Capítulo IV: Luchando por el Destino
Moderador: Isildur
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Kitsuki Fujiwa
Parece que el mismo infierno se regocija pensando en engullirnos. La situación era muy desesperada, y miré a los otros dos samurai, también temerosos de la situación en la que nos encontrábamos. Intenté atravesar la barrera con la mágica hoja, capaz de traspasar reinos. Tal vez su magia era suficiente poderosa para evitar el pasaje al reino de Fu Leng. Esperaba que los demás también se esforzasen por encontrar la forma.
Había decidido aprovechar esta conexión en caso de que no se abriese la barrera, intentar abrir un pasaje a algún reino, sin duda Jigoku, para poder escapar del peligro y volver rápidamente para apoyar a los demás, aunque no había intentado algo similar nunca. Pero no podia permanecer ahí impasible, observando!
Quiero hacer una tirada de Investigación para buscar pistas sobre el sello mágico, y como romperlo. No olvidemos que tengo aumentos libres por Investigación. Porque no me cogería Hechicería....
Parece que el mismo infierno se regocija pensando en engullirnos. La situación era muy desesperada, y miré a los otros dos samurai, también temerosos de la situación en la que nos encontrábamos. Intenté atravesar la barrera con la mágica hoja, capaz de traspasar reinos. Tal vez su magia era suficiente poderosa para evitar el pasaje al reino de Fu Leng. Esperaba que los demás también se esforzasen por encontrar la forma.
Había decidido aprovechar esta conexión en caso de que no se abriese la barrera, intentar abrir un pasaje a algún reino, sin duda Jigoku, para poder escapar del peligro y volver rápidamente para apoyar a los demás, aunque no había intentado algo similar nunca. Pero no podia permanecer ahí impasible, observando!
Quiero hacer una tirada de Investigación para buscar pistas sobre el sello mágico, y como romperlo. No olvidemos que tengo aumentos libres por Investigación. Porque no me cogería Hechicería....
- Shiba Mugen
- Mensajes: 1587
- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Mugen no entendia como Daigotsu podia esquivar sus ataques. No solo el, sino a Kisada, a quien consideraba un mejor guerrero, le era imposible acertar el golpe definitivo. ¿Acaso era una ilusion de Daigotsu con la cual estaban peleando?
Su mirada se centro en Fujiwa y el resto de los Campeones por un instante, al escuchar el grito del Señor Oscuro.
Aquella barrera verde los tenia atrapados y no solo eso, peor aun, una grieta se abria en el cielo. Si no detenian ese ritual, todo estaria perdido.
Si Daigotsu era una ilusion o era un mejor hechicero que el portando el Ultimo Deseo, cualquier ataque magico seria en vano.
Solo quedaba un ultimo recurso...
Mugen sujeto la katana de jade con fuerza delante de si, cerro sus ojos, susurró las siguientes palabras:
"Escuchame, Ultimo Deseo de Isawa. Tengo algo que pedirte. No es un deseo egoista el mio. Lo que pido no es para mi, ni hara un mal a nadie. Lo que pido, es para la gente de Rokugan, para aquellos por los cuales, tu padre, tu creador, Isawa, dio su vida. Aikune confio en mi para portarte. Confia en mi ahora, Ultimo Deseo de Isawa...
Este es mi deseo:", hizo Mugen una leve pausa.
"Deseo que cierras el portal alli en el cielo.", su katana apuntando hacia el cielo, alli donde los fuegos de Jigoku anunciaban la llegadad el Noveno Kami.
¿Seria el poder de Isawa mas grande que el de Daigotsu?
Su mirada se centro en Fujiwa y el resto de los Campeones por un instante, al escuchar el grito del Señor Oscuro.
Aquella barrera verde los tenia atrapados y no solo eso, peor aun, una grieta se abria en el cielo. Si no detenian ese ritual, todo estaria perdido.
Si Daigotsu era una ilusion o era un mejor hechicero que el portando el Ultimo Deseo, cualquier ataque magico seria en vano.
Solo quedaba un ultimo recurso...
Mugen sujeto la katana de jade con fuerza delante de si, cerro sus ojos, susurró las siguientes palabras:
"Escuchame, Ultimo Deseo de Isawa. Tengo algo que pedirte. No es un deseo egoista el mio. Lo que pido no es para mi, ni hara un mal a nadie. Lo que pido, es para la gente de Rokugan, para aquellos por los cuales, tu padre, tu creador, Isawa, dio su vida. Aikune confio en mi para portarte. Confia en mi ahora, Ultimo Deseo de Isawa...
Este es mi deseo:", hizo Mugen una leve pausa.
"Deseo que cierras el portal alli en el cielo.", su katana apuntando hacia el cielo, alli donde los fuegos de Jigoku anunciaban la llegadad el Noveno Kami.
¿Seria el poder de Isawa mas grande que el de Daigotsu?
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Ciudadela de Daigotsu
Por mucho que su percepción estuviera más desarrollada que cualquier otro ser humano, Fujiwa seguía sin saber cómo funcionaba aquél pergamino negro, y la columna de energía verde que los aprisionaba.
Su katana podía atravesar la columna, pero eso seguía sin dejarle pasar a él y sus compañeros encerrados.
Se concentró para tratar de usar el poder de la Espada Ancestral del Dragón, y no le resultó difícil encontrar una conexión con el Jigoku, pues sus puertas se abrían encima de él.
Quizás sería un suicidio, pero quedarse encerrados en la columna, sin poder hacer nada, no era de mucha utilidad.
Ryushi ya conocía las capacidades de la espada, por lo que asintió con frialdad cuando percibió lo que intentaba Fujiwa.
Ambos Campeones, junto con Ayla y Tsuneyoshi, aparecieron en un lugar oscuro, donde el suelo era negro, y el cielo eran llamas ardiendo incesablemente. A su espalda, había un portal que se estaba abriendo, y delante de ellos, una sola persona. Era un hombre alto, con la piel de un color pálido mortecino, y unos rasgos duros y amenazadores. Sus ojos brillaban en verde, y sus largos cabellos negros ondeaban pese a no haber viento. Vestía un kimono negro totalmente, con amplias hombreras. Miró a los recién llegados con una sonrisa macabra.
Mugen veía que las posibilidades eran pocas. Por algún motivo, Daigotsu se había vuelto virtualmente inmune, pues por mucho que le atacaran, le flanquearan, o le dieran caza, nada había que hacer.
Mugen empezó a recitar su oración al Último Deseo, y Kisada se quedó quieto, dejando que fueran Yukiko e Iwashi quienes siguieran a la carga.
El Último Deseo brilló con luz propia. La columna de luz desaparecía lentamente, al tiempo que la brecha en el cielo se empezaba a cerrar.
Los ojos del Gran Oso lo vieron. No se trataba de un solo Daigotsu. El Señor Oscuro hacía réplicas de sí mismo, haciéndolas aparecer donde él quería para confundir a sus enemigos. Creía saber el modus operandi de las réplicas, y el modo de contrarestarlas.
Quedaba poco tiempo, y muchas incógnitas por resolver.
Por mucho que su percepción estuviera más desarrollada que cualquier otro ser humano, Fujiwa seguía sin saber cómo funcionaba aquél pergamino negro, y la columna de energía verde que los aprisionaba.
Su katana podía atravesar la columna, pero eso seguía sin dejarle pasar a él y sus compañeros encerrados.
Se concentró para tratar de usar el poder de la Espada Ancestral del Dragón, y no le resultó difícil encontrar una conexión con el Jigoku, pues sus puertas se abrían encima de él.
Quizás sería un suicidio, pero quedarse encerrados en la columna, sin poder hacer nada, no era de mucha utilidad.
Ryushi ya conocía las capacidades de la espada, por lo que asintió con frialdad cuando percibió lo que intentaba Fujiwa.
Ambos Campeones, junto con Ayla y Tsuneyoshi, aparecieron en un lugar oscuro, donde el suelo era negro, y el cielo eran llamas ardiendo incesablemente. A su espalda, había un portal que se estaba abriendo, y delante de ellos, una sola persona. Era un hombre alto, con la piel de un color pálido mortecino, y unos rasgos duros y amenazadores. Sus ojos brillaban en verde, y sus largos cabellos negros ondeaban pese a no haber viento. Vestía un kimono negro totalmente, con amplias hombreras. Miró a los recién llegados con una sonrisa macabra.
Mugen veía que las posibilidades eran pocas. Por algún motivo, Daigotsu se había vuelto virtualmente inmune, pues por mucho que le atacaran, le flanquearan, o le dieran caza, nada había que hacer.
Mugen empezó a recitar su oración al Último Deseo, y Kisada se quedó quieto, dejando que fueran Yukiko e Iwashi quienes siguieran a la carga.
El Último Deseo brilló con luz propia. La columna de luz desaparecía lentamente, al tiempo que la brecha en el cielo se empezaba a cerrar.
Los ojos del Gran Oso lo vieron. No se trataba de un solo Daigotsu. El Señor Oscuro hacía réplicas de sí mismo, haciéndolas aparecer donde él quería para confundir a sus enemigos. Creía saber el modus operandi de las réplicas, y el modo de contrarestarlas.
Quedaba poco tiempo, y muchas incógnitas por resolver.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Kitsuki Fujiwa
Vaya nunca pensé que llegara a esto! Era un joven que había vivido entre las cortes, que me había encontrado con infinidad de personalidades del Imperio, héroes, incluso con el mismo descendiente de Togashi, Togashi Satsu, y con el heredero de Shinsei, algo que muy pocos habían logrado; y ahora me encontraba frente al kami oscuro, al hijo de Dama Sol y Señor Luna, un ser que nació en el principio y siempre buscaba el fin del mundo. Fuertemente agarré la katana, guardé el pergamino en el obi, pues aun pensaba que destruirlo también podría ser peligroso, y saqué la gemela del arma celestial del Dragón.
El aire se resecaba en mis pulmones, mi respiración se aceleraba al compás de mi propio corazón, pero no me eché atrás pues una vez había dicho que el imperio recaía en nuestras manos y que no temía ni a mi propia caída. Sabía que no conseguiríamos salir de allí con vida, pero también sabía que podríamos retener al kami el tiempo suficiente para que las puertas se cerrasen, y justamente estabamos muy cerca de ellas. En caso de sobrevivir, la katana nos permitiría salir de nuevo, o eso esperaba ingenuamente.
Me encontraba adelantado respecto a mis compañeros. Sentía el tatuaje luchar contra la magia del lugar, el alma de mis ancestros sujetandome y manteniendome en pie. Como era debido, mostré el respeto al kami, inclinándome hasta llegar al suelo y levantando la testa rápidamente. Entre los Dragón, todo ser era honrado desde los gaki hasta los yori, y pese a todo, estaba en presencia del hijo de los cielos. Venimos a detenerte Fu Leng-sama. Conseguí pronunciar finalmente.
Aun a pesar de todo, busqué un plan alternativo e intenté percibir el entorno en el que estaba, podríamos usar algo? podríamos escapar hacia Ningen-Do en la fortaleza de Daigotsu sin estar en esa columna??? Había que buscar algunas alternativas a la muerte pues la katana en manos de Fu Leng podría ser muy peligrosa.
Vaya nunca pensé que llegara a esto! Era un joven que había vivido entre las cortes, que me había encontrado con infinidad de personalidades del Imperio, héroes, incluso con el mismo descendiente de Togashi, Togashi Satsu, y con el heredero de Shinsei, algo que muy pocos habían logrado; y ahora me encontraba frente al kami oscuro, al hijo de Dama Sol y Señor Luna, un ser que nació en el principio y siempre buscaba el fin del mundo. Fuertemente agarré la katana, guardé el pergamino en el obi, pues aun pensaba que destruirlo también podría ser peligroso, y saqué la gemela del arma celestial del Dragón.
El aire se resecaba en mis pulmones, mi respiración se aceleraba al compás de mi propio corazón, pero no me eché atrás pues una vez había dicho que el imperio recaía en nuestras manos y que no temía ni a mi propia caída. Sabía que no conseguiríamos salir de allí con vida, pero también sabía que podríamos retener al kami el tiempo suficiente para que las puertas se cerrasen, y justamente estabamos muy cerca de ellas. En caso de sobrevivir, la katana nos permitiría salir de nuevo, o eso esperaba ingenuamente.
Me encontraba adelantado respecto a mis compañeros. Sentía el tatuaje luchar contra la magia del lugar, el alma de mis ancestros sujetandome y manteniendome en pie. Como era debido, mostré el respeto al kami, inclinándome hasta llegar al suelo y levantando la testa rápidamente. Entre los Dragón, todo ser era honrado desde los gaki hasta los yori, y pese a todo, estaba en presencia del hijo de los cielos. Venimos a detenerte Fu Leng-sama. Conseguí pronunciar finalmente.
Aun a pesar de todo, busqué un plan alternativo e intenté percibir el entorno en el que estaba, podríamos usar algo? podríamos escapar hacia Ningen-Do en la fortaleza de Daigotsu sin estar en esa columna??? Había que buscar algunas alternativas a la muerte pues la katana en manos de Fu Leng podría ser muy peligrosa.
- Shiba Mugen
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- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Como habia imaginado, por muy puro que fuera su deseo, siempre tendria una consecuencia. Desear era un pecado y por eso, habia dejado encerrado a los demas, junto a Fu Leng, en el mismo Jigoku. Peor aun, sabia que no podia ir con el Deseo alli. Como habia ocurrido cuando Fu Leng habia ascendido a los Cielos, el Deseo se negaria otra vez, aterrado por enfrentarse a aquel que habia matado a su padre.
Debia de encargarse de Daigotsu.
Analizo la situacion y percibio que Kisada tenia algo en mente.
"Escupe el plan, Gran Oso", dijo Mugen carente de toda etiqueta alguna.
"Comanda y yo lo matare.", poniendose al lado de Kisada.
Debia de encargarse de Daigotsu.
Analizo la situacion y percibio que Kisada tenia algo en mente.
"Escupe el plan, Gran Oso", dijo Mugen carente de toda etiqueta alguna.
"Comanda y yo lo matare.", poniendose al lado de Kisada.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
La Ciudadela de Daigotsu
Analizando la situación, Mugen se percató de que ya poco podía hacer para ayudar a sus compañeros encerrados.
Ahora debía concentrarse en terminar con Daigotsu, que seguía con su estrategia defensiva.
¡Distribuiros alrededor de la sala! Gritó Kisada, indicando las posiciones al resto de Campeones.
Llegado el momento, Kisada atacó a Daigotsu, quien como siempre desapareció antes de recibir el impacto. Yukiko atacó al aire, así como Iwashi y Mugen. Pero el último de ellos, el Campeón Fénix, alcanzó algo con el Último Deseo.
Su hoja se encontraba ahora insertada en el estómago de Daigotsu, el cuál había aparecido en la posición que Kisada le había indicado.
El Señor de las Tierras Sombrías balbuceó algo por el dolor, mientras la sangre emanaba de su vientre, oscureciendo su túnica y el jade de la hoja del Fénix.
Se? acabó? dijo Daigotsu, con una extraña sonrisa. Su cuerpo cayó de rodillas, mientras Mugen extraía la hoja de su espada de su cuerpo.
Kisada, Iwashi y Yukiko llegaron a su lado, al igual que Sezaru. Observaban el cuerpo abatido de su enemigo, el que había dirigido a las fuerzas del Jigoku durante tanto tiempo.
Ahora sólo quedaba saber qué sería de sus compañeros encerrados en el portal.
Jigoku
Ningún mortal podría haber desafiado a Fu-Leng en su propio feudo. Pero Fujiwa lo hizo, no sin mostrar cierto respeto que no fue compartido por sus acompañantes.
El portal tras de ellos se cerraba, y el poder del Noveno Kami les podría destruir en cualquier momento. Aún así, los cuatro samurai mantenían la calma, esperando el momento oportuno.
En un instante, Ryushi salió al ataque, desenvainando su wakizashi inesperadamente. El golpe impactó de lleno en Fu-Leng, pero la herida se cerró casi instantáneamente.
¡¡Salid de aquí!! ¡¡Ahora!! Gritó Ryushi, mientras su katana caía al suelo y era tomada por Tsuneyoshi.
Fu-Leng gritó furiosamente y se dispuso a terminar con el osado Escorpión. Tsuneyoshi asintió y apremió a sus compañeros a salir de allí. Era el sacrificio de Ryushi lo único que les permitiría sobrevivir. Jamás podrían derrotar a Fu-Leng en el Jigoku.
El Señor de los Secretos había actuado a tiempo para salvar la vida de sus tres compañeros. Era mejor que muriera solo él, a condenarles a los cuatro.
Ayla cruzó el portal, observando a Ryushi con respeto, y los ojos húmedos.
Tsuneyoshi hizo lo propio, con Churetsu en sus manos. Sonrió ante su amigo por última vez. Jamás olvidaría a quien debería darle las gracias cada día al levantarse a partir de entonces.
Kitsuki, resignado ante lo obvio, fue prácticamente arrastrado por los dos Campeones.
El portal se cerró a sus espaldas.
Aparecieron de nuevo en el mismo lugar, observando al resto de Campeones alrededor del cuerpo abatido de Daigotsu.
Nadie dijo nada. Miraban el cuerpo ensangrentado en silencio, sabiendo que acababan de hacer algo realmente importante. Algo que sus hijos, y los hijos de sus hijos les agradecerían el resto de sus vidas.
Habían salvado un Imperio.
Analizando la situación, Mugen se percató de que ya poco podía hacer para ayudar a sus compañeros encerrados.
Ahora debía concentrarse en terminar con Daigotsu, que seguía con su estrategia defensiva.
¡Distribuiros alrededor de la sala! Gritó Kisada, indicando las posiciones al resto de Campeones.
Llegado el momento, Kisada atacó a Daigotsu, quien como siempre desapareció antes de recibir el impacto. Yukiko atacó al aire, así como Iwashi y Mugen. Pero el último de ellos, el Campeón Fénix, alcanzó algo con el Último Deseo.
Su hoja se encontraba ahora insertada en el estómago de Daigotsu, el cuál había aparecido en la posición que Kisada le había indicado.
El Señor de las Tierras Sombrías balbuceó algo por el dolor, mientras la sangre emanaba de su vientre, oscureciendo su túnica y el jade de la hoja del Fénix.
Se? acabó? dijo Daigotsu, con una extraña sonrisa. Su cuerpo cayó de rodillas, mientras Mugen extraía la hoja de su espada de su cuerpo.
Kisada, Iwashi y Yukiko llegaron a su lado, al igual que Sezaru. Observaban el cuerpo abatido de su enemigo, el que había dirigido a las fuerzas del Jigoku durante tanto tiempo.
Ahora sólo quedaba saber qué sería de sus compañeros encerrados en el portal.
Jigoku
Ningún mortal podría haber desafiado a Fu-Leng en su propio feudo. Pero Fujiwa lo hizo, no sin mostrar cierto respeto que no fue compartido por sus acompañantes.
El portal tras de ellos se cerraba, y el poder del Noveno Kami les podría destruir en cualquier momento. Aún así, los cuatro samurai mantenían la calma, esperando el momento oportuno.
En un instante, Ryushi salió al ataque, desenvainando su wakizashi inesperadamente. El golpe impactó de lleno en Fu-Leng, pero la herida se cerró casi instantáneamente.
¡¡Salid de aquí!! ¡¡Ahora!! Gritó Ryushi, mientras su katana caía al suelo y era tomada por Tsuneyoshi.
Fu-Leng gritó furiosamente y se dispuso a terminar con el osado Escorpión. Tsuneyoshi asintió y apremió a sus compañeros a salir de allí. Era el sacrificio de Ryushi lo único que les permitiría sobrevivir. Jamás podrían derrotar a Fu-Leng en el Jigoku.
El Señor de los Secretos había actuado a tiempo para salvar la vida de sus tres compañeros. Era mejor que muriera solo él, a condenarles a los cuatro.
Ayla cruzó el portal, observando a Ryushi con respeto, y los ojos húmedos.
Tsuneyoshi hizo lo propio, con Churetsu en sus manos. Sonrió ante su amigo por última vez. Jamás olvidaría a quien debería darle las gracias cada día al levantarse a partir de entonces.
Kitsuki, resignado ante lo obvio, fue prácticamente arrastrado por los dos Campeones.
El portal se cerró a sus espaldas.
Aparecieron de nuevo en el mismo lugar, observando al resto de Campeones alrededor del cuerpo abatido de Daigotsu.
Nadie dijo nada. Miraban el cuerpo ensangrentado en silencio, sabiendo que acababan de hacer algo realmente importante. Algo que sus hijos, y los hijos de sus hijos les agradecerían el resto de sus vidas.
Habían salvado un Imperio.
- Shiba Mugen
- Mensajes: 1587
- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Mugen acato las palabras del Gran Oso a la perfeccion.
Era cierto, habia un patron, uno del cual no se habia percatado. Primero Kisada, luego Yukiko, despues Iwashi y ahora el.
Dio un paso con fuerza y enterro la espada en sus manos, pero no en el aire esta vez, sino en el vientre de Daigotsu.
Este cayo de rodillas, susurrando palabras que lo preocuparon, sin embargo, no permitiria que dichas palabras le hicieran dudar.
Antes de que Daigotsu terminase de caer al suelo, abanico su espada una vez, separando la cabeza del cuerpo. No se podia fiar, menos de Daigotsu.
Segundos pasaron que parecieron una eternidad y surgidos de la nada, aparecieron primero Ayla, luego Tsuneyoshi y por ultimo Fujiwa.
Mugen esperaba a Ryushi pero este no aparecio.
Casi de su boca se escapan las palabras... "Donde esta Ryushi..." sin embargo, la mirada de la emocional Ayla fue mas que suficiente.
No dijo nada y callo por un instante. Su mente se torno fria otra vez y analizo la situacion. Las palabras de Daigotsu, aun no lo preocupan. Alzo su mirada y busco al Lobo.
"Aseguraos que esta escoria este muerta, Sezaru-san. Como tambien que el ritual que se llevaba a cabo realmente haya terminado."
Mugen se alejo unos pasos del lugar, para analizar todo. El combate, el lugar, el ritual, las muertes...
Por lo bajo, susurro.
"Domo arigato, Ultimo Deseo. Domo arigato Isawa-sama y Aikune-san."
Era cierto, habia un patron, uno del cual no se habia percatado. Primero Kisada, luego Yukiko, despues Iwashi y ahora el.
Dio un paso con fuerza y enterro la espada en sus manos, pero no en el aire esta vez, sino en el vientre de Daigotsu.
Este cayo de rodillas, susurrando palabras que lo preocuparon, sin embargo, no permitiria que dichas palabras le hicieran dudar.
Antes de que Daigotsu terminase de caer al suelo, abanico su espada una vez, separando la cabeza del cuerpo. No se podia fiar, menos de Daigotsu.
Segundos pasaron que parecieron una eternidad y surgidos de la nada, aparecieron primero Ayla, luego Tsuneyoshi y por ultimo Fujiwa.
Mugen esperaba a Ryushi pero este no aparecio.
Casi de su boca se escapan las palabras... "Donde esta Ryushi..." sin embargo, la mirada de la emocional Ayla fue mas que suficiente.
No dijo nada y callo por un instante. Su mente se torno fria otra vez y analizo la situacion. Las palabras de Daigotsu, aun no lo preocupan. Alzo su mirada y busco al Lobo.
"Aseguraos que esta escoria este muerta, Sezaru-san. Como tambien que el ritual que se llevaba a cabo realmente haya terminado."
Mugen se alejo unos pasos del lugar, para analizar todo. El combate, el lugar, el ritual, las muertes...
Por lo bajo, susurro.
"Domo arigato, Ultimo Deseo. Domo arigato Isawa-sama y Aikune-san."
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Kitsuki Fujiwa
Ryushi!! NOOOOOOOOOOOOO!! El grito me sorprendió a mi mismo. Siempre me había mantenido calmado y tranquilo, nunca había demostrado mis sentimientos, ni en la corte ni en la batalla. Había notado los presagios, sabía que morirían algunos en la batalla, pero esperaba encontrarme entre los muertos, pues era el más débil, aquél que había vivido entre las suaves telas y sedas de la corte, entre el ostentoso oro de palacios y castillos, mientras que otros habían vivido luchando, cabalgando por las praderas, sobre las murallas meridionales, aprendiendo el arte del duelo o de la senda de la espada. Miraba hacia atrás, hacia el sacrificado que quedaba atrás mientras Ayla y Tsuneyoshi tiraban de mi. Estaba preparado para sacrificarme yo mismo, pero no para ver a nadie sacrificarse por mi. Las lágrimas cayeron por mis mejillas mientras me dejaban arrastrar, finalmente, sin ofrecer resistencia, abandonado y lejos de mi cuerpo.
"Aseguraos que esta escoria este muerta, Sezaru-san. Como tambien que el ritual que se llevaba a cabo realmente haya terminado."
Habíamos vuelto, estábamos nuevamente en la ciudadela. Respiré profundamente, entre los sollozos de la doncella, de la guerrera que hasta el momento había demostrado su orgullo y fuerza, junto al Mantis que había demostrado ser más grande que cualquier samurai que hubiera conocido, al menos más grande que muchos, pero nunca más que Ryushi.
Va persiguiendo
pétalos de cerezo
la tempestad.
Los grandes hombres puede que sean olvidados, pero las grandes hazañas jamás.
Tu sacrificio será conocido por todos, tu valor brillará entre las estrellas, amigo, finalmente revelastes un secreto final, o Señor de los Secretos.
Ryushi!! NOOOOOOOOOOOOO!! El grito me sorprendió a mi mismo. Siempre me había mantenido calmado y tranquilo, nunca había demostrado mis sentimientos, ni en la corte ni en la batalla. Había notado los presagios, sabía que morirían algunos en la batalla, pero esperaba encontrarme entre los muertos, pues era el más débil, aquél que había vivido entre las suaves telas y sedas de la corte, entre el ostentoso oro de palacios y castillos, mientras que otros habían vivido luchando, cabalgando por las praderas, sobre las murallas meridionales, aprendiendo el arte del duelo o de la senda de la espada. Miraba hacia atrás, hacia el sacrificado que quedaba atrás mientras Ayla y Tsuneyoshi tiraban de mi. Estaba preparado para sacrificarme yo mismo, pero no para ver a nadie sacrificarse por mi. Las lágrimas cayeron por mis mejillas mientras me dejaban arrastrar, finalmente, sin ofrecer resistencia, abandonado y lejos de mi cuerpo.
"Aseguraos que esta escoria este muerta, Sezaru-san. Como tambien que el ritual que se llevaba a cabo realmente haya terminado."
Habíamos vuelto, estábamos nuevamente en la ciudadela. Respiré profundamente, entre los sollozos de la doncella, de la guerrera que hasta el momento había demostrado su orgullo y fuerza, junto al Mantis que había demostrado ser más grande que cualquier samurai que hubiera conocido, al menos más grande que muchos, pero nunca más que Ryushi.
Va persiguiendo
pétalos de cerezo
la tempestad.
Los grandes hombres puede que sean olvidados, pero las grandes hazañas jamás.
Tu sacrificio será conocido por todos, tu valor brillará entre las estrellas, amigo, finalmente revelastes un secreto final, o Señor de los Secretos.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Estrellas en el Firmamento
Ciudadela de Daigotsu
El Lobo examinó el cuerpo de Daigotsu, que yacía en el suelo con su cabeza separada de su cuello.
No volverá? susurró el shugenja, con una voz que reflejaba cierta resignación o decepción.
Debemos regresar a Toshi Ranbo. Este lugar está bien protegido mágicamente, por lo que debería volver para destruirlo con más calma. Además, nos necesitan. Susurró Sezaru, alzándose.
Ante la confirmación de que el Señor Oscuro había muerto para siempre, poco quedaba por hacer. El Lobo admitió que el ritual había estado a pocos segundos de completarse, pero la irrupción del Último Deseo y el sacrificio de Ryushi, lo habían impedido.
Seitatsu reflejaba la victoria en su rostro, con una medio sonrisa que era el resultado de la victoria. Pero la sonrisa no era completa, por la inesperada víctima del duelo final.
Los siete Campeones, así como Satsu y el heredero de Shinsei, rodearon a Sezaru en silencio. El lúgubre Palacio parecía menos oscuro y siniestro mientras lo miraban por última vez, dejando el cadáver de Daigotsu en el suelo de piedra.
El Lobo efectuó su hechizo para regresar a Toshi Ranbo.
Al regresar, la batalla terminaba con las últimas escaramuzas. Grupos de trasgos y Perdidos eran abatidos por jinetes Unicornio o soldados León.
Las nubes negras habían empezado a despejarse, revelando el cielo rojizo del atardecer.
La victoria de los defensores del Imperio era una realidad.
Debido a la magnitud de la batalla, era absurdo esperar el trabajo de los eta. Así, multitud de samurai amontonaban cuerpos sin vida, preparando una gran hoguera.
Varios León, posiblemente Ikoma, tomaban nota de los samurai fallecidos, anotando sus nombre en largas listas, mientras sus compañeros recogían sus espadas con el máximo cuidado. Después de todo, sus almas seguirían con vida.
El fuego, que amontonaba miles de cuerpos de siervos de las Tierras Sombrías, empezó a arder a las afueras de la Capital, aunque el humo y el olor llegaban a todos los rincones de Toshi Ranbo.
El río que cruzaba la ciudad estaba teñido de rojo, y incontables edificios habían sido derruidos o sufrían importantes daños.
Las calles estaban sembradas de cuerpos malheridos que suplicaban ayuda, siendo atendidos por los atareados shugenja.
Los adoquines estaban fuera de su sitio en todos los lugares, y la sangre manchaba casi todos los rincones donde se había prestado batalla.
La muralla estaba maltrecha, con una de las puertas derruida y varios tramos en los que faltaban trozos. Era en esa puerta, por donde había entrado el grueso del ejército de Daigotsu, donde se había producido la batalla más dura que había visto el Imperio en generaciones.
Oleadas interminables de demonios y siervos de las Tierras Sombrías habían tratado de avanzar a través de la ciudad, arremetiendo contra las compactas líneas de soldados.
Ninguna estrategia había sido buena del todo, aunque tampoco ninguna había fallado. Sencillamente, la magnitud del ejército invasor no podía ser prevenida.
Muchas vidas se habían perdido en aquella épica batalla.
Graves daños había sufrido la Capital del Imperio, que debería ser reconstruida.
Pero la victoria, y la paz, habían llegado.
Al aparecer, los Campeones observaron todas aquellas escenas, al tiempo que observaban una nutrida multitud, alrededor de un cuerpo. Entre los samurai, se encontraba Kaneka, arrodillado frente a un cuerpo moribundo.
El Shogun presentaba heridas de diversa consideración, pero todo indicaba que iba a sobrevivir. No así la persona que estaba frente de él, cuyo kimono ensangrentado revelaba el impacto certero de una flecha.
Enseguida, pudieron reconocer el rostro de Otomo Satoshi, que exhalaba su último aliento.
Kaneka sujetaba su mano, mientras parecía susurrarle unas palabras.
Te lo prometo? fue lo único que llegaron a oír.
El cortesano cerró sus ojos con una sonrisa, y pareció morir en paz. Kaneka se levantó con gran esfuerzo, y asintió ante la llegada de los Campeones. Sus ojos hicieron un rápido recuento, hasta percatarse de la ausencia de Ryushi.
Los grandes héroes siempre realizan grandes hazañas? susurró, acercándose a ellos.
Satoshi-san? él? me salvó la vida? dijo, bajando la cabeza, observando el proyectil que de otro modo le hubiera sesgado a él su existencia.
¿Qué hay de Daigotsu? Preguntó, mirando a su hermano, quien asintió en silencio, dando a entender el resultado.
Bien, parece que todo ha terminado? aunque queda mucho trabajo por hacer. Añadió con convicción.
La noche empezaba a llegar, revelando un cielo despejado, donde brillaban las estrellas.
Y allí, en medio del firmamento, se dibujaba la figura de un escorpión.
El Imperio, volvía a estar en paz.
Ciudadela de Daigotsu
El Lobo examinó el cuerpo de Daigotsu, que yacía en el suelo con su cabeza separada de su cuello.
No volverá? susurró el shugenja, con una voz que reflejaba cierta resignación o decepción.
Debemos regresar a Toshi Ranbo. Este lugar está bien protegido mágicamente, por lo que debería volver para destruirlo con más calma. Además, nos necesitan. Susurró Sezaru, alzándose.
Ante la confirmación de que el Señor Oscuro había muerto para siempre, poco quedaba por hacer. El Lobo admitió que el ritual había estado a pocos segundos de completarse, pero la irrupción del Último Deseo y el sacrificio de Ryushi, lo habían impedido.
Seitatsu reflejaba la victoria en su rostro, con una medio sonrisa que era el resultado de la victoria. Pero la sonrisa no era completa, por la inesperada víctima del duelo final.
Los siete Campeones, así como Satsu y el heredero de Shinsei, rodearon a Sezaru en silencio. El lúgubre Palacio parecía menos oscuro y siniestro mientras lo miraban por última vez, dejando el cadáver de Daigotsu en el suelo de piedra.
El Lobo efectuó su hechizo para regresar a Toshi Ranbo.
Al regresar, la batalla terminaba con las últimas escaramuzas. Grupos de trasgos y Perdidos eran abatidos por jinetes Unicornio o soldados León.
Las nubes negras habían empezado a despejarse, revelando el cielo rojizo del atardecer.
La victoria de los defensores del Imperio era una realidad.
Debido a la magnitud de la batalla, era absurdo esperar el trabajo de los eta. Así, multitud de samurai amontonaban cuerpos sin vida, preparando una gran hoguera.
Varios León, posiblemente Ikoma, tomaban nota de los samurai fallecidos, anotando sus nombre en largas listas, mientras sus compañeros recogían sus espadas con el máximo cuidado. Después de todo, sus almas seguirían con vida.
El fuego, que amontonaba miles de cuerpos de siervos de las Tierras Sombrías, empezó a arder a las afueras de la Capital, aunque el humo y el olor llegaban a todos los rincones de Toshi Ranbo.
El río que cruzaba la ciudad estaba teñido de rojo, y incontables edificios habían sido derruidos o sufrían importantes daños.
Las calles estaban sembradas de cuerpos malheridos que suplicaban ayuda, siendo atendidos por los atareados shugenja.
Los adoquines estaban fuera de su sitio en todos los lugares, y la sangre manchaba casi todos los rincones donde se había prestado batalla.
La muralla estaba maltrecha, con una de las puertas derruida y varios tramos en los que faltaban trozos. Era en esa puerta, por donde había entrado el grueso del ejército de Daigotsu, donde se había producido la batalla más dura que había visto el Imperio en generaciones.
Oleadas interminables de demonios y siervos de las Tierras Sombrías habían tratado de avanzar a través de la ciudad, arremetiendo contra las compactas líneas de soldados.
Ninguna estrategia había sido buena del todo, aunque tampoco ninguna había fallado. Sencillamente, la magnitud del ejército invasor no podía ser prevenida.
Muchas vidas se habían perdido en aquella épica batalla.
Graves daños había sufrido la Capital del Imperio, que debería ser reconstruida.
Pero la victoria, y la paz, habían llegado.
Al aparecer, los Campeones observaron todas aquellas escenas, al tiempo que observaban una nutrida multitud, alrededor de un cuerpo. Entre los samurai, se encontraba Kaneka, arrodillado frente a un cuerpo moribundo.
El Shogun presentaba heridas de diversa consideración, pero todo indicaba que iba a sobrevivir. No así la persona que estaba frente de él, cuyo kimono ensangrentado revelaba el impacto certero de una flecha.
Enseguida, pudieron reconocer el rostro de Otomo Satoshi, que exhalaba su último aliento.
Kaneka sujetaba su mano, mientras parecía susurrarle unas palabras.
Te lo prometo? fue lo único que llegaron a oír.
El cortesano cerró sus ojos con una sonrisa, y pareció morir en paz. Kaneka se levantó con gran esfuerzo, y asintió ante la llegada de los Campeones. Sus ojos hicieron un rápido recuento, hasta percatarse de la ausencia de Ryushi.
Los grandes héroes siempre realizan grandes hazañas? susurró, acercándose a ellos.
Satoshi-san? él? me salvó la vida? dijo, bajando la cabeza, observando el proyectil que de otro modo le hubiera sesgado a él su existencia.
¿Qué hay de Daigotsu? Preguntó, mirando a su hermano, quien asintió en silencio, dando a entender el resultado.
Bien, parece que todo ha terminado? aunque queda mucho trabajo por hacer. Añadió con convicción.
La noche empezaba a llegar, revelando un cielo despejado, donde brillaban las estrellas.
Y allí, en medio del firmamento, se dibujaba la figura de un escorpión.
El Imperio, volvía a estar en paz.
- Shiba Mugen
- Mensajes: 1587
- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Mugen no dijo nada, sino que contemplo toda la situacion.
Existian momentos, donde la sinceridad era mas importante que la realidad.
"Emma-O juzgara sus actos.", dijo mirando el cadaver de Satoshi de quien no tenia idea de como habia llegado hasta alli.
"El Fenix hara todo lo posible por encontrar y rescatar a su hijo. Ya han habido demasiadas muertes el dia de hoy.", dijo luego mirando a Kaneka.
"Salvaremos cuantas vidas los kami nos permitan, ninguno de mis hombres ni yo descansaremos hasta que asi sea.", palabras que iban a todos, como tambien, a Kaneka y Sezaru, hijos de Toturi, pero Fenix tambien.
Observo toda la escena y miro a Iwashi.
"Este dia no debe ser olvidado.", haciendo referencia a los historiadores Ikoma.
Luego Mugen alzo su cabeza y miro la constelacion del Escorpion.
"Ni ninguno de los heroes que dieron sus vidas por este Imperio."
Mugen hizo una pausa, su mirada aun en el Cielo. Aquella constelacion, simbolo de que aun no era lo suficientemente fuerte para poder protegerlos a todos. Incluso si el enemigo se trataba del mismisimo Fu Leng, habia fallado y su promesa, rota.
Su mirada, por ultimo, volvio a apoyarse sobre el Shogun y esta vez tambien sobre el Lobo.
"Kaneka-san, llevadnos con nuestros hermanos. Tenemos mucho trabajo por hacer.", y se permitio el lujo de sonreir con un leve tinte de esperanza, con un peso menos encima.
Cuando ambos partieron, se giro a los demas presentes.
"Ha sido un honor y un privilegio pelear a vuestro lado. Nos reuniremos cuando el Imperio haya sanado.", y sin permitir replica alguna, fue junto a sus hombres.
La prioridad era el Imperio, los que aun estaban vivos. Quien ocupase el puesto de Emperador, era algo que podia esperar.
Se pregunto como estarian sus hombres. Aikune, Naoya, los Maestros... Y con ellos, Hitomi... ¿Seria posible que amase otra vez? ¿Podria ella cambiarlo?
Quito esos pensamientos de su mente. Aun no era tiempo para ser egoista. El Imperio necesitaba de toda su capacidad para ser restaurado. Sus anhelos personales, habrian de esperar y con ello, su candidatura como Emperador tambien.
Existian momentos, donde la sinceridad era mas importante que la realidad.
"Emma-O juzgara sus actos.", dijo mirando el cadaver de Satoshi de quien no tenia idea de como habia llegado hasta alli.
"El Fenix hara todo lo posible por encontrar y rescatar a su hijo. Ya han habido demasiadas muertes el dia de hoy.", dijo luego mirando a Kaneka.
"Salvaremos cuantas vidas los kami nos permitan, ninguno de mis hombres ni yo descansaremos hasta que asi sea.", palabras que iban a todos, como tambien, a Kaneka y Sezaru, hijos de Toturi, pero Fenix tambien.
Observo toda la escena y miro a Iwashi.
"Este dia no debe ser olvidado.", haciendo referencia a los historiadores Ikoma.
Luego Mugen alzo su cabeza y miro la constelacion del Escorpion.
"Ni ninguno de los heroes que dieron sus vidas por este Imperio."
Mugen hizo una pausa, su mirada aun en el Cielo. Aquella constelacion, simbolo de que aun no era lo suficientemente fuerte para poder protegerlos a todos. Incluso si el enemigo se trataba del mismisimo Fu Leng, habia fallado y su promesa, rota.
Su mirada, por ultimo, volvio a apoyarse sobre el Shogun y esta vez tambien sobre el Lobo.
"Kaneka-san, llevadnos con nuestros hermanos. Tenemos mucho trabajo por hacer.", y se permitio el lujo de sonreir con un leve tinte de esperanza, con un peso menos encima.
Cuando ambos partieron, se giro a los demas presentes.
"Ha sido un honor y un privilegio pelear a vuestro lado. Nos reuniremos cuando el Imperio haya sanado.", y sin permitir replica alguna, fue junto a sus hombres.
La prioridad era el Imperio, los que aun estaban vivos. Quien ocupase el puesto de Emperador, era algo que podia esperar.
Se pregunto como estarian sus hombres. Aikune, Naoya, los Maestros... Y con ellos, Hitomi... ¿Seria posible que amase otra vez? ¿Podria ella cambiarlo?
Quito esos pensamientos de su mente. Aun no era tiempo para ser egoista. El Imperio necesitaba de toda su capacidad para ser restaurado. Sus anhelos personales, habrian de esperar y con ello, su candidatura como Emperador tambien.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Kitsuki Fujiwa
En cuanto retornamos al hogar Imperial, todo parecía una burla de la esperanza que traíamos con nosotros. Muchos habían caído ante el ejército de criaturas de Jigoku. Los ejércitos habían llegado a tiempo, aunque los del León y el Unicornio habían sido los que habían sufrido mayores estragos. Los shugenja atendían las heridas, los monjes iban acompañados de eta para decir honorables palabras a aquellos que iban camino de los reinos de Emma-O. Aquél momento pasaría a la historia como tantos otros anteriores, incluso en el firmamente sería recordado. Sentía mi antepasado dentro de mi, agradecida y bendiciendo la labor realizada, con orgullo sentí su mano sobre mi donde otras veces estaba llena de pena.
No debemos partir aun. Dije para sorpresa del Campeón Fénix. No podemos partir así sin más, y menos vos que sois el portavoz de la paz, del clan de la compasión. Los restos que hayan huido deben ser perseguidos, la noticia de la paz llevada al Imperio, la ciudad reconstruida y el Imperio restituido.
Luego me volví hacia los campeones, dirigiéndome a ellos con humildad y respeto. Ellos habían demostrado el espíritu de los héroes al luchar con tal fe, mientras que yo me sentía menor a ellos pues no me había enfrentado contra nada más que un espíritu de sombra, nadie como un oni o una criatura de otro reino, solo una farsa de ser viviente.
Kisada-sama, debéis volver a vuestro hogar, vuestras fuerzas en la muralla son necesaria para la paz del Imperio.
Tsuneyoshi-sama, vuestra voz es respetada por heimin y hinin. Por favor aseguráos de su bienestar.
Ayla-sama, flor hermosa y fuerte, vuestra velocidad es mayor que la del viento. Comunicad la nueva al Imperio.
Yukiko-sama, vos conocéis a los enemigos del Imperio y vuestra hoja es certera, debéis ayudarnos a eliminarlos.
Iwashi-sama, tomad las fuerzas necesarias y perseguid a todas aquellas criaturas que hayan conseguido huir.
Mugen-sama, sé que queréis volver al hogar, como nosotros, pero aun no hemos acabado. Asegurad la ciudad imperial. Mientras yo debo irme.
Y así tras organizar un poco la restitución del Imperio, vuelvo con el corazón de un Dragón, enigmático e incomprensible, al camino.
En cuanto retornamos al hogar Imperial, todo parecía una burla de la esperanza que traíamos con nosotros. Muchos habían caído ante el ejército de criaturas de Jigoku. Los ejércitos habían llegado a tiempo, aunque los del León y el Unicornio habían sido los que habían sufrido mayores estragos. Los shugenja atendían las heridas, los monjes iban acompañados de eta para decir honorables palabras a aquellos que iban camino de los reinos de Emma-O. Aquél momento pasaría a la historia como tantos otros anteriores, incluso en el firmamente sería recordado. Sentía mi antepasado dentro de mi, agradecida y bendiciendo la labor realizada, con orgullo sentí su mano sobre mi donde otras veces estaba llena de pena.
No debemos partir aun. Dije para sorpresa del Campeón Fénix. No podemos partir así sin más, y menos vos que sois el portavoz de la paz, del clan de la compasión. Los restos que hayan huido deben ser perseguidos, la noticia de la paz llevada al Imperio, la ciudad reconstruida y el Imperio restituido.
Luego me volví hacia los campeones, dirigiéndome a ellos con humildad y respeto. Ellos habían demostrado el espíritu de los héroes al luchar con tal fe, mientras que yo me sentía menor a ellos pues no me había enfrentado contra nada más que un espíritu de sombra, nadie como un oni o una criatura de otro reino, solo una farsa de ser viviente.
Kisada-sama, debéis volver a vuestro hogar, vuestras fuerzas en la muralla son necesaria para la paz del Imperio.
Tsuneyoshi-sama, vuestra voz es respetada por heimin y hinin. Por favor aseguráos de su bienestar.
Ayla-sama, flor hermosa y fuerte, vuestra velocidad es mayor que la del viento. Comunicad la nueva al Imperio.
Yukiko-sama, vos conocéis a los enemigos del Imperio y vuestra hoja es certera, debéis ayudarnos a eliminarlos.
Iwashi-sama, tomad las fuerzas necesarias y perseguid a todas aquellas criaturas que hayan conseguido huir.
Mugen-sama, sé que queréis volver al hogar, como nosotros, pero aun no hemos acabado. Asegurad la ciudad imperial. Mientras yo debo irme.
Y así tras organizar un poco la restitución del Imperio, vuelvo con el corazón de un Dragón, enigmático e incomprensible, al camino.
- Shiba Mugen
- Mensajes: 1587
- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Mugen sonrio ante las palabras de Fujiwa. Tan sabio el Dragon pero a veces tan ciego.
El Fenix se giro, la sonrisa aun en su rostro.
"Pensaba ocuparme de los heridos aqui en la Capital, no de la gente en mi tierra. Se que ellos estan seguros. Aqui hay muchos que podemos salvar y cuanto mas tiempo perdamos, mas moriran.
Un cuerpo no puede vivir si su corazo no late. Hoy, Toshi Ranbo, es el corazon de este Imperio. Una vez que hayamos curado el corazon, podremos ocuparnos del resto del cuerpo.
Ese es mi pensamiento. Cada uno conoce las prioridades del puesto que ocupa. Confio en que eran lo mejor para sus clanes y por ende, para el Imperio.
Yo solo se liderar a traves del ejemplo.", dijo Mugen, su sonrisa aun mas grande y se despidio del resto.
El Fenix se giro, la sonrisa aun en su rostro.
"Pensaba ocuparme de los heridos aqui en la Capital, no de la gente en mi tierra. Se que ellos estan seguros. Aqui hay muchos que podemos salvar y cuanto mas tiempo perdamos, mas moriran.
Un cuerpo no puede vivir si su corazo no late. Hoy, Toshi Ranbo, es el corazon de este Imperio. Una vez que hayamos curado el corazon, podremos ocuparnos del resto del cuerpo.
Ese es mi pensamiento. Cada uno conoce las prioridades del puesto que ocupa. Confio en que eran lo mejor para sus clanes y por ende, para el Imperio.
Yo solo se liderar a traves del ejemplo.", dijo Mugen, su sonrisa aun mas grande y se despidio del resto.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Organizando el Futuro
Toshi Ranbo
Las labores de reconstrucción llevaron días, semanas y desde luego aún pasarían meses para que, sobretodo la Capital, volviera a brillar en todo su esplendor.
Las primeras horas tras regresar los Campeones desde las Tierras Sombrías, habían sido las más duras. Era el momento de despedirse de los hermanos fallecidos en combate, de dolor intenso y sentimientos a flor de piel, escondidos en la fachada de duros samurai.
Grandes héroes habían muerto. Ryushi, dando su vida por sus compañeros. Satoshi, escapando de su cautiverio para interponerse en un certero proyectil dirigido a Kaneka.
Y una multitud de héroes entre los que se podían contar generales de la mayoría de los Clanes.
Llevaría tiempo encontrar a samurai que pudieran ocupar sus puestos vacíos. Pero jamás serían olvidados.
Ahora, gracias a ellos, Toshi Ranbo volvía a ser una ciudad en paz.
Cada Campeón había hecho lo que mejor consideró para su Clan, y esta vez sí, para el Imperio. Unidos, la reconstrucción de todo lo perdido en la guerra, tardaría mucho menos en regresar.
Habían pasado ya tres semanas desde el final de la batalla, y curiosamente, nadie se había acordado de que el Imperio seguía huérfano de un líder.
Los Campeones se reunían en el Palacio Imperial, mientras observaban a los heimin y a los samurai trabajando juntos para reconstruir la Capital.
Kaneka rompió el silencio.
Pronto, está será una ciudad incluso mejor de lo que fue. Todo gracias a vosotros. Gracias a todas las personas que dieron su vida para defenderla. Dijo, mientras los Campeones permanecían en silencio.
Se que habrá quien piense que no es este el momento adecuado? Pero se que todos habéis pensado en ello en algún momento. Dijo, mirando los rostros, entre los cuáles se encontraba el de Paneki en el lugar de Ryushi.
El Imperio, necesita un Emperador. Admito que cualquiera de vosotros está capacitado para ocupar el trono. Pero? no se si eso es lo que más nos conviene. Necesitamos a alguien imparcial, a quien nadie pueda acusar de formar parte de un Clan? añadió, mirando a los ingenieros Kaiu a lo lejos.
La única persona que conozco, es demasiado joven para ocuparse del trono, si bien pienso que con el tiempo será el líder que necesitamos. Joshin? el hijo de Satoshi-san. Hasta que esté preparado, yo mismo velaré para la seguridad del Imperio. Dijo el Shogun, con rostro sombrío.
Hubo un gran silencio, en el cuál los Campeones meditaron su respuesta.
Toshi Ranbo
Las labores de reconstrucción llevaron días, semanas y desde luego aún pasarían meses para que, sobretodo la Capital, volviera a brillar en todo su esplendor.
Las primeras horas tras regresar los Campeones desde las Tierras Sombrías, habían sido las más duras. Era el momento de despedirse de los hermanos fallecidos en combate, de dolor intenso y sentimientos a flor de piel, escondidos en la fachada de duros samurai.
Grandes héroes habían muerto. Ryushi, dando su vida por sus compañeros. Satoshi, escapando de su cautiverio para interponerse en un certero proyectil dirigido a Kaneka.
Y una multitud de héroes entre los que se podían contar generales de la mayoría de los Clanes.
Llevaría tiempo encontrar a samurai que pudieran ocupar sus puestos vacíos. Pero jamás serían olvidados.
Ahora, gracias a ellos, Toshi Ranbo volvía a ser una ciudad en paz.
Cada Campeón había hecho lo que mejor consideró para su Clan, y esta vez sí, para el Imperio. Unidos, la reconstrucción de todo lo perdido en la guerra, tardaría mucho menos en regresar.
Habían pasado ya tres semanas desde el final de la batalla, y curiosamente, nadie se había acordado de que el Imperio seguía huérfano de un líder.
Los Campeones se reunían en el Palacio Imperial, mientras observaban a los heimin y a los samurai trabajando juntos para reconstruir la Capital.
Kaneka rompió el silencio.
Pronto, está será una ciudad incluso mejor de lo que fue. Todo gracias a vosotros. Gracias a todas las personas que dieron su vida para defenderla. Dijo, mientras los Campeones permanecían en silencio.
Se que habrá quien piense que no es este el momento adecuado? Pero se que todos habéis pensado en ello en algún momento. Dijo, mirando los rostros, entre los cuáles se encontraba el de Paneki en el lugar de Ryushi.
El Imperio, necesita un Emperador. Admito que cualquiera de vosotros está capacitado para ocupar el trono. Pero? no se si eso es lo que más nos conviene. Necesitamos a alguien imparcial, a quien nadie pueda acusar de formar parte de un Clan? añadió, mirando a los ingenieros Kaiu a lo lejos.
La única persona que conozco, es demasiado joven para ocuparse del trono, si bien pienso que con el tiempo será el líder que necesitamos. Joshin? el hijo de Satoshi-san. Hasta que esté preparado, yo mismo velaré para la seguridad del Imperio. Dijo el Shogun, con rostro sombrío.
Hubo un gran silencio, en el cuál los Campeones meditaron su respuesta.
- Shiba Mugen
- Mensajes: 1587
- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
OUT
Asumire que Mugen estuvo TAN ocupado que no tuve ni tiempo para reunirse con los demas Campeones y que esta citacion lo tomo por sorpresa, improbable, pero no imposible.
IN
"Segun el linaje de Hantei el puesto de Emperador se hereda. Segun la dinastia Toturi, el trono se toma.
Vuestro candidato, Otomo Joshin, no pertenece al linaje de vuestro padre, ni posee la capacidad de tomar el trono.
Y por tomar el trono, que quede claro...", dijo ahora mirando a todos los presentes. "Lograr que todos los Campeones lo reconozcan como su unico lider."
Mugen agacho su mirada y suspiro. Vestia un kimono amarillo con bordes negros, que terminaban en formas de llamas. Ambas manos, estaban cubiertas por vendajes, excepto los dedos, los cuales podian ver que habia sufrido heridas irreparables.
"El linaje de los Hantei tras la ascension de Toturi I, cuyo linaje solo posee dos descendientes actualmente. Isawa Sezaru-san, no posee interes alguno en ocupar el puesto de su padre. Y veo que vos, Kaneka-san, tampoco lo poseeis, porque sino jamas hubieras puesto a Joshin-san como candidato, si realmente ese fuese vuestro deseo. Y Kaneka-san, yo os hubiera seguido como Emperador, si ese hubiera sido vuestro deseo.", agacho la cabeza y suspiro una vez.
El Imperio enfrentaba un gran dilema.
Su mirada lentamente fue pasando por cada uno de los presentes. En ninguno de ellos veia un candidato para Emperador. Y mientras el Alma de los Kami estuviese con el, Mugen jamas podria ser Emperador.
"Quizas...", hizo una pausa Mugen. "Deba ser Emperador aquel quien no lo desea. Toturi I tomo el trono porque un Imperio sin Emperador llevaria a los grandes clanes a destruirse entre si. Quizas Kaneka-san, aunque no lo deseeis, es vuestro deber para con vuestro linaje y vuestro Imperio, el que tomes dicha posicion."
Asumire que Mugen estuvo TAN ocupado que no tuve ni tiempo para reunirse con los demas Campeones y que esta citacion lo tomo por sorpresa, improbable, pero no imposible.
IN
"Segun el linaje de Hantei el puesto de Emperador se hereda. Segun la dinastia Toturi, el trono se toma.
Vuestro candidato, Otomo Joshin, no pertenece al linaje de vuestro padre, ni posee la capacidad de tomar el trono.
Y por tomar el trono, que quede claro...", dijo ahora mirando a todos los presentes. "Lograr que todos los Campeones lo reconozcan como su unico lider."
Mugen agacho su mirada y suspiro. Vestia un kimono amarillo con bordes negros, que terminaban en formas de llamas. Ambas manos, estaban cubiertas por vendajes, excepto los dedos, los cuales podian ver que habia sufrido heridas irreparables.
"El linaje de los Hantei tras la ascension de Toturi I, cuyo linaje solo posee dos descendientes actualmente. Isawa Sezaru-san, no posee interes alguno en ocupar el puesto de su padre. Y veo que vos, Kaneka-san, tampoco lo poseeis, porque sino jamas hubieras puesto a Joshin-san como candidato, si realmente ese fuese vuestro deseo. Y Kaneka-san, yo os hubiera seguido como Emperador, si ese hubiera sido vuestro deseo.", agacho la cabeza y suspiro una vez.
El Imperio enfrentaba un gran dilema.
Su mirada lentamente fue pasando por cada uno de los presentes. En ninguno de ellos veia un candidato para Emperador. Y mientras el Alma de los Kami estuviese con el, Mugen jamas podria ser Emperador.
"Quizas...", hizo una pausa Mugen. "Deba ser Emperador aquel quien no lo desea. Toturi I tomo el trono porque un Imperio sin Emperador llevaria a los grandes clanes a destruirse entre si. Quizas Kaneka-san, aunque no lo deseeis, es vuestro deber para con vuestro linaje y vuestro Imperio, el que tomes dicha posicion."
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Kitsuki Fujiwa
Nadie había recaído en mi, había entrado en la sala calmadamente con los heimin que servían a los samurai mientras dialogaban sobre el futuro del imperio. Había dejado atrás la meditación y había vuelto a la capital. Llegué ante todos con la cabeza completamente afeitada, a semejanza de los monjes que renuncian a su vida anterior para comprender la esencia del Tao. Yo había abandonado al Fujiwa que había sido cortesano, al Fujiwa que perseguía a los bandidos que asolaban el Imperio para convertirme en el Campeón del clan. Hasta encontrarme con Fu Leng no había comprendido que el clan descansaba sobre mi, pues antes solo podía ver la destrucción, y como samurai luchaba por encontrar la luz. Luego, había comprendido, al volver a la ciudad imperial, que miles de vidas dependían directamente de mi, pero no para seguir vivas de un enemigo, sino para alimentarse un día más, para instruirse un día más. Por ello había pasado el tiempo en un monasterio, había afeitado mi cabeza y usaba las vestimentas de los monjes. Fue así como llegué a la reunión.
Interrumpí la sesión para que supieran de mi presencia.Hay un heredero al trono, uno de un linaje antiguo, pero no perdido.
Una vez tuve un sueño, Mis ojos se tornaron hacia el vacío, atravesando los cuerpos presentes de los Campeones. en él la corona imperial Hantei brillaba sobre un joven niño, el heredero de Hantei, un niño que ha sobrevivido a todo esta muerte y destrucción, que pese a ser instruido por la muerte y la oscuridad ha hallado la luz y la esperanza. Él es el elegido de los dioses.
Nadie había recaído en mi, había entrado en la sala calmadamente con los heimin que servían a los samurai mientras dialogaban sobre el futuro del imperio. Había dejado atrás la meditación y había vuelto a la capital. Llegué ante todos con la cabeza completamente afeitada, a semejanza de los monjes que renuncian a su vida anterior para comprender la esencia del Tao. Yo había abandonado al Fujiwa que había sido cortesano, al Fujiwa que perseguía a los bandidos que asolaban el Imperio para convertirme en el Campeón del clan. Hasta encontrarme con Fu Leng no había comprendido que el clan descansaba sobre mi, pues antes solo podía ver la destrucción, y como samurai luchaba por encontrar la luz. Luego, había comprendido, al volver a la ciudad imperial, que miles de vidas dependían directamente de mi, pero no para seguir vivas de un enemigo, sino para alimentarse un día más, para instruirse un día más. Por ello había pasado el tiempo en un monasterio, había afeitado mi cabeza y usaba las vestimentas de los monjes. Fue así como llegué a la reunión.
Interrumpí la sesión para que supieran de mi presencia.Hay un heredero al trono, uno de un linaje antiguo, pero no perdido.
Una vez tuve un sueño, Mis ojos se tornaron hacia el vacío, atravesando los cuerpos presentes de los Campeones. en él la corona imperial Hantei brillaba sobre un joven niño, el heredero de Hantei, un niño que ha sobrevivido a todo esta muerte y destrucción, que pese a ser instruido por la muerte y la oscuridad ha hallado la luz y la esperanza. Él es el elegido de los dioses.