Eagle Rock, Los Angeles
Viernes, 20 de Marzo del 2009
El coche se detuvo delante del lugar indicado, el bar Chill Paraíso, un lugar exclusivo para clientes muy exclusivos.
Steven aparcó delante, aún no estaba del todo acostumbrado a conducir por la izquierda, y mucho menos de llevar un coche, si es que se podía llamar así, con tan poco estilo como un Ford.
Steven había llegado a Los Angeles hacía apenas tres días, procedente de Londres, en uno de esos vuelos largos y aburridos, en los que ir a mear acaba siendo el único pasatiempo. Aunque para alguien como él, que viajaba en primera clase, cortesía de Su Majestad, siempre había algún rato libre para el flirteo con las dicharacheras azafatas.
El MI6 le había enviado en misión especial a los Estados Unidos, pues Bobby O´Leary parecía haberse tomado unas vacaciones.
El tal Bobby, era un tipo ?limpio?, es decir, que no tenía causas legales pendientes, sin duda gracias a los eficientes abogados de su mentor, James Stanford.
La policía británica no tenía pruebas firmes para lanzarse contra Stanford, uno de los gangsters más ricos y peligrosos del sur de Inglaterra. Así que sólo podían esperar, estar al tanto por si James cometía algún despiste.
Y ese despiste podría ser, pensar que en los Estados Unidos su recadero estaría a salvo.
Bobby era un hombre que rondaba los cuarenta, con brillantes notas académicas de Economía y Finanzas. Por alguna razón, su prometedora vida como Broker de la bolsa, se vio frustrada por una acusación de fraude fiscal.
Stanford dio con él a tiempo, y sus abogados le salvaron el cuello, a cambio de que O´Leary pasara a trabajar para James.
De aquello hacía ya más de cinco años, y Bobby era uno de los más fiables recaderos de Stanford. Sus matones podían partirte la cara, quemarte el negocio si no pagabas, e incluso hacer que encontraran tu cuerpo flotando en el río un día cualquiera.
Pero Bobby tenía más estilo, de entrada, aborrecía que le llamaran así, pues recalcaba que su nombre era Robert. Sólo Stanford tenía ese privilegio.
Si fastidiabas al tío James, te podías encontrar por la mañana con una brigada de la policía, acusándote de tener cuentas irregulares. O podían pegarte un tiro, limpio y sin jaleo, en unos lavabos de cualquier restaurante; sin testigos. Sí, Bobby era capaz de todo ello y mucho más, pero principalmente, era el encargado de los negocios. Stanford sólo se reunía cuando había algo realmente importante, pues sabía que vigilaban cada uno de sus movimientos.
Pero el MI6 no iba a dejar que el bueno de Bobby pasara unas ?tranquilas vacaciones? en California sin más. Algo debía estar tramando, y debían saber qué.
Steven era el encargado de vigilarle, día y noche. Cuando Bobby iba a cagar, Steven le pasaba el rollo de papel. Cuando Bobby dormía, Steven le arropaba con las sábanas. Y cuando Bobby comía, Steven le limpiaba los morros con la servilleta.
Bueno, esa había sido la ?sutil? manera del superior de Steven, Arthur McMiller, de decirle cuál iba a ser su misión.
De momento, en los tres días que llevaba en Los Angeles, Steven había descubierto poco, o más bien nada. Bobby iba de un lado para otro, visitó un local de citas en su primera noche. Recibió la visita de un tipo trajeado en su hotel la mañana del segundo día, y pasó la tarde y cenó con un supuesto encargado del puerto de la ciudad.
El tercer día, había visitado un bufete de abogados, y se había pasado allí casi cuatro horas. Había comido en Malibú, con un tipo que, según informes de la policía americana, había sido juzgado y absuelto por tráfico de drogas; un tal John Rodríguez.
Y ahora, esta noche, había quedado con alguien en ese bar de copas, el Chill Paraíso.
Steven puso el freno de mano de su Ford Mondeo, y examinó el lugar en el que había aparcado. Era una calle ciertamente poco concurrida, con un solo sentido del tráfico.
Había visto llegar el coche de Bobby, un Mustang del 86 de color rojo rubí, que aparcó en el parking del local, donde debería haber una docena de vehículos aparcados, todos ellos de un elevado precio.
El agente examinó las entradas y salidas del local, con un paseo vespertino. Una, estaba justo a pie de calle, y la otra, era a través del ascensor del parking, la que había usado Bobby.
Era hora de entrar, y tratar de escuchar algo. Evidentemente, el MI6 había sido cuidadoso en elegir a un agente secreto cuyo rostro no fuera conocido por su objetivo. Y aún así, Steven había sido muy meticuloso para dejarse ver, pues cualquier sospecha por parte de Bobby podría frustrar su misión.
Pero el micro que había instalado en su habitación del hotel, no le había dado para mucho. Bobby era un tipo listo, y raramente decía cosas relevantes por teléfono. Tenía algunos nombres, como el tal John Rodríguez, direcciones, y poca cosa más.
Lo mejor que tenía era la visita del tipo trajeado, un tal Jack Wong, el cuál le había propuesto una suculenta oferta para hacer negocios con su representado, un tal Sr.Feng. Bobby y el tal Jack, habían quedado para una segunda reunión, en el domicilio del llamado Feng, en Bel Air.
Pero aparte de eso, la certeza de que había venido a la ciudad por negocios, no tenía nada más.
Steven avanzó hacia la entrada del local. Una pareja de jóvenes caminaban de la mano, y le miraron entre risas. La farola de la esquina de la calle parpadeaba, como si fuera a fundirse en cualquier momento. Steven trató de evitar mirarla, pues le molestaba ese ir y venir de luz. Subió la media docena de escalones que daban acceso a la puerta del bar.
En sus ojos todavía quedaba el destello de la luz. Sin saber por qué, sintió un leve mareo, nada serio. Llamó, pues este era uno de esos lugares en los que no dejaban pasar a cualquiera.
Tardaban en abrir.
El leve rumor de la música del interior llegaba a sus oídos. Era música chill out, con toques de samba.
La farola terminó por apagarse.
Tardaban demasiado; volvió a llamar.
Esta vez, atinó el oído para escuchar los ruidos del interior. El sonido del timbre se escuchó alto y claro, un tono suave, un ding dong de esos de las casas de los ricos.
Pero no llegó a escuchar ruido de pasos, aunque la música dificultaba mucho la faena.
Estuvo esperando otro minuto, y empezó a hacer suposiciones.
La más normal era que le observaran desde el interior y hubieran decidido no dejarle pasar, pese a que vestía con un traje de varios cientos de libras.
Pero si fuera eso, ¿por qué no salía el portero a echarle? Si era un local tan selecto, no les gustaría tener a alguien llamando a la puerta.
Volvió a llamar, esperando al portero.
Pero nada.
¿Y si la música les impedía escuchar el timbre? No tenía mucho sentido, si querían tener clientes. Steven decidió desistir. Podía probar por la entrada del parking.
Bajó por la rampa que llevaba al aparcamiento, y vio allí el coche de Bobby. En la pared estaba la entrada al ascensor, sin nadie vigilándolo.
Steven empezó a notar algo extraño? uno de esos presentimientos de que ?algo? no iba como debería ir. Pulsó el botón del ascensor para hacerlo bajar.
Mientras su dedo estuvo en contacto con el botón, una extraña imagen golpeó su mente.
Fue algo fugaz y caótico.
Vio gente gritar y correr.
Sangre?
Escuchó una risa macabra. Todo se tiñó de rojo, y la silueta negra de algo, unos cables, cabellos, o algo que tenía esa forma llenaba la visión. Uno de esos cables se dirigió hacia él, como si la visión tratara de golpear su mente. Sólo fue un instante, pero le pareció que aquello parecía vivo? era REAL.
Soltó el botón del ascensor, con un sentimiento que le sería realmente difícil definir. Si se hubiera visto en un espejo, hubiera observado que estaba blanco como una hoja de papel.
Y eso fue lo que observó quien le llamó la atención.
¡Eh usted! ¡Levante las manos! Gritó la voz de un hombre. Apenas se giró lo suficiente para observar a un policía, un hombre de una edad similar a la suya, corpulento y serio, que le apuntaba con su pistola.
¡He dicho que levante las manos! ¡Policía de Los Angeles! Insistió el agente. Steven no dio crédito a lo que veía y oía. ¿De dónde había salido aquel policía? Y lo más importante, ¿por qué le apuntaba con su arma?
La visión de los gritos volvió a su mente. La sangre, la gente corriendo. La risa macabra, la risa insolente de la pareja de jóvenes. La farola, se encendía y apagaba cada vez más rápido.
La risa, se reía de él.
La luz de la farola, se apagó.
Steven abrió lentamente los ojos.
Observó el lugar a su alrededor. Estaba en el interior de un vehículo; se movía. Pronto comprendió que quien conducía era el agente que le había sorprendido. El hombre se percató de que Steven se había incorporado, y aminoró la marcha.
Buenas noches, Señor Alexander? dijo, con lo que Steven se percató de que el agente tenía en el asiento del copiloto su pasaporte como Craig Alexander, así como su cartera y el resto de sus posesiones, incluida su arma secundaria. Debo pedirle disculpas por lo de antes, quizás mi actitud fue algo brusca? Me gustaría hacerle un par de preguntas. Soy el agente Andy Collins de la Policía de Los Angeles, oficina de Eagle Rock. Pero antes que nada, quiero saber si se encuentra bien del todo? sufrió un desmayo hace un par de minutos. Dijo el agente, mirando a Steven a través del retrovisor.
Me gustaría saber qué hacía en el bar Chill Paraíso, y por qué tiene esta pistola? dijo el agente, cambiando de dirección.
Persiguiendo Sombras (Prólogo Steven Blakemore)
Moderador: Isildur
Re: Persiguiendo Sombras (Prólogo Steven Blakemore)
Steven Blakemore
"Menudo gilipollas" fue el primer pensamiento del agente cuando abrió los ojos. ¿Cómo se había podido desmayar en pleno trabajo? Aquel desvanecimiento había conseguido atraer la atención de su objetivo y para colmo, la de la policía. ¿La policía? Joder, no era un puto novato para atraer la atención de los polis solo por intentar entrar en el edificio. ¿Acaso no veían su traje? Había costado más de quiniéntos dólares... Una vez pudo tranquilizarse, porque enfadarse no iba a servir de nada, se dio cuenta de que llevaba las manos atadas a la espalda y con esposas.
No tardó ni dos segundos en soltarse las muñecas, pero siguió con las manos a la espalda mientras abría el hierro puntiagudo para usarlo como posible arma si el hombre no lo dejaba en paz.
- ¿Acaso no ve que tengo liencia para la pistola? - murmuró con su perfecto acento inglés señalando toda su documentación. - Acaba usted de cargarse mi operativo de vigilancia metiendome en el coche y deteniéndome... Soy detective privado, iba a entrar en el edificio para investigar un caso de asesinato relacionado con uno de los miembros del club. Puede encontrar mi placa y mi número ahí mismo, si es tan amable de mirar.
"Menudo gilipollas" fue el primer pensamiento del agente cuando abrió los ojos. ¿Cómo se había podido desmayar en pleno trabajo? Aquel desvanecimiento había conseguido atraer la atención de su objetivo y para colmo, la de la policía. ¿La policía? Joder, no era un puto novato para atraer la atención de los polis solo por intentar entrar en el edificio. ¿Acaso no veían su traje? Había costado más de quiniéntos dólares... Una vez pudo tranquilizarse, porque enfadarse no iba a servir de nada, se dio cuenta de que llevaba las manos atadas a la espalda y con esposas.
No tardó ni dos segundos en soltarse las muñecas, pero siguió con las manos a la espalda mientras abría el hierro puntiagudo para usarlo como posible arma si el hombre no lo dejaba en paz.
- ¿Acaso no ve que tengo liencia para la pistola? - murmuró con su perfecto acento inglés señalando toda su documentación. - Acaba usted de cargarse mi operativo de vigilancia metiendome en el coche y deteniéndome... Soy detective privado, iba a entrar en el edificio para investigar un caso de asesinato relacionado con uno de los miembros del club. Puede encontrar mi placa y mi número ahí mismo, si es tan amable de mirar.
Re: Persiguiendo Sombras (Prólogo Steven Blakemore)
Los Angeles
Viernes, 20 de Marzo del 2009
El agente Collins paró el coche, aparcando en doble fila sin preocuparse. Claro, no se iba a multar a él mismo.
Examinó la documentación de Steven, y lo miró por el retrovisor con gesto serio.
Tiene usted razón, Señor Alexander. Le pido disculpas por no haber revisado toda su documentación? Aún así, según su pasaporte, lleva usted pocos días en el país. ¿Por qué ha venido desde el Reino Unido hasta Los Angeles? ¿Acaso no se gana la vida en su país? Preguntó el agente, con cierto tono acusador.
Mire, no quiero que se lleve una mala imagen de esta ciudad, y desde luego no tengo nada por lo que retenerle, salvo quizás estar rondando por el Chill Paraíso. Dijo, juntando los documentos de Steven. Ante la incomprensión del agente Blakemore, Collins prosiguió.
¿Así que no sabe usted nada? Hemos recibido una llamada anónima en la comisaría, hará cosa de veinte minutos. Yo no escuché el mensaje, pero alguien con voz distorsionada suplicaba ayuda, diciendo llamar desde el Chill Paraíso. Así que me tocó desplazarme al lugar, para comprobar si realmente sucedía algo? Cuando llegué? hizo una pausa, bajando la mirada, como si le costara seguir hablando. Oh Dios, aquello era una masacre? jamás he visto algo así? llamé a los refuerzos, a las ambulancias, y salí, quizás hubiera alguien por la zona, pensé. Al bajar al parking, le ví a usted, y sufrió ese desmayo. Relató el agente.
Ha dicho usted que investigaba algo sobre un asesinato relacionado con los miembros del club? Si usted sabe algo de lo que puede haber sucedido, le sugiero que colabore conmigo. Le quitaré las esposas enseguida, pero parece usted la única persona que rondaba el lugar, así que me gustaría que me acompañara a la comisaría para hacerle unas preguntas. Dijo el agente, esperando la respuesta.
Viernes, 20 de Marzo del 2009
El agente Collins paró el coche, aparcando en doble fila sin preocuparse. Claro, no se iba a multar a él mismo.
Examinó la documentación de Steven, y lo miró por el retrovisor con gesto serio.
Tiene usted razón, Señor Alexander. Le pido disculpas por no haber revisado toda su documentación? Aún así, según su pasaporte, lleva usted pocos días en el país. ¿Por qué ha venido desde el Reino Unido hasta Los Angeles? ¿Acaso no se gana la vida en su país? Preguntó el agente, con cierto tono acusador.
Mire, no quiero que se lleve una mala imagen de esta ciudad, y desde luego no tengo nada por lo que retenerle, salvo quizás estar rondando por el Chill Paraíso. Dijo, juntando los documentos de Steven. Ante la incomprensión del agente Blakemore, Collins prosiguió.
¿Así que no sabe usted nada? Hemos recibido una llamada anónima en la comisaría, hará cosa de veinte minutos. Yo no escuché el mensaje, pero alguien con voz distorsionada suplicaba ayuda, diciendo llamar desde el Chill Paraíso. Así que me tocó desplazarme al lugar, para comprobar si realmente sucedía algo? Cuando llegué? hizo una pausa, bajando la mirada, como si le costara seguir hablando. Oh Dios, aquello era una masacre? jamás he visto algo así? llamé a los refuerzos, a las ambulancias, y salí, quizás hubiera alguien por la zona, pensé. Al bajar al parking, le ví a usted, y sufrió ese desmayo. Relató el agente.
Ha dicho usted que investigaba algo sobre un asesinato relacionado con los miembros del club? Si usted sabe algo de lo que puede haber sucedido, le sugiero que colabore conmigo. Le quitaré las esposas enseguida, pero parece usted la única persona que rondaba el lugar, así que me gustaría que me acompañara a la comisaría para hacerle unas preguntas. Dijo el agente, esperando la respuesta.
Re: Persiguiendo Sombras (Prólogo Steven Blakemore)
Steven
Los Angeles
Viernes, 20 de Marzo del 2009
Si había algo que caracterizaba a los americanos era su hipocresía. Sí, era un país libre, por supuesto, todos eran bienvenidos. Pero en cuanto algún europeo pisaba suelo americano, todos se ponían tensos. No era para menos, desde el atentado del 11S los ciudadanos de América se habían vuelto desconfiados. Más desconfiados que antes, de ahí que el nivel de venta de armas de fuego se hubiese disparado, igual que la venta clandestina.
- Mire, si el sospechoso hubiese seguido en Inglaterra, no me hubiese movido de allí. Pero por suerte, también tengo pasaporte internacional, agente. Si fuese usted tan amable de dar media vuelta y volver al club le estaría haciendo un gran favor a mi cliente.
- Mire, no quiero que se lleve una mala imagen de esta ciudad, y desde luego no tengo nada por lo que retenerle, salvo quizás estar rondando por el Chill Paraíso... - Steven frunció el entrecejo, ¿desde cuando intentar entrar en un refinado club con un traje más caro que su sueldo era un delito? - ¿Así que no sabe usted nada? Hemos recibido una llamada anónima en la comisaría, hará cosa de veinte minutos. Yo no escuché el mensaje, pero alguien con voz distorsionada suplicaba ayuda, diciendo llamar desde el Chill Paraíso. Así que me tocó desplazarme al lugar, para comprobar si realmente sucedía algo? Cuando llegué? - hizo una pausa, bajando la mirada, como si le costara seguir hablando. - Oh Dios, aquello era una masacre? jamás he visto algo así? llamé a los refuerzos, a las ambulancias, y salí, quizás hubiera alguien por la zona, pensé. Al bajar al parking, le ví a usted, y sufrió ese desmayo...
- Así que una masacre... - murmuró para sus adentros. Al cerrar los ojos recordó haber visto algo desagradable antes de desmayarse. No sabía muy bien lo que había sido, le resultaba confuso, pero estaba seguro de que se trataba de esa masacare. - Y con todo lo que le he contado aún me tiene aquí retenido. Por favor, señor agente, le agradecería mucho que diese media vuelta y me llevara a esa escena del crimen, no vaya a ser que por alguna casualidad del destino, tenga que ver con el caso que estoy llevando.
OR: Tiradita de Diplomacia again para que me lleve de vuelta
Los Angeles
Viernes, 20 de Marzo del 2009
Si había algo que caracterizaba a los americanos era su hipocresía. Sí, era un país libre, por supuesto, todos eran bienvenidos. Pero en cuanto algún europeo pisaba suelo americano, todos se ponían tensos. No era para menos, desde el atentado del 11S los ciudadanos de América se habían vuelto desconfiados. Más desconfiados que antes, de ahí que el nivel de venta de armas de fuego se hubiese disparado, igual que la venta clandestina.
- Mire, si el sospechoso hubiese seguido en Inglaterra, no me hubiese movido de allí. Pero por suerte, también tengo pasaporte internacional, agente. Si fuese usted tan amable de dar media vuelta y volver al club le estaría haciendo un gran favor a mi cliente.
- Mire, no quiero que se lleve una mala imagen de esta ciudad, y desde luego no tengo nada por lo que retenerle, salvo quizás estar rondando por el Chill Paraíso... - Steven frunció el entrecejo, ¿desde cuando intentar entrar en un refinado club con un traje más caro que su sueldo era un delito? - ¿Así que no sabe usted nada? Hemos recibido una llamada anónima en la comisaría, hará cosa de veinte minutos. Yo no escuché el mensaje, pero alguien con voz distorsionada suplicaba ayuda, diciendo llamar desde el Chill Paraíso. Así que me tocó desplazarme al lugar, para comprobar si realmente sucedía algo? Cuando llegué? - hizo una pausa, bajando la mirada, como si le costara seguir hablando. - Oh Dios, aquello era una masacre? jamás he visto algo así? llamé a los refuerzos, a las ambulancias, y salí, quizás hubiera alguien por la zona, pensé. Al bajar al parking, le ví a usted, y sufrió ese desmayo...
- Así que una masacre... - murmuró para sus adentros. Al cerrar los ojos recordó haber visto algo desagradable antes de desmayarse. No sabía muy bien lo que había sido, le resultaba confuso, pero estaba seguro de que se trataba de esa masacare. - Y con todo lo que le he contado aún me tiene aquí retenido. Por favor, señor agente, le agradecería mucho que diese media vuelta y me llevara a esa escena del crimen, no vaya a ser que por alguna casualidad del destino, tenga que ver con el caso que estoy llevando.
OR: Tiradita de Diplomacia again para que me lleve de vuelta
Re: Persiguiendo Sombras (Prólogo Steven Blakemore)
Los Angeles
Viernes, 20 de Marzo del 2009
El agente Collins, se rascó la barbilla entre pensativo y nervioso, hasta que abrió la puerta del automóvil, y salió hasta llegar al lado de Steven.
Le abrió las esposas que el agente se había vuelto a poner para no levantar sospechas, y sin decir nada, volvió al volante.
Antes de arrancar, miró a Steven a través del retrovisor.
De acuerdo, vendrás conmigo a Chill Paraíso. Quiero que me cuentes todo lo que sepas del local, y de la persona a la que andabas siguiendo? dijo, arrancando y dando la vuelta a la calle con brusquedad.
Y si alguien te pregunta, estás en el lugar como testigo. Será mejor no buscarnos problemas ni dar explicaciones. Añadió Andy, conduciendo de vuelta al exclusivo local.
El coche policía rehizo el camino hecho, y aparcó delante del club, donde ahora la calle estaba cortada, y un agente obligaba a los pocos coches que pasaban por esa calle, a tomar otra dirección. No fue así con el coche del agente Collins, que aparcó al lado de otros cuatro coches, dos de ellos también de la policía local, y los otros dos, un BMW negro y un Ford plateado, que bien podrían ser de algún forense, juez, o cualquier tipo de agente de la ley.
Había dos ambulancias aparcadas no muy lejos, sin embargo, parecían estar a la espera.
Una escena digna de cualquier novela policíaca, que ahora era totalmente real.
El agente Collins bajó del vehículo, y le hizo un gesto a Steven para que le acompañara. En el cordón formado en la entrada del local, Andy se identificó, y señaló a Steven con la cabeza.
El Señor Alexander es un testigo, probablemente pueda ayudar a identificar alguno de los cuerpos. Dijo el agente Collins.
Lo siento agente Collins, pero ya sabe usted que las entradas al escenario del crimen están altamente restringidas. El capitán Dermond ha dado instrucciones para que se deje hacer el trabajo a la policía científica sin interrupciones. Creo que ya hago bastante dejándole pasar a usted como para hacer la vista gorda con un civil? dijo el agente, un hombre de piel negra de estatura media y ojos muy expresivos.
Lo sé, lo sé. Se lo quisquilloso que se pone el capitán Dermond en estos casos, pero se da el caso de que este testigo podría identificar a algunos de los cadáveres, y creo que eso sí que le gustaría a nuestro ?querido? capitán. Resulta que un conocido suyo estaba en el local, y si se confirma que ha sido asesinado, puede ayudarnos en las investigaciones. Dijo Andy, con cierto sarcasmo.
El agente Putterson, según lucía su traje, se quedó pensativo unos segundos, examinando con la mirada a Steven. Desde luego, encajaba con la clientela del local, y al fin y al cabo, confiaba en que Andy no le trajera a ningún barullero.
Se apartó e hizo un gesto con la cabeza para dejarles pasar.
Al cruzar el umbral de la puerta, Steven fue golpeado por una sensación de asfixia y mal estar.
Estaba oscuro, las tenues luces del local no daban para más.
El ambiente estaba cargado de algo, que agobiaba pero daba frío a la vez.
Se escuchaban pasos, y se veían los reflejos de linternas, con toda seguridad de la policía científica.
Avanzó hasta la zona de las mesas, y sus ojos se abrieron de par en par al observar la dantesca escena. Era como en su visión antes de llamar el ascensor. Pero era real.
Debería haber una docena de cuerpos, quizás más, todos ellos esparcidos por el suelo, el cuál parecía tener una alfombra roja que nunca tuvo, sino que fue causada por la sangre de los cuerpos mutilados.
Había cuerpos más o menos enteros, algunos con algún miembro en paradero desconocido, pero todos sin excepción mostraban signos de haber sido asesinados con brutalidad.
Quizás algunos habían intentado escapar, por la posición de sus cuerpos, pero ninguno lo había conseguido. Lo que fuera que había acabado con ellos, era algún tipo de arma cortante, pero cuya precisión era bastante tosca, como una espada mal afilada.
Todo estaba impregnado de sangre y restos de cuerpos, y aquello provocaba arcadas sólo verlo.
El agente Collins no aguantó mucho más, y salió del local, dejando a Steven con los cuatro agentes que analizaban los cuerpos con sus linternas, y empezaban a embolsar restos, y a poner carteles numerados en el suelo, mientras tomaban fotos con un potente flash.
A simple vista, era imposible reconocer a los cuerpos, y Steven no tenía en esos momentos manera de saber si Bobby se encontraría entre esa pila de cuerpos. Suficiente esfuerzo hacía con mantenerse erguido en un escenario como ese.
Los policías parecían demasiado absortos en su trabajo, y quizás confundieran a Steven con algún Federal, puesto que lo ignoraron como si fuera lo más normal del mundo que estuviera allí.
Parecía que Steven, había ?visto? lo que había sucedido, minutos antes? aunque eso, pensándolo bien, no tenía mucha lógica.
Viernes, 20 de Marzo del 2009
El agente Collins, se rascó la barbilla entre pensativo y nervioso, hasta que abrió la puerta del automóvil, y salió hasta llegar al lado de Steven.
Le abrió las esposas que el agente se había vuelto a poner para no levantar sospechas, y sin decir nada, volvió al volante.
Antes de arrancar, miró a Steven a través del retrovisor.
De acuerdo, vendrás conmigo a Chill Paraíso. Quiero que me cuentes todo lo que sepas del local, y de la persona a la que andabas siguiendo? dijo, arrancando y dando la vuelta a la calle con brusquedad.
Y si alguien te pregunta, estás en el lugar como testigo. Será mejor no buscarnos problemas ni dar explicaciones. Añadió Andy, conduciendo de vuelta al exclusivo local.
El coche policía rehizo el camino hecho, y aparcó delante del club, donde ahora la calle estaba cortada, y un agente obligaba a los pocos coches que pasaban por esa calle, a tomar otra dirección. No fue así con el coche del agente Collins, que aparcó al lado de otros cuatro coches, dos de ellos también de la policía local, y los otros dos, un BMW negro y un Ford plateado, que bien podrían ser de algún forense, juez, o cualquier tipo de agente de la ley.
Había dos ambulancias aparcadas no muy lejos, sin embargo, parecían estar a la espera.
Una escena digna de cualquier novela policíaca, que ahora era totalmente real.
El agente Collins bajó del vehículo, y le hizo un gesto a Steven para que le acompañara. En el cordón formado en la entrada del local, Andy se identificó, y señaló a Steven con la cabeza.
El Señor Alexander es un testigo, probablemente pueda ayudar a identificar alguno de los cuerpos. Dijo el agente Collins.
Lo siento agente Collins, pero ya sabe usted que las entradas al escenario del crimen están altamente restringidas. El capitán Dermond ha dado instrucciones para que se deje hacer el trabajo a la policía científica sin interrupciones. Creo que ya hago bastante dejándole pasar a usted como para hacer la vista gorda con un civil? dijo el agente, un hombre de piel negra de estatura media y ojos muy expresivos.
Lo sé, lo sé. Se lo quisquilloso que se pone el capitán Dermond en estos casos, pero se da el caso de que este testigo podría identificar a algunos de los cadáveres, y creo que eso sí que le gustaría a nuestro ?querido? capitán. Resulta que un conocido suyo estaba en el local, y si se confirma que ha sido asesinado, puede ayudarnos en las investigaciones. Dijo Andy, con cierto sarcasmo.
El agente Putterson, según lucía su traje, se quedó pensativo unos segundos, examinando con la mirada a Steven. Desde luego, encajaba con la clientela del local, y al fin y al cabo, confiaba en que Andy no le trajera a ningún barullero.
Se apartó e hizo un gesto con la cabeza para dejarles pasar.
Al cruzar el umbral de la puerta, Steven fue golpeado por una sensación de asfixia y mal estar.
Estaba oscuro, las tenues luces del local no daban para más.
El ambiente estaba cargado de algo, que agobiaba pero daba frío a la vez.
Se escuchaban pasos, y se veían los reflejos de linternas, con toda seguridad de la policía científica.
Avanzó hasta la zona de las mesas, y sus ojos se abrieron de par en par al observar la dantesca escena. Era como en su visión antes de llamar el ascensor. Pero era real.
Debería haber una docena de cuerpos, quizás más, todos ellos esparcidos por el suelo, el cuál parecía tener una alfombra roja que nunca tuvo, sino que fue causada por la sangre de los cuerpos mutilados.
Había cuerpos más o menos enteros, algunos con algún miembro en paradero desconocido, pero todos sin excepción mostraban signos de haber sido asesinados con brutalidad.
Quizás algunos habían intentado escapar, por la posición de sus cuerpos, pero ninguno lo había conseguido. Lo que fuera que había acabado con ellos, era algún tipo de arma cortante, pero cuya precisión era bastante tosca, como una espada mal afilada.
Todo estaba impregnado de sangre y restos de cuerpos, y aquello provocaba arcadas sólo verlo.
El agente Collins no aguantó mucho más, y salió del local, dejando a Steven con los cuatro agentes que analizaban los cuerpos con sus linternas, y empezaban a embolsar restos, y a poner carteles numerados en el suelo, mientras tomaban fotos con un potente flash.
A simple vista, era imposible reconocer a los cuerpos, y Steven no tenía en esos momentos manera de saber si Bobby se encontraría entre esa pila de cuerpos. Suficiente esfuerzo hacía con mantenerse erguido en un escenario como ese.
Los policías parecían demasiado absortos en su trabajo, y quizás confundieran a Steven con algún Federal, puesto que lo ignoraron como si fuera lo más normal del mundo que estuviera allí.
Parecía que Steven, había ?visto? lo que había sucedido, minutos antes? aunque eso, pensándolo bien, no tenía mucha lógica.
Re: Persiguiendo Sombras (Prólogo Steven Blakemore)
Steven
Los Angeles
Viernes, 20 de Marzo del 2009
Ni en todos sus años de ir y venir como agente secreto había visto algo así. Claro que dudaba que cualquier policia de homicidios hubiese presenciado algo así en su vida. Los forenses parecían de piedra, automátas que recogían pruebas con total neutralidad. Sin duda la policía científica estaba más acostumbrada a atrocidades como aquellas. Quizás no tanto una escena como la que se pintaba con sangre, pero sin duda debían tener estómago para soportar algo como aquello si todos los días moría gente y recogían sus restos del suelo y lo metían en saquitos.
Cuando el sudor frío que le pegaba la camisa al cuerpo se hizo menos incómodo y pudo mantener el equilibrio con las dos piernas sin apoyarse en ningún sitio y contaminar la posible escena del crimen, echó un buen vistazo por la escena, contando y tratando de distinguir los cuerpos mutilados y la forma en que habían muerto. Asimismo trató de hacer preguntas a los forenses y la policía cientifica para sacar algo en claro. Si su objetivo estaba entre esos muertos su jefe lo colgaría y no precisamente por los pies.
OR: tiradita de Buscar y Reunir Información
Los Angeles
Viernes, 20 de Marzo del 2009
Ni en todos sus años de ir y venir como agente secreto había visto algo así. Claro que dudaba que cualquier policia de homicidios hubiese presenciado algo así en su vida. Los forenses parecían de piedra, automátas que recogían pruebas con total neutralidad. Sin duda la policía científica estaba más acostumbrada a atrocidades como aquellas. Quizás no tanto una escena como la que se pintaba con sangre, pero sin duda debían tener estómago para soportar algo como aquello si todos los días moría gente y recogían sus restos del suelo y lo metían en saquitos.
Cuando el sudor frío que le pegaba la camisa al cuerpo se hizo menos incómodo y pudo mantener el equilibrio con las dos piernas sin apoyarse en ningún sitio y contaminar la posible escena del crimen, echó un buen vistazo por la escena, contando y tratando de distinguir los cuerpos mutilados y la forma en que habían muerto. Asimismo trató de hacer preguntas a los forenses y la policía cientifica para sacar algo en claro. Si su objetivo estaba entre esos muertos su jefe lo colgaría y no precisamente por los pies.
OR: tiradita de Buscar y Reunir Información
Re: Persiguiendo Sombras (Prólogo Steven Blakemore)
Los Angeles
Viernes, 20 de Marzo del 2009
Cuando logró controlar sus arcadas, dejar de notar aquel pegajoso sudor frío y mantener la vista en los cuerpos sin obligarse a mirar a otro lado, Steven empezó a registrar el lugar, con las lógicas limitaciones que tenía al no poder tocar nada si no quería alertar a la policia científica.
Repasó con la mirada los cuerpos mutilados, y en todos se dibujaban muecas de horror y dolor. Muchos de ellos tenían los ojos todavía abiertos, y en los ojos de una de las camareras, Steven creyó ver el reflejo de algo... algo similar a unos tentáculos que se abalanzaban hacia ella.
La misma imagen que vió al pulsar el botón del ascensor...
Cuando volvió a la normalidad, Steven supo, o por lo menos creía estar seguro, de que Bobby no estaba entre los cuerpos. Aunque estaban bastante maltrechos y mutilados, se podía más o menos distinguir sus rasgos, y eso le hacía pensar que Bobby no estaba entre el reguero de cadáveres.
Toda una suerte.
Trató de hablar con la policia científica, pero estos parecían demasiado ocupados para hacerle caso. Llegó una mujer, que se identificó como médico forense, y analizó la estancia con una mascarilla encima de su boca. Unas discretas gafas cubrían sus ojos verdes, y tenía los cabellos rojos y ondulados.
Habló con uno de los de la policía científica.
Sí, Doctora Wright, un total de catorce cadáveres. Doce de ellos aquí en el salón principal, otro en la cocina, y un último en los servicios. Por suerte, la mayoría llevaban encima su documentación, excepto el personal del local... dos camareras y el encargado de la seguridad, supongo. dijo el hombre.
¿Y qué me dice de la causa de la muerte? Parece como si les hubieran atacado con motosierras... dijo la mujer.
Mmm... creo que eso deberá verificarlo usted en el laboratorio. Como dice, es evidente que les atacaron con algo cortante y tremendamente afilado. Diría que una motosierra... aunque no se, a simple vista no hay muescas de los dientes de una motosierra en ninguno de los cadáveres. Lo que está claro, es que debieron de ser varios asaltantes, pues de ningún otro modo podría entender que fueran capaces de matar a catorce personas, ensañándose de esta manera, lo cuál requiere tiempo, sin que ninguna lograra escapar. respondió el policia.
¿Está seguro de que ningún cliente logró escapar? ¿Hay alguna grabación de seguridad? Quizás sea la única manera de saber qué ha pasado... preguntó la doctora.
La verdad, no lo se... El local tiene una cámara justo en la entrada principal, pero no se si nos servirá... Creo que debería pedirle la grabación a los del FBI, están husmeando desde hace rato... comentó, bajando la voz y mirando a Steven de reojo.
La mujer asintió, y se acercó hasta Steven, sacándose la mascara, y mostrando unos rasgos bien perfilados.
Buenas noches, agente. Me preguntaba si han encontrado algún tipo de grabación, lo cuál nos vendría muy bien para la investigación. Oh, disculpe, mi nombre es Brenda Wright, forense al servicio de la policia de Los Angeles. dijo señalando el carnet que llevaba colgado de su bata blanca.
Pronto daremos órdenes a las ambulancias para que se lleven los cuerpos al depósito y poder examinarlos con más calma. Todo esto está lejos de cualquier cosa que haya visto antes... dijo la mujer, mirando a Steven a los ojos.
Viernes, 20 de Marzo del 2009
Cuando logró controlar sus arcadas, dejar de notar aquel pegajoso sudor frío y mantener la vista en los cuerpos sin obligarse a mirar a otro lado, Steven empezó a registrar el lugar, con las lógicas limitaciones que tenía al no poder tocar nada si no quería alertar a la policia científica.
Repasó con la mirada los cuerpos mutilados, y en todos se dibujaban muecas de horror y dolor. Muchos de ellos tenían los ojos todavía abiertos, y en los ojos de una de las camareras, Steven creyó ver el reflejo de algo... algo similar a unos tentáculos que se abalanzaban hacia ella.
La misma imagen que vió al pulsar el botón del ascensor...
Cuando volvió a la normalidad, Steven supo, o por lo menos creía estar seguro, de que Bobby no estaba entre los cuerpos. Aunque estaban bastante maltrechos y mutilados, se podía más o menos distinguir sus rasgos, y eso le hacía pensar que Bobby no estaba entre el reguero de cadáveres.
Toda una suerte.
Trató de hablar con la policia científica, pero estos parecían demasiado ocupados para hacerle caso. Llegó una mujer, que se identificó como médico forense, y analizó la estancia con una mascarilla encima de su boca. Unas discretas gafas cubrían sus ojos verdes, y tenía los cabellos rojos y ondulados.
Habló con uno de los de la policía científica.
Sí, Doctora Wright, un total de catorce cadáveres. Doce de ellos aquí en el salón principal, otro en la cocina, y un último en los servicios. Por suerte, la mayoría llevaban encima su documentación, excepto el personal del local... dos camareras y el encargado de la seguridad, supongo. dijo el hombre.
¿Y qué me dice de la causa de la muerte? Parece como si les hubieran atacado con motosierras... dijo la mujer.
Mmm... creo que eso deberá verificarlo usted en el laboratorio. Como dice, es evidente que les atacaron con algo cortante y tremendamente afilado. Diría que una motosierra... aunque no se, a simple vista no hay muescas de los dientes de una motosierra en ninguno de los cadáveres. Lo que está claro, es que debieron de ser varios asaltantes, pues de ningún otro modo podría entender que fueran capaces de matar a catorce personas, ensañándose de esta manera, lo cuál requiere tiempo, sin que ninguna lograra escapar. respondió el policia.
¿Está seguro de que ningún cliente logró escapar? ¿Hay alguna grabación de seguridad? Quizás sea la única manera de saber qué ha pasado... preguntó la doctora.
La verdad, no lo se... El local tiene una cámara justo en la entrada principal, pero no se si nos servirá... Creo que debería pedirle la grabación a los del FBI, están husmeando desde hace rato... comentó, bajando la voz y mirando a Steven de reojo.
La mujer asintió, y se acercó hasta Steven, sacándose la mascara, y mostrando unos rasgos bien perfilados.
Buenas noches, agente. Me preguntaba si han encontrado algún tipo de grabación, lo cuál nos vendría muy bien para la investigación. Oh, disculpe, mi nombre es Brenda Wright, forense al servicio de la policia de Los Angeles. dijo señalando el carnet que llevaba colgado de su bata blanca.
Pronto daremos órdenes a las ambulancias para que se lleven los cuerpos al depósito y poder examinarlos con más calma. Todo esto está lejos de cualquier cosa que haya visto antes... dijo la mujer, mirando a Steven a los ojos.
Re: Persiguiendo Sombras (Prólogo Steven Blakemore)
Steven Blackemore
Aquella carnicería no era normal. No por la forma en que todos habían sido asesinados, que no se parecía a nada que Steven había visto antes, sino porque había algo extraño en la escena. Algo... sobrenatural. No era una pensamiento racional, solo era una sensación desagradable que le subía por la columna cada tanto y lo hacía estremecerse. Carraspeó para recuperar la compostura y se aflojó un poco el nudo de la corbata, el traje empezaba a molestarle. Necesitaba darse una ducha de agua fría, la camisa se le estaba pegando al cuerpo y notaba un calor sofocante.
Con un suspiro y haciendo de tripas corazón, Steven se paseó por la habitación registrando todos los datos posibles. Vio a una mujer entrar en la escena y desvió la vista hacia sus piernas solamente para tener la mente en otra cosa que no fueran los montones de sangre y coágulos que se esparcían en todas direcciones. Entretenido con las piernas y el trasero de la doctora Wright, que así se llamaba, volvió a echar un vistazo a los cuerpos. Se mantuvo detrás del cerco policial hasta que pensó que lo mejor sería acercarse a mirar y comportándose como si estuviese en su casa, examino los cuerpos. Cogió un par de guantes de una maleta abierta de los de la científica y se los puso, sabiendo que eso molestaría a los de la científica, pero también acabaría por llamar su atención y necesitaba ganarse su confianza.
El FBI también estaba implicado... cámaras de seguridad en la puerta... Con toda probabilidad él aparecía en los vídeos si solo apuntaban a la puerta... Sacudió la cabeza y vio que la mujer se acercaba a él.
- Buenas noches, señorita Wright - se presentó Steven con una encantadora sonrisa. Eligió el apelativo de señorita esperando que ella lo corrigiese, por si se trataba de la señora Wright, aunque si estaba casada poco le importaba. - Yo soy el agente Alexander - le tendió la mano, ni siquiera le dijo si era del FBI, por lo visto su traje negro era prueba suficiente y la placa que llevaba en el cinturón sobraba si nadie se molestaba en mirarla detenidamente para ver que no era del FBI. Mentalmente anotó el detalle, tendría que conseguir una identificación de los federales. - Mi compañero está ahora viendo esos vídeos, en cuanto tengamos algo me encargaré de que se lo hagan llegar. No me malinterprete, no queremos interferir en la investigación del CSI, nos gustaría colaborar con ustedes, este caso parece bastante dificil de interpretar... Y le aseguro que yo tampoco había visto una cosa así antes - dio una pasada a la escena evitando fijarse detenidamente en las heridas. - ¿Qué es lo que ha averiguado hasta ahora? ¿Alguna pista que indique cuantas personas eran? Pisadas, huellas... - sacó una libreta y un boligrafo del bolsilllo interior de su chaqueta sin dejar de sonreirle. - Le prometo que lo que descubramos se lo haremos saber, doctora, estamos en esto juntos.
Aquella carnicería no era normal. No por la forma en que todos habían sido asesinados, que no se parecía a nada que Steven había visto antes, sino porque había algo extraño en la escena. Algo... sobrenatural. No era una pensamiento racional, solo era una sensación desagradable que le subía por la columna cada tanto y lo hacía estremecerse. Carraspeó para recuperar la compostura y se aflojó un poco el nudo de la corbata, el traje empezaba a molestarle. Necesitaba darse una ducha de agua fría, la camisa se le estaba pegando al cuerpo y notaba un calor sofocante.
Con un suspiro y haciendo de tripas corazón, Steven se paseó por la habitación registrando todos los datos posibles. Vio a una mujer entrar en la escena y desvió la vista hacia sus piernas solamente para tener la mente en otra cosa que no fueran los montones de sangre y coágulos que se esparcían en todas direcciones. Entretenido con las piernas y el trasero de la doctora Wright, que así se llamaba, volvió a echar un vistazo a los cuerpos. Se mantuvo detrás del cerco policial hasta que pensó que lo mejor sería acercarse a mirar y comportándose como si estuviese en su casa, examino los cuerpos. Cogió un par de guantes de una maleta abierta de los de la científica y se los puso, sabiendo que eso molestaría a los de la científica, pero también acabaría por llamar su atención y necesitaba ganarse su confianza.
El FBI también estaba implicado... cámaras de seguridad en la puerta... Con toda probabilidad él aparecía en los vídeos si solo apuntaban a la puerta... Sacudió la cabeza y vio que la mujer se acercaba a él.
- Buenas noches, señorita Wright - se presentó Steven con una encantadora sonrisa. Eligió el apelativo de señorita esperando que ella lo corrigiese, por si se trataba de la señora Wright, aunque si estaba casada poco le importaba. - Yo soy el agente Alexander - le tendió la mano, ni siquiera le dijo si era del FBI, por lo visto su traje negro era prueba suficiente y la placa que llevaba en el cinturón sobraba si nadie se molestaba en mirarla detenidamente para ver que no era del FBI. Mentalmente anotó el detalle, tendría que conseguir una identificación de los federales. - Mi compañero está ahora viendo esos vídeos, en cuanto tengamos algo me encargaré de que se lo hagan llegar. No me malinterprete, no queremos interferir en la investigación del CSI, nos gustaría colaborar con ustedes, este caso parece bastante dificil de interpretar... Y le aseguro que yo tampoco había visto una cosa así antes - dio una pasada a la escena evitando fijarse detenidamente en las heridas. - ¿Qué es lo que ha averiguado hasta ahora? ¿Alguna pista que indique cuantas personas eran? Pisadas, huellas... - sacó una libreta y un boligrafo del bolsilllo interior de su chaqueta sin dejar de sonreirle. - Le prometo que lo que descubramos se lo haremos saber, doctora, estamos en esto juntos.