Derhelm
Al parecer Jean Luc se tomaba de forma muy despreocupada la situación. Tal vez nunca havia visto de lo que era capaz un fanático, pero Derhelm tenia dudas de si Agarwaen, ante la disyuntiva de que su hermana se quedara con Jean Luc, no tomaria medidas drásticas, incluso con ambos.
Pero no le correspondía a él inmiscuirse, así que decidió encogerse de hombros como respuesta a la pregunta de Jean Luc, y siguió su camino a la cocina seguido de este. Tal vez habiendo comido y reposado unos minutos, todos tendrian las ideas más claras, y podrian decidir cual era el mejor camino para cumplir el encargo de Elyadren.
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Moderador: Racknarock
- Iriai
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Agarwaen Aldaron
Necesitaba una excusa. Sabía de sobra que a su hermana le importaba poco o nada su religión, y que ello la matendria poco tiempo a su lado y alejada de la abominación negra cuya casa ocupaban. Su cerebro comenzó a funcionar furiosamente rápido mientras se arrodillaba y realizaba la ceremonia de agradecimiento de forma automatica, con su voz de barítono resonando esplendorosamente como un instrumento musical, un sonido dulce y armonioso, puro y extraño en los labios siempre dados a la acritud de Agarwaen. Mientras la oración seguia su curso miró y repasó la historia de su antepasado, en busca de una guia, de una señal que le ayudase a solventar esta situación que se le escapaba velozmente de las manos. Su antepasado había sido un estratega, había recurrido a metodos poco habituales para conseguir sus objetivos, incluso había sido repudiado durante mucho tiempo por la sociedad Valenar hasta que sus escritos habían acabado por constituir las bases para la tecnica de la cimitarra doble que era el orgullo de su raza. Miro a su hermana, le acompañaba en las oraciones pero recitaba algo despues que él, repitiendo sus palabras y repetia con lentitud sus gestos, falta de costumbre. En sus ojos brillaban las lagrimas a punto de surgir y su rostro estaba tenso y preocupado....ESTABA preocupada por él. Eso era lo único que la ataba a aquella habitación, lo único que le mantenia a su lado y apartada de la dañina compañia del humano era eso. Nada de deber, nada de religión. Simple y pura preocupación filial. Una idea destelló en su mente como una llamarada en la oscuridad. Por un instante sintió rechazo por la idea, y remordimiento. Instantes despues levantó la vista y vió la figura de Jean Luc en el pasillo, hablando con Derlhem. Vió sus músculos marcados apretadamente en sus ropas, más propios de un buey que de un ser civilizado; vió sus gestos soberbios; la forma patente en la que ignoraba lo que sea le estuviese diciendo el semielfo demostrando su falta de uicio y su ego desmedido. Y lo odió. Profundamente. Era un sentimiento abrasador que le roia por dentro provocandole un dolor mucho más profundo que el de la herida de su vientre, ahora reabierta por el esfuerzo y los movimientos de la oración. No lo permitiria. Nunca. Jamás. No permitiria que aquella bestia sedujese con sus malas artes a su hermana, haria lo que sea para conseguirlo...como hizo su antepasado para conseguir sus objetivos. Abandonó su orgullo y se dejó caer como un plomo hacia delante, como si un acceso repentino de debilidad hubiese arrancado su conciencia. Puso los ojos en blanco y redujo el ritmo de su respiración hasta acerlo casi imperceptible. Como por inspiración divina, la caida hizo que se mordiese la lengua, haciendo que un hilillo de baba y sangre escapase tembloroso por la comisura de sus labios. Una añagaza. Una mera pantomima, pero tan perfecta y tan sustentada por las circunstancias que solo ante los ojos de un medico hubiese quedado en evidencia como una farsa... y la mirada inocente y preocupada qde su hermana solo veria lo que él queria que viera: a su orgulloso hermano derrotado por las heridas y la debilidad. Scara jamás pensaria que la engañaria...jamás pensaria que se tragaría su orgullo y se humillaria de esa manera. Permaneció unos tensos minutos derrumbado en el suelo, y despues abrió los ojos azules temblorosamente, y miró suplicante a su hermana, una mirada que muy pocas veces habria visto la semielfa.
- Ayudame Scara...- dijo con un hilillo de voz
Tenía que funcionar...
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Siento la tardanza, el mes de examenes ha sido una mierda XD
Necesitaba una excusa. Sabía de sobra que a su hermana le importaba poco o nada su religión, y que ello la matendria poco tiempo a su lado y alejada de la abominación negra cuya casa ocupaban. Su cerebro comenzó a funcionar furiosamente rápido mientras se arrodillaba y realizaba la ceremonia de agradecimiento de forma automatica, con su voz de barítono resonando esplendorosamente como un instrumento musical, un sonido dulce y armonioso, puro y extraño en los labios siempre dados a la acritud de Agarwaen. Mientras la oración seguia su curso miró y repasó la historia de su antepasado, en busca de una guia, de una señal que le ayudase a solventar esta situación que se le escapaba velozmente de las manos. Su antepasado había sido un estratega, había recurrido a metodos poco habituales para conseguir sus objetivos, incluso había sido repudiado durante mucho tiempo por la sociedad Valenar hasta que sus escritos habían acabado por constituir las bases para la tecnica de la cimitarra doble que era el orgullo de su raza. Miro a su hermana, le acompañaba en las oraciones pero recitaba algo despues que él, repitiendo sus palabras y repetia con lentitud sus gestos, falta de costumbre. En sus ojos brillaban las lagrimas a punto de surgir y su rostro estaba tenso y preocupado....ESTABA preocupada por él. Eso era lo único que la ataba a aquella habitación, lo único que le mantenia a su lado y apartada de la dañina compañia del humano era eso. Nada de deber, nada de religión. Simple y pura preocupación filial. Una idea destelló en su mente como una llamarada en la oscuridad. Por un instante sintió rechazo por la idea, y remordimiento. Instantes despues levantó la vista y vió la figura de Jean Luc en el pasillo, hablando con Derlhem. Vió sus músculos marcados apretadamente en sus ropas, más propios de un buey que de un ser civilizado; vió sus gestos soberbios; la forma patente en la que ignoraba lo que sea le estuviese diciendo el semielfo demostrando su falta de uicio y su ego desmedido. Y lo odió. Profundamente. Era un sentimiento abrasador que le roia por dentro provocandole un dolor mucho más profundo que el de la herida de su vientre, ahora reabierta por el esfuerzo y los movimientos de la oración. No lo permitiria. Nunca. Jamás. No permitiria que aquella bestia sedujese con sus malas artes a su hermana, haria lo que sea para conseguirlo...como hizo su antepasado para conseguir sus objetivos. Abandonó su orgullo y se dejó caer como un plomo hacia delante, como si un acceso repentino de debilidad hubiese arrancado su conciencia. Puso los ojos en blanco y redujo el ritmo de su respiración hasta acerlo casi imperceptible. Como por inspiración divina, la caida hizo que se mordiese la lengua, haciendo que un hilillo de baba y sangre escapase tembloroso por la comisura de sus labios. Una añagaza. Una mera pantomima, pero tan perfecta y tan sustentada por las circunstancias que solo ante los ojos de un medico hubiese quedado en evidencia como una farsa... y la mirada inocente y preocupada qde su hermana solo veria lo que él queria que viera: a su orgulloso hermano derrotado por las heridas y la debilidad. Scara jamás pensaria que la engañaria...jamás pensaria que se tragaría su orgullo y se humillaria de esa manera. Permaneció unos tensos minutos derrumbado en el suelo, y despues abrió los ojos azules temblorosamente, y miró suplicante a su hermana, una mirada que muy pocas veces habria visto la semielfa.
- Ayudame Scara...- dijo con un hilillo de voz
Tenía que funcionar...
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Siento la tardanza, el mes de examenes ha sido una mierda XD
"Despierta..."
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Scara
Todo se le fue de las manos. Jean Luc se fue, alegando que hablaría con su madre para arreglar lo del plato, y junto con Derhelm, salió de la habitación. Se sintió tremendamente humillada por el gesto despreciativo de su hermano y el silencio del humano por ello. Sintió como si Jean Luc la culpara a ella de haberlo hecho y las lágrimas afloraron mientras ayudaba a Agarwaen a arrodillarse.
Su cabezota hermano nunca le haría caso. Él lo sabía todo, él era el hermano mayor, todo lo que él decía debía ser cumplido. Scara temblaba y lloraba de rabia y vergüenza, Agarwaen había estado a punto de morir, Jean Luc los había acogido en su casa y así lo pagaba él, dejándola en evidencia, tirando la comida, dejando la habitación perdida de comida y sangre, despreciando a los anfitriones y su buena voluntad a la hora de acogerlos.
No podía separarse del elfo. Necesitaba su ayuda, estaba herido, moriría y no dejaría que ningún humano o semielfo lo tocase para sanarle las heridas o recogerlo del suelo si se caía. Solo ella. Y esa soledad se la había ganado a pulso, despreciando a todos los demás salvo a ella. Así, Scara no tenía más amigos que su hermano; y Agarwaen no tenía más familia que Scara.
Se tragó las lágrimas y rezó, sin dejar de vigilarle, sin dejar de mirar que estuviese bien, que no palidecía, que la sangre no brotaba de la herida. Rezó mascullando las oraciones, le importaba un pimiento los dioses de su hermano; Agarwaen rezaba todos los días hacia ellos y ellos no le devolvían sus esfuerzos. Qué injustos y qué egoístas, dejar a uno de sus más fieles seguidores hecho un guiñapo entre los brazos de la semielfa. Pero era por culpa de esos dioses, esos antepasados, por lo que Agarwaen era así de arisco con los humanos. Por culpa de esos rezos, de ese fanatismo, de tanta tontería, por lo que su hermano despreciaba cualquier gesto amable de Jean Luc. ¿A ella también la odiaría? ¿Odiaría su parte humana si continuaba rezando a sus antepasados? Entre lágrimas incontenibles, grandes gotas que se estrellaban en el suelo, Scara siguió rezando y sosteniendo a Agarwaen. No podía hacer otra cosa.
Hasta que él se desmayó. Scara lo aferró con fuerza, viendo como caía al suelo sin que pudiese evitarlo. Su corazón se aceleró, su respiración se agitó y su rostro perdió cualquier resto de color que pudiese quedar cuando de los finos labios de Agarwaen escapó un hilo de sangre.
- ¡Agarwaen! - gritó desesperada. - ¡No, no, no! ¡Lo sabía! ¡No tenía que haberte dejado! ¡Cabezota! - gritó frustrada, tumbando al elfo en el suelo. Lloró y lloró, las manos y los brazos le temblaban ante la idea de que su hermano estuviese agonizando a sus pies sin que pudiera salvarle. Lo dejó tumbado y corrió hasta sus pertenencias, Agarwaen era un clérigo, debía tener su material de curación por algún sitio. Lo tiró todo al suelo sin control, sin encontrar lo que buscaba e incluso miró su propia mochila, sabiendo de antemano que no tenía vendas ni ungüentos y esparció el contenido por la habitación; luego recordó todo lo que la mochila de la dama Elaydren contenía y los tres frascos de pociones curativas. Eso tenía que funcionar, pero... ¿dónde estaba la mochila y las pociones? A punto de sufrir un ataque de pánico, miró a Agarwan, no podía abandonar la habitación y dejarlo allí, no se lo perdonaría, pero ¿qué hacer? Si gritaba ayuda, también se lo recriminaría, si es que ni Jean Luc ni Derhelm habían oído sus gritos.
Pasó el brazo del elfo por sus hombros y trató de levantarlo, con toda la fuerza que pudo. El peso muerto del cuerpo del elfo fue como si estuviese levantando un bloque de acero y poniendo toda su fuerza de voluntad en el proceso, lo llevó hasta la cama, dónde se derrumbó junto a él. - Por favor, por favor, por favor... - musitaba deprisa, alterada, intentando tranquilizarse y hacer algo por Agarwan. - No te mueras, no te mueras, no te mueras...
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Off: Cómo se entere de que la has engañado, no te lo va a perdonar
Todo se le fue de las manos. Jean Luc se fue, alegando que hablaría con su madre para arreglar lo del plato, y junto con Derhelm, salió de la habitación. Se sintió tremendamente humillada por el gesto despreciativo de su hermano y el silencio del humano por ello. Sintió como si Jean Luc la culpara a ella de haberlo hecho y las lágrimas afloraron mientras ayudaba a Agarwaen a arrodillarse.
Su cabezota hermano nunca le haría caso. Él lo sabía todo, él era el hermano mayor, todo lo que él decía debía ser cumplido. Scara temblaba y lloraba de rabia y vergüenza, Agarwaen había estado a punto de morir, Jean Luc los había acogido en su casa y así lo pagaba él, dejándola en evidencia, tirando la comida, dejando la habitación perdida de comida y sangre, despreciando a los anfitriones y su buena voluntad a la hora de acogerlos.
No podía separarse del elfo. Necesitaba su ayuda, estaba herido, moriría y no dejaría que ningún humano o semielfo lo tocase para sanarle las heridas o recogerlo del suelo si se caía. Solo ella. Y esa soledad se la había ganado a pulso, despreciando a todos los demás salvo a ella. Así, Scara no tenía más amigos que su hermano; y Agarwaen no tenía más familia que Scara.
Se tragó las lágrimas y rezó, sin dejar de vigilarle, sin dejar de mirar que estuviese bien, que no palidecía, que la sangre no brotaba de la herida. Rezó mascullando las oraciones, le importaba un pimiento los dioses de su hermano; Agarwaen rezaba todos los días hacia ellos y ellos no le devolvían sus esfuerzos. Qué injustos y qué egoístas, dejar a uno de sus más fieles seguidores hecho un guiñapo entre los brazos de la semielfa. Pero era por culpa de esos dioses, esos antepasados, por lo que Agarwaen era así de arisco con los humanos. Por culpa de esos rezos, de ese fanatismo, de tanta tontería, por lo que su hermano despreciaba cualquier gesto amable de Jean Luc. ¿A ella también la odiaría? ¿Odiaría su parte humana si continuaba rezando a sus antepasados? Entre lágrimas incontenibles, grandes gotas que se estrellaban en el suelo, Scara siguió rezando y sosteniendo a Agarwaen. No podía hacer otra cosa.
Hasta que él se desmayó. Scara lo aferró con fuerza, viendo como caía al suelo sin que pudiese evitarlo. Su corazón se aceleró, su respiración se agitó y su rostro perdió cualquier resto de color que pudiese quedar cuando de los finos labios de Agarwaen escapó un hilo de sangre.
- ¡Agarwaen! - gritó desesperada. - ¡No, no, no! ¡Lo sabía! ¡No tenía que haberte dejado! ¡Cabezota! - gritó frustrada, tumbando al elfo en el suelo. Lloró y lloró, las manos y los brazos le temblaban ante la idea de que su hermano estuviese agonizando a sus pies sin que pudiera salvarle. Lo dejó tumbado y corrió hasta sus pertenencias, Agarwaen era un clérigo, debía tener su material de curación por algún sitio. Lo tiró todo al suelo sin control, sin encontrar lo que buscaba e incluso miró su propia mochila, sabiendo de antemano que no tenía vendas ni ungüentos y esparció el contenido por la habitación; luego recordó todo lo que la mochila de la dama Elaydren contenía y los tres frascos de pociones curativas. Eso tenía que funcionar, pero... ¿dónde estaba la mochila y las pociones? A punto de sufrir un ataque de pánico, miró a Agarwan, no podía abandonar la habitación y dejarlo allí, no se lo perdonaría, pero ¿qué hacer? Si gritaba ayuda, también se lo recriminaría, si es que ni Jean Luc ni Derhelm habían oído sus gritos.
Pasó el brazo del elfo por sus hombros y trató de levantarlo, con toda la fuerza que pudo. El peso muerto del cuerpo del elfo fue como si estuviese levantando un bloque de acero y poniendo toda su fuerza de voluntad en el proceso, lo llevó hasta la cama, dónde se derrumbó junto a él. - Por favor, por favor, por favor... - musitaba deprisa, alterada, intentando tranquilizarse y hacer algo por Agarwan. - No te mueras, no te mueras, no te mueras...
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- Racknarock
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1.8 Nueva Compañia
Mientras Agarwaen hacia uso de sus artimañas para mantener a su hermana cerca, Jean-Luc y Derhelm saboreaban su plato de estofado sentados en la mesa de la cocina, en un pacifico silencio, cada uno con la mente puesta en sus propias preocupaciones... Compartían mesa con el padre de Jean-Luc, que echaba anillos de humo tras inspirar por la pipa que llevaba en las manos. Su mujer faenaba por detrás en los fuegos y el lavadero.
Madre: ?Hay que ver que raros pueden llegar a ser los elfos... seguro que es vuestro compañero y no un prisionero o algo así? Vaya forma que tiene de tratar a los demás...?
Padre: ?Pues sí, aunque con la herida que llevaba puede estar un poco de mal humor, dejemos que se recuperé... Hablando de eso, Jean-Luc que haréis a partir de ahora? Comentaste que debéis dejar la ciudad verdad para ir hacia Rhukaan Draal (al pronunciar el nombre le recorrió un escalofrió) no? Pues po....
No pudo terminar la frase. Un tremendo grito ahogo cualquier tipo de posible conversación.
Scara: ¡Agarwaen! - gritó desesperada. - ¡No, no, no! ¡No tenía que haberte dejado! ¡Cabezota!
I como si de un detonador se hubiera tratado, de repente se oyó un estruendo relativamente fuerte, la casa tembló un segundo y todo quedo en calma... bueno... hasta que Derhelm apreció como por la puerta de la cocina entreva algo de humo arrastrándose por el suelo. Se giro para advertirlo a Jean-Luc. Este ya estaba llegando a la puerta.
Padre: Que demonios? Pero bueno... es que no aprenderá!
Derhelm siguió a Jean Luc. Al girar la esquina en medio del pasillo, en dirección a la habitación de Jean-Luc, una columna de humo subía hasta el techo como si de una fuente se tratase y luego se escampaba creando una neblina de dos palmos a su alrededor. Justo en ese momento se podía apreciar como una figuro emergía del de ella, Una figura bastante grande... con forma humanoide... Parecía que cargaba a alguien que tosía.
A Scara, ya le retumbaba suficientemente su mundo y ni llego a percibir el estruendo, ni el temblor ni nada. Tampoco se dio cuenta del humo que se filtraba por la ranuras de las puertas. No fue exactamente igual para Agarwaen, que si lo oyó en su estado de inconsciencia simulada. ¿Les habían encontrado? Justo en ese momento, no podía ser... El debía seguir con la farsa, o perdería a su hermana para siempre... Tampoco estaba precisamente en condiciones de luchar demasiado...
Madre: ?Hay que ver que raros pueden llegar a ser los elfos... seguro que es vuestro compañero y no un prisionero o algo así? Vaya forma que tiene de tratar a los demás...?
Padre: ?Pues sí, aunque con la herida que llevaba puede estar un poco de mal humor, dejemos que se recuperé... Hablando de eso, Jean-Luc que haréis a partir de ahora? Comentaste que debéis dejar la ciudad verdad para ir hacia Rhukaan Draal (al pronunciar el nombre le recorrió un escalofrió) no? Pues po....
No pudo terminar la frase. Un tremendo grito ahogo cualquier tipo de posible conversación.
Scara: ¡Agarwaen! - gritó desesperada. - ¡No, no, no! ¡No tenía que haberte dejado! ¡Cabezota!
I como si de un detonador se hubiera tratado, de repente se oyó un estruendo relativamente fuerte, la casa tembló un segundo y todo quedo en calma... bueno... hasta que Derhelm apreció como por la puerta de la cocina entreva algo de humo arrastrándose por el suelo. Se giro para advertirlo a Jean-Luc. Este ya estaba llegando a la puerta.
Padre: Que demonios? Pero bueno... es que no aprenderá!
Derhelm siguió a Jean Luc. Al girar la esquina en medio del pasillo, en dirección a la habitación de Jean-Luc, una columna de humo subía hasta el techo como si de una fuente se tratase y luego se escampaba creando una neblina de dos palmos a su alrededor. Justo en ese momento se podía apreciar como una figuro emergía del de ella, Una figura bastante grande... con forma humanoide... Parecía que cargaba a alguien que tosía.
A Scara, ya le retumbaba suficientemente su mundo y ni llego a percibir el estruendo, ni el temblor ni nada. Tampoco se dio cuenta del humo que se filtraba por la ranuras de las puertas. No fue exactamente igual para Agarwaen, que si lo oyó en su estado de inconsciencia simulada. ¿Les habían encontrado? Justo en ese momento, no podía ser... El debía seguir con la farsa, o perdería a su hermana para siempre... Tampoco estaba precisamente en condiciones de luchar demasiado...
- SirAlexander
- Mensajes: 4633
- Registrado: 15 Abr 2007, 17:53
Re: 1 - Visita a la oficina de mensajería
Jean Luc
El grito de Scara casi lo hace correr escaleras arriba, pero la explosión lo frenó, seguramente Marie había estado probando algo, y se apresuró para llegar a la cena. Su padre le sacó las palabras de la boca y tan pronto apareció el humo corrió hacia la puerta, y se frenó a poco de llegar. El hombre miró al forjado, y a la figura entre sus brazos, y sonrió. -Marie, ¿que haz hecho explotar esta vez? - dijo mientras se acercaba a su hermana.
El grito de Scara casi lo hace correr escaleras arriba, pero la explosión lo frenó, seguramente Marie había estado probando algo, y se apresuró para llegar a la cena. Su padre le sacó las palabras de la boca y tan pronto apareció el humo corrió hacia la puerta, y se frenó a poco de llegar. El hombre miró al forjado, y a la figura entre sus brazos, y sonrió. -Marie, ¿que haz hecho explotar esta vez? - dijo mientras se acercaba a su hermana.