, cálmate. Esto no es lo que quiere Mitra ?le dijo la mujer mayor-
-¡¿Calmarme?! A ti te hicieron lo mismo. Dije que les arrancaría el corazón y ahora que están despiertos quiero que vean quien los va a devolver al infierno a donde pertenecen.
- Tranquilízate. Tranquilízate ?insistió la otra-.
- Tiene razón. Debemos saber antes ?intervino el ciego.
Había alguien más. Un hombre casi desnudo, de piel menos oscura que de la Bazag, no muy alto, de complexión fuerte. Tumbado, recuperaba la conciencia. Tenían como pintura, un líquido del color de la plata, seco, en algunas zonas del cuerpo, en particular en esa cicatriz que lucía en un costado. El hombre los miró, todavía desconcertado, aturdido. Clavó los ojos en Zhang. Brillaba en ellos su ferocidad dirigida hacia él.
Zhang no sabía quienes eran estas personas. Si antes estaba dolorido, ahora su cuerpo era una pura llaga. La carne de medio torso estaba teñida de un color negro asqueroso, una anormal quemadura. Le estiraba la piel, le torturaba cada movimiento. Su mirada se quedó suspendida de ese otro hombre.
Era el picto. Él le solía llamar hermano. Urugh.
El marinero se aproximó a Bazag, a un par de metros. Su expresión huraña no auguraba nada bueno. Su mano derecha sostenía una espada y la izquierda un puñal.
-Tú. ¿Qué sucedió anoche? ¿Qué fue eso que pasó más allá, en la costa? ¿Cuáles son los planes de Valeria? ¿Está viva? ¿Y su barco?
Pregunta tras pregunta mientras amenazaba con el acero. Pero en sus ojos se escondía el miedo. Sin duda, el verdadero peligro era el hombre de piel bronceada y la muchacha de ojos llameantes. Él por su mirada de animal salvaje; ella por sus pupilas donde la locura se alojaba. Por el intenso odio que rezumaba de cada poro de su piel.
OFF
Bazag y Gonej reconocen a estas personas, fueron capturados en uno de los asaltos del Terror a un barco mercante. En base a los turnos de Bazag entiendo que él no habrá participado en la ?diversión? de los piratas con todos ellos. En el caso de Gonej y por la misma razón (su forma de pensar y actuar) entiendo que sí les ha acompañado en sus barbaries.
Para Zhang, claro está, el único conocido es Urugh.
No tenéis nada roto, tan solo estáis un poco ?machacados? después de ser arrastrados de aquí para allá.
<<<<<<<<<<
No somos los jugadores. Somos el juego
Lo difícil de la idea es tener voluntad de llevarla a cabo http://nacionrolera.org/viewtopic.php?f=55&t=11241
Crónicas- http://www.nacionrolera.org/viewforum.php?f=316
http://mundosparalelos-1.blogspot.com/
Lo difícil de la idea es tener voluntad de llevarla a cabo http://nacionrolera.org/viewtopic.php?f=55&t=11241
Crónicas- http://www.nacionrolera.org/viewforum.php?f=316
http://mundosparalelos-1.blogspot.com/
Re: Cazadores de Hombres
Ignia
El hombre no se andó con chiquitas pero ella tampoco. Karvhum la amenazaba, seguramente se sentía muy superior dado el lamentable estado en el que ella se encontraba, pero ella no se dejaba amedrentar por nada ni por nadie...
-?Tu no has visto el infierno valiente, yo si... Y créeme que de quererlo no me encontrarías... Las criaturas que viven en el mar son letales y fueron ellas las que causaron nuestro naufragio, pero éstas son mortales no como las hijas de su amo y señor, al que no debes temer aún ya que sus dominios jamás se encuentran tan cerca de la tierra... Por lo tanto cierra esa bocaza y dedicate a lanzar arpones, estacas o lo que te parezca más conveniente... Y vuelvas a amenazarme, no al menos hasta que estemos en igualdad de condiciones... compañero?
Se alejó de él, supo que no eran las mismas bestias que causaron su desgracia y protagonizaron su agonía y actual estado. Estas podían morir y lo harían. Se colocó al lado de Katia y con esfuerzo sobre humano la ayudó a recargar aquella maldita arponera.
Todo se iluminó de repente. Un cálido brillo anaranjado hizo que la oscuridad desapareciera y que incuso debiera colocarse una mano sobre sus ojos a modo de visera para cercionarse de todo cuanto estaba sucediendo al mismo tiempo. El rojo líquido en el mar, el rojo ardiente en la playa y la muerte sonriendo ante el maravilloso espectáculo que se le estaba ofreciendo sin apenas mover ni uno solo de sus huesos, expandía su aroma para que todos fueran consciente de quien había ganado y sucumbido a sus deseos.
El ruido infernal de la destrucción fue ensordecedor y un ligero temblor la recorrió de pies a cabeza. Zhang, Uruhg... Después el silencio, palpable, más aterrador incluso que el del devastador incendio y crujir de la madre tierra. Poco después los gritos de la capitana que aullaba a todos para salir lo antes posible de allí dejando atrás a varios de los suyos, incluido el ?suyo?. Ignia sabía que el mercader no había perecido, en su fuero interno podía sentir aquel dolor, aquella angustia, aquella profunda desesperación que el hombre padecía, pero no había muerto. Y así se lo hizo saber con una mirada a Valeria, en silencio, sin oponerse a su decisión. Él había despreciado su ayuda, había tomado su camino, ella el suyo... Aún así, muy a su pesar algo se rompió en su fuero interno ante tal perdida.
Se puso en marcha, con lentitud debido a su estado, pero ayudando en todo cuanto le era posible. Sus ojos volvieron a encontrarse cuando ordenó al brujo ir a descansar y todo volvió a ser un caos. El viento pareció despertar deseoso de tener también su protagonismo como su hermano el fuego y rasgó las velas, despertó a su hermana agua para que embistiera junto a él al Terror.
Ignia se abrazó al palo mayor resquebrajado mientras se liaba una de las sogas del barco a su brazo. Como una muñeca de trapo, su cuerpo iba de un lado a otro, golpeándose contra cuerpos, barriles, maderas y objetos que ni pudo ni supo identificar a causa de la cortina de agua que caía sobre ellos. Después todo enmudeció para ella...
No supo cuando tiempo estuvo inconsciente, solo notó como las tripas rugían clamando comida. Miró a su alrededor y vio el lamentable estado del navío aunque se lo esperaba peor. Supuso que aquellos hombres y mujeres había hecho labores a marchas forzadas mientras ella dormitaba...
Con el paso de los días, gracias a los brebajes y la comida de aquel excelente cocinero, volvió a recuperar sus fuerzas, color y ganas de vivir. Cada día se entrenaba en el manejo de la espada, hacía ejercicios para fortalecer sus músculos, escuchaba atentamente e incansable las explicaciones de Katia a pesar de estar harta de oírla, observaba el comportamiento de todos y cada uno de los miembros de la tripulación apuntando mentalmente sus gustos y preferencias, sus idas y venidas, sus palabras, sus gestos y miradas... Pero en especial observaba a la famosa capitana que con arte había acallado las posibles protestas de su tripulación.
Ignia formaba ahora parte de aquel variopinto y singular grupo y como tal, aceptaba la oportunidad que se le había concedido de continuar viviendo y haciendo aquello que más le gustaba en la vida y para lo único que servía. La gran mayoría de las horas del día las pasaba junto a Katia e Ismael, el hombre que le arrancaba siempre una sonrisa, aunque también gozaba observando las idas y venidas de aquel cocinero que luchó al lado de Conan y comentando con él sobre especias y maneras de cocinar...
El hombre no se andó con chiquitas pero ella tampoco. Karvhum la amenazaba, seguramente se sentía muy superior dado el lamentable estado en el que ella se encontraba, pero ella no se dejaba amedrentar por nada ni por nadie...
-?Tu no has visto el infierno valiente, yo si... Y créeme que de quererlo no me encontrarías... Las criaturas que viven en el mar son letales y fueron ellas las que causaron nuestro naufragio, pero éstas son mortales no como las hijas de su amo y señor, al que no debes temer aún ya que sus dominios jamás se encuentran tan cerca de la tierra... Por lo tanto cierra esa bocaza y dedicate a lanzar arpones, estacas o lo que te parezca más conveniente... Y vuelvas a amenazarme, no al menos hasta que estemos en igualdad de condiciones... compañero?
Se alejó de él, supo que no eran las mismas bestias que causaron su desgracia y protagonizaron su agonía y actual estado. Estas podían morir y lo harían. Se colocó al lado de Katia y con esfuerzo sobre humano la ayudó a recargar aquella maldita arponera.
Todo se iluminó de repente. Un cálido brillo anaranjado hizo que la oscuridad desapareciera y que incuso debiera colocarse una mano sobre sus ojos a modo de visera para cercionarse de todo cuanto estaba sucediendo al mismo tiempo. El rojo líquido en el mar, el rojo ardiente en la playa y la muerte sonriendo ante el maravilloso espectáculo que se le estaba ofreciendo sin apenas mover ni uno solo de sus huesos, expandía su aroma para que todos fueran consciente de quien había ganado y sucumbido a sus deseos.
El ruido infernal de la destrucción fue ensordecedor y un ligero temblor la recorrió de pies a cabeza. Zhang, Uruhg... Después el silencio, palpable, más aterrador incluso que el del devastador incendio y crujir de la madre tierra. Poco después los gritos de la capitana que aullaba a todos para salir lo antes posible de allí dejando atrás a varios de los suyos, incluido el ?suyo?. Ignia sabía que el mercader no había perecido, en su fuero interno podía sentir aquel dolor, aquella angustia, aquella profunda desesperación que el hombre padecía, pero no había muerto. Y así se lo hizo saber con una mirada a Valeria, en silencio, sin oponerse a su decisión. Él había despreciado su ayuda, había tomado su camino, ella el suyo... Aún así, muy a su pesar algo se rompió en su fuero interno ante tal perdida.
Se puso en marcha, con lentitud debido a su estado, pero ayudando en todo cuanto le era posible. Sus ojos volvieron a encontrarse cuando ordenó al brujo ir a descansar y todo volvió a ser un caos. El viento pareció despertar deseoso de tener también su protagonismo como su hermano el fuego y rasgó las velas, despertó a su hermana agua para que embistiera junto a él al Terror.
Ignia se abrazó al palo mayor resquebrajado mientras se liaba una de las sogas del barco a su brazo. Como una muñeca de trapo, su cuerpo iba de un lado a otro, golpeándose contra cuerpos, barriles, maderas y objetos que ni pudo ni supo identificar a causa de la cortina de agua que caía sobre ellos. Después todo enmudeció para ella...
No supo cuando tiempo estuvo inconsciente, solo notó como las tripas rugían clamando comida. Miró a su alrededor y vio el lamentable estado del navío aunque se lo esperaba peor. Supuso que aquellos hombres y mujeres había hecho labores a marchas forzadas mientras ella dormitaba...
Con el paso de los días, gracias a los brebajes y la comida de aquel excelente cocinero, volvió a recuperar sus fuerzas, color y ganas de vivir. Cada día se entrenaba en el manejo de la espada, hacía ejercicios para fortalecer sus músculos, escuchaba atentamente e incansable las explicaciones de Katia a pesar de estar harta de oírla, observaba el comportamiento de todos y cada uno de los miembros de la tripulación apuntando mentalmente sus gustos y preferencias, sus idas y venidas, sus palabras, sus gestos y miradas... Pero en especial observaba a la famosa capitana que con arte había acallado las posibles protestas de su tripulación.
Ignia formaba ahora parte de aquel variopinto y singular grupo y como tal, aceptaba la oportunidad que se le había concedido de continuar viviendo y haciendo aquello que más le gustaba en la vida y para lo único que servía. La gran mayoría de las horas del día las pasaba junto a Katia e Ismael, el hombre que le arrancaba siempre una sonrisa, aunque también gozaba observando las idas y venidas de aquel cocinero que luchó al lado de Conan y comentando con él sobre especias y maneras de cocinar...
- ragman711
- Mensajes: 1274
- Registrado: 01 Jul 2007, 16:49
- Ubicación: In the well of my mind, too deep...
- Contactar:
Re: Cazadores de Hombres
.
Última edición por ragman711 el 13 Sep 2010, 12:36, editado 1 vez en total.
- ragman711
- Mensajes: 1274
- Registrado: 01 Jul 2007, 16:49
- Ubicación: In the well of my mind, too deep...
- Contactar:
Re: Cazadores de Hombres
.
Última edición por ragman711 el 13 Sep 2010, 14:39, editado 1 vez en total.
- ragman711
- Mensajes: 1274
- Registrado: 01 Jul 2007, 16:49
- Ubicación: In the well of my mind, too deep...
- Contactar:
Re: Cazadores de Hombres
.
Última edición por ragman711 el 13 Sep 2010, 14:39, editado 1 vez en total.
- ragman711
- Mensajes: 1274
- Registrado: 01 Jul 2007, 16:49
- Ubicación: In the well of my mind, too deep...
- Contactar:
Re: Cazadores de Hombres
Urugh Bey
Un sueño. De nuevo, algo que no comprendía. Luz y esencia divina concentrados en los rayos del sol. Y en su sangre. Su piel le quemaba, le ardía. Bebió demasiado, tomó más de lo que debía. Los dioses son crueles cuando no sigues sus normas. Fuego y acero, la plata por color y savia vital. Recordó la funesta historia, una forma de cazar. Una oportunidad. Luego, la muerte. Un abrazo. No lograba ver el rostro de su madre. No estaba muerto. De estarlo, lo vería. Fue arrojado a un Infierno. Aulló de dolor. Todo era confuso y perdido. La herida del costado crepitaba. La llave a las puertas del reino de los muertos. Hubiera preferido morir de otra manera.
...
Abrió los ojos. Parpadeó. Vio la tupida selva y un tímido sol avanzando entre la verde maleza. No era el reino de los muertos, tampoco una suerte de Infierno. Era la isla. Y estaba vivo. ¡Vivo! Una sonrisa tan afilada como un cuchillo se formó en su rostro. Y se sentía como nuevo. Igual que si hubiese nacido de nuevo. Había sido devorado por la oscuridad, intensa y plateada, para ser escupido una vez más al mundo. Tenía hambre y sed, cosa que pronto solucionaría. Por lo demás, se sentía fuerte, capaz de desafiar a un gigante...o a una mujer pirata y a toda su tripulación.
Miró su herida. Una cicatriz. Ni dolor, ni infección. Arcán le saludó, le llamó la atención sobre eso.
-No llegué a la cueva, Arcán. Encontré algo mejor.-Y le palmea el hombro. Mira a su alrededor.-Lo habeís hecho muy bien.-Mejor de lo que esperaba. No va a preguntar como un grupo de hombres y mujeres derrotados e inexpertos en la lucha han logrado reducir a lo que parecen dos piratas. Uno de ellos es manco pero robusto, debe ser un toro. Debe ser realmente bueno si se gana la vida con el pillaje y el asesinato con una sola amno. El otro le da una impresión diferente. Piratas, hienas que roban lo que no es suyo. Sin honor, sin respeto. Sucios y codiciosos, avaros, borrachos y lujuriosos. Piratas. No le gustan los lobos del mar.
Hay un tercer hombre. Se le queda mirando en silencio. Zhang. Su hermano. ¿Y cómo tomarse su presencia allí sino como un regalo de la diosa? ¿Qué debe hacer ahora? Le gustaría contar con el sabió consejo del chamán de su poblado, de un cazador experto o de un guerrero curtido. A su edad, aún hay cosas que se le escapan. Son nuevas y no sabe actuar como debería. Su padre solía decirle que siguiese su instinto, que dejase que su corazón le guiase. Intentará ser honesto. Ese hombre es su hermano. No le desata. Busca un pedazo de tela, lo rasga y se acerca a él. No le saluda. Se limita a ponerle una venda en los ojos.
-Una serpiente.-Dice a los demás.-Puede hacerte perder la razón solo con mirarte a los ojos. Y no sé si está es venenosa para nosotros.-Revisa sus ataduras. Imaginaba que los nudos los habría hecho el chico. Comprobó que estaban bien fuertes y que las lianas no estaban podridas. Primero en Zhang, luego en los otros dos.-Buen trabajo. Parece que tenemos buena pesca hoy.-Le dijo al marinero. Su humor había mejorado.
Se quedó unos minutos en silencio. Dejando que las cosas simplemente sucediesen. Estaba Lenea, a punto de saltar como un jaguar sobre los piratas. Especialmente sobre uno de ellos. Le sorprendió Blancania. Ella los defendió. Por Mitra o por quien fuese. El corazón de esa mujer valía más de lo que pesaba. Gamiel hizo alguna pregunta. El acero temblando en sus manos. Se acercó a él y le hizo bajarlo.
-Eso es cosa mía. ¿Por qué no vas a buscar un par de líanas anchas y largas? Así podremos colgarlos de los árboles.-Su mirada furtiva se deslizó hacia los dos piratas.-Hablareís cuando os preguntemos. Solo cuando os preguntemos. Os han hecho unas preguntas. Hablad.-Les dio la espalda. Todavía no iba a ponerse con ellos. Se acercó a Lenea. Un diablo atizaba el fuego en su interior, uno negro llamado Venganza.
-No. Aún no.-Y con el brazo firme la hizo bajar el arma.-Ya te han quitado bastante, no dejes que te quiten algo más. No eres una asesina. No eres como ellos.-La aseguró, esperando calmarla.
Si Gamiel volvía con las líanas le pediría ayuda, a él y a Arcán, para atar por los pies a los piratas, tirar el otro extremo de la líana por encima de una rama robusta, y alzar a los lobos de mar, en dos árboles diferentes. Al menos en dos ramas diferentes. A una buena altura. Suficiente para que pudiesen oír lo que decían.
-Mejor.-Le decía al chico.-Así, aunque se suelten, tendrán que caer y se romperán una pierna o algo peor.-Alzó la vista hacia los bandidos.-Podeís hablar o podeís morir. No importa. Cuanto más hableís, más viviréis. Esta gente ha sufrido vuestro azote. Estáis vivos porque ellos son humanos y os consideran humanos. Yo no. Trato con respeto a las bestias porque matan por un motivo; miedo, necesidad, hambre. Vosotros dos habéis torturado por mera crueldad y habeís tomado a estas dos mujeres como si fuesen rameras. No valeís nada para mi. Daré vuestro corazón a los cuervos para que lo picoteen y haya un pedazo de vosotros en cada palmo del Arallu. Empezad a hablar. Sino, no nos soís útiles.-Esperaba que respondiesen a Gamiel. Él no sabía nada de jerarquías piratas. No sabía cual de los dos estaba por encima del otro y sabría más cosas. Tampoco sabía nada de prisioneros. En su clan se mataba a los guerreros o se les perdonaba la vida. Ellos no eran guerreros, eran los excrementos de la civilización, los renegados del mar. Si no iban a serle útiles o causaban problemas les mataría sin dudar. Ya tenían demasiados.
Le indicó a Arcán y Gamiel que los vigilasen. A una distancia prudencial. Y a Blancania que echase un ojo a Lenea. Antes de atacar el problema de Valeria tenía que hacer algo. Algo que le gritaban todas sus entrañas y el fantasma de un hombre muerto. Se sentó delante de Zhang. Si este no lo estaba, le obligaría a ello de forma ruda.
-Zhang, hermano, volvemos a vernos.-Su voz era templada, el gruñido de un lobo en día de caza. Destilaba violencia, un ansía inusitada de matar y despellejar. Lejos de la civilización su ley era tan válida como la de cualquier otro. Por primera vez se alegró de estar en la isla, llevando las riendas para poder hacerlo a su manera. No le quitó la venda.-Sé que sabes lo que le ocurrió a Yemán, siempre lo has sabido. Ella me lo ha dicho.-Hizo una pausa.-Ya me has mentido bastante. Cuéntame lo que ocurrió. No quiero oír nada más. Solo...el destino de Yemán, y tus motivos para mentirme, tus motivos...-Escupió a un lado.-...para dejarle allí...
Un sueño. De nuevo, algo que no comprendía. Luz y esencia divina concentrados en los rayos del sol. Y en su sangre. Su piel le quemaba, le ardía. Bebió demasiado, tomó más de lo que debía. Los dioses son crueles cuando no sigues sus normas. Fuego y acero, la plata por color y savia vital. Recordó la funesta historia, una forma de cazar. Una oportunidad. Luego, la muerte. Un abrazo. No lograba ver el rostro de su madre. No estaba muerto. De estarlo, lo vería. Fue arrojado a un Infierno. Aulló de dolor. Todo era confuso y perdido. La herida del costado crepitaba. La llave a las puertas del reino de los muertos. Hubiera preferido morir de otra manera.
...
Abrió los ojos. Parpadeó. Vio la tupida selva y un tímido sol avanzando entre la verde maleza. No era el reino de los muertos, tampoco una suerte de Infierno. Era la isla. Y estaba vivo. ¡Vivo! Una sonrisa tan afilada como un cuchillo se formó en su rostro. Y se sentía como nuevo. Igual que si hubiese nacido de nuevo. Había sido devorado por la oscuridad, intensa y plateada, para ser escupido una vez más al mundo. Tenía hambre y sed, cosa que pronto solucionaría. Por lo demás, se sentía fuerte, capaz de desafiar a un gigante...o a una mujer pirata y a toda su tripulación.
Miró su herida. Una cicatriz. Ni dolor, ni infección. Arcán le saludó, le llamó la atención sobre eso.
-No llegué a la cueva, Arcán. Encontré algo mejor.-Y le palmea el hombro. Mira a su alrededor.-Lo habeís hecho muy bien.-Mejor de lo que esperaba. No va a preguntar como un grupo de hombres y mujeres derrotados e inexpertos en la lucha han logrado reducir a lo que parecen dos piratas. Uno de ellos es manco pero robusto, debe ser un toro. Debe ser realmente bueno si se gana la vida con el pillaje y el asesinato con una sola amno. El otro le da una impresión diferente. Piratas, hienas que roban lo que no es suyo. Sin honor, sin respeto. Sucios y codiciosos, avaros, borrachos y lujuriosos. Piratas. No le gustan los lobos del mar.
Hay un tercer hombre. Se le queda mirando en silencio. Zhang. Su hermano. ¿Y cómo tomarse su presencia allí sino como un regalo de la diosa? ¿Qué debe hacer ahora? Le gustaría contar con el sabió consejo del chamán de su poblado, de un cazador experto o de un guerrero curtido. A su edad, aún hay cosas que se le escapan. Son nuevas y no sabe actuar como debería. Su padre solía decirle que siguiese su instinto, que dejase que su corazón le guiase. Intentará ser honesto. Ese hombre es su hermano. No le desata. Busca un pedazo de tela, lo rasga y se acerca a él. No le saluda. Se limita a ponerle una venda en los ojos.
-Una serpiente.-Dice a los demás.-Puede hacerte perder la razón solo con mirarte a los ojos. Y no sé si está es venenosa para nosotros.-Revisa sus ataduras. Imaginaba que los nudos los habría hecho el chico. Comprobó que estaban bien fuertes y que las lianas no estaban podridas. Primero en Zhang, luego en los otros dos.-Buen trabajo. Parece que tenemos buena pesca hoy.-Le dijo al marinero. Su humor había mejorado.
Se quedó unos minutos en silencio. Dejando que las cosas simplemente sucediesen. Estaba Lenea, a punto de saltar como un jaguar sobre los piratas. Especialmente sobre uno de ellos. Le sorprendió Blancania. Ella los defendió. Por Mitra o por quien fuese. El corazón de esa mujer valía más de lo que pesaba. Gamiel hizo alguna pregunta. El acero temblando en sus manos. Se acercó a él y le hizo bajarlo.
-Eso es cosa mía. ¿Por qué no vas a buscar un par de líanas anchas y largas? Así podremos colgarlos de los árboles.-Su mirada furtiva se deslizó hacia los dos piratas.-Hablareís cuando os preguntemos. Solo cuando os preguntemos. Os han hecho unas preguntas. Hablad.-Les dio la espalda. Todavía no iba a ponerse con ellos. Se acercó a Lenea. Un diablo atizaba el fuego en su interior, uno negro llamado Venganza.
-No. Aún no.-Y con el brazo firme la hizo bajar el arma.-Ya te han quitado bastante, no dejes que te quiten algo más. No eres una asesina. No eres como ellos.-La aseguró, esperando calmarla.
Si Gamiel volvía con las líanas le pediría ayuda, a él y a Arcán, para atar por los pies a los piratas, tirar el otro extremo de la líana por encima de una rama robusta, y alzar a los lobos de mar, en dos árboles diferentes. Al menos en dos ramas diferentes. A una buena altura. Suficiente para que pudiesen oír lo que decían.
-Mejor.-Le decía al chico.-Así, aunque se suelten, tendrán que caer y se romperán una pierna o algo peor.-Alzó la vista hacia los bandidos.-Podeís hablar o podeís morir. No importa. Cuanto más hableís, más viviréis. Esta gente ha sufrido vuestro azote. Estáis vivos porque ellos son humanos y os consideran humanos. Yo no. Trato con respeto a las bestias porque matan por un motivo; miedo, necesidad, hambre. Vosotros dos habéis torturado por mera crueldad y habeís tomado a estas dos mujeres como si fuesen rameras. No valeís nada para mi. Daré vuestro corazón a los cuervos para que lo picoteen y haya un pedazo de vosotros en cada palmo del Arallu. Empezad a hablar. Sino, no nos soís útiles.-Esperaba que respondiesen a Gamiel. Él no sabía nada de jerarquías piratas. No sabía cual de los dos estaba por encima del otro y sabría más cosas. Tampoco sabía nada de prisioneros. En su clan se mataba a los guerreros o se les perdonaba la vida. Ellos no eran guerreros, eran los excrementos de la civilización, los renegados del mar. Si no iban a serle útiles o causaban problemas les mataría sin dudar. Ya tenían demasiados.
Le indicó a Arcán y Gamiel que los vigilasen. A una distancia prudencial. Y a Blancania que echase un ojo a Lenea. Antes de atacar el problema de Valeria tenía que hacer algo. Algo que le gritaban todas sus entrañas y el fantasma de un hombre muerto. Se sentó delante de Zhang. Si este no lo estaba, le obligaría a ello de forma ruda.
-Zhang, hermano, volvemos a vernos.-Su voz era templada, el gruñido de un lobo en día de caza. Destilaba violencia, un ansía inusitada de matar y despellejar. Lejos de la civilización su ley era tan válida como la de cualquier otro. Por primera vez se alegró de estar en la isla, llevando las riendas para poder hacerlo a su manera. No le quitó la venda.-Sé que sabes lo que le ocurrió a Yemán, siempre lo has sabido. Ella me lo ha dicho.-Hizo una pausa.-Ya me has mentido bastante. Cuéntame lo que ocurrió. No quiero oír nada más. Solo...el destino de Yemán, y tus motivos para mentirme, tus motivos...-Escupió a un lado.-...para dejarle allí...
Re: Cazadores de Hombres
Karvhum
Propagar rumores no se le daba mal. Además, hacerlo mientras jugaba con algunos hombres una ocasional partida de cartas, tras las duras jornadas que estaban pasando, era sencillo. Tenía que reconocer a Valeria algo: si Sembla era un perro, feroz, quizá, pero dócil y leal cuando se trataba de su amo, y desde luego falta de inteligencia más allá de su instinto, Valeria era todo lo contrario. A un cuerpo duro y flexible, diestro, le unía un temperamento feroz, brutal, y una inteligencia tan afilada como su espada. Donde otros habrían enfrentado motines por su abandono de parte de la tripulación, ella obtenía mayor lealtad difundiendo historias. Al menos él ya sabía a que atenerse: si había sido ascendido era porque entre los muertos y abandonados estaban los anteriores hombres de confianza de la mujer. No dudaría en hacerle otro tanto. En ocasiones, divertido, se preguntaba si haría lo mismo con Sembla. Conocía hombres capaces de matar sin vacilar a sus propios hijos, y que sin embargo eran incapaces de dejar sufrir a sus perros. Quizá tuviese ocasión de comprobarlo, nunca se sabía. En cualquier caso, entre el ajetreo, el oleaje y demás, al menos Karvhum tenía una excusa para los mareos y las jaquecas, ya que, si bien cada vez se espaciaban más en el tiempo, seguían estando allí.
Ahora que en el barco eran menos tripulantes, se podía andar durante más tiempo sin tropezar con nadie. Pero tarde o temprano, todos se cruzaban, y Karvhum no perdía ocasión de mostrar su sonrisa más trabajada cada vez que se cruzaba con Ignia.
?Algún día, cuando te consideres plenamente recuperada, hablaremos de tus palabras, perra?
En un momento en que se sentía tremendamente poderoso, en el que todos asumieron que su mando era necesario... esa mujer... le había desafiado, siendo poco menos que nada. Por lo general procuraba no pegar a mujeres, al menos no más de lo necesario. Pero con esa... además, lo haría cuando ella estuviese en condiciones, para que la lección fuese mayor, si cabía.
Algo se agitó en su cabeza. No, el no pegaba a mujeres.¿O sí lo hacía? Imágenes extrañas se mezclaban en su cabeza. Aun maldecía el golpe que le había dejado así. A solas, en la oscura noche, aferrando algún objeto que no recordaba haber obtenido jamás, maldecía... maldecía tantas cosas. Maldecía lo sucedido, maldecía aquel laud que, por algún tipo de extraña magia sólo era capaz de tocar algunos días, maldecía las barajas trucadas que últimamente no le servían de nada. Ah, cuanto necesitaba un abordaje, a poder ser uno en el que capturasen mujeres, y sin embargo que lejano se le antojaba eso.
Otra de las cosas que lo atormentaban en la noche era el fuego que había acompañado la salida del Último Terror de la isla. La hechicería... la odiaba tanto como la temía, pero no parecía haber modo alguno de escapar de ella. Al menos no se había cruzado con el brujo. Lo evitaba tanto como le era posible...
En los ratos muertos, cuando los hombres no jugaban, o estaba cansado de contar las patrañas que le había dicho Valeria, Karvhum se dirigía a la cocina. Ismael hablaba menos que la mayoría, aunque allí eso tampoco significaba que hablase poco. Pero al menos podía creer en las historias que contaba, y podía creerle mientras se metía algo caliente en el buche.
Por fín, la actividad fue acelerandose, pero de un modo diferente: parecía que estuviesen listos para entrar de nuevo en acción. Algo en el interior de Karvhum le decía que era bueno que estuviesen en la costa Hyrkania, pues los hyrkanios siempre le habían parecido hombres de honor. ¿Había conocido a algún hyrkanio, realmente? Lo cierto es que no recordaba ningún caso concreto, pero los hombres de honor eran más fáciles de acuchillar. Y sus mujeres... Morenas, pelirrojas, pero siempre altas y esbeltas. Y algunas de ellas, incluso sabían guerrear, lo que aseguraba mayor diversión en el catre. Si, aquel era un buen lugar para recomenzar los asaltos. Y si Valeria había elegido este rumbo, bueno, era acertado sin duda. ¿Sería Valeria hyrkania? Lo cierto es que podría cuadrarle. Aunque casí podría cuadrarle en cualquier lugar donde hubiese cosas de valor que tomar, y hombres que matar...
Esa era la mujer que los lideraba, y eso era una garantía. Al fín parecía cambiar la suerte de Karvhum, el eterno perdedor...
_______
Ha sido un turno más "interior" para aclararme yo mismo con el personaje, mil perdones. Sentíos libres de implicarlo en alguna conversación, si alguien quiere añadir algo. Lo cierto es que no me ha salido nada mejor, y no quería retrasar más la cosa.
Propagar rumores no se le daba mal. Además, hacerlo mientras jugaba con algunos hombres una ocasional partida de cartas, tras las duras jornadas que estaban pasando, era sencillo. Tenía que reconocer a Valeria algo: si Sembla era un perro, feroz, quizá, pero dócil y leal cuando se trataba de su amo, y desde luego falta de inteligencia más allá de su instinto, Valeria era todo lo contrario. A un cuerpo duro y flexible, diestro, le unía un temperamento feroz, brutal, y una inteligencia tan afilada como su espada. Donde otros habrían enfrentado motines por su abandono de parte de la tripulación, ella obtenía mayor lealtad difundiendo historias. Al menos él ya sabía a que atenerse: si había sido ascendido era porque entre los muertos y abandonados estaban los anteriores hombres de confianza de la mujer. No dudaría en hacerle otro tanto. En ocasiones, divertido, se preguntaba si haría lo mismo con Sembla. Conocía hombres capaces de matar sin vacilar a sus propios hijos, y que sin embargo eran incapaces de dejar sufrir a sus perros. Quizá tuviese ocasión de comprobarlo, nunca se sabía. En cualquier caso, entre el ajetreo, el oleaje y demás, al menos Karvhum tenía una excusa para los mareos y las jaquecas, ya que, si bien cada vez se espaciaban más en el tiempo, seguían estando allí.
Ahora que en el barco eran menos tripulantes, se podía andar durante más tiempo sin tropezar con nadie. Pero tarde o temprano, todos se cruzaban, y Karvhum no perdía ocasión de mostrar su sonrisa más trabajada cada vez que se cruzaba con Ignia.
?Algún día, cuando te consideres plenamente recuperada, hablaremos de tus palabras, perra?
En un momento en que se sentía tremendamente poderoso, en el que todos asumieron que su mando era necesario... esa mujer... le había desafiado, siendo poco menos que nada. Por lo general procuraba no pegar a mujeres, al menos no más de lo necesario. Pero con esa... además, lo haría cuando ella estuviese en condiciones, para que la lección fuese mayor, si cabía.
Algo se agitó en su cabeza. No, el no pegaba a mujeres.¿O sí lo hacía? Imágenes extrañas se mezclaban en su cabeza. Aun maldecía el golpe que le había dejado así. A solas, en la oscura noche, aferrando algún objeto que no recordaba haber obtenido jamás, maldecía... maldecía tantas cosas. Maldecía lo sucedido, maldecía aquel laud que, por algún tipo de extraña magia sólo era capaz de tocar algunos días, maldecía las barajas trucadas que últimamente no le servían de nada. Ah, cuanto necesitaba un abordaje, a poder ser uno en el que capturasen mujeres, y sin embargo que lejano se le antojaba eso.
Otra de las cosas que lo atormentaban en la noche era el fuego que había acompañado la salida del Último Terror de la isla. La hechicería... la odiaba tanto como la temía, pero no parecía haber modo alguno de escapar de ella. Al menos no se había cruzado con el brujo. Lo evitaba tanto como le era posible...
En los ratos muertos, cuando los hombres no jugaban, o estaba cansado de contar las patrañas que le había dicho Valeria, Karvhum se dirigía a la cocina. Ismael hablaba menos que la mayoría, aunque allí eso tampoco significaba que hablase poco. Pero al menos podía creer en las historias que contaba, y podía creerle mientras se metía algo caliente en el buche.
Por fín, la actividad fue acelerandose, pero de un modo diferente: parecía que estuviesen listos para entrar de nuevo en acción. Algo en el interior de Karvhum le decía que era bueno que estuviesen en la costa Hyrkania, pues los hyrkanios siempre le habían parecido hombres de honor. ¿Había conocido a algún hyrkanio, realmente? Lo cierto es que no recordaba ningún caso concreto, pero los hombres de honor eran más fáciles de acuchillar. Y sus mujeres... Morenas, pelirrojas, pero siempre altas y esbeltas. Y algunas de ellas, incluso sabían guerrear, lo que aseguraba mayor diversión en el catre. Si, aquel era un buen lugar para recomenzar los asaltos. Y si Valeria había elegido este rumbo, bueno, era acertado sin duda. ¿Sería Valeria hyrkania? Lo cierto es que podría cuadrarle. Aunque casí podría cuadrarle en cualquier lugar donde hubiese cosas de valor que tomar, y hombres que matar...
Esa era la mujer que los lideraba, y eso era una garantía. Al fín parecía cambiar la suerte de Karvhum, el eterno perdedor...
_______
Ha sido un turno más "interior" para aclararme yo mismo con el personaje, mil perdones. Sentíos libres de implicarlo en alguna conversación, si alguien quiere añadir algo. Lo cierto es que no me ha salido nada mejor, y no quería retrasar más la cosa.
Re: Cazadores de Hombres
ZHANG XEI
Dolor?. Todo lo que sentía en aquel momento se podía concentrar en esa palabra? Y odio sería la segunda que comenzaba a sobreponerse por encima de la primera? Si había dolor había vida aún, y si había vida había posibilidades de volver a levantarse y vengarme? Vengarme de aquellos piratas, de aquella mujer maldita y del dolor que me había provocado?
Un nuevo acceso de dolor intenso me hizo quejarme de forma notable, momento en el que noté que estaba atado con las manos a la espalda con un nudo que lastimaban mis ya de por si frágiles muñecas? Mi mente luchaba por salir de aquel agujero en el que se hallaba, aún bajo lo efectos del shock que me había provocado el enorme poder concentrado en aquel maldito bote? Dioses¡¡¡ De nuevo un ramalazo recorrió m pecho como si me estuviesen clavando miles de afilados cuchillos? Volví a quejarme de forma queda, mientras que de forma involuntaria mi cuerpo se encogía sobre si mismo como si de un feto se tratase, en un vano esfuerzo por evitar el dolor que me acuciaba de forma continua?
Volví a despertar? Había caído inconsciente nuevamente y nos sabía si había pasado una hora o un día? Mi mente estaba más despierta pero mi cuerpo magullado y dolorido seguía sin responder? Y como pude comprobar tras un gemido, el dolor no me había desaparecido? Pero algo si había cambiado? Voces? Volvía a estar en una situación en la que poco podía hacer más que esperar la muerte? Nuevamente me veía obligado a padecer la horrible sensación de ser un esclavo a la merced de a saber que bestias? Por lo menos aún no me habían matado y el rumor tranquilizador del río demostraba que no podíamos estar muy lejos de las corrientes de agua?
Logré moverme lo suficiente como para quedar encarado a la procedencia de las voces no sin sufrir un par de espasmos en el pecho que me hicieron toser de forma contundente, provocando aún más dolor en la costra que quemaba mi pecho? Mi último recuerdo era aquel fuego antinatural y sobrecogedor que me quemaba sin cesar? Un atisbo del río? Luego una sacudida, y unas voces sonando y que me zarandeaban haciéndome gritar de dolor al recorrer mi cuerpo con sus manos apretándome en el pecho? Fui arrastrado entre el ruido reinante, pero este cesó y luego... luego apareció aquella fuerza, sin control? Recordaba salir volando y un fuerte golpe contra el suelo? Luego ya solo oscuridad? Pero ahora se oían voces femeninas? Y eso me tenía intrigado pues sabía que Valeria no volvería por nosotros?
Comencé a repasar la situación entre mis ojos entreabiertos, apretando los dientes a cada nuevo acceso de dolor que amenazaba con desvanecerme nuevamente? Allí había reunido un extraño grupo de personas preguntando sin cesar a dos tipos que por su apariencia, parecían ser piratas? Seguro que eran los pobres desgraciados que Valeria había abandonado? El grupo, formado por dos mujeres, una de ellas bastante furiosa, un marinero joven y un tipo con los ojos vendados era de lo más extraño en aquella selva? Un movimiento en la periferia me hizo mirar allí? Sentado contra un árbol había la imagen viva de un dios salvaje? Urugh¡¡¡ Estaba vivo¡¡¡ No pude evitar sonreír ante su mera visión? a pesar de que habíamos tenido nuestras diferencias, había conseguido hacer cambiar mi perspectiva hacia la gente como él a los que no consideraba más que salvajes? Pero cuando sus ojos se posaron en mi, la sonrisa se heló en mi rostro, siendo reemplazada por una mirada de puro temor? Algo no iba bien? ¿pero el que? ¿Acaso estaba enfadado por que no le habíamos esperado?? ¿Acaso esperaba que lucháramos contra aquella selva? ¿Una mujer enferma y un enclenque oriental?
Tras levantarse se acercó a mi sin casi pestañear, para agacharse delante mío solo para taparme los ojos con un trozo de tela rasposo, el cual apretó con fuerza, haciéndome soltar un gruñido? Sus palabras sonaron en mi mente como los tambores que te acompañan al patíbulo? Tu también Urugh?¡¡¡ Tú también me traicionas?.?hermano?¡¡¡¡ Las palabras se agolpaban en mi boca. Querían salir todas de golpe pero los nervios de aquella revelación, el dolor de las quemaduras y la garganta seca, lo impedían? Todo estaba acabado¡¡¡ Por unos instantes había visto la luz al final de aquel pasillo oscuro que era la maldita isla, pero mientras el picto me zarandeaba sin miramientos comprobando mis ataduras y comentando mis habilidades, la ventana del fondo se cerraba de golpe dejándome nuevamente en la más absoluta y sofocante oscuridad?
Nuevamente el odio bullía en mi interior? Nuevamente la llama de la ira crecía en mi? Hasta hace un par de días, habría luchado por las personas que habían ayudado a que mi vida prevaleciera, pero en un escaso margen, una me había abandonado para irse con unos piratas y la otra? la otra me iba a matar? Forcejeé de pura rabia a sabiendas de que no me podría desatar pero el dolor en las muñecas me decía que aún estaba vivo? Y servía para reavivar mi odio...
Tras unos instantes de forcejeo, cesé dejándome caer nuevamente al suelo, mientras escuchaba las palabras del grupo mientras hablaban con los piratas? Urugh parecía hacerse cargo del grupo e impartía sus órdenes las cuales eran escuchadas, y por lo que pude percibir, incluso obedecidas? Unos pasos se acercaron sentándome de forma ruda contra el tronco? Antes de que pasara aquello ya sabía quien era? Sus palabras no obstante estaban cargadas de puro odio y rabia contenida? Sus palabras eran como un fuego candente y cuando las soltó mis ojos se abrieron de forma espontánea, aunque afortunadamente el trapo impedía que ese detalle fuese notado? Me costó unos instantes de autocontrol y de fuerza de voluntad para conseguir ordenar mis ideas antes de contestar. Tras un suspiro, conseguí erguirme lo suficiente, mirando en la dirección de la que había llegado la voz de Urugh, sin saber siquiera si el estaba allí o a mi espalda con un cuchillo preparado?:
- No me llames hermano? Nunca más después de hoy¡¡¡ Yo también confié en ti y te fuiste? Nos abandonaste a nuestra suerte¡¡¡¡ Tuve miedo? ¿Vale? Pero luché y permanecí al lado de Ignia¡¡¡ Pero ahora me doy cuenta de que éramos un lastre para ti¡¡¡ Y ahora? Ahora reapareces de entre los muertos y me tratas como un animal? Y me pides que te explique cosas que ni siquiera yo entiendo? ¿Que te diga lo que pasó? ¿Que te diga por que te mentí? Que sabrás tú de los designios de los dioses o los seres todopoderosos? ¿Que Ella te lo dijo? Pues que te explique las razones¡¡¡ Yo?yo ya estoy casado de ser un títere? De nada te servirán mis explicaciones? Te podría decir que lo que pasó lo hice por salvar mi vida? o que lo hice para protegeros? o que fui obligado a elegir? - dejé caer la cabeza?abatido?cansado? con un fuerte dolor en el pecho, no solo provocado por la quemadura? - Pero todo eso da igual? Tu parecer no cambiaría ni un ápice? Tu opinión sobre mi ya no cambiar?¡ Ya has tomado tu camino? Déjame Urugh? o mátame ya?pero deja de atosigarme con tus preguntas sobre el pasado? - A pesar del trapo y la oscuridad, cerré los ojos? Estaba cansado de discutir? de ser castigado, vilipendiado, zarandeado y golpeado? Me habían asignado un estigma¡¡¡ Una serpiente¡¡¡ Y lo sería siempre? para aquella gente no sería nunca otra cosa mejor que aquella? Pensé en el anillo que descansaba entre los restos de mi túnica (supongo) ?Señor¡¡¡ Ayúdame por favor¡¡¡ Solicito tu favor¡¡¡ Una vez te ayudé en tu tarea?Ayúdame tú ahora? Seré tu más humilde y devoto servidor? Comencé a entonar en mi mente como una letanía? No esperaba que pasara nada, pero ya me daba todo igual?.
Saludos
Dolor?. Todo lo que sentía en aquel momento se podía concentrar en esa palabra? Y odio sería la segunda que comenzaba a sobreponerse por encima de la primera? Si había dolor había vida aún, y si había vida había posibilidades de volver a levantarse y vengarme? Vengarme de aquellos piratas, de aquella mujer maldita y del dolor que me había provocado?
Un nuevo acceso de dolor intenso me hizo quejarme de forma notable, momento en el que noté que estaba atado con las manos a la espalda con un nudo que lastimaban mis ya de por si frágiles muñecas? Mi mente luchaba por salir de aquel agujero en el que se hallaba, aún bajo lo efectos del shock que me había provocado el enorme poder concentrado en aquel maldito bote? Dioses¡¡¡ De nuevo un ramalazo recorrió m pecho como si me estuviesen clavando miles de afilados cuchillos? Volví a quejarme de forma queda, mientras que de forma involuntaria mi cuerpo se encogía sobre si mismo como si de un feto se tratase, en un vano esfuerzo por evitar el dolor que me acuciaba de forma continua?
Volví a despertar? Había caído inconsciente nuevamente y nos sabía si había pasado una hora o un día? Mi mente estaba más despierta pero mi cuerpo magullado y dolorido seguía sin responder? Y como pude comprobar tras un gemido, el dolor no me había desaparecido? Pero algo si había cambiado? Voces? Volvía a estar en una situación en la que poco podía hacer más que esperar la muerte? Nuevamente me veía obligado a padecer la horrible sensación de ser un esclavo a la merced de a saber que bestias? Por lo menos aún no me habían matado y el rumor tranquilizador del río demostraba que no podíamos estar muy lejos de las corrientes de agua?
Logré moverme lo suficiente como para quedar encarado a la procedencia de las voces no sin sufrir un par de espasmos en el pecho que me hicieron toser de forma contundente, provocando aún más dolor en la costra que quemaba mi pecho? Mi último recuerdo era aquel fuego antinatural y sobrecogedor que me quemaba sin cesar? Un atisbo del río? Luego una sacudida, y unas voces sonando y que me zarandeaban haciéndome gritar de dolor al recorrer mi cuerpo con sus manos apretándome en el pecho? Fui arrastrado entre el ruido reinante, pero este cesó y luego... luego apareció aquella fuerza, sin control? Recordaba salir volando y un fuerte golpe contra el suelo? Luego ya solo oscuridad? Pero ahora se oían voces femeninas? Y eso me tenía intrigado pues sabía que Valeria no volvería por nosotros?
Comencé a repasar la situación entre mis ojos entreabiertos, apretando los dientes a cada nuevo acceso de dolor que amenazaba con desvanecerme nuevamente? Allí había reunido un extraño grupo de personas preguntando sin cesar a dos tipos que por su apariencia, parecían ser piratas? Seguro que eran los pobres desgraciados que Valeria había abandonado? El grupo, formado por dos mujeres, una de ellas bastante furiosa, un marinero joven y un tipo con los ojos vendados era de lo más extraño en aquella selva? Un movimiento en la periferia me hizo mirar allí? Sentado contra un árbol había la imagen viva de un dios salvaje? Urugh¡¡¡ Estaba vivo¡¡¡ No pude evitar sonreír ante su mera visión? a pesar de que habíamos tenido nuestras diferencias, había conseguido hacer cambiar mi perspectiva hacia la gente como él a los que no consideraba más que salvajes? Pero cuando sus ojos se posaron en mi, la sonrisa se heló en mi rostro, siendo reemplazada por una mirada de puro temor? Algo no iba bien? ¿pero el que? ¿Acaso estaba enfadado por que no le habíamos esperado?? ¿Acaso esperaba que lucháramos contra aquella selva? ¿Una mujer enferma y un enclenque oriental?
Tras levantarse se acercó a mi sin casi pestañear, para agacharse delante mío solo para taparme los ojos con un trozo de tela rasposo, el cual apretó con fuerza, haciéndome soltar un gruñido? Sus palabras sonaron en mi mente como los tambores que te acompañan al patíbulo? Tu también Urugh?¡¡¡ Tú también me traicionas?.?hermano?¡¡¡¡ Las palabras se agolpaban en mi boca. Querían salir todas de golpe pero los nervios de aquella revelación, el dolor de las quemaduras y la garganta seca, lo impedían? Todo estaba acabado¡¡¡ Por unos instantes había visto la luz al final de aquel pasillo oscuro que era la maldita isla, pero mientras el picto me zarandeaba sin miramientos comprobando mis ataduras y comentando mis habilidades, la ventana del fondo se cerraba de golpe dejándome nuevamente en la más absoluta y sofocante oscuridad?
Nuevamente el odio bullía en mi interior? Nuevamente la llama de la ira crecía en mi? Hasta hace un par de días, habría luchado por las personas que habían ayudado a que mi vida prevaleciera, pero en un escaso margen, una me había abandonado para irse con unos piratas y la otra? la otra me iba a matar? Forcejeé de pura rabia a sabiendas de que no me podría desatar pero el dolor en las muñecas me decía que aún estaba vivo? Y servía para reavivar mi odio...
Tras unos instantes de forcejeo, cesé dejándome caer nuevamente al suelo, mientras escuchaba las palabras del grupo mientras hablaban con los piratas? Urugh parecía hacerse cargo del grupo e impartía sus órdenes las cuales eran escuchadas, y por lo que pude percibir, incluso obedecidas? Unos pasos se acercaron sentándome de forma ruda contra el tronco? Antes de que pasara aquello ya sabía quien era? Sus palabras no obstante estaban cargadas de puro odio y rabia contenida? Sus palabras eran como un fuego candente y cuando las soltó mis ojos se abrieron de forma espontánea, aunque afortunadamente el trapo impedía que ese detalle fuese notado? Me costó unos instantes de autocontrol y de fuerza de voluntad para conseguir ordenar mis ideas antes de contestar. Tras un suspiro, conseguí erguirme lo suficiente, mirando en la dirección de la que había llegado la voz de Urugh, sin saber siquiera si el estaba allí o a mi espalda con un cuchillo preparado?:
- No me llames hermano? Nunca más después de hoy¡¡¡ Yo también confié en ti y te fuiste? Nos abandonaste a nuestra suerte¡¡¡¡ Tuve miedo? ¿Vale? Pero luché y permanecí al lado de Ignia¡¡¡ Pero ahora me doy cuenta de que éramos un lastre para ti¡¡¡ Y ahora? Ahora reapareces de entre los muertos y me tratas como un animal? Y me pides que te explique cosas que ni siquiera yo entiendo? ¿Que te diga lo que pasó? ¿Que te diga por que te mentí? Que sabrás tú de los designios de los dioses o los seres todopoderosos? ¿Que Ella te lo dijo? Pues que te explique las razones¡¡¡ Yo?yo ya estoy casado de ser un títere? De nada te servirán mis explicaciones? Te podría decir que lo que pasó lo hice por salvar mi vida? o que lo hice para protegeros? o que fui obligado a elegir? - dejé caer la cabeza?abatido?cansado? con un fuerte dolor en el pecho, no solo provocado por la quemadura? - Pero todo eso da igual? Tu parecer no cambiaría ni un ápice? Tu opinión sobre mi ya no cambiar?¡ Ya has tomado tu camino? Déjame Urugh? o mátame ya?pero deja de atosigarme con tus preguntas sobre el pasado? - A pesar del trapo y la oscuridad, cerré los ojos? Estaba cansado de discutir? de ser castigado, vilipendiado, zarandeado y golpeado? Me habían asignado un estigma¡¡¡ Una serpiente¡¡¡ Y lo sería siempre? para aquella gente no sería nunca otra cosa mejor que aquella? Pensé en el anillo que descansaba entre los restos de mi túnica (supongo) ?Señor¡¡¡ Ayúdame por favor¡¡¡ Solicito tu favor¡¡¡ Una vez te ayudé en tu tarea?Ayúdame tú ahora? Seré tu más humilde y devoto servidor? Comencé a entonar en mi mente como una letanía? No esperaba que pasara nada, pero ya me daba todo igual?.
Saludos