Capítulo IV: Luchando por el Destino
Moderador: Isildur
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
De camino a la Capital
El niño miró desconcertado a Fujiwa tras su pregunta, como si le hablara en un idioma que no entendiera.
Han? ¿Hantei? Yo? no, os equivocáis. Me llamo Joshin, tan sólo Joshin? Mi madre murió al poco de nacer yo, y mi padre, ni siquiera sé quién es? dijo entristecido, como lamentando su suerte, aunque aún así su mirada refulgía de esperanza.
Tranquilo, muchacho? Estas a salvo con nosotros. Le dijo Ryushi, revelando su pálido pero bello rostro. Joshin le miró, sonriente, mientras Fujiwa trataba de atar cabos sueltos.
Os perseguían para mataros? Salíais de la capital? que hacíais? Preguntó el Dragón.
Escapé de mi cautiverio? Mi madre servía a un hombre, quién le mantuvo con vida hasta que yo nací. Según él decía, si él no hubiera ayudado a mi madre, yo jamás hubiera podido nacer. Él me enseñó todo cuanto se, a escribir y leer correctamente, las tradiciones de Rokugan, y a creer en El Noveno Kami. Reveló el niño, para sorpresa de los presentes.
Nunca tuve nada que reprocharle, fue como si hubiera sido mi padre. Pero? últimamente, se ha vuelto más siniestro, ambicioso e irascible. Quiere devolver al Noveno Kami a la vida, y según me dijo, todos los que se opongan a la voluntad de su Señor, morirán. Yo? no quiero que la gente muera. Él me ha contado que los samurai que viven tras la Muralla Kaiu, son viles y olvidaron al Noveno Kami, que le dejaron morir encerrado en su agujero. Pero? yo no puedo creer en él más. No quiero que haya muertes, aunque sean las de samurai malvados. Vosotros, no me parecéis malvados. Escapé? quería conocer a mi padre; sé que vive en alguna parte de Rokugan. Y quería avisar de los planes de él. Ya no quiero volver a su lado, cada vez me parece más loco? Sólo sé que él vive en su fortaleza en las Tierras Sombrías, y uno de sus sirvientes le trajo un pergamino negro? el instrumento para devolver a la vida al Noveno Kami. Nunca me gustó el Noveno Kami, pero ahora sé que debo impedir que regrese? Mi lado está entre vosotros, por eso escapé. Dijo con la mirada fija en el horizonte, tratando de ver las tierras que le rodeaban en la oscura noche.
Él atacará en breve, su ejército partió hace días. Debéis impedirlo, la destrucción de su ejército es tan sólo una distracción para devolver a la vida al Noveno Kami. Él? he oído que sus sirvientes le llaman Daigotsu. Terminó por decir, mientras las nubes en la lejanía rugían amenazantes.
Tras la revelación de Joshin, los dos Campeones prosiguieron el viaje. Toshi Ranbo estaba a pocas horas de viaje, pero ahora más que nunca, el tiempo corría en su contra. No sólo la destrucción de la Capital estaba en juego, si no el regreso a Rokugan de la peor de las amenzas conocidas; Fu Leng.
Cabalgaron sin descanso, en más de una ocasión sus ojos se cerraban debido al sueño, pero el trote de sus monturas les mantenía despiertos. Yakamo empezaba a levantarse en el horizonte, tiñendo el negro de la noche en el gris del amanecer. Habían recorrido cientos de ken-an sin descanso. Sus monturas, aunque se contaban entre los mejores corceles de Rokugan, apenas podían sostener el ritmo, y empezaban a flaquear.
Toshi Ranbo podía verse al fin, sus muros y sus edificios se recortaban a contraluz con el amanecer.
Escucharon un ruido, un fuerte ruido. En realidad, eran muchos ruidos a la vez, cientos de miles de golpes hacían temblar el suelo. Sus monturas se encabritaron y asustaron, algo maligno impregnaba el aire. Entonces lo vieron.
Al este, a una distancia similar a la que guardaban con la Capital, avanzaba El Ejército. Cientos de miles de siervos de las Tierras Sombrías, que mancillaban los caminos a su paso. Los verdes prados que rodeaban los caminos del Emperador se volvían negros y moribundos, y la tierra donde pisaban de agrietaba y supuraba humo, malherida. Sus ojos no podían contar la cantidad ingente de Perdidos, Oni y No Muertos que formaban la enorme armada.
Pero era inevitable fijarse en su líder, cuyo descomunal cuerpo sobresalía por encima de los más temibles Oni. Aunque Ryushi lo había visto anteriormente, no pudo evitar que se le cortara la respiración un instante, y se le helara la sangre al ver de nuevo a La Fauce.
Su cuerpo pétreo, provisto de descomunales pinchos, quebraba el suelo a cada paso. Sus ojos, que brillaban en un rojo maligno, observaban los muros de la ciudad que les esperaba en pie de guerra, mientras que su enorme boca, de la cuál sobresalían unos dientes que podían atravesar una roca, gritaban órdenes en una lengua que no podían comprender.
Tras reaccionar ante la horrible visión, los Campeones supieron qué hacer. Ellos y el ejército de Daigotsu mantenían una distancia similar con Toshi Ranbo, pero a su favor estaba el número.
Tan sólo eran tres, y estaban provistos de formidables monturas. Un último esfuerzo.
Espolonearon a los corceles, que asustados y agotados, sacaron fuerzas de flaqueza para proseguir la carrera.
De pronto, un proyectil estuvo a punto de alcanzar a Fujiwa. Se giró para contemplar como varios arqueros Perdidos apuntaban hacia ellos en la distancia.
Apresuraron su carrera, tan sólo les separaban unos metros de los muros. De pronto pensaron? ¿y si no les reconocían los vigías? ¿y si tardaban en abrir las puertas? Las flechas cada vez les pasaban más cercanas. Uno de los virotes, se clavó en el brazo de Fujiwa, un poco más debajo de su hombro. El dolor fue intenso, y la sangre brotó de su dorada armadura. Había sido gracias a ella que la flecha no se clavó más profundo, quizás evitando su muerte instantánea.
Tampoco Ryushi salió indemne, pues uno de los virotes hirió a su montura, que chilló presa del dolor, y perdió el equilibrio. El caballo se precipitó al suelo, e hizo que Ryushi volcara, golpeando con fuerza contra la piedra del suelo adoquinado. De no haber realizado una rápida pirueta al último momento, el golpe contra el suelo le hubiera desnucado, debido a la velocidad con la que cabalgaba. Ahora, sólo un fuerte dolor en su costado le hacía lamentarse, aunque se percató de que la sangre emanaba de entre las placas de su armadura. Miró a su corcel, respirando con dificultad en el suelo. Sus ojos estaban llenos de miedo, y miraban a Ryushi como suplicándole ayuda.
Fujiwa avanzó, resistiendo el dolor de su brazo, hasta llegar a pocos metros de los muros.
Apenas tuvo que gritar; las pesadas puertas se abrieron rápidamente. Sus ojos percibieron un instante al Shogun Kaneka, apostado sobre los muros.
El Campeón Dragón atravesó las puertas, mientras Ryushi lamentaba la suerte de su montura. Pero no podía quedarse ahí, las flechas no tardarían en alcanzarle. Tampoco podía cargar con una bestia de más de 300 kilos, pero no iba a dejar que muriera agónicamente tras el excelente servicio prestado. Su katana le dio sepultura al corcel con un rápido y certero golpe, tras una breve oración por la suerte del alma de su fiel montura. Corrió en dirección a la puerta, que acababa de cruzar Fujiwa. Las flechas rozaron su armadura, y el dolor de la caída le hacía cerrar los dientes. Varios Seppun salieron a su encuentro, y evitaron que fuera alcanzado por la última ráfaga de flechas.
Llegó jadeante tras las puertas, que se cerraron en breve tras regresar todos los Seppun. Fujiwa desmontó, así como su acompañante Joshin, y se reunieron con su compañero de fatigas. Ambos estaban heridos, agotados, y débiles por la larga carrera. Incluso habían tenido que sacrificar a una de las poderosas monturas gaijin, víctima de una certera flecha, pero tras la larga odisea, estaban a salvo tras los muros.
Kaneka descendió para encontrarse con ellos, y sonaron voces para que ayudaran a los Campeones heridos, así como a los Seppun que habían ayudado a Ryushi en su último tramo de carrera.
Toshi Ranbo se encontraba bajo una densa nube negra, que no presagiaba nada bueno. Los rugidos de los demonios aproximándose eran estremecedores, unidos al perfecto ritmo de las pisadas producidas por la inmensa horda.
El Shogun llegó ante ellos, y les saludó con pocos formalismos.
Lo que habéis hecho es una temeridad? Me alegro de veros, pero me temo que no hay tiempo para charlar. Acompañad a mis hombres, os pondrán a salvo para que cuiden vuestras heridas. La primera oleada no tardará en llegar? me temo que no habrá mucho tiempo para el descanso.
Dijo Kaneka con su voz de mando.
La batalla estaba a pocos minutos de iniciarse. La suerte de Rokugan, de todas sus gentes, dependería del resultado de lo que sucediera tras esos muros.
El niño miró desconcertado a Fujiwa tras su pregunta, como si le hablara en un idioma que no entendiera.
Han? ¿Hantei? Yo? no, os equivocáis. Me llamo Joshin, tan sólo Joshin? Mi madre murió al poco de nacer yo, y mi padre, ni siquiera sé quién es? dijo entristecido, como lamentando su suerte, aunque aún así su mirada refulgía de esperanza.
Tranquilo, muchacho? Estas a salvo con nosotros. Le dijo Ryushi, revelando su pálido pero bello rostro. Joshin le miró, sonriente, mientras Fujiwa trataba de atar cabos sueltos.
Os perseguían para mataros? Salíais de la capital? que hacíais? Preguntó el Dragón.
Escapé de mi cautiverio? Mi madre servía a un hombre, quién le mantuvo con vida hasta que yo nací. Según él decía, si él no hubiera ayudado a mi madre, yo jamás hubiera podido nacer. Él me enseñó todo cuanto se, a escribir y leer correctamente, las tradiciones de Rokugan, y a creer en El Noveno Kami. Reveló el niño, para sorpresa de los presentes.
Nunca tuve nada que reprocharle, fue como si hubiera sido mi padre. Pero? últimamente, se ha vuelto más siniestro, ambicioso e irascible. Quiere devolver al Noveno Kami a la vida, y según me dijo, todos los que se opongan a la voluntad de su Señor, morirán. Yo? no quiero que la gente muera. Él me ha contado que los samurai que viven tras la Muralla Kaiu, son viles y olvidaron al Noveno Kami, que le dejaron morir encerrado en su agujero. Pero? yo no puedo creer en él más. No quiero que haya muertes, aunque sean las de samurai malvados. Vosotros, no me parecéis malvados. Escapé? quería conocer a mi padre; sé que vive en alguna parte de Rokugan. Y quería avisar de los planes de él. Ya no quiero volver a su lado, cada vez me parece más loco? Sólo sé que él vive en su fortaleza en las Tierras Sombrías, y uno de sus sirvientes le trajo un pergamino negro? el instrumento para devolver a la vida al Noveno Kami. Nunca me gustó el Noveno Kami, pero ahora sé que debo impedir que regrese? Mi lado está entre vosotros, por eso escapé. Dijo con la mirada fija en el horizonte, tratando de ver las tierras que le rodeaban en la oscura noche.
Él atacará en breve, su ejército partió hace días. Debéis impedirlo, la destrucción de su ejército es tan sólo una distracción para devolver a la vida al Noveno Kami. Él? he oído que sus sirvientes le llaman Daigotsu. Terminó por decir, mientras las nubes en la lejanía rugían amenazantes.
Tras la revelación de Joshin, los dos Campeones prosiguieron el viaje. Toshi Ranbo estaba a pocas horas de viaje, pero ahora más que nunca, el tiempo corría en su contra. No sólo la destrucción de la Capital estaba en juego, si no el regreso a Rokugan de la peor de las amenzas conocidas; Fu Leng.
Cabalgaron sin descanso, en más de una ocasión sus ojos se cerraban debido al sueño, pero el trote de sus monturas les mantenía despiertos. Yakamo empezaba a levantarse en el horizonte, tiñendo el negro de la noche en el gris del amanecer. Habían recorrido cientos de ken-an sin descanso. Sus monturas, aunque se contaban entre los mejores corceles de Rokugan, apenas podían sostener el ritmo, y empezaban a flaquear.
Toshi Ranbo podía verse al fin, sus muros y sus edificios se recortaban a contraluz con el amanecer.
Escucharon un ruido, un fuerte ruido. En realidad, eran muchos ruidos a la vez, cientos de miles de golpes hacían temblar el suelo. Sus monturas se encabritaron y asustaron, algo maligno impregnaba el aire. Entonces lo vieron.
Al este, a una distancia similar a la que guardaban con la Capital, avanzaba El Ejército. Cientos de miles de siervos de las Tierras Sombrías, que mancillaban los caminos a su paso. Los verdes prados que rodeaban los caminos del Emperador se volvían negros y moribundos, y la tierra donde pisaban de agrietaba y supuraba humo, malherida. Sus ojos no podían contar la cantidad ingente de Perdidos, Oni y No Muertos que formaban la enorme armada.
Pero era inevitable fijarse en su líder, cuyo descomunal cuerpo sobresalía por encima de los más temibles Oni. Aunque Ryushi lo había visto anteriormente, no pudo evitar que se le cortara la respiración un instante, y se le helara la sangre al ver de nuevo a La Fauce.
Su cuerpo pétreo, provisto de descomunales pinchos, quebraba el suelo a cada paso. Sus ojos, que brillaban en un rojo maligno, observaban los muros de la ciudad que les esperaba en pie de guerra, mientras que su enorme boca, de la cuál sobresalían unos dientes que podían atravesar una roca, gritaban órdenes en una lengua que no podían comprender.
Tras reaccionar ante la horrible visión, los Campeones supieron qué hacer. Ellos y el ejército de Daigotsu mantenían una distancia similar con Toshi Ranbo, pero a su favor estaba el número.
Tan sólo eran tres, y estaban provistos de formidables monturas. Un último esfuerzo.
Espolonearon a los corceles, que asustados y agotados, sacaron fuerzas de flaqueza para proseguir la carrera.
De pronto, un proyectil estuvo a punto de alcanzar a Fujiwa. Se giró para contemplar como varios arqueros Perdidos apuntaban hacia ellos en la distancia.
Apresuraron su carrera, tan sólo les separaban unos metros de los muros. De pronto pensaron? ¿y si no les reconocían los vigías? ¿y si tardaban en abrir las puertas? Las flechas cada vez les pasaban más cercanas. Uno de los virotes, se clavó en el brazo de Fujiwa, un poco más debajo de su hombro. El dolor fue intenso, y la sangre brotó de su dorada armadura. Había sido gracias a ella que la flecha no se clavó más profundo, quizás evitando su muerte instantánea.
Tampoco Ryushi salió indemne, pues uno de los virotes hirió a su montura, que chilló presa del dolor, y perdió el equilibrio. El caballo se precipitó al suelo, e hizo que Ryushi volcara, golpeando con fuerza contra la piedra del suelo adoquinado. De no haber realizado una rápida pirueta al último momento, el golpe contra el suelo le hubiera desnucado, debido a la velocidad con la que cabalgaba. Ahora, sólo un fuerte dolor en su costado le hacía lamentarse, aunque se percató de que la sangre emanaba de entre las placas de su armadura. Miró a su corcel, respirando con dificultad en el suelo. Sus ojos estaban llenos de miedo, y miraban a Ryushi como suplicándole ayuda.
Fujiwa avanzó, resistiendo el dolor de su brazo, hasta llegar a pocos metros de los muros.
Apenas tuvo que gritar; las pesadas puertas se abrieron rápidamente. Sus ojos percibieron un instante al Shogun Kaneka, apostado sobre los muros.
El Campeón Dragón atravesó las puertas, mientras Ryushi lamentaba la suerte de su montura. Pero no podía quedarse ahí, las flechas no tardarían en alcanzarle. Tampoco podía cargar con una bestia de más de 300 kilos, pero no iba a dejar que muriera agónicamente tras el excelente servicio prestado. Su katana le dio sepultura al corcel con un rápido y certero golpe, tras una breve oración por la suerte del alma de su fiel montura. Corrió en dirección a la puerta, que acababa de cruzar Fujiwa. Las flechas rozaron su armadura, y el dolor de la caída le hacía cerrar los dientes. Varios Seppun salieron a su encuentro, y evitaron que fuera alcanzado por la última ráfaga de flechas.
Llegó jadeante tras las puertas, que se cerraron en breve tras regresar todos los Seppun. Fujiwa desmontó, así como su acompañante Joshin, y se reunieron con su compañero de fatigas. Ambos estaban heridos, agotados, y débiles por la larga carrera. Incluso habían tenido que sacrificar a una de las poderosas monturas gaijin, víctima de una certera flecha, pero tras la larga odisea, estaban a salvo tras los muros.
Kaneka descendió para encontrarse con ellos, y sonaron voces para que ayudaran a los Campeones heridos, así como a los Seppun que habían ayudado a Ryushi en su último tramo de carrera.
Toshi Ranbo se encontraba bajo una densa nube negra, que no presagiaba nada bueno. Los rugidos de los demonios aproximándose eran estremecedores, unidos al perfecto ritmo de las pisadas producidas por la inmensa horda.
El Shogun llegó ante ellos, y les saludó con pocos formalismos.
Lo que habéis hecho es una temeridad? Me alegro de veros, pero me temo que no hay tiempo para charlar. Acompañad a mis hombres, os pondrán a salvo para que cuiden vuestras heridas. La primera oleada no tardará en llegar? me temo que no habrá mucho tiempo para el descanso.
Dijo Kaneka con su voz de mando.
La batalla estaba a pocos minutos de iniciarse. La suerte de Rokugan, de todas sus gentes, dependería del resultado de lo que sucediera tras esos muros.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Toshi Ranbo
Los pasos apresurados de los soldados del Fénix sonaban por los pasillos del Palacio Imperial. Pronto llegaron ante la puerta que buscaban, y la abrieron ignorando todo protocolo; buscaban a un criminal. Isawa Suiko, Maestra del Agua que acompañaba a los guardias habló con voz autoritaria.
Miya Shoin-sama, por petición del Consejo Elemental, se requiere vuestra presencia ante el Señor del Fénix Shiba Mugen-sama. Se os acusa de? iba recitando la joven shugenja, a lo que se detuvo de improviso. Miya Shoin estaba sentado de espaldas a los guardias, y no se movió un instante.
Debería saber que vendrían a por él.
Suiko se acercó al veterano Miya, que seguía inmóvil. Cuando estuvo cerca, notó que sus sandalias pisaban algo líquido? sangre. No tardó en percatarse de que Miya Shoin estaba muerto, un tanto, el cual seguía aferrado a su mano, había rebanado su cuello, causándole la muerte.
En el tiempo que tuvo desde que oyó a los guardias Fénix hasta que su cuchillo le inflingió la muerte, tuvo tiempo de escribir una breve nota, que yacía a pocos pasos de él, y que tan sólo contenía dos palabras; Lo Siento.
El suicidio del daimyo Miya era una realidad, así que los Shiba se apresuraron en avisar a los eta, y poner al tanto a Mugen.
Uno de los soldados llegó apresurado a la embajada del Fénix, y rompió la calma de Satoshi, que escribía tranquilamente su larga revelación.
Mugen-sama, ha ocurrido algo. Encontramos a Miya Shoin-sama? se inflingió ji-ai. Suiko-sama ha avisado a los eta para que retiren el cuerpo. Había esta nota escrita, cercana a su cadáver. Y le entregó la breve carta de despedida del Heraldo Imperial, que no pudo soportar el miedo a la vergüenza de ser juzgado.
Las cosas cobraban una velocidad vertiginosa. Sin haberse dado cuenta, estaba anocheciendo de nuevo, tras la larga revelación de Satoshi, y el intento de detención del daimyo Miya.
Sezaru se presentó a la embajada con prisa, saludando casi imperceptiblemente.
Mugen-sama, el ejército impío ha sido visto a pocas horas de distancia. Avanzan hacia aquí a paso firme, es probable que con la llegada del nuevo día alcancen los muros. Dijo de una sola vez el Lobo, que no mostraba preocupación, si no excitación.
Mugen propuso las órdenes de última hora a sus hombres. Para él le esperaba una dura prueba.
Shiba Ningen se acercó de nuevo, listo para el conjuro que debía permitir a Mugen vencer a La Fauce. Mugen podía notar la tremenda energía de los Kami fluir alrededor del shugenja, como una puerta a punto de estallar bajo la fuerza de un ariete.
El Campeón del Fénix se sentó enfrente del Ishiken, y cerró sus ojos con calma. Vació su mente de todo cuanto había en ella, y dejó que la poderosa magia del Vacío fluyera desde el Ishiken hacia el interior de su cuerpo.
Al principio fue una agradable sensación que le hacía sentirse más poderoso. Pero a medida que pasaban los segundos, que pronto se convirtieron en minutos, el peso de la energía se volvió dolor. Sus dientes se apretaban con fuerza mientras su cuerpo mortal trataba de asimilar toda esa energía, que hubiera destrozado a cualquier otro ser viviente.
Aunque no se percató, sus oídos dejaron de oír, mientras su cuerpo ardía por el poder del Vacío. Su nariz empezó a sangrar, y sus venas se tensaron al máximo, deseosas de estallar. La piel de su cuerpo se abrió en algunas partes, revelando pequeñas heridas que apenas sangraban.
Pero tras el intenso dolor, la calma regresó. Mugen abrió los ojos, pero no pudo ver. Tan sólo algo que brillaba, que poco a poco tomó la forma de Ningen. Sus ojos estaban cansados, y no podía centrar bien su vista, al menos hasta que se acostumbrara a cargar con toda esa energía.
Sus oídos le pitaban, y tardó en desvanecerse esa desagradable sensación. Incluso, un ligero mareo tardó en abandonarle.
Estáis listo. Dijo tan sólo Ningen, que se recostó sobre una de las paredes, visiblemente agotado.
Quedaban pocas horas para el amanecer. Mugen tomó su espada, el instrumento para descargar toda la energía que guardaba en su interior. Alguien llamó a su habitación, a aquellas horas de la madrugada.
Mugen-sama, Matsu Hitomi-sama desea veros. Anunció la voz de un sirviente.
Cuando accedió a verla, comprobó que la Matsu estaba lista para la batalla. Su armadura de color marrón metalizado, con detalles en oro, hacía mucho más temible su pequeña figura. El bello daisho que ya había visto en su habitación, estaba bien sujeto sobre su obi, mientras sostenía un yelmo con un mempo dorado en sus brazos.
¿Te encuentras bien? Preguntó la samurai-ko, al ver al Campeón Fénix.
Aunque él no lo sabía, sus ojos refulgían ligeramente de un extraño color que era la mezcla de todos los colores. Además, parecía agotado, como si acabara de hacer un titánico esfuerzo, si bien cada vez se encontraba mejor.
Ya debes de saber que la batalla está cerca. Supongo que no es lo que tenías pensado, pero quiero combatir a tu lado. Dijo la Matsu con decisión.
Desde la ventana de la habitación, empezaban a llegar los ecos de los rugidos de incontables Oni, como si el propio Jigoku se acercara a ellos.
Los pasos apresurados de los soldados del Fénix sonaban por los pasillos del Palacio Imperial. Pronto llegaron ante la puerta que buscaban, y la abrieron ignorando todo protocolo; buscaban a un criminal. Isawa Suiko, Maestra del Agua que acompañaba a los guardias habló con voz autoritaria.
Miya Shoin-sama, por petición del Consejo Elemental, se requiere vuestra presencia ante el Señor del Fénix Shiba Mugen-sama. Se os acusa de? iba recitando la joven shugenja, a lo que se detuvo de improviso. Miya Shoin estaba sentado de espaldas a los guardias, y no se movió un instante.
Debería saber que vendrían a por él.
Suiko se acercó al veterano Miya, que seguía inmóvil. Cuando estuvo cerca, notó que sus sandalias pisaban algo líquido? sangre. No tardó en percatarse de que Miya Shoin estaba muerto, un tanto, el cual seguía aferrado a su mano, había rebanado su cuello, causándole la muerte.
En el tiempo que tuvo desde que oyó a los guardias Fénix hasta que su cuchillo le inflingió la muerte, tuvo tiempo de escribir una breve nota, que yacía a pocos pasos de él, y que tan sólo contenía dos palabras; Lo Siento.
El suicidio del daimyo Miya era una realidad, así que los Shiba se apresuraron en avisar a los eta, y poner al tanto a Mugen.
Uno de los soldados llegó apresurado a la embajada del Fénix, y rompió la calma de Satoshi, que escribía tranquilamente su larga revelación.
Mugen-sama, ha ocurrido algo. Encontramos a Miya Shoin-sama? se inflingió ji-ai. Suiko-sama ha avisado a los eta para que retiren el cuerpo. Había esta nota escrita, cercana a su cadáver. Y le entregó la breve carta de despedida del Heraldo Imperial, que no pudo soportar el miedo a la vergüenza de ser juzgado.
Las cosas cobraban una velocidad vertiginosa. Sin haberse dado cuenta, estaba anocheciendo de nuevo, tras la larga revelación de Satoshi, y el intento de detención del daimyo Miya.
Sezaru se presentó a la embajada con prisa, saludando casi imperceptiblemente.
Mugen-sama, el ejército impío ha sido visto a pocas horas de distancia. Avanzan hacia aquí a paso firme, es probable que con la llegada del nuevo día alcancen los muros. Dijo de una sola vez el Lobo, que no mostraba preocupación, si no excitación.
Mugen propuso las órdenes de última hora a sus hombres. Para él le esperaba una dura prueba.
Shiba Ningen se acercó de nuevo, listo para el conjuro que debía permitir a Mugen vencer a La Fauce. Mugen podía notar la tremenda energía de los Kami fluir alrededor del shugenja, como una puerta a punto de estallar bajo la fuerza de un ariete.
El Campeón del Fénix se sentó enfrente del Ishiken, y cerró sus ojos con calma. Vació su mente de todo cuanto había en ella, y dejó que la poderosa magia del Vacío fluyera desde el Ishiken hacia el interior de su cuerpo.
Al principio fue una agradable sensación que le hacía sentirse más poderoso. Pero a medida que pasaban los segundos, que pronto se convirtieron en minutos, el peso de la energía se volvió dolor. Sus dientes se apretaban con fuerza mientras su cuerpo mortal trataba de asimilar toda esa energía, que hubiera destrozado a cualquier otro ser viviente.
Aunque no se percató, sus oídos dejaron de oír, mientras su cuerpo ardía por el poder del Vacío. Su nariz empezó a sangrar, y sus venas se tensaron al máximo, deseosas de estallar. La piel de su cuerpo se abrió en algunas partes, revelando pequeñas heridas que apenas sangraban.
Pero tras el intenso dolor, la calma regresó. Mugen abrió los ojos, pero no pudo ver. Tan sólo algo que brillaba, que poco a poco tomó la forma de Ningen. Sus ojos estaban cansados, y no podía centrar bien su vista, al menos hasta que se acostumbrara a cargar con toda esa energía.
Sus oídos le pitaban, y tardó en desvanecerse esa desagradable sensación. Incluso, un ligero mareo tardó en abandonarle.
Estáis listo. Dijo tan sólo Ningen, que se recostó sobre una de las paredes, visiblemente agotado.
Quedaban pocas horas para el amanecer. Mugen tomó su espada, el instrumento para descargar toda la energía que guardaba en su interior. Alguien llamó a su habitación, a aquellas horas de la madrugada.
Mugen-sama, Matsu Hitomi-sama desea veros. Anunció la voz de un sirviente.
Cuando accedió a verla, comprobó que la Matsu estaba lista para la batalla. Su armadura de color marrón metalizado, con detalles en oro, hacía mucho más temible su pequeña figura. El bello daisho que ya había visto en su habitación, estaba bien sujeto sobre su obi, mientras sostenía un yelmo con un mempo dorado en sus brazos.
¿Te encuentras bien? Preguntó la samurai-ko, al ver al Campeón Fénix.
Aunque él no lo sabía, sus ojos refulgían ligeramente de un extraño color que era la mezcla de todos los colores. Además, parecía agotado, como si acabara de hacer un titánico esfuerzo, si bien cada vez se encontraba mejor.
Ya debes de saber que la batalla está cerca. Supongo que no es lo que tenías pensado, pero quiero combatir a tu lado. Dijo la Matsu con decisión.
Desde la ventana de la habitación, empezaban a llegar los ecos de los rugidos de incontables Oni, como si el propio Jigoku se acercara a ellos.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Kitsuki Fujiwa
El niño no mentía, lo sabía, mi conocimiento Kitsuki, mi instrucción me lo hacían saber. Nadie podía mentir a un Kitsuki y no ser descubierto, menos aun un niño. No conocía que hubiese ningún Hantei vivo, pero había tenido aquél sueño, había visto a ese niño y el mon. Tal vez luego algún Kitsu pudiese desvelar la verdadera herencia del niño, pero ahora debía ser protegido y Daigotsu detenido.
Bajo la lluvia de flechas corrimos hasta las puertas, tal vez pudieramos ofrecer una ofensiva mejor desde ellas, pues no sabíamos si las puertas se abrirían o no y entonces las ví abrirse. No sentí el daño de la flecha hasta que ví como un guardia Seppun recogía al niño. Tuvo que hacer uso de todas sus fuerzas para ello pues sin darme cuenta, sostenía al joven con fuerza protegiendolo de las saetas. Sin caso al dolor corrí hasta Ryushi, había perdido el caballo y durante un instante quise volver mis pasos por él, pero lo primero era el Imperio y su posible heredero.
Ryushi-sama! Debemos encontrar a Daigotsu. Nuestros ejércitos se encargarán de la guerra que se aproxima, pero debemos detener la invocación del kami.Dije con voz sofocada. Donde se puede encontrar?, tu que conoces Toshi Ranbo. Si el niño está aqui es que él esta aqui también. Tal vez el niño supiese algo más. Sabes donde se encuentra ese Daigotsu? Donde pensaba invocar el espíritu?
Alguien sabe donde están los demás Campeones¿? Donde está el Canciller? Donde Shiba Mugen-sama?
El niño no mentía, lo sabía, mi conocimiento Kitsuki, mi instrucción me lo hacían saber. Nadie podía mentir a un Kitsuki y no ser descubierto, menos aun un niño. No conocía que hubiese ningún Hantei vivo, pero había tenido aquél sueño, había visto a ese niño y el mon. Tal vez luego algún Kitsu pudiese desvelar la verdadera herencia del niño, pero ahora debía ser protegido y Daigotsu detenido.
Bajo la lluvia de flechas corrimos hasta las puertas, tal vez pudieramos ofrecer una ofensiva mejor desde ellas, pues no sabíamos si las puertas se abrirían o no y entonces las ví abrirse. No sentí el daño de la flecha hasta que ví como un guardia Seppun recogía al niño. Tuvo que hacer uso de todas sus fuerzas para ello pues sin darme cuenta, sostenía al joven con fuerza protegiendolo de las saetas. Sin caso al dolor corrí hasta Ryushi, había perdido el caballo y durante un instante quise volver mis pasos por él, pero lo primero era el Imperio y su posible heredero.
Ryushi-sama! Debemos encontrar a Daigotsu. Nuestros ejércitos se encargarán de la guerra que se aproxima, pero debemos detener la invocación del kami.Dije con voz sofocada. Donde se puede encontrar?, tu que conoces Toshi Ranbo. Si el niño está aqui es que él esta aqui también. Tal vez el niño supiese algo más. Sabes donde se encuentra ese Daigotsu? Donde pensaba invocar el espíritu?
Alguien sabe donde están los demás Campeones¿? Donde está el Canciller? Donde Shiba Mugen-sama?
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Bayushi Ryushi
La información que acababa de revelar el heimin hizo que sus ojos se abrieran de par en par, sorprendido ante tal relato. Pero la máscara del Bayushi pudo ocultar su expresión, como de costumbre.
- ¿A creer en el noveno Kami? ? se pregunto a si mismo, confundido ?
-? Mi lado está entre vosotros, por eso escapé.- las palabras del muchacho hicieron eco en la mente del Escorpión, como si hubiera algo mas detrás de aquella inocencia disfrazada de niño ?
-Daigotsu..- espeto en voz baja, para luego intercambiar miradas con el Dragón ?
Algo andaba mal.
Y en el transcurso del largo y tedioso viaje, Bayushi Ryushi jamás le quito sus ojos de vista. No confiaba en el pequeño y cada palpitar de su corazón le decía que habían caído en una trampa, como el incesante ruido de un tambor que no dejaba de sonar, alerta y a la expectativa todo el tiempo.
Pero una mayor y más peligrosa amenaza se cernía sobre ellos a escasos kilómetros de distancia: el ejercito maldito de las Tierras Sombrías.
El Señor de los Secretos intento mantener la compostura y evitar que el miedo se apoderase de su ser, mas su voluntad flaqueo por un instante al ver a la Fauce, el Oni con el cual había combatido junto a la Mantis hacia apenas unos días.
El temerario demonio de desmesuradas proporciones sobresalía con su presencia incluso a esa distancia; no había comparación alguna que se le aproximara a su tamaño y aspecto. Era único entre los suyos y en el imperio.
Bayushi Ryushi resoplo, agotado y consiente de la inmensidad del ejército enemigo.
- ¡Vamos!, ¡Vamos!- le grito a su montura al mismo tiempo en el que golpeaba su flanco con las largas riendas de cuero ?
El enemigo se aproximaba y con ellos una lluvia de flechas que dieron en la mira.
El ennegrecido corcel chillo de dolor cuando uno de los tantos proyectiles enemigos dio en su cuello y entre el cansancio y la herida se desplomo sobre el suelo, cargando consigo a su jinete.
Pero los reflejos felinos del Escorpión evitaron que este muriese con el impacto luego de una ejercitada maniobra, producto del entrenamiento shinobi. Igualmente el dolor fue inevitable? asi como el sacrificio del mal herido animal.
- Perdóname.- fue todo el consuelo que necesitaba para sesgar su vida -
Para ese entonces, Fujiwa se encontraba cruzando el umbral de los bastiones imperiales que ya habían sido abiertos. Y la figura del shogun, Akodo Kaneka, los contemplaba desde lo alto de los muros.
Las flechas seguían lloviendo desde los cielos y un pequeño contingente Seppun salió a su encuentro, evitando que los proyectiles dieran con su objetivo: el daimyo Escorpion.
- Lo que habéis hecho es una temeridad? Me alegro de veros, pero me temo que no hay tiempo para charlar. Acompañad a mis hombres, os pondrán a salvo para que cuiden vuestras heridas. La primera oleada no tardará en llegar? me temo que no habrá mucho tiempo para el descanso.
- Necesito reunirme con mis hombres de inmediato, ahora mismo.- y sus piernas cedieron ante el agotamiento, pero fueron los guardias los que impidieron que cayera de rodillas ?
Las palabras del Dragón resonaron en su cabeza pero estaba muy debilitado como para acompañarlo en su jovial entusiasmo.
- Fujiwa san? ven conmigo y trae al niño con nosotros.- le dijo luego de reincorporarse y dar un firme paso adelante ? Ven conmigo.
Y asi empieza todo =)
La información que acababa de revelar el heimin hizo que sus ojos se abrieran de par en par, sorprendido ante tal relato. Pero la máscara del Bayushi pudo ocultar su expresión, como de costumbre.
- ¿A creer en el noveno Kami? ? se pregunto a si mismo, confundido ?
-? Mi lado está entre vosotros, por eso escapé.- las palabras del muchacho hicieron eco en la mente del Escorpión, como si hubiera algo mas detrás de aquella inocencia disfrazada de niño ?
-Daigotsu..- espeto en voz baja, para luego intercambiar miradas con el Dragón ?
Algo andaba mal.
Y en el transcurso del largo y tedioso viaje, Bayushi Ryushi jamás le quito sus ojos de vista. No confiaba en el pequeño y cada palpitar de su corazón le decía que habían caído en una trampa, como el incesante ruido de un tambor que no dejaba de sonar, alerta y a la expectativa todo el tiempo.
Pero una mayor y más peligrosa amenaza se cernía sobre ellos a escasos kilómetros de distancia: el ejercito maldito de las Tierras Sombrías.
El Señor de los Secretos intento mantener la compostura y evitar que el miedo se apoderase de su ser, mas su voluntad flaqueo por un instante al ver a la Fauce, el Oni con el cual había combatido junto a la Mantis hacia apenas unos días.
El temerario demonio de desmesuradas proporciones sobresalía con su presencia incluso a esa distancia; no había comparación alguna que se le aproximara a su tamaño y aspecto. Era único entre los suyos y en el imperio.
Bayushi Ryushi resoplo, agotado y consiente de la inmensidad del ejército enemigo.
- ¡Vamos!, ¡Vamos!- le grito a su montura al mismo tiempo en el que golpeaba su flanco con las largas riendas de cuero ?
El enemigo se aproximaba y con ellos una lluvia de flechas que dieron en la mira.
El ennegrecido corcel chillo de dolor cuando uno de los tantos proyectiles enemigos dio en su cuello y entre el cansancio y la herida se desplomo sobre el suelo, cargando consigo a su jinete.
Pero los reflejos felinos del Escorpión evitaron que este muriese con el impacto luego de una ejercitada maniobra, producto del entrenamiento shinobi. Igualmente el dolor fue inevitable? asi como el sacrificio del mal herido animal.
- Perdóname.- fue todo el consuelo que necesitaba para sesgar su vida -
Para ese entonces, Fujiwa se encontraba cruzando el umbral de los bastiones imperiales que ya habían sido abiertos. Y la figura del shogun, Akodo Kaneka, los contemplaba desde lo alto de los muros.
Las flechas seguían lloviendo desde los cielos y un pequeño contingente Seppun salió a su encuentro, evitando que los proyectiles dieran con su objetivo: el daimyo Escorpion.
- Lo que habéis hecho es una temeridad? Me alegro de veros, pero me temo que no hay tiempo para charlar. Acompañad a mis hombres, os pondrán a salvo para que cuiden vuestras heridas. La primera oleada no tardará en llegar? me temo que no habrá mucho tiempo para el descanso.
- Necesito reunirme con mis hombres de inmediato, ahora mismo.- y sus piernas cedieron ante el agotamiento, pero fueron los guardias los que impidieron que cayera de rodillas ?
Las palabras del Dragón resonaron en su cabeza pero estaba muy debilitado como para acompañarlo en su jovial entusiasmo.
- Fujiwa san? ven conmigo y trae al niño con nosotros.- le dijo luego de reincorporarse y dar un firme paso adelante ? Ven conmigo.
Y asi empieza todo =)
- Shiba Mugen
- Mensajes: 1587
- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Cobarde, fue lo que penso Mugen de Shoin. Cuanto mas eventos sucedian, se daba cuenta que el Imperio necesitaba de un nuevo orden.
Ordeno que los eta preparasen el cuerpo y que la Maestra de Agua se encargase de documentar todo y tomar testimonio de los Seppun, como tambien de buscar el objeto corrupto que Shoin portaba.
Cuando Sezaru aparecio, Mugen sabia que habia llegado la hora. El Campeon Fenix entrego Keitaku al Lobo, ordenandole que llevase la hoja ante Isawa Ochiai, la Maestra del Fuego. Ahora que sabia cuando atacaria el enemigo, podia pedirle a Ochiai su don nuevamente, necesitaba que otra vez descansase en su espada, el Puño del Kami del Fuego y el Trueno.
Mugen fue con Ningen y se quito la Armadura Ancestral del Fenix. Adopto la pose de Loto que los primos del Dragon le habia enseñado, sumio su cuerpo en el mas profundo de meditacion, abstrayendo todos sus sentidos del mundo exterior.
Poco a poco fue sintiendo la conexion con cada uno de los 50 hermanos del Fenix que le prestarian su fuerza karmica. Sin embargo, no fue todo pensaba. Imagino que estaria conectado con ellos durante la batalla, mas su conocimiento sobre la magia del Vacio distaba de lo exacto y pago el precio. La energia vital de 50 personas entro en su cuerpo, saturandolo de sensaciones, nublando sus cinco sentidos. Su cuerpo parecio no tolerarlo por un instante, como si fuese demasiada energia que un solo mortal pudiese canalizar, preguntandose si esas heridas tanto internas como externas algun dia sanarian. Pero no importaba, estaba dispuesto a pagar el precio para proteger este Imperio.
La imagen de Ningen postrado lo sorprendio, no solo por recuperar sus sentidos paulatinamente, sino porque le recordaba como habia exigido a Shiba Aikune en el pasado y temia algun daño irreparable en el Ishiken.
"Descansa, Ningen. Tu y los otros 50 deben descansar. Ahora el que debe luchar soy yo.", haciendo una profunda reverencia, ignorando el dolor de su cuerpo y yendo a esperar, en absoluta meditacion, la llegada de su enemigo.
Cuando trajeron su espada, la dejo apoyada sobre un cojin, descansando. Habria de necesitarla mas tarde y dudaba que tanto la hoja como su cuerpo pudieran soportar semejante esfuerzo.
Quizo poner su mente en blanco pero no podia de dejar de pensar. Cada posible escenario en el cual enfrentar al Oni, y las posibilidades en cada oportunidad pendian del caprico del destino. Por mas que poseyera un golpe mortal, quizas golpear a su enemigo no fuese tan facil.
Decidio escribir para no pensar mas sobre el asunto y dejar en claro como actuarian todos en aquella batalla.
Ningen se quedaria junto a los 50 Fenix que le daria su energia a Mugen dentro de la Embajada. Los Maestros de Agua y Fuego se quedarian en la bajada, tanto para curar a los heridos como para protegerlos, puesto que no sabia como podia afectarlos semejante esfuerzo, como tampoco si el enemigo decidiese atacarlos.
Nakamuro y el Maestro de Tierra estarian en la Muralla, el punto intermedio entre Mugen y la Embajada. Asi podria asistir tanto a su Campeon como a sus hermanos.
Shiba Aikune y Shiba Naoya estarian junto al Shogun. Aikune comunicado con el Maestro de Aire e Isawa Sezaru, puesto que ahora Ningen no podria ser ese vinculo a menos que se recuperase. Quizas Suiko podria asistir a Ningen a tiempo.
El Lobo junto a el, esperarian en la Muralla al Oni y cuando lo avistan irian a su encuentro.
Entrego las ordenes y se puso a meditar otra vez.
Ya estaba todo listo, cuando una visita inesperada llego a su cuarto.
Sus ojos se posaron en ellos y cuando ella pregunto por su salud, se limito a sonreir y abrazarla. El roce de su cuerpo con su armadura se sintio extraño, mas no le importo.
"La vida es injusta y no podemos tener todo lo que queremos, Hitomi-chan.", sonriendo con un deje de tristeza en su mirada, corriendo un mecho de su pelo al costado, mientras su mano rozaba el rostro de la Matsu.
"No podria estar mas orgulloso que pelear a vuestro lado y quizas sea una dicha que jamas tenga oportunidad de compartir, pero creeme, que pelear a mi lado, sera literalmente imposible." y antes que pudiese protestar, apoyo su dedo indice sobre sus labios y continuo.
"Dejame que te explique mi plan y ahi entenderas el porque.", sonrio Mugen con picardia.
"La Fauce es un ser gigantezco, es ilogico que pueda golpear desde el piso. Y menos aun, sorprenderlo si me planto enfrente de el. La diferencia de alcances de nuestros ataque es obvia y mi espada es mas corta que su brazo o su magia. Ni tampoco puedo permitir ser golpeado por el antes de darle el golpe final.", haciendo una leve pausa. "Se que mis palabras sonaran a las de un lunatico, pero no soy un hombre normal, Hitomi-chan. Gracias a mi entrenamiento Shiba poseo un potencial mas alla del limite humano y mis dias con el Dragon me han dado las habilidades misticas de los monjes. Pero se que eso no es suficiente, incluso mi espada celestial, forjada con el acero unico de Tengoku tan solo podria dañarlo, mas no seria mi fuerza la suficiente para darle un golpe definitivo. Por eso, mis hermanos del Fenix me han prestado sus fuerzas para este encuentro. En mi, yace la fuerza de 50 hombres. Se que mi espiritu puede tolerarlo...", haciendo una leve pausa y luego separandola un poco de el. Se corrio la manga del brazo de su kimono y le mostro las heridas que habia en su piel.
"No se si mi cuerpo podra tolerarlo, Hitomi-chan. No se si mi espada podra tolerarlo tampoco. Pero estoy seguro que La Fauce no sera capaz de tolerar todo el poder que el Fenix ha reunido en el golpe que habre de suministrarle. Isawa Sezaru sera quien me ayude a lograr tal hazaña, puesto que con su magia, el me llevara hasta nuestro enemigo y me asistara en cuanto necesite, como ya lo hizo en el pasado y se que estare bien protegido por el, ironicamente, un Isawa protegiendo a un Shiba.", permitiendose un poco de humor ante semejante situacion.
"No puedo pedirle a Sezaru que arriesga su vida y la mia, la cual es su deber proteger, al llevarte con nosotros. Y tu y yo sabemos que ningun mortal seria capaz de soportar un ataque de La Fauce. Sezaru es capaz de neutralizar su magia pero dudo que pueda soportar el peso de su garra y la potencia de sus golpes. Tu presencia alli comprometeria el deber del Lobo, como tambien afectaria mi concentracion, Hitomi-chan. No estoy dispuesto a sacrificarte por obtener esta victoria. No estoy dispuesto a sacrificar la vida de ningun Rokugani por derrotar La Fauce. Y te aseguro que no estoy ansioso por morir, mas es un riesgo que debo correr, tengo que apostarlo a todo en esta oportunidad, pues es la unica que tenemos. Pero no te preocupes, Hitomi-chan, tengo demasiadas razones para vivir.", sonriendo con aires de esperanza en su mirada.
"Y una de esas, eres tu.", acercandose y besandola con fuerzas.
"Mas si puedo prometerte que si sobrevivo a mi enfrentamiento con La Fauce, lucharemos juntos por el resto de la batalla. Se que los Maestros de Aire y Tierra quienes estaran en la Muralla vigilando mi combate, se sentiran mucho mas seguros con tu presencia junto a ellos. Al menos, asi yo tambien me sentire mas tranquilo sabiendo que cualquier enemigo que quiera llegar a ellos tendra que pasar por ti primero. ¿Puedes cumplirme este pequeño deseo, Hitomi-chan? Tanto mi clan como yo, te estaremos agradecidos.", esperando una respuesta complaciente de su amada.
"Ademas, es bueno que se vayan acostumbrando a recibir ordenes de tu parte." y rio Mugen fuerte y claramente, lleno de alegria, quizas la forma de esconder el miedo que estaba batalla le generaba.
Ordeno que los eta preparasen el cuerpo y que la Maestra de Agua se encargase de documentar todo y tomar testimonio de los Seppun, como tambien de buscar el objeto corrupto que Shoin portaba.
Cuando Sezaru aparecio, Mugen sabia que habia llegado la hora. El Campeon Fenix entrego Keitaku al Lobo, ordenandole que llevase la hoja ante Isawa Ochiai, la Maestra del Fuego. Ahora que sabia cuando atacaria el enemigo, podia pedirle a Ochiai su don nuevamente, necesitaba que otra vez descansase en su espada, el Puño del Kami del Fuego y el Trueno.
Mugen fue con Ningen y se quito la Armadura Ancestral del Fenix. Adopto la pose de Loto que los primos del Dragon le habia enseñado, sumio su cuerpo en el mas profundo de meditacion, abstrayendo todos sus sentidos del mundo exterior.
Poco a poco fue sintiendo la conexion con cada uno de los 50 hermanos del Fenix que le prestarian su fuerza karmica. Sin embargo, no fue todo pensaba. Imagino que estaria conectado con ellos durante la batalla, mas su conocimiento sobre la magia del Vacio distaba de lo exacto y pago el precio. La energia vital de 50 personas entro en su cuerpo, saturandolo de sensaciones, nublando sus cinco sentidos. Su cuerpo parecio no tolerarlo por un instante, como si fuese demasiada energia que un solo mortal pudiese canalizar, preguntandose si esas heridas tanto internas como externas algun dia sanarian. Pero no importaba, estaba dispuesto a pagar el precio para proteger este Imperio.
La imagen de Ningen postrado lo sorprendio, no solo por recuperar sus sentidos paulatinamente, sino porque le recordaba como habia exigido a Shiba Aikune en el pasado y temia algun daño irreparable en el Ishiken.
"Descansa, Ningen. Tu y los otros 50 deben descansar. Ahora el que debe luchar soy yo.", haciendo una profunda reverencia, ignorando el dolor de su cuerpo y yendo a esperar, en absoluta meditacion, la llegada de su enemigo.
Cuando trajeron su espada, la dejo apoyada sobre un cojin, descansando. Habria de necesitarla mas tarde y dudaba que tanto la hoja como su cuerpo pudieran soportar semejante esfuerzo.
Quizo poner su mente en blanco pero no podia de dejar de pensar. Cada posible escenario en el cual enfrentar al Oni, y las posibilidades en cada oportunidad pendian del caprico del destino. Por mas que poseyera un golpe mortal, quizas golpear a su enemigo no fuese tan facil.
Decidio escribir para no pensar mas sobre el asunto y dejar en claro como actuarian todos en aquella batalla.
Ningen se quedaria junto a los 50 Fenix que le daria su energia a Mugen dentro de la Embajada. Los Maestros de Agua y Fuego se quedarian en la bajada, tanto para curar a los heridos como para protegerlos, puesto que no sabia como podia afectarlos semejante esfuerzo, como tampoco si el enemigo decidiese atacarlos.
Nakamuro y el Maestro de Tierra estarian en la Muralla, el punto intermedio entre Mugen y la Embajada. Asi podria asistir tanto a su Campeon como a sus hermanos.
Shiba Aikune y Shiba Naoya estarian junto al Shogun. Aikune comunicado con el Maestro de Aire e Isawa Sezaru, puesto que ahora Ningen no podria ser ese vinculo a menos que se recuperase. Quizas Suiko podria asistir a Ningen a tiempo.
El Lobo junto a el, esperarian en la Muralla al Oni y cuando lo avistan irian a su encuentro.
Entrego las ordenes y se puso a meditar otra vez.
Ya estaba todo listo, cuando una visita inesperada llego a su cuarto.
Sus ojos se posaron en ellos y cuando ella pregunto por su salud, se limito a sonreir y abrazarla. El roce de su cuerpo con su armadura se sintio extraño, mas no le importo.
"La vida es injusta y no podemos tener todo lo que queremos, Hitomi-chan.", sonriendo con un deje de tristeza en su mirada, corriendo un mecho de su pelo al costado, mientras su mano rozaba el rostro de la Matsu.
"No podria estar mas orgulloso que pelear a vuestro lado y quizas sea una dicha que jamas tenga oportunidad de compartir, pero creeme, que pelear a mi lado, sera literalmente imposible." y antes que pudiese protestar, apoyo su dedo indice sobre sus labios y continuo.
"Dejame que te explique mi plan y ahi entenderas el porque.", sonrio Mugen con picardia.
"La Fauce es un ser gigantezco, es ilogico que pueda golpear desde el piso. Y menos aun, sorprenderlo si me planto enfrente de el. La diferencia de alcances de nuestros ataque es obvia y mi espada es mas corta que su brazo o su magia. Ni tampoco puedo permitir ser golpeado por el antes de darle el golpe final.", haciendo una leve pausa. "Se que mis palabras sonaran a las de un lunatico, pero no soy un hombre normal, Hitomi-chan. Gracias a mi entrenamiento Shiba poseo un potencial mas alla del limite humano y mis dias con el Dragon me han dado las habilidades misticas de los monjes. Pero se que eso no es suficiente, incluso mi espada celestial, forjada con el acero unico de Tengoku tan solo podria dañarlo, mas no seria mi fuerza la suficiente para darle un golpe definitivo. Por eso, mis hermanos del Fenix me han prestado sus fuerzas para este encuentro. En mi, yace la fuerza de 50 hombres. Se que mi espiritu puede tolerarlo...", haciendo una leve pausa y luego separandola un poco de el. Se corrio la manga del brazo de su kimono y le mostro las heridas que habia en su piel.
"No se si mi cuerpo podra tolerarlo, Hitomi-chan. No se si mi espada podra tolerarlo tampoco. Pero estoy seguro que La Fauce no sera capaz de tolerar todo el poder que el Fenix ha reunido en el golpe que habre de suministrarle. Isawa Sezaru sera quien me ayude a lograr tal hazaña, puesto que con su magia, el me llevara hasta nuestro enemigo y me asistara en cuanto necesite, como ya lo hizo en el pasado y se que estare bien protegido por el, ironicamente, un Isawa protegiendo a un Shiba.", permitiendose un poco de humor ante semejante situacion.
"No puedo pedirle a Sezaru que arriesga su vida y la mia, la cual es su deber proteger, al llevarte con nosotros. Y tu y yo sabemos que ningun mortal seria capaz de soportar un ataque de La Fauce. Sezaru es capaz de neutralizar su magia pero dudo que pueda soportar el peso de su garra y la potencia de sus golpes. Tu presencia alli comprometeria el deber del Lobo, como tambien afectaria mi concentracion, Hitomi-chan. No estoy dispuesto a sacrificarte por obtener esta victoria. No estoy dispuesto a sacrificar la vida de ningun Rokugani por derrotar La Fauce. Y te aseguro que no estoy ansioso por morir, mas es un riesgo que debo correr, tengo que apostarlo a todo en esta oportunidad, pues es la unica que tenemos. Pero no te preocupes, Hitomi-chan, tengo demasiadas razones para vivir.", sonriendo con aires de esperanza en su mirada.
"Y una de esas, eres tu.", acercandose y besandola con fuerzas.
"Mas si puedo prometerte que si sobrevivo a mi enfrentamiento con La Fauce, lucharemos juntos por el resto de la batalla. Se que los Maestros de Aire y Tierra quienes estaran en la Muralla vigilando mi combate, se sentiran mucho mas seguros con tu presencia junto a ellos. Al menos, asi yo tambien me sentire mas tranquilo sabiendo que cualquier enemigo que quiera llegar a ellos tendra que pasar por ti primero. ¿Puedes cumplirme este pequeño deseo, Hitomi-chan? Tanto mi clan como yo, te estaremos agradecidos.", esperando una respuesta complaciente de su amada.
"Ademas, es bueno que se vayan acostumbrando a recibir ordenes de tu parte." y rio Mugen fuerte y claramente, lleno de alegria, quizas la forma de esconder el miedo que estaba batalla le generaba.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Rumores de Guerra
Toshi Ranbo
Las unidades de No Muertos formaban una compacta y sólida primera línea del ejército de las Tierras Sombrías. Todos sabían que eran la carne de cañón, reemplazable y prescindible, pero asimismo mucho más resistente que un ser humano, puesto que no conocían ni la fatiga ni el miedo. Y tampoco les importaba morir; no sentían nada.
Por si fuera poco, los numerosos Maho Tsukai que acompañaban al ejército, podían hacer que se levantaran incontables veces tras haber caído, a no ser que se sesgara su cabeza, cosa harto difícil desde la distancia. Así pues, los No Muertos iban a ser una poderosa arma para el asalto de las murallas de Toshi Ranbo.
La sólida muralla, hecha de piedra de un color entre marrón y dorado, se erguía algo más de diez ken-an. Era realmente nueva, puesto que Toshi Ranbo carecía de muralla en sus inicios, y fue el Emperador Toturi III quién la mandó construir. La obra estaba completa, pero nunca se había puesto a prueba. Gracias a la inspiración del antiguo Emperador, quizás hasta una premonición, la ciudad podía dar gracias de tener una oportunidad de victoria.
Puesto que incluso Kaneka, uno de los generales más brillantes de Rokugan, sabía que tenían pocas opciones de vencer si los siervos de Daigotsu conseguían atravesar la muralla.
Durante días había sido reforzada con magia Fénix y Escorpión, y los arqueros Tsuruchi habían tomado posiciones estratégicas alrededor de la misma, instalando unas pequeñas barricadas encima de la propia muralla; lo mínimo para protegerse de los proyectiles enemigos.
Los portones de Toshi Ranbo, tanto el situado al norte como el del sur, estaban fortificados a cal y canto. La madera estaba recubierta por sólido acero, capaz de resistir incontables envites.
Claro que probablemente, su creador, no pensó que la embestirían miles de Oni con una fuerza superior a diez hombres.
De momento, el descomunal ejército permanecía a la expectativa, a una distancia prudente para que no pudieran alcanzarles desde la muralla. Aunque se diría que estaban cerca de la puerta norte, su magnitud era tal que alcanzaban la sur al mismo tiempo, abarcando la ciudad entera. Su tamaño era tal, que uno tenía la sensación de que la ciudad iba a ser engullida por esa ingente hueste, como si de una ola negra se tratara. Y es que no había ser humano capaz de contar el número de efectivos de ese ejército.
Los soldados en el muro aguardaban, Kaneka sabía que la distancia era demasiado lejana para disparar. Decidió dar órdenes a los Kaiu para que prepararan sus catapultas, aprovechando la espera. Los enormes artilugios, dos en total, se habían construido en apenas un día, el tiempo que llevaba el Cangrejo en la ciudad. Toshi Ranbo no poseía de tales artilugios, y evidentemente serían de gran ayuda en la batalla. Aunque no eran todo lo fiables que podían ser, comparadas con las que usaban en la Muralla Kaiu, bastarían para causar bajas en la muchedumbre enemiga. Las apostaron justo detrás de la muralla y unos pasos delante de la primera línea de soldados.
El León había preparado, mucho antes de llegar a la Capital, una estrategia para defender la ciudad. Matsu Iwashi se había dejado aconsejar por los maestros estrategas Akodo e Ikoma, y habían unido sus esfuerzos con los del Shogun Kaneka. Este era el único modo de conseguir una estrategia única y compacta, que fue transmitida Clan a Clan, soldado a soldado.
Como bien les habían comentado los Cangrejo, debían estar listos para cuando cayeran las puertas, pues no habían muchas esperanzas de que aguantaran. También sabían los defensores de Kaiu Kabe, que los siervos de Daigotsu entrarían en manada, arrasando todo lo que encontraran a su paso. Por lo tanto, se había decidido distribuir a los hombres por calles, aprovechando los obstáculos de los edificios para forzar al enemigo a dividirse y así anular la potencia de su compacto avance. Así mismo, los edificios estaban listos con arqueros, que desde las ventanas serían los primeros en arremeter contra el enemigo, en caso de que cruzaran las puertas.
Así, las calles de Toshi Ranbo eran un enorme tablero de go, donde las fichas eran soldados humanos. Debido a eso, los colores de los Clanes presentes en la batalla, todos a excepción del Unicornio y el Dragón, ondeaban en el oscuro día.
Y si alguien debía ser la ficha más importante en ese tablero, ese era el Shogun. Apostado en los muros, controlando todo lo que sucedía, veía en la batalla una oportunidad para vengar a sus hermanos caídos, y saldar su deuda con el Imperio. Le rodeaban, en su mayoría, expertos arqueros Tsuruchi, al igual que soldados Cangrejo, acostumbrados a defender murallas, junto con un reducido grupo de Seppun.
Todos habían recibido un saquito con polvo de jade, y sabían como usarlo tras una breve explicación de los camaradas Hida. Lamentablemente, no habían suficientes dedos de jade para todos los soldados, así que se decidió usarlo en más polvo; quedarse sin poder herirles era peor que sufrir la Mancha, tal y como estaban las cosas.
Los diminutos cristales de jade, brillaban debido a la cercana presencia de sus antagonistas, y eso hacía que la muralla estuviera rodeada por un halo verde, como si de una luz de esperanza se tratara.
Algo alejado de las murallas, y teóricamente, en medio del enemigo, se encontraba Bayushi Tojiro. El experto saboteador trataba de calmar sus nervios, y contenía su respiración, mientras se secaba el sudor de la frente. Un solo error, y moriría antes de tiempo. Estaba prácticamente al lado de la hueste enemiga, solo que unos ken-an por debajo suyo, en los túneles que servían para salir de la ciudad. Había colocado con sumo cuidado todos los pequeños saquitos, sujetándolos contra el techo de la gruta con un bo que servía de soporte; simple, pero bastaría. Los saquitos desprendían un extraño olor, pero familiar para Tojiro; pólvora.
Era difícil conseguir una mecha lo suficientemente larga para que le diera tiempo a escapar del túnel y al mismo tiempo no corriera el riesgo de apagarse. Así pues, optó por lo más sencillo. Se quedaría a esperar el momento oportuno, cuando notara los pasos del enemigo sobre él, y accionaría la corta mecha que unía todos los saquitos. La explosión causaría un importante número de bajas, y además dejaría una parte del camino bloqueado por la hendedura que crearía. Perderían una vía de escape, pero en realidad, si no ganaban la batalla, era absurdo escapar. Y en cuanto a él, no le importaba su destino. Serviría al Imperio con su última obra.
Esperando el momento de la explosión, se encontraba la unidad de Matsu Keiko. Estaban apostados en el túnel opuesto al que estaba Tojiro, ella y unos cincuenta León más. La pintura blanca de sus rostros, demostraba que se trataba de Suicidas. Su misión era sencilla; en cuanto sintieran la explosión, saldrían de su escondrijo aprovechando el caos, y se lanzarían sobre las líneas enemigas. Pero eso sí, con un claro objetivo; los Maho Tsukai. Eliminar al mayor número posible de brujos antes de caer, era la manera más honorable que tenían de caer.
También se había apostado, aproximadamente en el centro de la ciudad, una serie de tiendas que estaban vigiladas por los shugenja Asahina y Soshi por igual, junto con la asistencia de Isawa y Moshi. Las tiendas, no eran otra cosa que una especie de hospital de guerra, que serviría para sanar a los heridos mientras las puertas resistiesen. Luego, los shugenja allí congregados, usarían su magia para servir en la batalla a campo abierto.
Por último, estaban los heimin. Debido a su inexperiencia en la batalla, la mayoría servían como simples mensajeros entre destacamentos, o suministraban flechas o jade a los soldados.
Los más jóvenes, y sus madres, estaban a buen recaudo dentro del Palacio Imperial. Era la primera vez para la inmensa mayoría de todos ellos en pisar el sagrado suelo, pero no era para un motivo feliz. Debían quedarse dentro de las mazmorras, curiosamente el lugar más seguro en toda la ciudad. El llanto de los niños levantaba ecos de miedo y sufrimiento, pero las palabras de sus madres eran como la voz de la esperanza.
De pronto, un jinete avanzó desde la hueste Corrupta. Montaba en un onikage, protegido con una armadura negra que había parecer al mugriento caballo mucho más corpulento. El jinete era un Perdido, que portaba el estandarte de las Tierras Sombrías en su espalda, así como una armadura de color rojo óxido, con pinchos que parecían contener sangre reseca.
Su rostro, sin embargo, el cuál reveló tras desprenderse de su mempo con rostro de demonio, era pálido y no exento de cierto siniestro atractivo. Sus cabellos blancos demostraban que quizás hubiera sido un samurai Grulla en una vida pasada.
Apenas acababan de llegar, y pese al agotamiento que les abatía, Kitsuki Fujiwa y Bayushi Ryushi no podían descansar. Se retiraron a un lugar más apartado, cercano a la Embajada Escorpión. Fujiwa instó a Joshin a que le respondiera sus preguntas, pero por su rostro no parecía saber mucho de lo que le hablaba.
No sé dónde puede estar? quizás siga en su Ciudadela. Comentó pensativo.
Evidentemente, el niño tampoco tenía respuestas para sus siguientes preguntas. Pero quizás sí otra persona.
Llegáis justo a tiempo. Sonó una conocida voz para Fujiwa. El resto de Campeones se encuentran prestos para la batalla, y el Canciller Imperial anda revisando cierta confesión; Otomo Satoshi-san ha revelado que sirve a Daigotsu? pero eso no es lo que más debe importarnos ahora. Dijo Togashi Satsu, el cuál iba acompañado de Seitatsu, cuyo rostro parecía brillar con luz propia en el oscuro día.
Daigotsu ha planeado esta batalla para conseguir un propósito mucho más oscuro? Fu Leng regresará si no lo impedimos. Intervino Seitatsu.
Reunid a todos los Campeones, no hay tiempo que perder. Añadió Satsu.
El samurai de la llamativa armadura hizo sonar su voz, firme y con una suave melodía de mando.
Os habla el General de la Legión de Daigotsu, Daigotsu Renkai. Samurai del Imperio Esmeralda; rendid ahora Toshi Ranbo ante la voluntad del Señor Daigotsu, y se os permitirá vivir bajo su reinado. Luchad y vuestras calaveras adornarán su trono. Aclamó amenazador.
Shiba Mugen sostenía entre sus brazos a su amada. Hitomi le miró con el rostro entristecido; algo en él le decía que no estaba seguro de poder regresar de su enfrentamiento con La Fauce.
No quería perder lo que tanto le había costado conseguir, sin apenas haberlo disfrutado.
Pero era una samurai-ko, no podía permitir, pese a la confianza que depositaba en Mugen, que percibiera su flaqueza, y que pensara que tenía miedo.
Está bien? ayudaré a tus hombres, pero? prométeme que regresarás y que tomarás mi mano cuando todo acabe? dijo mirándole con los bellos ojos de color miel húmedos por la emoción.
Vuestras palabras sobran, Maldito. Intentad conquistar esta ciudad, y será vuestra destrucción lo que encontraréis. Respondió la voz de Kaneka, alentando a los samurai que le rodeaban.
El jinete Daigotsu sonrió con malicia; ya esperaba esa respuesta.
Regresó a trote hasta su posición. Uno de los Tsuruchi le tuvo en su punto de mira, y tuvo que ser Kaneka quien le negara el disparo. Ellos debían demostrarles a sus enemigos qué significaba el honor.
El General Daigotsu desapareció entre la muchedumbre Corrupta. Un rugido descomunal heló la sangre de los presentes, dando la sensación de que el tiempo se detenía un instante.
La Fauce alzó su brazo hacia el frente, con el puño cerrado con fuerza.
La horda Corrupta avanzó con firmeza hacia la Muralla.
La batalla había empezado.
Toshi Ranbo
Las unidades de No Muertos formaban una compacta y sólida primera línea del ejército de las Tierras Sombrías. Todos sabían que eran la carne de cañón, reemplazable y prescindible, pero asimismo mucho más resistente que un ser humano, puesto que no conocían ni la fatiga ni el miedo. Y tampoco les importaba morir; no sentían nada.
Por si fuera poco, los numerosos Maho Tsukai que acompañaban al ejército, podían hacer que se levantaran incontables veces tras haber caído, a no ser que se sesgara su cabeza, cosa harto difícil desde la distancia. Así pues, los No Muertos iban a ser una poderosa arma para el asalto de las murallas de Toshi Ranbo.
La sólida muralla, hecha de piedra de un color entre marrón y dorado, se erguía algo más de diez ken-an. Era realmente nueva, puesto que Toshi Ranbo carecía de muralla en sus inicios, y fue el Emperador Toturi III quién la mandó construir. La obra estaba completa, pero nunca se había puesto a prueba. Gracias a la inspiración del antiguo Emperador, quizás hasta una premonición, la ciudad podía dar gracias de tener una oportunidad de victoria.
Puesto que incluso Kaneka, uno de los generales más brillantes de Rokugan, sabía que tenían pocas opciones de vencer si los siervos de Daigotsu conseguían atravesar la muralla.
Durante días había sido reforzada con magia Fénix y Escorpión, y los arqueros Tsuruchi habían tomado posiciones estratégicas alrededor de la misma, instalando unas pequeñas barricadas encima de la propia muralla; lo mínimo para protegerse de los proyectiles enemigos.
Los portones de Toshi Ranbo, tanto el situado al norte como el del sur, estaban fortificados a cal y canto. La madera estaba recubierta por sólido acero, capaz de resistir incontables envites.
Claro que probablemente, su creador, no pensó que la embestirían miles de Oni con una fuerza superior a diez hombres.
De momento, el descomunal ejército permanecía a la expectativa, a una distancia prudente para que no pudieran alcanzarles desde la muralla. Aunque se diría que estaban cerca de la puerta norte, su magnitud era tal que alcanzaban la sur al mismo tiempo, abarcando la ciudad entera. Su tamaño era tal, que uno tenía la sensación de que la ciudad iba a ser engullida por esa ingente hueste, como si de una ola negra se tratara. Y es que no había ser humano capaz de contar el número de efectivos de ese ejército.
Los soldados en el muro aguardaban, Kaneka sabía que la distancia era demasiado lejana para disparar. Decidió dar órdenes a los Kaiu para que prepararan sus catapultas, aprovechando la espera. Los enormes artilugios, dos en total, se habían construido en apenas un día, el tiempo que llevaba el Cangrejo en la ciudad. Toshi Ranbo no poseía de tales artilugios, y evidentemente serían de gran ayuda en la batalla. Aunque no eran todo lo fiables que podían ser, comparadas con las que usaban en la Muralla Kaiu, bastarían para causar bajas en la muchedumbre enemiga. Las apostaron justo detrás de la muralla y unos pasos delante de la primera línea de soldados.
El León había preparado, mucho antes de llegar a la Capital, una estrategia para defender la ciudad. Matsu Iwashi se había dejado aconsejar por los maestros estrategas Akodo e Ikoma, y habían unido sus esfuerzos con los del Shogun Kaneka. Este era el único modo de conseguir una estrategia única y compacta, que fue transmitida Clan a Clan, soldado a soldado.
Como bien les habían comentado los Cangrejo, debían estar listos para cuando cayeran las puertas, pues no habían muchas esperanzas de que aguantaran. También sabían los defensores de Kaiu Kabe, que los siervos de Daigotsu entrarían en manada, arrasando todo lo que encontraran a su paso. Por lo tanto, se había decidido distribuir a los hombres por calles, aprovechando los obstáculos de los edificios para forzar al enemigo a dividirse y así anular la potencia de su compacto avance. Así mismo, los edificios estaban listos con arqueros, que desde las ventanas serían los primeros en arremeter contra el enemigo, en caso de que cruzaran las puertas.
Así, las calles de Toshi Ranbo eran un enorme tablero de go, donde las fichas eran soldados humanos. Debido a eso, los colores de los Clanes presentes en la batalla, todos a excepción del Unicornio y el Dragón, ondeaban en el oscuro día.
Y si alguien debía ser la ficha más importante en ese tablero, ese era el Shogun. Apostado en los muros, controlando todo lo que sucedía, veía en la batalla una oportunidad para vengar a sus hermanos caídos, y saldar su deuda con el Imperio. Le rodeaban, en su mayoría, expertos arqueros Tsuruchi, al igual que soldados Cangrejo, acostumbrados a defender murallas, junto con un reducido grupo de Seppun.
Todos habían recibido un saquito con polvo de jade, y sabían como usarlo tras una breve explicación de los camaradas Hida. Lamentablemente, no habían suficientes dedos de jade para todos los soldados, así que se decidió usarlo en más polvo; quedarse sin poder herirles era peor que sufrir la Mancha, tal y como estaban las cosas.
Los diminutos cristales de jade, brillaban debido a la cercana presencia de sus antagonistas, y eso hacía que la muralla estuviera rodeada por un halo verde, como si de una luz de esperanza se tratara.
Algo alejado de las murallas, y teóricamente, en medio del enemigo, se encontraba Bayushi Tojiro. El experto saboteador trataba de calmar sus nervios, y contenía su respiración, mientras se secaba el sudor de la frente. Un solo error, y moriría antes de tiempo. Estaba prácticamente al lado de la hueste enemiga, solo que unos ken-an por debajo suyo, en los túneles que servían para salir de la ciudad. Había colocado con sumo cuidado todos los pequeños saquitos, sujetándolos contra el techo de la gruta con un bo que servía de soporte; simple, pero bastaría. Los saquitos desprendían un extraño olor, pero familiar para Tojiro; pólvora.
Era difícil conseguir una mecha lo suficientemente larga para que le diera tiempo a escapar del túnel y al mismo tiempo no corriera el riesgo de apagarse. Así pues, optó por lo más sencillo. Se quedaría a esperar el momento oportuno, cuando notara los pasos del enemigo sobre él, y accionaría la corta mecha que unía todos los saquitos. La explosión causaría un importante número de bajas, y además dejaría una parte del camino bloqueado por la hendedura que crearía. Perderían una vía de escape, pero en realidad, si no ganaban la batalla, era absurdo escapar. Y en cuanto a él, no le importaba su destino. Serviría al Imperio con su última obra.
Esperando el momento de la explosión, se encontraba la unidad de Matsu Keiko. Estaban apostados en el túnel opuesto al que estaba Tojiro, ella y unos cincuenta León más. La pintura blanca de sus rostros, demostraba que se trataba de Suicidas. Su misión era sencilla; en cuanto sintieran la explosión, saldrían de su escondrijo aprovechando el caos, y se lanzarían sobre las líneas enemigas. Pero eso sí, con un claro objetivo; los Maho Tsukai. Eliminar al mayor número posible de brujos antes de caer, era la manera más honorable que tenían de caer.
También se había apostado, aproximadamente en el centro de la ciudad, una serie de tiendas que estaban vigiladas por los shugenja Asahina y Soshi por igual, junto con la asistencia de Isawa y Moshi. Las tiendas, no eran otra cosa que una especie de hospital de guerra, que serviría para sanar a los heridos mientras las puertas resistiesen. Luego, los shugenja allí congregados, usarían su magia para servir en la batalla a campo abierto.
Por último, estaban los heimin. Debido a su inexperiencia en la batalla, la mayoría servían como simples mensajeros entre destacamentos, o suministraban flechas o jade a los soldados.
Los más jóvenes, y sus madres, estaban a buen recaudo dentro del Palacio Imperial. Era la primera vez para la inmensa mayoría de todos ellos en pisar el sagrado suelo, pero no era para un motivo feliz. Debían quedarse dentro de las mazmorras, curiosamente el lugar más seguro en toda la ciudad. El llanto de los niños levantaba ecos de miedo y sufrimiento, pero las palabras de sus madres eran como la voz de la esperanza.
De pronto, un jinete avanzó desde la hueste Corrupta. Montaba en un onikage, protegido con una armadura negra que había parecer al mugriento caballo mucho más corpulento. El jinete era un Perdido, que portaba el estandarte de las Tierras Sombrías en su espalda, así como una armadura de color rojo óxido, con pinchos que parecían contener sangre reseca.
Su rostro, sin embargo, el cuál reveló tras desprenderse de su mempo con rostro de demonio, era pálido y no exento de cierto siniestro atractivo. Sus cabellos blancos demostraban que quizás hubiera sido un samurai Grulla en una vida pasada.
Apenas acababan de llegar, y pese al agotamiento que les abatía, Kitsuki Fujiwa y Bayushi Ryushi no podían descansar. Se retiraron a un lugar más apartado, cercano a la Embajada Escorpión. Fujiwa instó a Joshin a que le respondiera sus preguntas, pero por su rostro no parecía saber mucho de lo que le hablaba.
No sé dónde puede estar? quizás siga en su Ciudadela. Comentó pensativo.
Evidentemente, el niño tampoco tenía respuestas para sus siguientes preguntas. Pero quizás sí otra persona.
Llegáis justo a tiempo. Sonó una conocida voz para Fujiwa. El resto de Campeones se encuentran prestos para la batalla, y el Canciller Imperial anda revisando cierta confesión; Otomo Satoshi-san ha revelado que sirve a Daigotsu? pero eso no es lo que más debe importarnos ahora. Dijo Togashi Satsu, el cuál iba acompañado de Seitatsu, cuyo rostro parecía brillar con luz propia en el oscuro día.
Daigotsu ha planeado esta batalla para conseguir un propósito mucho más oscuro? Fu Leng regresará si no lo impedimos. Intervino Seitatsu.
Reunid a todos los Campeones, no hay tiempo que perder. Añadió Satsu.
El samurai de la llamativa armadura hizo sonar su voz, firme y con una suave melodía de mando.
Os habla el General de la Legión de Daigotsu, Daigotsu Renkai. Samurai del Imperio Esmeralda; rendid ahora Toshi Ranbo ante la voluntad del Señor Daigotsu, y se os permitirá vivir bajo su reinado. Luchad y vuestras calaveras adornarán su trono. Aclamó amenazador.
Shiba Mugen sostenía entre sus brazos a su amada. Hitomi le miró con el rostro entristecido; algo en él le decía que no estaba seguro de poder regresar de su enfrentamiento con La Fauce.
No quería perder lo que tanto le había costado conseguir, sin apenas haberlo disfrutado.
Pero era una samurai-ko, no podía permitir, pese a la confianza que depositaba en Mugen, que percibiera su flaqueza, y que pensara que tenía miedo.
Está bien? ayudaré a tus hombres, pero? prométeme que regresarás y que tomarás mi mano cuando todo acabe? dijo mirándole con los bellos ojos de color miel húmedos por la emoción.
Vuestras palabras sobran, Maldito. Intentad conquistar esta ciudad, y será vuestra destrucción lo que encontraréis. Respondió la voz de Kaneka, alentando a los samurai que le rodeaban.
El jinete Daigotsu sonrió con malicia; ya esperaba esa respuesta.
Regresó a trote hasta su posición. Uno de los Tsuruchi le tuvo en su punto de mira, y tuvo que ser Kaneka quien le negara el disparo. Ellos debían demostrarles a sus enemigos qué significaba el honor.
El General Daigotsu desapareció entre la muchedumbre Corrupta. Un rugido descomunal heló la sangre de los presentes, dando la sensación de que el tiempo se detenía un instante.
La Fauce alzó su brazo hacia el frente, con el puño cerrado con fuerza.
La horda Corrupta avanzó con firmeza hacia la Muralla.
La batalla había empezado.
- Shiba Mugen
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- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
"Tu seras mi mujer, Matsu Hitomi.", con un tono serio que jamas habia mostrado a la Matsu. Era un samurai, no hacia falta juramento o promesa alguna, su mera palabra era lo unico que bastaba.
"Ahora hacedme el honor de ayudarme con mi armadura una vez mas, Hitomi-san.", su mirada ya no sobre los ojos de su amada sino lentamente convirtiendose en los ojos del asesino que era. No habia rastro alguno de emocion en aquella mirada, no habia compasion alguna en aquellos ojos.
No hubo beso ni demostracion de afecto alguno en aquella despedida. En sus ojos ella pudo ver la conviccion de un guerrero dispuesto a darlo todo en aquel combate, incapaz de ser distraido por emocion alguna. El candido y gentil Mugen habia abandonado la sala, ahora solo quedaba una unica cosa en su mente.
Matar a La Fauce.
Tomo su yelmo y fue en busca de Sezaru. Cuando le encontro, tan solo le hizo un leve gesto con su cabeza para que lo acompañase. Subio las escaleras de la muralla y alli se junto con los Maestros de Aire y Tierra a quienes les otorgo el mismo saludo que habia propiciado al Lobo.
"Nakamuro-san..", dijo Mugen con su mirada en el horizonte, exactamente, sobre La Fauce.
"Haced que mi voz sea escuchada tanto por enemigos como por aliados. Tomad el tiempo que necesiteis."
Cuando Nakamuro termino el conjuro, Mugen hablo.
"Mi nombre es Shiba Mugen, Campeon del Fenix...", haciendo una leve pausa, para generar mas expectativa e incrementando la espectacularidad de sus palabras. Su voz recorriendo cada pasillo de Toshi Ranbo como tambien entre las filas enemigas, gracias a la magia del Maestro Elemental de Aire.
"LA FAUCE ES MÍO"
Grito Mugen desafiante con todas sus fuerzas.
Luego se puso el yelmo y ajusto el mempo que cubria sus rostro. Solo dejandose se ver su mirada asesina a traves de este.
Retiro Keitaku de su saya y la sostuvo con ambas manos delante suyo.
"Esperad el momento indicado, Sezaru-san. Cuando lo veas, llevadme a encontrarme con mi destino."
"Ahora hacedme el honor de ayudarme con mi armadura una vez mas, Hitomi-san.", su mirada ya no sobre los ojos de su amada sino lentamente convirtiendose en los ojos del asesino que era. No habia rastro alguno de emocion en aquella mirada, no habia compasion alguna en aquellos ojos.
No hubo beso ni demostracion de afecto alguno en aquella despedida. En sus ojos ella pudo ver la conviccion de un guerrero dispuesto a darlo todo en aquel combate, incapaz de ser distraido por emocion alguna. El candido y gentil Mugen habia abandonado la sala, ahora solo quedaba una unica cosa en su mente.
Matar a La Fauce.
Tomo su yelmo y fue en busca de Sezaru. Cuando le encontro, tan solo le hizo un leve gesto con su cabeza para que lo acompañase. Subio las escaleras de la muralla y alli se junto con los Maestros de Aire y Tierra a quienes les otorgo el mismo saludo que habia propiciado al Lobo.
"Nakamuro-san..", dijo Mugen con su mirada en el horizonte, exactamente, sobre La Fauce.
"Haced que mi voz sea escuchada tanto por enemigos como por aliados. Tomad el tiempo que necesiteis."
Cuando Nakamuro termino el conjuro, Mugen hablo.
"Mi nombre es Shiba Mugen, Campeon del Fenix...", haciendo una leve pausa, para generar mas expectativa e incrementando la espectacularidad de sus palabras. Su voz recorriendo cada pasillo de Toshi Ranbo como tambien entre las filas enemigas, gracias a la magia del Maestro Elemental de Aire.
"LA FAUCE ES MÍO"
Grito Mugen desafiante con todas sus fuerzas.
Luego se puso el yelmo y ajusto el mempo que cubria sus rostro. Solo dejandose se ver su mirada asesina a traves de este.
Retiro Keitaku de su saya y la sostuvo con ambas manos delante suyo.
"Esperad el momento indicado, Sezaru-san. Cuando lo veas, llevadme a encontrarme con mi destino."
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Bayushi Ryushi
La calma que precedía la tormenta inundaba las expectantes calles de la ciudad imperial. Toshi Ranbo esperaba el inminente asedio de las legiones enemigas que se inevitablemente se acercaban a sus muros, repletos de arqueros Tsuruchi del clan Mantis.
También había Seppun, honorables miembros de la guardia imperial y varios shugenjas dispersados a lo largo de la primera y única defensa física de la ciudad: las murallas.
Y mientras caminaban por las desoladas calles de la capital, Bayushi Ryushi contemplo el rostro de todos y cada uno de los heimin que cruzaban su paso, apurados y nerviosos. Nunca antes se habían enfrentado a una situación como la que estaban por presenciar en apenas unos minutos.
- Mira sus caras.- se dirigió al Dragón ?El miedo en sus rostros los delata. No están preparados.- afirmo ?Pero tu y yo y el resto de los samurái en esta ciudad si lo estamos? demostrémoslo.- detrás de su mempo, sonrió, complaciente ?
Luego de que Satsu hubiera revelado información que el Bayushi sabia de ante mano, Seitatsu se dirigió a los campeones sin más preámbulos, directo y al grano.
- Hai- asintió Ryushi-
Ante la voz del general de Daigotsu, que por cierto Ryushi omitió, el Señor de los Secretos detuvo a un bushi Bayushi que junto a otros tres hombres corrían calle abajo. En cuanto vieron a su señor se postraron sobre el suelo.
- !Ryushi! ?sama ? dijo el que aparentaba tener el mayor rango de entre los cuatro ? Nos alegra de sobre manera teneros aquí con nosotros, nuestra vida y espada es vuestra.- concluyo sin una pizca de duda en sus palabras ?
- Lo se.- dijo el ?Y vuestras vidas y espadas las necesitaremos luego, ahora es menester que le comuniquen a Paneki-san, Ikken-san y Yudoka- san de mi presencia en la ciudad. Y que se reúnan conmigo cuanto antes. - ordeno -
- ¡Hai! ? respondió de inmediato, y los cuatro samurái se dispusieron a cumplir con las ordenes de su señor, desapareciendo en el acto-
Mugen, felicitaciones. Me gusto mucho tu turno... solo que lo de "LA FAUCE ES MIO" lo hubiera cambiado por otras palabras =P Pero bueno, me ha gustado =) Y lo de Hitomi donde esta? Que paso eh? Contaaa! xDDD
La calma que precedía la tormenta inundaba las expectantes calles de la ciudad imperial. Toshi Ranbo esperaba el inminente asedio de las legiones enemigas que se inevitablemente se acercaban a sus muros, repletos de arqueros Tsuruchi del clan Mantis.
También había Seppun, honorables miembros de la guardia imperial y varios shugenjas dispersados a lo largo de la primera y única defensa física de la ciudad: las murallas.
Y mientras caminaban por las desoladas calles de la capital, Bayushi Ryushi contemplo el rostro de todos y cada uno de los heimin que cruzaban su paso, apurados y nerviosos. Nunca antes se habían enfrentado a una situación como la que estaban por presenciar en apenas unos minutos.
- Mira sus caras.- se dirigió al Dragón ?El miedo en sus rostros los delata. No están preparados.- afirmo ?Pero tu y yo y el resto de los samurái en esta ciudad si lo estamos? demostrémoslo.- detrás de su mempo, sonrió, complaciente ?
Luego de que Satsu hubiera revelado información que el Bayushi sabia de ante mano, Seitatsu se dirigió a los campeones sin más preámbulos, directo y al grano.
- Hai- asintió Ryushi-
Ante la voz del general de Daigotsu, que por cierto Ryushi omitió, el Señor de los Secretos detuvo a un bushi Bayushi que junto a otros tres hombres corrían calle abajo. En cuanto vieron a su señor se postraron sobre el suelo.
- !Ryushi! ?sama ? dijo el que aparentaba tener el mayor rango de entre los cuatro ? Nos alegra de sobre manera teneros aquí con nosotros, nuestra vida y espada es vuestra.- concluyo sin una pizca de duda en sus palabras ?
- Lo se.- dijo el ?Y vuestras vidas y espadas las necesitaremos luego, ahora es menester que le comuniquen a Paneki-san, Ikken-san y Yudoka- san de mi presencia en la ciudad. Y que se reúnan conmigo cuanto antes. - ordeno -
- ¡Hai! ? respondió de inmediato, y los cuatro samurái se dispusieron a cumplir con las ordenes de su señor, desapareciendo en el acto-
Mugen, felicitaciones. Me gusto mucho tu turno... solo que lo de "LA FAUCE ES MIO" lo hubiera cambiado por otras palabras =P Pero bueno, me ha gustado =) Y lo de Hitomi donde esta? Que paso eh? Contaaa! xDDD
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Toshi Ranbo
La llamada primera oleada no tardó en llegar. La ingente cantidad de no muertos fue la vanguardia del asalto, chocando con fuerza contra los muros, poniéndolos a prueba por primera vez. Las flechas Tsuruchi volaron con rabia hacia sus enemigos, que cayeron como si de árboles talados se tratara.
Las primeras líneas de no muertos cayeron rápidamente, abatidos por los poderosos proyectiles. Pero eso no importaba a sus ?camaradas?, que pasaron por encima de sus cuerpos, sin mostrar sentimiento alguno por su suerte.
El cielo seguía en su negro perpetuo, haciendo creer que la noche se había alargado más de la cuenta. Pero en realidad, había algo de luz que penetraba entre las espesas nubes, solo que muy pocos se percataban.
Las murallas de Toshi Ranbo se sacudieron por la fuerza de miles de no muertos chocando contra ellas, respaldados por los temibles Oni. Los no muertos hacían escaleras humanas entre ellos, para permitir el paso de sus compañeros.
Las catapultas Kaiu crearon estragos entre las filas de los Corruptos, pero pronto perdieron su eficacia al estar la mayoría de ellos rodeando las murallas.
La batalla acababa de empezar, pero se presentía en el ambiente la importancia de cada disparo, de cada movimiento. Los no muertos eran fácilmente reemplazables, pero no así los defensores de Toshi Ranbo.
Los subordinados de Bayushi Ryushi no tardaron en hacer acto de presencia, reuniéndose con su Señor en un lugar algo alejado de las murallas.
Bayushi Paneki, Bayushi Sunetra, Rokugo Ikken y Shosuro Yudoka, saludaron a Ryushi, esperando sus palabras.
Se avanzó Ikken para sugerir una posible estrategia.
Ryushi-sama, las puertas de la Ciudad tienen el tiempo contado? debemos prepararnos para el combate en las calles. Los Generales León han dividido a los soldados por calles, para así separar al enemigo. Sin embargo, están dividiendo a los hombres en pequeños regimientos, en lugar de una sola línea compacta. Los Corruptos podrán avanzar si superan a los regimientos, no sé si es la opción más acertada? comentó el aguerrido samurai.
Mientras, Shiba Mugen se concentraba, esperando el momento indicado por Sezaru para actuar. La Fauce avanzaba liderando al ejército, y de sus manos brotaban llamas negras que lanzaba contra los defensores del muro, causando estragos.
El momento estaba cercano, el Señor Oni seguiría sumando víctimas si no se le detenía.
Sezaru estaba serio, con su máscara de porcelana fija en el oscuro horizonte.
Las palabras de Mugen antes de la batalla, habían alentado a los defensores de Toshi Ranbo, por eso no podía demorarse en cumplir su promesa.
Ahora que veía la marabunta de demonios que rodeaba a La Fauce, se le ocurría que quizás, aún y descargando el temible golpe sobre ella, podía ser fácilmente engullido por la muchedumbre demoníaca. Pero ya era demasiado tarde para pensarlo.
Sezaru giró levemente su rostro hacia Mugen, y asintió con la cabeza.
El momento había llegado.
La llamada primera oleada no tardó en llegar. La ingente cantidad de no muertos fue la vanguardia del asalto, chocando con fuerza contra los muros, poniéndolos a prueba por primera vez. Las flechas Tsuruchi volaron con rabia hacia sus enemigos, que cayeron como si de árboles talados se tratara.
Las primeras líneas de no muertos cayeron rápidamente, abatidos por los poderosos proyectiles. Pero eso no importaba a sus ?camaradas?, que pasaron por encima de sus cuerpos, sin mostrar sentimiento alguno por su suerte.
El cielo seguía en su negro perpetuo, haciendo creer que la noche se había alargado más de la cuenta. Pero en realidad, había algo de luz que penetraba entre las espesas nubes, solo que muy pocos se percataban.
Las murallas de Toshi Ranbo se sacudieron por la fuerza de miles de no muertos chocando contra ellas, respaldados por los temibles Oni. Los no muertos hacían escaleras humanas entre ellos, para permitir el paso de sus compañeros.
Las catapultas Kaiu crearon estragos entre las filas de los Corruptos, pero pronto perdieron su eficacia al estar la mayoría de ellos rodeando las murallas.
La batalla acababa de empezar, pero se presentía en el ambiente la importancia de cada disparo, de cada movimiento. Los no muertos eran fácilmente reemplazables, pero no así los defensores de Toshi Ranbo.
Los subordinados de Bayushi Ryushi no tardaron en hacer acto de presencia, reuniéndose con su Señor en un lugar algo alejado de las murallas.
Bayushi Paneki, Bayushi Sunetra, Rokugo Ikken y Shosuro Yudoka, saludaron a Ryushi, esperando sus palabras.
Se avanzó Ikken para sugerir una posible estrategia.
Ryushi-sama, las puertas de la Ciudad tienen el tiempo contado? debemos prepararnos para el combate en las calles. Los Generales León han dividido a los soldados por calles, para así separar al enemigo. Sin embargo, están dividiendo a los hombres en pequeños regimientos, en lugar de una sola línea compacta. Los Corruptos podrán avanzar si superan a los regimientos, no sé si es la opción más acertada? comentó el aguerrido samurai.
Mientras, Shiba Mugen se concentraba, esperando el momento indicado por Sezaru para actuar. La Fauce avanzaba liderando al ejército, y de sus manos brotaban llamas negras que lanzaba contra los defensores del muro, causando estragos.
El momento estaba cercano, el Señor Oni seguiría sumando víctimas si no se le detenía.
Sezaru estaba serio, con su máscara de porcelana fija en el oscuro horizonte.
Las palabras de Mugen antes de la batalla, habían alentado a los defensores de Toshi Ranbo, por eso no podía demorarse en cumplir su promesa.
Ahora que veía la marabunta de demonios que rodeaba a La Fauce, se le ocurría que quizás, aún y descargando el temible golpe sobre ella, podía ser fácilmente engullido por la muchedumbre demoníaca. Pero ya era demasiado tarde para pensarlo.
Sezaru giró levemente su rostro hacia Mugen, y asintió con la cabeza.
El momento había llegado.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Kitsuki Fujiwa
La primera oleada había llegado. Sentía una fuerte presión en la cabeza, la sangre palpitar con fuerza desde el corazón hasta las sien, lentamente, profundamente. Mi mirada se nublaba lentamente. La presión de los días se hacían conmigo y con mi alma, ¿caía en brazos de la desesperanza? Estaba aturdido, traté de agarrarme al reino mortal, posandome fuertemente contra el muro que se encontraba a mi lado, sintiendo el frío que ya dominaba la ciudad. No podía pensar, no podía hablar. Era como un sueño en el que no puede gritar mientras ves tus seres caer, un desesperante sueño. En mi dolor sentí una fresca brisa, reconfortante. En ella había una presencia fuerte y llena de honor, aunque atormentada. Aquel alma lloraba bajo el mempo que tapaba sus rasgos, yo conocía quien era.
Tamori Chieko-sama. Me incliné lentamente, manteniendo con orgullo la pose durante un tiempo prolongado, tal vez similar al de un daimyo. Es un honor encontrarme con tu presencia, pero el Imperio necesita que este con él.
Fujiwa-sama Me interrumpió el espíritu. Aquella voz, aunque dulce, era penetrante y profunda. Volverás al Imperio, volverás a tu clan, serás con el Universo uno y guía de la esperanza que ahora es necesaria. Deja que tus instintos dominen tus sentimientos. Con lo que la shugenja toca mi pecho con la mano , oscura y tapada con una gasa de seda blanca. Al contacto con su piel surco la oscuridad, vuelvo a un estridente grito.
"LA FAUCE ES MÍO
Aun no había llegado el clan del Dragón, de ello era consciente. No habían llegado aun, y solo los dioses dirían si llegasen a tiempo, pues estamos acostumbrados al paso entre montañas, no al de los largos yermos. Oía la primera oleada chocar, y decidí oponerme a ella.
Tenéis razón, debemos encontrar a los campeones imperiales, y el tiempo juega en nuestra contra. No contaremos con la Campeona Grulla, al menos no viva la traeré, pero exploraré la ciudad. Dicho lo cual salgo de la habitación y voy en busca del corcel unicornio, el más rápido medio para moverse para cabalgar por la ciudad, buscar y usar los métodos de observación Kitsuki para encontrar cualquier indicio de peligro o de los Campeones.
La primera oleada había llegado. Sentía una fuerte presión en la cabeza, la sangre palpitar con fuerza desde el corazón hasta las sien, lentamente, profundamente. Mi mirada se nublaba lentamente. La presión de los días se hacían conmigo y con mi alma, ¿caía en brazos de la desesperanza? Estaba aturdido, traté de agarrarme al reino mortal, posandome fuertemente contra el muro que se encontraba a mi lado, sintiendo el frío que ya dominaba la ciudad. No podía pensar, no podía hablar. Era como un sueño en el que no puede gritar mientras ves tus seres caer, un desesperante sueño. En mi dolor sentí una fresca brisa, reconfortante. En ella había una presencia fuerte y llena de honor, aunque atormentada. Aquel alma lloraba bajo el mempo que tapaba sus rasgos, yo conocía quien era.
Tamori Chieko-sama. Me incliné lentamente, manteniendo con orgullo la pose durante un tiempo prolongado, tal vez similar al de un daimyo. Es un honor encontrarme con tu presencia, pero el Imperio necesita que este con él.
Fujiwa-sama Me interrumpió el espíritu. Aquella voz, aunque dulce, era penetrante y profunda. Volverás al Imperio, volverás a tu clan, serás con el Universo uno y guía de la esperanza que ahora es necesaria. Deja que tus instintos dominen tus sentimientos. Con lo que la shugenja toca mi pecho con la mano , oscura y tapada con una gasa de seda blanca. Al contacto con su piel surco la oscuridad, vuelvo a un estridente grito.
"LA FAUCE ES MÍO
Aun no había llegado el clan del Dragón, de ello era consciente. No habían llegado aun, y solo los dioses dirían si llegasen a tiempo, pues estamos acostumbrados al paso entre montañas, no al de los largos yermos. Oía la primera oleada chocar, y decidí oponerme a ella.
Tenéis razón, debemos encontrar a los campeones imperiales, y el tiempo juega en nuestra contra. No contaremos con la Campeona Grulla, al menos no viva la traeré, pero exploraré la ciudad. Dicho lo cual salgo de la habitación y voy en busca del corcel unicornio, el más rápido medio para moverse para cabalgar por la ciudad, buscar y usar los métodos de observación Kitsuki para encontrar cualquier indicio de peligro o de los Campeones.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Bayushi Ryushi
- Bien? - dijo Ryushi - Reúne la cantidad de hombres que creas necesaria para contener el primer embiste luego de que las puertas cedan ante el avance enemigo. Y que los saboteadores se encarguen de cubrir algunos rincones con pólvora para que una vez dentro y luego de la explosión, los cuerpos que no puedan ser re-animados se apilen debajo del umbral, simulando una barricada. El León estará agradecido.
- Yudoka-san, tú ya sabes lo que tienes que hacer.- dirigiéndose al Shosuro ? Paneki-san, ¿Alguna sugerencia?
Bueno, no entiendo nada. ¿Dónde esta Fujiwa?, ¿Dónde esta el niño? Y lo mas gracioso? ¿Dónde mierda estoy yo? Jajaja xDDD Lo que tenga que decirme Paneki, Sunetra o cualquiera de los que estén ahí, mándamelo por pm. ¿Qué paso con el daimyo Soshi y el otro que no me acuerdo? xD Y te pido disculpas por la brevedad de mi turno pero es que estoy re perdido.
- Bien? - dijo Ryushi - Reúne la cantidad de hombres que creas necesaria para contener el primer embiste luego de que las puertas cedan ante el avance enemigo. Y que los saboteadores se encarguen de cubrir algunos rincones con pólvora para que una vez dentro y luego de la explosión, los cuerpos que no puedan ser re-animados se apilen debajo del umbral, simulando una barricada. El León estará agradecido.
- Yudoka-san, tú ya sabes lo que tienes que hacer.- dirigiéndose al Shosuro ? Paneki-san, ¿Alguna sugerencia?
Bueno, no entiendo nada. ¿Dónde esta Fujiwa?, ¿Dónde esta el niño? Y lo mas gracioso? ¿Dónde mierda estoy yo? Jajaja xDDD Lo que tenga que decirme Paneki, Sunetra o cualquiera de los que estén ahí, mándamelo por pm. ¿Qué paso con el daimyo Soshi y el otro que no me acuerdo? xD Y te pido disculpas por la brevedad de mi turno pero es que estoy re perdido.
- Shiba Mugen
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- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
El momento de la verdad habia llegado.
Mugen sostuvo su espada enfrente suyo y cerro sus ojos, concentrandose en el poder que yacia en su interior. No podia guardarse ningun as bajo la manga. Debia apostarlo todo incluso si despues se lamentase no tener tales recursos frente a Daigotsu. No podia subestimar a La Fauce.
"Oceano, dame tu poder.", dijo Mugen en un inaudible susurro. Rapidamente una frescura recorrio el cuerpo de Mugen, ya no sentia cansancio ni dolencia alguna. Su cuerpo habia sido inundado con el poder del mar mismo, sentia en su cuerpo la fuerza de un mismo tsunami.
"Keitaku, enciendete.", y tras aquellas palabras la hoja del blanco acero se cubrio de una llamarada intensa capaz de quemarlo todo.
"Y por ultimo, dadme la fuerza de un Kami.", a lo cual, el cuerpo de Mugen se recubrio por un aura verde, tan pura como el Jade mismo.
Mugen abrio los ojos, los cuales estaban inundados por la magia del Fenix que habia descansado en su espada hasta hacia pocos instantes y sin expresion alguna se posaron sobre el Lobo.
"Ahora, Sezaru."
Mugen sostuvo su espada enfrente suyo y cerro sus ojos, concentrandose en el poder que yacia en su interior. No podia guardarse ningun as bajo la manga. Debia apostarlo todo incluso si despues se lamentase no tener tales recursos frente a Daigotsu. No podia subestimar a La Fauce.
"Oceano, dame tu poder.", dijo Mugen en un inaudible susurro. Rapidamente una frescura recorrio el cuerpo de Mugen, ya no sentia cansancio ni dolencia alguna. Su cuerpo habia sido inundado con el poder del mar mismo, sentia en su cuerpo la fuerza de un mismo tsunami.
"Keitaku, enciendete.", y tras aquellas palabras la hoja del blanco acero se cubrio de una llamarada intensa capaz de quemarlo todo.
"Y por ultimo, dadme la fuerza de un Kami.", a lo cual, el cuerpo de Mugen se recubrio por un aura verde, tan pura como el Jade mismo.
Mugen abrio los ojos, los cuales estaban inundados por la magia del Fenix que habia descansado en su espada hasta hacia pocos instantes y sin expresion alguna se posaron sobre el Lobo.
"Ahora, Sezaru."
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
La Hora de la Verdad
Toshi Ranbo
Mientras la horda corrupta avanzaba hacia los muros, la sangre empezaba a emanar. El olor del fuego y la magia empezaba a llenar el campo de batalla. El olor a muerte iba en aumento.
Una tremenda explosión hizo sacudir los muros donde plantaban batalla los defensores del Imperio. Pero por suerte, la explosión no fue contra ellos, si no contra la hueste de no muertos y Oni que avanzaban. El suelo que pisaban los siervos de Daigotsu estalló de improviso, en una enorme bola de fuego y escombros, que se cobró numerosas víctimas al instante.
No sólo los afectados por la explosión perecieron, si no que, la enorme brecha creada por la detonación, hizo que muchos de los no muertos que iban detrás, cayeran al hueco creado, incapaces de reaccionar.
Por si fuera poco, los generales Daigotsu tuvieron que dar rápidas ordenes para que evitaran la brecha en el suelo.
Después de eso, las sorpresas no terminaron para el ejército invasor. Una cincuentena de alocados León apareció, nadie sabía de donde, enmedio del campo de batalla. Su fuerza contra la enorme hueste era ínfima, pero su objetivo no era otro que liquidar al mayor número de Maho Tsukai antes de ser engullidos por la horda.
Y aunque tuvieron poco tiempo, no fueron pocos los brujos que cayeron bajo su devastadora furia, que precedió a su honorable muerte.
Los Oni empezaban a cargar contra las puertas de la ciudad, haciendo temblar las gruesas maderas a cada golpe. El Shogun, podía notar como los muros temblaban, y cualquiera de los hombres que defendía la muralla, podía presentir que las puertas no podrían aguantar por mucho tiempo la fuerza de aquellos cientos de demonios.
Se apresuraron en arrojar el aceite hirviendo desde los muros, a lo que acompañó una lluvia de flechas incendiarias, que hizo arder las primeras filas de asaltantes, enfrascados en derribar las puertas.
La batalla era cruenta, una que no tenía precedentes en la historia reciente de Rokugan, y pocas a las que compararse, en toda la historia del Imperio.
Kitsuki Fujiwa se apresuró en encontrar al resto de Campeones, tal y como le había dicho Seitatsu que debía hacer. El heredero de Shinsei, junto con Satsu y Joshin, aguardaron al Campeón Dragón en el punto donde habían hablado.
Tras recorrer a gran velocidad sobre su corcel el campo de batalla, logró encontrar el pequeño contingente Unicornio, formado por apenas una docena de hombres. Estaban acompañados por Utaku Ayla, que parecía excitada por la situación. Sus ojos brillaban por la emoción de la batalla, y su voz sonaba con fuerza y convicción.
Se fijó en la llegada de Fujiwa, y se apresuró en darle encuentro.
¡Fujiwa-san! ¡Gracias a las Fortunas que estáis vivo! ¡¿Dónde habéis estado todo este tiempo?! ¡Creí que estábamos juntos en esto! Dijo la Utaku, con su versión más directa.
Bayushi Ryushi terminó de dar las instrucciones a sus hombres, que se apresuraron en hacer cumplir sus órdenes. Se quedó con Paneki y Sunetra, mientras le pedía al anterior daimyo sobre una estrategia a seguir.
Quizás Daigotsu es quien debe preocuparnos más; no podemos olvidar que aún no se ha mostrado. Os sugiero que sigáis al niño, el heredero de Shinsei. En vuestras manos está combatir al Señor Oscuro. Nosotros nos encargaremos de proteger Toshi Ranbo. Dijo Paneki con una sonrisa algo sarcástica.
Shiba Mugen sintió el leve contacto de Isawa Sezaru sobre su brazo. La magia del Aire hizo su efecto, y los cuerpos de ambos samurai desaparecieron de los muros en un instante.
Aparecieron en el lugar esperado, sobrevolando los aires, cerca de las negras nubes.
Mugen suspiró un instante, podía sentir la maldad de la horda que yacía bajo sus pies. Era el mal puro, preparado para destruir toda vida.
Pero su misión no era ocuparse de esa tremenda horda. Su misión era combatir a su cabeza visible; La Fauce. El enorme Señor Oni estaba justo delante, tanto que el Fénix se sobresaltó, y estuvo a punto de perder el control sobre el hechizo que le había otorgado El Lobo para poder volar.
La Fauce rugió al sentir la presencia de su enemigo, y sus garras se llenaron de unas temibles llamas negras, que hicieron que el cuerpo del Shiba empezara a sufrir por el calor sobrenatural.
Mugen estaba más lejos de lo que creía del Oni, ¿y si no llegaba a impactarle?
La enorme garra de La Fauce cortaba el viento, haciendo que el cuerpo de Mugen humeara y empezara a arder por el poder mágico de las llamas. Keitaku brilló en el aire, con las llamas como estandarte.
Se hizo una pausa.
Una pausa que pareció durar varios segundos. El Shogun, y todos los samurai que defendían la muralla se detuvieron para mirar al cielo.
Matsu Hitomi rezaba por su amado; los siervos de Daigotsu pudieron sentir el miedo por una vez, al contemplar la ira de los Kami.
Incluso Fujiwa, Ryushi, y todos aquellos que no podían contemplar la escena directamente, lo sintieron.
Entre las espesas y negras nubes, apareció un halo de luz, blanca y pura. La luz se posó sobre Mugen, mientras su brazo completaba la trayectoria del golpe.
El poder del Vacío se liberó en toda su magnitud.
La luz blanca brilló con una intensidad tal, que no permitió ver la escena. Se escuchó un ruido, la fuerza de cincuenta samurai, como si de un golpe seco en el aire se tratara. El amenazador rugido de La Fauce sonó una vez más; la última vez.
La calavera del Señor Oni se había partido de mitad a mitad, y la fuerza del Vacío había destrozado lo que el acero no había destruido. El enorme cuerpo del Oni cayó lentamente al suelo, y el estruendo que causó al chocar contra el suelo, hizo temblar todo Toshi Ranbo.
El Señor Oni, había caído.
Mugen apenas había sentido cómo pasó, puesto que la fuerza del Vacío liberado de esa forma tan salvaje hizo que no pudiera saborear la victoria. Keitaku se quebró tras el tremendo impacto, y la presión de la energía que tuvo que soportar. Los trozos de la espada cayeron como una lluvia de cristal sobre el suelo.
El cuerpo de Mugen, tampoco salió muy bien parado. Aunque él ya no era consciente de lo que sucedía, sus brazos estaban consumidos por la energía. Como si se hubieran abierto todas sus heridas, y un devastador fuego las hubiera quemado. Por si fuera poco, la luz, la pura esencia del Vacío, había consumido su cuerpo. El cuerpo inerte del Campeón Fénix se precipitó al vacío tras el cadáver de La Fauce.
Sezaru lo interceptó, y regresó de vuelta a la ciudad. El ataque de Mugen había tenido éxito, pero? ¿a qué precio? Sólo las Fortunas sabían la respuesta.
Toshi Ranbo
Mientras la horda corrupta avanzaba hacia los muros, la sangre empezaba a emanar. El olor del fuego y la magia empezaba a llenar el campo de batalla. El olor a muerte iba en aumento.
Una tremenda explosión hizo sacudir los muros donde plantaban batalla los defensores del Imperio. Pero por suerte, la explosión no fue contra ellos, si no contra la hueste de no muertos y Oni que avanzaban. El suelo que pisaban los siervos de Daigotsu estalló de improviso, en una enorme bola de fuego y escombros, que se cobró numerosas víctimas al instante.
No sólo los afectados por la explosión perecieron, si no que, la enorme brecha creada por la detonación, hizo que muchos de los no muertos que iban detrás, cayeran al hueco creado, incapaces de reaccionar.
Por si fuera poco, los generales Daigotsu tuvieron que dar rápidas ordenes para que evitaran la brecha en el suelo.
Después de eso, las sorpresas no terminaron para el ejército invasor. Una cincuentena de alocados León apareció, nadie sabía de donde, enmedio del campo de batalla. Su fuerza contra la enorme hueste era ínfima, pero su objetivo no era otro que liquidar al mayor número de Maho Tsukai antes de ser engullidos por la horda.
Y aunque tuvieron poco tiempo, no fueron pocos los brujos que cayeron bajo su devastadora furia, que precedió a su honorable muerte.
Los Oni empezaban a cargar contra las puertas de la ciudad, haciendo temblar las gruesas maderas a cada golpe. El Shogun, podía notar como los muros temblaban, y cualquiera de los hombres que defendía la muralla, podía presentir que las puertas no podrían aguantar por mucho tiempo la fuerza de aquellos cientos de demonios.
Se apresuraron en arrojar el aceite hirviendo desde los muros, a lo que acompañó una lluvia de flechas incendiarias, que hizo arder las primeras filas de asaltantes, enfrascados en derribar las puertas.
La batalla era cruenta, una que no tenía precedentes en la historia reciente de Rokugan, y pocas a las que compararse, en toda la historia del Imperio.
Kitsuki Fujiwa se apresuró en encontrar al resto de Campeones, tal y como le había dicho Seitatsu que debía hacer. El heredero de Shinsei, junto con Satsu y Joshin, aguardaron al Campeón Dragón en el punto donde habían hablado.
Tras recorrer a gran velocidad sobre su corcel el campo de batalla, logró encontrar el pequeño contingente Unicornio, formado por apenas una docena de hombres. Estaban acompañados por Utaku Ayla, que parecía excitada por la situación. Sus ojos brillaban por la emoción de la batalla, y su voz sonaba con fuerza y convicción.
Se fijó en la llegada de Fujiwa, y se apresuró en darle encuentro.
¡Fujiwa-san! ¡Gracias a las Fortunas que estáis vivo! ¡¿Dónde habéis estado todo este tiempo?! ¡Creí que estábamos juntos en esto! Dijo la Utaku, con su versión más directa.
Bayushi Ryushi terminó de dar las instrucciones a sus hombres, que se apresuraron en hacer cumplir sus órdenes. Se quedó con Paneki y Sunetra, mientras le pedía al anterior daimyo sobre una estrategia a seguir.
Quizás Daigotsu es quien debe preocuparnos más; no podemos olvidar que aún no se ha mostrado. Os sugiero que sigáis al niño, el heredero de Shinsei. En vuestras manos está combatir al Señor Oscuro. Nosotros nos encargaremos de proteger Toshi Ranbo. Dijo Paneki con una sonrisa algo sarcástica.
Shiba Mugen sintió el leve contacto de Isawa Sezaru sobre su brazo. La magia del Aire hizo su efecto, y los cuerpos de ambos samurai desaparecieron de los muros en un instante.
Aparecieron en el lugar esperado, sobrevolando los aires, cerca de las negras nubes.
Mugen suspiró un instante, podía sentir la maldad de la horda que yacía bajo sus pies. Era el mal puro, preparado para destruir toda vida.
Pero su misión no era ocuparse de esa tremenda horda. Su misión era combatir a su cabeza visible; La Fauce. El enorme Señor Oni estaba justo delante, tanto que el Fénix se sobresaltó, y estuvo a punto de perder el control sobre el hechizo que le había otorgado El Lobo para poder volar.
La Fauce rugió al sentir la presencia de su enemigo, y sus garras se llenaron de unas temibles llamas negras, que hicieron que el cuerpo del Shiba empezara a sufrir por el calor sobrenatural.
Mugen estaba más lejos de lo que creía del Oni, ¿y si no llegaba a impactarle?
La enorme garra de La Fauce cortaba el viento, haciendo que el cuerpo de Mugen humeara y empezara a arder por el poder mágico de las llamas. Keitaku brilló en el aire, con las llamas como estandarte.
Se hizo una pausa.
Una pausa que pareció durar varios segundos. El Shogun, y todos los samurai que defendían la muralla se detuvieron para mirar al cielo.
Matsu Hitomi rezaba por su amado; los siervos de Daigotsu pudieron sentir el miedo por una vez, al contemplar la ira de los Kami.
Incluso Fujiwa, Ryushi, y todos aquellos que no podían contemplar la escena directamente, lo sintieron.
Entre las espesas y negras nubes, apareció un halo de luz, blanca y pura. La luz se posó sobre Mugen, mientras su brazo completaba la trayectoria del golpe.
El poder del Vacío se liberó en toda su magnitud.
La luz blanca brilló con una intensidad tal, que no permitió ver la escena. Se escuchó un ruido, la fuerza de cincuenta samurai, como si de un golpe seco en el aire se tratara. El amenazador rugido de La Fauce sonó una vez más; la última vez.
La calavera del Señor Oni se había partido de mitad a mitad, y la fuerza del Vacío había destrozado lo que el acero no había destruido. El enorme cuerpo del Oni cayó lentamente al suelo, y el estruendo que causó al chocar contra el suelo, hizo temblar todo Toshi Ranbo.
El Señor Oni, había caído.
Mugen apenas había sentido cómo pasó, puesto que la fuerza del Vacío liberado de esa forma tan salvaje hizo que no pudiera saborear la victoria. Keitaku se quebró tras el tremendo impacto, y la presión de la energía que tuvo que soportar. Los trozos de la espada cayeron como una lluvia de cristal sobre el suelo.
El cuerpo de Mugen, tampoco salió muy bien parado. Aunque él ya no era consciente de lo que sucedía, sus brazos estaban consumidos por la energía. Como si se hubieran abierto todas sus heridas, y un devastador fuego las hubiera quemado. Por si fuera poco, la luz, la pura esencia del Vacío, había consumido su cuerpo. El cuerpo inerte del Campeón Fénix se precipitó al vacío tras el cadáver de La Fauce.
Sezaru lo interceptó, y regresó de vuelta a la ciudad. El ataque de Mugen había tenido éxito, pero? ¿a qué precio? Sólo las Fortunas sabían la respuesta.
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Bayushi Ryushi
- Quizás Daigotsu es quien debe preocuparnos más; no podemos olvidar que aún no se ha mostrado. Os sugiero que sigáis al niño, el heredero de Shinsei. En vuestras manos está combatir al Señor Oscuro. Nosotros nos encargaremos de proteger Toshi Ranbo. Dijo Paneki con una sonrisa algo sarcástica.
- Y eso es lo que hare.- dijo Ryushi, refiriéndose al niño ? Paneki-san, no dejas de sorprenderme. ¿Así que otro de vuestros dones es el de leer el futuro?- sonrió, a sabiendas de que si tarde o temprano tenía que enfrentarse al Señor Oscuro seria por obra y gracia de las fortunas, no por las premoniciones de Paneki.
A pesar de su poca experiencia como Daimyo, Ryushi sabía que lo que menos podía demostrar era miedo, temor. Y el enemigo contra el que luchaban y les asediaba no era otro que el mismísimo representante de susodicha palabra: miedo.
Paneki lo sabía.
El antecesor de Bayushi Ryushi, Bayushi Paneki, conocía a su suplente incluso más de lo que se conocía el mismo. Pero sabía que el joven bushi no le iba a decepcionar, jamás. Ya lo había demostrado y lo seguia haciendo. La voluntad del Escorpión es de hierro, inquebrantable como el acero.
Pero Ryushi necesitaba consejos, necesitaba alguien en quien poder confiar y apoyarse. Paneki era una de esas personas y fue por ello que le pidió una sugerencia acerca de lo que hacer en el momento. Ni que hablar, además, que siempre fue su modelo a seguir, su ídolo. El antiguo Daimyo Escorpión es una figura legendaria de entre los héroes de Rokugan.
De pronto, un rugido ensordecedor hizo que Ryushi se estremeciera de pies a cabeza, sorprendido por la ferocidad del mismo. Y el Escorpión pudo ver, al igual que otros tantos samurái apostados en las murallas, que el pálido cielo gris se abría lentamente, cediéndole el paso a un rayo de luz incandescente que fue a parar en algún punto detrás de las murallas que el joven samurái no pudo ver.
Haciendo el rostro a un lado y cubriéndose la cara con su mano, Bayushi Ryushi tuvo que apartar la vista de tal fenómeno porque sus ojos no pudieron soportarlo.
- ¿Qué? Qué es eso?- pregunto, incrédulo-
- Eso, mi querido amigo, es Matsu Hitomi, la difunta amada de nuestro honorable Shiba Mugen, campeón del clan Fenix.- sus ojos brillaron de admiración, Ryushi se dio cuenta ?
- Shiba Mugen?- susurro ?Ha derrotado a La Fauce- y una mueca de sonrisa se esbozo detrás de su mempo ?
- No hay tiempo que perder, debes ir en busca del heredero de Shinshei, ¡En marcha!- y las palabras de Paneki lo devolvieron a la realidad ?
Así y entonces, Ryushi se despidió de sus subordinados con una ligera inclinación de su cabeza y partió de inmediato.
Edito: Lo edite 287389273 de veces xDDD
- Quizás Daigotsu es quien debe preocuparnos más; no podemos olvidar que aún no se ha mostrado. Os sugiero que sigáis al niño, el heredero de Shinsei. En vuestras manos está combatir al Señor Oscuro. Nosotros nos encargaremos de proteger Toshi Ranbo. Dijo Paneki con una sonrisa algo sarcástica.
- Y eso es lo que hare.- dijo Ryushi, refiriéndose al niño ? Paneki-san, no dejas de sorprenderme. ¿Así que otro de vuestros dones es el de leer el futuro?- sonrió, a sabiendas de que si tarde o temprano tenía que enfrentarse al Señor Oscuro seria por obra y gracia de las fortunas, no por las premoniciones de Paneki.
A pesar de su poca experiencia como Daimyo, Ryushi sabía que lo que menos podía demostrar era miedo, temor. Y el enemigo contra el que luchaban y les asediaba no era otro que el mismísimo representante de susodicha palabra: miedo.
Paneki lo sabía.
El antecesor de Bayushi Ryushi, Bayushi Paneki, conocía a su suplente incluso más de lo que se conocía el mismo. Pero sabía que el joven bushi no le iba a decepcionar, jamás. Ya lo había demostrado y lo seguia haciendo. La voluntad del Escorpión es de hierro, inquebrantable como el acero.
Pero Ryushi necesitaba consejos, necesitaba alguien en quien poder confiar y apoyarse. Paneki era una de esas personas y fue por ello que le pidió una sugerencia acerca de lo que hacer en el momento. Ni que hablar, además, que siempre fue su modelo a seguir, su ídolo. El antiguo Daimyo Escorpión es una figura legendaria de entre los héroes de Rokugan.
De pronto, un rugido ensordecedor hizo que Ryushi se estremeciera de pies a cabeza, sorprendido por la ferocidad del mismo. Y el Escorpión pudo ver, al igual que otros tantos samurái apostados en las murallas, que el pálido cielo gris se abría lentamente, cediéndole el paso a un rayo de luz incandescente que fue a parar en algún punto detrás de las murallas que el joven samurái no pudo ver.
Haciendo el rostro a un lado y cubriéndose la cara con su mano, Bayushi Ryushi tuvo que apartar la vista de tal fenómeno porque sus ojos no pudieron soportarlo.
- ¿Qué? Qué es eso?- pregunto, incrédulo-
- Eso, mi querido amigo, es Matsu Hitomi, la difunta amada de nuestro honorable Shiba Mugen, campeón del clan Fenix.- sus ojos brillaron de admiración, Ryushi se dio cuenta ?
- Shiba Mugen?- susurro ?Ha derrotado a La Fauce- y una mueca de sonrisa se esbozo detrás de su mempo ?
- No hay tiempo que perder, debes ir en busca del heredero de Shinshei, ¡En marcha!- y las palabras de Paneki lo devolvieron a la realidad ?
Así y entonces, Ryushi se despidió de sus subordinados con una ligera inclinación de su cabeza y partió de inmediato.
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- Shiba Mugen
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- Registrado: 14 May 2007, 20:57
Re: Capítulo IV: Luchando por el Destino
Un instante se encontraba sobre la Muralla de Toshi Ranbo y al siguiente levitando sobre el ejercito mas grande y terrorifico que habia visto en toda su vida.
A unos metros, su rival, La Fauce en toda su magnitud.
La distancia seria un problema. Pero no podia atacarlo por la espalda, eso mancharia su victoria. Debia derrotarlo ante los ojos de todo Rokugan y de todos sus enemigos.
El Señor Oni comenzo a invocar una magia oscura, haciendo que sus enormes garras se cubriesen por un fuego impio. Mugen seria el objetivo de aquel ataque. Debia golpear primero no solo si queria sobrevivir, como tambien si queria salir victorioso de este encuentro.
Sintio como el calor tan ardiente como el mismo Jigoku comenzaba a hacer humear su armadura, incluso bajo la proteccion de los Kami.
No habia mas tiempo, debia dar un unico y letal golpe. Apostarlo todo en aquel corte.
Giro su torso a gran velocidad, sus brazos y manos elevandose hacia el Cielo. Mas lo que fue un instante, duro una eternidad.
El Cielo se abrio al compas del movimiento de Mugen. El Sol brillo bañando de luz al Campeon Fenix, haciendo su espada brillar con la fuerza de un nuevo amanecer. Un nuevo amanecer para este Imperio, esto traeria su golpe.
Sintio la fuerza de 50 hombres y mujeres recorrer cada musculo de su cuerpo. Sintio sus miedos y esperanzas. Sintio la mirada de aprobacion de cada Campeon Fenix anterior a él desde lo mas profundo de su alma.
Este era el momento de su redencion. Su vida a cambio de la de todo un Imperio. En un fugaz instante lagrimas surgieron de los ojos de Mugen, de aquel corazon incapaz de sentir emocion alguna. Una leve sonrisa picara se dibujo bajo su mempo.
Habia llegado el momento.
Su espada descendiendo con la fuerza 50 hombres golpeando de lleno contra el craneo de la vil criatura. Sintio como su cuerpo comenzaba a rasgarse por el esfuerzo, como Keitaku comenzaba a rasgarse por el choque y por la energia que conducia. Aun no era suficiente, necesitaba mas fuerza. Y con su ultimo aliento, deposito todo la energia del Vacio que aun quedaba en su ser y pudo sentir como la hoja comenzaba a abrirse paso, cortando carne y hueso, hasta partir aquella cabeza en dos.
Keitaku estallo en cientos de pedazos, sus brazos encendidos por la misma energia que habia desencadenado, su cuerpo cayendo inerte, precipitandose a gran velocidad contra el suelo. Sus sentidos comenzaban a nublarse, sus fuerzas abandonandolo.
Miro hacia el Cielo, sorprendido por el Sol que brillaba en el momento de su victoria y de su muerte. Aun sostenia a Keitaku su diestra, lo que quedaba de ella. La elevo al Cielo en respeto y en agradecimiento, hacia alli donde brillaba el Sol. Junto las pocas fuerzas que aun le quedaban, lleno de aire sus pulmones y libero con todo su ser, un grito de victoria:
"BANZAI!!!"
Sus cinco sentidos desaparecieron, tanto su cuerpo como su alma caian a la inmensidad de Vacio.
Quizas era hora de que otro tomase el manto como Campeon del Fenix...
A unos metros, su rival, La Fauce en toda su magnitud.
La distancia seria un problema. Pero no podia atacarlo por la espalda, eso mancharia su victoria. Debia derrotarlo ante los ojos de todo Rokugan y de todos sus enemigos.
El Señor Oni comenzo a invocar una magia oscura, haciendo que sus enormes garras se cubriesen por un fuego impio. Mugen seria el objetivo de aquel ataque. Debia golpear primero no solo si queria sobrevivir, como tambien si queria salir victorioso de este encuentro.
Sintio como el calor tan ardiente como el mismo Jigoku comenzaba a hacer humear su armadura, incluso bajo la proteccion de los Kami.
No habia mas tiempo, debia dar un unico y letal golpe. Apostarlo todo en aquel corte.
Giro su torso a gran velocidad, sus brazos y manos elevandose hacia el Cielo. Mas lo que fue un instante, duro una eternidad.
El Cielo se abrio al compas del movimiento de Mugen. El Sol brillo bañando de luz al Campeon Fenix, haciendo su espada brillar con la fuerza de un nuevo amanecer. Un nuevo amanecer para este Imperio, esto traeria su golpe.
Sintio la fuerza de 50 hombres y mujeres recorrer cada musculo de su cuerpo. Sintio sus miedos y esperanzas. Sintio la mirada de aprobacion de cada Campeon Fenix anterior a él desde lo mas profundo de su alma.
Este era el momento de su redencion. Su vida a cambio de la de todo un Imperio. En un fugaz instante lagrimas surgieron de los ojos de Mugen, de aquel corazon incapaz de sentir emocion alguna. Una leve sonrisa picara se dibujo bajo su mempo.
Habia llegado el momento.
Su espada descendiendo con la fuerza 50 hombres golpeando de lleno contra el craneo de la vil criatura. Sintio como su cuerpo comenzaba a rasgarse por el esfuerzo, como Keitaku comenzaba a rasgarse por el choque y por la energia que conducia. Aun no era suficiente, necesitaba mas fuerza. Y con su ultimo aliento, deposito todo la energia del Vacio que aun quedaba en su ser y pudo sentir como la hoja comenzaba a abrirse paso, cortando carne y hueso, hasta partir aquella cabeza en dos.
Keitaku estallo en cientos de pedazos, sus brazos encendidos por la misma energia que habia desencadenado, su cuerpo cayendo inerte, precipitandose a gran velocidad contra el suelo. Sus sentidos comenzaban a nublarse, sus fuerzas abandonandolo.
Miro hacia el Cielo, sorprendido por el Sol que brillaba en el momento de su victoria y de su muerte. Aun sostenia a Keitaku su diestra, lo que quedaba de ella. La elevo al Cielo en respeto y en agradecimiento, hacia alli donde brillaba el Sol. Junto las pocas fuerzas que aun le quedaban, lleno de aire sus pulmones y libero con todo su ser, un grito de victoria:
"BANZAI!!!"
Sus cinco sentidos desaparecieron, tanto su cuerpo como su alma caian a la inmensidad de Vacio.
Quizas era hora de que otro tomase el manto como Campeon del Fenix...