Edmond
Se aburre un poco de la conversación. Van Glere no va a aportar nada nuevo. O cree en su versión de los hechos, o intenta que no se investigue el asunto. Una de las dos opciones es aceptable. La otra no.
-Creo que no haremos ningún daño si investigamos un poco, ¿verdad? - Responde encogiéndose de hombros.
De hecho, todo esto le parecía una paparrucha al principio. Ahora, cuando le dicen que no tiene por qué meter sus narices en el asunto, le interesa más. Sigue existiendo la posibilidad de encontrar cierta la historia de Van Glere. De acuerdo, habrán perdido un par de días. En ese caso no tiene ningún problema en mentir a Langaster y decirle que ya se ha hecho justicia. Este hombre ganó su fortuna pisando a otros. No tiene nada de malo quitarle un poco.
Sin embargo lo que más le atrae es la posibilidad contraria. ¿Y si Langaster realmente está en lo cierto? Entonces habría que encontrar a esos bandidos y descerrajarlos por someter a alguien a semejante tortura.
Sigue inclinado a creer un poco más en esa versión. Uno no se imagina algo tan terrible sobre su propia hija, y mucho menos dando tantos detalles, si no tiene algún fundamento.
-¿Y cómo piensas mostrarnos que tus palabras son ciertas?- responde antes de dejarle ir. -Porque eso no es fácil de hacer. Nos puedes probar que tu señor ha envejecido, incluso que ya no está del todo cuerdo. Eso no le convierte en mentiroso. ¿Cuál es el problema?, si su hija murió en un accidente, nos habremos ido en un par de días y todo estará arreglado.- Habla, pero no para intentar convencerle. Solo quiere ver su reacción. Le está tanteando.
Después espera a que salga de la habitación y queden solo los mercenarios. Tárabas tiene sus teorías sobre muertos vivientes. No sabe si acabar de creerle. -¿Muerta?-. Le ha parecido rara, incluso inquietante, pero no una muerta que camina por la tierra. Ni siquiera creía que eso fuese posible. Por desgracia Tárabas, aunque disfruta riéndose de los demás, no suele bromear con esas cosas.
-Creo que sigue siendo buena idea que durmamos todos en la misma habitación. No sé si con los soldados es buena idea, pero hay algo que está claro. Algunos nos quieren aquí mientras que otros no.-
Es su forma de decir que apoya la idea de Tárabas. Es mejor hacer caso a quien sabe algo de estas cosas. Después, mientras el viejo camina y él le da ventaja, escucha las nuevas preguntas de Zheng.
-Cuenta unos chistes magníficos- dice sobre Tárabas. Claro que no es la verdad, pero costaría entender la verdad, sobretodo viniendo de parte de dos mercenarios. -Venimos de aquí y allá. Otro pueblo que pedía mercenarios, una caravana que requería escolta- sonríe -Hace mucho que la gente como nosotros no viene de ningún lado- añade con cierta tristeza. -Pero tranquilo, somos de fiar. ¿Qué clase de mundo es este si no se puede confiar en las espadas de alquiler?-
Por supuesto, Valana se muestra más intranquila. Es demasiado nerviosa. Puede hacer bien en desconfiar de la gente, incluso en quejarse cuando se siente observada, pero ya tienen bastante tensión sin ayuda.
-Valana, tranquila. Si te pones nerviosa discutes. Si discutes Tárabas acaba discutiendo. ¿De verdad quieres eso?- Luego mira a Zheng -Pero tampoco haces bien provocándola más. Mañana, o esta misma noche, tu vida puede depender de ella.-
LAS COLUMNAS DEL INFIERNO
Moderador: guli
Re: LAS COLUMNAS DEL INFIERNO
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To serve right ideals, and justice for all
(Emerald Sword, Rhapsody of fire)
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Re: LAS COLUMNAS DEL INFIERNO
3
Edmond probó de confraternizar con todos, alisar limaduras, mostró su cara afable. Valanda le gruñó, asintió, y apartó los ojos de Zhang, con una expresión de cierto desconcierto en la mirada, resultado del ?toque? del oriental. Valanda lo observó con mayor atención y desprecio, e intercambió una mirada con Tárabas: ?Este tipo es peligroso? . Zhang, bromeando con Rako, no respondió a Edmond, y Van Glere, sonrisa forzada, contestó repitiendo que en la cena podrían hablar con calma sobre el asunto. Su hijo insistió en que ?estos perros deberían irse ahora y que se entiendan con los lobos, de su misma calaña?, en un susurro audible para la mayoría. Su padre le taladró con la mirada y el otro chico le urgió a salir de la habitación.
Tárabas no dijo aclaró nada más tampoco a nadie, y se dirigió graznando hacia el salón principal con el resto siguiéndole.
El salón no era excesivamente espacioso, lo suficiente para el triple de gente que había ahora reunida allí. Seis centinelas bien pertrechados estaban en las esquinas y la gran puerta de roble macizo. Una gran chimenea de chisporroteantes tocones, escudos variados, tapices de diferentes motivos, espadas y hachas decoraban el lugar, junto con cuadros de la familia: del señor del castillo en su madurez altiva, la cabeza, la expresión de su cara denotaban su orgullo y fortaleza. En otro el rostro ovalado, bello y triste de una mujer de cabellos muy rubios. Más allá la simpática y agradable belleza de una chica de ojos azules, rubia ella también, el mentón de Ian Langaster. Junto al cuadro, la imagen de una Versa niña, tan siniestra como en la actualidad, el destello ígneo en sus ojos, y una inquietante sonrisa en la comisura de su boca.
En la mesa rectangular se sirvió sopa caliente, un caldo de pollo con legumbres y cereales, de buen sabor, aunque Tárabas no lo reconociese y opinara que eran meados calientes de burra. Había vino de calidad, agua, pan recién horneado, diversos quesos y frutos secos; platos de porcelana y copas de cristal finamente trabajado.
- Somos partidarios de la frugalidad sin despreciar la virtud de los alimentos. Luego habrá carne de ciervo ?informó Van Glere.
Los servidores, dos jóvenes hermanos, chico y chica, guiados por Ambro, aguardaron a que los comensales terminaran el primer plato. El muchacho, espigado y de ojos curiosos, no podía evitar que sus ojos fuesen de uno a otro de los mercenarios, en particular al más que raro Tárabas, aunque con frecuencia descansaban en el cuerpo de Valanda, la cual miraba todo con suma atención, comía deprisa y nerviosa. Al contrario de Rako, quien solo tenía ojos para el plato, ya iba por el segundo de sopa, y para la atractiva sirvienta, de anchas caderas y pecho plenos, quien apuntaba maneras de futura matrona. La escena no dejaba de ser más que curiosa, los mercenarios servidos como señores, aislados en un castillo, con una tropa de indeterminado número abajo, tal vez unos treinta hombres, según comentarios del pueblo. Y con una misión abortada antes de empezar. O eso les decían.
Langaster no se presentó. Van Glere lo excusó, permanecía en cama debido a su enfermedad. Suponía que Versa sí cenaría con ellos. Pasaron unos minutos, y sus anfitriones los sorprendieron con un espectáculo insospechado.
- No somos unos salvajes. Sabemos divertirnos ?expresó sonriente Hulias.
Dos muchachas cuya únicas prendas apenas disimulaban sus sexos y pezones, danzaron un alegre baile al ritmo de una flauta que hacía sonar otra joven tan vestida como ellas. Las tres eran atractivas, sus cuerpos jóvenes y sensuales se movían con gracia, si bien distaban mucho de ser buenas bailarinas. Fue una danza alegre y discreta que animó la velada.
-Buenas hembras, amo ?guiñó Rako un ojo al taimado oriental.
En medio del baile entró en la sala Versa. Se hizo de golpe el silencio, y pareció que el frío se instalaba en la cálida estancia; ella, displicente, con un gesto de su mano hizo que se reanudara la música. Samuel la ayudó con la silla, todo él generoso y caballero hacia la, aparentemente, malévola mujer. Lucía el mismo peinado, y su vestido era de corte similar al anterior, de color gris adornado con finos hilos de oro. Tomó asiento, probó un par de cucharadas de la sopa, y bebió un corto trago de vino. Sin dejar de observar a todos los presentes con su encendida mirada.
Terminó el baile y comenzó otra danza más voluptuosa. Sedosos velos en sus muñecas acariciaban a todos ellos, incluso a Valanda y al viejo Tárabas. Una de ellas se mostró reiteradamente afectuosa con Edmond y la otra con la mercenaria Valanda. Esta bufó como un gato y la chica, aprensiva, cambió de objetivo hacia el silencioso Tuwile. Cambió la flauta con la otra y esta danzó a su vez, con más armonía y pasión, mostrando en particular su arte a Van Glere y a Versa, la cual permanecía inmutable, si bien se insinuó apenas el movimiento de una sonrisa y permitió que la bailarina apurase el vino de su propia copa. Samuel y Hulias estaban disfrutando del baile, lo mismo que Rako, acostumbrado por sus correrías con Zhang pero no por ello menos entusiasmado. La música y la danza no permitieron conversar demasiado en estos momentos.
OFF
Podéis interactuar entre vosotros, con vuestros anfitriones, con las chicas.
Edmond probó de confraternizar con todos, alisar limaduras, mostró su cara afable. Valanda le gruñó, asintió, y apartó los ojos de Zhang, con una expresión de cierto desconcierto en la mirada, resultado del ?toque? del oriental. Valanda lo observó con mayor atención y desprecio, e intercambió una mirada con Tárabas: ?Este tipo es peligroso? . Zhang, bromeando con Rako, no respondió a Edmond, y Van Glere, sonrisa forzada, contestó repitiendo que en la cena podrían hablar con calma sobre el asunto. Su hijo insistió en que ?estos perros deberían irse ahora y que se entiendan con los lobos, de su misma calaña?, en un susurro audible para la mayoría. Su padre le taladró con la mirada y el otro chico le urgió a salir de la habitación.
Tárabas no dijo aclaró nada más tampoco a nadie, y se dirigió graznando hacia el salón principal con el resto siguiéndole.
El salón no era excesivamente espacioso, lo suficiente para el triple de gente que había ahora reunida allí. Seis centinelas bien pertrechados estaban en las esquinas y la gran puerta de roble macizo. Una gran chimenea de chisporroteantes tocones, escudos variados, tapices de diferentes motivos, espadas y hachas decoraban el lugar, junto con cuadros de la familia: del señor del castillo en su madurez altiva, la cabeza, la expresión de su cara denotaban su orgullo y fortaleza. En otro el rostro ovalado, bello y triste de una mujer de cabellos muy rubios. Más allá la simpática y agradable belleza de una chica de ojos azules, rubia ella también, el mentón de Ian Langaster. Junto al cuadro, la imagen de una Versa niña, tan siniestra como en la actualidad, el destello ígneo en sus ojos, y una inquietante sonrisa en la comisura de su boca.
En la mesa rectangular se sirvió sopa caliente, un caldo de pollo con legumbres y cereales, de buen sabor, aunque Tárabas no lo reconociese y opinara que eran meados calientes de burra. Había vino de calidad, agua, pan recién horneado, diversos quesos y frutos secos; platos de porcelana y copas de cristal finamente trabajado.
- Somos partidarios de la frugalidad sin despreciar la virtud de los alimentos. Luego habrá carne de ciervo ?informó Van Glere.
Los servidores, dos jóvenes hermanos, chico y chica, guiados por Ambro, aguardaron a que los comensales terminaran el primer plato. El muchacho, espigado y de ojos curiosos, no podía evitar que sus ojos fuesen de uno a otro de los mercenarios, en particular al más que raro Tárabas, aunque con frecuencia descansaban en el cuerpo de Valanda, la cual miraba todo con suma atención, comía deprisa y nerviosa. Al contrario de Rako, quien solo tenía ojos para el plato, ya iba por el segundo de sopa, y para la atractiva sirvienta, de anchas caderas y pecho plenos, quien apuntaba maneras de futura matrona. La escena no dejaba de ser más que curiosa, los mercenarios servidos como señores, aislados en un castillo, con una tropa de indeterminado número abajo, tal vez unos treinta hombres, según comentarios del pueblo. Y con una misión abortada antes de empezar. O eso les decían.
Langaster no se presentó. Van Glere lo excusó, permanecía en cama debido a su enfermedad. Suponía que Versa sí cenaría con ellos. Pasaron unos minutos, y sus anfitriones los sorprendieron con un espectáculo insospechado.
- No somos unos salvajes. Sabemos divertirnos ?expresó sonriente Hulias.
Dos muchachas cuya únicas prendas apenas disimulaban sus sexos y pezones, danzaron un alegre baile al ritmo de una flauta que hacía sonar otra joven tan vestida como ellas. Las tres eran atractivas, sus cuerpos jóvenes y sensuales se movían con gracia, si bien distaban mucho de ser buenas bailarinas. Fue una danza alegre y discreta que animó la velada.
-Buenas hembras, amo ?guiñó Rako un ojo al taimado oriental.
En medio del baile entró en la sala Versa. Se hizo de golpe el silencio, y pareció que el frío se instalaba en la cálida estancia; ella, displicente, con un gesto de su mano hizo que se reanudara la música. Samuel la ayudó con la silla, todo él generoso y caballero hacia la, aparentemente, malévola mujer. Lucía el mismo peinado, y su vestido era de corte similar al anterior, de color gris adornado con finos hilos de oro. Tomó asiento, probó un par de cucharadas de la sopa, y bebió un corto trago de vino. Sin dejar de observar a todos los presentes con su encendida mirada.
Terminó el baile y comenzó otra danza más voluptuosa. Sedosos velos en sus muñecas acariciaban a todos ellos, incluso a Valanda y al viejo Tárabas. Una de ellas se mostró reiteradamente afectuosa con Edmond y la otra con la mercenaria Valanda. Esta bufó como un gato y la chica, aprensiva, cambió de objetivo hacia el silencioso Tuwile. Cambió la flauta con la otra y esta danzó a su vez, con más armonía y pasión, mostrando en particular su arte a Van Glere y a Versa, la cual permanecía inmutable, si bien se insinuó apenas el movimiento de una sonrisa y permitió que la bailarina apurase el vino de su propia copa. Samuel y Hulias estaban disfrutando del baile, lo mismo que Rako, acostumbrado por sus correrías con Zhang pero no por ello menos entusiasmado. La música y la danza no permitieron conversar demasiado en estos momentos.
OFF
Podéis interactuar entre vosotros, con vuestros anfitriones, con las chicas.
- ragman711
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Re: LAS COLUMNAS DEL INFIERNO
Tárabas.
-Edmond, Edmond, el del nombrecito estúpido, ¿Quién se cree que es? Ah, ya, el jefe de la cuadrilla...pero eso no le da derecho a...si casi parecia que estuviese de su lado...¡Y como me ha mirado! ¡Cómo si estuvirse loco! Si tanto te gusta, cásate con él...¿y el khitano? otro bobo descerebrado...aprenden un par de trucos y se creen que lo saben todo...si, Valesa, Valesa, es peligroso...-Valesa, por supuesto, no estaba con él, farfullaba solo por los lóbregos pasillos de la torre igual que un fantasma cargado de cadenas. Nadie le contestaba, así era como le gustaba-.No se dan cuenta de....pufff...y ese Samuel...Lobos, dice que somos lobos. ¡Como si fuese oliendo traseros por ahí u orinando para marcar mi territorio! Necesitas unos cuantos golpes de vara, chico y yo tengo una bien nudosa.-Miró hacia atrás al sentir le presencia de sus compañeros; empezaban a seguirle hacia el pequeño dispendio que iban a ofrecerles.-Mirales, me están siguiendo...¡son como moscardones! gramf ñaf...comf.-Y asi sigió hasta que lograron alcanzarle, cosa fácil dado el paso resquebrajado que seguía el viejo. Entonces, enmudeció.
Analizó el salón donde iban a pasar las siguientes horas. Escrutó a los guardias y su actitud, la disposición de los asientos, de los comensales y las posibles rutas de escape. Se fijó también en los retratos, nada descarado, y en como Versa era la nota discordante en una familia de mujeres rubias. ¿Era aquel angelito de expresión alegre y cabellos dorados la víctima que habían ido a vengar?
Se sentó dejando su bastón a un lado, con visible recelo. Les sirvieron la sopa humeante. Probó una cucharadita.
-Esto sabe a...- meados calientes de burra. Se reprimió, estaba hambriento y la sopa era uno de los alimentos que podía ingerir sin dificultad.-Está bien. Repetiré, no creo que pueda mascar la carne de ciervo...a pesar de que algunos piensen que somos como lobos. Ñamf, ñamf...uhm...ouch...este trozo de zanahoria está un poco duro. Chico, si, tú, el de la bebida, mastícamelo un poco...¿No? No me mires así. Acércate, ven...te daré un consejo.-Dijo, tirando del joven hacia él, susurrándole.-No mires a Valesa así hijo, si es que quieres mantener tus tres ojos intactos.-Sonrió ante su propia broma mostrándole dos hileras de dientes apolillados, hediondos, cubiertos de sarro amarillento.
Langaster no se presentó. Vlan Gere no solo lo excusó sino que usó unas bailarinas como cortina de humo. Para él los apetitos de la carne eran cosa del pasado. Las blancas pieles de las bailarinas sugerían en él el mismo deseo que los pedazos de ciervo asado; ninguno. Podía oler el asado igual que podía contemplar las sensuales danzas de las chicas. Y nada más. La vejez era un mal que había que saber llevar.
Al ver los contoneos y los escuetos trajes de danza que apenas ocultaban las vergüenzas de las muchachas se preguntó que clase de oscuros dioses moraban por encima de ellos permitiendo que niñas tan jóvenes se vieran obligadas a ganarse la vida de forma tan poco decorosa. Él no era un dechado de virtudes, desde luego. Vendía lo que a él le interesaba a quien le interesaba; sangre a cambio de oro. Seguramente las bailarinas no habían tenido tanta suerte. Y pensó que el mundo era un pozo lleno de basura.
- ¿Cual es el mal que aqueja a Langaster? -Preguntó haciéndose oir por encima de la molesta música.-Soy...médico. Mis muchachos pueden decírtelo, les he remendado más de una vez. Se me dan bien las enfermedades, y los venenos. Podría ir a echarle un vistazo. Si al final no llevamos a cabo nuestra empresa es lo menos que puedo hacer por alguien que paga por adelantado- dijo, desafiante. Vlan Gere no lo permitiría, claro estaba, pero quería ver que burdas excusas daba.
Poseía conocimientos de medicina, herbolaria, plagas y enfermedades. Y venenos. No era la primera vez que usaba sus conocimientos para debilitar a un enemigo, obtener una información o acelerar un sitio a una fortaleza. Tenía que reconocer que le desagradaba y que cuando mejor se sentía, si es que a su edad podía sentirse bien, era cuando usaba sus habilidades de la forma para la que habían sido concevidas. Usarlas en su profesión era igual que desnudar a una sacerdotisa y obligarla a bailar en una taberna.
Entró Versa. La música se detuvo hasta que indicó que podían proseguir. Iría a visitar a Langaster más tarde. La mujer atrajo su atención. Tenía que descubrir más sobre ella. Lanzó una significativa mirada a Edmond, "puede haber problemas", decía.
-Me alegra que haya decidido honrarnos con su presencia. ¿No come más?-inquirió, conspirador.-Son muy bonitos. Los retratos de familia, digo. No he podido evitar fijarme en el parecido entre su hermana y su madre. Vos, si me lo permitís, pareceís la misma flor pero del lado más oscuro del jardín-Aseguró, galán, pisaverde, refiriéndose a su pelo...aunque sin duda ella captaría el mensaje que yacía torpemente por debajo de sus palabras.-Y decidme...no, fuera, fuera mariposa, no tengo nada para ti...-dijo, espantando a una de las bailarinas.-Hulias, comportate. ¿Qué demonios haces? No estamos aquí para eso. ¡Recuerda que eres un profesional!
No le gustaba. Buena comida, mujeres y la perspectiva de un descanso tranquilo. Música, una conversación agradable y un fuego que llegaba a calentar sus fríos huesos. Todo eran ingredientes para bajar la guardia de un mercenario. No le gustaba como todos los lujos que les habían ofrecido se arremolinaban sobre ellos, vaporosos, igual que un sudario limpio y reconfortante.
-Y dime, Samuel. ¿Hay muchos lobos por aquí o solo contamos contigo? Oh, perdón, el vino suelta mi lengua de forma nada apropiada.-No había bebido vino, perturbaba su mente y abotargaba sus sentidos e intuiciones.
Se diriguió entonces a Zhang, cómplice, entre susurros.
-¿Por qué no la sacas a bailar? Seguro que ante un tipo de corte como tú la chica soltaría su lengua de una u otra manera...-Era una burla y un desafio a la vez, un doble sentido. No creyó que Zhang fuese a entablar contacto con Versa.
Momentos después se recostaba sobre el hombro de Edmond para susurrarle unas palabras al oído después de que los sirvientes se hubiesen alejado.
-Necesito un cabello, una escama de piel o un pedazo de uña para saber que es Versa. Recuerda que vamos a dormir en su guarida.-No dijo casa ni hogar, dijo guarida a propósito.
-Edmond, Edmond, el del nombrecito estúpido, ¿Quién se cree que es? Ah, ya, el jefe de la cuadrilla...pero eso no le da derecho a...si casi parecia que estuviese de su lado...¡Y como me ha mirado! ¡Cómo si estuvirse loco! Si tanto te gusta, cásate con él...¿y el khitano? otro bobo descerebrado...aprenden un par de trucos y se creen que lo saben todo...si, Valesa, Valesa, es peligroso...-Valesa, por supuesto, no estaba con él, farfullaba solo por los lóbregos pasillos de la torre igual que un fantasma cargado de cadenas. Nadie le contestaba, así era como le gustaba-.No se dan cuenta de....pufff...y ese Samuel...Lobos, dice que somos lobos. ¡Como si fuese oliendo traseros por ahí u orinando para marcar mi territorio! Necesitas unos cuantos golpes de vara, chico y yo tengo una bien nudosa.-Miró hacia atrás al sentir le presencia de sus compañeros; empezaban a seguirle hacia el pequeño dispendio que iban a ofrecerles.-Mirales, me están siguiendo...¡son como moscardones! gramf ñaf...comf.-Y asi sigió hasta que lograron alcanzarle, cosa fácil dado el paso resquebrajado que seguía el viejo. Entonces, enmudeció.
Analizó el salón donde iban a pasar las siguientes horas. Escrutó a los guardias y su actitud, la disposición de los asientos, de los comensales y las posibles rutas de escape. Se fijó también en los retratos, nada descarado, y en como Versa era la nota discordante en una familia de mujeres rubias. ¿Era aquel angelito de expresión alegre y cabellos dorados la víctima que habían ido a vengar?
Se sentó dejando su bastón a un lado, con visible recelo. Les sirvieron la sopa humeante. Probó una cucharadita.
-Esto sabe a...- meados calientes de burra. Se reprimió, estaba hambriento y la sopa era uno de los alimentos que podía ingerir sin dificultad.-Está bien. Repetiré, no creo que pueda mascar la carne de ciervo...a pesar de que algunos piensen que somos como lobos. Ñamf, ñamf...uhm...ouch...este trozo de zanahoria está un poco duro. Chico, si, tú, el de la bebida, mastícamelo un poco...¿No? No me mires así. Acércate, ven...te daré un consejo.-Dijo, tirando del joven hacia él, susurrándole.-No mires a Valesa así hijo, si es que quieres mantener tus tres ojos intactos.-Sonrió ante su propia broma mostrándole dos hileras de dientes apolillados, hediondos, cubiertos de sarro amarillento.
Langaster no se presentó. Vlan Gere no solo lo excusó sino que usó unas bailarinas como cortina de humo. Para él los apetitos de la carne eran cosa del pasado. Las blancas pieles de las bailarinas sugerían en él el mismo deseo que los pedazos de ciervo asado; ninguno. Podía oler el asado igual que podía contemplar las sensuales danzas de las chicas. Y nada más. La vejez era un mal que había que saber llevar.
Al ver los contoneos y los escuetos trajes de danza que apenas ocultaban las vergüenzas de las muchachas se preguntó que clase de oscuros dioses moraban por encima de ellos permitiendo que niñas tan jóvenes se vieran obligadas a ganarse la vida de forma tan poco decorosa. Él no era un dechado de virtudes, desde luego. Vendía lo que a él le interesaba a quien le interesaba; sangre a cambio de oro. Seguramente las bailarinas no habían tenido tanta suerte. Y pensó que el mundo era un pozo lleno de basura.
- ¿Cual es el mal que aqueja a Langaster? -Preguntó haciéndose oir por encima de la molesta música.-Soy...médico. Mis muchachos pueden decírtelo, les he remendado más de una vez. Se me dan bien las enfermedades, y los venenos. Podría ir a echarle un vistazo. Si al final no llevamos a cabo nuestra empresa es lo menos que puedo hacer por alguien que paga por adelantado- dijo, desafiante. Vlan Gere no lo permitiría, claro estaba, pero quería ver que burdas excusas daba.
Poseía conocimientos de medicina, herbolaria, plagas y enfermedades. Y venenos. No era la primera vez que usaba sus conocimientos para debilitar a un enemigo, obtener una información o acelerar un sitio a una fortaleza. Tenía que reconocer que le desagradaba y que cuando mejor se sentía, si es que a su edad podía sentirse bien, era cuando usaba sus habilidades de la forma para la que habían sido concevidas. Usarlas en su profesión era igual que desnudar a una sacerdotisa y obligarla a bailar en una taberna.
Entró Versa. La música se detuvo hasta que indicó que podían proseguir. Iría a visitar a Langaster más tarde. La mujer atrajo su atención. Tenía que descubrir más sobre ella. Lanzó una significativa mirada a Edmond, "puede haber problemas", decía.
-Me alegra que haya decidido honrarnos con su presencia. ¿No come más?-inquirió, conspirador.-Son muy bonitos. Los retratos de familia, digo. No he podido evitar fijarme en el parecido entre su hermana y su madre. Vos, si me lo permitís, pareceís la misma flor pero del lado más oscuro del jardín-Aseguró, galán, pisaverde, refiriéndose a su pelo...aunque sin duda ella captaría el mensaje que yacía torpemente por debajo de sus palabras.-Y decidme...no, fuera, fuera mariposa, no tengo nada para ti...-dijo, espantando a una de las bailarinas.-Hulias, comportate. ¿Qué demonios haces? No estamos aquí para eso. ¡Recuerda que eres un profesional!
No le gustaba. Buena comida, mujeres y la perspectiva de un descanso tranquilo. Música, una conversación agradable y un fuego que llegaba a calentar sus fríos huesos. Todo eran ingredientes para bajar la guardia de un mercenario. No le gustaba como todos los lujos que les habían ofrecido se arremolinaban sobre ellos, vaporosos, igual que un sudario limpio y reconfortante.
-Y dime, Samuel. ¿Hay muchos lobos por aquí o solo contamos contigo? Oh, perdón, el vino suelta mi lengua de forma nada apropiada.-No había bebido vino, perturbaba su mente y abotargaba sus sentidos e intuiciones.
Se diriguió entonces a Zhang, cómplice, entre susurros.
-¿Por qué no la sacas a bailar? Seguro que ante un tipo de corte como tú la chica soltaría su lengua de una u otra manera...-Era una burla y un desafio a la vez, un doble sentido. No creyó que Zhang fuese a entablar contacto con Versa.
Momentos después se recostaba sobre el hombro de Edmond para susurrarle unas palabras al oído después de que los sirvientes se hubiesen alejado.
-Necesito un cabello, una escama de piel o un pedazo de uña para saber que es Versa. Recuerda que vamos a dormir en su guarida.-No dijo casa ni hogar, dijo guarida a propósito.
- Lord Arzzun
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Re: LAS COLUMNAS DEL INFIERNO
Tuwile
Seguí tranquilamente al resto, atento a todo lo que acaecia a mi alrededor. Poco preocupado por articular preguntas o jugar con las palabras, escuchaba todo lo que comentaban el resto...aunque, como siempre, la mayor parte de lo dicho era basura estúpida cuya única función era llenar el silencio que tanto incomodaba a la mayor parte de la gente.
Sentado a la mesa, apuré velozmente la sabrosa sopa y di buena cuenta del pan y los frutos secos.
Somos partidarios de la frugalidad sin despreciar la virtud de los alimentos. Luego habrá carne de ciervo-comentó Van Glere. No comeria dicha carne dejada pudrir durante una semana.
Miré sin demasiado interés los cuadros que colgaban de las paredes. Los lienzos no significaban nada para mí, ni mostraban los méritos ni la verdadera imagen de los que aparecian en ellos. Eran, en eso, peor que una simple historia contada alrededor de una hoguera.
No somos unos salvajes, sabemos divertirnos -comentó entonces Hulias. Tres jóvenes atractivas salieron a bailar para nosotros. Me pregunté si estas chicas eran sirvientes reconvertidas en zorras, obligadas a bailar y si, en caso contrario, un torreón despreciable se podia permitir mantener un cuerpo de bailarinas.
Moralmente me parecia inaceptable que estas chiquillas no estuviesen casadas y pariendo a su segundo o tercer chiquillo..pero en Estigia habia visto toda clase de perversiones. Esto era bastante inocente, en comparación..aunque ni me pareció divertido ni cambió mi opinión acerca del salvajismo de estas tierras y sus moradores.
Versa entró, no dijo palabra alguna. Comió un poco y bebió un poco, como obligada. La danza se vuelve más sensual. No rechazo los contoneos de la muchacha, sonrio friamente, forzado, y, tras una palmada afectuosa en su firme trasero me levanto y me acerco a la fria Versa.
Me acerco con la bolsa de oro, se la devuelvo, dejándola caer en la mesa, junto a ella. No hay nada que matar, pero tampoco quiero deber nada a nadie. Que nadie me la haya exigido la paga al, aparentemente, anularse el encargo me parece sumamente extraño..
Quizás, con suerte y si mis compañeros son lo suficientemente astutos, podamos ver como Van Glera y Versa defienden sus dos versiones de la realidad.
Seguí tranquilamente al resto, atento a todo lo que acaecia a mi alrededor. Poco preocupado por articular preguntas o jugar con las palabras, escuchaba todo lo que comentaban el resto...aunque, como siempre, la mayor parte de lo dicho era basura estúpida cuya única función era llenar el silencio que tanto incomodaba a la mayor parte de la gente.
Sentado a la mesa, apuré velozmente la sabrosa sopa y di buena cuenta del pan y los frutos secos.
Somos partidarios de la frugalidad sin despreciar la virtud de los alimentos. Luego habrá carne de ciervo-comentó Van Glere. No comeria dicha carne dejada pudrir durante una semana.
Miré sin demasiado interés los cuadros que colgaban de las paredes. Los lienzos no significaban nada para mí, ni mostraban los méritos ni la verdadera imagen de los que aparecian en ellos. Eran, en eso, peor que una simple historia contada alrededor de una hoguera.
No somos unos salvajes, sabemos divertirnos -comentó entonces Hulias. Tres jóvenes atractivas salieron a bailar para nosotros. Me pregunté si estas chicas eran sirvientes reconvertidas en zorras, obligadas a bailar y si, en caso contrario, un torreón despreciable se podia permitir mantener un cuerpo de bailarinas.
Moralmente me parecia inaceptable que estas chiquillas no estuviesen casadas y pariendo a su segundo o tercer chiquillo..pero en Estigia habia visto toda clase de perversiones. Esto era bastante inocente, en comparación..aunque ni me pareció divertido ni cambió mi opinión acerca del salvajismo de estas tierras y sus moradores.
Versa entró, no dijo palabra alguna. Comió un poco y bebió un poco, como obligada. La danza se vuelve más sensual. No rechazo los contoneos de la muchacha, sonrio friamente, forzado, y, tras una palmada afectuosa en su firme trasero me levanto y me acerco a la fria Versa.
Me acerco con la bolsa de oro, se la devuelvo, dejándola caer en la mesa, junto a ella. No hay nada que matar, pero tampoco quiero deber nada a nadie. Que nadie me la haya exigido la paga al, aparentemente, anularse el encargo me parece sumamente extraño..
Quizás, con suerte y si mis compañeros son lo suficientemente astutos, podamos ver como Van Glera y Versa defienden sus dos versiones de la realidad.
Re: LAS COLUMNAS DEL INFIERNO
Edmon
Tarabás, como siempre, comienza quejándose. Esta vez tiene algo de razón. Tampoco a Edmon le gusta escuchar los desprecios de otros. No puede evitarlo. Proviene de alta cuna, y nunca ha sido buena idea intentar atacar su orgullo. -¿Sabes lo que hace un lobo hambriento con un perrito amaestrado?- Lo deja allí. Tarabás empezará a protestar aún más si comienza una pelea. Desde luego los modales del anciano tampoco han sido mejores, pero eso no lo verá. Da igual.
Entran en el amplio comedor. Le recuerda al de su antiguo hogar, pero ese estaba más lleno de vida. Tenía en común los cuadros. También había uno de cada miembro de la familia, y uno con todos juntos. Rememora las horas parado frente a aquei pintor que protestaba cada vez que intentaba rascarse. Sin darse cuenta, su mirada se ensombrece. No le gusta recordar. Todo eso quedó atrás. Ya no hay caserón o palacete. No habrá cuadros adornando sus paredes. Guarda silencio durante unos instantes.
La comida tiene buen aspecto, y huele aún mejor. A juzgar por la velocidad con la que algunos están devorando su ración, incluso repitiendo, el sabor tampoco debe dejar mucho que desear. Él no la prueba. No le gusta que le hayan pagado por no hacer nada. Es una medida un tanto absurda, pero cuando se acerquen a servirle, simplemente dirá que ya había cenado antes de entrar aquí. Sus compañeros sabrán que es mentira, pero no cree que vayan a comentarlo. Aunque con el carcamal nunca se sabe.
El espectáculo le pilla un poco por sorpresa. También le recuerda a otros tiempos. Podría decir que ha visto a muchas jovencitas bailar, incluso más desvergonzadamente que estas, para él. Entonces no se paraba mucho a pensar en ellas, solo veía sus cuerpos. Reconoce que ahora, en este momento, también comienza a hacerse difícil ver más allá. Son bonitas, y una no deja de revolotear a su alrededor. A decir verdad, tampoco parece especialmente triste. Sí, tiene un trabajo desagradable, pero ellos matan por dinero, así que tampoco puede ponerse moralista. Sigue mirando unos instantes. Luego se centra.
Llega la anfitriona. Desde luego sabe cómo hacer una entrada. Hasta la música se detiene ante su presencia. Luego avanza como si nada hasta su sitio, se sienta, ordena que siga la fiesta, y contempla todo con una sonrisa inquietante. Hasta el momento cree que no la ha escuchado hablar ni una sola vez.
Tarabás intenta provocarla un poco. A veces cree que el viejo fósil conoce cientos de formas más correctas de abordar cada situación, pero se divierte de este modo. Bien por él. Además, sería interesante escucharla responder. Al poco, otro de los mercenarios se levanta y deja caer la bolsa. Un acto muy honorable, pero eso solo significa que no está dispuesto a llegar hasta el fondo.
Edmond ve todo esto cada vez más raro. Primero les contratan, pero luego Van Glere hace lo posible por despacharles. Ahora la fiesta. Una fiesta con demasiadas atenciones. No, esto no puede ser tan sencillo como devolver el oro. Aquí hay algo más, algo que le inquieta. Hace tiempo, Tarabás y él decidieron dedicarse principalmente a cierto tipo de "blancos". De algún modo, cree que aquí lo van a encontrar. Por supuesto, esas reflexiones no son para todos los oidos. Solo atañen a Tarabas, y él ya lo sabe.
El viejo le ha hecho un gesto. Parece que va a empezar el acoso y derribo a la hija del anfitrión. Confiesa que a él también le resulta interesante. Después, Tárabas le susurra que necesita algo de Vera. -Viejo del demonio, ¿no puedes tener peticiones normales?- responde también entre susurros. Pero no tiene sentido negarse. Por mucho que le disguste su carácter, Tárabas sabe lo que hace. Eso espera, que lo sepa. Claro que no debe ser tan fácil conseguir lo que pide. -¿Cómo demonios? voy a conseguir un pelo- Eso sin contar algo de información. No es sencillo. No es la clase de cosas que se consigue a base de espadazos, y precisamente los golpes son su especialiad, no recolectar material para encantamientos. Entonces escucha el resto de las pullas de Tárabas. -Interesante. No es un mal plan-. No iban dirigidas hacia él, pero no dejan de ser interesantes solo por eso.
Aunque le disgusta hacerlo, vuelve la mente hacia atrás de nuevo. Se levanta, abandonando su porte de luchador, cambiándola por otra hace tiempo olvidada. Vuelve a sus formas de joven altivo. Camina con la cabeza alta, la espalda recta. Pasos cortos pero firmes. Media sonrisa en el rostro. Ha hecho esto cientos de veces. Sospecha que el resultado será negativo, pero quizás al menos sirva como primer acercamiento. Se detiene a unos pasos de Vera. Se inclina un poco, extendiendo la mano derecha hacia delante. -Me preguntaba si me concedería el honor de un baile. En mi tierra, una fiesta no es tal si las damas no disfrutan de al menos un baile durante la noche.-
Si acepta, podrá preguntar, sutilmente, por los detalles de todo este asunto, y también podrá intentar hacerse con algún pelo directamente del vestido. Si falla, quedará cómo un bobo, pero eso no le importa mucho. Al menos lo habrá intentado.
Tarabás, como siempre, comienza quejándose. Esta vez tiene algo de razón. Tampoco a Edmon le gusta escuchar los desprecios de otros. No puede evitarlo. Proviene de alta cuna, y nunca ha sido buena idea intentar atacar su orgullo. -¿Sabes lo que hace un lobo hambriento con un perrito amaestrado?- Lo deja allí. Tarabás empezará a protestar aún más si comienza una pelea. Desde luego los modales del anciano tampoco han sido mejores, pero eso no lo verá. Da igual.
Entran en el amplio comedor. Le recuerda al de su antiguo hogar, pero ese estaba más lleno de vida. Tenía en común los cuadros. También había uno de cada miembro de la familia, y uno con todos juntos. Rememora las horas parado frente a aquei pintor que protestaba cada vez que intentaba rascarse. Sin darse cuenta, su mirada se ensombrece. No le gusta recordar. Todo eso quedó atrás. Ya no hay caserón o palacete. No habrá cuadros adornando sus paredes. Guarda silencio durante unos instantes.
La comida tiene buen aspecto, y huele aún mejor. A juzgar por la velocidad con la que algunos están devorando su ración, incluso repitiendo, el sabor tampoco debe dejar mucho que desear. Él no la prueba. No le gusta que le hayan pagado por no hacer nada. Es una medida un tanto absurda, pero cuando se acerquen a servirle, simplemente dirá que ya había cenado antes de entrar aquí. Sus compañeros sabrán que es mentira, pero no cree que vayan a comentarlo. Aunque con el carcamal nunca se sabe.
El espectáculo le pilla un poco por sorpresa. También le recuerda a otros tiempos. Podría decir que ha visto a muchas jovencitas bailar, incluso más desvergonzadamente que estas, para él. Entonces no se paraba mucho a pensar en ellas, solo veía sus cuerpos. Reconoce que ahora, en este momento, también comienza a hacerse difícil ver más allá. Son bonitas, y una no deja de revolotear a su alrededor. A decir verdad, tampoco parece especialmente triste. Sí, tiene un trabajo desagradable, pero ellos matan por dinero, así que tampoco puede ponerse moralista. Sigue mirando unos instantes. Luego se centra.
Llega la anfitriona. Desde luego sabe cómo hacer una entrada. Hasta la música se detiene ante su presencia. Luego avanza como si nada hasta su sitio, se sienta, ordena que siga la fiesta, y contempla todo con una sonrisa inquietante. Hasta el momento cree que no la ha escuchado hablar ni una sola vez.
Tarabás intenta provocarla un poco. A veces cree que el viejo fósil conoce cientos de formas más correctas de abordar cada situación, pero se divierte de este modo. Bien por él. Además, sería interesante escucharla responder. Al poco, otro de los mercenarios se levanta y deja caer la bolsa. Un acto muy honorable, pero eso solo significa que no está dispuesto a llegar hasta el fondo.
Edmond ve todo esto cada vez más raro. Primero les contratan, pero luego Van Glere hace lo posible por despacharles. Ahora la fiesta. Una fiesta con demasiadas atenciones. No, esto no puede ser tan sencillo como devolver el oro. Aquí hay algo más, algo que le inquieta. Hace tiempo, Tarabás y él decidieron dedicarse principalmente a cierto tipo de "blancos". De algún modo, cree que aquí lo van a encontrar. Por supuesto, esas reflexiones no son para todos los oidos. Solo atañen a Tarabas, y él ya lo sabe.
El viejo le ha hecho un gesto. Parece que va a empezar el acoso y derribo a la hija del anfitrión. Confiesa que a él también le resulta interesante. Después, Tárabas le susurra que necesita algo de Vera. -Viejo del demonio, ¿no puedes tener peticiones normales?- responde también entre susurros. Pero no tiene sentido negarse. Por mucho que le disguste su carácter, Tárabas sabe lo que hace. Eso espera, que lo sepa. Claro que no debe ser tan fácil conseguir lo que pide. -¿Cómo demonios? voy a conseguir un pelo- Eso sin contar algo de información. No es sencillo. No es la clase de cosas que se consigue a base de espadazos, y precisamente los golpes son su especialiad, no recolectar material para encantamientos. Entonces escucha el resto de las pullas de Tárabas. -Interesante. No es un mal plan-. No iban dirigidas hacia él, pero no dejan de ser interesantes solo por eso.
Aunque le disgusta hacerlo, vuelve la mente hacia atrás de nuevo. Se levanta, abandonando su porte de luchador, cambiándola por otra hace tiempo olvidada. Vuelve a sus formas de joven altivo. Camina con la cabeza alta, la espalda recta. Pasos cortos pero firmes. Media sonrisa en el rostro. Ha hecho esto cientos de veces. Sospecha que el resultado será negativo, pero quizás al menos sirva como primer acercamiento. Se detiene a unos pasos de Vera. Se inclina un poco, extendiendo la mano derecha hacia delante. -Me preguntaba si me concedería el honor de un baile. En mi tierra, una fiesta no es tal si las damas no disfrutan de al menos un baile durante la noche.-
Si acepta, podrá preguntar, sutilmente, por los detalles de todo este asunto, y también podrá intentar hacerse con algún pelo directamente del vestido. Si falla, quedará cómo un bobo, pero eso no le importa mucho. Al menos lo habrá intentado.
On the way to the glory i'll honor my sword
To serve right ideals, and justice for all
(Emerald Sword, Rhapsody of fire)
To serve right ideals, and justice for all
(Emerald Sword, Rhapsody of fire)
Re: LAS COLUMNAS DEL INFIERNO
ZHANG XEI
Escuché las conversaciones así como las explicaciones de Edmon? Sonreí ante su comentario sobre Valana
- Si¡¡¡ es posible que mañana necesite de su ayuda? igual que ella de la mía? Pero por algo somos mercenarios y gente de fiar entre nosotros? - agregué sarcásticamente. Luego añadí intentando suavizar la situación? - Pero tienes razón en que deberíamos de dar ciertas concesiones? No deberíamos de pelearnos innecesariamente entre nosotros? Solo que el tiempo y las malas compañías me han hecho tal vez más receloso de lo normal? cosa que, por otro lado, me ha mantenido a salvo hasta ahora?
La cena fue tensa y repleta de gestos escondidos y miradas furtivas? Allí no éramos queridos por todos y así lo demostraba el hijo de Van Glere? Mordisqueé la comida de forma apática mientras analizaba a los presentes? En especial a nuestro anfitrión y su hijo? aunque uno de mis ojos no paraba de observar de soslayo al mago?
Observé el cuadro de la chica rubia mirando sus rasgos infantiles pero aún así hermosos? Era una lástima que una niña hubiese sufrido tanto. Con la noticia de que el señor del castillo no iba a presentarse, nos despistaron con un entretenimiento de lo más morboso? La verdad es que hacía tiempo que no me trataban como un señor y mucho menos me presentaban un espectáculo como aquel? Era algo extraño que a unos simples mercenarios los agasajaran con semejante despliegue de comida y bailes exóticos
El baile dejaba mucho que desear pero las curvas y los movimientos sensuales fueron suficientes para relajar tensiones, incluida la del tonto de Rako que no paraba de babear?
- Rako¡¡¡ Concéntrate en tu comida? - le dije quedamente aunque sabía de antemano que sería imposible. Su lerda mente solo era capaz de pensar en cosas sencillas? y esas chicas bailando eran una de ellas?.
Para terminar de animar la velada apareció la siempre fría Versa? Ella misma parecía desprender un halo similar y pareció bajar la temperatura unos grados en la caldeada sala? Tras un gesto todo pareció volver a cobrar vida, iniciándose un nuevo baile en el cual todos los presentes fuimos toqueteados por aquellas menudas manos? No pude evitar que se me pusieran los pelos de punta ante su contacto?
Las palabras del mago sonaron cascadas y llenas de mala intención? ¿A que jugaba aquel mago presuntuoso y loco? A lo mejor quería jugar y ponerme a prueba? Tal vez se llevase una sorpresa? pero no hoy ni ahora?
- Baila tú si quieres¡¡¡ Prefiero mirar y centrarme en cosas más interesantes¡¡¡ Aunque tú puedes intentarlo, cosa que dudo con ese cuerpo desvencijado que tienes?
Tras aquello me preparé para lo peor? Mi ?hermano Urugh? me había enseñado que uno debía de estar siempre alerta? Era bueno tener tus habilidades, pero estar predispuesto a algo siempre te daba una ventaja? A él siempre le funcionaba y yo me lo había creído? La verdad es que lo echaba de menos¡¡¡ Lo hubiese preferido a mi lado antes que a la masa de músculos de Rako?
Mis ojos estaban vigilantes y de esa forma observé como un mensaje era pasado del viejo chiflado a Edmon? Cuidado muchacho¡¡¡ Hacer demasiado caso a los magos puede conllevar una muerte prematura? Mandé una señal mental a Rako para que se concentrara? pero para mi sorpresa Edmon pidió bailar a la joven Versa?
- Ves viejo¡¡¡¡ Ya se te han adelantado?
Tras aquello mantuve la guardia pero me centré en intentar conversar con el hijo de Van Glere?
- Y bien joven? No sé si nos han presentado debidamente. Mi nombre es Zhang Xei? Y me gustaría saber a qué se debe tanta antipatía? ? le pregunté mirándole mientras le tanteaba la mente en busca de debilidades?
NOTA: Nuevamente perdón por mi desidia¡¡¡¡ Asumiré un correctivo... pero suave que mi chino no está para muchos trotes¡¡¡¡
Escuché las conversaciones así como las explicaciones de Edmon? Sonreí ante su comentario sobre Valana
- Si¡¡¡ es posible que mañana necesite de su ayuda? igual que ella de la mía? Pero por algo somos mercenarios y gente de fiar entre nosotros? - agregué sarcásticamente. Luego añadí intentando suavizar la situación? - Pero tienes razón en que deberíamos de dar ciertas concesiones? No deberíamos de pelearnos innecesariamente entre nosotros? Solo que el tiempo y las malas compañías me han hecho tal vez más receloso de lo normal? cosa que, por otro lado, me ha mantenido a salvo hasta ahora?
La cena fue tensa y repleta de gestos escondidos y miradas furtivas? Allí no éramos queridos por todos y así lo demostraba el hijo de Van Glere? Mordisqueé la comida de forma apática mientras analizaba a los presentes? En especial a nuestro anfitrión y su hijo? aunque uno de mis ojos no paraba de observar de soslayo al mago?
Observé el cuadro de la chica rubia mirando sus rasgos infantiles pero aún así hermosos? Era una lástima que una niña hubiese sufrido tanto. Con la noticia de que el señor del castillo no iba a presentarse, nos despistaron con un entretenimiento de lo más morboso? La verdad es que hacía tiempo que no me trataban como un señor y mucho menos me presentaban un espectáculo como aquel? Era algo extraño que a unos simples mercenarios los agasajaran con semejante despliegue de comida y bailes exóticos
El baile dejaba mucho que desear pero las curvas y los movimientos sensuales fueron suficientes para relajar tensiones, incluida la del tonto de Rako que no paraba de babear?
- Rako¡¡¡ Concéntrate en tu comida? - le dije quedamente aunque sabía de antemano que sería imposible. Su lerda mente solo era capaz de pensar en cosas sencillas? y esas chicas bailando eran una de ellas?.
Para terminar de animar la velada apareció la siempre fría Versa? Ella misma parecía desprender un halo similar y pareció bajar la temperatura unos grados en la caldeada sala? Tras un gesto todo pareció volver a cobrar vida, iniciándose un nuevo baile en el cual todos los presentes fuimos toqueteados por aquellas menudas manos? No pude evitar que se me pusieran los pelos de punta ante su contacto?
Las palabras del mago sonaron cascadas y llenas de mala intención? ¿A que jugaba aquel mago presuntuoso y loco? A lo mejor quería jugar y ponerme a prueba? Tal vez se llevase una sorpresa? pero no hoy ni ahora?
- Baila tú si quieres¡¡¡ Prefiero mirar y centrarme en cosas más interesantes¡¡¡ Aunque tú puedes intentarlo, cosa que dudo con ese cuerpo desvencijado que tienes?
Tras aquello me preparé para lo peor? Mi ?hermano Urugh? me había enseñado que uno debía de estar siempre alerta? Era bueno tener tus habilidades, pero estar predispuesto a algo siempre te daba una ventaja? A él siempre le funcionaba y yo me lo había creído? La verdad es que lo echaba de menos¡¡¡ Lo hubiese preferido a mi lado antes que a la masa de músculos de Rako?
Mis ojos estaban vigilantes y de esa forma observé como un mensaje era pasado del viejo chiflado a Edmon? Cuidado muchacho¡¡¡ Hacer demasiado caso a los magos puede conllevar una muerte prematura? Mandé una señal mental a Rako para que se concentrara? pero para mi sorpresa Edmon pidió bailar a la joven Versa?
- Ves viejo¡¡¡¡ Ya se te han adelantado?
Tras aquello mantuve la guardia pero me centré en intentar conversar con el hijo de Van Glere?
- Y bien joven? No sé si nos han presentado debidamente. Mi nombre es Zhang Xei? Y me gustaría saber a qué se debe tanta antipatía? ? le pregunté mirándole mientras le tanteaba la mente en busca de debilidades?
NOTA: Nuevamente perdón por mi desidia¡¡¡¡ Asumiré un correctivo... pero suave que mi chino no está para muchos trotes¡¡¡¡