La mordedura de serpiente del pasado
Moderador: guli
- Lord Arzzun
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Re: La mordedura de serpiente del pasado
Whosoran
El momento llega.. tras el primer grupo, nos toca a nosotros. Nos encadenan por parejas y nos llevan hacia la arena. No rechisto y me muevo cuando los guardias lo dicen. Un golpe, un mazazo, una pequeña fractura o torcedura podria significar la diferencia entre vivir o morir afuera en la arena.
Una mujer pequeña, malencarada, era mi compañera. Al ver que no se me iban a entregar armas..le dije a la tipa...
Nena..será mejor que no te alejes mucho.. mientras iba recogiendo cadena..un par de metros de ella..suficientes para envolver mi mano y antebrazo..como una venda de acero..un escudo improvisado..Yo los paro..y tú los matas. Y cuando te diga ya!, lanzale el cuchillo a garganta a alguien.. susurro antes de saber qué nos espera.
La arena es pequeña..el público escaso. Hablo en voz alta mientras otros esclavos como nosotros entran en la arena..ignorándolos por el momento. Vaya mierda de circo..! Lleno de miserables que no tienen dinero para ir a uno más grande! JA! Que se podia esperar de esta ciudad apestosa!
Sonriendo aún por mis comentarios -que almenos a mí me parecen jocosos -miro con ojos sádicos a la pareja de campesinos que tengo delante...
Suelta las armas..destripaterrones..y sólo te rompere algún hueso..-le digo mientras doy una vuelta más a la cadena.. y hago un pequeño amago..un paso intimidatorio..riéndome todavia. Luego un paso a un lado..al otro..acercándome y alejándome..pero más con el cuerpo, como un púgil, que con los pies..
Me acerco centímetro a centímetro...busco bloquear su ataque, si ataca, con un golpe descendente sobre su brazo y arma..con fuerza..seguido de un golpe a la cabeza..o una patada que le desequilibre con la pierna no atada. Si él no ataca..entonces yo soy el que lo hace.. golpeando con el brazo encadenado..desde uno de los flancos..pero buscando en realidad desequilibrarle, empujarle hacia su compañera, hacerlos tropezar para que no puedan responder.
Si caen, cogeré a uno de la pierna y lo voltearé..le romperé las piernas si puedo. Si todvia tiene la espada...soltaré cadena y les golpearé en el suelo..hasta partirles la crisma. Luego robaré sus espadas..y entraremos en cosas serias...
El momento llega.. tras el primer grupo, nos toca a nosotros. Nos encadenan por parejas y nos llevan hacia la arena. No rechisto y me muevo cuando los guardias lo dicen. Un golpe, un mazazo, una pequeña fractura o torcedura podria significar la diferencia entre vivir o morir afuera en la arena.
Una mujer pequeña, malencarada, era mi compañera. Al ver que no se me iban a entregar armas..le dije a la tipa...
Nena..será mejor que no te alejes mucho.. mientras iba recogiendo cadena..un par de metros de ella..suficientes para envolver mi mano y antebrazo..como una venda de acero..un escudo improvisado..Yo los paro..y tú los matas. Y cuando te diga ya!, lanzale el cuchillo a garganta a alguien.. susurro antes de saber qué nos espera.
La arena es pequeña..el público escaso. Hablo en voz alta mientras otros esclavos como nosotros entran en la arena..ignorándolos por el momento. Vaya mierda de circo..! Lleno de miserables que no tienen dinero para ir a uno más grande! JA! Que se podia esperar de esta ciudad apestosa!
Sonriendo aún por mis comentarios -que almenos a mí me parecen jocosos -miro con ojos sádicos a la pareja de campesinos que tengo delante...
Suelta las armas..destripaterrones..y sólo te rompere algún hueso..-le digo mientras doy una vuelta más a la cadena.. y hago un pequeño amago..un paso intimidatorio..riéndome todavia. Luego un paso a un lado..al otro..acercándome y alejándome..pero más con el cuerpo, como un púgil, que con los pies..
Me acerco centímetro a centímetro...busco bloquear su ataque, si ataca, con un golpe descendente sobre su brazo y arma..con fuerza..seguido de un golpe a la cabeza..o una patada que le desequilibre con la pierna no atada. Si él no ataca..entonces yo soy el que lo hace.. golpeando con el brazo encadenado..desde uno de los flancos..pero buscando en realidad desequilibrarle, empujarle hacia su compañera, hacerlos tropezar para que no puedan responder.
Si caen, cogeré a uno de la pierna y lo voltearé..le romperé las piernas si puedo. Si todvia tiene la espada...soltaré cadena y les golpearé en el suelo..hasta partirles la crisma. Luego robaré sus espadas..y entraremos en cosas serias...
- ragman711
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Re: La mordedura de serpiente del pasado
Ghal-tir
Whosoran le había estrechado la mano. Notó el apretón, desmedido, brutal. Lo ignoró. ¿Podía confiar en el hombre que los había vendido? No, pero sabía lo que el odio era capaz de conseguir. Tenían mucha sangre que verter. El negro se acercó. No sabía que entiendese el idioma de los hombres civilizados. Había conocido a negros que lo chapurreaban. Le tendió la mano. La miró con asco. ¿Qué clase de ofensa era esa?..."Bah, que importa ya". Extendió su mano, aspiró las flemas de su nariz y escupió en su propia palma. Luego estrechó la mano del negro. Así sabría lo que él sentía al hacerlo.
La noche pasó, todos necesitaban dormir. Se vio turbado a si mismo por sus propios actos, por sus palabras. Suponía que todo estaba bien ahora que Ifigenia estaba con él. Pero no era así. En aquel lugar podían morir en cualquier momento. Como siempre. La vida se le acababa. Puede que por eso la hubiese besado. ¿Quién podía asegurar un mañana? Él no. ¿Se había precipitado? ¿Acaso importaba? Mandó al infierno todas sus impresiones, todas sus dudas y su confusión.
Amaneció. Les dieron algo de comer. No estaba mal.
-Sabe mejor que un buitre crudo.-Comentó de pasada. Luego apareció un desgraciado que empezó a gritarles tonterías. Cogió el cuenco y se lo lanzó a la cara.-¡Cállate ya!¡Nos aburres con tus discursos!-Aquel lugar era otra muestra de la decadencia humana. Al menos en su tierra los negros muros de la ciudad de Khemi y las esfinges con rostros de hiena tenían cierto orgullo malsano. Allí no había nada de eso. Solo era crueldad, esclavitud sin sentido. Para que unos pocos se divirtiesen. La vida humana era un negocio. Se sentía asqueado de pertenecer a la misma especie que esos desgraciados.
Les quitaron las cadenas, les pusieron otras.
-¿No tienes el collar en verde?-Le preguntó a uno de los guardias.-No, seguramente no.-Le separaron de Ifigenia, otra vez. ¿Qué podía decir?¿Qué podía hacer? Y entonces sintió toda la tristeza de aquella gente. Hacia tiempo que no tenía a nadie importante en su vida por eso no sabía lo que dolía cuando te los arrebataban. Y esas mujeres, y esos hombres ¿Cuántas lágrimas habían vertido ellos y sus seres queridos? Empezó a odiar a esa gente desde el amor que sentía hacia esa mujer. Y eso no podía ser bueno. El estigio envenaba todo lo que tocaba. Ifigenia estaría bien. Sabía cuidar de si misma, sabía luchar.
-Procura sobrevivir...-Era importante, porque si ella perdía él también perdería. Y el último muro que se había alzado caería y la bestia tomaría el control. Miró a Gotrek. Le sonrió con malicia.-Juntos, otra vez.-Alzó la voz.-¿No podeís quitarme a este feo hiperbóreo de al lado?¡Eso si que es una tortura!Je, je, je.-Volvió a dirigirse a su compañero.-Hubieran tenido una posibilidad de habernos separado. Muy remota, pero la hubieran tenido. Estamos juntos, Gotrek.-Hizo tintinear la cadena.-Y ese ha sido su error.-No sabía quien iba a ser su adversario. Casi le daba pena. Casi.
Salieron a la arena. Le hubiera gustado matar a todas aquellas personas. Las gradas ni siquiera estaban llenas. Sus vidas no valían un aforo entero. ¿Quién se creían que eran esas gentes?¿Dioses? Le quemaba el fuego en el interior. Apenas vio a sus adversarios. Solo tenía ojos para esos malditos. Whosoran dio el espectáculo. Él no. Él no daría espectáculo. Habían dado un arma a Ifigenia. Solo un escudo, pero la mujer no necesitaría más. Ella no era como las demás zorras de aquel antro.
-Si crees que la necesitas, Gotrek, usa la cadena que une nuestros cuellos.-Él se bastaba con sus propias manos. Contempló la brutalidad de la arena. Como el viejo daba muerte a la mujer y se sintió asqueado. Él hubiera hecho lo mismo. Era más fácil cuando tu enemigo quería matarte para robarte o por dinero. Era más fácil cuando tenías motivos para matar. La superviviencia era un buen motivo, muy bueno. Pero algo fallaba. No era justo. No había nobleza en aquella barbarie. El mundo en el que vivían necesitaba sufrir el azote de una plaga o de algo peor. Y si Set no era capaz de hacerlo ya lo haría él. Era una idea que se había fraguado en su mente hace tiempo. Solo era una idea, pero las ideas eran peligrosas.
Los combates empezaron, la mujer que tenía delante lo atacó. La esquivó. Su compañero tenía miedo, no lucharía. Era un insulto llamar a ese combate. Se vio a si mismo matando demonios, piratas, soldados, asesinos...¿Y ahora tenía que luchar allí? Para desgracia de la chica, se cabreó. Hizo suvir su rodilla hacia las costillas de la mujer, sin controlarse, usando su fuerza bruta, mientras sus puños cerrados empezaron a golpear el rostro de la mujer, sin contemplación. No se movería mucho, no quería entorpecer a Gotrek. Simplemente castigaría a esa mujer con sus puños. En el rostro, los costados o la boca del estómago. No evitaría sus golpes. Si la mujer lo golpeaba no se apartaría, salvo que el golpe fuese a la cara o a la entrepierna. Por lo demás, lo resistiría, lo encajaría. Había resistido golpes peores. Le daría la paliza de su vida a aquella mujer. Pero no la mataría. Gotrek podía ocuparse del hombre asustado. Luego ya verían donde podían encontrar un reto de verdad...
Whosoran le había estrechado la mano. Notó el apretón, desmedido, brutal. Lo ignoró. ¿Podía confiar en el hombre que los había vendido? No, pero sabía lo que el odio era capaz de conseguir. Tenían mucha sangre que verter. El negro se acercó. No sabía que entiendese el idioma de los hombres civilizados. Había conocido a negros que lo chapurreaban. Le tendió la mano. La miró con asco. ¿Qué clase de ofensa era esa?..."Bah, que importa ya". Extendió su mano, aspiró las flemas de su nariz y escupió en su propia palma. Luego estrechó la mano del negro. Así sabría lo que él sentía al hacerlo.
La noche pasó, todos necesitaban dormir. Se vio turbado a si mismo por sus propios actos, por sus palabras. Suponía que todo estaba bien ahora que Ifigenia estaba con él. Pero no era así. En aquel lugar podían morir en cualquier momento. Como siempre. La vida se le acababa. Puede que por eso la hubiese besado. ¿Quién podía asegurar un mañana? Él no. ¿Se había precipitado? ¿Acaso importaba? Mandó al infierno todas sus impresiones, todas sus dudas y su confusión.
Amaneció. Les dieron algo de comer. No estaba mal.
-Sabe mejor que un buitre crudo.-Comentó de pasada. Luego apareció un desgraciado que empezó a gritarles tonterías. Cogió el cuenco y se lo lanzó a la cara.-¡Cállate ya!¡Nos aburres con tus discursos!-Aquel lugar era otra muestra de la decadencia humana. Al menos en su tierra los negros muros de la ciudad de Khemi y las esfinges con rostros de hiena tenían cierto orgullo malsano. Allí no había nada de eso. Solo era crueldad, esclavitud sin sentido. Para que unos pocos se divirtiesen. La vida humana era un negocio. Se sentía asqueado de pertenecer a la misma especie que esos desgraciados.
Les quitaron las cadenas, les pusieron otras.
-¿No tienes el collar en verde?-Le preguntó a uno de los guardias.-No, seguramente no.-Le separaron de Ifigenia, otra vez. ¿Qué podía decir?¿Qué podía hacer? Y entonces sintió toda la tristeza de aquella gente. Hacia tiempo que no tenía a nadie importante en su vida por eso no sabía lo que dolía cuando te los arrebataban. Y esas mujeres, y esos hombres ¿Cuántas lágrimas habían vertido ellos y sus seres queridos? Empezó a odiar a esa gente desde el amor que sentía hacia esa mujer. Y eso no podía ser bueno. El estigio envenaba todo lo que tocaba. Ifigenia estaría bien. Sabía cuidar de si misma, sabía luchar.
-Procura sobrevivir...-Era importante, porque si ella perdía él también perdería. Y el último muro que se había alzado caería y la bestia tomaría el control. Miró a Gotrek. Le sonrió con malicia.-Juntos, otra vez.-Alzó la voz.-¿No podeís quitarme a este feo hiperbóreo de al lado?¡Eso si que es una tortura!Je, je, je.-Volvió a dirigirse a su compañero.-Hubieran tenido una posibilidad de habernos separado. Muy remota, pero la hubieran tenido. Estamos juntos, Gotrek.-Hizo tintinear la cadena.-Y ese ha sido su error.-No sabía quien iba a ser su adversario. Casi le daba pena. Casi.
Salieron a la arena. Le hubiera gustado matar a todas aquellas personas. Las gradas ni siquiera estaban llenas. Sus vidas no valían un aforo entero. ¿Quién se creían que eran esas gentes?¿Dioses? Le quemaba el fuego en el interior. Apenas vio a sus adversarios. Solo tenía ojos para esos malditos. Whosoran dio el espectáculo. Él no. Él no daría espectáculo. Habían dado un arma a Ifigenia. Solo un escudo, pero la mujer no necesitaría más. Ella no era como las demás zorras de aquel antro.
-Si crees que la necesitas, Gotrek, usa la cadena que une nuestros cuellos.-Él se bastaba con sus propias manos. Contempló la brutalidad de la arena. Como el viejo daba muerte a la mujer y se sintió asqueado. Él hubiera hecho lo mismo. Era más fácil cuando tu enemigo quería matarte para robarte o por dinero. Era más fácil cuando tenías motivos para matar. La superviviencia era un buen motivo, muy bueno. Pero algo fallaba. No era justo. No había nobleza en aquella barbarie. El mundo en el que vivían necesitaba sufrir el azote de una plaga o de algo peor. Y si Set no era capaz de hacerlo ya lo haría él. Era una idea que se había fraguado en su mente hace tiempo. Solo era una idea, pero las ideas eran peligrosas.
Los combates empezaron, la mujer que tenía delante lo atacó. La esquivó. Su compañero tenía miedo, no lucharía. Era un insulto llamar a ese combate. Se vio a si mismo matando demonios, piratas, soldados, asesinos...¿Y ahora tenía que luchar allí? Para desgracia de la chica, se cabreó. Hizo suvir su rodilla hacia las costillas de la mujer, sin controlarse, usando su fuerza bruta, mientras sus puños cerrados empezaron a golpear el rostro de la mujer, sin contemplación. No se movería mucho, no quería entorpecer a Gotrek. Simplemente castigaría a esa mujer con sus puños. En el rostro, los costados o la boca del estómago. No evitaría sus golpes. Si la mujer lo golpeaba no se apartaría, salvo que el golpe fuese a la cara o a la entrepierna. Por lo demás, lo resistiría, lo encajaría. Había resistido golpes peores. Le daría la paliza de su vida a aquella mujer. Pero no la mataría. Gotrek podía ocuparse del hombre asustado. Luego ya verían donde podían encontrar un reto de verdad...
Re: La mordedura de serpiente del pasado
Ifigenia
Esperó a que Ghal acabara de pactar con aquellos dos hombres a los que ella creía causantes en parte, del actual estado en el que se encontraban, para luego acercarse a dormitar a su lado. No sabía porque la había besado, no sabía porque su corazón se había desbocado ante aquel contacto ni porque su piel había erizado mientras un ligero cosquilleo recorría todo su cuerpo, no sabía lo que sentía por aquel hombre al que tanto había añorado, no sabía... nada, solo que necesitaba de aquel contacto, de su presencia, para sentirse reconfortada.
Y así lo hizo la sacerdotisa. Sin palabras, se acercó despacio con una tenue y sincera sonrisa en su rostro y se arrodilló al lado del hombre para después (de no ser rechazada) apoyar su cabeza en el hombro y cerrar los ojos al mismo tiempo que se encogía sobre si misma para que aquel helor que sus huesos parecían no querer expulsar de su cuerpo se aplacara junto a él y poder descansar en paz.
Amaneció y con los primeros rayos de sol se produjo de nuevo la separación, ahora más dolorosa, más intensa que la anterior. Besó al hombre suave y tímidamente antes de que los volvieran a encadenar por parejas. Desde su nueva posición, a la espera de su destido, miraba a Ghal con los ojos muy abiertos, con el rostro sereno y serio, intentando reflejar aquella calma que siempre había poseído a lo largo de su vida, aquella cordura y frialdad de la que tanto se había enorgullecido. Salieron y mientras caminaba se preguntaba en que se estaba transformado ella misma, en como podía estarle pasando todo aquello, en el por que y de donde nacía aquel dolor, aquel sentimiento de tristeza, de pérdida que no se había producido aún.
El estigio era en parte todo lo que ella odiaba en un hombre. Sucio, deslenguado, sin educación ni modales, grosero hasta la médula... Pero al mismo tiempo era honesto a sus principios, valiente y un luchador nato. Él hacía y tenía todo lo que ella jamás había hecho o tenido. Era su némesis, su opuesto... La combinación de aquellas características posiblemente era lo que habían causado en la joven, en un principio, un ansia y un deseo de querer conocer mejor a su dueño, de ansiar sentirse redentora de un alma en pena y pecaminosa, pero que luego se fue transformando en una extraña atracción, en algo que le había sido vetado desde su nacimiento. Sonrió ante aquel hecho y alzó su rostro al cielo entre el griterío de los allí presentes, mientras sus pies levantaban una ligera nube de polvo al andar sobre la arena de aquel circo.
Con calma, tranquila, miró al joven al que había sido apresada y sintió lástima por él. Aceptó el escudo que le ofrecieron y le susurró...
-?Tranquilo, ¿Sabes luchar? ¿No? Colócate detrás de mi, yo iré parando los golpes con el escudo y cuando tire de las cadenas agáchate, sal e intenta desestabilizar a nuestros oponentes dándole una fuerte patada en sus tobillos, en sus partes... Golpea al que quede enfrente tuyo, yo me encargaré del otro...¿Entiendes? ?dijo la sacerdotisa mirándolo a los ojos con severidad y ternura al mismo tiempo.
-?Saldremos de esta... Pero debes colaborar... De nada me servirá que te hundas y te desesperes cuando todo empiece, porque yo no pienso morir aquí y tu no vas a ser un estorbo ¿Verdad? ?concluyó Ifigenia , mientras reparaba en la suerte que le había tocado a sus compañeros y se preparaba para afrontar la suya.
Ante ella dos jovencitos inseguros. Uno de ellos portaba un puñal que por la forma de cogerlo le dio a entender que jamás había utilizado uno en su vida. Respiró hondamente. No iba a dejarse matar pero tampoco mataría a nadie de no peligrar su vida o la del compañero al que la habían unido en aquel espectáculo bochornoso e infantil.
Esperó a que Ghal acabara de pactar con aquellos dos hombres a los que ella creía causantes en parte, del actual estado en el que se encontraban, para luego acercarse a dormitar a su lado. No sabía porque la había besado, no sabía porque su corazón se había desbocado ante aquel contacto ni porque su piel había erizado mientras un ligero cosquilleo recorría todo su cuerpo, no sabía lo que sentía por aquel hombre al que tanto había añorado, no sabía... nada, solo que necesitaba de aquel contacto, de su presencia, para sentirse reconfortada.
Y así lo hizo la sacerdotisa. Sin palabras, se acercó despacio con una tenue y sincera sonrisa en su rostro y se arrodilló al lado del hombre para después (de no ser rechazada) apoyar su cabeza en el hombro y cerrar los ojos al mismo tiempo que se encogía sobre si misma para que aquel helor que sus huesos parecían no querer expulsar de su cuerpo se aplacara junto a él y poder descansar en paz.
Amaneció y con los primeros rayos de sol se produjo de nuevo la separación, ahora más dolorosa, más intensa que la anterior. Besó al hombre suave y tímidamente antes de que los volvieran a encadenar por parejas. Desde su nueva posición, a la espera de su destido, miraba a Ghal con los ojos muy abiertos, con el rostro sereno y serio, intentando reflejar aquella calma que siempre había poseído a lo largo de su vida, aquella cordura y frialdad de la que tanto se había enorgullecido. Salieron y mientras caminaba se preguntaba en que se estaba transformado ella misma, en como podía estarle pasando todo aquello, en el por que y de donde nacía aquel dolor, aquel sentimiento de tristeza, de pérdida que no se había producido aún.
El estigio era en parte todo lo que ella odiaba en un hombre. Sucio, deslenguado, sin educación ni modales, grosero hasta la médula... Pero al mismo tiempo era honesto a sus principios, valiente y un luchador nato. Él hacía y tenía todo lo que ella jamás había hecho o tenido. Era su némesis, su opuesto... La combinación de aquellas características posiblemente era lo que habían causado en la joven, en un principio, un ansia y un deseo de querer conocer mejor a su dueño, de ansiar sentirse redentora de un alma en pena y pecaminosa, pero que luego se fue transformando en una extraña atracción, en algo que le había sido vetado desde su nacimiento. Sonrió ante aquel hecho y alzó su rostro al cielo entre el griterío de los allí presentes, mientras sus pies levantaban una ligera nube de polvo al andar sobre la arena de aquel circo.
Con calma, tranquila, miró al joven al que había sido apresada y sintió lástima por él. Aceptó el escudo que le ofrecieron y le susurró...
-?Tranquilo, ¿Sabes luchar? ¿No? Colócate detrás de mi, yo iré parando los golpes con el escudo y cuando tire de las cadenas agáchate, sal e intenta desestabilizar a nuestros oponentes dándole una fuerte patada en sus tobillos, en sus partes... Golpea al que quede enfrente tuyo, yo me encargaré del otro...¿Entiendes? ?dijo la sacerdotisa mirándolo a los ojos con severidad y ternura al mismo tiempo.
-?Saldremos de esta... Pero debes colaborar... De nada me servirá que te hundas y te desesperes cuando todo empiece, porque yo no pienso morir aquí y tu no vas a ser un estorbo ¿Verdad? ?concluyó Ifigenia , mientras reparaba en la suerte que le había tocado a sus compañeros y se preparaba para afrontar la suya.
Ante ella dos jovencitos inseguros. Uno de ellos portaba un puñal que por la forma de cogerlo le dio a entender que jamás había utilizado uno en su vida. Respiró hondamente. No iba a dejarse matar pero tampoco mataría a nadie de no peligrar su vida o la del compañero al que la habían unido en aquel espectáculo bochornoso e infantil.
"El Mundo está en las manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y correr el riesgo de vivir sus sueños."
Re: La mordedura de serpiente del pasado
Gotrek Stelios
La noche, o lo que quedaba de ella, la pasé pensando en mi lejan y, para la mayoría, desconocida tierra. Añorarla servía de poco. No la había abandonado por propia vluntad sino por la "sabiduría" de los necios que gobernaban
Sin embargo poco o nada importaron mis pensamientos cuando el sol salió a recibirnos del brazo de la muerte. El encargado nos dio un discurso ¿eso era un discurso? No, ese hombre no era un soldado, no era un guerrero.
Bufe mientras hablaba "yo no voy a morir" afirmé. Y no era que me diera miedo hacerlo solo que yo elegiría un combate en el que mereciera la pena luchar, no moriría siendo esclavo. Mataría, si, pero no sería derrotado.
Nos encadenaron por parejas y salimos a la arena. El publico era excaso. ¿Tan poco valía la vida de un hombre? La reespuesta era clara, no hacía falta ser muy listo
Nos enfrentamos a una mujer enfadada y a un hombre asustado. No era rivales. No merecían la muerte. La mujer atacó, o lo intentó, a Ghal. "No le des un motivo para que te odie, mujer" pensé. Me acerqué al muchacho dejando a Ghal con la mujer.
Miré a los ojos del hombre, serio y le hablé.
Sino opones resistencia puede ser que salgas con vida de aquí. No seré yo quien te mate.
Me acerqué al hombre, atento por si era alguna clase de truco rastrero. Sino lo era lo agarraría por los brazos y le golperaría con mi cabeza su rostro a fin de dejarlo inconsciente y allí lo dejaría. Si era algún truco reaccionaría y le golpearía la cara con mi puño.
Luego, si Ghal había acabado, buscaría a la sacerdotisa por si necesitaba ayuda.
La noche, o lo que quedaba de ella, la pasé pensando en mi lejan y, para la mayoría, desconocida tierra. Añorarla servía de poco. No la había abandonado por propia vluntad sino por la "sabiduría" de los necios que gobernaban
Sin embargo poco o nada importaron mis pensamientos cuando el sol salió a recibirnos del brazo de la muerte. El encargado nos dio un discurso ¿eso era un discurso? No, ese hombre no era un soldado, no era un guerrero.
Bufe mientras hablaba "yo no voy a morir" afirmé. Y no era que me diera miedo hacerlo solo que yo elegiría un combate en el que mereciera la pena luchar, no moriría siendo esclavo. Mataría, si, pero no sería derrotado.
Nos encadenaron por parejas y salimos a la arena. El publico era excaso. ¿Tan poco valía la vida de un hombre? La reespuesta era clara, no hacía falta ser muy listo
Nos enfrentamos a una mujer enfadada y a un hombre asustado. No era rivales. No merecían la muerte. La mujer atacó, o lo intentó, a Ghal. "No le des un motivo para que te odie, mujer" pensé. Me acerqué al muchacho dejando a Ghal con la mujer.
Miré a los ojos del hombre, serio y le hablé.
Sino opones resistencia puede ser que salgas con vida de aquí. No seré yo quien te mate.
Me acerqué al hombre, atento por si era alguna clase de truco rastrero. Sino lo era lo agarraría por los brazos y le golperaría con mi cabeza su rostro a fin de dejarlo inconsciente y allí lo dejaría. Si era algún truco reaccionaría y le golpearía la cara con mi puño.
Luego, si Ghal había acabado, buscaría a la sacerdotisa por si necesitaba ayuda.
I Can't Remember Anything, Can't Tell If this Is True or Dream
Re: La mordedura de serpiente del pasado
10
Allí estaban, en pie, en medio de la Arena, de aquel anfiteatro de segunda, para matar y seguir adelante. O para morir y terminar de una vez expiando los pecados, quien creyese en ellos.
Allí, en medio de la nada. Acompañados del griterío que exigía sangre, espectáculo. Muerte.
Algunos combates terminaron pronto. El viejo se deshizo de sus dos rivales, aprovechando la indecisión de estos, sus dudas cuando vieron la frialdad que esgrimió al asesinar a su compañera. Uno cayó con el cuello cortado, ahogándose en su propia sangre, entre gorgoteos. El otro, el de la nariz rota, con una estocada en el vientre de lado a lado, de rodillas, sujetando las entrañas que asomaban sanguinolentas. No le dio la puntilla y lo dejó morir entre espasmos agónicos. El combate del centro fue el que más tiempo llevó. Los dos hombres de color vendieron caras sus vidas, pero no pudieron vencer: a uno le partió el espinazo el tipo velludo y al otro el pelirrojo lo estranguló con la cadena.
El escaso público rugía disfrutando y otra exclamación se elevó a los cielos cuando Whosoran asesinó de manera brutal al anciano. El turanio lo tuvo claro desde el principio, no entró en consideraciones morales, tenía que salir de allí con vida, y actuó en consecuencia. Su oponente no tiró la espada, o, antes de que lo hiciese , Whosoran ya estaba sobre él: lo empujó al suelo con el golpe del brazo encadenado, se abalanzó sobre él, le partió la pierna y estrelló su cabeza una y otra vez contra la arena hasta que desparramó sus sesos. La pareja del anciano gritó horrorizada al desequilibrarse y caer, vio a la mujer de ojos de reptil echársele encima. Cuando el antiguo soldado turanio levantó la vista su compañera había atravesado la garganta de la otra, estirando de la cabellera de la cabeza de la mujer muerta. Tan letal como él mismo. Tan letal como Gandia, otra serpiente para enroscarse en el cuerpo de toro del turanio.
Ghal pasó la noche inquieto. Thel le había devuelto una mirada asesina cuando estrechó su mano, aun así el negro apretó con fuerza, incluso más que el turanio. Lo estaba retando. No sabía si Whosoran albergaría la idea de matarlo, pero en la mirada del negro sí vio ese deseo. Ese hombre trataría de hacerlo antes o después. Sin embargo no fue eso lo que turbó al estigio, sino una mujer, las emociones olvidadas e incluso desconocidas que le subieron desde el estómago y le estremecieron hasta la médula. Se desfogó con el desayuno y su supuesto amo, y con sus bromas salpicadas de odio. Se enfrentó a sus rivales, de nuevo en compañía del hiperborio, parecían dos tipos inseparables. Evitó a la hyrkania, ella saltó y esquivó el rodillazo. Gotrek no tuvo problemas, el hombre apenas pudo parar su ataque, quiso correr, Gotrek le rompió la nariz y el otro se desplomó con la cara empapada en sangre, protegiéndola con las manos; un puñetazo del mercenario y perdió el sentido. La hyboria atacó de nuevo, con la rodela y a la vez lanzando una patada a la entrepierna de Ghal, este escapó a los dos golpes. Su respuesta fue evitada por la gata que tenía delante. Poseía trazas de luchadora la mujer, pero acabó al final en las garras del estigio. Un pesado puñetazo en un costado la tumbó, luego, Ghal la castigó brutalmente, notó bajo sus nodillos como crujían los huesos de su rostro, sus costillas, una y otra vez. Se puso en pie, vio la cara de la chica desfigurada, no estaba muerta, pero respiraba con dificultad, resbalaba su sangre entre sus dedos. Los dos mercenarios pudieron escuchar el aullido de los espectadores, vieron en sus miradas extraviadas la necesidad de ver más horror, que para ellos poseía otro nombre, diversión.
La confusa Ifigenia saltó al circo procurando olvidar el torbellino de sentimientos que zarandeaban su alma y agitaban su cuerpo. El adolescente tragó saliva, asintió con temor a los consejos de la sacerdotisa. El chico de la espada embistió a Ifigenia a la que no le costó en absoluto detener el golpe, el siguiente ni el tercero. Cubrió al chico, y cuando tiró de las cadenas el quinceañero armado del valor que le transmitía la mujer se deslizó igual que una anguila, y tuvo la habilidad de golpear duro en la entrepierna de su enemigo. Desafortunadamente el acero del otro describió un arco y abrió el pecho del jovencito, su sangre salpicó el brazo y pecho de Ifigenia, y, con ojos muy abiertos miró aterrado a la sacerdotisa de Mitra,, cayó hacia atrás empujado por la señora muerte. Aprovechó la joven para descargar un mazazo con el escudo en la cara del que portaba la espada dejándole fuera de juego, sumido casi en la inconsciencia, gimiendo. El otro estaba hecho un ovillo en el suelo, dolorido por la patada en sus partes nobles.
La gente gritó exigiendo la muerte de los perdedores que restaban con vida. Los dos vencedores del centro buscaban más sangre, y la vista del oso y su compañero encontraron a Ifigenia como la presa que consideraron más fácil, pero cuando fueron a ella un par de flechas a sus pies les detuvieron. Esto dio tiempo a que el viejo se encaminase sin titubeos hacia su posición. La compañera de Whosoran dudaba qué hacer ahora, el viejo parecía una buena opción, mejor en principio que Gotrek y Ghal, avanzó en su dirección unos pasos, se detuvo sin embargo, indecisa, aunque daba la impresión que eso es lo que haría si el turanio estaba de acuerdo, ir a por el veterano combatiente. De nuevo otro par de saetas volaron, esta vez junto al estigio y el excapitán. Los arqueros cubrían todo el perímetro desde arriba junto con los soldados, apuntando a los contrincantes. El clamor de los espectadores moría y el vozarrón del barbudo al que Ghal quiso untar de papilla en el desayuno, se oyó alto y claro:
- ¡Quien no tiene sangre en las venas para matar, no sirve de gladiador en Belverus! Es un piojoso esclavo para las minas, la luz del día no la verá más! Me decepcionáis, Devorador de Buitres, Hiperbóreo! Os creía hombres y sois mujerzuelas! Como lo será vuestra puta, la sacerdotisa renegada! ¡ Tú, mujer, serás buena carne de burdel, ya sabía que no valías como luchadora!
Una señal y cuatro proyectiles traspasaron el cuerpo del joven que estaba de rodillas al lado de Ifigenia ? el que recibió la patada en la entrepierna -. Quedaba claro que los derrotados no saldrían con vida de allí. La mujer de ojos de reptil aguardaba, preguntándose qué era esto. Empezaba a comprender, lo mismo que el oso y el de rojos cabellos, igual que todos. Una prueba, en la que solo debían quedar los mejores, los que no se arredraban a la hora de quitar la vida a cualquiera. De momento no les dejaban luchar contra los que no habían demostrado lo que quería aquella gente que los observaba con ojos ansiosos y expectantes, no les permitían enfrentarse a los que, según ellos daban a entender, no poseían las agallas para terminar la diversión. El viejo gritó a Ifigenia:
- Maldita sea, chica. Mata a ese otro, si no quieres que tu culo sea el postre de la soldadesca esta noche.
Puede que lo dijera para advertir a la sacerdotisa. O quizá para no quedarse solo frente a las dos bestias ? el pelirrojo y el velludo -, o Whosoran y su pareja. Era el único que sabía que aquello era una criba, que tan solo unos pocos de los componentes de los grupos que habían combatido y los que quedaban por hacerlo, seguirían adelante para convertirse en gladiadores del Coliseum de Belverus.
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Allí estaban, en pie, en medio de la Arena, de aquel anfiteatro de segunda, para matar y seguir adelante. O para morir y terminar de una vez expiando los pecados, quien creyese en ellos.
Allí, en medio de la nada. Acompañados del griterío que exigía sangre, espectáculo. Muerte.
Algunos combates terminaron pronto. El viejo se deshizo de sus dos rivales, aprovechando la indecisión de estos, sus dudas cuando vieron la frialdad que esgrimió al asesinar a su compañera. Uno cayó con el cuello cortado, ahogándose en su propia sangre, entre gorgoteos. El otro, el de la nariz rota, con una estocada en el vientre de lado a lado, de rodillas, sujetando las entrañas que asomaban sanguinolentas. No le dio la puntilla y lo dejó morir entre espasmos agónicos. El combate del centro fue el que más tiempo llevó. Los dos hombres de color vendieron caras sus vidas, pero no pudieron vencer: a uno le partió el espinazo el tipo velludo y al otro el pelirrojo lo estranguló con la cadena.
El escaso público rugía disfrutando y otra exclamación se elevó a los cielos cuando Whosoran asesinó de manera brutal al anciano. El turanio lo tuvo claro desde el principio, no entró en consideraciones morales, tenía que salir de allí con vida, y actuó en consecuencia. Su oponente no tiró la espada, o, antes de que lo hiciese , Whosoran ya estaba sobre él: lo empujó al suelo con el golpe del brazo encadenado, se abalanzó sobre él, le partió la pierna y estrelló su cabeza una y otra vez contra la arena hasta que desparramó sus sesos. La pareja del anciano gritó horrorizada al desequilibrarse y caer, vio a la mujer de ojos de reptil echársele encima. Cuando el antiguo soldado turanio levantó la vista su compañera había atravesado la garganta de la otra, estirando de la cabellera de la cabeza de la mujer muerta. Tan letal como él mismo. Tan letal como Gandia, otra serpiente para enroscarse en el cuerpo de toro del turanio.
Ghal pasó la noche inquieto. Thel le había devuelto una mirada asesina cuando estrechó su mano, aun así el negro apretó con fuerza, incluso más que el turanio. Lo estaba retando. No sabía si Whosoran albergaría la idea de matarlo, pero en la mirada del negro sí vio ese deseo. Ese hombre trataría de hacerlo antes o después. Sin embargo no fue eso lo que turbó al estigio, sino una mujer, las emociones olvidadas e incluso desconocidas que le subieron desde el estómago y le estremecieron hasta la médula. Se desfogó con el desayuno y su supuesto amo, y con sus bromas salpicadas de odio. Se enfrentó a sus rivales, de nuevo en compañía del hiperborio, parecían dos tipos inseparables. Evitó a la hyrkania, ella saltó y esquivó el rodillazo. Gotrek no tuvo problemas, el hombre apenas pudo parar su ataque, quiso correr, Gotrek le rompió la nariz y el otro se desplomó con la cara empapada en sangre, protegiéndola con las manos; un puñetazo del mercenario y perdió el sentido. La hyboria atacó de nuevo, con la rodela y a la vez lanzando una patada a la entrepierna de Ghal, este escapó a los dos golpes. Su respuesta fue evitada por la gata que tenía delante. Poseía trazas de luchadora la mujer, pero acabó al final en las garras del estigio. Un pesado puñetazo en un costado la tumbó, luego, Ghal la castigó brutalmente, notó bajo sus nodillos como crujían los huesos de su rostro, sus costillas, una y otra vez. Se puso en pie, vio la cara de la chica desfigurada, no estaba muerta, pero respiraba con dificultad, resbalaba su sangre entre sus dedos. Los dos mercenarios pudieron escuchar el aullido de los espectadores, vieron en sus miradas extraviadas la necesidad de ver más horror, que para ellos poseía otro nombre, diversión.
La confusa Ifigenia saltó al circo procurando olvidar el torbellino de sentimientos que zarandeaban su alma y agitaban su cuerpo. El adolescente tragó saliva, asintió con temor a los consejos de la sacerdotisa. El chico de la espada embistió a Ifigenia a la que no le costó en absoluto detener el golpe, el siguiente ni el tercero. Cubrió al chico, y cuando tiró de las cadenas el quinceañero armado del valor que le transmitía la mujer se deslizó igual que una anguila, y tuvo la habilidad de golpear duro en la entrepierna de su enemigo. Desafortunadamente el acero del otro describió un arco y abrió el pecho del jovencito, su sangre salpicó el brazo y pecho de Ifigenia, y, con ojos muy abiertos miró aterrado a la sacerdotisa de Mitra,, cayó hacia atrás empujado por la señora muerte. Aprovechó la joven para descargar un mazazo con el escudo en la cara del que portaba la espada dejándole fuera de juego, sumido casi en la inconsciencia, gimiendo. El otro estaba hecho un ovillo en el suelo, dolorido por la patada en sus partes nobles.
La gente gritó exigiendo la muerte de los perdedores que restaban con vida. Los dos vencedores del centro buscaban más sangre, y la vista del oso y su compañero encontraron a Ifigenia como la presa que consideraron más fácil, pero cuando fueron a ella un par de flechas a sus pies les detuvieron. Esto dio tiempo a que el viejo se encaminase sin titubeos hacia su posición. La compañera de Whosoran dudaba qué hacer ahora, el viejo parecía una buena opción, mejor en principio que Gotrek y Ghal, avanzó en su dirección unos pasos, se detuvo sin embargo, indecisa, aunque daba la impresión que eso es lo que haría si el turanio estaba de acuerdo, ir a por el veterano combatiente. De nuevo otro par de saetas volaron, esta vez junto al estigio y el excapitán. Los arqueros cubrían todo el perímetro desde arriba junto con los soldados, apuntando a los contrincantes. El clamor de los espectadores moría y el vozarrón del barbudo al que Ghal quiso untar de papilla en el desayuno, se oyó alto y claro:
- ¡Quien no tiene sangre en las venas para matar, no sirve de gladiador en Belverus! Es un piojoso esclavo para las minas, la luz del día no la verá más! Me decepcionáis, Devorador de Buitres, Hiperbóreo! Os creía hombres y sois mujerzuelas! Como lo será vuestra puta, la sacerdotisa renegada! ¡ Tú, mujer, serás buena carne de burdel, ya sabía que no valías como luchadora!
Una señal y cuatro proyectiles traspasaron el cuerpo del joven que estaba de rodillas al lado de Ifigenia ? el que recibió la patada en la entrepierna -. Quedaba claro que los derrotados no saldrían con vida de allí. La mujer de ojos de reptil aguardaba, preguntándose qué era esto. Empezaba a comprender, lo mismo que el oso y el de rojos cabellos, igual que todos. Una prueba, en la que solo debían quedar los mejores, los que no se arredraban a la hora de quitar la vida a cualquiera. De momento no les dejaban luchar contra los que no habían demostrado lo que quería aquella gente que los observaba con ojos ansiosos y expectantes, no les permitían enfrentarse a los que, según ellos daban a entender, no poseían las agallas para terminar la diversión. El viejo gritó a Ifigenia:
- Maldita sea, chica. Mata a ese otro, si no quieres que tu culo sea el postre de la soldadesca esta noche.
Puede que lo dijera para advertir a la sacerdotisa. O quizá para no quedarse solo frente a las dos bestias ? el pelirrojo y el velludo -, o Whosoran y su pareja. Era el único que sabía que aquello era una criba, que tan solo unos pocos de los componentes de los grupos que habían combatido y los que quedaban por hacerlo, seguirían adelante para convertirse en gladiadores del Coliseum de Belverus.
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- ragman711
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Re: La mordedura de serpiente del pasado
Ghal-tir
Aquella fulana de tres al cuarto no había tenido ninguna oportunidad contra él. Era rápida. Tal vez con el tiempo y un buen entrenamiento hubiese podido ser una mujer guerrera bastante aceptable, una mujer de verdad. Lástima que su tiempo se hubiese acabado. La golpeó con violencia, incluso sadismo. No sentía pena, tampoco reparos. En parte eso el asustaba un poco. Mayormente le daba igual. Cuando golpeó a la mujer no la estaba viendo a ella. Sino a toda la basura que había visto durante los últimos días. Al capitán de al fortaleza, al jefe de esclavos, a Thel, desafiándole. ¡Desafiándole!¡Un hombre más parecido a mico que a un hombre! La ira hervía en su interior. El rostro de la mujer estaba destrozado. Gotrek había sido más clemente. Era un soldado, no un asesino. Él era un guerrero. Dejó a la mujer en el suelo.
No iba a matar a alguien que no mereciese la pena. No luchaba contra escoria débil como aquella simplemente porque su orgullo de luchador se veía resentido. Y ese orgullo, falso en parte, era lo único que poseía. No, ahora estaba Ifigenia. AHora tenía algo más a lo que aferrarse. Podía dejar con vida a aquella lagarta solo porque tenía algo más a lo que agarrarse que al odio. Así era la vida. Los soldados tienen su disciplina, los monjes su fe, él tenía su propio motivo para seguir adelante...de la mejor manera.
Contempló el resultado del combate. Ifigenia seguía viva. Su compañero había muerto. ¿A quien le importaba? Estaba claro que esa gente iba a morir. ¿Por qué hacer luchar cuando su debilidad era tan evidente? Era una prueba. Separaban los débiles de los fuertes. Solo eso. Otro juego del mundo civilizado. Un mundo que le gustaría hendir bajo su bota. Un mundo al que le gustaría destruir, aplastar, triturar. Ifigenia estaba viva. Todo iba bien. Woshosan había sobrevivido, por supuesto, y la lagarta a la que estaba encadenada. Quedaban el tipo peludo y el pelirrojo. Esos iban a sobrevivir, estaba claro. No eran guerreros, solo bestias. Deseó tener una espada. Con una espada en las manos sabría que hacer.
El viejo sobrevivió también. Era eviente. La gente antes había clamado su nombre. Pero al público no le bastaba con eso. Escuchó las palabras del viejo. Vio las flechas caer. ¿Debían seguir luchando?¿Hasta que solo quedase uno? Obviamente no iba a matar a Ifigenia. El viejo le daba igual aunque pensó que podría serle útil. Tenía un pacto con Whosoran y aunque daría gustoso medio brazo solo por ver sus sesos esparcidos por la arena, lo respetaría. Era un pacto entre guerreros. Aún no era tan despreciable como un hombre de ciudad. Solo quedaban el tipo peludo y el pelirrojo. Ese sería el reto. No obstante las flechas cerca de ellos indicaban otra cosa.
¿Qué se suponía que debía hacer? A la gente de las gradas no les bastaba con que supiesen luchar. Querían sangre, el morbo de la muerte. No les bastaba con eso. Si no eran capaces de matar entonces...los atravesarían. Tenía esa impresión. Podía dejar a la chica que había vencido con vida. Pero ¿Para qué? Si no les servía, la matarían igualmente. O la harían algo peor. En aquel mundo endiablado y cruel lo más benevolente era una muerte clemente. ¿Qué clase de infierno era aquel?
Se acercó a la flecha que habían disparado cerca de él. La levantó, la miró, miró al público. No sonrió esta vez. No hubo comentarios mordaces ni insultos. Nada. Se acercó a la mujer. Se puso encima de ella y la susurró unas palabras.
-Hay luchado como una auténtica guerrera.-Y hundió la flecha sobre su corazón, una y otra vez, sacándola e hincándola, destrozando carne y músculo, hasta después de haberla dado muerte. Se puso en pie y se la lanzó a Gotrek.-Sabes lo que tienes que hacer. Él ya está muerto. Pero debes matarle. Sino lo haces te matarán a ti y luego a él. Mejor él que los dos. No pienso cargar con un cadáver. Si no vas ha hacerlo te cortaré la mano a dentelladas, amigo. Seguro que tienes mejor sabor que los buitres. Je, je, je.-Gotrek era fuerte, había estado en guerras. Podría soportar ese crimen.
Luego le impulsaría a caminar junto a él. Cogió la otra flecha y se acercó a Ifigenia. Había demostrado su valía y su valor. No le frenarían. Y si lo hacían serían disparos de aviso. Los ignoraría. Ifigenia había matado en varias ocasiones pero solo a hombres que se lo merecían: asesinos, criminales, basura. No mataría a ese inocente. Ella aún brillaba en un mundo de tinieblas. Era preferible que la matasen antes de dejar que la destruyesen. No podía dejar que la hundiesen en la oscuridad. Sus sentimientos estaban atrofiados, no recordaba lo que era amar a alguien. No quería alejarse de ella pero para él era mucho más importante que ella no fuese uno de ellos. Porque entonces nada tendría sentido.
Por eso se acercó al tercer desgraciado que esperaba una muerte y lo degolló con la punta de la flecha, sin parpadear. No podía dejar que ella lo hiciese. Su manera de protegerla tal vez la estuviese conduciendo a una muerte.
-No te pierdas a ti misma, Ifigenia. Ni aquí ni en ningún otro lugar. Tú eres diferente. Diferente a mi, a él, a todos. Tú eres especial. No dejes que su mierda te salpique.-Miró al viejo. Le escupió.-Ella no es como nosotros. No lo entenderías. Pero ella no será como ellas. Ella no...-Era una última esperanza. Él siempre se había considerado un guerrero, matando solo al adversario digno o a aquel que por voluntad propia había buscado su perdición en su espada. A aquel hombre lo mató como una bestia, un asesino, no como un guerrero. Su honor de luchador se esfumó en aquel momento...por el amor de una mujer. Quemaba, dolía. Miró a Gotrek.
-Lo siento, amigo. Esta cadena que nos une te arrastra hacia mi propio destino. Un poeta diría que es una buena metáfora de lo que significa la amistad. Yo creo que el problema lo tiene el poeta, dentro de su cabeza, y que debería probar la cadena en sus carnes. Sea como sea, estamos unidos. Ni tú ni yo conoceremos el cielo. No hay nada que ver la cara que tienes, aunque fueses un santo te tomarían por demonio. Je, je, je.-Aunque reía sin ganas. MIró al tipo velludo y al pelirrojo. Alzó la voz. Empezó a acercarse a ellos. Eran los siguientes. Después el viejo. Al final mataría a la compañera de Woshoran. ¿Y entonces? ¿Debía seguir matando? No, entonces no podría escapar, porque a una la amaba, el otro era su amigo y con el tercero tenía un pacto.
No se preocupó de eso ahora. Ninguno de los dos salvajes significaban nada para él.
-Eh, tú, pelirrojo. En mi tierra se cree que los que tienen el pelo del color del fuego es porque sus madres fornicaron con sus hermanos. Por la viveza de tus cabellos yo diría que tu madre tuvo una vida muy alegre....y muchos hermanos. Je, je, je.-Y quedaba el tipo velludo.-Aunque es mejor eso que ser el hijo de una cabra y de un oso como tu compañero. No deberíais de estar aquí. Esto no es un zoologíco. Vuestro lugar está entre los puercos. Pero ya que estaís aquí, venid a matarme.-Se exhaltó. Señaló al esclavista, en las gradas.-¡Tú también morirás!-Alzó los brazos.-¡Todos morireís, chacales!¡Os destriparé uno a uno!¡Será mejor que me mateís porque no sé cuanto voy a poder seguir soportando las reglas de este juego! Es un consejo, matadme ahora o desataré un infierno en vuestra ciudad...-Solo quería un combate más, uno de verdad. Eso le ayudaba a despejar la mente. Puede que Gotrek no estuviese de acuerdo. Sin embargo nunca le habían importando las opiniones del hiperbóreo.
*Son muchas acciones, lo sé. No sé que harán mis compañeros ni tus pnj´s, Guli. Que cada uno corte a Ghal donde quiera
Aquella fulana de tres al cuarto no había tenido ninguna oportunidad contra él. Era rápida. Tal vez con el tiempo y un buen entrenamiento hubiese podido ser una mujer guerrera bastante aceptable, una mujer de verdad. Lástima que su tiempo se hubiese acabado. La golpeó con violencia, incluso sadismo. No sentía pena, tampoco reparos. En parte eso el asustaba un poco. Mayormente le daba igual. Cuando golpeó a la mujer no la estaba viendo a ella. Sino a toda la basura que había visto durante los últimos días. Al capitán de al fortaleza, al jefe de esclavos, a Thel, desafiándole. ¡Desafiándole!¡Un hombre más parecido a mico que a un hombre! La ira hervía en su interior. El rostro de la mujer estaba destrozado. Gotrek había sido más clemente. Era un soldado, no un asesino. Él era un guerrero. Dejó a la mujer en el suelo.
No iba a matar a alguien que no mereciese la pena. No luchaba contra escoria débil como aquella simplemente porque su orgullo de luchador se veía resentido. Y ese orgullo, falso en parte, era lo único que poseía. No, ahora estaba Ifigenia. AHora tenía algo más a lo que aferrarse. Podía dejar con vida a aquella lagarta solo porque tenía algo más a lo que agarrarse que al odio. Así era la vida. Los soldados tienen su disciplina, los monjes su fe, él tenía su propio motivo para seguir adelante...de la mejor manera.
Contempló el resultado del combate. Ifigenia seguía viva. Su compañero había muerto. ¿A quien le importaba? Estaba claro que esa gente iba a morir. ¿Por qué hacer luchar cuando su debilidad era tan evidente? Era una prueba. Separaban los débiles de los fuertes. Solo eso. Otro juego del mundo civilizado. Un mundo que le gustaría hendir bajo su bota. Un mundo al que le gustaría destruir, aplastar, triturar. Ifigenia estaba viva. Todo iba bien. Woshosan había sobrevivido, por supuesto, y la lagarta a la que estaba encadenada. Quedaban el tipo peludo y el pelirrojo. Esos iban a sobrevivir, estaba claro. No eran guerreros, solo bestias. Deseó tener una espada. Con una espada en las manos sabría que hacer.
El viejo sobrevivió también. Era eviente. La gente antes había clamado su nombre. Pero al público no le bastaba con eso. Escuchó las palabras del viejo. Vio las flechas caer. ¿Debían seguir luchando?¿Hasta que solo quedase uno? Obviamente no iba a matar a Ifigenia. El viejo le daba igual aunque pensó que podría serle útil. Tenía un pacto con Whosoran y aunque daría gustoso medio brazo solo por ver sus sesos esparcidos por la arena, lo respetaría. Era un pacto entre guerreros. Aún no era tan despreciable como un hombre de ciudad. Solo quedaban el tipo peludo y el pelirrojo. Ese sería el reto. No obstante las flechas cerca de ellos indicaban otra cosa.
¿Qué se suponía que debía hacer? A la gente de las gradas no les bastaba con que supiesen luchar. Querían sangre, el morbo de la muerte. No les bastaba con eso. Si no eran capaces de matar entonces...los atravesarían. Tenía esa impresión. Podía dejar a la chica que había vencido con vida. Pero ¿Para qué? Si no les servía, la matarían igualmente. O la harían algo peor. En aquel mundo endiablado y cruel lo más benevolente era una muerte clemente. ¿Qué clase de infierno era aquel?
Se acercó a la flecha que habían disparado cerca de él. La levantó, la miró, miró al público. No sonrió esta vez. No hubo comentarios mordaces ni insultos. Nada. Se acercó a la mujer. Se puso encima de ella y la susurró unas palabras.
-Hay luchado como una auténtica guerrera.-Y hundió la flecha sobre su corazón, una y otra vez, sacándola e hincándola, destrozando carne y músculo, hasta después de haberla dado muerte. Se puso en pie y se la lanzó a Gotrek.-Sabes lo que tienes que hacer. Él ya está muerto. Pero debes matarle. Sino lo haces te matarán a ti y luego a él. Mejor él que los dos. No pienso cargar con un cadáver. Si no vas ha hacerlo te cortaré la mano a dentelladas, amigo. Seguro que tienes mejor sabor que los buitres. Je, je, je.-Gotrek era fuerte, había estado en guerras. Podría soportar ese crimen.
Luego le impulsaría a caminar junto a él. Cogió la otra flecha y se acercó a Ifigenia. Había demostrado su valía y su valor. No le frenarían. Y si lo hacían serían disparos de aviso. Los ignoraría. Ifigenia había matado en varias ocasiones pero solo a hombres que se lo merecían: asesinos, criminales, basura. No mataría a ese inocente. Ella aún brillaba en un mundo de tinieblas. Era preferible que la matasen antes de dejar que la destruyesen. No podía dejar que la hundiesen en la oscuridad. Sus sentimientos estaban atrofiados, no recordaba lo que era amar a alguien. No quería alejarse de ella pero para él era mucho más importante que ella no fuese uno de ellos. Porque entonces nada tendría sentido.
Por eso se acercó al tercer desgraciado que esperaba una muerte y lo degolló con la punta de la flecha, sin parpadear. No podía dejar que ella lo hiciese. Su manera de protegerla tal vez la estuviese conduciendo a una muerte.
-No te pierdas a ti misma, Ifigenia. Ni aquí ni en ningún otro lugar. Tú eres diferente. Diferente a mi, a él, a todos. Tú eres especial. No dejes que su mierda te salpique.-Miró al viejo. Le escupió.-Ella no es como nosotros. No lo entenderías. Pero ella no será como ellas. Ella no...-Era una última esperanza. Él siempre se había considerado un guerrero, matando solo al adversario digno o a aquel que por voluntad propia había buscado su perdición en su espada. A aquel hombre lo mató como una bestia, un asesino, no como un guerrero. Su honor de luchador se esfumó en aquel momento...por el amor de una mujer. Quemaba, dolía. Miró a Gotrek.
-Lo siento, amigo. Esta cadena que nos une te arrastra hacia mi propio destino. Un poeta diría que es una buena metáfora de lo que significa la amistad. Yo creo que el problema lo tiene el poeta, dentro de su cabeza, y que debería probar la cadena en sus carnes. Sea como sea, estamos unidos. Ni tú ni yo conoceremos el cielo. No hay nada que ver la cara que tienes, aunque fueses un santo te tomarían por demonio. Je, je, je.-Aunque reía sin ganas. MIró al tipo velludo y al pelirrojo. Alzó la voz. Empezó a acercarse a ellos. Eran los siguientes. Después el viejo. Al final mataría a la compañera de Woshoran. ¿Y entonces? ¿Debía seguir matando? No, entonces no podría escapar, porque a una la amaba, el otro era su amigo y con el tercero tenía un pacto.
No se preocupó de eso ahora. Ninguno de los dos salvajes significaban nada para él.
-Eh, tú, pelirrojo. En mi tierra se cree que los que tienen el pelo del color del fuego es porque sus madres fornicaron con sus hermanos. Por la viveza de tus cabellos yo diría que tu madre tuvo una vida muy alegre....y muchos hermanos. Je, je, je.-Y quedaba el tipo velludo.-Aunque es mejor eso que ser el hijo de una cabra y de un oso como tu compañero. No deberíais de estar aquí. Esto no es un zoologíco. Vuestro lugar está entre los puercos. Pero ya que estaís aquí, venid a matarme.-Se exhaltó. Señaló al esclavista, en las gradas.-¡Tú también morirás!-Alzó los brazos.-¡Todos morireís, chacales!¡Os destriparé uno a uno!¡Será mejor que me mateís porque no sé cuanto voy a poder seguir soportando las reglas de este juego! Es un consejo, matadme ahora o desataré un infierno en vuestra ciudad...-Solo quería un combate más, uno de verdad. Eso le ayudaba a despejar la mente. Puede que Gotrek no estuviese de acuerdo. Sin embargo nunca le habían importando las opiniones del hiperbóreo.
*Son muchas acciones, lo sé. No sé que harán mis compañeros ni tus pnj´s, Guli. Que cada uno corte a Ghal donde quiera
- Lord Arzzun
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Re: La mordedura de serpiente del pasado
Whosoran
El juego habia empezado bien. El anciano y la mujer habian caido con facilidad...tal y como era de esperar. Me apresuro a hacerme con sus armas, arrebatándolas de sus manos muertas. Sin embargo, no tengo muy claro hasta donde querrán nuestros captores continuar el juego. Con ojo experto, hago una valoración de las fuerzas reunidas en la arena. El Estigio, el hiperbóreo y la sacerdotisa eran un grupo. Por otro lado se hallaban el viejo gladiador, en solitario..y luego las dos bestias que habian matado a Thel. Les miré con odio..pero en estas situaciones uno debe ser frio. No les atacaría todavia.
Espera -le dije a mi compañera en un susurro- Atacaremos al viejo..pero antes igualaremos un poco las cosas.. Y Lanzo una de las dos espadas hacia el estigio..
Estigio! -bramo mirando al público- veamos lo bueno que eres realmente!Jajaja!
Tras esto, rápidamente corto los pies de los que he matado para hacerme con una cadena..que usaré como arma, además de la otra espada.
Si lanzas tu daga al viejo hazlo por sorpresa.. Si es a los bestias esos..hazlo antes de que se acerquen...
Vuelvo a decirle a mi compañera mientras la acerco hacia mí.
Consciente de que no estoy dando el espectáculo que se espera de mí..y con la intención de que ninguna flecha se clave en mí por evitar el combate, empiezo a aullar y a dar vueltas a la cadena por encima de mi cabeza..
Quien quiere morir primero!! Whosoran os enviará a la tumba..! Hago restallar la cadena dos o tres veces, golpeándo incluso los cadáveres de los caidos.. Y voy avanzando lentamente, cauto.. dispuesto a golpear primero con la cadena al primero que se acerque..manteniéndolo a distancia...gritando 'lánzala' cuando mi enemigo intente evitarme.. Y luego golpeándo salvajemente..arrollándo a mi enemigo o enemigos..lanzándome hacia ellos con súbita fuerza..como un toro.
El juego habia empezado bien. El anciano y la mujer habian caido con facilidad...tal y como era de esperar. Me apresuro a hacerme con sus armas, arrebatándolas de sus manos muertas. Sin embargo, no tengo muy claro hasta donde querrán nuestros captores continuar el juego. Con ojo experto, hago una valoración de las fuerzas reunidas en la arena. El Estigio, el hiperbóreo y la sacerdotisa eran un grupo. Por otro lado se hallaban el viejo gladiador, en solitario..y luego las dos bestias que habian matado a Thel. Les miré con odio..pero en estas situaciones uno debe ser frio. No les atacaría todavia.
Espera -le dije a mi compañera en un susurro- Atacaremos al viejo..pero antes igualaremos un poco las cosas.. Y Lanzo una de las dos espadas hacia el estigio..
Estigio! -bramo mirando al público- veamos lo bueno que eres realmente!Jajaja!
Tras esto, rápidamente corto los pies de los que he matado para hacerme con una cadena..que usaré como arma, además de la otra espada.
Si lanzas tu daga al viejo hazlo por sorpresa.. Si es a los bestias esos..hazlo antes de que se acerquen...
Vuelvo a decirle a mi compañera mientras la acerco hacia mí.
Consciente de que no estoy dando el espectáculo que se espera de mí..y con la intención de que ninguna flecha se clave en mí por evitar el combate, empiezo a aullar y a dar vueltas a la cadena por encima de mi cabeza..
Quien quiere morir primero!! Whosoran os enviará a la tumba..! Hago restallar la cadena dos o tres veces, golpeándo incluso los cadáveres de los caidos.. Y voy avanzando lentamente, cauto.. dispuesto a golpear primero con la cadena al primero que se acerque..manteniéndolo a distancia...gritando 'lánzala' cuando mi enemigo intente evitarme.. Y luego golpeándo salvajemente..arrollándo a mi enemigo o enemigos..lanzándome hacia ellos con súbita fuerza..como un toro.
Última edición por Lord Arzzun el 02 Dic 2007, 21:28, editado 1 vez en total.
Re: La mordedura de serpiente del pasado
Ifigenia
?...Sangre... Líquido viscoso, caliente y vital que se derramaba sobre la arena y empapaba los harapos que apenas cubrían su cuerpo. Sangre... que teñía y quemaba su piel. Sangre...?
Aulló al ver al joven al que había asegurado que protegería, al que había augurado que sobreviviría, al que ahora la miraba con los ojos desorbitadamente abiertos incrédulo y recordándole que no había cumplido su promesa.
Actuó con rabia y con furia, empotrando su escudo sobre aquel que se había atrevido a sesgar una vida sin dar ni tan siquiera una oportunidad de defenderse al que estaba en clara desventaja, sin arma alguna.
Observó como entre maldiciones y quejidos aquellos dos seres, se compadecían del mísero dolor que ahora sufrían sus cuerpos sin ser conscientes de que le había arrebatado el aliento a un inocente.
Alzó su rostro, para mirar a aquella masa de desperdicios humanos que sin creencias, sin valores, sin motivos, sin derechos, pedían la muerte de los que ocupaban el ruedo, como si fueran reyes y señores del destino de cada uno de ellos. Escupió... Maldijo entre dientes a todo aquella escoria, a toda su prole y a todo aquel que se creían digno de poder emitir un juicio.
Se agachó y recogió las espadas de aquellos que habían intentado matarla sin llegar a lograr su propósito y que seguían sobre la arena respirando, entre gemidos. Con dolor, con reverencia, sesgó la mano de aquel al que había estado presa, para después enrollar la cadena en su brazo.
Lo oyó. Se giró con brusquedad y firmeza y negó con su rostro al anciano hombre que le gritaba que los matase ante la amenaza de acabar convirtiéndose en la puta del regimiento aquella noche.
Lo vio llegar y pasivamente le dejó hacer a Ghal lo que se suponía que ella debía realizar. Escuchó sus palabras y varias lágrimas resbalaron por sus sucias mejillas mientras afirmaba levemente con la cabeza.
Toda una vida dedicada a la justicia, a la oración, sometida a estrictas normas, se diluía ante ella, se difuminaba en el aire y acababa para siempre. Había luchado siempre por los demás, había entregado su cuerpo, su alma y su espada por llevar a cabo misiones que escapaban a su entendimiento pero que eran absolutamente necesarias . Había aniquilado a engendros nacidos de Cos, superado miles de pruebas que una tras otra le había reafirmado lo que ya sospechaba desde hacía tiempo... Mitra la había abandonado a pesar de ser siempre correcta, por lo tanto... No existía su Dios.
Pero a pesar de tener aquella firme convicción, Ifigenia no cambiaría porque le era imposible hacerlo. Afirmó sus piernas al suelo, le lanzó una espada a Gotrek y con la cadena enrollada en su brazo, en donde aún portaba el escudo y la espada firmemente aferrada a la otra esperó. Nadie la amenazaba en vano, nadie poseería a la fuerza su cuerpo en vida y lucharía contra todo aquel que osara hacerlo...
?...Sangre... Líquido viscoso, caliente y vital que se derramaba sobre la arena y empapaba los harapos que apenas cubrían su cuerpo. Sangre... que teñía y quemaba su piel. Sangre...?
Aulló al ver al joven al que había asegurado que protegería, al que había augurado que sobreviviría, al que ahora la miraba con los ojos desorbitadamente abiertos incrédulo y recordándole que no había cumplido su promesa.
Actuó con rabia y con furia, empotrando su escudo sobre aquel que se había atrevido a sesgar una vida sin dar ni tan siquiera una oportunidad de defenderse al que estaba en clara desventaja, sin arma alguna.
Observó como entre maldiciones y quejidos aquellos dos seres, se compadecían del mísero dolor que ahora sufrían sus cuerpos sin ser conscientes de que le había arrebatado el aliento a un inocente.
Alzó su rostro, para mirar a aquella masa de desperdicios humanos que sin creencias, sin valores, sin motivos, sin derechos, pedían la muerte de los que ocupaban el ruedo, como si fueran reyes y señores del destino de cada uno de ellos. Escupió... Maldijo entre dientes a todo aquella escoria, a toda su prole y a todo aquel que se creían digno de poder emitir un juicio.
Se agachó y recogió las espadas de aquellos que habían intentado matarla sin llegar a lograr su propósito y que seguían sobre la arena respirando, entre gemidos. Con dolor, con reverencia, sesgó la mano de aquel al que había estado presa, para después enrollar la cadena en su brazo.
Lo oyó. Se giró con brusquedad y firmeza y negó con su rostro al anciano hombre que le gritaba que los matase ante la amenaza de acabar convirtiéndose en la puta del regimiento aquella noche.
Lo vio llegar y pasivamente le dejó hacer a Ghal lo que se suponía que ella debía realizar. Escuchó sus palabras y varias lágrimas resbalaron por sus sucias mejillas mientras afirmaba levemente con la cabeza.
Toda una vida dedicada a la justicia, a la oración, sometida a estrictas normas, se diluía ante ella, se difuminaba en el aire y acababa para siempre. Había luchado siempre por los demás, había entregado su cuerpo, su alma y su espada por llevar a cabo misiones que escapaban a su entendimiento pero que eran absolutamente necesarias . Había aniquilado a engendros nacidos de Cos, superado miles de pruebas que una tras otra le había reafirmado lo que ya sospechaba desde hacía tiempo... Mitra la había abandonado a pesar de ser siempre correcta, por lo tanto... No existía su Dios.
Pero a pesar de tener aquella firme convicción, Ifigenia no cambiaría porque le era imposible hacerlo. Afirmó sus piernas al suelo, le lanzó una espada a Gotrek y con la cadena enrollada en su brazo, en donde aún portaba el escudo y la espada firmemente aferrada a la otra esperó. Nadie la amenazaba en vano, nadie poseería a la fuerza su cuerpo en vida y lucharía contra todo aquel que osara hacerlo...
Re: La mordedura de serpiente del pasado
Gotrek Stelios
Avisaron. Se tomaron la molestía de avisar porque matarnos sin más no les daba dinero. Hasta cierto punto me alegré, hasta el punto de no estar muerto, claro. Tendría que matar para vivir, estaba en un mundo sin honor, pero debía salir de allí con vida para vengarme. Ghal ya hacía lo que debía y me habló. No contesté. Partí la flecha por la mitad y la tiré al suelo; me acerqué al muchacho inconsciente y lo puse en pie para luego, con un movimiento brusco partirle el cuello. No era una muerte agradable, ni digna, ni nada de eso. Lo hacía porque no quería que sangrara, no sentiría bien su sangre inocente en mi cuerpo.
Luego me reuní con Ghal que se dirigía hacía la sacerdotisa. Por el camino tomé un escudo de los caídos y lo embracé, ya empezaba a ser más peligroso*. Ghal hizo lo que no debía hacer Ifgenia y ésta me lanzó una espada. Ahora podría llevar una auténtica muerte aunque no era allí donde quería llevarla.
El estigio me habló y esta vez contesté, casi con desgana.
No he vuelto a tener un destino interesante desde que me negaron el mío. Que mejor que hacer algo por lo que merezca la pena luchar....y matar.
Después encaramos al pelirrojo y al peludo y Ghal los insultó, para no perder las buenas costumbres. Fui a decir algo al respecto de que yo también era pelirrojo pero me callé. No era el momento. Ahora ibamos a luchar y esta vez si ibamos a matar a la primera.
Me enfrentaría a uno de los dos y esperaría a detener sus ataques con mi espada para, cuando no se lo esperara atacar a su rostro con mi escudo y noquearlo a fin de destrozarlo luego con la propia espada.
*Si hay escudos en el suelo claro.
PD: me he recuperado antes de lo pensado.
Avisaron. Se tomaron la molestía de avisar porque matarnos sin más no les daba dinero. Hasta cierto punto me alegré, hasta el punto de no estar muerto, claro. Tendría que matar para vivir, estaba en un mundo sin honor, pero debía salir de allí con vida para vengarme. Ghal ya hacía lo que debía y me habló. No contesté. Partí la flecha por la mitad y la tiré al suelo; me acerqué al muchacho inconsciente y lo puse en pie para luego, con un movimiento brusco partirle el cuello. No era una muerte agradable, ni digna, ni nada de eso. Lo hacía porque no quería que sangrara, no sentiría bien su sangre inocente en mi cuerpo.
Luego me reuní con Ghal que se dirigía hacía la sacerdotisa. Por el camino tomé un escudo de los caídos y lo embracé, ya empezaba a ser más peligroso*. Ghal hizo lo que no debía hacer Ifgenia y ésta me lanzó una espada. Ahora podría llevar una auténtica muerte aunque no era allí donde quería llevarla.
El estigio me habló y esta vez contesté, casi con desgana.
No he vuelto a tener un destino interesante desde que me negaron el mío. Que mejor que hacer algo por lo que merezca la pena luchar....y matar.
Después encaramos al pelirrojo y al peludo y Ghal los insultó, para no perder las buenas costumbres. Fui a decir algo al respecto de que yo también era pelirrojo pero me callé. No era el momento. Ahora ibamos a luchar y esta vez si ibamos a matar a la primera.
Me enfrentaría a uno de los dos y esperaría a detener sus ataques con mi espada para, cuando no se lo esperara atacar a su rostro con mi escudo y noquearlo a fin de destrozarlo luego con la propia espada.
*Si hay escudos en el suelo claro.
PD: me he recuperado antes de lo pensado.
Re: La mordedura de serpiente del pasado
11
?En un rato seréis carroña. Tenéis que matar, no importa quien sea el rival, pues la única posibilidad de vivir para el otro es destriparos y ensuciar la arena con vuestras entrañas El futuro no os pertenece?.
Doce cuerpos yacían quebrados y rotos. Una docena de vidas consumidas para el placer y diversión de la gente civilizada de Belverus. Belverus, capital de Nemedia, la misma que acogía en su seno el inmenso edificio de la biblioteca más importante de Hyboria, donde sabios de distintas nacionalidades, especialidades y culturas se daban cita. Belverus, ciudad imperial, refinada, próspera, rival eterno de Aquilonia. Precursora de la algún día soberbia Roma. Jalonada de altos edificios, maravillosos palacetes, cuidados y hermosos jardines, calles limpias y empedradas. Sin embargo, en sus entrañas guardaba el horror que ni siquiera un bárbaro comprendía. El disfrute de los sentidos contemplando y admirando la muerte en directo.
Pan y circo.
?
Las gradas esperaban ansiosas y espectantes. Cientos de ojos clavados en los ocho vencedores. Se regocijaron como animales cuando Ghal hundió varias veces la flecha en el corazón de la mujer, que seguramente no estaba consciente para saber que iba a morir. Mejor así. Una muerte clemente como consuelo, y sangrienta, dando a aquella gente lo que querían. Lo hizo con tal fuerza que casi el asta de la flecha se parte, eso lo solucionó Gotrek rompiéndola del todo. Luego se deshizo del hombre, levantándolo como un muñeco para partirle el cuello con un crakk seco, rápido, hasta elegante. Recogió la rodela de la hyrkania muerta.
Se escuchó una nueva ovación del público, frases inconexas, incoherentes, señalaban al ruedo, se cruzaron nuevas apuestas. Una mujer de físico muy parecido al de Ifigenia sonreía desde su asiento y estiraba el cuello, entrecerraba los ojos y se preparaba para regalarse con los próximos acontecimientos.
Mientras, Ghal se dedicó a lo suyo, matar, provocar e insultar. El joven degollado cayó con un simple gemido mudo antes de emitirlo. El viejo le devolvió la mirada glacial de los abismos del fin del mundo al norte:
- ¿ De qué agujero has salido, hijo? Así la condenas a algo peor que la muerte, no la salvas.
Ifigenia sería una noble y casta sacerdotisa pero tenía una lengua de chacal del desierto. Algo que se le había pegado de sus experiencias con los mercenarios. No acabó con la vida del otro muchacho, sin embargo dejó que Ghal lo hiciese. ¿ La convertía eso en inocente de la atrocidad que se estaba cometiendo allí? No lo impidió. Se escuchó lejos el sonido del trueno, lejísimos, se resquebrajaban sus creencias, su Fe. Se armó con la cadena y una de las espadas cortas, junto al escudo. Iba a continuar dando entretenimiento, a pesar de que su honor resbalaba hacia el plato de lujuriosos soldados. El viejo se colocó a su lado, la cadena doblada por la mitad, de dos metros de largo, una espada al cinto y la otra en la mano.
Whosoran bramaba como una bisonte de las praderas, enarbolando la cadena de un metro de largo y haciéndola girar sobre su cabeza, golpeando carne muerta y quebrando huesos sin vida. Era de los pocos a los que el sentimentalismo, la nobleza o el honor no paraban los pies, de los pocos que comprendía que allí solo ve venía a matar y no a comportarse como un bufón, a pesar de que, en cierta manera, él lo estaba haciendo. Se habían quedado sin una de las espadas y su compañera, refunfuñando, lo miró de mala manera. Si lanzaba su cuchillo, se quedaba sin él.
El futuro del combate no estaba claro, el futuro de Ifigenia menos, a la que podían sacar de la Arena para otra clase de diversión. El viejo, Narkam, notó las intenciones de Whosoran y su compañera, y decidió tomar la iniciativa, hizo oscilar su cadena y trató de herir con ella a la chica de ojos de reptil en un movimiento circular. La mujer la esquivó por unos pocos centímetros, echándose hacia atrás y flexionando las rodillas. Dudó en tirarle el cuchillo y aguardó al próximo movimiento del viejo, que estaba calibrando las maneras y aptitudes de la mujer. Quedó encarado frente a ella, el público volvió a rugir, y la lucha prosiguió, ahora imparable. El barbudo señor de los esclavos se acarició la barba y dejó que la cosa continuara; los arqueros bajaron sus arcos. Ifigenia entonces quedó enfrentada a Whosoran, precisamente contra aquel que, en buena parte, era responsable de todos sus problemas actuales. Daba la impresión que el taimado Narkam hubiera elegido como rival mejor a la mujer que no al bestia de Whosoran.
Unos metros más allá, el Oso hizo crujir sus nudillos mirando con intensidad a Ghal.
- Te voy a aplastar, enano de mierda. Te sacaré los sesos estrujando tu cabeza como a un grano lleno de pus. Pero primero te meteré tu rabo en la boca y te lo haré tragar, perro.
Blandía las dos flechas que cayeron próximas a ellos. Una espada voló, yendo a parar a los pies del pelirrojo, cortesía del viejo Narkam. Su expresión no denotaba emoción alguna.. ¿Era lo justo? Él acababa de asesinar a una joven tan solo porque le molestaba. O quizá por algo más, por la una razón similar a la que había pensado Ghal. O simplemente porque no deseaba morir todavía a pesar de su edad ? aparenta unos sesenta -. El musculoso pelirrojo la recogió y sonrío ampliamente a Gotrek:
- ¿ Hiperbóreo, eh? Vaya, recorrer medio mundo para tener que pelear contra un compatriota. Hubiese preferido que fueses mi pareja y darle a todos estos un poco de medicina hyperbórea. Pero, ya que estamos, nadie va a llorar si muere uno de mi raza, ¿verdad? Y ese vas a ser tú, amigo.
El velludo corpulento no esperó más, cargó furioso con intención de embestir a Ghal y clavarle la punta de las flechas en el pecho.
OFF
Gotrek va armado con espada y rodela. Ghal, una flecha ? y la espada que le arroja Whosoran si la acepta -. Whosoran, espada y cadena. Ifigenia, espada, escudo y cadena ( ojo, que es bastante peso para ese brazo, te impedirá moverlo con soltura ). La chica de ojos de reptil, solo el cuchillo; el viejo, espada y cadena. El Oso, dos flechas, y el Pelirrojo, espada.
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?En un rato seréis carroña. Tenéis que matar, no importa quien sea el rival, pues la única posibilidad de vivir para el otro es destriparos y ensuciar la arena con vuestras entrañas El futuro no os pertenece?.
Doce cuerpos yacían quebrados y rotos. Una docena de vidas consumidas para el placer y diversión de la gente civilizada de Belverus. Belverus, capital de Nemedia, la misma que acogía en su seno el inmenso edificio de la biblioteca más importante de Hyboria, donde sabios de distintas nacionalidades, especialidades y culturas se daban cita. Belverus, ciudad imperial, refinada, próspera, rival eterno de Aquilonia. Precursora de la algún día soberbia Roma. Jalonada de altos edificios, maravillosos palacetes, cuidados y hermosos jardines, calles limpias y empedradas. Sin embargo, en sus entrañas guardaba el horror que ni siquiera un bárbaro comprendía. El disfrute de los sentidos contemplando y admirando la muerte en directo.
Pan y circo.
?
Las gradas esperaban ansiosas y espectantes. Cientos de ojos clavados en los ocho vencedores. Se regocijaron como animales cuando Ghal hundió varias veces la flecha en el corazón de la mujer, que seguramente no estaba consciente para saber que iba a morir. Mejor así. Una muerte clemente como consuelo, y sangrienta, dando a aquella gente lo que querían. Lo hizo con tal fuerza que casi el asta de la flecha se parte, eso lo solucionó Gotrek rompiéndola del todo. Luego se deshizo del hombre, levantándolo como un muñeco para partirle el cuello con un crakk seco, rápido, hasta elegante. Recogió la rodela de la hyrkania muerta.
Se escuchó una nueva ovación del público, frases inconexas, incoherentes, señalaban al ruedo, se cruzaron nuevas apuestas. Una mujer de físico muy parecido al de Ifigenia sonreía desde su asiento y estiraba el cuello, entrecerraba los ojos y se preparaba para regalarse con los próximos acontecimientos.
Mientras, Ghal se dedicó a lo suyo, matar, provocar e insultar. El joven degollado cayó con un simple gemido mudo antes de emitirlo. El viejo le devolvió la mirada glacial de los abismos del fin del mundo al norte:
- ¿ De qué agujero has salido, hijo? Así la condenas a algo peor que la muerte, no la salvas.
Ifigenia sería una noble y casta sacerdotisa pero tenía una lengua de chacal del desierto. Algo que se le había pegado de sus experiencias con los mercenarios. No acabó con la vida del otro muchacho, sin embargo dejó que Ghal lo hiciese. ¿ La convertía eso en inocente de la atrocidad que se estaba cometiendo allí? No lo impidió. Se escuchó lejos el sonido del trueno, lejísimos, se resquebrajaban sus creencias, su Fe. Se armó con la cadena y una de las espadas cortas, junto al escudo. Iba a continuar dando entretenimiento, a pesar de que su honor resbalaba hacia el plato de lujuriosos soldados. El viejo se colocó a su lado, la cadena doblada por la mitad, de dos metros de largo, una espada al cinto y la otra en la mano.
Whosoran bramaba como una bisonte de las praderas, enarbolando la cadena de un metro de largo y haciéndola girar sobre su cabeza, golpeando carne muerta y quebrando huesos sin vida. Era de los pocos a los que el sentimentalismo, la nobleza o el honor no paraban los pies, de los pocos que comprendía que allí solo ve venía a matar y no a comportarse como un bufón, a pesar de que, en cierta manera, él lo estaba haciendo. Se habían quedado sin una de las espadas y su compañera, refunfuñando, lo miró de mala manera. Si lanzaba su cuchillo, se quedaba sin él.
El futuro del combate no estaba claro, el futuro de Ifigenia menos, a la que podían sacar de la Arena para otra clase de diversión. El viejo, Narkam, notó las intenciones de Whosoran y su compañera, y decidió tomar la iniciativa, hizo oscilar su cadena y trató de herir con ella a la chica de ojos de reptil en un movimiento circular. La mujer la esquivó por unos pocos centímetros, echándose hacia atrás y flexionando las rodillas. Dudó en tirarle el cuchillo y aguardó al próximo movimiento del viejo, que estaba calibrando las maneras y aptitudes de la mujer. Quedó encarado frente a ella, el público volvió a rugir, y la lucha prosiguió, ahora imparable. El barbudo señor de los esclavos se acarició la barba y dejó que la cosa continuara; los arqueros bajaron sus arcos. Ifigenia entonces quedó enfrentada a Whosoran, precisamente contra aquel que, en buena parte, era responsable de todos sus problemas actuales. Daba la impresión que el taimado Narkam hubiera elegido como rival mejor a la mujer que no al bestia de Whosoran.
Unos metros más allá, el Oso hizo crujir sus nudillos mirando con intensidad a Ghal.
- Te voy a aplastar, enano de mierda. Te sacaré los sesos estrujando tu cabeza como a un grano lleno de pus. Pero primero te meteré tu rabo en la boca y te lo haré tragar, perro.
Blandía las dos flechas que cayeron próximas a ellos. Una espada voló, yendo a parar a los pies del pelirrojo, cortesía del viejo Narkam. Su expresión no denotaba emoción alguna.. ¿Era lo justo? Él acababa de asesinar a una joven tan solo porque le molestaba. O quizá por algo más, por la una razón similar a la que había pensado Ghal. O simplemente porque no deseaba morir todavía a pesar de su edad ? aparenta unos sesenta -. El musculoso pelirrojo la recogió y sonrío ampliamente a Gotrek:
- ¿ Hiperbóreo, eh? Vaya, recorrer medio mundo para tener que pelear contra un compatriota. Hubiese preferido que fueses mi pareja y darle a todos estos un poco de medicina hyperbórea. Pero, ya que estamos, nadie va a llorar si muere uno de mi raza, ¿verdad? Y ese vas a ser tú, amigo.
El velludo corpulento no esperó más, cargó furioso con intención de embestir a Ghal y clavarle la punta de las flechas en el pecho.
OFF
Gotrek va armado con espada y rodela. Ghal, una flecha ? y la espada que le arroja Whosoran si la acepta -. Whosoran, espada y cadena. Ifigenia, espada, escudo y cadena ( ojo, que es bastante peso para ese brazo, te impedirá moverlo con soltura ). La chica de ojos de reptil, solo el cuchillo; el viejo, espada y cadena. El Oso, dos flechas, y el Pelirrojo, espada.
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- ragman711
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Re: La mordedura de serpiente del pasado
Ghal-tir
Después de todo no se había sentido mal al matar a la mujer. No tanto como esperaba. ¿Se estaba convirtiendo en un monstruo? Merecía la pena darlo todo por sobrevivir. ¿Quería vivir de esa manera? Si, mientras pudiese luchar, porque el odio que ahora le consumía sería expulsado de su cuerpo con la forma del acero y las llamas y lo consumirían todo. Miró a Gotrek cuando esté le rompió el cuello al muchacho. ¿Qué había sentido él?¿Tristeza, dolor, odio, nada? No se lo preguntó. No veía con buenos ojos lo que estaban haciendo y eso que eran la escoria de la escoria. Uno siempre puede caer más bajo.
Cuando acabó con el joven al que se suponía que Ifigenia tenía que matar el viejo le replicó. Le devolvió la mirada inyectada en furia.
-No hables de lo que no sabes, viejo. Intento salvar su alma, no su cuerpo. Es lo único que merece la pena aquí.-No se atrevió a mirar a Ifigenia. Él cargaría con los pecados de ella pero al hacerlo se sentía cada vez más distante de ella, como si aquel sentimiento nuevo que había brotado en su corazón se hundiese en el mar de odio que simpre había estado allí. Si se convertía en un monstruo ella se marcharía. Aunque tuviese motivos, ella se alejaría. No podía culparla, pero él tampoco podía dejar de hacer lo que estaba haciendo. No quería que ella se manchase las manos, no en aquel lugar, sin motivo, ni razón. En el fondo de su alma el había anhelado que ella diese muerte al muchacho en su lugar porque entonces ella también estaría maldita y entonces recorrerían el mismo camino hacia el Infierno. No lo había hecho. El se hundía, ella ascendía.
El viejo iba ha ser un problema. Atacó a la compañera de Woshoran dejando a Ifigenia libre para enfrentarse al estrangulador. ¿Y que iba ha pasar entonces? Atacaría él, lo haría ella. Estaba cansado, no sabía que hacer. Que decidiesen ellos. Él tenía su propia batalla y no iba ha ser fácil. Aquel elemento estaba mejor armado que él, era más grande y olía peor. Entonces Woshoran le tiró una de las espadas. La recogió, la miró y sonrió como un caballero que recibe una medalla.
-Acabas de ganarte mi gratitud, bastardo...
Solo era una espada, ni siquiera una buena espada. Pero era una espada. Hasta ahora le había faltado eso. Se había defendido como había podido, con las manos, como una bestia. Con eso el juego subía de nivel, era mejor, superior, ascendía a una categoría privilegiada en la que él dejaba de ser un monstruo, un asesino, para ser un guerrero. Que mataba, claro, sin contemplación ni piedad, sin pedirla tampoco, sin miedo. Aquella espada era parte de él. Recuperó su confianza en ese momento. Sonrió al tipo velludo quien le dedicó unas palabras agradables.
-Seguro que eso se lo dices a todos, tontorrón.-Suspiró. La espada en su mano casi le abrasaba.-Lo siento por ti, basura.-A pesar de las cadenas empezó a hacer florituras con al espada, haciéndola girar en su muñeca, pasándola de mano a mano, haciéndola bailar una danza infernal, abrumadora, que solo concedía besos de muerte. Se sentía mejor, mucho mejor. Una espada podía borrarlo todo para él. Era su símbolo, su significado, su destino. Ya no era un esclavo en un circo, volvía a ser Ghal-tir de Estigia. Solo por la espada. En cualquier lugar, en cualquier situación, es una luz entre tanta oscuridad.
Sonrió al escuchar al pelirrojo.
-Gotrek, te dije que no te trajeses a la furcia de tu hermana a la arena. Je, je, je.-El tipo grande cargó hacia él. Ghal-tir cerró los ojos, un momento. La flecha la había guardado entre sus escasas ropas*. La oscuridad le embargó, desaparecieron los vítores y los gritos, desapareció el odio, solo estaba la calma, su respiración acompasada a los latidos de su corazón. Abrió los ojos. No era rival para él. Cargaba de frente, torpemente. Podía ver su siguiente movimiento. Era tan predecible como el amanecer.
Se iba a apartar de su camino deslizando los pies por la arena, hacia el lado de Gotrek para evitar tirar de las cadenas. Solo se apartaría un poco, lo justo. No iba a necesitar más. Porque cuando ese estúpido cargarse contra él el estigio se haría a un lado con una rapidez medida y unos reflejos entrenados que solo se puede conseguir luchando contra rivales dignos. Al esquivar blandiría su espada hacia las manos del gigante, que debían estar extendidas, cortándolas de un solo tajo. Si el acero era malo se clavaría en la piel, no importaba. Tiraría de él con fuerza.
El idiota no podría frenar de golpe, no en una embestida, por lo que, una vez la primera finta y el primer golpe podría atacarlo por la espalda. Haría un solo movimiento más, pulcro y exacto. Una estocada que le atravesaría el corazón desde la espalda hasta el pecho. Usaría ambas manos para derrotarle. Si por algún motivo el grandullón seguía vivo le atacaría con movimientos rápidos y medidos, prodiciéndole pequeños cortes en las manos, despiezando sus inútiles armas y aguijoneando el rostro, brazos y piernas, mordiendo cada vez un poco de su savia vital. No se dejaría atrapar ni golpear. Detendría los golpes con su espada y a la vez que detenía deslizaría el arma hacia abajo para cercenar o las frágilas armas de su rival o su carne.
-No lo sabes, pero ya estas muerto.-Le diría, en una ocasión. Si conseguía tumbarlo iría a ayudar a Gotrek.
*No sé si la puede esconder.
Después de todo no se había sentido mal al matar a la mujer. No tanto como esperaba. ¿Se estaba convirtiendo en un monstruo? Merecía la pena darlo todo por sobrevivir. ¿Quería vivir de esa manera? Si, mientras pudiese luchar, porque el odio que ahora le consumía sería expulsado de su cuerpo con la forma del acero y las llamas y lo consumirían todo. Miró a Gotrek cuando esté le rompió el cuello al muchacho. ¿Qué había sentido él?¿Tristeza, dolor, odio, nada? No se lo preguntó. No veía con buenos ojos lo que estaban haciendo y eso que eran la escoria de la escoria. Uno siempre puede caer más bajo.
Cuando acabó con el joven al que se suponía que Ifigenia tenía que matar el viejo le replicó. Le devolvió la mirada inyectada en furia.
-No hables de lo que no sabes, viejo. Intento salvar su alma, no su cuerpo. Es lo único que merece la pena aquí.-No se atrevió a mirar a Ifigenia. Él cargaría con los pecados de ella pero al hacerlo se sentía cada vez más distante de ella, como si aquel sentimiento nuevo que había brotado en su corazón se hundiese en el mar de odio que simpre había estado allí. Si se convertía en un monstruo ella se marcharía. Aunque tuviese motivos, ella se alejaría. No podía culparla, pero él tampoco podía dejar de hacer lo que estaba haciendo. No quería que ella se manchase las manos, no en aquel lugar, sin motivo, ni razón. En el fondo de su alma el había anhelado que ella diese muerte al muchacho en su lugar porque entonces ella también estaría maldita y entonces recorrerían el mismo camino hacia el Infierno. No lo había hecho. El se hundía, ella ascendía.
El viejo iba ha ser un problema. Atacó a la compañera de Woshoran dejando a Ifigenia libre para enfrentarse al estrangulador. ¿Y que iba ha pasar entonces? Atacaría él, lo haría ella. Estaba cansado, no sabía que hacer. Que decidiesen ellos. Él tenía su propia batalla y no iba ha ser fácil. Aquel elemento estaba mejor armado que él, era más grande y olía peor. Entonces Woshoran le tiró una de las espadas. La recogió, la miró y sonrió como un caballero que recibe una medalla.
-Acabas de ganarte mi gratitud, bastardo...
Solo era una espada, ni siquiera una buena espada. Pero era una espada. Hasta ahora le había faltado eso. Se había defendido como había podido, con las manos, como una bestia. Con eso el juego subía de nivel, era mejor, superior, ascendía a una categoría privilegiada en la que él dejaba de ser un monstruo, un asesino, para ser un guerrero. Que mataba, claro, sin contemplación ni piedad, sin pedirla tampoco, sin miedo. Aquella espada era parte de él. Recuperó su confianza en ese momento. Sonrió al tipo velludo quien le dedicó unas palabras agradables.
-Seguro que eso se lo dices a todos, tontorrón.-Suspiró. La espada en su mano casi le abrasaba.-Lo siento por ti, basura.-A pesar de las cadenas empezó a hacer florituras con al espada, haciéndola girar en su muñeca, pasándola de mano a mano, haciéndola bailar una danza infernal, abrumadora, que solo concedía besos de muerte. Se sentía mejor, mucho mejor. Una espada podía borrarlo todo para él. Era su símbolo, su significado, su destino. Ya no era un esclavo en un circo, volvía a ser Ghal-tir de Estigia. Solo por la espada. En cualquier lugar, en cualquier situación, es una luz entre tanta oscuridad.
Sonrió al escuchar al pelirrojo.
-Gotrek, te dije que no te trajeses a la furcia de tu hermana a la arena. Je, je, je.-El tipo grande cargó hacia él. Ghal-tir cerró los ojos, un momento. La flecha la había guardado entre sus escasas ropas*. La oscuridad le embargó, desaparecieron los vítores y los gritos, desapareció el odio, solo estaba la calma, su respiración acompasada a los latidos de su corazón. Abrió los ojos. No era rival para él. Cargaba de frente, torpemente. Podía ver su siguiente movimiento. Era tan predecible como el amanecer.
Se iba a apartar de su camino deslizando los pies por la arena, hacia el lado de Gotrek para evitar tirar de las cadenas. Solo se apartaría un poco, lo justo. No iba a necesitar más. Porque cuando ese estúpido cargarse contra él el estigio se haría a un lado con una rapidez medida y unos reflejos entrenados que solo se puede conseguir luchando contra rivales dignos. Al esquivar blandiría su espada hacia las manos del gigante, que debían estar extendidas, cortándolas de un solo tajo. Si el acero era malo se clavaría en la piel, no importaba. Tiraría de él con fuerza.
El idiota no podría frenar de golpe, no en una embestida, por lo que, una vez la primera finta y el primer golpe podría atacarlo por la espalda. Haría un solo movimiento más, pulcro y exacto. Una estocada que le atravesaría el corazón desde la espalda hasta el pecho. Usaría ambas manos para derrotarle. Si por algún motivo el grandullón seguía vivo le atacaría con movimientos rápidos y medidos, prodiciéndole pequeños cortes en las manos, despiezando sus inútiles armas y aguijoneando el rostro, brazos y piernas, mordiendo cada vez un poco de su savia vital. No se dejaría atrapar ni golpear. Detendría los golpes con su espada y a la vez que detenía deslizaría el arma hacia abajo para cercenar o las frágilas armas de su rival o su carne.
-No lo sabes, pero ya estas muerto.-Le diría, en una ocasión. Si conseguía tumbarlo iría a ayudar a Gotrek.
*No sé si la puede esconder.
Re: La mordedura de serpiente del pasado
Ifigenia
El cielo no se iluminó pero si produjo un sonido profundo, lejano, contundente: un trueno. Llegó hasta ella cuando quedó encarada a Whosoran, con aquel anciano a su lado que había tomado la iniciativa y atacaba ala compañera de aquel que la había vendido y provocado con ello la muerte de algunos de sus compañeros.
Lo odia. Notaba como su estómago se removía y ardía al tenerlo ante ella. Cerró los ojos durante algunas milésimas de segundo y tomó aire sonoramente. Seguía con los pies afianzados firmemente en la arena y en alerta. Creyó que debido a su entrenamiento y facultades podría prever cualquier movimiento del hombre... Esperó...
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Esperaré al post de Lord, ya que ella no va a atacar la primera por mucho que le odie... E incluso en el caso de ser atacada, lo que hará en un principio es parar los golpes e intentar esquivarlos.
El cielo no se iluminó pero si produjo un sonido profundo, lejano, contundente: un trueno. Llegó hasta ella cuando quedó encarada a Whosoran, con aquel anciano a su lado que había tomado la iniciativa y atacaba ala compañera de aquel que la había vendido y provocado con ello la muerte de algunos de sus compañeros.
Lo odia. Notaba como su estómago se removía y ardía al tenerlo ante ella. Cerró los ojos durante algunas milésimas de segundo y tomó aire sonoramente. Seguía con los pies afianzados firmemente en la arena y en alerta. Creyó que debido a su entrenamiento y facultades podría prever cualquier movimiento del hombre... Esperó...
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Esperaré al post de Lord, ya que ella no va a atacar la primera por mucho que le odie... E incluso en el caso de ser atacada, lo que hará en un principio es parar los golpes e intentar esquivarlos.
- Lord Arzzun
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- Registrado: 01 Jul 2007, 22:58
- Ubicación: valencia
Re: La mordedura de serpiente del pasado
Whosoran
El anciano hizo calculos, como él mismo habia hecho. Si acababa con mi compañera, yo tendria problemas para luchar contra él, entorpecido por el peso muerto. Si Ifigenia aprovechaba a su vez para atacarme a mí, para forzarme a luchar..entonces perderia unos segundos preciosos. Segundos que harian que, mi compañera, con una daga y sin poder huir, acabara muerta irremediablemente.
Miro al anciano mientras lanza un golpe con la cadena..estudiando los movimientos de la mujer de ojos de serpiente. Pero mis ojos se giran súbitamente hacia la sacerdotisa.. escudo y espada..en posición de guardia. Con ojos expertos, determino en un instante que no es la primera vez que combate.. y eso me enfurece. Perderé más tiempo matándola del que dispongo.
La miro con ojos hostiles, de desprecio, ojos que quieren decir..qué mierda estás haciendo, gilipollas?.. Ayuda al estigio, estúpida.. Sólo él te salvará ahora.. -le digo con voz gélida..mientras empiezo a voltear la cadena y a flexionar las piernas...como dispuesto a atacar a la sacerdotisa..que se encoje y mueve los pies, preparada para vender cara su vida.
Sin embargo, mi movimiento es hacia el anciano.. Golpeo con la cadena primero, esperando a ver hacia donde esquiva el golpe para acometer con la espada..un golpe con la punta del arma..esperando encontrar algo de carne..pero sin descuidar la defensa..volviendo a retirar el brazo tras la estocada..esperando.
Miro de reojo un segundo a Ifinegia. No me gustaria encontrarme con su ataque ahora, mientras presto toda mi atención al viejo. Intento moverme de manera que la sacerdotisa permanezca dentro de mi vista.
Ataco con la cadena de nuevo..más que nada para mantenerle a distancia..e intento dominar las distancias..forzar al anciano a moverse..que mantenga toda su atención sobre mí..y que se olvide de mi compañera, a la que cubro en parte...de la que espero un ataque a traición contra el anciano tan pronto como pueda.
Si el anciano intenta atacarme con la cadena..entonces la intentaré agarrar. Esta cadena sigue enganchada a una argolla en su cuello si mal no recuerdo.. Una vez así..le destrozaré con fuertes tirones hacia abajo y hacia mí..esperando en todo momento su lógica reacción de acercarse a mí para evitar dichos tirones. Entonces..le esperaré con mi arma..para nada confiado en que la violencia de mis tirones sea más rápida que sus movimiento. Si por una de esas me supera en la guardia..entonces intentaré golpear su ataque con mi espada..y agarrarlo del brazo del arma. Una vez lo tenga inmovilizado...le partiré los huesos y lo estrangularé..
El anciano hizo calculos, como él mismo habia hecho. Si acababa con mi compañera, yo tendria problemas para luchar contra él, entorpecido por el peso muerto. Si Ifigenia aprovechaba a su vez para atacarme a mí, para forzarme a luchar..entonces perderia unos segundos preciosos. Segundos que harian que, mi compañera, con una daga y sin poder huir, acabara muerta irremediablemente.
Miro al anciano mientras lanza un golpe con la cadena..estudiando los movimientos de la mujer de ojos de serpiente. Pero mis ojos se giran súbitamente hacia la sacerdotisa.. escudo y espada..en posición de guardia. Con ojos expertos, determino en un instante que no es la primera vez que combate.. y eso me enfurece. Perderé más tiempo matándola del que dispongo.
La miro con ojos hostiles, de desprecio, ojos que quieren decir..qué mierda estás haciendo, gilipollas?.. Ayuda al estigio, estúpida.. Sólo él te salvará ahora.. -le digo con voz gélida..mientras empiezo a voltear la cadena y a flexionar las piernas...como dispuesto a atacar a la sacerdotisa..que se encoje y mueve los pies, preparada para vender cara su vida.
Sin embargo, mi movimiento es hacia el anciano.. Golpeo con la cadena primero, esperando a ver hacia donde esquiva el golpe para acometer con la espada..un golpe con la punta del arma..esperando encontrar algo de carne..pero sin descuidar la defensa..volviendo a retirar el brazo tras la estocada..esperando.
Miro de reojo un segundo a Ifinegia. No me gustaria encontrarme con su ataque ahora, mientras presto toda mi atención al viejo. Intento moverme de manera que la sacerdotisa permanezca dentro de mi vista.
Ataco con la cadena de nuevo..más que nada para mantenerle a distancia..e intento dominar las distancias..forzar al anciano a moverse..que mantenga toda su atención sobre mí..y que se olvide de mi compañera, a la que cubro en parte...de la que espero un ataque a traición contra el anciano tan pronto como pueda.
Si el anciano intenta atacarme con la cadena..entonces la intentaré agarrar. Esta cadena sigue enganchada a una argolla en su cuello si mal no recuerdo.. Una vez así..le destrozaré con fuertes tirones hacia abajo y hacia mí..esperando en todo momento su lógica reacción de acercarse a mí para evitar dichos tirones. Entonces..le esperaré con mi arma..para nada confiado en que la violencia de mis tirones sea más rápida que sus movimiento. Si por una de esas me supera en la guardia..entonces intentaré golpear su ataque con mi espada..y agarrarlo del brazo del arma. Una vez lo tenga inmovilizado...le partiré los huesos y lo estrangularé..
Re: La mordedura de serpiente del pasado
Ifigenia
?... Ayuda al estigio, estúpida.. Sólo él te salvará ahora..?
Los segundos parecieron transformarse en eternos minutos mientras esperaba el ataque de aquel bastardo que la había vendido al que él creyó mejor postor. Y durante aquel intervalo de tiempo el lejano trueno volvió a sonar en su mente. Ella sabía pelear, la habían entrenado desde que tenía uso de razón para ello.
Llegó el primer movimiento del hombre que sorpresivamente no fue dirigido hacia ella. Con el ceño fruncido, confusa, siguió la trayectoria de aquella cadena. Vio como la miraba de reojo tras su primer movimiento y volvió a prepararse para atacar de nuevo.
Creyó intuir que su actuación se debía al pacto que había hecho con Ghal... Con el estigio , no con ella. Un hombre, anciano, fuera quien fuera estaba siendo atacado por dos moles quedando en clara minoría, mientras ella observaba la escena de manera pasiva.
Lanzó el escudo a la cara de Whosoran, mientras desliaba la cadena que portaba enrollada al brazo. El anciano se había colocado a su lado, le había aconsejado y ahora... No podía permitir que alguien luchara con inferioridad de posibilidades, no podía darse el lujo de ser una mera espectadora y sufrir o gozar con el espectáculo porque ella formaba parte de él.
Si acosaban los dos al más débil, al hombre ya entrado en años ella, lo defendería. Se había desprendido del escudo y ahora, sin tanto peso, más libre, tomaría partido en aquella locura...
--------------
Si Whosoran vuelve a golpear al anciano ella lo atacará a él fustigándolo con la cadena... Intentado que quede enrollada en el cuello del hombre para tirar con fuerza de él hacia el suelo y hacerlo trastabillar... Siempre atenta a los movimientos de su compañera y a la posible reacción del anciano...
?... Ayuda al estigio, estúpida.. Sólo él te salvará ahora..?
Los segundos parecieron transformarse en eternos minutos mientras esperaba el ataque de aquel bastardo que la había vendido al que él creyó mejor postor. Y durante aquel intervalo de tiempo el lejano trueno volvió a sonar en su mente. Ella sabía pelear, la habían entrenado desde que tenía uso de razón para ello.
Llegó el primer movimiento del hombre que sorpresivamente no fue dirigido hacia ella. Con el ceño fruncido, confusa, siguió la trayectoria de aquella cadena. Vio como la miraba de reojo tras su primer movimiento y volvió a prepararse para atacar de nuevo.
Creyó intuir que su actuación se debía al pacto que había hecho con Ghal... Con el estigio , no con ella. Un hombre, anciano, fuera quien fuera estaba siendo atacado por dos moles quedando en clara minoría, mientras ella observaba la escena de manera pasiva.
Lanzó el escudo a la cara de Whosoran, mientras desliaba la cadena que portaba enrollada al brazo. El anciano se había colocado a su lado, le había aconsejado y ahora... No podía permitir que alguien luchara con inferioridad de posibilidades, no podía darse el lujo de ser una mera espectadora y sufrir o gozar con el espectáculo porque ella formaba parte de él.
Si acosaban los dos al más débil, al hombre ya entrado en años ella, lo defendería. Se había desprendido del escudo y ahora, sin tanto peso, más libre, tomaría partido en aquella locura...
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Si Whosoran vuelve a golpear al anciano ella lo atacará a él fustigándolo con la cadena... Intentado que quede enrollada en el cuello del hombre para tirar con fuerza de él hacia el suelo y hacerlo trastabillar... Siempre atenta a los movimientos de su compañera y a la posible reacción del anciano...
- Lord Arzzun
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Re: La mordedura de serpiente del pasado
Whosoran (anexo)
La zorra de la sacerdotisa era mucho más idiota de lo imaginable.. El viejo gladiador no dudaria ni un instante en partirla en pequeños trozos sanguinolentos si era necesario...Si yo caia y Ghal no estaba cerca, a la imbécil de ifigenia, en el mejor de los casos, le esperaba una muerte rápida....
Si puedo ver el lanzamiento de su escudo, simplemente espero el golpe evitando que me golpee en el cuello o cara..sin importarme si me golpea en cualquier otro lado. Tengo tiempo de intentar golpear al viejo un par de veces antes de que la sacerdotisa pueda sacarse el escudo y apuntar un golpe medio decente. Ignoraré sus ingenuos cadenazos..a menos que tenga al anciano a distancia o herido..en cuyo caso agarraré la cadena y se la arrancaré de las manos de un fuerte tirón. No creo que consiga enrollar la cadena alrededor de ninguna parte de mi cuerpo..pero si así fuese..la que comeria polvo seria ella.
Lo que intento en todo caso..es acabar rápido con el abuelo. Ahora que ifinegia está en el combate..intentaré agarrarlo y quebrar su espinazo o su cuello tan pronto como pueda.
Si las cosas se ponen feas..y no conseguimos abatir al viejo gladiador e Ifigenia decide por fin utilizar el acero..entonces le gritaré a mi compañera:
Nena! encargate de esta zorra y déjame al viejo...
La zorra de la sacerdotisa era mucho más idiota de lo imaginable.. El viejo gladiador no dudaria ni un instante en partirla en pequeños trozos sanguinolentos si era necesario...Si yo caia y Ghal no estaba cerca, a la imbécil de ifigenia, en el mejor de los casos, le esperaba una muerte rápida....
Si puedo ver el lanzamiento de su escudo, simplemente espero el golpe evitando que me golpee en el cuello o cara..sin importarme si me golpea en cualquier otro lado. Tengo tiempo de intentar golpear al viejo un par de veces antes de que la sacerdotisa pueda sacarse el escudo y apuntar un golpe medio decente. Ignoraré sus ingenuos cadenazos..a menos que tenga al anciano a distancia o herido..en cuyo caso agarraré la cadena y se la arrancaré de las manos de un fuerte tirón. No creo que consiga enrollar la cadena alrededor de ninguna parte de mi cuerpo..pero si así fuese..la que comeria polvo seria ella.
Lo que intento en todo caso..es acabar rápido con el abuelo. Ahora que ifinegia está en el combate..intentaré agarrarlo y quebrar su espinazo o su cuello tan pronto como pueda.
Si las cosas se ponen feas..y no conseguimos abatir al viejo gladiador e Ifigenia decide por fin utilizar el acero..entonces le gritaré a mi compañera:
Nena! encargate de esta zorra y déjame al viejo...