El reino de Avalon

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M_C
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El reino de Avalon

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A pesar de los peligros, era una época maravillosa para vivir. El hijo de Pendragon, llamado Rey Arturo, ocupaba el trono de Avalon, rigiendo por el derecho de su gran espada Excalibur, extraída, siendo un muchacho, de la piedra en que estaba empotrada después de que fracasaran en el intento numerosos hombres robustos. Arturo supuso para el reino un cierto género de paz. Antes de ese tiempo, los señores locales peleaban y disputaban entre ellos como gallitos, de tal manera que apenas se conocía un momento de tranquilidad desde el principio hasta el final de cada año. Pero Arturo cambió todo aquello, y tan sólo con una maravillosa invención, la de la Caballería.
Algo extraño, la Caballería. O extraño cuando la estableció Arturo. Ahora estamos tan acostumbrados que nos parece una ley de la Naturaleza como la gravedad o la manera que tienen las aves de volar hacia el sur cuando concluye el verano. Pero en aquellos días resultaba una idea extraña. Entonces si eras fuerte y querías algo que pertenecía a alguien que fuera débil, se lo arrebatabas. Y si eras un caballero y veías a una doncella capturada por un dragón dejabas que se la comiera (y si la doncella resultabas ser tú, lo probable es que le dejaras comerte en vez de defenderte por ti misma como debiera hacer cualquier doncella que se respetara).

Pero la extraña idea de la Caballería de Arturo cambió todo aquello. Así llegaron el Juego Limpio, la Cortesía, el Decoro, la Justicia, la Buena Conducta, la Confianza en uno mismo y muchas otras cosas espléndidas que por desgracia faltaban en Avalon, incluso en la época de Pendragon. (No introdujo el cricket, como todavía afirman muchos tontos. Pero estableció los torneos que eran casi tan buenos. Y si alguien te dice que los torneos son un deporte violento y brutal sólo porque unos valientes caballeros tratan mutuamente de derribarse de los caballos, puedes decirle que es mucho mejor que lo que hacían hasta que se inventaron los torneos y que resulta casi inimaginable.)
El corazón de esta Caballería era algo más que había inventado Arturo: la Mesa Redonda, Tabla Redonda como la gente insiste en llamarla. Existía realmente una mesa redonda, hecha de roble con incrustaciones de madera de teca. Era bastante grande como para que pudieran sentarse muy cómodamente a su alrededor una docena o cosa así de caballeros, aunque con la armadura los caballeros ocupan mucho sitio. Pero la Tabla Redonda significaba más que eso, mucho más. La Tabla Redonda era un estilo de vida.
Y ese estilo de vida atrajo a cierta clase de personas. Cuando Arturo fundó la Tabla Redonda (incluso antes de que el maestro carpintero hubiera terminado las incrustaciones) caballeros de todo Avalon clamaban por ingresar en el grupo. Hubo incluso un caballero que vino nada menos que de Francia ?una gran hazaña con mal tiempo? con el propósito de averiguar si había un lugar para él. Se llamaba sir Lancelot du Lac y resultó que había un lugar para él y en realidad un lugar importante. Aunque le hicieron cambiar un poco su nombre para que se llamara Lanzarote del Lago.
Como eran tantos los caballeros que solicitaban ser admitidos, Arturo podía permitirse elegir para su Tabla Redonda a los mejores. Y así lo hizo. Jamás se vio tan gran colección de caballeros desde que fueran expulsados los romanos. Galahad, Perceval, Lanzarote, Bedevere, Ginebra... La lista sigue y sigue. Excepto que Ginebra no era exactamente un caballero. Era la Reina, esposa de Arturo. Pero a menudo se sentaba ante la Tabla Redonda en razón de los excelentes consejos que proporcionaba y del agudo cerebro que tenía.
Había otro que se sentaba a menudo ante la Tabla Redonda, aunque tampoco fuese un caballero. Era lo que llaman un Druida, que es una clase de sacerdote y una especie de taumaturgo, todo en una misma persona. Se llamaba Merlín, lo que quizás te indique que era galés. La gente corriente le denominaba el Mago Merlín. Los caballeros, que en su mayoría le temían, le daban el tratamiento de «Sir». Arturo, que le conocía mejor, le llamaba «Estúpido y viejo loco». Pero éstos eran realmente términos afectuosos en boca del Rey. Al fin y al cabo fue Merlín el que empotró la espada en la piedra y contribuyó a hacer de Arturo un importante monarca. Esa es la verdad de la cuestión, aunque otro hechicero (llamado Ansalom) afirmaba que él había sido el único responsable.
A nadie le gustaba especialmente Ansalom, aunque muy pocos, incluso entre los valientes caballeros, se atrevían a llamarle mentiroso a la cara. Ansalom era un tipo muy desagradable y de genio endiablado. La clase de hechicero capaz de arruinar tus cosechas con sólo mirarte. Y como nadie quería que se le agostaran las cosechas, la gente tendía a rehuir la compañía de Ansalom.
La Tabla Redonda se hallaba instalada en la corte del Rey Arturo, que a su vez estaba en un lugar llamado Camelot. Ofrecía una espléndida vista, sobre todo en verano, cuando los gallardetes ondeaban en los campanarios y los rayos del sol se reflejaban en las brillantes armaduras de los guerreros. En invierno no era quizás tan hermosa porque los gallardetes colgaban un tanto lacios bajo la lluvia y las armaduras parecían proclives a enmohecerse. Pero rara vez permanecía Arturo en Camelot durante el invierno. Por lo general se iba a Cornualles.
Última edición por M_C el 03 Oct 2007, 21:47, editado 1 vez en total.
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