2.A. Heran. La Duquesa y el Vagabundo.

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Balthamel
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2.A. Heran. La Duquesa y el Vagabundo.

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Frederick y Heran caminaron por la calle que conducía al mercado, desierta a aquellas horas de la noche. La lluvia había dejado un ambiente de húmedo frescor, mientras Dándolore derramaba su luz rojiza por los tejados de Foghaven. El paladín desgranaba sus sentimientos, torpemente primero, con más precisión según abría su corazón. El herrero por su parte escuchaba en silencio, asintiendo de tanto en cuanto.

Sintieron al jinete antes de verlo, y Heran interrumpió su relato. Ambos se miraron extrañados, era raro encontrarse a alguien galopando a la velocidad que el sonido sugería, en mitad de Foghaven y a esas horas de la noche.

El jinete dobló la esquina. Un hombre vestido en cuero azuzaba a su caballo como alma que lleva al diablo. Cruzada como un saco de harina, pataleaba una joven. Su ropa y su tocado, que sugerían una clase social alta, contrastaban fuertemente con la mugre que parecía acumular el jinete.

?¡Abrid paso a Viento Veloz! ?apremió el hombre con marcado acento extranjero.

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Bienvenido al segundo capítulo de la partida, Alex. Ganas 100 puntos de experiencia por tu último turno.
En esta entrada, tu trama se entrelaza con la de Goncho. Si se trata de una mera anécdota o de una fusión, es tu decisión.
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Balthamel
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Re: 2.A. Heran. La Duquesa y el Vagabundo.

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SirAlexander escribió:Heran

El joven paladín desgranaba sus dudas sobre los pacientes oidos de su padrastro. Cabe decir que, como sacerdote, Frederick debía estar acostumbrado a escuchar las confesiones más insólitas, sin embargo lo que le pedía Heran era un consejo. Dificil tarea le tocaba, no eran sólo los sentimientos del joven los que importaban, también pesaba allí la palabra de Heironeous y entendía que había sido sabio de parte del chico el acudir a un superior en la orden... y un miembro de su familia.

La charla, o mejor dicho el monólogo en que se había convertido después de las primeras preguntas de Frederick, discurría fluida hasta que el riudo lejano de los cascos de un caballo sobre el empedrado. Los ojos de los dos hombres se encontraron a medio camino, y cada uno pudo leer la pergunta en los iris del otro ¿Quien sería el loco y que lo impulsaba?

La respuesta no se hizo esperar, por la esquina dobló un caballo con su carga. Un hombre malvestido y una joven debatiendose en la cruz del noble animal, no hacía falta ser un genio para reconocer un rapto. La reacción fué inconsciente, sus pies se apojaron en el lecho del río, la mano en la empuñadura de la espada, los ojos mirando las piernas del caballo y calculando por el largo de sus paso donde se encontrarían al pasar frente a él.

- Frederick, preparate para recibir a la chica - la voz había salido neutra, no era una orden pero tampoco un pedido, por un instante al clérigo le pareció escuchar a su padre hablar por los labios de su hijastro.

Sería solo un instante, el rio ya fluia por el cuerpo del paladín, el sonido de los cascos marcando el ritmo, el grito del hombre apenas sobrepasando el latir de la sangre, acompasada al cabalgar de la montura.

- Perdona Viento Veloz - murmuró en el momento en que la calle, el sonido y el latir de su corazón marcaron el instante. La mente dió la orden y los músculos y tendones largamente entrenados ejecutaron la danza del Torbellino que se Forma en el Remanso. A partir de ese momento el pensamiento quedaba libre para calcular el próximo movimiento.

La hoja corría por la vaina mientras Heran calculaba como caería el caballo, la chica estaba suelta, bien, saldría despedida y si Frederick actuaba a tiempo no sufriría daño alguno. En el peor de los casos resultaría un poco magullada, pero estaría mejor que en manos del rufián.

La punta de la espada abadonó la vaina y el filo emprendió el arco corto hacia el lugar que, en unos instantes ocuparía la pata derecha delatera del caballo. Si el golpe era efectivo cuando llegara al piso no habría tendon para volver a levantarla, con suerte el hombre se aferraría a las riendas y rodaría con la yegua. Ahora notaba los finos razgos del animal, lo lamentaba mucho por la noble bestia pero la vida de una mujer estaba en juego.

La pierna había pasado y ahora la espada se dirigía hacia la parte trasera de la misma, directo al tendón. En ese momento vió la cara de la joven, asustada, enfadada, le sonrió... y llegó el momento de la verdad.
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Balthamel
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El tajo de Heran apunto estuvo de cercenar la pata de la criatura. El caballo relinchó asustado y cayó de bruces, enviando a sus jinetes al suelo dando vueltas aparatosamente.

Frederick no perdió un segundo, y con una rapidez engañosa para alguien de su edad se lanzó sobre los dos y ayudó a la joven a levantarse. Esta se levantó con celeridad, evitando el brazo del extranjero que trataba de apresarle un pie. El jinete golpeó al suelo con rabia y se levantó de una voltereta, a tiempo de agarrar a la joven por la muñeca. Un latido de corazón más tarde, el hombre la hizo girar sobre si misma, y como si de un pase de baile se tratara, la atrajo de nuevo a su lado. Frederick hizo ademán de desenvainar la espada, pero con un movimiento de brazo que era como el movimiento de una serpiente, el extranjero le golpeó súbitamente en el dorso de la mano, haciendo que la volviera a envainar. Sin perder un segundo, golpeó a Frederick varias veces con extrañas posiciones de mano en distintos puntos del pecho, en un movimiento ascendente tan rápido que la vista no podía seguirlo. Frederick abrió los ojos en un gesto desencajado, pero se había quedado completamente rígido, incapaz de moverse.

Heran se abalanzó sobre su adversario blandiendo la espada y lanzó una estocada. El extranjero, con tanta cobardía como celeridad, hurtó el cuerpo para refugiarse tras la joven. Heran cedió a la inercia y apunto estuvo de golpear a la estatua en vida en la que Frederick se había convertido. Heran apenas entrevió como el hombre al que se enfrentaban estrellaba un pequeño frasquito contra el suelo.

Se produjo una deflagración y un fogonazo y Heran gimió de dolor y sorpresa mientras cerraba los ojos con fuerza.

?¡Basta! ?gritó el extranjero? ¡No tengo tiempo para esto! ¡Apartaos de mi camino!

La joven gritó cuando el extranjero trató de arrastrarla consigo. El paladín abrió los ojos, para descubrir que aún estaba deslumbrado y no veía con claridad. El jinete y la chica eran un par de borrones para sus ojos maltratados por la repentina luz.
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SirAlexander escribió:Heran

Era evidente que el extranjero no tenía escrúpulos, usar a la chica de escudo había sido la carta más ruin que alguna vez había sido jugada en su contra. Fredrick estaba paralizado, él apenas veía, aún así no podía permitir que el ruin individuo raptase a la mujer. Sin embargo no era una tarea que pudiera hacer en solitario sin dañarla, y el bienestar de la joven debía ser su prioridad.

- ¡¡ALERTAD A LA GUARDIA!! ? gritó deseando que algún vecino, o centinela escuchara - En nombre de Heironeous, suelta a la mujer, aunque me cueste la vida te retendré aquí, no te llevarás a esta joven delante de un paladín.

Necesitaba tiempo para recuperar la vista, como fuera no podía arriesgarse a usar la espada en ese estado. Quizá si conseguía apresarlos, o al menos retener a la joven y evitar que se la llevara?

No había tiempo que perder, debía hacer algo, debía actuar antes de que lo hiciera la serpiente con patas que tenía por delante. Avanzo lentamente, manteniendo la guardia en la postura del Dique, la espada por delante, paralela respecto al cuerpo, la punta sobre el hombro izquierdo, la hoja cruzada sobre el pecho. Avanzó rápidamente y adoptó la postura de la Cascada en plena carrera, levantando la espada sobre su cabeza y preparándose para descargar un golpe descendente. A último momento soltó la espada y se lanzó sobre la borrosa pareja para apresarlos con sus brazos, un viejo truco de sus años de pendenciero. Con suerte tomaría al individuo por sorpresa y podría apretar sus brazos contra el torso. Si no podía retener al raptor se concentraría en proteger a la chica, debía mantenerla a salvo aún a costa de su propia vida.
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Re: 2.A. Heran. La Duquesa y el Vagabundo.

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Heran alertó a la guardia, y realizó la postura del Dique. El extranjero ignoró el grito y entrecerró los ojos, mirándole con una mezcla de sorpresa y odio mientras la joven de cabellos de cobre forcejeaba.

?Un aprendiz de la Danza del Agua. Y bastante lejos de Doridia, por cierto ?siseó el hombre vestido de cuero como si estuviera insultando?. ¿Quién es tu maestro?

El paladín no tuvo tiempo de asimilar las palabras del extranjero y se abalanzó sobre él para tratar de apresarlo entre sus brazos. Pero su adversario era tan rápido como una víbora alerta. Un puñetazo contra la tráquea le hizo ver las estrellas y restó empaque a su carga. El hombre enjuto se deshizo con facilidad de los brazos de su oponente y golpeó con una potencia demoledora en la nariz de Heran en un golpe de abajo arriba. El tabique de la nariz se fracturó, el hueso penetró en el cerebro y todo se convirtió en oscuridad. Lo último que escuchó el paladín antes de morir fue el grito desgarrado de Frederick.

La mente de Heran estalló. Y se abrió más y más hasta elevarse. Contempló el mundo como si lo viera desde una montaña altísima, pero no tal y como lo había visto en vida. Las personas eran translúcidas, casi irreconocibles, como jirones que flotaran veloces como restos de nubes arrastradas por el viento. Podía escuchar sus voces y sus pensamientos, sus alegrías y pasiones como ecos débiles, pero tan numerosos que formaban un coro estremecedor. Podía verlo y escucharlo todo a un tiempo, hasta que notó un fuerte soplido y su alma voló de nuevo al mundo de los vivos, para incrustarse en su cuerpo.

Despertaría. En otro momento, en otro lugar.

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Bueno, bueno. Cosas que pasan. Bien jugado de todas maneras.

Esta es una gran ocasión para que te luzcas en el roleo, hay cosillas para reflexionar. Hasta 200 px de premio.

Heran vivirá, pero será en otro capítulo, en el que te explicaré que ha pasado con tu personaje, con Deushi y con la chica. De momento, haz un broche de oro al capítulo
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Balthamel
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SirAlexander escribió:Heran

El joven paladín a duras penas veía, sin embargo sabía que la carta que se jugaba era la última disponible para la joven. Dependía de la fuerza de sus brazos, sólo si lograba inmovilizar al raptor podría salir con bien de ese trance.

Heironeous pedía devoción absoluta de sus paladines, y esa devoción se reflejaba en el abnegado arrojo que impulsaba a un joven inexperto y sin armadura a enfrentarse con un enemigo evidentemente superior. Había visto lo que había hecho con Federick y sabía que se jugaba la vida, sin embargo no podía permitir que el rufián se llevara a la muchacha.

Todo se precipitó y ya con el primer golpe supo que no conseguiría su cometido, sin embargo estaba lanzado e intentó el agarre. El golpe tuvo el extraño efecto de oscurecer su mirada definitivamente y de aclarar su mente. En el corto instante en que la muerte blandió el filo azulado de su guadaña, Heran vio pasar su vida ante sus ojos.

Su madre llorando ante la tumba de su padre, pidiendo ayuda a su familia. Puertas que se cerraban y una puerta, la última que hubieran querido tocar, abierta de par en par. Los brazos de su madre abiertos a cualquier hombre que pagara el precio, los ocasionales golpes y ella con la cabeza siempre en alto. Las calles, los chicos de su edad y las primeras peleas. Hijo de puta era más que una palabra, y terminó convirtiéndose en su apodo y en su nombre de guerra. Los disgustos de su madre y sus compañeras, que no podían poner un freno al niño salvaje que las defendía con puños y dientes. Una sonrisa se dibujó en su rostro, moría como había crecido, defendiendo a una mujer y peleando con sus manos limpias.

Sus manos, manos de trabajador gracias a su madre. Su padre trabajando en la forja, sonriente a pesar del intenso calor, contento al sentir el metal vibrar bajo sus golpes, orgulloso de su hijo que lo mira desde la puerta. El yunque se confunde con otro yunque y la herrería es otra. Un hombre enorme lo mira desde la puerta, Gunther hace una seña y su vida cambia. El calor de la forja, metal ardiente que toma forma bajo los golpes del martillo, como se forja una espada Gunther fue forjando su vida, recta, sin impurezas. Gunther el herrero, Gunther el espadachín, su maestro, un padre al que no se atrevía a llamar como tal.

Si Gunther lo había forjado, Thomas había construido su empuñadura. El clérigo había dado un propósito a su fuerza, le había enseñado a respetar y amar a un dios que parecía estar hecho a medida para el alma del joven. Heironeous tenía un lugar para él, siempre y cuando dedicara su vida a servirlo, y realmente no parecía un sacrificio tan grande el dar la vida por los demás. Moría en su ley, moría defendiendo una causa justa, quizá otros consiguieran completar la tarea que él había comenzado.

Ahora podía verlos a todos, escucharlos a todos, quizá Heironeous lo recibiría, pero no pudo evitar buscar a sus seres queridos. Descubrió que era más fácil pensar en la gente y no en sus localizaciones, su madre se preparaba para dormir, esperando a su esposo, pensaba feliz en el hecho de que él y Frederick hubieran salido a hablar. Pensaba que finalmente tenía una familia. Gunther y Helga hacían el amor, su felicidad lo envolvió y decidió dejarlos solos. Thomas dormía, sus sueños atribulados de imágenes perdidas se mezclaban con su devoción. Aceptaba su ceguera como una bendición y las visiones que se formaban en la oscuridad. Frederick estaba arrodillado al lado de su cadáver, pidiendo a Heironeous si no por la vida si por una mejor muerte. Lucrecia rezaba a su Dios, saber que estaba incluido en las oraciones de la novicia provocó un dulce dolor en su pecho. A decir verdad cada una de las personas eran un doloroso tirón, dulce dolor, por saber que en unas horas, o al día siguiente, sabrían que él los había abandonado. Eligió el fragor de las voces colectivas, dejó ir los hilos de sus seres queridos hacia el tapete de la creación. En ese momento se sintió impulsado hacia abajo, obligado a volver a su cuerpo y al dolor. Por única vez recordó su nacimiento, y el paralelismo de volver a la vida, y nacer a la vida se fundieron en un solo sentimiento. La inconsciencia ahogó el grito y el llanto que pugnaban por salir de su garganta, la muerte había sido indolora, pero prefería los dolores de la vida.

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Espero que el cierre sea de tu agrado,
Cerrado

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