El medallón en la oficina

Juego de creación de relatos en el que varios objetos han asimilado parte de la esencia de sus antiguos dueños en forma de pecados capitales y tratan de usar sus poderes para hacer el mal.
Director: Kazulju.
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Kazulju
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El medallón en la oficina

Mensaje por Kazulju »

Era un caluroso día de julio, y los administrativos remangaban las mangas de sus blusas y camisas. El aire acondicionado de la oficina se había vuelto a estropear, pero ellos sabían que en el despacho del director seguía funcionando, así que, entre resoplidos y coca-colas bien frías, esperaban que su jefe les llamara al despacho, aunque fuera para recibir una bronca. Pero hoy el jefe llegaba tarde...

El volumen de los gruñidos aumentaba por minutos, confundiéndose con el teclear en los ordenadores y de vez en cuando se oía alguna queja directa ?¡Joder, que calor!

Algunos trabajaban, otros se dedicaban a buscar minas, y un pequeño grupo soñaba con llevar cafés al despacho, a sentir una corriente fresquita por la espalda, aunque fuera por un minuto. Y mientras, la manecilla del reloj de pared avanzaba poco a poco hacia la hora del almuerzo, pero por cada segundo que progresaba parecía retroceder otros dos.

A penas faltaban unos segundos para la hora del almuerzo cuando por fin llegó el jefe. Pero de repente nadie tenía ya ganas de salir a buscar un bar fresquito en el que tomar un bocata con una cerveza. El calor no importaba nada. Ninguno de ellos podía pensar en otra cosa que no fuese agradar a ese hombre, de cualquiera de las maneras. Era tan apuesto, tan interesante, tan inteligente?

Todo el mundo se levantó de sus sillas, y se acercaron tímidamente a su jefe: -¿Puedo traerle un café?- preguntaba uno. -¿Quiere mi bocadillo de chorizo?- decía otro. Sentían la necesidad de satisfacer cualquier deseo de aquel hombre. Y el jefe sonrió, satisfecho. Esta mañana se encontraba especialmente bien. Su mujer le había regalado un bonito medallón dorado, y desde que lo colocó en su cuello le parecía que el mundo iba a ser un poco mejor, iba a ser suyo?
Caballero andante de la Vieja Guardia, romantico quijotesto que se mantiene en pie sostenido únicamente por la voluntad de no caer y la sangre y el barro seco en las juntas de la armadura, que le impiden doblar la rodilla.

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A.K.A. Regina ex Jerbiton (IR)
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Kazulju
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Re: El medallón en la oficina

Mensaje por Kazulju »

Miró su reloj. Marcaba 47 minutos tarde, pero no le importó. No aceleró el paso en ningún momento, y entró al restaurant con una sonrisa.

Enseguida encontró a Sebastián, quien, al verlo, se puso de pié dispuesto a insultarlo, a pedir explicaciones, a irse, ¿quién podía asegurar lo que pensaba hacer? Nunca tampoco lo sabremos, pues a medida que vio a Roberto acercarse, sus ojos se posaron en el medallón dorado que tenía colgando sobre su pecho. La expresión de Sebastián, que hasta ese momento era una mezcla de indignación, de ira, y hasta de aburrimiento debido a la larga espera, se convirtió en una expresión de profunda alegría al ver a su amigo; y lo único que atinó a hacer, ya que estaba de pie, fue acomodar la silla para que Roberto pudiera tomar asiento.

Almorzaron sin hablar demasiado. Roberto porque degustaba la comida, y Sebastián porque miraba embobado el medallón. Cuando terminaron, fue Roberto quien habló.

_Bueno Sebastián, vayamos al grano, porque en unos minutos se sumará más gente a nuestra reunión, y quiero que para ese momento ya estemos de acuerdo. El trato es éste: me venderás tus acciones de la compañía.

Sebastián lo miró primero asombrado, y luego se echó a reir nerviosamente.

_Jaja, buen chiste, por un momento admito que me lo creí. Roberto, tú y tus ocurrencias...

Roberto también sonreía.

_Ningún chiste, mi amigo. Me venderás tus acciones hoy mismo. Y en honor a nuestra amistad de tantos años, te pagaré lo que valen, ni un centavo más ni un centavo menos.

La cara de Sebastián hizo el proceso inverso al anterior. Su sonrisa se fue convirtiendo en un gesto de asombro, hasta que al final estalló en ruegos, casi sollozando.

_No, Roberto, por favor, sabes que Susana me matará si lo hago. No te las puedo vender justo ahora, que están en alza. Hemos luchado mucho para llegar a este momento, te lo ruego, no me hagas hacerlo...

Durante algunos minutos Sebastián siguió rogando, siguió humillándose, hasta que finalmente Roberto lo interrumpió.

_Bueno, bueno, está bien. Tienes la suerte de que hoy estoy de muy buen humor, y además sé que llegué tarde y sin embargo tú estabas aquí. Además te necesito vivo, no quiero que tu esposa te mate. Me venderás sólo la parte de tus acciones que necesito para llegar a tener el 51% de las acciones de la compañía. Esto representa algo así como el 65% de las tuyas. Así que como ves, soy generoso. Te quedarás con el 35% de estas acciones en alza, y al final, todos contentos.

Sebastián todavía se debatía entre agradecer la mejora de las condiciones o seguir protestando y rogando y sollozando, cuando lo sorprendió la llegada de su propio abogado a la reunión. Nunca lo había visto tan sonriente.

_Espero que no te moleste que me haya encargado yo mismo de contactar a tu abogado. Es que estaba seguro que ibas a acceder. Pero vamos Doctor, por favor, siéntese y trate de calmar a su cliente, que lo noto un poco nervioso.

Mientras el abogado intentaba calmar a Sebastián enumerando diversos beneficios de la venta que no llevaban ninguna lógica, fueron llegando también el contador de Sebastián, un escribano, y varias personas más. Todas entraban serias al restaurant, pero para cuando llegaban a la mesa, mostraban una sonrisa de oreja a oreja. La misma sonrisa con la que llegó Roberto a su casa para contarle a su esposa que era el nuevo socio mayoritario de la compañía.
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