Capítulo IV: Luchando por el Destino
Moderador: Isildur
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Un último esfuerzo
Las Tierras Sombrías
Los ocho Campeones, junto con Togashi Satsu y Seitatsu, rodearon a Isawa Sezaru, quien estaba listo para ejecutar la poderosa magia del Aire, que debería llevarles a la Ciudadela de Daigotsu.
El conjuro no tardó en surtir efecto, mientras los ojos de los presentes se encontraban, tratando de averiguar qué pensaba cada uno. Pocos habían estado alguna vez en las Tierras Sombrías, y sólo uno de ellos había visto la infame Ciudadela de Daigotsu con sus propios ojos.
El poder de los Kami envolvió a todos los samurai, y en un instante que pareció durar horas, ya no estaban en Toshi Ranbo.
La Capital debería resistir sin ellos, con el tiempo a su contra, y con las puertas a un paso de caer. Era el momento para que un líder se alzara entre los defensores de Toshi Ranbo. Era el momento para Kaneka.
Los Campeones volvieron a ser conscientes, y sus ojos pudieron ver el lugar en el que estaban. Aunque tenían un leve mareo debido al viaje mágico, y especialmente Mugen, conservaba secuelas de su combate, podían observar perfectamente el lugar.
Estaban en un lugar parecido a un desierto, salvo que la tierra era rojiza y agrietada, y entre las mismas grietas supuraba un humo negro y denso. Grandes montañas negras se recortaban en el horizonte de nubes negras y cielo gris.
Aquello eran las Tierras Sombrías.
Miraran donde miraran, no podían encontrar nada más que Corrupción. Árboles retorcidos y negros, cuyas hojas habían desparecido hacía siglos. Lagos de aguas negras, con burbujas que explotaban como si de un caldero se tratara.
Y en horizonte de aquel desolador paraje, se divisaba algo similar a una ciudad.
Desde la lejanía se vislumbraba la silueta de unos muros, que los ojos expertos de Fujiwa pudieron advertir que estaban formados por huesos y restos de cadáveres.
La ciudad estaba rodeada por un halo de luz verdoso, que se elevaba en el cielo como una inmensa columna. Una energía enormemente poderosa parecía fluir de esa luz, que hacía sentir el mal más primigenio flotando en el aire.
Allí está? comentó Isawa Sezaru, contemplando la Ciudadela de Daigotsu absorto.
Mugen fue recuperando sus sentidos, y era capaz de vislumbrar aquella dantesca escena. La voluntad de cualquier persona no hubiera podido resistir aquella visión, aquella enorme columna que parecía desafiar a los propios cielos, clamando el regreso del Noveno Kami.
Pero los ahí reunidos tenían una voluntad fuera de lo común, y además les acompañaba la verdad de Shinsei.
El camino hacia su destino no era largo, y además parecía estar ausente de grandes peligros. Si bien, las propias Tierras Sombrías eran un enemigo en si mismo, los peligros que estas pudieran presentar no eran suficientes para amenazar al grupo.
Avanzaron con paso decidido, entre el negro cielo, el quebrado suelo y la amenazante ciudad al fondo, que aguardaba su llegada.
(OR: Bien, turno para poneros en situación. Si queréis hacer/preparar algo, es momento de hacerlo. Postead vuestras impresiones, y nos acercamos a la batalla decisiva! Saludos!)
Las Tierras Sombrías
Los ocho Campeones, junto con Togashi Satsu y Seitatsu, rodearon a Isawa Sezaru, quien estaba listo para ejecutar la poderosa magia del Aire, que debería llevarles a la Ciudadela de Daigotsu.
El conjuro no tardó en surtir efecto, mientras los ojos de los presentes se encontraban, tratando de averiguar qué pensaba cada uno. Pocos habían estado alguna vez en las Tierras Sombrías, y sólo uno de ellos había visto la infame Ciudadela de Daigotsu con sus propios ojos.
El poder de los Kami envolvió a todos los samurai, y en un instante que pareció durar horas, ya no estaban en Toshi Ranbo.
La Capital debería resistir sin ellos, con el tiempo a su contra, y con las puertas a un paso de caer. Era el momento para que un líder se alzara entre los defensores de Toshi Ranbo. Era el momento para Kaneka.
Los Campeones volvieron a ser conscientes, y sus ojos pudieron ver el lugar en el que estaban. Aunque tenían un leve mareo debido al viaje mágico, y especialmente Mugen, conservaba secuelas de su combate, podían observar perfectamente el lugar.
Estaban en un lugar parecido a un desierto, salvo que la tierra era rojiza y agrietada, y entre las mismas grietas supuraba un humo negro y denso. Grandes montañas negras se recortaban en el horizonte de nubes negras y cielo gris.
Aquello eran las Tierras Sombrías.
Miraran donde miraran, no podían encontrar nada más que Corrupción. Árboles retorcidos y negros, cuyas hojas habían desparecido hacía siglos. Lagos de aguas negras, con burbujas que explotaban como si de un caldero se tratara.
Y en horizonte de aquel desolador paraje, se divisaba algo similar a una ciudad.
Desde la lejanía se vislumbraba la silueta de unos muros, que los ojos expertos de Fujiwa pudieron advertir que estaban formados por huesos y restos de cadáveres.
La ciudad estaba rodeada por un halo de luz verdoso, que se elevaba en el cielo como una inmensa columna. Una energía enormemente poderosa parecía fluir de esa luz, que hacía sentir el mal más primigenio flotando en el aire.
Allí está? comentó Isawa Sezaru, contemplando la Ciudadela de Daigotsu absorto.
Mugen fue recuperando sus sentidos, y era capaz de vislumbrar aquella dantesca escena. La voluntad de cualquier persona no hubiera podido resistir aquella visión, aquella enorme columna que parecía desafiar a los propios cielos, clamando el regreso del Noveno Kami.
Pero los ahí reunidos tenían una voluntad fuera de lo común, y además les acompañaba la verdad de Shinsei.
El camino hacia su destino no era largo, y además parecía estar ausente de grandes peligros. Si bien, las propias Tierras Sombrías eran un enemigo en si mismo, los peligros que estas pudieran presentar no eran suficientes para amenazar al grupo.
Avanzaron con paso decidido, entre el negro cielo, el quebrado suelo y la amenazante ciudad al fondo, que aguardaba su llegada.
(OR: Bien, turno para poneros en situación. Si queréis hacer/preparar algo, es momento de hacerlo. Postead vuestras impresiones, y nos acercamos a la batalla decisiva! Saludos!)
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Kitsuki Fujiwa
QUE HORRIBLE VISIÓN! No podría haber imaginado nunca tal imagen ni en las pesadillas más cruentas. El olor, el apagado cielo, la supurante tierra, incluso aquél silencio era aplastante. No pude evitar cerrar fuertemente los ojos. Recordar toda la tierra de Rokugan por la que luchábamos. Los ríos que nacían, las montañas que trataban de tocar los cielos, las extensas tierras cultivadas por trabajadores heimin, la calidez de la Ciudadela de la Luz, el olor a mar en Kyuden Isawa, y así miles de bellezas que por el Imperio luchábamos. Con aquél recuerdo abrí los ojos decidido y miré a mis demás compañeros. El ánimo no era muy diferente al mio.
Adelante el pie derecho, marcando mi decisión combativa, y saque de la saya la hoja del Campeón Dragón con un silbido que retumbó en el vacío. Sepan las Tierras Sombrías que una luz había aparecido en sus tierras y no marcharía sin haber cumplido su plan de salvación. Katana en la diestra, Wakizashi en la siniestra. Ya estaba preparado. Aclaré mi garganta y encontré la seguridad interior con la que me dirigí a los demás. Ya es la hora. Vamos.
QUE HORRIBLE VISIÓN! No podría haber imaginado nunca tal imagen ni en las pesadillas más cruentas. El olor, el apagado cielo, la supurante tierra, incluso aquél silencio era aplastante. No pude evitar cerrar fuertemente los ojos. Recordar toda la tierra de Rokugan por la que luchábamos. Los ríos que nacían, las montañas que trataban de tocar los cielos, las extensas tierras cultivadas por trabajadores heimin, la calidez de la Ciudadela de la Luz, el olor a mar en Kyuden Isawa, y así miles de bellezas que por el Imperio luchábamos. Con aquél recuerdo abrí los ojos decidido y miré a mis demás compañeros. El ánimo no era muy diferente al mio.
Adelante el pie derecho, marcando mi decisión combativa, y saque de la saya la hoja del Campeón Dragón con un silbido que retumbó en el vacío. Sepan las Tierras Sombrías que una luz había aparecido en sus tierras y no marcharía sin haber cumplido su plan de salvación. Katana en la diestra, Wakizashi en la siniestra. Ya estaba preparado. Aclaré mi garganta y encontré la seguridad interior con la que me dirigí a los demás. Ya es la hora. Vamos.
- Shiba Mugen
- Mensajes: 1587
- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Otra persona hubiera preferido no recuperar los sentidos ante aquella escena. Mugen pensaba todo lo contrario. Agradecia poder presenciar aquello que una vez existio y que a partir de hoy dejaria de existir. Acabaria con aquella ciudad, con aquella blasfemia, con aquello que insultaba todo en lo que el creia.
Estiro su mano derecha delante de el. La espada en posicion horizontal, admirando el filo de color de jade. Observando las vendas que recorrian su brazo derecho hasta llegar hasta su hombro. Un kimono con mangas rotas. Dos brazos rotos. Su espada rota. Mas su espiritu, permanecia inquebrantable.
Sus ojos parpadearon un instante y escucho el chasquido de una chispa que daba el comienzo a la llamarada verde que recubriria la hoja. Mientras el Deseo permaneciese en su mano, esa llama jamas se apagaria. Mientras se aferrase a aquello por lo que luchaba, jamas moriria.
"Hijo de Isawa, dadme el poder para escribir el destino.", susurro Mugen en una leve plegaria. Y a sus ordenes, la magia del Vacio cubrio a Mugen, dandole la capacidad de torser las mismas hebras de aquello que habia sido escrito.
Mugen se adelanto al grupo y se giro hacia ellos, su mirada desafiante y orgullosa.
"Si es hora, pero antes de entrar alli, me escuchareis.", posando el fuego que habia en sus ojos en cada uno de los alli reunidos.
"Rokugan no necesita martires hoy. Y alguno desea limpiar su honor por errores cometidos, no oseis arrojaros a la muerte en esta batalla. Vuestros clanes os necesitan. El Imperio necesita no solo que volvamos victoriosos hoy, sino que tambien lo hagamos vivos. El Imperio no puede sumirse en caos otra vez porque sus Campeones han muerto. Si deseais limpiar vuestro honor, hacedlo mediante una vida de servicio. Si deseais ser un heroe, hacedlo trayendo prosperidad a vuestra gente. Me prometi que no permitiria que otro Campeon muriese a manos de quien estuviera detras de todo esto y pienso cumplir con esta promesa. No os preocupeis por la mancha, no os preocupeis por algun miembro perdido. Tanto Sezaru-san como yo podremos curarlos de todo esto, mas no de la muerte.", tomando aire para continuar.
"Olvidad vuestro orgullo, hoy solo importa ganar. Y solo cuatro de nosotros podemos enfrentarnos directamente a Daigotsu. Y esos somos, Sezaru-san, Satsu-san, Kisada-san y yo. El centrara su atencion en nosotros por lo que aquellos que llegueis a enfrentarse a el, atacadlo cuando el se dedique a destruirnos a nosotros, no antes. No necesitamos que ninguno de ustedes muera en una carga inutil contra alguien que con un chasquido de sus dedos puede convertir vuestro cuerpo en cenizas. Seguramente seremos separados en el camino y muchos enemigos nos cruzaran al paso y algunos de nosotros debamos quedarnos luchando para que los otros podamos avanzar. Lo importante no es quien de el golpe final, sino que Daigotsu muera y su blasfemo ritual sea evitado.", cerrando sus ojos un instante, su brazo moviendose en direccion a la Ciudad de los Perdidos, su espada apuntando desafiante alli donde se hallaba su enemigo.
"Un ejercito sin un general jamas conocera la victoria. Incluso un simple yoyimbo como yo conoce esto. Por mis venas no corre la sangre del linaje de Hantei o Toturi, mas permitidme por este dia que hoy os guie hacia la victoria, Campeones de Rokugan."
Estiro su mano derecha delante de el. La espada en posicion horizontal, admirando el filo de color de jade. Observando las vendas que recorrian su brazo derecho hasta llegar hasta su hombro. Un kimono con mangas rotas. Dos brazos rotos. Su espada rota. Mas su espiritu, permanecia inquebrantable.
Sus ojos parpadearon un instante y escucho el chasquido de una chispa que daba el comienzo a la llamarada verde que recubriria la hoja. Mientras el Deseo permaneciese en su mano, esa llama jamas se apagaria. Mientras se aferrase a aquello por lo que luchaba, jamas moriria.
"Hijo de Isawa, dadme el poder para escribir el destino.", susurro Mugen en una leve plegaria. Y a sus ordenes, la magia del Vacio cubrio a Mugen, dandole la capacidad de torser las mismas hebras de aquello que habia sido escrito.
Mugen se adelanto al grupo y se giro hacia ellos, su mirada desafiante y orgullosa.
"Si es hora, pero antes de entrar alli, me escuchareis.", posando el fuego que habia en sus ojos en cada uno de los alli reunidos.
"Rokugan no necesita martires hoy. Y alguno desea limpiar su honor por errores cometidos, no oseis arrojaros a la muerte en esta batalla. Vuestros clanes os necesitan. El Imperio necesita no solo que volvamos victoriosos hoy, sino que tambien lo hagamos vivos. El Imperio no puede sumirse en caos otra vez porque sus Campeones han muerto. Si deseais limpiar vuestro honor, hacedlo mediante una vida de servicio. Si deseais ser un heroe, hacedlo trayendo prosperidad a vuestra gente. Me prometi que no permitiria que otro Campeon muriese a manos de quien estuviera detras de todo esto y pienso cumplir con esta promesa. No os preocupeis por la mancha, no os preocupeis por algun miembro perdido. Tanto Sezaru-san como yo podremos curarlos de todo esto, mas no de la muerte.", tomando aire para continuar.
"Olvidad vuestro orgullo, hoy solo importa ganar. Y solo cuatro de nosotros podemos enfrentarnos directamente a Daigotsu. Y esos somos, Sezaru-san, Satsu-san, Kisada-san y yo. El centrara su atencion en nosotros por lo que aquellos que llegueis a enfrentarse a el, atacadlo cuando el se dedique a destruirnos a nosotros, no antes. No necesitamos que ninguno de ustedes muera en una carga inutil contra alguien que con un chasquido de sus dedos puede convertir vuestro cuerpo en cenizas. Seguramente seremos separados en el camino y muchos enemigos nos cruzaran al paso y algunos de nosotros debamos quedarnos luchando para que los otros podamos avanzar. Lo importante no es quien de el golpe final, sino que Daigotsu muera y su blasfemo ritual sea evitado.", cerrando sus ojos un instante, su brazo moviendose en direccion a la Ciudad de los Perdidos, su espada apuntando desafiante alli donde se hallaba su enemigo.
"Un ejercito sin un general jamas conocera la victoria. Incluso un simple yoyimbo como yo conoce esto. Por mis venas no corre la sangre del linaje de Hantei o Toturi, mas permitidme por este dia que hoy os guie hacia la victoria, Campeones de Rokugan."
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Las Tierras Sombrías
Una brisa que traía ecos de llantos y lamentos soplaba entre el vasto valle que tenían los Campeones delante suyo. El olor enfermizo a muerte, una muerte que se negaba a permanecer en paz. Todo era negro, gris y oscuro. Todo era mal.
Shiba Mugen habló con firmeza a sus compañeros, tratando de hacerles ver su punto de vista.
Nadie respondió directamente? no era necesario. Todos sabían lo que debían hacer y a lo que se enfrentaban. Ponerse a discutir era innecesario, pues el enemigo era el mismo.
El avance a través de las Tierras Sombrías dio inicio. El suelo era duro, pero a la vez inestable.
El humo que supuraba entre las rocas dificultaba la visibilidad, y hacía que el calor aumentara considerablemente.
No eran desafíos a tener en cuenta, pero el caso era que la Ciudadela, pese a estar cerca, parecía estar siempre a la misma distancia.
Las Tierras Sombrías jugaban ese tipo de malas pasadas, y la orientación era algo que dejaba de tener sentido. Sólo el instinto de aquellos que las conocían lo suficiente, podía servir como guía.
¡Deteneos! Este camino es un valle sin retorno. Podríamos pasar días andando por él, sin llegar a la Ciudadela. Debemos cambiar la ruta. Sugirió Hida Kisada, hablando seriamente.
¿Cambiar la ruta? No creo que tengamos mucho tiempo para rodeos, Kisada-san. Replicó Matsu Iwashi.
Si seguimos este camino, perderemos nuestra oportunidad de detener el ritual. Vayamos al oeste, a través de los caminos. Rodeando el valle podremos llegar a la Ciudadela, pero no atravesándolo. Insistió el Cangrejo.
Bien, no tenemos tiempo para debates. Vayamos al oeste. Dijo El Lobo, con frialdad.
El resto se abstuvo de opinar. Estaba claro que el daimyo Cangrejo era el más apropiado para guiarles, y si bien lo que decía podía parecer falto de sentido, en el lugar en el que estaban nada tenía sentido.
Viraron rumbo oeste, saliendo del valle supurante para adentrarse en una zona boscosa, si es que podía llamarse así.
Grandes árboles casi calcinados con formas retorcidas estaban a un lado y otro del paso, un camino cuyo suelo era más blando y pegajoso. Se adivinaban algo similar a frutos colgando de los negros árboles. Al poco de avanzar, los frutos revelaron ser cabezas humanas, colgando de los árboles por sus cabellos.
La espantosa y horripilante visión puso a prueba los nervios de los presentes. Doji Yukiko lanzó un grito ahogado, pero Seitatsu la calmó, caminando a su lado.
Lo peor de todo era que las cabezas estaban ?vivas? y que gemían de dolor, y lloraban sangre? Ningún ser humano hubiera podido soportar aquello, la visión más cruel y degradante de las Tierras Sombrías.
Al poco, abandonando aquella zona, que pese a horripilante era inofensiva, dieron con una especie de lago. El lago era enorme, y desde la posición en la que estaban no podía divisarse el final. El agua era negra y salía un humo repugnante y enfermizo, junto con burbujas que iban y venían como si de agua hirviendo se tratara.
Genial? murmuró Utaku Ayla.
Sigamos rumbo oeste. Mantened una distancia prudencial con la orilla, nunca se sabe lo que? iba diciendo el Gran Oso, cuando de repente, como si se anticipara a sus palabras, salieron del agua dos enormes ?tentáculos?. Aunque tenían la forma de tales, estos estaban casi descompuestos, y tenían púas en toda su extensión. Eran de color verde óxido y precedían al cuerpo de un ser gigantesco, con un cuerpo similar a una manta raya, pero con tentáculos deformes por su parte delantera. Sus dientes picudos parecían anhelar la sangre humana, por lo que se lanzó al ataque sin miramientos. A punto estuvo de llevarse a la daimyo Unicornio por delante, pero fue Hida Kisada quien la apartó en el último momento.
Kisada había logrado apartar a Ayla de los tentáculos, pero eso lo había dejado en una posición a merced del monstruo.
El ser gimoteaba con un ruido gelatinoso y estridente, una mezcla única que no podía compararse a nada escuchado anteriormente.
Sezaru alzó el vuelo, para tener un mejor blanco y escapar de la amenaza.
Ayla se reincorporó y desenvainó su katana, tratando de defenderse, pues no tenía idea de cómo combatir a esa cosa, y menos sin su querida montura.
Iwashi sostuvo su espada con firmeza, y fijó sus pies firmemente en el suelo, esperando la embestida de la criatura.
Yukiko esperó sosteniendo el mango de Megumi. Sin armadura y con la espada enfundada, el ser marino podía verla como un objetivo fácil, pero ella esperaba el momento para mostrarle su perfecto iaijutsu.
Satsu se apartó de la zona amenazada acompañado de Seitatsu, pues aunque tenía capacidad para presentar batalla, su misión era la seguridad del niño.
Tsuneyoshi sostenía sus kama con claras intenciones, pero debía esperar el momento oportuno.
Por su parte, Kisada esperaba lo que inevitablemente se le vendría encima. Había salvado a Ayla de una muerte casi segura, y ahora pagaría las consecuencias.
Dejó que su tetsubo siguiera en su espalda, y desenvainó su wakizashi, un arma mucho más manejable y útil contra ese enemigo.
¡Salid de aquí! Gritó Kisada a sus compañeros.
El horripilante ser no tardó en arremeter contra todo lo que tenía delante, arrojando sus tentáculos contra los Campeones. Kisada no tardó en ser alcanzado, apresado por uno de los enormes tentáculos, que le dirigía hacia las fauces de la criatura.
Un proyectil de luz verde como el jade salió desde las manos de Sezaru hasta impactar contra el horrendo ser.
Marchaos; no tenemos tiempo ni podemos arriesgarnos. Yo ayudaré a Kisada La voz de Sezaru sonó en la mente de Mugen, que debía de tomar una decisión.
Arriesgarse a combatir al ser, era exponer a un enorme riesgo a todos los presentes, pero dejar a su suerte a Kisada y Sezaru era también una dura decisión.
De repente, entre las corruptas aguas apareció un nuevo ser, entre un extraño destello de luz. Este era un ser reptiliano, casi como si de una enorme serpiente marina se tratara.
Los ojos de la criatura miraban al ser del lago desafiantes, al tiempo que su cuerpo se estiraba hacia la orilla para permitir al daimyo Mantis trepar por su espalda.
Hahaha, ¡lamentarás desafiar a los Campeones de Rokugan, ser inmundo! Gritó el Yoritomo, como exaltado por la emoción de la batalla que se presentaba.
(OR: Bien, debéis decidir si seguir adelante o intervenir en el combate. De elegir la segunda, haced las tiradas correspondientes. Saludos!)
Una brisa que traía ecos de llantos y lamentos soplaba entre el vasto valle que tenían los Campeones delante suyo. El olor enfermizo a muerte, una muerte que se negaba a permanecer en paz. Todo era negro, gris y oscuro. Todo era mal.
Shiba Mugen habló con firmeza a sus compañeros, tratando de hacerles ver su punto de vista.
Nadie respondió directamente? no era necesario. Todos sabían lo que debían hacer y a lo que se enfrentaban. Ponerse a discutir era innecesario, pues el enemigo era el mismo.
El avance a través de las Tierras Sombrías dio inicio. El suelo era duro, pero a la vez inestable.
El humo que supuraba entre las rocas dificultaba la visibilidad, y hacía que el calor aumentara considerablemente.
No eran desafíos a tener en cuenta, pero el caso era que la Ciudadela, pese a estar cerca, parecía estar siempre a la misma distancia.
Las Tierras Sombrías jugaban ese tipo de malas pasadas, y la orientación era algo que dejaba de tener sentido. Sólo el instinto de aquellos que las conocían lo suficiente, podía servir como guía.
¡Deteneos! Este camino es un valle sin retorno. Podríamos pasar días andando por él, sin llegar a la Ciudadela. Debemos cambiar la ruta. Sugirió Hida Kisada, hablando seriamente.
¿Cambiar la ruta? No creo que tengamos mucho tiempo para rodeos, Kisada-san. Replicó Matsu Iwashi.
Si seguimos este camino, perderemos nuestra oportunidad de detener el ritual. Vayamos al oeste, a través de los caminos. Rodeando el valle podremos llegar a la Ciudadela, pero no atravesándolo. Insistió el Cangrejo.
Bien, no tenemos tiempo para debates. Vayamos al oeste. Dijo El Lobo, con frialdad.
El resto se abstuvo de opinar. Estaba claro que el daimyo Cangrejo era el más apropiado para guiarles, y si bien lo que decía podía parecer falto de sentido, en el lugar en el que estaban nada tenía sentido.
Viraron rumbo oeste, saliendo del valle supurante para adentrarse en una zona boscosa, si es que podía llamarse así.
Grandes árboles casi calcinados con formas retorcidas estaban a un lado y otro del paso, un camino cuyo suelo era más blando y pegajoso. Se adivinaban algo similar a frutos colgando de los negros árboles. Al poco de avanzar, los frutos revelaron ser cabezas humanas, colgando de los árboles por sus cabellos.
La espantosa y horripilante visión puso a prueba los nervios de los presentes. Doji Yukiko lanzó un grito ahogado, pero Seitatsu la calmó, caminando a su lado.
Lo peor de todo era que las cabezas estaban ?vivas? y que gemían de dolor, y lloraban sangre? Ningún ser humano hubiera podido soportar aquello, la visión más cruel y degradante de las Tierras Sombrías.
Al poco, abandonando aquella zona, que pese a horripilante era inofensiva, dieron con una especie de lago. El lago era enorme, y desde la posición en la que estaban no podía divisarse el final. El agua era negra y salía un humo repugnante y enfermizo, junto con burbujas que iban y venían como si de agua hirviendo se tratara.
Genial? murmuró Utaku Ayla.
Sigamos rumbo oeste. Mantened una distancia prudencial con la orilla, nunca se sabe lo que? iba diciendo el Gran Oso, cuando de repente, como si se anticipara a sus palabras, salieron del agua dos enormes ?tentáculos?. Aunque tenían la forma de tales, estos estaban casi descompuestos, y tenían púas en toda su extensión. Eran de color verde óxido y precedían al cuerpo de un ser gigantesco, con un cuerpo similar a una manta raya, pero con tentáculos deformes por su parte delantera. Sus dientes picudos parecían anhelar la sangre humana, por lo que se lanzó al ataque sin miramientos. A punto estuvo de llevarse a la daimyo Unicornio por delante, pero fue Hida Kisada quien la apartó en el último momento.
Kisada había logrado apartar a Ayla de los tentáculos, pero eso lo había dejado en una posición a merced del monstruo.
El ser gimoteaba con un ruido gelatinoso y estridente, una mezcla única que no podía compararse a nada escuchado anteriormente.
Sezaru alzó el vuelo, para tener un mejor blanco y escapar de la amenaza.
Ayla se reincorporó y desenvainó su katana, tratando de defenderse, pues no tenía idea de cómo combatir a esa cosa, y menos sin su querida montura.
Iwashi sostuvo su espada con firmeza, y fijó sus pies firmemente en el suelo, esperando la embestida de la criatura.
Yukiko esperó sosteniendo el mango de Megumi. Sin armadura y con la espada enfundada, el ser marino podía verla como un objetivo fácil, pero ella esperaba el momento para mostrarle su perfecto iaijutsu.
Satsu se apartó de la zona amenazada acompañado de Seitatsu, pues aunque tenía capacidad para presentar batalla, su misión era la seguridad del niño.
Tsuneyoshi sostenía sus kama con claras intenciones, pero debía esperar el momento oportuno.
Por su parte, Kisada esperaba lo que inevitablemente se le vendría encima. Había salvado a Ayla de una muerte casi segura, y ahora pagaría las consecuencias.
Dejó que su tetsubo siguiera en su espalda, y desenvainó su wakizashi, un arma mucho más manejable y útil contra ese enemigo.
¡Salid de aquí! Gritó Kisada a sus compañeros.
El horripilante ser no tardó en arremeter contra todo lo que tenía delante, arrojando sus tentáculos contra los Campeones. Kisada no tardó en ser alcanzado, apresado por uno de los enormes tentáculos, que le dirigía hacia las fauces de la criatura.
Un proyectil de luz verde como el jade salió desde las manos de Sezaru hasta impactar contra el horrendo ser.
Marchaos; no tenemos tiempo ni podemos arriesgarnos. Yo ayudaré a Kisada La voz de Sezaru sonó en la mente de Mugen, que debía de tomar una decisión.
Arriesgarse a combatir al ser, era exponer a un enorme riesgo a todos los presentes, pero dejar a su suerte a Kisada y Sezaru era también una dura decisión.
De repente, entre las corruptas aguas apareció un nuevo ser, entre un extraño destello de luz. Este era un ser reptiliano, casi como si de una enorme serpiente marina se tratara.
Los ojos de la criatura miraban al ser del lago desafiantes, al tiempo que su cuerpo se estiraba hacia la orilla para permitir al daimyo Mantis trepar por su espalda.
Hahaha, ¡lamentarás desafiar a los Campeones de Rokugan, ser inmundo! Gritó el Yoritomo, como exaltado por la emoción de la batalla que se presentaba.
(OR: Bien, debéis decidir si seguir adelante o intervenir en el combate. De elegir la segunda, haced las tiradas correspondientes. Saludos!)
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Kitsuki Fujiwa
Aquél discurso me sonó arrogancia sobremanera. Shiba Mugen se había declarado como uno de los principales salvadores del Imperio. Su fuerza, creía, era la de un dios, y sin embargo nos infravaloraba a los demás. El señor de los Secretos era un hábil guerrero, su capacidad de infiltración eran únicas. La dama Doji era un duelista sin parangón, su habilidad con la espada era una de las mejores del Imperio. La dama Utaku era veloz y ágil, aunque sin el corcel no se esperase gran cosa de una doncella Utaku, estaba seguro que su destreza era elogiable. El campeón Mantis, bueno, no lo conocía, pero estaba claro que era un samurai veterano, instruido por los peligros del mar. En cuanto a mi, pues era cierto que era un cortesano, pero había acabado con uno de los principales infiltrados de Daigotsu en la corte. Era por todo ello que ante el peligro del ser marino manchado no pudiese, o quisiese ocultar la ironía. Parece que tendrás que valerte de nosotros para enfrentarte a Daigotsu, Mugen-sama. Kisada-sama parece que se quedará atrás. Y Sezaru-sama igual, se queda a apoyarle.
Dicho lo cual me adelanto a los demás y obervo la distancia hasta la fortaleza de Daigotsu. No tenemos tiempo que perder. Debemos llegar allí antes que se inicie, o finalice el ritual.
Hago una tirada de investigación para saber la situación y lo que resta hasta el palacio, cualquier vía rápida de acceso o manera de llegar rápido. No fiándome de las ilusiones del Tierras Sombrías sino del Método Kitsuki de observación.
Aquél discurso me sonó arrogancia sobremanera. Shiba Mugen se había declarado como uno de los principales salvadores del Imperio. Su fuerza, creía, era la de un dios, y sin embargo nos infravaloraba a los demás. El señor de los Secretos era un hábil guerrero, su capacidad de infiltración eran únicas. La dama Doji era un duelista sin parangón, su habilidad con la espada era una de las mejores del Imperio. La dama Utaku era veloz y ágil, aunque sin el corcel no se esperase gran cosa de una doncella Utaku, estaba seguro que su destreza era elogiable. El campeón Mantis, bueno, no lo conocía, pero estaba claro que era un samurai veterano, instruido por los peligros del mar. En cuanto a mi, pues era cierto que era un cortesano, pero había acabado con uno de los principales infiltrados de Daigotsu en la corte. Era por todo ello que ante el peligro del ser marino manchado no pudiese, o quisiese ocultar la ironía. Parece que tendrás que valerte de nosotros para enfrentarte a Daigotsu, Mugen-sama. Kisada-sama parece que se quedará atrás. Y Sezaru-sama igual, se queda a apoyarle.
Dicho lo cual me adelanto a los demás y obervo la distancia hasta la fortaleza de Daigotsu. No tenemos tiempo que perder. Debemos llegar allí antes que se inicie, o finalice el ritual.
Hago una tirada de investigación para saber la situación y lo que resta hasta el palacio, cualquier vía rápida de acceso o manera de llegar rápido. No fiándome de las ilusiones del Tierras Sombrías sino del Método Kitsuki de observación.
- Shiba Mugen
- Mensajes: 1587
- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Perder a Kisada y a Sezaru en un obstaculo era un precio demasiado alto para no detenerse. Sin embargo, que Sezaru permaneciese aqui, les daba a los otros dos una chance de volver con vida.
"Matenlo y encuentrennos luego en la Ciudadela. El resto, seguidme.", dijo Mugen y comenzo a correr para alejarse de la zona.
En su mente, escucho las palabras del Lobo y le respondio. "No permitais que ninguno de vosotros muera. Es una orden."
Una vez alejado, Mugen se detuvo unos instantes e invoco el poder del regalo de Shiba Aikune.
"Dadme la sabiduria de los Kami, Deseo, esta es mi suplica.", y tras aquellas palabras, la magia del hijo de Isawa inundo su mente con el conocimiento que necesitaba. Con eso deberia bastar para encontrar el camino hacia la Ciudadela, penso Mugen.
"Matenlo y encuentrennos luego en la Ciudadela. El resto, seguidme.", dijo Mugen y comenzo a correr para alejarse de la zona.
En su mente, escucho las palabras del Lobo y le respondio. "No permitais que ninguno de vosotros muera. Es una orden."
Una vez alejado, Mugen se detuvo unos instantes e invoco el poder del regalo de Shiba Aikune.
"Dadme la sabiduria de los Kami, Deseo, esta es mi suplica.", y tras aquellas palabras, la magia del hijo de Isawa inundo su mente con el conocimiento que necesitaba. Con eso deberia bastar para encontrar el camino hacia la Ciudadela, penso Mugen.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Kitsuki Fujiwa
Tras otear el horizonte miro hacia atrás y veo que el Campeón Fénix se encuentra comulgando con los espíritus de la espada. Extraño me parece que los espíritus puedan extenderse por estas tierras de muerte y abrirse paso hasta la ciudadela, pero de todas formas ya he encontrado un camino mediante la observación de la zona. Rápido. He encontrado un camino, no tardaremos ni una hora si nos apresuramos.
Tras otear el horizonte miro hacia atrás y veo que el Campeón Fénix se encuentra comulgando con los espíritus de la espada. Extraño me parece que los espíritus puedan extenderse por estas tierras de muerte y abrirse paso hasta la ciudadela, pero de todas formas ya he encontrado un camino mediante la observación de la zona. Rápido. He encontrado un camino, no tardaremos ni una hora si nos apresuramos.
- Shiba Mugen
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Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Mugen sintio que la fuerza de las Tierras Sombrias era muy grande, pero el hechizo para encontrar el camino era necesario.
Afortunadamente, Fujiwa interrumpio su concentracion con palabras de aliento. Su magia no seria necesaria por ahora.
Mugen detuvo su casteo e hizo caso a Fujiwa.
Afortunadamente, Fujiwa interrumpio su concentracion con palabras de aliento. Su magia no seria necesaria por ahora.
Mugen detuvo su casteo e hizo caso a Fujiwa.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Las Tierras Sombrías
El Gran Oso, el Lobo y el daimyo Mantis quedaron atrás, enfrascados en su mortífero duelo contra la aberración del lago.
Sólo las Fortunas sabían lo que les depararía en un enfrentamiento tan duro como aquel, donde la bestia que deseaba su muerte era guiada por la Corrupción Sombría.
El resto del grupo prosiguió, a sabiendas de que el tiempo era oro. Kitsuki Fujiwa lideró la comitiva esta vez, uniendo sus más que respetables conocimientos sobre las Tierras Sombrías a su talento como magistrado.
El trecho que les separaba de la oscura fortaleza era de apenas una hora. El camino estaba compuesto por una arena grisácea, como si el suelo estuviera empapado de ceniza. Grandes nubes negras engullían cualquier rastro de luz, que apenas se colaba en el rojizo cielo de las Tierras Sombrías.
El grupo avanzaba, forzando su resistencia al máximo. El propio aire era impío, cargando sus pulmones de un aire viciado y pesado. La sola exposición a él, podía hacer que uno se ahogara, incapaz de resistir su densidad.
Pero ninguno de los miembros de la comitiva, incluido el niño, parecía estar sufriendo demasiado, pero de buen seguro, no era recomendable permanecer mucho tiempo allí.
La sombra de la Ciudadela de Daigotsu era cada vez más cercana, alzándose entre aquella zona prácticamente desértica.
Observaron, ya desde la distancia, grandes torreones a ambos lados de las puertas, hechas con los comillos de alguna bestia gigantesca, que se anclaban en el suelo, hiriendo la tierra. En ninguna de las torres de vigilancia había guardias, y la distancia cada vez más corta, les permitía observar que la Ciudadela parecía abandonada.
Ningún ruido procedía de adentro, ninguna señal de que allí hubiera vida? salvo ese halo verde que se alzaba a los cielos.
Cada vez que se aproximaban a la Ciudadela, el calor de esa luz se les hacía más presente, y su fuerza hacía que el aire flotase cargado de energía.
Tras el duro trayecto por entre las tierras de suelo gris, llegaron al fin ante las puertas de la Ciudadela. La muralla, hecha con huesos y restos de cuerpos compactados, era realmente grotesca, una afrenta al mismísimo Imperio.
Las puertas, esas enormes fauces ancladas al suelo, estaban inmóviles. Ningún guardia, ninguna actividad dentro; nada.
¿Habrá que trepar?... dijo Utaku Ayla, con rostro desagradable.
De hecho, no habían muchas otras alternativas. Lo poco uniforme de los muros hacía que fuera bastante sencillo trepar, si bien, tocar todos esos cuerpos, era algo macabro e impío. Entre todos deberían decidir cómo sortear la entrada a la Ciudadela, que seguía aguardando en calma.
El Gran Oso, el Lobo y el daimyo Mantis quedaron atrás, enfrascados en su mortífero duelo contra la aberración del lago.
Sólo las Fortunas sabían lo que les depararía en un enfrentamiento tan duro como aquel, donde la bestia que deseaba su muerte era guiada por la Corrupción Sombría.
El resto del grupo prosiguió, a sabiendas de que el tiempo era oro. Kitsuki Fujiwa lideró la comitiva esta vez, uniendo sus más que respetables conocimientos sobre las Tierras Sombrías a su talento como magistrado.
El trecho que les separaba de la oscura fortaleza era de apenas una hora. El camino estaba compuesto por una arena grisácea, como si el suelo estuviera empapado de ceniza. Grandes nubes negras engullían cualquier rastro de luz, que apenas se colaba en el rojizo cielo de las Tierras Sombrías.
El grupo avanzaba, forzando su resistencia al máximo. El propio aire era impío, cargando sus pulmones de un aire viciado y pesado. La sola exposición a él, podía hacer que uno se ahogara, incapaz de resistir su densidad.
Pero ninguno de los miembros de la comitiva, incluido el niño, parecía estar sufriendo demasiado, pero de buen seguro, no era recomendable permanecer mucho tiempo allí.
La sombra de la Ciudadela de Daigotsu era cada vez más cercana, alzándose entre aquella zona prácticamente desértica.
Observaron, ya desde la distancia, grandes torreones a ambos lados de las puertas, hechas con los comillos de alguna bestia gigantesca, que se anclaban en el suelo, hiriendo la tierra. En ninguna de las torres de vigilancia había guardias, y la distancia cada vez más corta, les permitía observar que la Ciudadela parecía abandonada.
Ningún ruido procedía de adentro, ninguna señal de que allí hubiera vida? salvo ese halo verde que se alzaba a los cielos.
Cada vez que se aproximaban a la Ciudadela, el calor de esa luz se les hacía más presente, y su fuerza hacía que el aire flotase cargado de energía.
Tras el duro trayecto por entre las tierras de suelo gris, llegaron al fin ante las puertas de la Ciudadela. La muralla, hecha con huesos y restos de cuerpos compactados, era realmente grotesca, una afrenta al mismísimo Imperio.
Las puertas, esas enormes fauces ancladas al suelo, estaban inmóviles. Ningún guardia, ninguna actividad dentro; nada.
¿Habrá que trepar?... dijo Utaku Ayla, con rostro desagradable.
De hecho, no habían muchas otras alternativas. Lo poco uniforme de los muros hacía que fuera bastante sencillo trepar, si bien, tocar todos esos cuerpos, era algo macabro e impío. Entre todos deberían decidir cómo sortear la entrada a la Ciudadela, que seguía aguardando en calma.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Kitsuki Fujiwa
Sentía mi ancestra del corazón, una bendición y a la vez una maldición, dentro de mi agitarse. Las tierras sombrías eran un paraje desconocido para mi, aunque sin lugar a dudas siempre había un poco de aquél reino en cada mortal, como también había algo de los reinos celestes. En cada mortal estaba la marca del bien y del mal, la libertad concedida de los dioses permitían que un samurai se convirtiese en héroe o enemigo de los cielos y de la verdad. Mis ancestros se removían pues ellos estaban benditos y sentían la pesadez de mi alma en aquél lugar. Sentía como me ayudaban a dar un paso y otro más, a pesar del pegadizo calor, insoportable y agobiante, opresora y pestilente pesadez.
De vez en cuando miraba hacia atrás esperando ver algún signo de victoria o derrota del Gran Oso, la Fortuna de la Persistencia... seguro que lucharía con ese oni hasta el fin de los días, como el gran kami Hida con su hijo Hida Atarasi. Aunque no conseguía ver gran cosa, solo tentáculos y destellos brillantes de fuego y vacío, aun seguían luchando. El camino nos obligaba a continuar, ya nos encontraríamos en los cielos benditos, fuese cual fuese el resultado. Pasé la mano por el cuello tratando de hace pasar la pesadez de los mismos, y relajar el cuerpo. Pocos fueron los logros, pero tenía que intentarlo. Habíamos llegado a un obstáculo en el camino, la propia ciudadela.
Con mi voz más tranquila y calmante, sobre todo para relajar el momento tenso, respondí a la Doncella Utaku. Creo que no todos somos tan hábiles escaladores. Suena extraño de un samurai que vive en las montañas, pero no sé escalar, y menos huesos. Casi me reí de mi misma ironía. Me ayudó a suavizar los nervios propios, aunque algunos me mirasen extrañados. Puede que sea mejor que alguien escale acompañado de alguien más, para guardar su camino, y que abráis la puerta de la ciudadela. No parece que esté ocupada. Miré a cada uno de los restantes viajeros, tanteando quien podría hacerlo. Al Campeón León era mejor ni mencionarle tocar la carne o los huesos, la hedienta sangre. La Campeona Grulla había perdido parte de su honor y haría casi cualquier cosa por recuperarlo vengándose de aquél que la engañó, pero no parecía diestra en el montañismo. El Campeón Fénix podría ser una gran opción, pero su honor no se lo permitiría, sin duda. Creo que restabamos el Campeón Escorpión, la Campeona Unicornio y yo mismo, aunque no me viese preparado para ello. En ese instante observé el tatuaje que había recibido hace poco, lo sentía debajo de la armadura, debajo del kimono; lo sentía latir y sentía su magia por mi sangre, erradiando de aquél punto. Señor de los Secretos, creo que sois un hábil atleta y podréis evitar ser visto por las fuerzas de Daigotsu, tal vez podáis escalar y ser seguido por Ayla-sama, otra gran atleta, o incluso por mi mismo con vuestra ayuda.
Sentía mi ancestra del corazón, una bendición y a la vez una maldición, dentro de mi agitarse. Las tierras sombrías eran un paraje desconocido para mi, aunque sin lugar a dudas siempre había un poco de aquél reino en cada mortal, como también había algo de los reinos celestes. En cada mortal estaba la marca del bien y del mal, la libertad concedida de los dioses permitían que un samurai se convirtiese en héroe o enemigo de los cielos y de la verdad. Mis ancestros se removían pues ellos estaban benditos y sentían la pesadez de mi alma en aquél lugar. Sentía como me ayudaban a dar un paso y otro más, a pesar del pegadizo calor, insoportable y agobiante, opresora y pestilente pesadez.
De vez en cuando miraba hacia atrás esperando ver algún signo de victoria o derrota del Gran Oso, la Fortuna de la Persistencia... seguro que lucharía con ese oni hasta el fin de los días, como el gran kami Hida con su hijo Hida Atarasi. Aunque no conseguía ver gran cosa, solo tentáculos y destellos brillantes de fuego y vacío, aun seguían luchando. El camino nos obligaba a continuar, ya nos encontraríamos en los cielos benditos, fuese cual fuese el resultado. Pasé la mano por el cuello tratando de hace pasar la pesadez de los mismos, y relajar el cuerpo. Pocos fueron los logros, pero tenía que intentarlo. Habíamos llegado a un obstáculo en el camino, la propia ciudadela.
Con mi voz más tranquila y calmante, sobre todo para relajar el momento tenso, respondí a la Doncella Utaku. Creo que no todos somos tan hábiles escaladores. Suena extraño de un samurai que vive en las montañas, pero no sé escalar, y menos huesos. Casi me reí de mi misma ironía. Me ayudó a suavizar los nervios propios, aunque algunos me mirasen extrañados. Puede que sea mejor que alguien escale acompañado de alguien más, para guardar su camino, y que abráis la puerta de la ciudadela. No parece que esté ocupada. Miré a cada uno de los restantes viajeros, tanteando quien podría hacerlo. Al Campeón León era mejor ni mencionarle tocar la carne o los huesos, la hedienta sangre. La Campeona Grulla había perdido parte de su honor y haría casi cualquier cosa por recuperarlo vengándose de aquél que la engañó, pero no parecía diestra en el montañismo. El Campeón Fénix podría ser una gran opción, pero su honor no se lo permitiría, sin duda. Creo que restabamos el Campeón Escorpión, la Campeona Unicornio y yo mismo, aunque no me viese preparado para ello. En ese instante observé el tatuaje que había recibido hace poco, lo sentía debajo de la armadura, debajo del kimono; lo sentía latir y sentía su magia por mi sangre, erradiando de aquél punto. Señor de los Secretos, creo que sois un hábil atleta y podréis evitar ser visto por las fuerzas de Daigotsu, tal vez podáis escalar y ser seguido por Ayla-sama, otra gran atleta, o incluso por mi mismo con vuestra ayuda.
- Shiba Mugen
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Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Desearia tener su mempo para asi poder respirar menos. Su armadura para no sentir el roce del aire nauseabundo. Esperaba no contraer la Mancha por sus heridas, incluso sabiendo que podria ser curado de la misma, si lograban terminar con esto a tiempo.
La vision ante sus ojos era grotesca. Una aberracion jamas concebida por el ojo rokugani. Este lugar debia ser destruido y que su existencia fuese borrada como si jamas hubiera existido.
Mugen escucho las palabras de Fujiwa y sonrio.
"Yo tambien entre varios años con el Dragon y tampoco aprendi nada sobre escalar y montañas.", un poco de humor que serviria para alivianar la situacion.
"Jamas le pediria a un samurai un sacrificio semejante.", dijo al escuchar la sugerencia de Fujiwa de trepar aquella pared.
"Si creemos que no poseemos la ventaja de la sorpresa, puedo destruir esta puerta.", comento Mugen.
Era una decision demasiado importante, como para dejarlo en su propio albedrio, por lo cual espero la opinion de todos ante su comentario y el del Dragon.
La vision ante sus ojos era grotesca. Una aberracion jamas concebida por el ojo rokugani. Este lugar debia ser destruido y que su existencia fuese borrada como si jamas hubiera existido.
Mugen escucho las palabras de Fujiwa y sonrio.
"Yo tambien entre varios años con el Dragon y tampoco aprendi nada sobre escalar y montañas.", un poco de humor que serviria para alivianar la situacion.
"Jamas le pediria a un samurai un sacrificio semejante.", dijo al escuchar la sugerencia de Fujiwa de trepar aquella pared.
"Si creemos que no poseemos la ventaja de la sorpresa, puedo destruir esta puerta.", comento Mugen.
Era una decision demasiado importante, como para dejarlo en su propio albedrio, por lo cual espero la opinion de todos ante su comentario y el del Dragon.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Kitsuki Fujiwa
EN ningún momento pediría el alma de un samurai, y menos que la entregara a Jigoku al tocar la sangre, exigiéndole su Honor, pero sí veía lógico pedir a un samurai que entregara su alma, su honor y su vida por el Imperio, que era lo que estaba en juego. Incluso me había ofrecido a mi mismo. Comprendía lo que Mugen-sama quería decir con sus palabras. Sabía que no había malicia en ellas, ni insulto, solo Honor. Por eso, al responder, use palabras suaves y tranquilas, como las de un padre. Temo por el Imperio. Es el único miedo que mi alma alberga.
Una vez me preguntaron que sería capaz de dar por el Imperio, y no dude en responder que mi alma, la eternidad sufriendo en el Jigoku porque dos heimin puedan despertar un día más. Tenemos que entrar, eso es cuanto sé. Y escalaría yo mismo con los dientes si supiese que al otro lado no hay un ejército de espíritus preparados para afanarse con mi alma.
Tocar la sangre es uno de los grandes pecados que atormenta nuestra alma, pero no olvidemos que en tiempos de guerra es lícito mientras después se pueda purificar el cuerpo y el honor; y creo que aun estamos en una guerra, aunque la batalla física esté a grandes distancias, que el clamor de la batalla no se pueda oir.
Entonces miré a Ryushi-sama, pues sabía que me comprendía. Conocía el deber de un samurai con el Imperio primero, con el clan después, luego la familia... y tras muchos otros, consigo mismo. Asentí ante él, preparandome para escalar tras de él. Saqué las ropas que había usado para hacerme pasar por heimin y las hice jirones, afreciéndole al Campeón Escorpión mientras enrollaba mis manos en los jirones. Puede que no sea mucho, pero evitará que resbalemos con la sangre en las manos, además de evitar que nos manchemos mucho de sangre.
EN ningún momento pediría el alma de un samurai, y menos que la entregara a Jigoku al tocar la sangre, exigiéndole su Honor, pero sí veía lógico pedir a un samurai que entregara su alma, su honor y su vida por el Imperio, que era lo que estaba en juego. Incluso me había ofrecido a mi mismo. Comprendía lo que Mugen-sama quería decir con sus palabras. Sabía que no había malicia en ellas, ni insulto, solo Honor. Por eso, al responder, use palabras suaves y tranquilas, como las de un padre. Temo por el Imperio. Es el único miedo que mi alma alberga.
Una vez me preguntaron que sería capaz de dar por el Imperio, y no dude en responder que mi alma, la eternidad sufriendo en el Jigoku porque dos heimin puedan despertar un día más. Tenemos que entrar, eso es cuanto sé. Y escalaría yo mismo con los dientes si supiese que al otro lado no hay un ejército de espíritus preparados para afanarse con mi alma.
Tocar la sangre es uno de los grandes pecados que atormenta nuestra alma, pero no olvidemos que en tiempos de guerra es lícito mientras después se pueda purificar el cuerpo y el honor; y creo que aun estamos en una guerra, aunque la batalla física esté a grandes distancias, que el clamor de la batalla no se pueda oir.
Entonces miré a Ryushi-sama, pues sabía que me comprendía. Conocía el deber de un samurai con el Imperio primero, con el clan después, luego la familia... y tras muchos otros, consigo mismo. Asentí ante él, preparandome para escalar tras de él. Saqué las ropas que había usado para hacerme pasar por heimin y las hice jirones, afreciéndole al Campeón Escorpión mientras enrollaba mis manos en los jirones. Puede que no sea mucho, pero evitará que resbalemos con la sangre en las manos, además de evitar que nos manchemos mucho de sangre.
- Shiba Mugen
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- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Mugen no comento nada ante las palabras de Fujiwa, sino que espero a que los demas Campeones opinanse al respecto, para decidir si esperaba a que trepasen o a que el destruyese la puerta.
Tacticamente, preferia que el Escorpion y el Dragon escalen la pared. Personalmente, tambien.
Tacticamente, preferia que el Escorpion y el Dragon escalen la pared. Personalmente, tambien.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Ciudadela de Daigotsu
La entrada a la Ciudadela había abierto una especie de debate moral sobre si debía treparse aquél impío muro, o destruír la puerta. Poco a poco, los Campeones fueron eligiendo una de las dos posibilidades.
A todos nos gustaría hacer pedazos la puerta, pero es más prudente y menos llamativo entrar trepando. comentó Ayla.
Haced lo que queráis, pero no pienso escalar por ese muro de inmundicia. Una cosa es hacer un sacificio por el Imperio, pero habiendo la posibilidad de destruír la puerta lo considero una tontería. dijo Iwashi.
Si trepar es el modo más seguro de entrar, a estas alturas el protocolo pierde mucho de su sentido... yo misma treparé de ser necesario. se reafirmó Yukiko.
Tranquilos... dijo sencillamente Ryushi, acercándose al muro, y enrollando sus manos en los jirones de ropa de Fujiwa. No seré el primer ni el último Escorpión que venda su alma por el Imperio. añadió, empezando a trepar el macabro muro.
La dificultad que ofrecía la construcción no era demasida, y más para alguien de la agilidad de Ryushi. El daimyo Escorpión asistió a Fujiwa para subir, una vez estuvo arriba. Desde encima de los muros podían contemplar el Palacio Oscuro, hogar de Daigotsu y desde donde parecía nacer la energía verde que se elevaba a los cielos.
La ciudad parecía desierta, ni un sólo ser fue visto por los samurai.
Sin mucha dificultad, bajaron al otro lado del muro, desde donde podían respirar el siniestro ambiente de la Ciudadela de Daigotsu.
Allí... comentó Ryushi, acercándose hasta la puerta. Una hendedura en la puerta parecía ser el modo de activar la puerta, sin embargo no había ninguna palanca ni nada que dijera cómo activarla. El propio muro parecía estar vivo, y la hendedura palpitaba como pidiendo algo...
El Señor de los Secretos desenvainó un tramo su espada, y se auto inflingió un pequeño corte en la mano. La sangre goteó en la hendedura, que hizo que la muralla se sacudiera como si estuviera viva, y los enormes dientes que hacían de puerta se corrieran hacia arriba. El resto de Campeones, junto con Seitatsu y Satsu entraron al otro lado, y observaron a Ryushi, vendándose su mano.
Ya estaban dentro.
La entrada a la Ciudadela había abierto una especie de debate moral sobre si debía treparse aquél impío muro, o destruír la puerta. Poco a poco, los Campeones fueron eligiendo una de las dos posibilidades.
A todos nos gustaría hacer pedazos la puerta, pero es más prudente y menos llamativo entrar trepando. comentó Ayla.
Haced lo que queráis, pero no pienso escalar por ese muro de inmundicia. Una cosa es hacer un sacificio por el Imperio, pero habiendo la posibilidad de destruír la puerta lo considero una tontería. dijo Iwashi.
Si trepar es el modo más seguro de entrar, a estas alturas el protocolo pierde mucho de su sentido... yo misma treparé de ser necesario. se reafirmó Yukiko.
Tranquilos... dijo sencillamente Ryushi, acercándose al muro, y enrollando sus manos en los jirones de ropa de Fujiwa. No seré el primer ni el último Escorpión que venda su alma por el Imperio. añadió, empezando a trepar el macabro muro.
La dificultad que ofrecía la construcción no era demasida, y más para alguien de la agilidad de Ryushi. El daimyo Escorpión asistió a Fujiwa para subir, una vez estuvo arriba. Desde encima de los muros podían contemplar el Palacio Oscuro, hogar de Daigotsu y desde donde parecía nacer la energía verde que se elevaba a los cielos.
La ciudad parecía desierta, ni un sólo ser fue visto por los samurai.
Sin mucha dificultad, bajaron al otro lado del muro, desde donde podían respirar el siniestro ambiente de la Ciudadela de Daigotsu.
Allí... comentó Ryushi, acercándose hasta la puerta. Una hendedura en la puerta parecía ser el modo de activar la puerta, sin embargo no había ninguna palanca ni nada que dijera cómo activarla. El propio muro parecía estar vivo, y la hendedura palpitaba como pidiendo algo...
El Señor de los Secretos desenvainó un tramo su espada, y se auto inflingió un pequeño corte en la mano. La sangre goteó en la hendedura, que hizo que la muralla se sacudiera como si estuviera viva, y los enormes dientes que hacían de puerta se corrieran hacia arriba. El resto de Campeones, junto con Seitatsu y Satsu entraron al otro lado, y observaron a Ryushi, vendándose su mano.
Ya estaban dentro.
- Shiba Mugen
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- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Mugen pasó al primero y ni siquiera miró a Ryushi ni a Fujiwa. El acto que habían cometido, al menos no había existido para él.
Giró rápidamente al ver que todos habían pasado y les habló:
"Si yo tuviera que hacer un ritual para traer de vuelta a un Kami, lo haría en un templo dedicado a este. Necesitamos encontrar el templo más grande dedicado a Aquel-que-no-debe-ser-nombrado.", aquí Fujiwa, Ayla y Ryushi serían de particular ayuda.
"Sino, tenemos que guiarnos por donde se sienta o se note mas magia de los kansen o corrupción.", comenzando a avanzar a paso apresurado mirando a cada costado en busca de alguna señal de donde se encontrase el Señor Oscuro.
Giró rápidamente al ver que todos habían pasado y les habló:
"Si yo tuviera que hacer un ritual para traer de vuelta a un Kami, lo haría en un templo dedicado a este. Necesitamos encontrar el templo más grande dedicado a Aquel-que-no-debe-ser-nombrado.", aquí Fujiwa, Ayla y Ryushi serían de particular ayuda.
"Sino, tenemos que guiarnos por donde se sienta o se note mas magia de los kansen o corrupción.", comenzando a avanzar a paso apresurado mirando a cada costado en busca de alguna señal de donde se encontrase el Señor Oscuro.