Cancionero de Athkatla: lo que saben los bardos
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Cancionero de Athkatla: lo que saben los bardos
"Tu, viajero, si si, me refiero a ti, no me mires con esa cara. Bien, así me gusta, acércate. Si, lo se, los bardos no tenemos muy buenas referencias en las grandes ciudades, menos en esta donde un hombre vale sólo lo el oro que tiene en el bolsillo. Pero bueno, supongo que por esa sonrisa que asoma en tu cara que ya lo sabrás. Yo, a diferencia que tu no tengo armas para ganarme la vida ¿crees que con estas manos podría sostener "ESO"? jajaja, creo que los dos opinamos lo mismo. Pero ya que no tengo filos ni mazas, tengo otro tipo de arma: tengo mi voz, y lo que sé. En esta ciudad parece que está poco valorado, pero el conocimiento el poder. Y a cambio de una sola moneda de plata te contaré lo que sé ¿te parece mucho? bueno, dejémoslo en 5 monedas de cobre, aunque después de escucharme quizá cambies de idea..."
Última edición por Iriai el 15 Jun 2007, 02:01, editado 1 vez en total.
"Despierta..."
- Iriai
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Re: Cancionero de Athkatla: lo que saben los bardos
Keventor "Kev" Riasrel
Arion
Paladín Humano
El sacerdote caminaba con cierta parsimonia, dichos pasos lentos y cadenciosos, parecian acompañar el habitual aburrimiento que acompañaba su rutina matinal. Era un hombre entrado en años y en carnes, con un rostro sin embargo infantil que parecia mas apropiado para un querubin celestial que para un hombre de carne y hueso. El unico resto de su añtaño lustrosa melena, se limitaba a una coronilla de pelo blanco estrictamente cortado. Sus dedos regordetes encendian con lentitud los candiles y velas que alumbraban el altar consagrado a Tyr. La amplia iglesia donde dicho altar era recogido, dejaba entrar la luz multicolor que atravesaba las grandes y emotivas vidrieras donde se contaban en imagenes historias del dios alli reverenciado. Tan solo silencio y calma llenaban aquella estancia, mas no duraria mucho aquella mañana.
El porton principal se abrio, dejando entrar la luz del sol que casi cego al sacerdote. Una silueta bien conocida, asombro al rechoncho clerigo. Primero tuvo miedo, al creer que dicha silueta tan solo podia pertenecer a un fantasma salido del pasado, pero era bien real, tanto como todas las maldades que llenan este ancho mundo.
-¿Quien visita esta mañana mi humilde iglesia?- Pregunto el sacerdote intentando no dejar que el miedo le hiciera temblar- ¿Puedo ayudaros en algo?-
-¿No me reconoceis Padre Alexander?- Respondio con otra pregunta la alta figura que ya habia atravesado el portal de la iglesia, y se diriguia con paso firme hacia el altar donde el sacerdote se encontraba- No han pasado tantos años, y vuestra vista aun ha de ser buena.-
El Sacerdote afino la mirada, cumpliendose sus temores. Aquel hombre era delgado y alto, con el pelo negro como la noche, barba de varios dias, y unos ojos plateados como la misma Selune. La ferocidad que aquellos ojos revelaban tan solo podian corresponder a un fantasma, pues aquella mirada correspondia a alguien ya muerto. El aparecido portaba una tunica andrajosa, y el sonido de cada paso dado por sus pesadas botas de montar, retumbaban como los tambores del Tartaro en el eco de la iglesia.
-Keventor- Dijo casi susurrante el clerigo- No puede ser, mis ojos me engañan. Vos estais muerto.-
-Muerto y sin embargo hablo y camino, Padre- Le respondio la figura que se detuvo en medio de la iglesia- Salgo de mi tumba para haceros una peticion y solicitaros que me confeseis.-
-¿Confesion?- Pregunto- Si quereis que os confiese primero habeis de responderme que haceis aqui entre los vivos. Yo mismo enterre a vuestra familia, a vuestro padre y a vuestra madre. Celebre un funeral al que vos no acudisteis. Os di por muerto, asi como a vuestro hermano. Esta tierra lloro la perdida de vuestros progenitores y de vosotros mismos. Ahora decidme: ¿Que haceis aqui?.-
-No mori, busque por todo el mundo a los asesinos de mis padres.- El hombre apreto los dientes- Mas encontre que la respuesta habia estado siempre a lado mia. Imaginaos mi verguenza y mi asombro, cuando descubri que mi propio hermano habia cometido patricidio. Si, mi propio hermano Raventor asesino a mis padres.-
-Esa es una acusacion muy seria hijo mio- El Sacerdote no parecia creer ni una palabra- Vuestro hermano siempre fue el mas piadoso y dedicado de los dos. Nombrado Paladin por el propio Hierofante de Suzail. Colmado de honores por nuestro fallecido rey Azoun. ¿Como podeis asegurar que vuestro hermano es el asesino de vuestros padres?-
-!Porque me lo confeso¡- Exclamo lleno de ira- Me lo confeso entre risas, cuando el camino que habiamos rastreado hasta los supuestos asesinos llego a su fin. Ni todas las glorias dadas a un hombre, pueden calmar su verdadera naturaleza, y la de mi hermano es tan diabolica como la de los monstruos que combatimos en nuestra juventud.-
-¿Que ocurrio despues?- El Padre Alexander estaba aterrado. Raventor habia sido todo un ejemplo entre los Paladines de Tyr, un hombre lleno de dedicacion y honor, que salvo incontables vidas-
-Me dio por muerto tras combatir conmigo y lanzarme por un acantilado, en la lejana tierra de Amm- Pronunciar aquellas palabras hacian que los ojos de plata de aquel hombre brillaran aun mas.- Tras vagabundear lastimosamente durante casi un año por fin he vuelto a mi hogar. Y ahora necesito de vuestra ayuda.-
-¿Que es lo que quereis de mi?-
-Quiero que me hagais una ceremonia que me permita recuperar mi estatus de Paladin, necesito la guia de Tyr para dar justo castigo a mi venganza-
.-Tyr no ofrece su luz a aquellos que buscan venganza-
-Tyr ha de darme la oportunidad, si quiere al menos que mis padres descansen y mi corrupto hermano pague por el crimen cometido.
Arion
Paladín Humano
El sacerdote caminaba con cierta parsimonia, dichos pasos lentos y cadenciosos, parecian acompañar el habitual aburrimiento que acompañaba su rutina matinal. Era un hombre entrado en años y en carnes, con un rostro sin embargo infantil que parecia mas apropiado para un querubin celestial que para un hombre de carne y hueso. El unico resto de su añtaño lustrosa melena, se limitaba a una coronilla de pelo blanco estrictamente cortado. Sus dedos regordetes encendian con lentitud los candiles y velas que alumbraban el altar consagrado a Tyr. La amplia iglesia donde dicho altar era recogido, dejaba entrar la luz multicolor que atravesaba las grandes y emotivas vidrieras donde se contaban en imagenes historias del dios alli reverenciado. Tan solo silencio y calma llenaban aquella estancia, mas no duraria mucho aquella mañana.
El porton principal se abrio, dejando entrar la luz del sol que casi cego al sacerdote. Una silueta bien conocida, asombro al rechoncho clerigo. Primero tuvo miedo, al creer que dicha silueta tan solo podia pertenecer a un fantasma salido del pasado, pero era bien real, tanto como todas las maldades que llenan este ancho mundo.
-¿Quien visita esta mañana mi humilde iglesia?- Pregunto el sacerdote intentando no dejar que el miedo le hiciera temblar- ¿Puedo ayudaros en algo?-
-¿No me reconoceis Padre Alexander?- Respondio con otra pregunta la alta figura que ya habia atravesado el portal de la iglesia, y se diriguia con paso firme hacia el altar donde el sacerdote se encontraba- No han pasado tantos años, y vuestra vista aun ha de ser buena.-
El Sacerdote afino la mirada, cumpliendose sus temores. Aquel hombre era delgado y alto, con el pelo negro como la noche, barba de varios dias, y unos ojos plateados como la misma Selune. La ferocidad que aquellos ojos revelaban tan solo podian corresponder a un fantasma, pues aquella mirada correspondia a alguien ya muerto. El aparecido portaba una tunica andrajosa, y el sonido de cada paso dado por sus pesadas botas de montar, retumbaban como los tambores del Tartaro en el eco de la iglesia.
-Keventor- Dijo casi susurrante el clerigo- No puede ser, mis ojos me engañan. Vos estais muerto.-
-Muerto y sin embargo hablo y camino, Padre- Le respondio la figura que se detuvo en medio de la iglesia- Salgo de mi tumba para haceros una peticion y solicitaros que me confeseis.-
-¿Confesion?- Pregunto- Si quereis que os confiese primero habeis de responderme que haceis aqui entre los vivos. Yo mismo enterre a vuestra familia, a vuestro padre y a vuestra madre. Celebre un funeral al que vos no acudisteis. Os di por muerto, asi como a vuestro hermano. Esta tierra lloro la perdida de vuestros progenitores y de vosotros mismos. Ahora decidme: ¿Que haceis aqui?.-
-No mori, busque por todo el mundo a los asesinos de mis padres.- El hombre apreto los dientes- Mas encontre que la respuesta habia estado siempre a lado mia. Imaginaos mi verguenza y mi asombro, cuando descubri que mi propio hermano habia cometido patricidio. Si, mi propio hermano Raventor asesino a mis padres.-
-Esa es una acusacion muy seria hijo mio- El Sacerdote no parecia creer ni una palabra- Vuestro hermano siempre fue el mas piadoso y dedicado de los dos. Nombrado Paladin por el propio Hierofante de Suzail. Colmado de honores por nuestro fallecido rey Azoun. ¿Como podeis asegurar que vuestro hermano es el asesino de vuestros padres?-
-!Porque me lo confeso¡- Exclamo lleno de ira- Me lo confeso entre risas, cuando el camino que habiamos rastreado hasta los supuestos asesinos llego a su fin. Ni todas las glorias dadas a un hombre, pueden calmar su verdadera naturaleza, y la de mi hermano es tan diabolica como la de los monstruos que combatimos en nuestra juventud.-
-¿Que ocurrio despues?- El Padre Alexander estaba aterrado. Raventor habia sido todo un ejemplo entre los Paladines de Tyr, un hombre lleno de dedicacion y honor, que salvo incontables vidas-
-Me dio por muerto tras combatir conmigo y lanzarme por un acantilado, en la lejana tierra de Amm- Pronunciar aquellas palabras hacian que los ojos de plata de aquel hombre brillaran aun mas.- Tras vagabundear lastimosamente durante casi un año por fin he vuelto a mi hogar. Y ahora necesito de vuestra ayuda.-
-¿Que es lo que quereis de mi?-
-Quiero que me hagais una ceremonia que me permita recuperar mi estatus de Paladin, necesito la guia de Tyr para dar justo castigo a mi venganza-
.-Tyr no ofrece su luz a aquellos que buscan venganza-
-Tyr ha de darme la oportunidad, si quiere al menos que mis padres descansen y mi corrupto hermano pague por el crimen cometido.
"Despierta..."
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Re: Cancionero de Athkatla: lo que saben los bardos
Lars Timberson
Finarfin
Humano Clerigo de Tyr
La lluvia repiqueteaba sobre la cubierta de aquel barco infame y el sonido de los truenos se mezclaba con el restallar del látigo en las espaldas de aquellos que habíamos sido hechos prisioneros. El maestro Nerval me había avisado; lejos de mi tierra, y en particular en Amn, mi bondad se miraría con recelo y sería objeto de burlas, un blanco fácil para aquellos que quisieran aprovecharse de mí. Pero cómo decimos en Mistledale: ?sólo sabrás como huele un orco cuando lo tengas bajo tu propia nariz?.
--- o ---
Soy un hombre santo. Eso es lo que dirían de mí hoy en día los que no me conocieran. Pero Ashabenford es una ciudad muy pequeña. Allí todo el mundo se conoce y las travesuras que haces cuando eres pequeño pueden perseguirte hasta que das con tus huesos en la tumba. Hoy en día me imagino que mi madre no sabía, o no quería saber, que su hijo corría detrás de las gallinas y apedreaba a las ovejas como cualquiera, que jugaba a ?pasar el puente del troll? con los consecuentes moratones que solía provocar aquel juego infame.
Jugábamos con los niños de uno de los pueblos cercanos a uno de esos entretenimientos que cambian de nombre cada día, pero que en realidad son travesuras, gamberradas de púberes que buscan una excusa para coger un puñado de palos y piedras y, bajo nombres tan sonoros como ?La Caída de los Señores del Inframundo? o ?La Toma de la Colina del Dragón?, no son más que palizas consensuadas entre iguales, que servían para saldar cuentas pendientes muy serias? para unos niños, claro está.
No intentaré justificarme, pero hasta aquel juego tenía sus reglas: Mismo número de personas por cada bando, ramas verdes de abedul, flexibles, que marcan pero no matan y pellas de arcilla del río, que manchan la ropa y, sólo cuando las dejas secar demasiado tiempo, ponen un ojo morado.
La historia que algún día contaré a mis hijos comienza, así, con el final de mi infancia, que tuvo lugar aquella mañana de invierno para más señas. Venían, para sorpresa de los cuatro o cinco que andábamos haraganeando entre los manzanos ahora marchitos de las colinas del sur, con un ansia de venganza inusitada. Los vimos llegar desde lejos y, en particular, al cabecilla, el hijo de Aaron Highbark, famoso por su imprudencia y por elevar las sandeces más insustanciales a la categoría de insulto.
Aún hoy no puedo evocar lo que pasó aquella mañana y sólo he llegado a comprender una parte. Los recuerdos son borrosos: huellas apresuradas sobre las primeras nieves, piedras que volaban sobre nuestras cabezas y mi mano derecha, cubierta de brillante sangre agarrando del cuello a aquel matón mientras uno de mis amigos yacía en el suelo con el brazo dispuesto en la postura más antinatural que nunca hubiera visto.
Dudo que le hiciese mucho daño, es más, aseguraría que la única herida imborrable que pude dejar a aquel asno estaba en su pundonor, pues yo, más vocinglero que luchador, no era de los más duchos con las ramas que blandíamos a modo de espadas y rara vez alcanzaba al otro lado del río en los concursos de guijarros que organizábamos en verano.
Pero aquel día estaba en mi sino meterme en el mayor y último de los líos de mi juventud. Al tratarse del hijo de un importante mercader de la zona, no pasó de aquel día sin que su padre se personase en Ashabenford para reclamar justicia ante la tropelía que se había cometido contra su hijo, que había regresado a casa cubierto de sangre, aunque no de la suya propia.
Visto para sentencia ? Pensé. Pero me equivocaba. Aquel día conocí a Nerval, que se interesó por las circunstancias de la riña y por los recuerdos que yo conservaba de ella y, muy especialmente, por el estado de mi mano que no exhibía ni un rasguño. Se decidió que mi castigo sería servir durante un tiempo a la ciudad para apartarme de las tentaciones violentas a las que sucumbíamos con frecuencia.
Así fue que, en vez de ser azotado públicamente como reclamaba el señor Highbark, cumplí con mi castigo. No fue hasta un par de años después que alcancé a comprender los motivos que impulsaron a mi defensor a brindarme tan gran ayuda. Loado sea Tyr
--- o ---
Y, cosas del destino, yo no sabré de momento como olía un orco, pero si que me hacía a la idea de cómo olía la bodega de un barco pirata. Apenas podía recordar lo que había sucedido desde aquel atardecer en el puerto de Keczuva, pero de lo que si estaba seguro es de que mi espalda, lacerada por el látigo y atormentada por el trabajo incesante empezaba a reclamar un justo resarcimiento por tan injustificada desventura.
--- o ---
La vocación por el servicio a Tyr, no se despertó en mí hasta pasado ese tiempo. Se podría decir, más bien, que se tomó su tiempo para desperezarse mientras Nerval hacía gala de una paciencia rayana en lo sobrehumano. Pasado ese tiempo me había hecho un nombre en Ashabenford y era respetado como ayudante de mi maestro.
Llegaron entonces a mi vida esos tiempos en los que la sangre de un ser humano comienza a bullir en busca de una compañera con la que aposentarse y yo no era una excepción a aquella regla de la madre naturaleza. Pero aquella primavera, que fue también la de la reaparición de los elfos oscuros en Mistledale, no estaba hecha para mí.
Dado que la edad impedía a mi maestro tomar parte en las batidas que las patrullas realizaban por el Valle, yo fui el encargado de suplir su presencia a las órdenes de Haresk Malorn. El brillo de las armas unido al prestigio de un servidor de Tyr debió de impresionar a aquella muchacha más aún de lo que cabría esperar. Y he de reconocer que la impresión era mutua.
Lamentablemente, otros ojos se habían posado en el delicado talle de Enid. Unos ojos envidiosos que, desde largo tiempo atrás, albergaban no poca inquina contra mi persona. A pesar de que era una cuestión pública que Enid y yo acostumbrábamos a dar largos paseos por los campos de manzanos cuando nuestras respectivas obligaciones nos lo permitían, el primogénito de los Hihgbark, ahora miembro de pleno derecho de la Guardia de Mistdale proclamó, quién sabe si por verdadero interés o si sólo por despecho hacia mi persona, su intención de cortejar a la que él calificaba como ?la pieza de la temporada?.
Después de varios dimes y diretes en torno a la dama y cuando los rumores urdidos por el propio Highbark empezaron a amenazar con resquebrajar la virtud de Enid, mi sangre caliente me jugó una mala pasada y acepté tomar parte en un absurdo duelo en el que se obtendría como premio el derecho de cortejo de mi amada.
Aquí un lector de novelas esperaría ansioso un relato de honor, una de esas gestas en las que el galán protege a su dama de las fuerzas del destino. Pero aquello nunca tuvo lugar. La víspera de la batalla comencé a dudar de los motivos que me habían impulsado a aceptar tan absurdo desafío: ¿Acaso Enid me había dado alguna vez motivo alguno para pensar que aquel truhán tenía alguna oportunidad? ¿No era una tropelía derramar sangre inocente, bravucona y asnal, pero inocente, por un motivo tan poco digno?
Sea como fuere, a la mañana siguiente no acudí a la cita. Tampoco Enid acudió a la suya conmigo y yo interpreté que aquello significaba el fin de nuestra relación. Por miedo al ridículo nunca volví a preguntarle si el motivo de nuestra ruptura había sido aceptar aquel desafío estúpido o el hecho de no haberme presentado. Pero sabía lo suficiente de las mujeres como para darme cuenta de que, si no tenía clara ni tan siquiera esa cuestión, sin duda lo mejor era esperar a que ella misma diera el primer paso.
Espere en vano. De la misma forma que esperó en vano Highbark a que Enid se dignase a cruzar con el una sola palabra. Sé que es infantil, pretencioso, egoísta e incluso indigno, pero aquel hecho me consuela y, me hace pensar que tal vez en el futuro no todo esté perdido con mi amada. Sólo he de esperar la ocasión adecuada para presentarle mis disculpas.
--- o ---
Mal momento para pensar en lances amorosos elijo cuando debería estar elucubrando la mejor manera de librarme de mis captores. Pero así es la mente humana: cuando las cosas van mal intenta evadirse evocando tiempo mejores. Además, mi cabeza aún está embotada por la paliza que me dieron antes de subirme al barco y no quisiera dar un paso en falso sin antes asegurarme de que elijo bien la dirección. ¿Estará por aquí esa reliquia?
--- o ---
Los ataques de los drow se hicieron cada vez más frecuentes y, en apariencia, desordenados. Y sólo gracias a los denodados esfuerzos Haresk, al que cada vez tenía en más aprecio, el pánico no cundía entre la población. Entonces comenzó el principio de la historia que hoy me ha llevado hasta Amn. Aunque a decir verdad es posible que ésta comenzara mucho antes.
La forma de éste relato depende mucho del narrador, pero en lo que todos coinciden en que hace milenios una estrella cayó muy cerca de los Valles. Según cuentan, uno de los fragmentos que se desprendieron de aquel astro acabó cayendo en manos del culto de Tyr, y fue precisamente donde aquella piedra cayó que decidieron crear el templo que ahora se encuentra en Mistledale.
Desde su fundación, la custodia de aquel fragmento, que se dice protege la región de las injusticias y asegura la prosperidad de los hombres que habitan aquella tierra, ha pasado de un sacerdote de Tyr a otro.
Esta vez sí, el tópico se habría de hacer realidad y la piedra, custodiada desde hace milenios por los fieles de Tyr, desapareció mientras yo me encontraba tomando parte en una de las batidas que hubimos de hacer en las socarradas tierras al este de la ciudad tras sofocar un fuego provocado por los elfos oscuros.
Cuando regresé al solaz del santuario, magullado y oliendo a hollín cual carbonero, hallé que Nerval había sido asaltado y herido por un desconocido y la piedra arrebatada de sus manos. No reparé en medios hasta ver restablecida la salud al que ahora más que como maestro trato como amigo.
El resto de mi historia pertenece más al presente. El único resto dejado por el asaltante, un escudo de armas arrebatado en el forcejeo y que, a decir de los entendidos, pertenecen a una familia de mercaderes de Amn me guiaron hasta estas tierras en las que he encontrado la mayor de mis desgracias.
Mi historia, como he dicho, hizo una parte. Mi ingenuidad, el resto. No sé porqué acepté seguir a aquel hombre que afirmaba necesitar imperiosamente mi ayuda cuando Haresk ya me había advertido que hiciera más caso a mi seso que a mi corazón en esta tierra donde el dinero lo mueve todo.
--- o ---
Puede que no fuera prudente ir enseñando aquel trozo de tela por la ciudad y llamase sin darme cuenta la atención de alguien o que simplemente algún mercader de esclavos me considerase un blanco fácil para su negocio. De momento lo único que puedo hacer es acopio de todas mis fuerzas para salir de aquí. No ha mucho que he visto a otros que han corrido mi misma suerte y, dicho sea todo, aunque cándido en ocasiones, aprendo rápido. He leído en sus ojos la rabia, la ira contenida del que soporta su injusto cautiverio porque no tiene más remedio. Tal vez todos juntos seremos capaces de alzarnos contra nuestros captores. Más tarde... Más tarde Tyr habrá de guiar mis pasos en estas oscuras tierras.
--- o ---
Cómo puedes ver te dejo una buena selección para que hagas lo que te parezca mejor. PNJs hay de sobra (Nerval, el hijo de Aaron Highbark, Harest, Enid, el asaltante de mi maestro, el hombre que me guió hasta la emboscada, el mercader de esclavos).
Tramas abiertas también te dejo unas cuantas: mi enfrentamiento con Aaron Highbark, el amor de Enid, el robo de la reliquia, el tráfico de esclavos...) y creo que las he dejado lo bastante poco definidas para que puedas mezclarlas entre sí, tratarlas por separado o desecharlas si te parecen engorrosas o poco interesantes.
Creo que el personaje me ha quedado un tanto peculiar, pues no es el típico clérigo de Tyr: Sabe lo que se espera de él, pero teme defraudar a aquellos que estima, pues pese a los dogmas de su fe, es consciente de que la eterna justicia de Tyr no alcanza a los sentimientos.
Es idealista, algo irreflexivo en ocasiones por su inmadurez, arrojado para hacer la justicia pero puede llegar a ser cobarde cuando es se trata de sus sentimientos y, últimamente, algo sobrepasado por una responsabilidad que le viene grande. En mi opinión lo más interesante es que tiene un lado muy humano, casi tierno, que deshace un poco el mito del sacerdote de Tyr como máquina de hacer justicia.
Por supuesto, si crees que se parece demasiado a un oso amoroso y crees que un servidor de Tyr más ?clásico? encajaría mejor, todavía estamos a tiempo de convertirlo en un machote... ¡Ah! Se me olvidaba. Su nombre es Lars Timberson.
Finarfin
Humano Clerigo de Tyr
La lluvia repiqueteaba sobre la cubierta de aquel barco infame y el sonido de los truenos se mezclaba con el restallar del látigo en las espaldas de aquellos que habíamos sido hechos prisioneros. El maestro Nerval me había avisado; lejos de mi tierra, y en particular en Amn, mi bondad se miraría con recelo y sería objeto de burlas, un blanco fácil para aquellos que quisieran aprovecharse de mí. Pero cómo decimos en Mistledale: ?sólo sabrás como huele un orco cuando lo tengas bajo tu propia nariz?.
--- o ---
Soy un hombre santo. Eso es lo que dirían de mí hoy en día los que no me conocieran. Pero Ashabenford es una ciudad muy pequeña. Allí todo el mundo se conoce y las travesuras que haces cuando eres pequeño pueden perseguirte hasta que das con tus huesos en la tumba. Hoy en día me imagino que mi madre no sabía, o no quería saber, que su hijo corría detrás de las gallinas y apedreaba a las ovejas como cualquiera, que jugaba a ?pasar el puente del troll? con los consecuentes moratones que solía provocar aquel juego infame.
Jugábamos con los niños de uno de los pueblos cercanos a uno de esos entretenimientos que cambian de nombre cada día, pero que en realidad son travesuras, gamberradas de púberes que buscan una excusa para coger un puñado de palos y piedras y, bajo nombres tan sonoros como ?La Caída de los Señores del Inframundo? o ?La Toma de la Colina del Dragón?, no son más que palizas consensuadas entre iguales, que servían para saldar cuentas pendientes muy serias? para unos niños, claro está.
No intentaré justificarme, pero hasta aquel juego tenía sus reglas: Mismo número de personas por cada bando, ramas verdes de abedul, flexibles, que marcan pero no matan y pellas de arcilla del río, que manchan la ropa y, sólo cuando las dejas secar demasiado tiempo, ponen un ojo morado.
La historia que algún día contaré a mis hijos comienza, así, con el final de mi infancia, que tuvo lugar aquella mañana de invierno para más señas. Venían, para sorpresa de los cuatro o cinco que andábamos haraganeando entre los manzanos ahora marchitos de las colinas del sur, con un ansia de venganza inusitada. Los vimos llegar desde lejos y, en particular, al cabecilla, el hijo de Aaron Highbark, famoso por su imprudencia y por elevar las sandeces más insustanciales a la categoría de insulto.
Aún hoy no puedo evocar lo que pasó aquella mañana y sólo he llegado a comprender una parte. Los recuerdos son borrosos: huellas apresuradas sobre las primeras nieves, piedras que volaban sobre nuestras cabezas y mi mano derecha, cubierta de brillante sangre agarrando del cuello a aquel matón mientras uno de mis amigos yacía en el suelo con el brazo dispuesto en la postura más antinatural que nunca hubiera visto.
Dudo que le hiciese mucho daño, es más, aseguraría que la única herida imborrable que pude dejar a aquel asno estaba en su pundonor, pues yo, más vocinglero que luchador, no era de los más duchos con las ramas que blandíamos a modo de espadas y rara vez alcanzaba al otro lado del río en los concursos de guijarros que organizábamos en verano.
Pero aquel día estaba en mi sino meterme en el mayor y último de los líos de mi juventud. Al tratarse del hijo de un importante mercader de la zona, no pasó de aquel día sin que su padre se personase en Ashabenford para reclamar justicia ante la tropelía que se había cometido contra su hijo, que había regresado a casa cubierto de sangre, aunque no de la suya propia.
Visto para sentencia ? Pensé. Pero me equivocaba. Aquel día conocí a Nerval, que se interesó por las circunstancias de la riña y por los recuerdos que yo conservaba de ella y, muy especialmente, por el estado de mi mano que no exhibía ni un rasguño. Se decidió que mi castigo sería servir durante un tiempo a la ciudad para apartarme de las tentaciones violentas a las que sucumbíamos con frecuencia.
Así fue que, en vez de ser azotado públicamente como reclamaba el señor Highbark, cumplí con mi castigo. No fue hasta un par de años después que alcancé a comprender los motivos que impulsaron a mi defensor a brindarme tan gran ayuda. Loado sea Tyr
--- o ---
Y, cosas del destino, yo no sabré de momento como olía un orco, pero si que me hacía a la idea de cómo olía la bodega de un barco pirata. Apenas podía recordar lo que había sucedido desde aquel atardecer en el puerto de Keczuva, pero de lo que si estaba seguro es de que mi espalda, lacerada por el látigo y atormentada por el trabajo incesante empezaba a reclamar un justo resarcimiento por tan injustificada desventura.
--- o ---
La vocación por el servicio a Tyr, no se despertó en mí hasta pasado ese tiempo. Se podría decir, más bien, que se tomó su tiempo para desperezarse mientras Nerval hacía gala de una paciencia rayana en lo sobrehumano. Pasado ese tiempo me había hecho un nombre en Ashabenford y era respetado como ayudante de mi maestro.
Llegaron entonces a mi vida esos tiempos en los que la sangre de un ser humano comienza a bullir en busca de una compañera con la que aposentarse y yo no era una excepción a aquella regla de la madre naturaleza. Pero aquella primavera, que fue también la de la reaparición de los elfos oscuros en Mistledale, no estaba hecha para mí.
Dado que la edad impedía a mi maestro tomar parte en las batidas que las patrullas realizaban por el Valle, yo fui el encargado de suplir su presencia a las órdenes de Haresk Malorn. El brillo de las armas unido al prestigio de un servidor de Tyr debió de impresionar a aquella muchacha más aún de lo que cabría esperar. Y he de reconocer que la impresión era mutua.
Lamentablemente, otros ojos se habían posado en el delicado talle de Enid. Unos ojos envidiosos que, desde largo tiempo atrás, albergaban no poca inquina contra mi persona. A pesar de que era una cuestión pública que Enid y yo acostumbrábamos a dar largos paseos por los campos de manzanos cuando nuestras respectivas obligaciones nos lo permitían, el primogénito de los Hihgbark, ahora miembro de pleno derecho de la Guardia de Mistdale proclamó, quién sabe si por verdadero interés o si sólo por despecho hacia mi persona, su intención de cortejar a la que él calificaba como ?la pieza de la temporada?.
Después de varios dimes y diretes en torno a la dama y cuando los rumores urdidos por el propio Highbark empezaron a amenazar con resquebrajar la virtud de Enid, mi sangre caliente me jugó una mala pasada y acepté tomar parte en un absurdo duelo en el que se obtendría como premio el derecho de cortejo de mi amada.
Aquí un lector de novelas esperaría ansioso un relato de honor, una de esas gestas en las que el galán protege a su dama de las fuerzas del destino. Pero aquello nunca tuvo lugar. La víspera de la batalla comencé a dudar de los motivos que me habían impulsado a aceptar tan absurdo desafío: ¿Acaso Enid me había dado alguna vez motivo alguno para pensar que aquel truhán tenía alguna oportunidad? ¿No era una tropelía derramar sangre inocente, bravucona y asnal, pero inocente, por un motivo tan poco digno?
Sea como fuere, a la mañana siguiente no acudí a la cita. Tampoco Enid acudió a la suya conmigo y yo interpreté que aquello significaba el fin de nuestra relación. Por miedo al ridículo nunca volví a preguntarle si el motivo de nuestra ruptura había sido aceptar aquel desafío estúpido o el hecho de no haberme presentado. Pero sabía lo suficiente de las mujeres como para darme cuenta de que, si no tenía clara ni tan siquiera esa cuestión, sin duda lo mejor era esperar a que ella misma diera el primer paso.
Espere en vano. De la misma forma que esperó en vano Highbark a que Enid se dignase a cruzar con el una sola palabra. Sé que es infantil, pretencioso, egoísta e incluso indigno, pero aquel hecho me consuela y, me hace pensar que tal vez en el futuro no todo esté perdido con mi amada. Sólo he de esperar la ocasión adecuada para presentarle mis disculpas.
--- o ---
Mal momento para pensar en lances amorosos elijo cuando debería estar elucubrando la mejor manera de librarme de mis captores. Pero así es la mente humana: cuando las cosas van mal intenta evadirse evocando tiempo mejores. Además, mi cabeza aún está embotada por la paliza que me dieron antes de subirme al barco y no quisiera dar un paso en falso sin antes asegurarme de que elijo bien la dirección. ¿Estará por aquí esa reliquia?
--- o ---
Los ataques de los drow se hicieron cada vez más frecuentes y, en apariencia, desordenados. Y sólo gracias a los denodados esfuerzos Haresk, al que cada vez tenía en más aprecio, el pánico no cundía entre la población. Entonces comenzó el principio de la historia que hoy me ha llevado hasta Amn. Aunque a decir verdad es posible que ésta comenzara mucho antes.
La forma de éste relato depende mucho del narrador, pero en lo que todos coinciden en que hace milenios una estrella cayó muy cerca de los Valles. Según cuentan, uno de los fragmentos que se desprendieron de aquel astro acabó cayendo en manos del culto de Tyr, y fue precisamente donde aquella piedra cayó que decidieron crear el templo que ahora se encuentra en Mistledale.
Desde su fundación, la custodia de aquel fragmento, que se dice protege la región de las injusticias y asegura la prosperidad de los hombres que habitan aquella tierra, ha pasado de un sacerdote de Tyr a otro.
Esta vez sí, el tópico se habría de hacer realidad y la piedra, custodiada desde hace milenios por los fieles de Tyr, desapareció mientras yo me encontraba tomando parte en una de las batidas que hubimos de hacer en las socarradas tierras al este de la ciudad tras sofocar un fuego provocado por los elfos oscuros.
Cuando regresé al solaz del santuario, magullado y oliendo a hollín cual carbonero, hallé que Nerval había sido asaltado y herido por un desconocido y la piedra arrebatada de sus manos. No reparé en medios hasta ver restablecida la salud al que ahora más que como maestro trato como amigo.
El resto de mi historia pertenece más al presente. El único resto dejado por el asaltante, un escudo de armas arrebatado en el forcejeo y que, a decir de los entendidos, pertenecen a una familia de mercaderes de Amn me guiaron hasta estas tierras en las que he encontrado la mayor de mis desgracias.
Mi historia, como he dicho, hizo una parte. Mi ingenuidad, el resto. No sé porqué acepté seguir a aquel hombre que afirmaba necesitar imperiosamente mi ayuda cuando Haresk ya me había advertido que hiciera más caso a mi seso que a mi corazón en esta tierra donde el dinero lo mueve todo.
--- o ---
Puede que no fuera prudente ir enseñando aquel trozo de tela por la ciudad y llamase sin darme cuenta la atención de alguien o que simplemente algún mercader de esclavos me considerase un blanco fácil para su negocio. De momento lo único que puedo hacer es acopio de todas mis fuerzas para salir de aquí. No ha mucho que he visto a otros que han corrido mi misma suerte y, dicho sea todo, aunque cándido en ocasiones, aprendo rápido. He leído en sus ojos la rabia, la ira contenida del que soporta su injusto cautiverio porque no tiene más remedio. Tal vez todos juntos seremos capaces de alzarnos contra nuestros captores. Más tarde... Más tarde Tyr habrá de guiar mis pasos en estas oscuras tierras.
--- o ---
Cómo puedes ver te dejo una buena selección para que hagas lo que te parezca mejor. PNJs hay de sobra (Nerval, el hijo de Aaron Highbark, Harest, Enid, el asaltante de mi maestro, el hombre que me guió hasta la emboscada, el mercader de esclavos).
Tramas abiertas también te dejo unas cuantas: mi enfrentamiento con Aaron Highbark, el amor de Enid, el robo de la reliquia, el tráfico de esclavos...) y creo que las he dejado lo bastante poco definidas para que puedas mezclarlas entre sí, tratarlas por separado o desecharlas si te parecen engorrosas o poco interesantes.
Creo que el personaje me ha quedado un tanto peculiar, pues no es el típico clérigo de Tyr: Sabe lo que se espera de él, pero teme defraudar a aquellos que estima, pues pese a los dogmas de su fe, es consciente de que la eterna justicia de Tyr no alcanza a los sentimientos.
Es idealista, algo irreflexivo en ocasiones por su inmadurez, arrojado para hacer la justicia pero puede llegar a ser cobarde cuando es se trata de sus sentimientos y, últimamente, algo sobrepasado por una responsabilidad que le viene grande. En mi opinión lo más interesante es que tiene un lado muy humano, casi tierno, que deshace un poco el mito del sacerdote de Tyr como máquina de hacer justicia.
Por supuesto, si crees que se parece demasiado a un oso amoroso y crees que un servidor de Tyr más ?clásico? encajaría mejor, todavía estamos a tiempo de convertirlo en un machote... ¡Ah! Se me olvidaba. Su nombre es Lars Timberson.
"Despierta..."
- Iriai
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Re: Cancionero de Athkatla: lo que saben los bardos
Ethan O?Riordan
SirAlexander
Humano Explorador Urbano
Ethan nació en Athkatka hace 25 años, creció en sus calles, pero siguió un camino opuesto al de la mayoría de sus conocidos. Cuando tenía quince años fue capturado mientras robaba una tienda por la capitana Luinil Eomiel, una elfa famosa por su belleza y frialdad, desde ese día la vida cambió para él. Por su corta edad, y por ser la primera trasgresión, salió con una reprimenda por parte del juez y cuando volvió a las calles lo primero que hizo fue acudir al destacamento donde servía Luinil.
Ethan le pidió que lo aceptase como aprendiz, la joven en un principio se negó, pero tras cuatro meses de insistir estoicamente, durante los cuales el joven llegó a hacer ayunos, finalmente Luinil cedió. Probablemente haya sido porque no podía llevar en su conciencia la muerte de un estúpido chiquillo, quizá había visto en ese estúpido chiquillo una determinación sin igual, nadie lo sabe, pero jamás se arrepintió de su decisión.
El joven O?Riordan entrenó con Luinil durante cuatro años, hasta que tuvo edad de ingresar en la guardia urbana. En dos años Ethan había ascendido por los rangos de la milicia y varios comentaban que sería el capitán mas joven en años. Sin embargo dicen que las desgracias llegan en grupos de tres, en el caso del Teniente O?Riordan todo comenzó con la muerte de su mentora a manos de unos contrabandistas. Unos meses mas tarde se encontró con Liam, un viejo amigo de la infancia, regenteando una taberna. A la vista de que ambos tenían oficios honrados, decidieron reiniciar su amistad. La tercera desgracia fue Fiona, la esposa de Liam, de la cual Ethan se enamoró perdidamente.
Durante meses la situación para el joven se hizo insoportable, iba a visitar a su amigo y la mujer estaba allí, cocinando, sirviéndoles alguna copa mientras jugaban a las cartas, llevando el peso de una charla cuando Liam caía vencido por el alcohol? y finalmente flirteando con él. Ethan no podría decir como sucedió, ni quien dio el primer paso, lo cierto es que una noche, luego de que Liam cayera en el sopor del alcohol, Fiona estaba en sus brazos y nada más en el mundo pareció importarle.
La culpa remordía al Teniente cada vez que abandonaba el lecho de Fiona, sin embargo aprovechaban cualquier ausencia de Liam de la ciudad para encontrarse. Ethan arreglaba sus días de permiso para que coincidieran con las ausencias de su amigo y los pasaba en la taberna ayudando a Fiona. A nadie extrañaba la presencia del vigilante en la taberna, era de público conocimiento que él y el dueño eran amigos de la infancia. Luego del cierre las sábanas eran los únicos testigos de los encuentros de los jóvenes amantes, y más de un bardo podría haber escrito canciones sobre el trágico amor que los consumía.
Un amanecer, hace cinco años, al volver de una de sus románticas salidas, Ethan se encontró con su capitán, Ron Strelok, y dos guardias en la puerta de su casa. Le dijo que un cargamento de plata destinado a una familia influyente de la ciudad cuyo recorrido sólo conocía cierta gente, incluyéndolo a él había sido asaltado. Para colmo de males su estoque, regalo de su maestra había sido encontrado en la escena del crimen. Con sólo presentar una coartada, con sólo demostrar que él no había estado en las cercanías del lugar esa noche, se salvaría. Pero no podía hacer eso, no podía delatar a Fiona ante Liam, no podía hacer pública la deshonra de Liam. El amor pudo más que la verdad y Ethan fue encerrado, el botín jamás fue encontrado y Ethan jamás confesó ser culpable del crimen aunque aguantó el castigo impuesto por el juez estoicamente.
Hace un mes salió de la cárcel, su carrera arruinada, su vida en ruinas, pero impulsado por el amor a una mujer que jamás le escribió una carta durante sus cinco años de encierro. No podía culparla, Liam lo hubiera sabido. Sus pasos lo guiaron a la taberna, necesitaba verla aunque más no fuera una vez más... Pero la taberna estaba cerrada, preguntó a los vecinos y supo que unos cinco años atrás, unos días después de que fuera condenado, el tabernero y su mujer cerraron las puertas y se marcharon sin dar explicación ni residencia. Ethan apoyó su espalda contra la pared y resbaló hasta quedar sentado en el barrillo que formaba la llovizna con la tierra sobre los adoquines. Abrazó sus rodillas, y la rabia casi lo consume, cinco años de su vida, su carrera, todo sacrificado por nada. Finalmente la verdad que no quería reconocer tomaba forma en su cabeza, le habían tendido una trampa y había caído como un imbécil.
Unas horas más tarde estaba en una taberna revisando los avisos de trabajo en un tablero, alguien tenía que tener trabajo para alguien con sus habilidades, de hecho hasta aceptaría trabajo para transportar cosas. No permitiría que su vida se apagara, y si alguna vuelta de la vida lo ponía nuevamente en contacto con Fiona y Liam, arreglaría cuentas con ellos. Sabía que no podía recurrir a su antiguo empleo, debía pasar al menos un año en libertad para que lo aceptaran en la fuerza. Aún así debía pasar por el cuartel para buscar sus pertenencias, una vez allí se encontró con que si bien muchos al reconocerlo lo repudiaban, algunos, entre ellos su antiguo capitán, ahora Mayor, Ron Strelok, lo recibieron con los brazos abiertos. Saber que al menos alguien creía en su inocencia era reconfortante, aún así debía esperar, y aprovecharía ese tiempo para limpiar su nombre.
Consiguió trabajo como vigilante del negocio de Amos Finnegan, un comerciante de unos cincuenta años al cual había salvado cuando aún era un agente y que le había tomado aprecio. El hombre le daba techo y comida, y le pagaba lo que podía, a cambio él se encargaba de escoltar a sus hijos cuando estos debían haber alguna entrega o de cuidar el negocio de los posibles asaltantes. También escoltaba a su mujer y su hija cuando iban al templo los domingos y si debían ir de compras. En una ciudad en estado de revolución nunca esta de más una espada de alquiler cuyo precio sea razonable.
Sin embargo la paz duró poco, Flint Dunnegan, un marino al cual él había metido preso por robo seis meses antes de que lo acusaran, y con el cual compartió celda hasta dos años antes de que Ethan saliera, lo encontró en una taberna del puerto en uno de sus momentos libres. El ex vigilante creía que el marino no le guardaba rencor, que el tiempo pasado en la carcel lo había ayudado a ver que el único responsable de su situación había sido él mismo. Sin embargo lo cierto es que Flint era un hombre rencoroso, pero sin las agallas para acabar con la vida de Ethan. Las bebidas que alcanzaba al joven mientras le contaba de su ?nueva vida?, pintándole un cuadro de trabajo honrado, estaban drogadas, y no faltó mucho para que la cabeza de Ethan golpeara la mesa. A una señal del marino, dos figuras encapuchadas levantaron al joven, le entregaron el estoque y la daga a Flint, y se lo llevaron.
Ethan despertó al día siguiente con la sensación de que el mundo se movía debajo suyo, a medida que iba recuperando la consciencia la sensación no desaparecía, y cuando sitió el frío del metal sobre sus muñecas y tobillos deseó estar soñando. Sin embargo el cuadro era real, casi sin ropas, encadenado al suelo de un barco, con el olor a sudor y mar que caracteriza a los barcos esclavistas, al joven no le quedó más que aceptar temporalmente su destino.
Relaciones:
Liam Longfellow (30): Amigo de la infancia, raterito y ladrón de poca monta, fue el instigador del robo por el cual metieron preso a Ethan la primera vez. Apareció seis años después en su vida, tenía una taberna que regenteaba con su hermana Fiona. En realidad era una tapadera puesta por los Ladrones de las Sombras para conseguir de Ethan la información del cargamento de plata que fue robado. Es un tipo frío que no dudó en prostituir a su hermana en cuanto tuvo edad para ello y en usarla de anzuelo para pescar a Ethan. Paradero desconocido, el ex policía lo busca para limpiar su nombre.
Fiona Longfellow (23): Es una mujer de poco carácter, dominada desde pequeña por su hermano al cual admira y odia a un tiempo. Jamás tuvo el valor de enfrentarse a Liam y él fue quien la desvirgó a los catorce años y la entregó a su banda para que la ?entrenasen? para la calle. El trabajo con Ethan fue su salida de las calles y su entrada a las Sombras, por lo que hizo su papel con esmero, Sin embargo no contaba con enamorarse realmente de Ethan, algo que descubrió unos meses luego de que éste fuera condenado. Para empeorar las cosas unas semanas mas tarde descubrió que estaba embarazada, tuvo al chico en secreto y lo entregó a una familia de comerciantes para que lo criasen. Sin embargo no perdió contacto con él y todos los meses va a verlo, el chico sabe quien es ella y quien es su padre. Fiona estuvo presente el día en que liberaron a Ethan, y lo siguió entre las sombras hasta la taberna, lo vió llorar y pudo ver en sus ojos como descubría la traición. No se atrevió a acercarse, a pesar de ser una de las Sombras, una ladrona y estafadora de cuidado y una actriz excelente, no pudo enfrentarse al hombre que ama con la verdad. Siguió vigilando sus pasos, pensando en cual sería el mejor momento para enfrentarlo, pero perdió su pista luego de verlo entrar a una taberna. Perdió contacto con su hermano hace cuatro años.
Sean (5): Es un niño alegre, los comerciantes que lo cuidan son buenas personas atrapadas en las redes de las Sombras. Su madre lo visita todos los meses y le cuenta historias de su padre, al cual ve idealizado a través de los ojos de su madre. Piensa que el padre está de viaje y Fiona le prometió que cuando vuelva los tres se van a ir a vivir juntos lejos de Amn.
Ron Strelok (35): Mayor de los vigilantes de Athkatka, es un hombre recto de buen corazón que estaba enamorado de la elfa Luinil, la maestra de Ethan. Sabe que el joven no estuvo implicado en el robo y sospecha los motivos por los cuales calló.
Flint Dunnegan (25): Ladron cobarde y rencoroso, fingió perdonar a Ethan dado que no tenía las agallas para matarlo y lo vendió a los esclavistas. Es el actual poseedor de la espada que perteneció a la maestra de Ethan.
Familia Finnegan:
Amos (45): Padre y cabeza de la familia, comerciante, siente una gran estima por Ethan, al que vio crecer y convertirse en un hombre de bien. Fue su comercio en el cual Luinil atrapó al joven, y años mas tarde Ethan impidió un robo que hubiese terminado con la muerte de Amos. Cuando se enteró que había salido de la cárcel le ofreció trabajo techo y comida, y lo tiene como un ejemplo de lo que debe ser un hombre hecho y derecho. Él sospecha que hay una historia de amor detrás de la reticencia de Ethan a confesar donde estuvo esa noche, una mujer que no podía ser delatada.
Elhone (42): Esposa de Amos, aprecia a Ethan por haber salvado a su esposo.
Ilan (23): Hijo mayor, ve a Ethan como un intruso y esta cansado de que su padre le diga que sea como él.
Matthew (20): Para él Ethan es realmente un modelo a seguir, quisiera entrar en la milicia o en la guardia, pero su madre se opone.
Rianne (18): Como es lógico la aparición de Ethan removió el mundo de la joven, la última vez que lo había visto tenía trece años y estaba encaprichada con el joven. Tenerlo bajo su mismo techo es una tentación y una tortura al mismo tiempo. Ethan la ve como a una chiquilla y ella lo sabe, eso le molesta y su carácter se ha vuelto agrio. El hecho de que la fortuna de su familia se haya ido evaporando no ayuda, y todo es culpa de Ethan. En el mes que pasó con la familia la chica pasó de mirar al joven con ojos soñadores a darle vuelta la cara cada vez que aparece. El hecho de que él la rechazara cuando se le apareció en el cuarto fue el detonante.
***************************************************************************
Kodo y Podo
Durante el tercer año de estadía en la cárcel el compañero de celda de Ethan quedó en libertad, debido a su pasado como vigilante había tenido varios enfrentamientos y las autoridades decidieron dejarlo solo. Quizá esta haya sido una de las medidas mas acertadas y crueles que se hayan tomado. Un hombre en compañía de otros puede luchar con sus temores, o al menos esquivarlos. En solitario Ethan era acosado por sus fantasmas, Liam el amigo traicionado, Fiona la mujer abandonada, Luinil la maestra decepcionada? Tres figuras que peleaban en su mente mostrándole sus errores, clavando dagas heladas de culpa. Al sexto mes los guardias hacían apuestas sobre el loco de la celda seis, le tiraban algún animal muerto para ver cuanto tardaba en devorarlo, y no faltó mucho tiempo para que experimentaran con animales vivos.
Una tarde le tiraron un hurón, la lucha fue cruenta y él se llevó varias heridas, sin embargo, cuando iba a abrirla para comérsela algo llamó su atención. Había movimiento en la panza del animal, era una hembra y estaba embarazada, a punto de dar a luz. Una luz tenue se abrió paso entre las sombras de la mente de Ethan, con cuidado ayudó a las crías a salir de su encierro, de las ocho crías sólo cuatro estaban vivas, y con la leche que quedaba en la madre sólo dos llegaron a la semana de vida. Ethan alimentaba a los cachorros con lo que tuviera. Había vuelto a pedir la comida y les daba a las criaturas el caldo cuando había, y cuando no su sangre. Les daba calor durante las frías noches y cuando comenzaron a comer sólidos Ethan supo que los había salvado. Le puso nombre Kodo al macho con anteojos y Podo a la hembra albina. Una sola vez los guardias intentaron quitarle a sus crias, y el guardia que entró salió con un brazo quebrado. A Ethan lo salvo el que el capitán de la guardia, un viejo conocido, pasara por ahí. El hecho de que el ex vigilante no hubiese matado al guardia habiendo tenido la oportunidad, le valió el reconocimiento del capitán y se le permitió quedarse con sus mascotas.
Poco a poco, el contar con alguien que lo escuchaba, sirvió para que Ethan recuperase la cordura. Les contaba a los hurones su historia y se escuchaba a si mismo, descubriendo que su culpa no era tan grave. Cuando el tiempo se cumplió, Ethan sonreía, algo que no podía hacer cuando había entrado. Sus mascotas, sus amigos, sus hijos, iban con el a todos lados en un morral, y junto con el abandonaron la prisión y se encaminaron a una nueva vida. La noche en que lo metieron en el barco, los hurones lo siguieron, y cuando Ethan se despertó, el tirón conocido de un par de dientes en su dedo índice trajo una sonrisa a sus labios.
SirAlexander
Humano Explorador Urbano
Ethan nació en Athkatka hace 25 años, creció en sus calles, pero siguió un camino opuesto al de la mayoría de sus conocidos. Cuando tenía quince años fue capturado mientras robaba una tienda por la capitana Luinil Eomiel, una elfa famosa por su belleza y frialdad, desde ese día la vida cambió para él. Por su corta edad, y por ser la primera trasgresión, salió con una reprimenda por parte del juez y cuando volvió a las calles lo primero que hizo fue acudir al destacamento donde servía Luinil.
Ethan le pidió que lo aceptase como aprendiz, la joven en un principio se negó, pero tras cuatro meses de insistir estoicamente, durante los cuales el joven llegó a hacer ayunos, finalmente Luinil cedió. Probablemente haya sido porque no podía llevar en su conciencia la muerte de un estúpido chiquillo, quizá había visto en ese estúpido chiquillo una determinación sin igual, nadie lo sabe, pero jamás se arrepintió de su decisión.
El joven O?Riordan entrenó con Luinil durante cuatro años, hasta que tuvo edad de ingresar en la guardia urbana. En dos años Ethan había ascendido por los rangos de la milicia y varios comentaban que sería el capitán mas joven en años. Sin embargo dicen que las desgracias llegan en grupos de tres, en el caso del Teniente O?Riordan todo comenzó con la muerte de su mentora a manos de unos contrabandistas. Unos meses mas tarde se encontró con Liam, un viejo amigo de la infancia, regenteando una taberna. A la vista de que ambos tenían oficios honrados, decidieron reiniciar su amistad. La tercera desgracia fue Fiona, la esposa de Liam, de la cual Ethan se enamoró perdidamente.
Durante meses la situación para el joven se hizo insoportable, iba a visitar a su amigo y la mujer estaba allí, cocinando, sirviéndoles alguna copa mientras jugaban a las cartas, llevando el peso de una charla cuando Liam caía vencido por el alcohol? y finalmente flirteando con él. Ethan no podría decir como sucedió, ni quien dio el primer paso, lo cierto es que una noche, luego de que Liam cayera en el sopor del alcohol, Fiona estaba en sus brazos y nada más en el mundo pareció importarle.
La culpa remordía al Teniente cada vez que abandonaba el lecho de Fiona, sin embargo aprovechaban cualquier ausencia de Liam de la ciudad para encontrarse. Ethan arreglaba sus días de permiso para que coincidieran con las ausencias de su amigo y los pasaba en la taberna ayudando a Fiona. A nadie extrañaba la presencia del vigilante en la taberna, era de público conocimiento que él y el dueño eran amigos de la infancia. Luego del cierre las sábanas eran los únicos testigos de los encuentros de los jóvenes amantes, y más de un bardo podría haber escrito canciones sobre el trágico amor que los consumía.
Un amanecer, hace cinco años, al volver de una de sus románticas salidas, Ethan se encontró con su capitán, Ron Strelok, y dos guardias en la puerta de su casa. Le dijo que un cargamento de plata destinado a una familia influyente de la ciudad cuyo recorrido sólo conocía cierta gente, incluyéndolo a él había sido asaltado. Para colmo de males su estoque, regalo de su maestra había sido encontrado en la escena del crimen. Con sólo presentar una coartada, con sólo demostrar que él no había estado en las cercanías del lugar esa noche, se salvaría. Pero no podía hacer eso, no podía delatar a Fiona ante Liam, no podía hacer pública la deshonra de Liam. El amor pudo más que la verdad y Ethan fue encerrado, el botín jamás fue encontrado y Ethan jamás confesó ser culpable del crimen aunque aguantó el castigo impuesto por el juez estoicamente.
Hace un mes salió de la cárcel, su carrera arruinada, su vida en ruinas, pero impulsado por el amor a una mujer que jamás le escribió una carta durante sus cinco años de encierro. No podía culparla, Liam lo hubiera sabido. Sus pasos lo guiaron a la taberna, necesitaba verla aunque más no fuera una vez más... Pero la taberna estaba cerrada, preguntó a los vecinos y supo que unos cinco años atrás, unos días después de que fuera condenado, el tabernero y su mujer cerraron las puertas y se marcharon sin dar explicación ni residencia. Ethan apoyó su espalda contra la pared y resbaló hasta quedar sentado en el barrillo que formaba la llovizna con la tierra sobre los adoquines. Abrazó sus rodillas, y la rabia casi lo consume, cinco años de su vida, su carrera, todo sacrificado por nada. Finalmente la verdad que no quería reconocer tomaba forma en su cabeza, le habían tendido una trampa y había caído como un imbécil.
Unas horas más tarde estaba en una taberna revisando los avisos de trabajo en un tablero, alguien tenía que tener trabajo para alguien con sus habilidades, de hecho hasta aceptaría trabajo para transportar cosas. No permitiría que su vida se apagara, y si alguna vuelta de la vida lo ponía nuevamente en contacto con Fiona y Liam, arreglaría cuentas con ellos. Sabía que no podía recurrir a su antiguo empleo, debía pasar al menos un año en libertad para que lo aceptaran en la fuerza. Aún así debía pasar por el cuartel para buscar sus pertenencias, una vez allí se encontró con que si bien muchos al reconocerlo lo repudiaban, algunos, entre ellos su antiguo capitán, ahora Mayor, Ron Strelok, lo recibieron con los brazos abiertos. Saber que al menos alguien creía en su inocencia era reconfortante, aún así debía esperar, y aprovecharía ese tiempo para limpiar su nombre.
Consiguió trabajo como vigilante del negocio de Amos Finnegan, un comerciante de unos cincuenta años al cual había salvado cuando aún era un agente y que le había tomado aprecio. El hombre le daba techo y comida, y le pagaba lo que podía, a cambio él se encargaba de escoltar a sus hijos cuando estos debían haber alguna entrega o de cuidar el negocio de los posibles asaltantes. También escoltaba a su mujer y su hija cuando iban al templo los domingos y si debían ir de compras. En una ciudad en estado de revolución nunca esta de más una espada de alquiler cuyo precio sea razonable.
Sin embargo la paz duró poco, Flint Dunnegan, un marino al cual él había metido preso por robo seis meses antes de que lo acusaran, y con el cual compartió celda hasta dos años antes de que Ethan saliera, lo encontró en una taberna del puerto en uno de sus momentos libres. El ex vigilante creía que el marino no le guardaba rencor, que el tiempo pasado en la carcel lo había ayudado a ver que el único responsable de su situación había sido él mismo. Sin embargo lo cierto es que Flint era un hombre rencoroso, pero sin las agallas para acabar con la vida de Ethan. Las bebidas que alcanzaba al joven mientras le contaba de su ?nueva vida?, pintándole un cuadro de trabajo honrado, estaban drogadas, y no faltó mucho para que la cabeza de Ethan golpeara la mesa. A una señal del marino, dos figuras encapuchadas levantaron al joven, le entregaron el estoque y la daga a Flint, y se lo llevaron.
Ethan despertó al día siguiente con la sensación de que el mundo se movía debajo suyo, a medida que iba recuperando la consciencia la sensación no desaparecía, y cuando sitió el frío del metal sobre sus muñecas y tobillos deseó estar soñando. Sin embargo el cuadro era real, casi sin ropas, encadenado al suelo de un barco, con el olor a sudor y mar que caracteriza a los barcos esclavistas, al joven no le quedó más que aceptar temporalmente su destino.
Relaciones:
Liam Longfellow (30): Amigo de la infancia, raterito y ladrón de poca monta, fue el instigador del robo por el cual metieron preso a Ethan la primera vez. Apareció seis años después en su vida, tenía una taberna que regenteaba con su hermana Fiona. En realidad era una tapadera puesta por los Ladrones de las Sombras para conseguir de Ethan la información del cargamento de plata que fue robado. Es un tipo frío que no dudó en prostituir a su hermana en cuanto tuvo edad para ello y en usarla de anzuelo para pescar a Ethan. Paradero desconocido, el ex policía lo busca para limpiar su nombre.
Fiona Longfellow (23): Es una mujer de poco carácter, dominada desde pequeña por su hermano al cual admira y odia a un tiempo. Jamás tuvo el valor de enfrentarse a Liam y él fue quien la desvirgó a los catorce años y la entregó a su banda para que la ?entrenasen? para la calle. El trabajo con Ethan fue su salida de las calles y su entrada a las Sombras, por lo que hizo su papel con esmero, Sin embargo no contaba con enamorarse realmente de Ethan, algo que descubrió unos meses luego de que éste fuera condenado. Para empeorar las cosas unas semanas mas tarde descubrió que estaba embarazada, tuvo al chico en secreto y lo entregó a una familia de comerciantes para que lo criasen. Sin embargo no perdió contacto con él y todos los meses va a verlo, el chico sabe quien es ella y quien es su padre. Fiona estuvo presente el día en que liberaron a Ethan, y lo siguió entre las sombras hasta la taberna, lo vió llorar y pudo ver en sus ojos como descubría la traición. No se atrevió a acercarse, a pesar de ser una de las Sombras, una ladrona y estafadora de cuidado y una actriz excelente, no pudo enfrentarse al hombre que ama con la verdad. Siguió vigilando sus pasos, pensando en cual sería el mejor momento para enfrentarlo, pero perdió su pista luego de verlo entrar a una taberna. Perdió contacto con su hermano hace cuatro años.
Sean (5): Es un niño alegre, los comerciantes que lo cuidan son buenas personas atrapadas en las redes de las Sombras. Su madre lo visita todos los meses y le cuenta historias de su padre, al cual ve idealizado a través de los ojos de su madre. Piensa que el padre está de viaje y Fiona le prometió que cuando vuelva los tres se van a ir a vivir juntos lejos de Amn.
Ron Strelok (35): Mayor de los vigilantes de Athkatka, es un hombre recto de buen corazón que estaba enamorado de la elfa Luinil, la maestra de Ethan. Sabe que el joven no estuvo implicado en el robo y sospecha los motivos por los cuales calló.
Flint Dunnegan (25): Ladron cobarde y rencoroso, fingió perdonar a Ethan dado que no tenía las agallas para matarlo y lo vendió a los esclavistas. Es el actual poseedor de la espada que perteneció a la maestra de Ethan.
Familia Finnegan:
Amos (45): Padre y cabeza de la familia, comerciante, siente una gran estima por Ethan, al que vio crecer y convertirse en un hombre de bien. Fue su comercio en el cual Luinil atrapó al joven, y años mas tarde Ethan impidió un robo que hubiese terminado con la muerte de Amos. Cuando se enteró que había salido de la cárcel le ofreció trabajo techo y comida, y lo tiene como un ejemplo de lo que debe ser un hombre hecho y derecho. Él sospecha que hay una historia de amor detrás de la reticencia de Ethan a confesar donde estuvo esa noche, una mujer que no podía ser delatada.
Elhone (42): Esposa de Amos, aprecia a Ethan por haber salvado a su esposo.
Ilan (23): Hijo mayor, ve a Ethan como un intruso y esta cansado de que su padre le diga que sea como él.
Matthew (20): Para él Ethan es realmente un modelo a seguir, quisiera entrar en la milicia o en la guardia, pero su madre se opone.
Rianne (18): Como es lógico la aparición de Ethan removió el mundo de la joven, la última vez que lo había visto tenía trece años y estaba encaprichada con el joven. Tenerlo bajo su mismo techo es una tentación y una tortura al mismo tiempo. Ethan la ve como a una chiquilla y ella lo sabe, eso le molesta y su carácter se ha vuelto agrio. El hecho de que la fortuna de su familia se haya ido evaporando no ayuda, y todo es culpa de Ethan. En el mes que pasó con la familia la chica pasó de mirar al joven con ojos soñadores a darle vuelta la cara cada vez que aparece. El hecho de que él la rechazara cuando se le apareció en el cuarto fue el detonante.
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Kodo y Podo
Durante el tercer año de estadía en la cárcel el compañero de celda de Ethan quedó en libertad, debido a su pasado como vigilante había tenido varios enfrentamientos y las autoridades decidieron dejarlo solo. Quizá esta haya sido una de las medidas mas acertadas y crueles que se hayan tomado. Un hombre en compañía de otros puede luchar con sus temores, o al menos esquivarlos. En solitario Ethan era acosado por sus fantasmas, Liam el amigo traicionado, Fiona la mujer abandonada, Luinil la maestra decepcionada? Tres figuras que peleaban en su mente mostrándole sus errores, clavando dagas heladas de culpa. Al sexto mes los guardias hacían apuestas sobre el loco de la celda seis, le tiraban algún animal muerto para ver cuanto tardaba en devorarlo, y no faltó mucho tiempo para que experimentaran con animales vivos.
Una tarde le tiraron un hurón, la lucha fue cruenta y él se llevó varias heridas, sin embargo, cuando iba a abrirla para comérsela algo llamó su atención. Había movimiento en la panza del animal, era una hembra y estaba embarazada, a punto de dar a luz. Una luz tenue se abrió paso entre las sombras de la mente de Ethan, con cuidado ayudó a las crías a salir de su encierro, de las ocho crías sólo cuatro estaban vivas, y con la leche que quedaba en la madre sólo dos llegaron a la semana de vida. Ethan alimentaba a los cachorros con lo que tuviera. Había vuelto a pedir la comida y les daba a las criaturas el caldo cuando había, y cuando no su sangre. Les daba calor durante las frías noches y cuando comenzaron a comer sólidos Ethan supo que los había salvado. Le puso nombre Kodo al macho con anteojos y Podo a la hembra albina. Una sola vez los guardias intentaron quitarle a sus crias, y el guardia que entró salió con un brazo quebrado. A Ethan lo salvo el que el capitán de la guardia, un viejo conocido, pasara por ahí. El hecho de que el ex vigilante no hubiese matado al guardia habiendo tenido la oportunidad, le valió el reconocimiento del capitán y se le permitió quedarse con sus mascotas.
Poco a poco, el contar con alguien que lo escuchaba, sirvió para que Ethan recuperase la cordura. Les contaba a los hurones su historia y se escuchaba a si mismo, descubriendo que su culpa no era tan grave. Cuando el tiempo se cumplió, Ethan sonreía, algo que no podía hacer cuando había entrado. Sus mascotas, sus amigos, sus hijos, iban con el a todos lados en un morral, y junto con el abandonaron la prisión y se encaminaron a una nueva vida. La noche en que lo metieron en el barco, los hurones lo siguieron, y cuando Ethan se despertó, el tirón conocido de un par de dientes en su dedo índice trajo una sonrisa a sus labios.
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Re: Cancionero de Athkatla: lo que saben los bardos
Angil
Alier
Gnomo Picaro
Angil fue desde joven miembro de una bien posicionada familia Gnoma en su población, Almrawen (Tethyr).
Demostró desde el primer día una creciente aptitud para los trabajos finos, y una excelente habilidad para las finanzas, siendo adoptado muy joven (alrededor de los 25 años) por su tío, Dolos Olfsen, quién le convirtió en su aprendiz.
Dolos era (y sigue siendo) dueño de una próspera joyería en el centro de la ciudad. Allí, Angil tuvo ocasión de desarrollar una gran destreza manual, al tiempo que aprendía a valorar las joyas y a comerciar con ellas, aprendiendo rápido las vicisitudes del mercadeo.
Tras 15 años de adiestramiento, tanto su tío como su padre Glarum Olfsen, consideraron que el muchacho presentaba verdaderas aptitudes, lo que le convirtió, junto con su hermano mayor, en uno de los pocos privilegiados que tenían ocasión de ingresar en la prestigiosa Universidad de Almrawen, lugar en el que tendría ocasión de aprender las magníficas artes del conocimiento: historia y filosofía del arte y el pensamiento, matemáticas e ingeniería, y finanzas.
El aprendizaje en la universidad Gnoma estaba adaptado, por supuesto, a la velocidad natural de desarrollo de esta raza, con lo cual pasó otros quince años adiestrándose en sutiles maravillas que le llevarían a convertirse en un miembro de renombre en su comunidad.
Por supuesto, esos años fueron revueltos y largos, y tuvo ocasión de trabar amistades y enemistades durante los mismos. Sin embargo, no vienen a cuento estas historias ahora.
En la universidad, Angil conoció a Beatrix Larroux, una joven y hermosa Gnoma varios años menor que él, perteneciente a una acaudalada familia de la misma ciudad.
Tras concluir sus estudios, el Gnomo retornó al negocio familiar, ayudando además a su padre, ilustre ingeniero famoso en toda la ciudad, con algunos de sus mejores proyectos. Todo iba viento en popa: seis años más tarde, Beatrix concluyó sus estudios de arte, y Angil se dispuso a pedir su mano.
Sin embargo, pronto las cosas se torcerían. El buen hacer de la familia Olfsen había generado muchas envidias en la ciudad, y pronto fueron muchos los que quisieron su ruina. Una familia procedente de un clan enano les declaró la guerra comercial, y pronto otros se unieron. A pesar de sus esfuerzos, la familia cayó en desgracia: sus riquezas, antaño maravillosas, se redujeron a ceniza. Arruinados, sin apenas capital, se vieron obligados a cerrar muchos de sus negocios, y a vender muchas de sus pertenencias. La familia Larroux, al comprender la debilidad de los Olfsen, canceló el compromiso de ella con Angil, disponiéndose a obtener por medio de su bella descendiente un trato con una familia más poderosa.
Así pues, a la edad de 62 años, el joven y prometedor Angil se veía a si mismo solo, cargado de aptitudes que no podía desplegar. Trató de sacar adelante a la familia por medio de varios negocios, pero faltaba dinero para poder reflotar el imperio mercantil e ingeniero de sus padres y tíos.
Su familia, sumida en la depresión, parecía incapaz de reaccionar.
Así pues, una mañana de primavera, Angil reunió a sus tres hermanos y veintisiete primos varones, y les instó a partir en un largo viaje, cada uno por separado, muy lejos de la población de Eisenvil, en busca de nueva fortuna que permitiese reflotar el imperio de sus padres. Muchos se negaron a aceptarlo, pero tanto sus tres hermanos, como cuatro de sus primos, aceptaron la tortuosa búsqueda.
Así repartieron ocho medallones, cada uno de ellos con el glorioso símbolo de la familia, que ya en ningún estandarte aparecía. Se juraron lealtad, y partieron; con la disposición de comunicarse por medio de la hermana menor de Angil, a quién enviarían palomas mensajeras, uno de los pocos bienes de los que aún podían disponer. Quienes no tuviesen o perdiesen la suya, deberían buscar el medio para obtener otra. Y así partió el joven erudito, cargado de aptitud y destreza, y de orgullo, con la disposición de recuperar el honor de su familia, vengarse de los odiosos que les habían traicionado y buscado la ruina, y recuperar a su amada Beatrix.
Angil partió en dirección a Azkatla acompañado de su hermano mayor, Ralish. Ambos se separan a la altura de Brost, donde un altercado les obligó a partir en direcciones opuestas. Ambos acuordaron reunirse en Azkatla antes de dos meses.
Sus primos parten en las siguientes direcciones: dos de ellos a Calimshan, con intención de ubicarse en Memnon; otros dos más al norte, al Tethyr, ubicándose en Zazesspur; su hermano menor y otro de sus primos se dirigen hacia Murann.
La época universitaria de Angil
Hay etapas de la vida de una persona que es mejor mantener en secreto. El mismo Angil lo preferiría así, desde luego, de una de las etapas que, sin embargo, él consideraría, a lo largo de toda su vida, una de las más felices.
La universidad de Almrawen no era, de entre todas las universidades, la que tenía más prestigio en torno a la costa de los Mares Brillantes. Y sin embargo, pocos dudaban del futuro prestigio de quienes allí se formaban.
Para sus estudiantes, sin embargo, la universidad representaba muchas más cosas que simple prestigio, renombre, o conocimientos; pues las vivencias allí acontecidas eran, sin lugar a dudas, recuerdos que no podían compararse con ninguna otra cosa.
La historia, en cualquier caso, deja muchos huecos, como los habría siempre en la mente de Angil al tratar de recordar aquellos días dulzones. Quince años, que para un humano se habrían podido hacer eternos, no suponían tanto en la vida de un Gnomo. Y como de los quince no pueden relatarse todos, sería mejor pasar a los momentos más gloriosos de todos, y dejar el resto a la imaginación.
Amund y Jolis:
Tal y como cabría esperar, Angil hizo amistades en su etapa universitaria. Las correrías y juergas eran frecuentes en aquellos lugares, pues los jóvenes gnomos poco dados eran a la prudencia, y su afán de descubrir se traducía en una eterna e implacable búsqueda de nuevas aventuras.
Surgían a menudo corrillos y grupos que andaban organizando nuevas juergas, pasando alcohol de contrabando a los novatos, y preparando pequeños asaltos a la universidad por la noche, lugar en el que estaba prohibido entrar.
Tales actos ya eran llevados a cabo antes de que Angil llegase a la universidad, y a su llegada, pronto fue invitado a participar en ellos. De carácter algo orgulloso por sus aptitudes, no tardó en ser tentado por otros, quienes, al poner en duda su valor y aptitud, lograron que no pudiese sino aceptar, o ver manchado su orgullo.
Así, al poco de llegar al campus de Almrawen, Angil formó cuadrilla con dos Gnomos algo más veteranos, Amund y Jolis, de la familia Kelar, también fuerte en la ciudad.
Los dos eran primos, y su amistad era conocida en toda la universidad, pues una vez uno fue acorralado por cinco, y el otro corrió a dar golpes y a recibirlos con su primo. Cuando por fin lograron parar la trifulca desde afuera, y algunos preguntaron a Amund que porqué se había metido, él respondió: Porque los buenos primos lo comparten todo, hasta los golpes que reciben.
Así se vieron los tres, los primos Kelar y el joven Olfsen, embarcados en la osada aventura de entrar hasta lo más hondo de la zona de los despachos, trepando tres pisos sin cuerda ni protección, y abriendo las puertas sin más ayuda que su ingenio; todo ello para lograr la más grande osadía de cuantas pudieran pasar por su mente: robar la pluma del director del decanato de filosofía, quién era bien conocido por su mal genio, astucia, y predisposición a expulsar alumnos para siempre de los dominios universitarios.
Mas aquellos riesgos no eran sino aliento para los veteranos Kelar, y para Angil aún resultaban demasiado etéreos, quizá por llevar poco tiempo allí, quizá por no haber visto aún consumarse ninguna de esas expulsiones.
De modo que, sin dudarlo demasiado, los tres se lanzaron a la aventura. La escalada fue torpe y arriesgada para el joven Angil, pero se consumó con éxito gracias a la ayuda y el apoyo del buen Amund, que era un tipo leal y decidido, y nunca apartaba la mano a quién la necesitaba.
No se arrepentiría de ayudarle, pues más tarde, dentro ya de la universidad, el camino resultó tortuoso, y por tres veces hallaron las puertas cerradas con llave a su paso los jóvenes rateros. Y todas ellas Angil supo cómo desmontar cada cerradura, abrir cada puerta, y dejar nuevamente cada cerradura montada en su sitio, aunque abierta. Y es que en su infancia, muchas habían sido las cerraduras que él había montado y desmontado, y ninguna de aquellas le trajo sorpresa alguna, pues todas las había visto iguales, o muy parecidas.
Así, la aventura se saldó con éxito, y las fama de gran habilidad de Angil se propagó por todo el colegio mayor, y muchos supieron de su aptitud, y le admiraron o envidiaron, e incluso temieron, pues era una habilidad que hacía fácil el robo de objetos valiosos o el gasto de bromas pesadas.
En cuanto a Amund y Jolis, desde aquel día respetaron a Angil, y le invitaron a todas las correrías que organizaron durante muchos y muy largos años. Y Jolis, quién había sido humillado en clase por el viejo dueño de la pluma, se vengó tiñéndola de rojo, y llevándola a cada una de sus clase, hasta que el profesor la vio, mucho tiempo después, y supo que era la suya, pero no pudo culpar al muchacho, pues la pluma era roja, y no pudo probar que hubiese sido teñida. Y así, el profesor odió muchos años a Jolis y a sus amigos, aunque en secreto, y esperó el momento de vengarse.
Golpes para la venganza:
Y el tiempo transcurrió, y con su transcurso Angil se hizo popular, pues sus hazañas eran conocidas por muchos, y por muchos admiradas.
En la universidad estudiaban también dos primos suyos, quienes a menudo le advertían de que arriesgaba demasiado con aquellas aventuras, pues sus padres habían invertido mucho en su educación. Sus nombres eran Soro y Regio, y eran hijos del tío de Angil, quién le había adiestrado en el arte de la cerrajería, y conocían sus dotes, pues ellos también habían sido adiestrados.
Mas no intervinieron, pues a pesar de todo admiraban la valentía de su joven primo, ya que ellos nunca la habían tenido, y añoraban no haber sido más arrojados cuando eran jóvenes. Ya les quedaba muy poco para acabar sus estudios, y no les valía la pena arriesgarse, pues no estaba bien visto entre los compañeros de su edad actuar de un modo tal.
Así pues, Angil seguía logrando grandes hazañas, allá por el cuarto año en la universidad, acompañado de sus dos amigos, y de compañeros ocasionales que se atrevían a compartir la gloria, o que simplemente querían ver con sus propios ojos al prodigioso cerrajero en acción.
Pero no todo eran elogios para el chico Olfsen, sino que también había odios. Meilon, de la familia Argos, le envidiaba, pues eran del mismo año, y él nunca había tenido ocasión de destacar, oculto bajo la sombra de las hazañas del trío salteador. Así, y sabiendo que los Kelar eran odiados por muchos Argos, consiguió encender los ánimos contra quienes tentaban a la suerte, diciendo que eran los culpables de que los profesores fuesen tan estrictos, y logró reunir a muchos, pues los Argos tenían muchas amistades, aunque casi todas de conveniencia.
De este modo un día se congregaron hasta treinta en el campus, y fueron juntos en busca de Angil, Amund, y Jolis, y con gran crueldad les golpearon, aunque el mismo Meilon no se atrevió siquiera a acercarse, pues Amund era fuerte, y rompió las narices de muchos antes de que le tumbasen.
Y aún después de apaleado, se levantó y ayudó a sus dos amigos a volver a su cuarto, en donde algunos amigos les ayudaron, y uno de ellos, Crete Larroux, fue a donde residían las gnomas, y allí avisó a su hermana y a otras, y las trajo para que sanasen las heridas de los tres héroes.
Pero aquel día oscuro los primos de Angil supieron de la pelea, y acudieron a hablar con Angil, a quién reprendieron con fiereza por haber atraído la rabia sobre su familia. Y le advirtieron de que si volvía a llamar la atención de algún modo, le delatarían a sus padres y al director de la universidad.
Aquella misma noche, ambos acudieron a la residencia en la que se hallaban algunos miembros de la familia Argos en busca de explicaciones. Muchos les increparon, y fueron insultados. En un momento de ira, Regio retó en duelo a uno de los Argos, y le mató de una estocada en el pecho, y ambos tuvieron que huir. Aquel día, la enemistad entre las casas Argos y Olfsen se selló para siempre, y aún sobrevendría tiempo después, hasta causar la ruina de los Olfsen.
Saneamiento en cuerpo y espíritu.
Muchos días transcurrieron, y Angil se recuperó de sus golpes. Todos esos días le ayudó Beatrix Larroux a sanar sus heridas, tratándole con cuidado a él y a sus amigos, y también otras, mas para él solo estaba ella allí.
De corta estatura incluso para su raza, lucía una amplísima cabellera dorada, que caía ondulada por su espalda hasta casi tocar sus piernas. Sus rasgos eran suaves, y sus ojos eran verdes como la esmeralda, y parecían brillar cada vez que miraban.
Sin embargo, y para desdicha de Angil, ella parecía más impresionada por el cuerpo de Amund, y también por su determinación y su abierto carácter. Y día tras día, ella reía a carcajada viva con las bromas del gnomo, quién también había quedado prendado de sus encantos.
Así pasaron las semanas, y al final los tres se recuperaron, y entonces Amund y Beatrix comenzaron a salir, a pesar de la diferencia de edad, que no era excesiva entre gnomos. Angil lo aceptó y se resignó, pues a pesar de todo Amund era su amigo y por él había acudido a buscar los puñetazos de sus enemigos.
Y así, durante mucho tiempo, siguieron siendo amigos. Beatrix, aunque era de carácter menos arrojado que ellos, también sentía en su cuerpo el fuego de la juventud, y pronto quiso acompañarles en sus aventuras, aunque estas se volvieron por fuerza menos arriesgadas, y se hicieron sonar menos.
Así Angil tuvo ocasión de centrarse en sus estudios, pues aunque la ingeniería era para él algo que llevaba en la sangre, las otras ramas del saber parecían resistírsele un tanto, en particular las letras y la filosofía, las cuales consideraba de poca utilidad y pésimo gusto.
Conoció por aquel entonces Angil a Tara de la familia Kelar, que era una chica de hermosa cabellera morena y sonrisa delicada, y comenzó a salir con ella, con gran regocijo de sus dos amigos, que pronto le tuvieron por pariente; y comenzaron a tratarse como primos, casi, si bien ya se trataban como hermanos desde antes; mas ahora también de nombre se llamaban así.
Y muchos años transcurrieron, con aquella tendencia, hasta casi los últimos.
La última etapa:
El tiempo transcurrió, y por muchos años estuvo Tara enamorada de Angil, mas él no lograba olvidar a Beatrix. Ella, con el paso de los años, había empezado a conocerle y le apreciaba en gran medida, pero no llegó a estar nunca de entre todos aquellos años enamorada de él.
Cuando quedaba apenas un año para que Amund acabase sus estudios, al final se pelearon. Aunque se querían, el desacuerdo entre ambos era demasiado grande, con respecto a su futuro y su vida, y al final Amund, que era ambicioso, decidió abandonarla con la esperanza de que ella le siguiese. Pero ella era orgullosa, y le despreció, aunque con gran dolor, pues aún le quería.
Así, Angil vio de nuevo la puerta abierta, y acudió a consolar a Beatrix, con la obligación del amigo, y también con una esperanza oculta, que pronto cobraría fuerza.
Beatrix le recibió con los brazos abiertos, pues estaba dolida y necesitaba consuelo, y él se lo dio sin darse cuenta del gran dolor que le causaba a Tara con todo aquello.
Así, en una tarde veraniega, con el sol alumbrando alto y la cabellera de Beatriz brillando cálidamente, ambos dos se tumbaron en la hierba, y durante horas hablaron, hasta que el sol cayó, y allí se enamoraron por fin, y se besaron, acariciados por la brisa y ante la mirada sorprendida y escandalizada de muchos.
Cuando Amund lo supo, acudió a Angil, y sin mediar palabra le partió el labio de un puñetazo, tirándole al suelo, y cuando estaba allí tirado, le dijo: No te golpeo ahora por haber besado a la que fue mi novia, sino por haber dejado tirada a mi prima, y haberme deshonrado.
Pero a pesar de todo, Amund no retiró su amistad a Angil, ni tampoco lo hizo Jolis, aunque Tara lloró por muchos días y no halló consuelo en muchos años.
Así concluyó el último año para Amund, y marchó, aunque aún se llevaría con Angil mucho tiempo, y le ayudaría muchas veces durante la caída del imperio de los Olfsen. Y así pasó mucho tiempo, y Beatriz y Angil se enamoraron al fin, e hicieron grandes planes. Mas ella tendría que acabar sus estudios en la universidad, por orden de sus padres, y estos planes se verían truncados. Pero eso es otra historia que ahora no nos concierne.
Alier
Gnomo Picaro
Angil fue desde joven miembro de una bien posicionada familia Gnoma en su población, Almrawen (Tethyr).
Demostró desde el primer día una creciente aptitud para los trabajos finos, y una excelente habilidad para las finanzas, siendo adoptado muy joven (alrededor de los 25 años) por su tío, Dolos Olfsen, quién le convirtió en su aprendiz.
Dolos era (y sigue siendo) dueño de una próspera joyería en el centro de la ciudad. Allí, Angil tuvo ocasión de desarrollar una gran destreza manual, al tiempo que aprendía a valorar las joyas y a comerciar con ellas, aprendiendo rápido las vicisitudes del mercadeo.
Tras 15 años de adiestramiento, tanto su tío como su padre Glarum Olfsen, consideraron que el muchacho presentaba verdaderas aptitudes, lo que le convirtió, junto con su hermano mayor, en uno de los pocos privilegiados que tenían ocasión de ingresar en la prestigiosa Universidad de Almrawen, lugar en el que tendría ocasión de aprender las magníficas artes del conocimiento: historia y filosofía del arte y el pensamiento, matemáticas e ingeniería, y finanzas.
El aprendizaje en la universidad Gnoma estaba adaptado, por supuesto, a la velocidad natural de desarrollo de esta raza, con lo cual pasó otros quince años adiestrándose en sutiles maravillas que le llevarían a convertirse en un miembro de renombre en su comunidad.
Por supuesto, esos años fueron revueltos y largos, y tuvo ocasión de trabar amistades y enemistades durante los mismos. Sin embargo, no vienen a cuento estas historias ahora.
En la universidad, Angil conoció a Beatrix Larroux, una joven y hermosa Gnoma varios años menor que él, perteneciente a una acaudalada familia de la misma ciudad.
Tras concluir sus estudios, el Gnomo retornó al negocio familiar, ayudando además a su padre, ilustre ingeniero famoso en toda la ciudad, con algunos de sus mejores proyectos. Todo iba viento en popa: seis años más tarde, Beatrix concluyó sus estudios de arte, y Angil se dispuso a pedir su mano.
Sin embargo, pronto las cosas se torcerían. El buen hacer de la familia Olfsen había generado muchas envidias en la ciudad, y pronto fueron muchos los que quisieron su ruina. Una familia procedente de un clan enano les declaró la guerra comercial, y pronto otros se unieron. A pesar de sus esfuerzos, la familia cayó en desgracia: sus riquezas, antaño maravillosas, se redujeron a ceniza. Arruinados, sin apenas capital, se vieron obligados a cerrar muchos de sus negocios, y a vender muchas de sus pertenencias. La familia Larroux, al comprender la debilidad de los Olfsen, canceló el compromiso de ella con Angil, disponiéndose a obtener por medio de su bella descendiente un trato con una familia más poderosa.
Así pues, a la edad de 62 años, el joven y prometedor Angil se veía a si mismo solo, cargado de aptitudes que no podía desplegar. Trató de sacar adelante a la familia por medio de varios negocios, pero faltaba dinero para poder reflotar el imperio mercantil e ingeniero de sus padres y tíos.
Su familia, sumida en la depresión, parecía incapaz de reaccionar.
Así pues, una mañana de primavera, Angil reunió a sus tres hermanos y veintisiete primos varones, y les instó a partir en un largo viaje, cada uno por separado, muy lejos de la población de Eisenvil, en busca de nueva fortuna que permitiese reflotar el imperio de sus padres. Muchos se negaron a aceptarlo, pero tanto sus tres hermanos, como cuatro de sus primos, aceptaron la tortuosa búsqueda.
Así repartieron ocho medallones, cada uno de ellos con el glorioso símbolo de la familia, que ya en ningún estandarte aparecía. Se juraron lealtad, y partieron; con la disposición de comunicarse por medio de la hermana menor de Angil, a quién enviarían palomas mensajeras, uno de los pocos bienes de los que aún podían disponer. Quienes no tuviesen o perdiesen la suya, deberían buscar el medio para obtener otra. Y así partió el joven erudito, cargado de aptitud y destreza, y de orgullo, con la disposición de recuperar el honor de su familia, vengarse de los odiosos que les habían traicionado y buscado la ruina, y recuperar a su amada Beatrix.
Angil partió en dirección a Azkatla acompañado de su hermano mayor, Ralish. Ambos se separan a la altura de Brost, donde un altercado les obligó a partir en direcciones opuestas. Ambos acuordaron reunirse en Azkatla antes de dos meses.
Sus primos parten en las siguientes direcciones: dos de ellos a Calimshan, con intención de ubicarse en Memnon; otros dos más al norte, al Tethyr, ubicándose en Zazesspur; su hermano menor y otro de sus primos se dirigen hacia Murann.
La época universitaria de Angil
Hay etapas de la vida de una persona que es mejor mantener en secreto. El mismo Angil lo preferiría así, desde luego, de una de las etapas que, sin embargo, él consideraría, a lo largo de toda su vida, una de las más felices.
La universidad de Almrawen no era, de entre todas las universidades, la que tenía más prestigio en torno a la costa de los Mares Brillantes. Y sin embargo, pocos dudaban del futuro prestigio de quienes allí se formaban.
Para sus estudiantes, sin embargo, la universidad representaba muchas más cosas que simple prestigio, renombre, o conocimientos; pues las vivencias allí acontecidas eran, sin lugar a dudas, recuerdos que no podían compararse con ninguna otra cosa.
La historia, en cualquier caso, deja muchos huecos, como los habría siempre en la mente de Angil al tratar de recordar aquellos días dulzones. Quince años, que para un humano se habrían podido hacer eternos, no suponían tanto en la vida de un Gnomo. Y como de los quince no pueden relatarse todos, sería mejor pasar a los momentos más gloriosos de todos, y dejar el resto a la imaginación.
Amund y Jolis:
Tal y como cabría esperar, Angil hizo amistades en su etapa universitaria. Las correrías y juergas eran frecuentes en aquellos lugares, pues los jóvenes gnomos poco dados eran a la prudencia, y su afán de descubrir se traducía en una eterna e implacable búsqueda de nuevas aventuras.
Surgían a menudo corrillos y grupos que andaban organizando nuevas juergas, pasando alcohol de contrabando a los novatos, y preparando pequeños asaltos a la universidad por la noche, lugar en el que estaba prohibido entrar.
Tales actos ya eran llevados a cabo antes de que Angil llegase a la universidad, y a su llegada, pronto fue invitado a participar en ellos. De carácter algo orgulloso por sus aptitudes, no tardó en ser tentado por otros, quienes, al poner en duda su valor y aptitud, lograron que no pudiese sino aceptar, o ver manchado su orgullo.
Así, al poco de llegar al campus de Almrawen, Angil formó cuadrilla con dos Gnomos algo más veteranos, Amund y Jolis, de la familia Kelar, también fuerte en la ciudad.
Los dos eran primos, y su amistad era conocida en toda la universidad, pues una vez uno fue acorralado por cinco, y el otro corrió a dar golpes y a recibirlos con su primo. Cuando por fin lograron parar la trifulca desde afuera, y algunos preguntaron a Amund que porqué se había metido, él respondió: Porque los buenos primos lo comparten todo, hasta los golpes que reciben.
Así se vieron los tres, los primos Kelar y el joven Olfsen, embarcados en la osada aventura de entrar hasta lo más hondo de la zona de los despachos, trepando tres pisos sin cuerda ni protección, y abriendo las puertas sin más ayuda que su ingenio; todo ello para lograr la más grande osadía de cuantas pudieran pasar por su mente: robar la pluma del director del decanato de filosofía, quién era bien conocido por su mal genio, astucia, y predisposición a expulsar alumnos para siempre de los dominios universitarios.
Mas aquellos riesgos no eran sino aliento para los veteranos Kelar, y para Angil aún resultaban demasiado etéreos, quizá por llevar poco tiempo allí, quizá por no haber visto aún consumarse ninguna de esas expulsiones.
De modo que, sin dudarlo demasiado, los tres se lanzaron a la aventura. La escalada fue torpe y arriesgada para el joven Angil, pero se consumó con éxito gracias a la ayuda y el apoyo del buen Amund, que era un tipo leal y decidido, y nunca apartaba la mano a quién la necesitaba.
No se arrepentiría de ayudarle, pues más tarde, dentro ya de la universidad, el camino resultó tortuoso, y por tres veces hallaron las puertas cerradas con llave a su paso los jóvenes rateros. Y todas ellas Angil supo cómo desmontar cada cerradura, abrir cada puerta, y dejar nuevamente cada cerradura montada en su sitio, aunque abierta. Y es que en su infancia, muchas habían sido las cerraduras que él había montado y desmontado, y ninguna de aquellas le trajo sorpresa alguna, pues todas las había visto iguales, o muy parecidas.
Así, la aventura se saldó con éxito, y las fama de gran habilidad de Angil se propagó por todo el colegio mayor, y muchos supieron de su aptitud, y le admiraron o envidiaron, e incluso temieron, pues era una habilidad que hacía fácil el robo de objetos valiosos o el gasto de bromas pesadas.
En cuanto a Amund y Jolis, desde aquel día respetaron a Angil, y le invitaron a todas las correrías que organizaron durante muchos y muy largos años. Y Jolis, quién había sido humillado en clase por el viejo dueño de la pluma, se vengó tiñéndola de rojo, y llevándola a cada una de sus clase, hasta que el profesor la vio, mucho tiempo después, y supo que era la suya, pero no pudo culpar al muchacho, pues la pluma era roja, y no pudo probar que hubiese sido teñida. Y así, el profesor odió muchos años a Jolis y a sus amigos, aunque en secreto, y esperó el momento de vengarse.
Golpes para la venganza:
Y el tiempo transcurrió, y con su transcurso Angil se hizo popular, pues sus hazañas eran conocidas por muchos, y por muchos admiradas.
En la universidad estudiaban también dos primos suyos, quienes a menudo le advertían de que arriesgaba demasiado con aquellas aventuras, pues sus padres habían invertido mucho en su educación. Sus nombres eran Soro y Regio, y eran hijos del tío de Angil, quién le había adiestrado en el arte de la cerrajería, y conocían sus dotes, pues ellos también habían sido adiestrados.
Mas no intervinieron, pues a pesar de todo admiraban la valentía de su joven primo, ya que ellos nunca la habían tenido, y añoraban no haber sido más arrojados cuando eran jóvenes. Ya les quedaba muy poco para acabar sus estudios, y no les valía la pena arriesgarse, pues no estaba bien visto entre los compañeros de su edad actuar de un modo tal.
Así pues, Angil seguía logrando grandes hazañas, allá por el cuarto año en la universidad, acompañado de sus dos amigos, y de compañeros ocasionales que se atrevían a compartir la gloria, o que simplemente querían ver con sus propios ojos al prodigioso cerrajero en acción.
Pero no todo eran elogios para el chico Olfsen, sino que también había odios. Meilon, de la familia Argos, le envidiaba, pues eran del mismo año, y él nunca había tenido ocasión de destacar, oculto bajo la sombra de las hazañas del trío salteador. Así, y sabiendo que los Kelar eran odiados por muchos Argos, consiguió encender los ánimos contra quienes tentaban a la suerte, diciendo que eran los culpables de que los profesores fuesen tan estrictos, y logró reunir a muchos, pues los Argos tenían muchas amistades, aunque casi todas de conveniencia.
De este modo un día se congregaron hasta treinta en el campus, y fueron juntos en busca de Angil, Amund, y Jolis, y con gran crueldad les golpearon, aunque el mismo Meilon no se atrevió siquiera a acercarse, pues Amund era fuerte, y rompió las narices de muchos antes de que le tumbasen.
Y aún después de apaleado, se levantó y ayudó a sus dos amigos a volver a su cuarto, en donde algunos amigos les ayudaron, y uno de ellos, Crete Larroux, fue a donde residían las gnomas, y allí avisó a su hermana y a otras, y las trajo para que sanasen las heridas de los tres héroes.
Pero aquel día oscuro los primos de Angil supieron de la pelea, y acudieron a hablar con Angil, a quién reprendieron con fiereza por haber atraído la rabia sobre su familia. Y le advirtieron de que si volvía a llamar la atención de algún modo, le delatarían a sus padres y al director de la universidad.
Aquella misma noche, ambos acudieron a la residencia en la que se hallaban algunos miembros de la familia Argos en busca de explicaciones. Muchos les increparon, y fueron insultados. En un momento de ira, Regio retó en duelo a uno de los Argos, y le mató de una estocada en el pecho, y ambos tuvieron que huir. Aquel día, la enemistad entre las casas Argos y Olfsen se selló para siempre, y aún sobrevendría tiempo después, hasta causar la ruina de los Olfsen.
Saneamiento en cuerpo y espíritu.
Muchos días transcurrieron, y Angil se recuperó de sus golpes. Todos esos días le ayudó Beatrix Larroux a sanar sus heridas, tratándole con cuidado a él y a sus amigos, y también otras, mas para él solo estaba ella allí.
De corta estatura incluso para su raza, lucía una amplísima cabellera dorada, que caía ondulada por su espalda hasta casi tocar sus piernas. Sus rasgos eran suaves, y sus ojos eran verdes como la esmeralda, y parecían brillar cada vez que miraban.
Sin embargo, y para desdicha de Angil, ella parecía más impresionada por el cuerpo de Amund, y también por su determinación y su abierto carácter. Y día tras día, ella reía a carcajada viva con las bromas del gnomo, quién también había quedado prendado de sus encantos.
Así pasaron las semanas, y al final los tres se recuperaron, y entonces Amund y Beatrix comenzaron a salir, a pesar de la diferencia de edad, que no era excesiva entre gnomos. Angil lo aceptó y se resignó, pues a pesar de todo Amund era su amigo y por él había acudido a buscar los puñetazos de sus enemigos.
Y así, durante mucho tiempo, siguieron siendo amigos. Beatrix, aunque era de carácter menos arrojado que ellos, también sentía en su cuerpo el fuego de la juventud, y pronto quiso acompañarles en sus aventuras, aunque estas se volvieron por fuerza menos arriesgadas, y se hicieron sonar menos.
Así Angil tuvo ocasión de centrarse en sus estudios, pues aunque la ingeniería era para él algo que llevaba en la sangre, las otras ramas del saber parecían resistírsele un tanto, en particular las letras y la filosofía, las cuales consideraba de poca utilidad y pésimo gusto.
Conoció por aquel entonces Angil a Tara de la familia Kelar, que era una chica de hermosa cabellera morena y sonrisa delicada, y comenzó a salir con ella, con gran regocijo de sus dos amigos, que pronto le tuvieron por pariente; y comenzaron a tratarse como primos, casi, si bien ya se trataban como hermanos desde antes; mas ahora también de nombre se llamaban así.
Y muchos años transcurrieron, con aquella tendencia, hasta casi los últimos.
La última etapa:
El tiempo transcurrió, y por muchos años estuvo Tara enamorada de Angil, mas él no lograba olvidar a Beatrix. Ella, con el paso de los años, había empezado a conocerle y le apreciaba en gran medida, pero no llegó a estar nunca de entre todos aquellos años enamorada de él.
Cuando quedaba apenas un año para que Amund acabase sus estudios, al final se pelearon. Aunque se querían, el desacuerdo entre ambos era demasiado grande, con respecto a su futuro y su vida, y al final Amund, que era ambicioso, decidió abandonarla con la esperanza de que ella le siguiese. Pero ella era orgullosa, y le despreció, aunque con gran dolor, pues aún le quería.
Así, Angil vio de nuevo la puerta abierta, y acudió a consolar a Beatrix, con la obligación del amigo, y también con una esperanza oculta, que pronto cobraría fuerza.
Beatrix le recibió con los brazos abiertos, pues estaba dolida y necesitaba consuelo, y él se lo dio sin darse cuenta del gran dolor que le causaba a Tara con todo aquello.
Así, en una tarde veraniega, con el sol alumbrando alto y la cabellera de Beatriz brillando cálidamente, ambos dos se tumbaron en la hierba, y durante horas hablaron, hasta que el sol cayó, y allí se enamoraron por fin, y se besaron, acariciados por la brisa y ante la mirada sorprendida y escandalizada de muchos.
Cuando Amund lo supo, acudió a Angil, y sin mediar palabra le partió el labio de un puñetazo, tirándole al suelo, y cuando estaba allí tirado, le dijo: No te golpeo ahora por haber besado a la que fue mi novia, sino por haber dejado tirada a mi prima, y haberme deshonrado.
Pero a pesar de todo, Amund no retiró su amistad a Angil, ni tampoco lo hizo Jolis, aunque Tara lloró por muchos días y no halló consuelo en muchos años.
Así concluyó el último año para Amund, y marchó, aunque aún se llevaría con Angil mucho tiempo, y le ayudaría muchas veces durante la caída del imperio de los Olfsen. Y así pasó mucho tiempo, y Beatriz y Angil se enamoraron al fin, e hicieron grandes planes. Mas ella tendría que acabar sus estudios en la universidad, por orden de sus padres, y estos planes se verían truncados. Pero eso es otra historia que ahora no nos concierne.
Última edición por Iriai el 15 Jun 2007, 01:26, editado 1 vez en total.
"Despierta..."
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Re: Cancionero de Athkatla: lo que saben los bardos
Mikla Svignea
Avhin
Humana pícara
Nació en Calimport hace 19 años, en el seno de una familia pobre, siendo la tercera de los cuatro hijos, la única niña de la familia. Al ser imposible mantener tantas bocas, el padre de Mikla la vendió como esclava al bajá de la cofradía a la que servía de manera esporádica, más para librarse de unos pagos que no podía permitirse en aquel momento y para matar dos pájaros de un tiro por no poder mantener a toda la familia, ya que era la única niña.
A la edad de 14 años pasó a formar parte del harén del bajá Khay Dralcanan, donde lady Hether, la madame del harén, le enseñó como usar sus artes para seducir a los hombres y parecer una mujer inaccesible y sensual. Le enseñó las artes del baile y la música, puesto que el bajá era aficionado a tales artes y todas sus prostitutas debían tener alguna práctica para ?entretenerlo?. Mikla era una muchacha agraciada: ojos verdes, tez dorada y cabello negro. A pesar de su juventud, su cuerpo estaba más desarrollado que las jóvenes de su edad. Por eso a los 16 años se convirtió en la concubina favorita del bajá.
Dralcanan no solía compartirla con nadie más sino era necesario. A veces la usaba para conseguir alianzas con otras cofradías, usándola para seducir a sus rivales y que estos se sintieran cautivados por la muchacha. Sin embargo, le daba cierta libertad, más que a las demás, para que hiciera lo que quisiera. Por eso su lugarteniente, el hechicero Asram Nónzhal, la tuvo en su punto de mira durante una temporada. Aunque el hechicero pagaba por las caricias de Mikla como todos los demás, fue uno de los primeros hombres que la trataron con un merecido respeto. Tanto es así, que la joven se enamoró del hechicero. En el fondo, el hechicero también, pero esto era algo que mantenía en secreto. El arcano se encontraba estudiando un antiguo pergamino encontrado por los hombres de Dralcanan en Thezyr. Al descubrir el potencial del conjuro y con una desmedida ambición de por medio, transmitió en secreto el conjuro al cuerpo de Mikla en forma de tatuaje. Mikla ni siquiera se enteró de esto y Asram aprovechó su amor por ella para guardar el conjuro que le serviría para tomar el control de la cofradía. Destruyó el pergamino para que nadie más lo supiera.
Sin embargo, un desafortunado accidente hizo que Mikla acabara con la vida del bajá. Este, herido por descubrir como su favorita se había enamorado de un simple lugarteniente, estuvo a punto de matarla a solas en su habitación. Sin embargo, la mujer se defendió y acabó asesinándolo. El primero en saberlo fue Asram. Viendo que su amada y a la vez, única oportunidad de conseguir tan deseado poder estaba en peligro, embarcó a la mujer en un barco mercante en el puerto de Calimport. Pudo más su amor por ella, por que no contaba con que se enamoraría de verdad de aquella mujer a la que simplemente había usado para sus planes.
En el barco mercante, Mikla sirvió como una más de la tripulación durante un año, hasta que en uno de los viajes, habiendo desembarcado en las Moonsahes, en Caer Calydirr, fue capturada. Desde entonces, la tripulación de la Sierpe Roja, el barco mercante en el que se encontraba, la anda buscando, por que Asram la quiere. Ha conseguido el mando de la cofradía y desea ver de nuevo a su amada Mikla y el conjuro que ella posee en su cuerpo.
Amigos
Asram Nónzhal (25), hechicero regente de una cofradía de magos y asesinos en Calimport. Está en tratos con los oscuros zhentarim, comercio de objetos mágicos y demás. De carácter dudoso, frío y distante. Amable pero misterioso. Logró enamorar a Mikla comportandose de manera amable y tratándola como una mujer. Sus artes arcanas son de las más peligrosas en Calimport, si bien muchas de las cofradías han peleado por tenerlo de su parte. Siempre fue fiel a Khay por una vieja amistad desde que eran jovenes. Ambos levantaron la cofradía desde abajo hasta alcanzar un cierto respeto hacia las casas más importantes. La muerte de Khay, según el mago, fue necesaria. Después de embarcar a Mikla, logró hacerse con el control absoluto de la cofradía y firmar algunos acuerdos con otras cofradías menores. Ahora no cejará su empeño en encontrar a la mujer que cree amar, habiendo perdido su pista en Caer Calydirr.
Lady Hether (42), madame del harén de la cofradía. Le enseñó a Mikla las artes de mujer y le transmitió sus conocimientos sobre los hombres para que ella los usara a su voluntad.
Gerald Beauregard,(51) el capitán de la Sierpe Roja y conocido como ?wargo de mar?. Antaño pirata, pero que en el presente ha convertido su embarcación en un mercantil de renombre. Amigo de Asram, decidió proteger a Mikla a costa de su propia vida.
Domban Gúrundo,(26) el segundo al mando y hombre de confianza del capitán. Un impresionante humano musculoso de tez oscura. Se enamoró de Mikla, pero nunca lo confesó.
Almirante Ravin, (16)tercero al mando y diplomático del barco en los asuntos concernientes a éste a pesar de su poca edad. Su loro se llama Pluma salada.
Lidius Freming,(32) el médico de a bordo, un humano de Lantan que abandonó su puesto como catedrático de la universidad para unirse al capitán en su tripulación para así poder ampliar sus conocimientos sobre fauna y flora de Faerûn aprovechando los viajes.
Úrdam Quiebraveta,(328) timonel y hombre de gran confianza para el capitán. Único enano a bordo, el cual parece haber sido un rey al que secuestró el capitán en tiempos pasados y no consiguió que los hijos del mismo pagaran la recompensa, así que el enano decidió quedarse como uno más de la tripulación ante el desprecio de sus hijos por él. No hubo forma de disuadirlo.
Daniel.lo Magusten,(28) cocinero del barco, conocido como gordinflas. Años atrás servía como cocinero de un noble de Cormyr, pero un problema con un suministro de alimentos defectuoso hizo que las culpas recayeran sobre él, así que terminó uniéndose a la tripulación por unos motivos todavía no desvelados.
Enemigos
Alkhan, (26), enemigo declarado de Asram dentro de la cofradía. Busca vengarse de este y a cambio busca a Mikla como una forma de tener a Asram controlado. Desconoce el conjuro en el cuerpo de la mujer y permanece ahora aliado en secreto con una cofradía rival para que busque a la mujer.
Barnavás (48), enemigo de Gerald, capitán de la Perla Roja, un barco pirata que acecha y atemoriza la Costa de la Espada.
Descripción psicológica
Mikla contempla la vida como algo que hay que vivir día a día. Alegre e inocente, durante todos sus años ha aprendido a convivir con su condición de esclava, sin importarle mucho su suerte. Tan sincera algunas veces que da miedo. Atenta y cariñosa con los demás, actua la mayoría de las veces movida por la curiosidad y el interés en lo que la rodea que en su propio beneficio, y el resto de las veces por orden de sus amos. Algo rebelde cuando quiere algo que le interesa, pero leal si se propone conseguir algo. Su mayor preocupación en la vida es quedarse con Asram hasta el fin de sus días. Adora la magia y las artes arcanas, y se siente especialmente atraida por los lanzadores de conjuros, pero no le gusta tener que estudiarlas por que para ella es una perdida de tiempo y prefiere contemplar como se conjuran los elementos y la manera en que los magos lo hacen. Teme la traición y morir sola, lo que más le aterra es descubrir que no es correspondida en el amor.
Descripción Física
Mide 1,70, es delgada y esbelta, el cuerpo entrenado para que sea irresistible. Su piel es dorada por el sol del lugar, su cabello cuidado es sedoso y negro y sus ojos son verdes con vetas marrones. Con expresión risueña la mayoría de las veces, se mueve como un felino sigiloso. Su constante expresión de inonecia hace pensar que esconde algo, aunque eso es más una fachada impuesta por su ama para fascinar a los clientes que la soliciten.
Tatuaje
El conjuro es sí es para Mikla desconocido. Cree tener un precioso tatuaje regalo de Asram, aunque en realidad lo que posee es un hechizo antiguo de gran poder. Escrito en lengua arcana, la manera de leerlo está en un código que solo Asram conoce, y la clave de dicho enigma está escondida en lugar seguro por si algún otro lanzador de conjuros se atreve a leerlo.
Avhin
Humana pícara
Nació en Calimport hace 19 años, en el seno de una familia pobre, siendo la tercera de los cuatro hijos, la única niña de la familia. Al ser imposible mantener tantas bocas, el padre de Mikla la vendió como esclava al bajá de la cofradía a la que servía de manera esporádica, más para librarse de unos pagos que no podía permitirse en aquel momento y para matar dos pájaros de un tiro por no poder mantener a toda la familia, ya que era la única niña.
A la edad de 14 años pasó a formar parte del harén del bajá Khay Dralcanan, donde lady Hether, la madame del harén, le enseñó como usar sus artes para seducir a los hombres y parecer una mujer inaccesible y sensual. Le enseñó las artes del baile y la música, puesto que el bajá era aficionado a tales artes y todas sus prostitutas debían tener alguna práctica para ?entretenerlo?. Mikla era una muchacha agraciada: ojos verdes, tez dorada y cabello negro. A pesar de su juventud, su cuerpo estaba más desarrollado que las jóvenes de su edad. Por eso a los 16 años se convirtió en la concubina favorita del bajá.
Dralcanan no solía compartirla con nadie más sino era necesario. A veces la usaba para conseguir alianzas con otras cofradías, usándola para seducir a sus rivales y que estos se sintieran cautivados por la muchacha. Sin embargo, le daba cierta libertad, más que a las demás, para que hiciera lo que quisiera. Por eso su lugarteniente, el hechicero Asram Nónzhal, la tuvo en su punto de mira durante una temporada. Aunque el hechicero pagaba por las caricias de Mikla como todos los demás, fue uno de los primeros hombres que la trataron con un merecido respeto. Tanto es así, que la joven se enamoró del hechicero. En el fondo, el hechicero también, pero esto era algo que mantenía en secreto. El arcano se encontraba estudiando un antiguo pergamino encontrado por los hombres de Dralcanan en Thezyr. Al descubrir el potencial del conjuro y con una desmedida ambición de por medio, transmitió en secreto el conjuro al cuerpo de Mikla en forma de tatuaje. Mikla ni siquiera se enteró de esto y Asram aprovechó su amor por ella para guardar el conjuro que le serviría para tomar el control de la cofradía. Destruyó el pergamino para que nadie más lo supiera.
Sin embargo, un desafortunado accidente hizo que Mikla acabara con la vida del bajá. Este, herido por descubrir como su favorita se había enamorado de un simple lugarteniente, estuvo a punto de matarla a solas en su habitación. Sin embargo, la mujer se defendió y acabó asesinándolo. El primero en saberlo fue Asram. Viendo que su amada y a la vez, única oportunidad de conseguir tan deseado poder estaba en peligro, embarcó a la mujer en un barco mercante en el puerto de Calimport. Pudo más su amor por ella, por que no contaba con que se enamoraría de verdad de aquella mujer a la que simplemente había usado para sus planes.
En el barco mercante, Mikla sirvió como una más de la tripulación durante un año, hasta que en uno de los viajes, habiendo desembarcado en las Moonsahes, en Caer Calydirr, fue capturada. Desde entonces, la tripulación de la Sierpe Roja, el barco mercante en el que se encontraba, la anda buscando, por que Asram la quiere. Ha conseguido el mando de la cofradía y desea ver de nuevo a su amada Mikla y el conjuro que ella posee en su cuerpo.
Amigos
Asram Nónzhal (25), hechicero regente de una cofradía de magos y asesinos en Calimport. Está en tratos con los oscuros zhentarim, comercio de objetos mágicos y demás. De carácter dudoso, frío y distante. Amable pero misterioso. Logró enamorar a Mikla comportandose de manera amable y tratándola como una mujer. Sus artes arcanas son de las más peligrosas en Calimport, si bien muchas de las cofradías han peleado por tenerlo de su parte. Siempre fue fiel a Khay por una vieja amistad desde que eran jovenes. Ambos levantaron la cofradía desde abajo hasta alcanzar un cierto respeto hacia las casas más importantes. La muerte de Khay, según el mago, fue necesaria. Después de embarcar a Mikla, logró hacerse con el control absoluto de la cofradía y firmar algunos acuerdos con otras cofradías menores. Ahora no cejará su empeño en encontrar a la mujer que cree amar, habiendo perdido su pista en Caer Calydirr.
Lady Hether (42), madame del harén de la cofradía. Le enseñó a Mikla las artes de mujer y le transmitió sus conocimientos sobre los hombres para que ella los usara a su voluntad.
Gerald Beauregard,(51) el capitán de la Sierpe Roja y conocido como ?wargo de mar?. Antaño pirata, pero que en el presente ha convertido su embarcación en un mercantil de renombre. Amigo de Asram, decidió proteger a Mikla a costa de su propia vida.
Domban Gúrundo,(26) el segundo al mando y hombre de confianza del capitán. Un impresionante humano musculoso de tez oscura. Se enamoró de Mikla, pero nunca lo confesó.
Almirante Ravin, (16)tercero al mando y diplomático del barco en los asuntos concernientes a éste a pesar de su poca edad. Su loro se llama Pluma salada.
Lidius Freming,(32) el médico de a bordo, un humano de Lantan que abandonó su puesto como catedrático de la universidad para unirse al capitán en su tripulación para así poder ampliar sus conocimientos sobre fauna y flora de Faerûn aprovechando los viajes.
Úrdam Quiebraveta,(328) timonel y hombre de gran confianza para el capitán. Único enano a bordo, el cual parece haber sido un rey al que secuestró el capitán en tiempos pasados y no consiguió que los hijos del mismo pagaran la recompensa, así que el enano decidió quedarse como uno más de la tripulación ante el desprecio de sus hijos por él. No hubo forma de disuadirlo.
Daniel.lo Magusten,(28) cocinero del barco, conocido como gordinflas. Años atrás servía como cocinero de un noble de Cormyr, pero un problema con un suministro de alimentos defectuoso hizo que las culpas recayeran sobre él, así que terminó uniéndose a la tripulación por unos motivos todavía no desvelados.
Enemigos
Alkhan, (26), enemigo declarado de Asram dentro de la cofradía. Busca vengarse de este y a cambio busca a Mikla como una forma de tener a Asram controlado. Desconoce el conjuro en el cuerpo de la mujer y permanece ahora aliado en secreto con una cofradía rival para que busque a la mujer.
Barnavás (48), enemigo de Gerald, capitán de la Perla Roja, un barco pirata que acecha y atemoriza la Costa de la Espada.
Descripción psicológica
Mikla contempla la vida como algo que hay que vivir día a día. Alegre e inocente, durante todos sus años ha aprendido a convivir con su condición de esclava, sin importarle mucho su suerte. Tan sincera algunas veces que da miedo. Atenta y cariñosa con los demás, actua la mayoría de las veces movida por la curiosidad y el interés en lo que la rodea que en su propio beneficio, y el resto de las veces por orden de sus amos. Algo rebelde cuando quiere algo que le interesa, pero leal si se propone conseguir algo. Su mayor preocupación en la vida es quedarse con Asram hasta el fin de sus días. Adora la magia y las artes arcanas, y se siente especialmente atraida por los lanzadores de conjuros, pero no le gusta tener que estudiarlas por que para ella es una perdida de tiempo y prefiere contemplar como se conjuran los elementos y la manera en que los magos lo hacen. Teme la traición y morir sola, lo que más le aterra es descubrir que no es correspondida en el amor.
Descripción Física
Mide 1,70, es delgada y esbelta, el cuerpo entrenado para que sea irresistible. Su piel es dorada por el sol del lugar, su cabello cuidado es sedoso y negro y sus ojos son verdes con vetas marrones. Con expresión risueña la mayoría de las veces, se mueve como un felino sigiloso. Su constante expresión de inonecia hace pensar que esconde algo, aunque eso es más una fachada impuesta por su ama para fascinar a los clientes que la soliciten.
Tatuaje
El conjuro es sí es para Mikla desconocido. Cree tener un precioso tatuaje regalo de Asram, aunque en realidad lo que posee es un hechizo antiguo de gran poder. Escrito en lengua arcana, la manera de leerlo está en un código que solo Asram conoce, y la clave de dicho enigma está escondida en lugar seguro por si algún otro lanzador de conjuros se atreve a leerlo.
Última edición por Iriai el 06 Oct 2007, 15:47, editado 1 vez en total.
"Despierta..."
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Re: Cancionero de Athkatla: lo que saben los bardos
Elen-Surien
Ragnarok
Humana Iluskiana Picara / Hechizera
Era una típica noche de invierno. El viento aullaba como un lúgubre monstruo acechando. Entre aullido y aullido se dejo oír un tenue llanto en una de las casa del enclave oculto de Aguasombrías. Acababa de nacer una criatura a la que un curtido hombre levantaba ante si.
Keldan: Estrella del viento, así te llamaras mi pequeña
Silvidan: Elen-Surien- pronunció una melódica voz- un bonito nombre amigo mió, al menos a tenido mejor marco que no Ron y Océano.
Elma: No me lo recuerdes, tener un hijo en una fiesta de piratas y el otro abordo de un barco no es lo más agradable? aunque fue todo un placer hacerlos ? dijo mientras guiñaba un ojo de complicidad a su marido y la comadrona terminaba de hacer su trabajo.
El hombre, la mujer y el elfo empezaron a reír mientras Keldan devolvía con delicadeza Elen-Surien a los brazos de su orgullosa y bella madre, Elma. El parto había sido perfecto y los miedos a que le pasara algo a Elma habían pasado en la habitación. Ron y Océano la miraban apostados a la cama con curiosidad y emoción. Y así empezó la vida de nuestra valiente pirata, que más tarde surcaría el mar de las estrellas en busca de aventuras, fortuna y venganzas.
Aquella noche asistió al parto Liliana, la mujer de Silvidan el Navegante. Capitán y amigo de Keldan, que era el segundo de abordo.
Su madre, Elma, era una mujer de porte, dura pero a la vez agradable, fuerte y mandona, pero aun así bella. Por eso su padre Keldan seguía con ella y se cuidaba mucho de no hacerla enfadar con estupideces de pirata. Era un hombre de honor, aunque fuera el código pirata, y aunque ella lo tenia idealizado era un rufián de cuidado, estricto, sin pelos en la lengua y sin escrúpulos si se le tensaba demasiado con su tripulación y los enemigos. Aun así nunca pego a ninguno de sus hijos. El mar y la casa eran mundos diferentes y Gil siempre lo conoció por el cariño especial y el cuidado que les propinaba, en especial a ella.
La relación con los hermanos siempre fue buena y creció jugando con ellos en su aldea. Que se encontraba oculta en unos peñascos entre Aguas profundas y Amn. Paso allí su infancia entre la tierra y alguna salida al mar. Siempre tuvo la mirada pérdida en el mar, soñando ser capitán algún día, navegar sin horizonte y tener al lado a un apuesto, divertido pirata, cosa que enorgullecía y a la vez preocupaba a su padre. A diferencia de muchas niñas ella paso su infancia jugando con espadas de madera, persiguiendo enemigos invisibles con los demás niños del pueblo. Sus mejores amigos eran los hermanos Malad (semielfo 2 años mayor) y Luskie (semielfa 1 año mayor) hijos del Silvidan y Liliana. Malad era el típico niño fortachón rechonchote algo tímido para los que no lo conocían, pero un héroe cómico para sus dos fan, Luskie era su mejor amiga y compañera de fatigas.
De su infancia resulto una joven energética, activa, con los sueños en su mirada pero los pies en el suelo y muy poco sentido de la ley o el decoro. Sabia perfectamente manejarse en un barco, en combate y no había perdido una pizca de su feminidad que explotaba al máximo cuando le interesaba. Seguramente gracias a contar con las influencias de Luskie y las respectivas madres en un ambiente que entendía poco de conductas morales.
Fue una infancia feliz, cargada de recuerdos y grandes pequeñas aventuras. Una infancia que terminaría a los 12 años. Un bonito día que oscureció las vidas de todos los tripulantes del Brisa del amanecer. Elen, sus hermanos y sus dos amigos habían salido en una travesía para segur aprendiendo el oficio de marineros en lo que tenia que ser y fue un viaje tranquilo para transportar algo de contrabando des de Amn hasta aguas profundas. Cuando volvieron al puerto columnas de humo se levantaban danzando en el cielo manchando el tapiz azul con su negra suciedad. El puerto había sido arrasado desde tierra, y apenas había supervivientes. Encontraron los cadáveres de Lilian y Elma mancillados y después desfigurados en el suelo de la plaza mayor, quemaron a los niños dentro de la capilla dedicada a Selûne y habían empalado a los pocos varones que había en la ciudad. No fue gratis, las mujeres de los piratas eran feroces como pocas y se cobraron algunas vidas antes que rendir las suyas. Pero poco podía hacer contra lo que parecía eran mercenarios profesionales bien equipados; por lo que se podía deducir de los cadáveres que encontraron. No llevaban ningún estandarte o insignia.
Lloraron las perdidas, construyeron balsas con leña y ofrecieron los cadáveres a Selûne y sus corrientes para que los llevasen donde pudieran descansar en paz. El Capitán leyó cada uno de los 160 nombres de los fallecidos. Solo los cinco niños supervivientes lloraron durante la ceremonia. Los demás marineros, que lo habían perdido todo miraban con ojos brillantes, pero vacíos como se iban alejando las improvisadas balsas en llamas. Juraron todos vengar sus muertes y hacer pagar con la misma moneda a los que cometieron semejante masacre.
Los meses siguientes fueron duros. Las velas del navío fueron tintadas de negro, y se convirtió en un barco lleno de venganza. El silencio reinaba en cubierta, salvo cuando la atronadora voz del contramaestre gritaba las órdenes a los marineros y el correteo de Luskie y Elen, esa etapa marco su vida, mostrándole que la muerte era algo que venia y se nos llevaba, y con el paso del tiempo comprendió que había que vivirla al máximo. Las voces poco a poco retornaron a la cubierta a medida que los marineros asumían sus perdidas.
Después de un año y medio, haber hundido 46 navíos y perder un tercio de la tripulación Keldan vio claro que Silvidan había perdido el juicio. Simplemente, esperaba morir en un asalto como un pirata, con el sable en la mano y la sangre de sus enemigos mezclándose con la suya en el mar. Keldan al perder a Elen se sentía abatido y llego a querer ese destino al principio. Pero vio pasar a sus tres hijos, y vio a Elma en cada uno de ellos, y le dio valor para continuar su vida. No podía dejar que esta locura siguiera y llevara a los 5 chavales a una muerte, aun les esperaban grandes cosas para ellos.
Keldan expuso sus inquietudes al capitán, pero este intransigente dijo que hundiría cada uno de los barcos que se le cruzasen hasta que encontrara al culpable o el muriera. Los dos sabían que pasaría antes lo último. Y la siguiente refriega significo la muerto de uno de los más grandes capitanes de la costa de la Espada, que marcho hacia las tierras de Selûne, junto con un cuarto de la tripulación restante. Keldan fue nombrado capitán por votación entre los supervivientes.
El cambió fue radical y el reclutamiento de nuevos tripulantes llevo el barco de nuevo a la vida, aunque el temor que había generado le ayudo en muchos momentos en los años siguientes.
Durante los siguientes 5 años se dedicaron a piratear y buscar a los dos traidores, recogiendo piezas de información de allí donde podían. No tardaron en encontrar en ella la espía perfecta para recoger información en los puertos y seleccionar con cuidado sus presas y evitar así sorpresas desagradables junto a Luskie y Malad como guardaespaldas. Luskie era la enfermera del barco devota de Selene; y Malad se había convertido en un diestro y curtido luchador. Pero el hecho de haberlo tenido siempre a su lado no le dejo ver lo que el joven sentía por ella, que era un amor intenso y ciego.
Así llegó a descubrir un día, gracias a un mercenario que emborracho que habían sido contratados por Adam, otro pirata, para asaltar esa población y conseguir ciertos objetos allí custodiados. El hombre reía mientras recordaba como chillaban las mujeres, como ardían las casa con ellas dentro y como de blandos eran los niños. Gil no pudo contenerse y le rajo el cuello allí mismo, ante la estupefacción de todos los parroquianos. Nadie se atrevió ni siquiera a moverse, su mirada desprendía esa furia sin control que solo avecina muerte al que se atreva a cruzarse con ella. Nunca revelo es información a su padre, ni a nadie. Ella misma cortaría el cuello a esa sabandija de agua dulce.
Adam era tras una mascara de apuesto caballero, un despiadado animal que cometía una atrocidad detrás de otra con su barco y en el.
Con 18 años su padre era el capitán y ella una orgullosa oficial a sus ordenes, habiéndose ganado a pulso el sitio y la confianza de la tripulación. Asistieron con esos rangos al gran concilio pirata de la costa de la espada. Las armadas de aguas-profundas y Amn, junto con la creciente expansión de los piratas de las islas Nelanzher estaban reduciendo sus márgenes de maniobra. Seria posiblemente el más funesto de los concilios.
Allí estaba ella, sentada en la misma mesa que Adam, jugando a las miradas, deleitándose en pensar como de suave entraría su daga en el cuello de ese hombre. Era apuesto y parecía todo un caballero civilizado, pero se le erizaba la piel solo de pensar en las historias que había oído sobre él.
Sus armas de mujer tuvieron efecto al igual que lo habían tenido muchas otras veces en el pasado. Pero una vez en su alcoba no tubo tiempo de reaccionar y fue casi violada, si no llega a ser por la siempre vigilante Luskie, que entro haciendo explotar la puerta con sus dos hermanos tras de si. Adam consiguió escapar. Pero cuando Keldan se entero de por que de todo monto en cólera. La antigua tripulación entera monto en cólera y una vez mas la venganza se encendió y junto con ella las mechas de los cañones.
Empezaron a disparar al barco de Adam, sus aliados respondieron, nuestra flota respondió, las balas perdidas impactaron en terceros, que se metieron de golpe, otros se unieron solo por codicia. La flota se vio reducida a la mitad. Pero la bruma sobrevivió, aunque apenas se mantenía a flote. Por desgracia Adam también, con el rabo entre las piernas, sin honor y a la vista de todos los demás piratas que quedaban a flote. Ese rufián escapo a las primeras de cambio cuando vio que no podía ganar.
Se sintió insignificante, sucia e inútil por no haber podido ni siquiera herir debidamente a ese desgraciado. Su padre murió en esa batalla y ella tomo el control asta que todos dejaron de disparar unos por falta de munición, otros por falta de hombres, otros por retirada. Paso un mes en puerto junto con lo que quedaba de barco y de su tripulación, muy diezmada. Con ella estaban sus dos hermanos y sus dos amigos. Pero ella estaba ausente, su mundo se había hundido en aquel día. Era una inútil y había llevado a su padre a la muerte.
Malad se le planto delante, cansado de ver a su amiga y amada sumida en un pozo de tristeza y soledad
?Donde esta esa Gil sin miedos, la que tenia que ser capitán, porque si sigues así tendré que darte una paliza por lloricona, como hacías de pequeña con los llorones tu?
Y ataco con toda seriedad, apenas pudo esquivar el golpe, Elen desenfundo rápidamente sus dagas y bloqueo el siguiente ataque, pero el tercero de Malad le fue tan justo que el propio Malad se asusto con la sola posibilidad de herirla, los dos terminaron perdiendo el equilibro y en el suelo peleándose con las manos. La frustración de los dos salio a la piel y Elen volcó en la pelea todo el odio, miedo, tristeza que la consumían por dentro. En un momento el tiempo se paro. Elen alzo la mirada y entonces vio Malad como nunca lo había visto antes, como un hombre, no como solo un amigo. Algo catalizo en ella, quizás la fuerza y a la vez el cariño con que la sujetaba, su mirada intensa pero calidamente agradable, su sudor? no supo que era, pero tubo que besarlo, casi comerlo, arrancarle la camisa y pasar la noche entera con el.
Una noche que le dejaría como regalo, a los nueve meses a una hermosa niña, Shadar y que la alejo durante casi 1 año y 2 meses de alta mar. Antes se caso con Malad y fue le etapa más feliz de su vida. Durante el embarazo noto que algo en ella cambiaba y a medida que se acercaba el momento del parto empezó a poder realizar cosas que nunca antes hubiera imaginado. Lanzar llamas, abrir puertas sin apenas tocarlas, dormir a alguien? era como una voz interior que le gritaba, una fuerza que rugía por salir al exterior. Cuando la niña cumplió el año volvió al barco donde durante los siguientes 3 años creció fuerte y alegre. Aún así no se embarcaba en todos los viajes. Y durante este tiempo ella y su marido se turnaron la capitanía del Bruma del amanecer
El día del 4 cumpleaños de Shadar, Adam se presento en el puerto con 3 barcos más. Malad, murió protegiendo a su hija, pero le superaban en número. Adam perseguía venganza por haber sido expulsado del concilio así que asalto su nuevo puerto una noche y se llevo a la niña, matando por el camino a los que encontró. Incluso hundió uno de sus barcos para evitar que el Bruma pudiera salir de puerto. En su caza. Al parecer se había aliado con los piratas de Nelanzher. Camuflo el ataque ante sus nuevos aliados como un intento por marcar nuevo territorio.
7 días hacia de eso. No pudo ni llorar sus perdidas, Adam se la llevo en uno de los barcos de los piratas de Nelanzher arrancándola de los brazos de su ya muerto esposo, y la lanzo en una bodega de un varco de esclavistas. El bruma marina aun tardo dos días en poder salir como mínimo de donde estaba fondeado. No le dio la satisfacción al mal nacido de Adam de derramar ninguna lagrima abordo, ni gritar, ni dejar que el miedo, ni la tristeza la ocuparan, en su lugar puso la determinación de recuperar a su hija sana y salva, y si por el camino se cruzaba Adam este lo pagaría caro o cualquier otro que se atreviera. Esta vez no había hecho enfadar a un pirata, sino a una que además era una madre, esta vez no se salvaría y pagara por todo lo que le había quitado. Allí atada con grilletes en una oscura bodega yacía encogida como un felino adormilado, esperando el momento para despertarse y cazar a su presa. Sus ojos brillaban como dos cristales azules en aquella oscuridad, sedientos de sangre y de venganza.
Ragnarok
Humana Iluskiana Picara / Hechizera
Era una típica noche de invierno. El viento aullaba como un lúgubre monstruo acechando. Entre aullido y aullido se dejo oír un tenue llanto en una de las casa del enclave oculto de Aguasombrías. Acababa de nacer una criatura a la que un curtido hombre levantaba ante si.
Keldan: Estrella del viento, así te llamaras mi pequeña
Silvidan: Elen-Surien- pronunció una melódica voz- un bonito nombre amigo mió, al menos a tenido mejor marco que no Ron y Océano.
Elma: No me lo recuerdes, tener un hijo en una fiesta de piratas y el otro abordo de un barco no es lo más agradable? aunque fue todo un placer hacerlos ? dijo mientras guiñaba un ojo de complicidad a su marido y la comadrona terminaba de hacer su trabajo.
El hombre, la mujer y el elfo empezaron a reír mientras Keldan devolvía con delicadeza Elen-Surien a los brazos de su orgullosa y bella madre, Elma. El parto había sido perfecto y los miedos a que le pasara algo a Elma habían pasado en la habitación. Ron y Océano la miraban apostados a la cama con curiosidad y emoción. Y así empezó la vida de nuestra valiente pirata, que más tarde surcaría el mar de las estrellas en busca de aventuras, fortuna y venganzas.
Aquella noche asistió al parto Liliana, la mujer de Silvidan el Navegante. Capitán y amigo de Keldan, que era el segundo de abordo.
Su madre, Elma, era una mujer de porte, dura pero a la vez agradable, fuerte y mandona, pero aun así bella. Por eso su padre Keldan seguía con ella y se cuidaba mucho de no hacerla enfadar con estupideces de pirata. Era un hombre de honor, aunque fuera el código pirata, y aunque ella lo tenia idealizado era un rufián de cuidado, estricto, sin pelos en la lengua y sin escrúpulos si se le tensaba demasiado con su tripulación y los enemigos. Aun así nunca pego a ninguno de sus hijos. El mar y la casa eran mundos diferentes y Gil siempre lo conoció por el cariño especial y el cuidado que les propinaba, en especial a ella.
La relación con los hermanos siempre fue buena y creció jugando con ellos en su aldea. Que se encontraba oculta en unos peñascos entre Aguas profundas y Amn. Paso allí su infancia entre la tierra y alguna salida al mar. Siempre tuvo la mirada pérdida en el mar, soñando ser capitán algún día, navegar sin horizonte y tener al lado a un apuesto, divertido pirata, cosa que enorgullecía y a la vez preocupaba a su padre. A diferencia de muchas niñas ella paso su infancia jugando con espadas de madera, persiguiendo enemigos invisibles con los demás niños del pueblo. Sus mejores amigos eran los hermanos Malad (semielfo 2 años mayor) y Luskie (semielfa 1 año mayor) hijos del Silvidan y Liliana. Malad era el típico niño fortachón rechonchote algo tímido para los que no lo conocían, pero un héroe cómico para sus dos fan, Luskie era su mejor amiga y compañera de fatigas.
De su infancia resulto una joven energética, activa, con los sueños en su mirada pero los pies en el suelo y muy poco sentido de la ley o el decoro. Sabia perfectamente manejarse en un barco, en combate y no había perdido una pizca de su feminidad que explotaba al máximo cuando le interesaba. Seguramente gracias a contar con las influencias de Luskie y las respectivas madres en un ambiente que entendía poco de conductas morales.
Fue una infancia feliz, cargada de recuerdos y grandes pequeñas aventuras. Una infancia que terminaría a los 12 años. Un bonito día que oscureció las vidas de todos los tripulantes del Brisa del amanecer. Elen, sus hermanos y sus dos amigos habían salido en una travesía para segur aprendiendo el oficio de marineros en lo que tenia que ser y fue un viaje tranquilo para transportar algo de contrabando des de Amn hasta aguas profundas. Cuando volvieron al puerto columnas de humo se levantaban danzando en el cielo manchando el tapiz azul con su negra suciedad. El puerto había sido arrasado desde tierra, y apenas había supervivientes. Encontraron los cadáveres de Lilian y Elma mancillados y después desfigurados en el suelo de la plaza mayor, quemaron a los niños dentro de la capilla dedicada a Selûne y habían empalado a los pocos varones que había en la ciudad. No fue gratis, las mujeres de los piratas eran feroces como pocas y se cobraron algunas vidas antes que rendir las suyas. Pero poco podía hacer contra lo que parecía eran mercenarios profesionales bien equipados; por lo que se podía deducir de los cadáveres que encontraron. No llevaban ningún estandarte o insignia.
Lloraron las perdidas, construyeron balsas con leña y ofrecieron los cadáveres a Selûne y sus corrientes para que los llevasen donde pudieran descansar en paz. El Capitán leyó cada uno de los 160 nombres de los fallecidos. Solo los cinco niños supervivientes lloraron durante la ceremonia. Los demás marineros, que lo habían perdido todo miraban con ojos brillantes, pero vacíos como se iban alejando las improvisadas balsas en llamas. Juraron todos vengar sus muertes y hacer pagar con la misma moneda a los que cometieron semejante masacre.
Los meses siguientes fueron duros. Las velas del navío fueron tintadas de negro, y se convirtió en un barco lleno de venganza. El silencio reinaba en cubierta, salvo cuando la atronadora voz del contramaestre gritaba las órdenes a los marineros y el correteo de Luskie y Elen, esa etapa marco su vida, mostrándole que la muerte era algo que venia y se nos llevaba, y con el paso del tiempo comprendió que había que vivirla al máximo. Las voces poco a poco retornaron a la cubierta a medida que los marineros asumían sus perdidas.
Después de un año y medio, haber hundido 46 navíos y perder un tercio de la tripulación Keldan vio claro que Silvidan había perdido el juicio. Simplemente, esperaba morir en un asalto como un pirata, con el sable en la mano y la sangre de sus enemigos mezclándose con la suya en el mar. Keldan al perder a Elen se sentía abatido y llego a querer ese destino al principio. Pero vio pasar a sus tres hijos, y vio a Elma en cada uno de ellos, y le dio valor para continuar su vida. No podía dejar que esta locura siguiera y llevara a los 5 chavales a una muerte, aun les esperaban grandes cosas para ellos.
Keldan expuso sus inquietudes al capitán, pero este intransigente dijo que hundiría cada uno de los barcos que se le cruzasen hasta que encontrara al culpable o el muriera. Los dos sabían que pasaría antes lo último. Y la siguiente refriega significo la muerto de uno de los más grandes capitanes de la costa de la Espada, que marcho hacia las tierras de Selûne, junto con un cuarto de la tripulación restante. Keldan fue nombrado capitán por votación entre los supervivientes.
El cambió fue radical y el reclutamiento de nuevos tripulantes llevo el barco de nuevo a la vida, aunque el temor que había generado le ayudo en muchos momentos en los años siguientes.
Durante los siguientes 5 años se dedicaron a piratear y buscar a los dos traidores, recogiendo piezas de información de allí donde podían. No tardaron en encontrar en ella la espía perfecta para recoger información en los puertos y seleccionar con cuidado sus presas y evitar así sorpresas desagradables junto a Luskie y Malad como guardaespaldas. Luskie era la enfermera del barco devota de Selene; y Malad se había convertido en un diestro y curtido luchador. Pero el hecho de haberlo tenido siempre a su lado no le dejo ver lo que el joven sentía por ella, que era un amor intenso y ciego.
Así llegó a descubrir un día, gracias a un mercenario que emborracho que habían sido contratados por Adam, otro pirata, para asaltar esa población y conseguir ciertos objetos allí custodiados. El hombre reía mientras recordaba como chillaban las mujeres, como ardían las casa con ellas dentro y como de blandos eran los niños. Gil no pudo contenerse y le rajo el cuello allí mismo, ante la estupefacción de todos los parroquianos. Nadie se atrevió ni siquiera a moverse, su mirada desprendía esa furia sin control que solo avecina muerte al que se atreva a cruzarse con ella. Nunca revelo es información a su padre, ni a nadie. Ella misma cortaría el cuello a esa sabandija de agua dulce.
Adam era tras una mascara de apuesto caballero, un despiadado animal que cometía una atrocidad detrás de otra con su barco y en el.
Con 18 años su padre era el capitán y ella una orgullosa oficial a sus ordenes, habiéndose ganado a pulso el sitio y la confianza de la tripulación. Asistieron con esos rangos al gran concilio pirata de la costa de la espada. Las armadas de aguas-profundas y Amn, junto con la creciente expansión de los piratas de las islas Nelanzher estaban reduciendo sus márgenes de maniobra. Seria posiblemente el más funesto de los concilios.
Allí estaba ella, sentada en la misma mesa que Adam, jugando a las miradas, deleitándose en pensar como de suave entraría su daga en el cuello de ese hombre. Era apuesto y parecía todo un caballero civilizado, pero se le erizaba la piel solo de pensar en las historias que había oído sobre él.
Sus armas de mujer tuvieron efecto al igual que lo habían tenido muchas otras veces en el pasado. Pero una vez en su alcoba no tubo tiempo de reaccionar y fue casi violada, si no llega a ser por la siempre vigilante Luskie, que entro haciendo explotar la puerta con sus dos hermanos tras de si. Adam consiguió escapar. Pero cuando Keldan se entero de por que de todo monto en cólera. La antigua tripulación entera monto en cólera y una vez mas la venganza se encendió y junto con ella las mechas de los cañones.
Empezaron a disparar al barco de Adam, sus aliados respondieron, nuestra flota respondió, las balas perdidas impactaron en terceros, que se metieron de golpe, otros se unieron solo por codicia. La flota se vio reducida a la mitad. Pero la bruma sobrevivió, aunque apenas se mantenía a flote. Por desgracia Adam también, con el rabo entre las piernas, sin honor y a la vista de todos los demás piratas que quedaban a flote. Ese rufián escapo a las primeras de cambio cuando vio que no podía ganar.
Se sintió insignificante, sucia e inútil por no haber podido ni siquiera herir debidamente a ese desgraciado. Su padre murió en esa batalla y ella tomo el control asta que todos dejaron de disparar unos por falta de munición, otros por falta de hombres, otros por retirada. Paso un mes en puerto junto con lo que quedaba de barco y de su tripulación, muy diezmada. Con ella estaban sus dos hermanos y sus dos amigos. Pero ella estaba ausente, su mundo se había hundido en aquel día. Era una inútil y había llevado a su padre a la muerte.
Malad se le planto delante, cansado de ver a su amiga y amada sumida en un pozo de tristeza y soledad
?Donde esta esa Gil sin miedos, la que tenia que ser capitán, porque si sigues así tendré que darte una paliza por lloricona, como hacías de pequeña con los llorones tu?
Y ataco con toda seriedad, apenas pudo esquivar el golpe, Elen desenfundo rápidamente sus dagas y bloqueo el siguiente ataque, pero el tercero de Malad le fue tan justo que el propio Malad se asusto con la sola posibilidad de herirla, los dos terminaron perdiendo el equilibro y en el suelo peleándose con las manos. La frustración de los dos salio a la piel y Elen volcó en la pelea todo el odio, miedo, tristeza que la consumían por dentro. En un momento el tiempo se paro. Elen alzo la mirada y entonces vio Malad como nunca lo había visto antes, como un hombre, no como solo un amigo. Algo catalizo en ella, quizás la fuerza y a la vez el cariño con que la sujetaba, su mirada intensa pero calidamente agradable, su sudor? no supo que era, pero tubo que besarlo, casi comerlo, arrancarle la camisa y pasar la noche entera con el.
Una noche que le dejaría como regalo, a los nueve meses a una hermosa niña, Shadar y que la alejo durante casi 1 año y 2 meses de alta mar. Antes se caso con Malad y fue le etapa más feliz de su vida. Durante el embarazo noto que algo en ella cambiaba y a medida que se acercaba el momento del parto empezó a poder realizar cosas que nunca antes hubiera imaginado. Lanzar llamas, abrir puertas sin apenas tocarlas, dormir a alguien? era como una voz interior que le gritaba, una fuerza que rugía por salir al exterior. Cuando la niña cumplió el año volvió al barco donde durante los siguientes 3 años creció fuerte y alegre. Aún así no se embarcaba en todos los viajes. Y durante este tiempo ella y su marido se turnaron la capitanía del Bruma del amanecer
El día del 4 cumpleaños de Shadar, Adam se presento en el puerto con 3 barcos más. Malad, murió protegiendo a su hija, pero le superaban en número. Adam perseguía venganza por haber sido expulsado del concilio así que asalto su nuevo puerto una noche y se llevo a la niña, matando por el camino a los que encontró. Incluso hundió uno de sus barcos para evitar que el Bruma pudiera salir de puerto. En su caza. Al parecer se había aliado con los piratas de Nelanzher. Camuflo el ataque ante sus nuevos aliados como un intento por marcar nuevo territorio.
7 días hacia de eso. No pudo ni llorar sus perdidas, Adam se la llevo en uno de los barcos de los piratas de Nelanzher arrancándola de los brazos de su ya muerto esposo, y la lanzo en una bodega de un varco de esclavistas. El bruma marina aun tardo dos días en poder salir como mínimo de donde estaba fondeado. No le dio la satisfacción al mal nacido de Adam de derramar ninguna lagrima abordo, ni gritar, ni dejar que el miedo, ni la tristeza la ocuparan, en su lugar puso la determinación de recuperar a su hija sana y salva, y si por el camino se cruzaba Adam este lo pagaría caro o cualquier otro que se atreviera. Esta vez no había hecho enfadar a un pirata, sino a una que además era una madre, esta vez no se salvaría y pagara por todo lo que le había quitado. Allí atada con grilletes en una oscura bodega yacía encogida como un felino adormilado, esperando el momento para despertarse y cazar a su presa. Sus ojos brillaban como dos cristales azules en aquella oscuridad, sedientos de sangre y de venganza.
"Despierta..."
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Re: Cancionero de Athkatla: lo que saben los bardos
Chun-pao
Morian
Humano Monje
[i]Extracto de la biografía en primera persona de Chun-pao escrita por uno de sus amigos
Nací en las montañas de Yu'l en el año del dragón, siendo el último de los siete hijos de una familia de pastores. En el tercer verano de una terrible sequía que asoló la parte meridional de la Gran Muralla fui vendido por unas pocas monedas en el mercado de Taichan; contaba entonces con poco más de tres años de vida. Quiso la suerte que mi comprador fuera el maestro errante Wen Biao, que en aquellos días descansaba en la ciudad y andaba en busca de un discípulo que le hiciera la comida y le lavara la ropa. Nunca volví a ver a mis hermanos y padres, ni a saber nada de ellos, pero siempre me consoló la idea de que gracias a mi no murieron de hambre y miseria.
El maestro Wen era un hombre con dos caras, dos mundos opuestos, al menos en apariencia. Por un lado aparentaba superficial y jaranero. Gustaba de reír, beber y hacer amigos en todas las tabernas por las que pasáramos. Con frecuencia se presentaba como un artista, un volatinero o simplemente un payaso, y exhibía, por unas monedas, una comida, un lugar para dormir o sólo algo de beber, los aspectos más frívolos de sus habilidades. Por otro, el maestro Wen era un estudioso de los misterios de «La Senda», un hombre equilibrado, sabio y disciplinado en el cultivo del espíritu y el cuerpo. Me avergüenza reconocer que pensar que este aspecto del maestro Wen sólo era conocido por mi me llena de orgullo.
Además de enseñarme a lavar, cocinar y a pasar por las mesas recogiendo monedas, el maestro Wen me enseñó a leer y escribir, a caminar recto y respirar despacio. Me inició en las artes del combate con la palma desnuda, con el palo o la espada larga. Me enseño el camino de la disciplina interior, a apreciar los clásicos y venerar a los ancianos, y me introdujo en los misterios de «La Senda». Durante dieciocho años acompañé al maestro Wen día y noche en su vida ambulante y en su búsqueda interior de sabiduría, perfección y equilibrio. Me gustaría decir que fui capaz de asimilar todo lo que me enseñó, pero lo cierto es, que aunque él nunca lo dijo, creo que no estaba a la altura de sus expectativas.
Hace ya dos años que no sé nada del maestro Wen. Llevábamos varios días viajando por las tierras de Hai Yuan, cuando en un cruce de caminos a dos días de Karatin, el maestro se paró a descansar sobre un piedra y se dirigió a mi:
?Pequeño Chang ?a pesar de que lo doblaba en altura y peso, el maestro Wen siempre me trataba como si fuera un niño pequeño?. Pequeño Chang, ha llegado la hora de que camines en solitario. Como el pájaro que si no abandona el nido es empujado por sus padres, he de dejarte libre.
En ese momento, yo, que estaba sentado con las piernas cruzadas a su lado, abrí la boca para protestar, pero el maestro levantó el dedo índice para detenerme y continuó hablando.
?Viaja, aprende, cultiva «La Senda». Haz que me sienta orgulloso de ser tu maestro y nos encontraremos en el reino inmortal.
Con la boca abierta y la mirada fija en su dedo, me había quedado petrificado. Un miedo profundo se apoderaba de mi y se me hacía difícil respirar. Había vivido toda mi vida con el maestro Wen, había lavado y cocinado para él durante dieciocho años, era mi padre, mi madre, mi hermano, mi amigo y mi maestro, y ahora me dejaba sólo. Quería protestar, quería coger una piedra y darle en la cabeza, pero estaba absolutamente paralizado de miedo. No pude más que ver como el maestro Wen se levantaba y se alejaba lentamente, agitando su bastón de ciego, por el mismo camino por el que habíamos venido.
Permanecí varias horas sentado en la misma posición, vi al maestro perderse en el horizonte y al sol flotar hacia el ocaso. Finalmente comprendí que nada podía hacer; me levanté y busqué un lugar donde dormir antes de llegar a Karatin. Recuerdo con vergüenza el miedo que sentía en aquellos momentos y como la confusión se apoderó de mi espíritu desencadenando los acontecimientos que me han traído hasta la situación en la que estoy ahora.
Dos días después llegué a Karatin sin saber que hacer, pero como tenía que comer busqué una taberna en la que presentar el espectáculo que durante tanto tiempo había visto hacer al maestro Wen. Pensando que me sería más fácil entretener a un público bebido, escogí para mi bautizo artístico una de las varias tabernas portuarias de esta antiquísima ciudad marítima. Desgraciadamente, siendo joven, fuerte y estando en completa posesión de mis sentidos, mi representación sólo consiguió los abucheos e insultos del auditorio, en su mayoría marineros de paso que preferían gastar su sueldo y su tiempo en la bebida o con alguna mujer exótica. No acostumbrado a estas reacciones y con la separación del maestro Wen aún nublando mi conciencia, dejé que los nervios se apoderaran de mis sentidos, con tan mala suerte que uno de los cuchillos con los que en ese momento hacía un ejercicio de malabares fue a caer en el pie de uno de los clientes, un marinero con muy poco sentido del humor y de la casualidad. Todo lo que convino a continuación es de fácil imaginación.
Terminé frente al juez local, un magistrado anciano y severo a la par que justo y benévolo. Y aunque las leyes en la ciudad del Hungtse son estrictas, tuve suerte y decretó que dos años de servidumbre serían suficientes para pagar mi deuda. Así pase a formar, temporalmente, parte de las posesiones de Yu Hsüen, primogénito de Yu Chien, un prospero comerciante cuñado del magistrado.
Yu Hsüen era un joven imaginativo y vivaz, más interesado por la aventura y las leyendas de grandes luchadores que por aprender las complejidades del entramado comercial que, según la ley Celestial, algún día heredaría de su venerado padre. Esto preocupaba a Yu Chien que pensó erróneamente que la compañía de un joven monje serenaría el espíritu de su hijo. Pero lejos de ayudar, mi presencia excito aún más la creatividad del joven Hsüen, que encontró en mi sobre quien descargar impunemente los excesos de su energía. Gritos, golpes, palos y estocadas en lo que él, en toda su inocencia, consideraba que era la maestría de algún extraño arte de combate que inundaba su esencia. Todos mis intentos por enseñarle algo de provecho fueron vanos.
Pasados varios meses, y viendo la falta de progreso, Yu Chien, en su infinita sabiduría, decidió que enviaría a su primer hijo lejos o se volvería loco. Así se concertó que el joven formaría parte de una larga expedición marítima en una nueva ruta comercial en la que Chien tenía intereses. La idea era que la experiencia hiciera madurar al primogénito de los Yu y quizás sirviera para despertar su interés por los asuntos familiares o, por lo menos, para mantenerlo alejado una buena temporada, con suerte, el tiempo suficiente para que alguno de sus hermanos menores manifestara una mayor sensatez. El joven accedió de buen grado, pero expuso la condición de que yo lo acompañara de modo que pudiera continuar perfeccionando su extraordinario arte de dar palizas. Obviamente, como aún tenía que saldar mi deuda, no fui consultado y nadie puso objeción.
Durante semanas recorrimos costas y puertos donde los habilidosos empleados de Chien establecían o fortalecían los jugosos contratos comerciales que engordaban el prospero imperio de Yu Chien. Más de medio ciclo nos costó llegar a nuestro auténtico objetivo, «Bahr al-Ajami», el «mar de los Extranjeros», punto de entrada comercial al misterioso continente de Zakhara, y durante todo ese tiempo el joven Hsüen no dio muestras del más mínimo interés por los negocios de su padre; aunque si manifestó una extraordinaria habilidad para contraer todo tipo de enfermedades y malestares locales.
Tan grave era el estado de su salud que los responsables de la expedición, gente de confianza de Yu Chien, decidieron buscar un curandero, chamán o hechicero que pusiera fin (del modo que fuera) al tormento que suponía para todos los gritos y quejas del joven Hsüen, que no desaprovechaba ninguna oportunidad para jurar a gritos que nosotros eramos los responsables de su mal, pues, según él, no habíamos acudido a socorrerle cuando un enigmático brujo lo embrujó tras asaltar su camarote en medio de la noche (y en medio del mar). A estas alturas, todos los miembros de la expedición estábamos de acuerdo en que su estado ya era muy grave.
Aconsejados por varios comerciantes, nos internamos en uno de aquellos secos y calurosos desiertos de los que está poblada esta tierra en busca de un reconocido curandero que, nos aseguraron, sanaría al joven Yu. Ningún miembro de la expedición había visitado antes estos pueblos y desconocíamos hasta que punto el engaño y la traición son populares allí. Por eso, cuando encontramos al curandero y se ofreció a sanar a Hsüen a cambio de una buena suma de dinero, aceptamos confiados, asumiendo que el tono azulado de su piel era una curiosa propiedad de alguna raza local.
Unos minutos después, presencié horrorizado como aquel curandero de piel teñida se transformaba en una terrible serpiente del tamaño de una pagoda, los reflejos de un tigre y el hambre de un oso panda, que comenzó a dar buena cuenta de los miembros de la expedición que acompañaba a Hsüen. Asumiendo que había llegado el final, me preparé para entrar en el reino Celestial. Guardo un recuerdo confuso de lo que ocurrió a continuación.
Mientras mi espíritu y mi cuerpo se alejaban de los gritos, el ruido de los cuerpos al partirse y el sonido de las tripas de aquel monstruo al ingerirlos, noté como una poderosa fuerza me estiraba, como una mano gigante que me agarraba por la cabeza y tiraba de ella. Sentí como se rompían todos los huesos de mi cuello y como se desgarraban la carne y la piel. No recuerdo más, y no se cuanto tiempo paso desde aquello hasta que sentí una bota con punta de hierro hundirse en mis riñones, abrí los ojos, y me encontré tumbando en una sucia calle de una desconocida ciudad bárbara, rodeado por un grupo de musculosos desdentados, más sucios aún que el suelo, que olían a salitre y pescado podrido, y sonreían mientras agitaban en el aire unas cadenas.
Morian
Humano Monje
[i]Extracto de la biografía en primera persona de Chun-pao escrita por uno de sus amigos
Nací en las montañas de Yu'l en el año del dragón, siendo el último de los siete hijos de una familia de pastores. En el tercer verano de una terrible sequía que asoló la parte meridional de la Gran Muralla fui vendido por unas pocas monedas en el mercado de Taichan; contaba entonces con poco más de tres años de vida. Quiso la suerte que mi comprador fuera el maestro errante Wen Biao, que en aquellos días descansaba en la ciudad y andaba en busca de un discípulo que le hiciera la comida y le lavara la ropa. Nunca volví a ver a mis hermanos y padres, ni a saber nada de ellos, pero siempre me consoló la idea de que gracias a mi no murieron de hambre y miseria.
El maestro Wen era un hombre con dos caras, dos mundos opuestos, al menos en apariencia. Por un lado aparentaba superficial y jaranero. Gustaba de reír, beber y hacer amigos en todas las tabernas por las que pasáramos. Con frecuencia se presentaba como un artista, un volatinero o simplemente un payaso, y exhibía, por unas monedas, una comida, un lugar para dormir o sólo algo de beber, los aspectos más frívolos de sus habilidades. Por otro, el maestro Wen era un estudioso de los misterios de «La Senda», un hombre equilibrado, sabio y disciplinado en el cultivo del espíritu y el cuerpo. Me avergüenza reconocer que pensar que este aspecto del maestro Wen sólo era conocido por mi me llena de orgullo.
Además de enseñarme a lavar, cocinar y a pasar por las mesas recogiendo monedas, el maestro Wen me enseñó a leer y escribir, a caminar recto y respirar despacio. Me inició en las artes del combate con la palma desnuda, con el palo o la espada larga. Me enseño el camino de la disciplina interior, a apreciar los clásicos y venerar a los ancianos, y me introdujo en los misterios de «La Senda». Durante dieciocho años acompañé al maestro Wen día y noche en su vida ambulante y en su búsqueda interior de sabiduría, perfección y equilibrio. Me gustaría decir que fui capaz de asimilar todo lo que me enseñó, pero lo cierto es, que aunque él nunca lo dijo, creo que no estaba a la altura de sus expectativas.
Hace ya dos años que no sé nada del maestro Wen. Llevábamos varios días viajando por las tierras de Hai Yuan, cuando en un cruce de caminos a dos días de Karatin, el maestro se paró a descansar sobre un piedra y se dirigió a mi:
?Pequeño Chang ?a pesar de que lo doblaba en altura y peso, el maestro Wen siempre me trataba como si fuera un niño pequeño?. Pequeño Chang, ha llegado la hora de que camines en solitario. Como el pájaro que si no abandona el nido es empujado por sus padres, he de dejarte libre.
En ese momento, yo, que estaba sentado con las piernas cruzadas a su lado, abrí la boca para protestar, pero el maestro levantó el dedo índice para detenerme y continuó hablando.
?Viaja, aprende, cultiva «La Senda». Haz que me sienta orgulloso de ser tu maestro y nos encontraremos en el reino inmortal.
Con la boca abierta y la mirada fija en su dedo, me había quedado petrificado. Un miedo profundo se apoderaba de mi y se me hacía difícil respirar. Había vivido toda mi vida con el maestro Wen, había lavado y cocinado para él durante dieciocho años, era mi padre, mi madre, mi hermano, mi amigo y mi maestro, y ahora me dejaba sólo. Quería protestar, quería coger una piedra y darle en la cabeza, pero estaba absolutamente paralizado de miedo. No pude más que ver como el maestro Wen se levantaba y se alejaba lentamente, agitando su bastón de ciego, por el mismo camino por el que habíamos venido.
Permanecí varias horas sentado en la misma posición, vi al maestro perderse en el horizonte y al sol flotar hacia el ocaso. Finalmente comprendí que nada podía hacer; me levanté y busqué un lugar donde dormir antes de llegar a Karatin. Recuerdo con vergüenza el miedo que sentía en aquellos momentos y como la confusión se apoderó de mi espíritu desencadenando los acontecimientos que me han traído hasta la situación en la que estoy ahora.
Dos días después llegué a Karatin sin saber que hacer, pero como tenía que comer busqué una taberna en la que presentar el espectáculo que durante tanto tiempo había visto hacer al maestro Wen. Pensando que me sería más fácil entretener a un público bebido, escogí para mi bautizo artístico una de las varias tabernas portuarias de esta antiquísima ciudad marítima. Desgraciadamente, siendo joven, fuerte y estando en completa posesión de mis sentidos, mi representación sólo consiguió los abucheos e insultos del auditorio, en su mayoría marineros de paso que preferían gastar su sueldo y su tiempo en la bebida o con alguna mujer exótica. No acostumbrado a estas reacciones y con la separación del maestro Wen aún nublando mi conciencia, dejé que los nervios se apoderaran de mis sentidos, con tan mala suerte que uno de los cuchillos con los que en ese momento hacía un ejercicio de malabares fue a caer en el pie de uno de los clientes, un marinero con muy poco sentido del humor y de la casualidad. Todo lo que convino a continuación es de fácil imaginación.
Terminé frente al juez local, un magistrado anciano y severo a la par que justo y benévolo. Y aunque las leyes en la ciudad del Hungtse son estrictas, tuve suerte y decretó que dos años de servidumbre serían suficientes para pagar mi deuda. Así pase a formar, temporalmente, parte de las posesiones de Yu Hsüen, primogénito de Yu Chien, un prospero comerciante cuñado del magistrado.
Yu Hsüen era un joven imaginativo y vivaz, más interesado por la aventura y las leyendas de grandes luchadores que por aprender las complejidades del entramado comercial que, según la ley Celestial, algún día heredaría de su venerado padre. Esto preocupaba a Yu Chien que pensó erróneamente que la compañía de un joven monje serenaría el espíritu de su hijo. Pero lejos de ayudar, mi presencia excito aún más la creatividad del joven Hsüen, que encontró en mi sobre quien descargar impunemente los excesos de su energía. Gritos, golpes, palos y estocadas en lo que él, en toda su inocencia, consideraba que era la maestría de algún extraño arte de combate que inundaba su esencia. Todos mis intentos por enseñarle algo de provecho fueron vanos.
Pasados varios meses, y viendo la falta de progreso, Yu Chien, en su infinita sabiduría, decidió que enviaría a su primer hijo lejos o se volvería loco. Así se concertó que el joven formaría parte de una larga expedición marítima en una nueva ruta comercial en la que Chien tenía intereses. La idea era que la experiencia hiciera madurar al primogénito de los Yu y quizás sirviera para despertar su interés por los asuntos familiares o, por lo menos, para mantenerlo alejado una buena temporada, con suerte, el tiempo suficiente para que alguno de sus hermanos menores manifestara una mayor sensatez. El joven accedió de buen grado, pero expuso la condición de que yo lo acompañara de modo que pudiera continuar perfeccionando su extraordinario arte de dar palizas. Obviamente, como aún tenía que saldar mi deuda, no fui consultado y nadie puso objeción.
Durante semanas recorrimos costas y puertos donde los habilidosos empleados de Chien establecían o fortalecían los jugosos contratos comerciales que engordaban el prospero imperio de Yu Chien. Más de medio ciclo nos costó llegar a nuestro auténtico objetivo, «Bahr al-Ajami», el «mar de los Extranjeros», punto de entrada comercial al misterioso continente de Zakhara, y durante todo ese tiempo el joven Hsüen no dio muestras del más mínimo interés por los negocios de su padre; aunque si manifestó una extraordinaria habilidad para contraer todo tipo de enfermedades y malestares locales.
Tan grave era el estado de su salud que los responsables de la expedición, gente de confianza de Yu Chien, decidieron buscar un curandero, chamán o hechicero que pusiera fin (del modo que fuera) al tormento que suponía para todos los gritos y quejas del joven Hsüen, que no desaprovechaba ninguna oportunidad para jurar a gritos que nosotros eramos los responsables de su mal, pues, según él, no habíamos acudido a socorrerle cuando un enigmático brujo lo embrujó tras asaltar su camarote en medio de la noche (y en medio del mar). A estas alturas, todos los miembros de la expedición estábamos de acuerdo en que su estado ya era muy grave.
Aconsejados por varios comerciantes, nos internamos en uno de aquellos secos y calurosos desiertos de los que está poblada esta tierra en busca de un reconocido curandero que, nos aseguraron, sanaría al joven Yu. Ningún miembro de la expedición había visitado antes estos pueblos y desconocíamos hasta que punto el engaño y la traición son populares allí. Por eso, cuando encontramos al curandero y se ofreció a sanar a Hsüen a cambio de una buena suma de dinero, aceptamos confiados, asumiendo que el tono azulado de su piel era una curiosa propiedad de alguna raza local.
Unos minutos después, presencié horrorizado como aquel curandero de piel teñida se transformaba en una terrible serpiente del tamaño de una pagoda, los reflejos de un tigre y el hambre de un oso panda, que comenzó a dar buena cuenta de los miembros de la expedición que acompañaba a Hsüen. Asumiendo que había llegado el final, me preparé para entrar en el reino Celestial. Guardo un recuerdo confuso de lo que ocurrió a continuación.
Mientras mi espíritu y mi cuerpo se alejaban de los gritos, el ruido de los cuerpos al partirse y el sonido de las tripas de aquel monstruo al ingerirlos, noté como una poderosa fuerza me estiraba, como una mano gigante que me agarraba por la cabeza y tiraba de ella. Sentí como se rompían todos los huesos de mi cuello y como se desgarraban la carne y la piel. No recuerdo más, y no se cuanto tiempo paso desde aquello hasta que sentí una bota con punta de hierro hundirse en mis riñones, abrí los ojos, y me encontré tumbando en una sucia calle de una desconocida ciudad bárbara, rodeado por un grupo de musculosos desdentados, más sucios aún que el suelo, que olían a salitre y pescado podrido, y sonreían mientras agitaban en el aire unas cadenas.
"Despierta..."